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El Asedio de las Tinieblas
El Asedio de las Tinieblas
El Asedio de las Tinieblas
Libro electrónico219 páginas3 horas

El Asedio de las Tinieblas

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*** UNA NOVELA DE *INTRIGA* Y *MISTERIO* AMBIENTADA EN EL SENO DE LA IGLESIA CATÓLICA, QUE TE ATRAPARÁ DESDE LA PRIMERA PÁGINA.***

**UN THRILER RELIGIOSO QUE NO PUEDES DEJAR DE LEER**

En las profundidades de una antiquísima iglesia en proceso de reconstrucción, un descubrimiento inquietante sacude los cimientos de la fe y despierta el interés de fuerzas más allá de la comprensión humana, poniendo de manifiesto el eterno enfrentamiento entre el *Bien* y el *Mal*. . Entre *Dios* y el *Diablo*. Entre la *Luz* y las *Tinieblas*.

Sinopsis

Las ancestrales inhumaciones de cinco jóvenes, dispuestas en una forma extraña, en la que parecen simular las radios de un círculo, obligan al Arzobispado a enfrentarse a una verdad que desafía toda lógica, ante el temor de que podrían estar vinculados a sacrificios humanos nunca contemplados. por la religión.

Para encontrar respuestas que trascienden la comprensión convencional, se recurre a un investigador de renombre, conocido por su habilidad para discernir significados ocultos en los misterios más profundos. Con su mente aguda y su intuición afilada, el detective se adentra en un mundo de secretos ancestrales y fuerzas sobrenaturales.

Una trama llena de tensiones y conflictos profundos.

Biografía del autor.

Joaquín Ruibal de Flores Calero, es natural de El Puerto de Santa María (Cádiz). Cursó estudios de Náutica, es Capitán de la Marina Mercante y tras muchos años de ejercicio profesional en el mar, ejerció la Dirección General de empresas dedicadas a la Logística, Transporte y Distribución.

Entre sus aficiones más reseñables, que practica de forma continuada, se encuentran: la pintura impresionista y realista, los viajes, y de manera muy especial, la escritura, que ejerce de forma vocacional desde hace muchos años, habiendo hecho incursiones en géneros literarios como , las Novelas; Históricas, Románticas, de Aventuras, Intrigas, Suspense, y también, Relatos y Cuentos infantiles.

 

 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 feb 2024
ISBN9798224394784
Autor

JOAQUIN RUIBAL DE FLORES CALERO

Joaquín Ruibal de Flores Calero, es natural de El Puerto de Santa María (Cádiz). Cursó estudios de Náutica, es Capitán de la Marina Mercante y tras muchos años de ejercicio profesional en el mar, ejerció la Dirección General de varias empresas dedicadas a la Logística, Transporte y Distribución. Entre sus aficiones más reseñables, que practica de forma continuada, se encuentran: la pintura impresionista y realista, los viajes, y de forma muy especial la escritura, que ejerce de forma vocacional desde hace muchos años, en la que ha hecho incursiones en distintos géneros literarios tales como, las Novelas; Históricas, Románticas, de Aventuras, Intrigas, Suspense, y también, Relatos y Cuentos infantiles.

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    El Asedio de las Tinieblas - JOAQUIN RUIBAL DE FLORES CALERO

    JOAQUIN RUIBAL DE FLORES CALERO

    Nota del Autor:

    Todos los personajes, incluidos los miembros de cualquiera de las instituciones religiosas o eclesiásticas que figuran en esta novela, son totalmente ficticios, fruto de la imaginación del autor, y cualquier parecido con personas vivas o fallecidas, comportamientos o actuaciones de cualquiera de los personajes que en ella aparecen, son pura coincidencia.

    ––––––––

    Copyright © Joaquín Ruibal de Flores Calero – 2024 – Todos los derechos reservados.

    © Revisión, corrección y maquetación del texto: Joaquín Ruibal de Flores Calero.

    © Diseño de cubierta y maquetación: Joaquín Ruibal de Flores Calero.

    Imagenes de cubierta Libres de regalías: https://unsplash.com/es / tomas-robertson-w6KMDbc4qvo / https://www.istockphoto.com/es /1269098364 Baphomet.

    Ninguna parte, ni el todo de esta publicación, puede ser reproducida, ni registrada o transmitida, por ningún tipo de medio, sin el permiso por escrito del autor, bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento ju rídico.

    ISBN:  

    Sello: Independently published

    ÍNDICE

    Dedicatorias

    Agradecimientos

    Prólogo

    Capítulo n. 1

    Capítulo n. 2

    Capítulo n. 3

    Capítulo n. 4

    Capítulo n. 5

    Capítulo n. 6

    Capítulo n. 7

    Capítulo n. 8

    Capítulo n. 9

    Capítulo n.10

    Capítulo n.11

    Capítulo n.12

    Capítulo n.13

    Capítulo n.14

    Capítulo n.15

    Capítulo n.16

    Capítulo n.17

    Capítulo n.18

    Epílogo

    Notas del Autor

    Biografía del Autor

    Otras obras publicadas

    DEDICATORIAS

    Para todas las personas que a lo largo de mi vida me han acompañado y me han ayudado a recorrer el camino sin tropiezos.

    ––––––––

    Para ti, lector, que ahora tienes esta novela en tus manos, en la que he acometido el reto de ofrecer el desarrollo de unas investigaciones en el entorno de las ruinas  de una vieja iglesia, en la que aparecen unas inhumaciones en extrañas e inexplicables posiciones que ponen de manifiesto el permanente Asedio de las Tinieblas, en el que confiadamente vive la Humanidad.

    *

    AGRADECIMIENTOS

    A Mari Carmen, mi hija, por la fe que continúa depositando en mí, y el estímulo constante que me ha ayudado a completar esta obra.

    Gracias, Cariño, por tu ayuda y apoyo.

    A todos aquellos que, pública y privadamente, tienen depositada su confianza en mí, y esperan pacientes a que mis obras lleguen a ser conocidas.

    A mi familia y amigos, por hacerme creer que escribir es algo posible, y ser escritor un sueño alcanzable.

    A todos los que me han ayudado, con información, ánimos y datos, a dar los pasos necesarios para llegar a ver esta novela publicada.

    Anticipadamente, a todos quienes me presten su colaboración para que esta obra se divulgue y llegue al mayor número de lectores posibles.

    *

    PRÓLOGO

    Tú eras el dechado de la perfección, lleno de sabiduría y de espléndida belleza. En el Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaciones, todo a punto desde el día en que fuiste creado. Como un querubín protector, yo te había puesto en el monte santo de Dios... Eras perfecto en tus caminos, desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios, y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor. Y Yo, te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes (Ezequiel 28).

    Luzbel, el ángel más bello de la creación.

    Según la historia, Luzbel fue el ángel más bello creado por Dios. Lo dotó de gran belleza e inteligencia, siendo así su favorito, y el más adecuado para organizar y dirigir al resto de los ángeles. Tenía toda la confianza del Creador, pero esto no fue suficiente. Seducido por su orgullo, vanidad y sintiéndose superior a Dios, arrastró a una gran parte de la corte celestial a una rebelión, cuyas consecuencias últimas fueron la existencia del Mal, el Dolor y la Muerte en el mundo.

    CAPÍTULO I

    La primavera es siempre sinónimo de un tiempo de luz, de esperanza, de ilusión. Es el tránsito de la oscuridad del invierno, de los cielos oscuros, de los días de lluvia y de depresión, a la alegría del buen tiempo, a los cielos limpios y los brillantes días de sol, en los que los periodos de luz superan con creces a los de oscuridad. Entre primavera y verano el optimismo parece que se enseñorea de todos y el color de la vida en sí se vuelve agradable.

    Esto es lo que ocurre en la normalidad de los postreros días del invierno, pero aquella primavera no parecía estar bien encajada en el calendario. La luminosidad de los días de buen tiempo parecía no querer llegar nunca, y en la espera, todo se volvía de un gris oscuro que en algunos momentos rayaba en el negro.

    Días y días de lluvias torrenciales, alternando con pequeños respiros en los que se convertían en solo lloviznas, hacían que los ánimos de quienes tenían que trabajar a la intemperie estuvieran por los suelos.

    El área de trabajo en donde deberían desarrollar la tarea para la que se habían trasladado hasta allí, se encontraba acotada por vallas de alambre enlazadas entre sí, y bien afianzadas al terreno para evitar que se volcaran, impidiendo el paso a los curiosos desocupados o a los simples turistas, a los que aquellas ruinas les pudiera llamar la atención.

    El centro de toda aquella extensión lo ocupaban las ruinas de una antigua iglesia, a la que nadie le había prestado la menor atención en muchas décadas. Pero de un tiempo atrás, apoyándose en la idea de una remodelación de la zona turística peatonalizada, el Ayuntamiento de la ciudad había determinado, tras larga deliberación, que habría que reconstruirla y adecentarla para desterrar la imagen de decrepitud que de ella emanaba.

    Se habían barajado las dos opciones más básicas, el completar la demolición de lo que quedaba del templo, que el tiempo y la intemperie ya había realizado por su cuenta, destinando el solar a zona de esparcimiento urbano, o, por el contrario, evitar la total destrucción de aquel edificio con siglos de antigüedad, que en su momento fue importante, y sumarlo así al catálogo de monumentos visitables formando parte del patrimonio municipal.

    Tras amplias deliberaciones y discusiones varias entre los heterogéneos grupos políticos que conformaban el gobierno de la ciudad, ganó la propuesta de salvación y conservación del patrimonio y acometer para ello la reconstrucción.

    Arquitectos, peritos y personal especializado contratados por el municipio, habían determinado que la cimentación de los pocos muros centenarios, que aún permanecían en pie, era lo suficientemente sólida como para no necesitar grandes actuaciones. Proyectaron el levantamiento de los muros que faltaban para completar el cerramiento del edificio, reponer el techado del mismo, y como obra de mayor envergadura, el levantamiento del deteriorado pavimento, proceder al nivelado del terreno y a la reposición del mismo. Todo el trabajo fue calculado para realizarlo en un tiempo de ejecución razonable, salvando los imprevistos que pudieran demorarlo, y la pertinaz lluvia había sido uno de aquellos imprevistos, aunque salvable de alguna manera. Pero el hecho de levantar el pavimento para proceder al nivelado del terreno bajo el mismo, requería que no estuviera lloviendo para no convertir aquello en un lodazal.

    Sin embargo, ocurrió algo que había descontrolado el proyecto hasta poner de los nervios a los responsables del mismo.

    Los técnicos municipales y de la empresa contratada para la reconstrucción se vieron obligados a requerir la intervención de otras autoridades involucradas en el asunto, como la Iglesia, acompañada de historiadores, antropólogos, arqueólogos y un largo etc., casi interminable. 

    El hecho en sí mismo, fue el hallazgo de restos en principio considerados aparentemente humanos, enterrados en el subsuelo de la nave central de la antigua Iglesia, algo que inicialmente no era nada inusual, puesto que en la antigüedad, el ser enterrado en terreno sagrado era una de las principales aspiraciones de cuantos profesaban la religión cristiana. Pero por la disposición en la que fueron hallados, y el tamaño de los mismos, sí se hacía necesario el proceder a evaluarlos, averiguar las edades de a quienes pudieron pertenecer, y también el sexo, si ello fuera posible.

    En zona preferente de los templos no se solían inhumar, según las normas de la Orden Benedictina, a la que se creía que perteneció aquella iglesia en la antigüedad, a personas que no perteneciesen al Clero, o hubieran estado vinculadas de forma significativa con el mismo, y menos aún, se permitiría en ese escenario el enterrar a niños de ambos sexos, si ese fuera el caso.

    El hecho, por tanto, exigía un estudio y suposición de lo que podría haber ocurrido en tiempos pretéritos, ya que en principio se suponía que nadie en ningún estamento de la Iglesia, o el Municipio, disponía de documentación alguna que lo ilustrara.

    Surgían algunas preguntas conforme se avanzaba en los hallazgos, que requerían de respuestas apropiadas. ¿Quiénes tendrían la potestad de entrar en una Iglesia de esa Orden, en su origen Benedictina, para enterrar allí aquellos cuerpos, en ese privilegiado lugar en el que se entiende que solo se permitían tumbas de encumbrados sacerdotes? Incluso se reservaban a varones únicamente. Es decir, en tales lugares, no se podían enterrar personas comunes, ni mujeres y, menos aún, niños de ambos sexos.

    Se procedió a construir una especie de carpa de gran tamaño con la que cubrir el área del hallazgo, permitiendo así trabajar bajo ella sin sufrir las inclemencias del tiempo, y se construyó un drenado para que el agua de lluvia fuera conducida por canalizaciones fuera del recinto acotado.

    Una vez alejado el riesgo de inundación del área de excavación, se fue levantando el viejo pavimento hasta delimitar, inicialmente, la zona en la que estaban enterrados aquellos cuerpos.

    Quedó por comprobar si en algún otro lugar del templo habría más enterramientos similares, pero en principio no había ninguno más en las proximidades. Ya habría tiempo más adelante para realizar las catas necesarias con las que poder cerciorarse.

    Evitando dar publicidad innecesaria al hecho, se convocó una reunión en el Ayuntamiento a la que asistieron, además de los representantes de la empresa contratada para la restauración, los técnicos municipales, y el secretario del Arzobispado, y el secretario del Ayuntamiento para levantar acta de lo que allí se tratara. Allí se acordó ampliar el plazo de ejecución de la obra por causa de las inclemencias del tiempo, y también por la investigación que el Arzobispado quería realizar. Por cuenta de este último, se contrataría a un antropólogo forense y un investigador independiente para que emitieran informes lo antes posible, confiando en que ambas actuaciones concluyeran rápidamente y que no se demorasen las obras.

    -  *  -.

    CAPÍTULO II

    Llovía, llovía y llovía, como si del diluvio universal se tratara. Las borrascas se alineaban unas tras otras, y en contra de las previsiones que los servicios meteorológicos habían hecho a un mes vista, el buen tiempo no aparecía por ningún lado.

    Estaba claro que tendríamos una primavera, y quizás, también, un arranque del verano, ambos pasados por agua, lo cual sería muy bueno para el campo y para disponer de recursos hídricos para el otoño siguiente, pero no dejaba de ser un impedimento para hacer vida en la calle sin cargar con el paraguas, y siempre a riesgo de verse sorprendido por algún chubasco imprevisto.

    En un día gris como el anterior y previsiblemente como el siguiente, fue cuando recibí la llamada del Arzobispado desde donde mi buen amigo Rogelio Terrero me requería.

    —¡Francisco, buenos días! —me saludó cuando establecimos el contacto.

    — ¡Hola, muy buenos días tenga su eminencia! —le respondí, bromeando con el tratamiento, cosa que ya sabía no le agradaba en demasía.

    —¿Cómo estás, amigo? ¿Muy ajetreado o deseando ajetrearte? —me preguntó.

    —Rogelio, ya sabes que por muy ajetreado que esté, siempre me gusta estarlo un poquito más. Según la Biblia, siete años de abundancia preceden a otros tantos de escasez, así que guardemos granos para cuando lleguen. ¿Qué puedo hacer por ti, amigo Rogelio?

    —Si no estás muy sobrado de trabajo, quisiera proponerte uno, pero desearía hacerlo cara a cara. ¿Podrías venir por el Palacio, o nos vemos en cualquier otro sitio? —me propuso.

    —¿Cuándo quieres que nos veamos? Si tienes prisa, puedo acudir al Palacio en un rato, lo que tarde en llegar —le propuse.

    —¡Fantástico entonces! ¡Te espero aquí! —fue su respuesta.

    No me había dado ninguna pista de lo que precisaba, pero cuando me propuso el vernos cara a cara, ya supuse que de cierta confidencialidad se debería de tratar el asunto. No me equivocaba.

    —Supongo que estarás informado de que al proceder al levantamiento de la vieja solería en la ruinosa iglesia de San Miguel, han aparecido unos restos humanos que en principio parece que no están en un lugar, digamos... adecuado —inició Rogelio la conversación, al instante de haber tomado asiento en su despacho.

    —Sí, he leído lo poco que ha salido en prensa, y la verdad es, que no le he dado mayor importancia. No creo que sea nada excepcional el hallazgo cuando, desde el principio de los tiempos, todos los cristianos deseaban reposar en terreno sagrado.

    Si les fuera posible en el mismísimo interior de los templos, espacios reservados para los poderosos, y en su defecto, en los camposantos que los rodeaban. ¿Hay algo importante que no se haya divulgado? —concluí preguntándole.

    —Tienes razón en lo que supones, Fran. Los restos humanos son antiquísimos y tienen una disposición peculiar, lo que hace que nos haya llamado la atención.

    Hay ya un grupo de trabajo que está involucrado en la clarificación del hallazgo, en el que, desde las fuerzas políticas hasta las autoridades municipales, todos participan, y en el que la Iglesia también está representada como institución. No podría ser de otra manera, dado que es en el interior de la antigua iglesia en donde han aparecido los restos, aunque se consideraba desde hace mucho tiempo desacralizada.

    Se ha contratado a un antropólogo forense para que informe de la datación de esos huesos, y nos aporte cuanta información se deduzca de los restos, pero además, deseamos incorporar a un investigador independiente, que con ojo crítico y sin limitación alguna, haga cuanto pueda por proporcionarnos una visión diferente de la que podríamos llamar, oficial y consensuada.

    Para ese trabajo, por tu experiencia como investigador y tu sexto sentido que te hace mirar donde otros no ven nada excepcional, es para lo que quisiéramos contratarte.

    ¡Bueno, siempre que a ti te interese, claro! —concluyó.

    —Me dejas de una pieza, Rogelio. Me han contratado para buscar, investigar y aclarar infinidad de asuntos, desde malos tratos familiares, infidelidades conyugales, desapariciones misteriosas, robos, estafas, y qué sé yo, cuántas cosas más, pero nunca para algo como esto que me propones.

    Tendría que darle una pensada antes de comprometerme, solamente para estar seguro de poder hacer un buen trabajo, tan alejado de mis experiencias previas como es este. No quisiera defraudarte ni sentirme fracasado.

    —No quiero presionarte, pero tenemos prisa. ¿Qué tiempo necesitarías para darme tu respuesta, Fran?

    —Solamente unas horas, Rogelio. El tiempo justo para hacerme un esquema de cuáles serían las dificultades que puedo encontrar y las ayudas a necesitar. Digamos que esta tarde te podría pasar una propuesta abierta a modificaciones, según cómo se vayan desarrollando los acontecimientos. ¿Te

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