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Asesinato con un fuerte olor a Quemado
Asesinato con un fuerte olor a Quemado
Asesinato con un fuerte olor a Quemado
Libro electrónico351 páginas5 horas

Asesinato con un fuerte olor a Quemado

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Descripción

Veinticuatro horas después de su desaparición en extrañas circunstancias, unos minutos después de la salida del colegio, el cadáver de Irene Morales, de diez años de edad, aparece ahorcada y semi sumergida en las heladas aguas de la ribera del río Mira, a poca distancia de su paso por la localidad del mismo nombre.

El teniente Jon Santuregui, adscrito a la Policía Judicial, es el encargado de esclarecer aquel asesinato, en el que la víctima también presenta indicios de que el asesino pudo tener la intención de quemar su cadáver.

Todo el tiempo pasado en inmersión, y la fuerte nevada caída en las horas previas a su localización, han hecho que las huellas se hayan enfriado, dándole así ventajas al o los culpables para intentar quedar indemnes.

Una novela de intriga y suspense, en la que todas las personas del entorno de la víctima son posibles culpables, al tiempo que ninguna de ellas, aparentemente, tuvo motivo alguno como para haber llegado a cometer semejante atrocidad con un ser inocente.

Te mantendrá en vilo desde la primera página, manteniéndote enganchado hasta el imprevisible final.

**PÍDELA YA**

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 mar 2024
ISBN9798224519385
Autor

JOAQUIN RUIBAL DE FLORES CALERO

Joaquín Ruibal de Flores Calero, es natural de El Puerto de Santa María (Cádiz). Cursó estudios de Náutica, es Capitán de la Marina Mercante y tras muchos años de ejercicio profesional en el mar, ejerció la Dirección General de varias empresas dedicadas a la Logística, Transporte y Distribución. Entre sus aficiones más reseñables, que practica de forma continuada, se encuentran: la pintura impresionista y realista, los viajes, y de forma muy especial la escritura, que ejerce de forma vocacional desde hace muchos años, en la que ha hecho incursiones en distintos géneros literarios tales como, las Novelas; Históricas, Románticas, de Aventuras, Intrigas, Suspense, y también, Relatos y Cuentos infantiles.

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    Asesinato con un fuerte olor a Quemado - JOAQUIN RUIBAL DE FLORES CALERO

    JOAQUIN RUIBAL DE FLORES CALERO

    Nota del Autor:

    Todos los personajes, incluidos los profesionales de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que figuran en esta novela, son totalmente ficticios, fruto de la imaginación del autor, y cualquier parecido con personas vivas o fallecidas, comportamientos o actuaciones de las fuerzas del orden que en ella aparecen, son pura coincidencia.

    Copyright © Joaquín Ruibal de Flores Calero – 2023 – Todos los derechos reservados.

    © Revisión, corrección y maquetación del texto Joaquín Ruibal de Flores Calero.

    © Diseño de cubierta y maquetación: Joaquín Ruibal de Flores Calero.

    Imagen de cubierta: www.pexels.com / pexels-simon-berger-731577.jpg

    Libre de regalías en pexels.com.

    Ninguna parte, ni el todo de esta publicación, puede ser reproducida, ni registrada o transmitida, por ningún tipo de medio, sin el permiso por escrito del autor, bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico.

    DEDICATORIAS

    Para todas las personas que me acompañaron, y que aún hoy lo siguen haciendo, para ayudarme a recorrer sin tropiezos el camino de la vida.

    ––––––––

    Para ti, lector, que ahora tienes esta novela en tus manos, en la que he asumido el reto de ofrecer la historia de una investigacion criminal de manera dinámica, hasta aclarar el misterio del porque se pudo llegar a producer un ASESINATO CON UN FUERTE OLOR A QUEMADO.

    La maldad, cuando se desata, no entiende de límites ni de fronteras, pero cuando afecta a los niños, nunca deberían alcanzar el perdón.

    ––––––––

    Ojalá que disfrutes con su lectura, porque esa será mi mayor recompensa.

    AGRADECIMIENTOS

    A Mari Carmen, mi hija, por la fe que continúa depositando diariamente en mí, y el estímulo constante que me ha ayudado a completar esta obra.

    Gracias, Cariño por tu ayuda y tu apoyo.

    A todos aquellos que, pública y privadamente, tienen depositada su confianza en mí, y que esperan pacientes a que mis obras lleguen a ser conocidas.

    A mi familia y amigos por hacerme creer que escribir es algo posible, y que el ser escritor es un sueño alcanzable.

    Anticipadamente, a todos quienes me presten su colaboración para que esta obra se divulgue y llegue al mayor número de lectores posibles.

    ÍNDICE

    CAPÍTULO 1     5

    CAPÍTULO 2     7

    CAPÍTULO 3     13

    CAPÍTULO 4     19

    CAPÍTULO 5     26

    CAPÍTULO 6     32

    CAPÍTULO 7     37

    CAPÍTULO 8     44

    CAPÍTULO 9     51

    CAPÍTULO 10     61

    CAPÍTULO 11     67

    CAPÍTULO 12     76

    CAPÍTULO 13     84

    CAPÍTULO 14     95

    CAPÍTULO 15     103

    CAPÍTULO 16     113

    CAPÍTULO 17     126

    CAPÍTULO 18     134

    CAPÍTULO 19     145

    CAPÍTULO 20     153

    CAPÍTULO 21     163

    CAPÍTULO 22     177

    CAPÍTULO 23     188

    CAPÍTULO 24     196

    BIOGRAFÍA DEL AUTOR  204

    OTRAS OBRAS PUBLICADAS  204

    CAPÍTULO 1

    Aprovechando unos días de vacaciones acumuladas que aún tenía pendiente de disfrutar, el teniente Jon Santuregui junto a su esposa Inmaculada Parrado Vergel, decidieron aprovecharlos para hacer una escapada a la ciudad de Cuenca, muy poco conocida por Jon, y totalmente desconocida para Inmaculada.

    Con miras a recorrer la ciudad caminando y a su aire, hicieron una reserva en el Hotel Alfonso VIII, situado en el parque San Julián, número 3, casi en el centro de Cuenca, y desde donde se podrían trasladar caminando a cualquiera de los lugares más reseñados de la ciudad.

    Ya llevaban un par de días deambulando plácidamente por la ciudad, visitando sus monumentos más significativos y ajenos por completo al mundo que les rodeaba, concentrados en disfrutar de su amor al que llegaron ambos de forma inesperada, pero que les tenía plenamente absorbidos y deseosos de hacerlo fructificar.

    Las circunstancias en las que se conocieron no fueron precisamente muy favorables como para iniciar un romance. Ella vivía y trabajaba en La Gomera, de donde era natural, y lo hacía como secretaria del presidente de la empresa familiar Tabacos Perdomo S.L. dedicada a la elaboración de cigarros manuales de la forma más ancestral, tal y como se hacían en Cuba desde al menos los años de 1800.

    Inmaculada, además de ser la secretaria del presidente Adam Perdomo, era también, bajo un manto de total discreción, su amante, desde el fallecimiento de la esposa del primero.

    Una mañana, en la que el presidente realizaba las labores de cata de los cigarros elaborados en la jornada anterior, este cayó repentinamente fulminado por causa de un posible infarto.

    La posterior autopsia determinó, que el fallecimiento se debió a un envenenamiento por arsénico, sin que se pudiera aclarar, ni el cómo, ni el cuándo habría podido llegar el veneno al organismo del señor Perdomo.

    En aquellas circunstancias, y por falta de efectivos para realizar las gestiones de investigación para aclarar lo sucedido, ejerciendo funciones de policía judicial, fue enviado a La Gomera el entonces alférez Jon Santuregui.

    El caso no fue precisamente de los fáciles de resolver. Por ello, las veces en las que se vieron y trataron Jon e Inmaculada, fueron las suficientes como para reconocer, el uno en la otra los valores y caracteres que a cada cual les adornaban, llegando a dar un primer paso que los llevó, a través de la comprensión, a enamorarse.

    Desde entonces habían pasado ya muchos meses, y aquel incipiente amor, nacido bajo el clima tropical de las islas Canarias, los llevó pronto a demostrarse su compromiso por hacerlo duradero, contrayendo matrimonio en el cual se sintieron plenamente integrados desde el primer momento.

    Inmaculada, tras la muerte de Adam Perdomo, se vio favorecida por una ignorada y sustanciosa herencia de la cual podrían haber vivido ambos sin estrecheces, pero se dieron un tiempo para decidir si Jon abandonaba la Guardia Civil para dedicarse a los negocios que deseaba iniciar Inmaculada, y si Inmaculada se definía por algún negocio en concreto. En ese compás estaban, cuando, por fin, le llegó a Jon, el merecidísimo ascenso con el que le reconocieran los muchos méritos acumulados tras años de ejercicio impecable, en el que había cosechado múltiples méritos en sus labores de investigación.

    Ya con el grado de Teniente, no había dejado de ejercer de brigada volante, para investigar aquellos casos en los que se hacía imprescindible el aporte de personal adicional, bien por la carencia de medios en la zona, o también, y en la mayoría de los casos, por las extrañas circunstancias en las que se hubieran producido los asesinatos.

    Jon tenía bien ganada la fama, de saber mirar, y ver cosas, en donde otros investigadores miraban sin que nada les llamara la atención, y por ello, y por su agudeza, tenía el galardón de ser el más rápido y efectivo de cuantos investigadores tenían en el Benemérito Instituto.

    El hecho de estar siempre de un lugar para otro, les había proporcionado la oportunidad de viajar juntos a dondequiera que lo destinaban.

    Durante el día, Jon desempeñaba su trabajo plenamente dedicado al mismo, pero cuando llegaba el momento de descansar, siempre encontraba en el hotel o el apartamento en el que estuvieran hospedados, los brazos de Inmaculada, que siempre lo esperaba con su inmenso amor, dispuesta a entregarse a disfrutar plenamente de sus sentimientos.

    Ella, por su parte, mientras que Jon estaba en sus labores, aprovechaba para recorrer los lugares a los que le habían enviado a Jon, y palpar los usos y costumbres de aquellos sitios, que después comentaba con él.

    En aquella escapada, la verdad es que no les había acompañado mucho el buen tiempo, porque en los días que llevaban en Cuenca, en mayor o menor cantidad, les había nevado a diario. Pero para una pareja de enamorados, el pasear bajo la nieve, abrazados a ratos, regalándose besos y abrazos a cada momento, y el disfrutar de cogerse de la mano para recorrer los caminos, los hacía plenamente felices sin sentirse intimidados por la climatología.

    Ocurrió, que uno de aquellos días en el que la nevada fue especialmente copiosa, y el frío más intenso, a Inmaculada, después de haber disfrutado del almuerzo en un mesón justo enfrente de la Catedral, se le colmó el cupo de la alegría por disfrutar de la nieve y el frío. Siendo ella de un clima tropical en el que para gozar de la nieve se hace preciso el viajar a la isla de Tenerife, para una vez allí subir al Teide, no era de extrañar que ya hubiera tenido bastante.

    Cuando estaban esperando que les llevaran la cuenta, Inmaculada, con susurros prometedores de momentos íntimos, le propuso a Jon el que regresaran al hotel para refugiarse en un ambiente cálido en el que sobraran las ropas, algo a lo que Jon no pudo negarse, ni tan siquiera resistirse por unos momentos.

    Cogidos de la mano y extremando las precauciones para no resbalar, descendieron por la empinada calle de Alfonso III en busca del paseo del Huécar y el parque de San Julián, que atravesaron longitudinalmente para detenerse unos minutos bajo el refugio del templete central, desde donde contemplar los jardines nevados que lo rodeaban.

    Se sacudieron la nieve que llevaban sobre las ropas antes de entrar en el hotel, que los recibió con una bocanada de aire cálido y reconfortante que los animó a despojarse de casi todas las ropas que llevaban puestas, tan pronto como llegaron a la habitación.

    —La nieve es bonita y crea unos paisajes preciosos, pero, como todo en la vida, tiene su justa medida.

    Para una mujercita de las provincias atlánticas como yo en las que no hay mucha posibilidad de ver nevar, el espectáculo es fantástico, pero creo que por hoy ya hemos tenido bastante. Además, estaba deseando que me acogieras en el calor de tus brazos, y me hicieras recordar aquellos primeros días en Madrid, cuando hicimos el primer viaje juntos desde La Gomera, ¿los recuerdas? —le dijo ella con una mirada concupiscente y una sonrisa pícara que no precisaban de palabras para pedirle que hicieran el amor.

    —Cariño, mirándome así ya sabes lo que puede sucedernos en unos momentos, lo cual no quiere decir que nos suceda, pero palabra de honor que me encantará —le respondió Jon, con una sonrisa equivalente y la lujuria reflejada en su mirada.

    Besos en el pequeño sofá del que disponían en la habitación fueron los prolegómenos de un desvestirse mutuamente, repartiéndose caricias y besos en cada parte del cuerpo que quedaba al descubierto, hasta que sin que mediaran palabras, ella se montó a horcajadas sobre él estrechando así un abrazo, que unidos en uno, los colmó de placer tras haber bailado un poco al son de las olas de un mar cada vez más y más embravecido.

    —Ven mi amor, vayamos a la cama en donde poder relajarnos, porque en este sofá tan pequeño no podremos hacerlo con comodidad —le propuso Inmaculada cuando sus respiraciones se fueron calmando.

    —Si tú me dices, ven, ya sabes que yo lo dejo todo con tal de seguir tus pasos —le respondió Jon, que sin deshacer el abrazo se incorporó para llevarla en brazos hasta el cercano lecho.

    Había pasado un buen rato desde que llegaron a la cama, tiempo que habían dedicado con ternura a repartirse caricias y declaraciones de mutuo amor, y cuando ya el ambiente empezaba a animarse de nuevo en el deseo de un segundo encuentro, sonó el móvil de Jon, que desde que llegaron a Cuenca había permanecido en un respetuoso silencio.

    Jon lo dejó sonar unas cuantas timbradas antes de decidirse a responder a aquella llamada, que por un instante temió que le trajera alguna mala noticia.

    —¿Teniente Santuregui? Le habla el cabo primero, Juan Otero, le voy a pasar con el capitán don Rafael Ortega, que desea hablar con usted. Por favor, no se retire, que enseguida le pongo en comunicación con él —le dijo el cabo Otero, al que ya Jon conocía.

    —¡Jon, buenas tardes! —le saludó de manera efusiva el capitán Rafael Ortega, que seguía siendo su inmediato superior en el departamento al que estaban ambos adscritos.

    —Buenas tardes, mi capitán —le respondió Jon con menos efusividad, barruntándose que aquella llamada, estando él de vacaciones, no podría acarrearle nada bueno. Para premios o recompensa no solían llamarle, pero para encomendarle tareas de urgencia no había recato alguno en localizarle.

    —Jon, antes de nada quiero pedirte disculpas por molestarte estando de vacaciones, pero ha surgido un asunto de cierta importancia que precisaría de tus buenas dotes para resolverlo, y ello me obliga a pedirte que suspendas tus días de descanso para ocuparte de él.

    Tan pronto como termines con este encargo, podrás reanudar ese periodo de descanso, con un aliciente adicional, que consistirá en empezar a vacacionar desde cero, sin descontar los días ya disfrutados. Con ello creo que te compenso de alguna manera, en la medida de mis escasas posibilidades.

    —¿De qué se trata, mi capitán? Yo no me encuentro en Madrid, estoy de viaje con mi esposa y no llevo equipaje apropiado para el trabajo. No tendré que irme al polo norte, ¿verdad? —le preguntó.

    —¿Dónde estás pasando estos días, Jon? —inquirió el capitán Ortega, antes de responder a las preguntas de Jon.

    —Estamos en Cuenca —le contestó escuetamente.

    —¡Oh, fantástico, Jon! ¡Vaya casualidad! ¡Parece cosa del destino! Precisamente el asunto que te he de encomendar lo has de resolver en esa zona. No te preocupes por la uniformidad porque, dadas las circunstancias, podrás ejercer llevando ropa de civil. Nadie te recriminará nada, y además, así podrás pasar desapercibido si en un momento dado fuera necesario —exclamó el capitán.

    —¿Me dices que el asunto radica aquí, en Cuenca? —le pidió confirmación.

    —Concretamente en la provincia de Cuenca. En la localidad de Mira. Uno de esos pintorescos pueblos de esa zona de la comunidad de Castilla-La Mancha, a unos noventa y cinco kilómetros de la capital. Si habéis viajado en vuestro coche no tendrás problema para incorporarte de inmediato, pero si no ha sido así, localiza alguna de las empresas de alquiler de vehículos sin conductor, y consíguete uno para que puedas ponerte en camino lo antes posible.

    —¿Cuándo tendría que incorporarme a ese asunto, y de qué tipo se trata, capitán? —preguntó Jon, al que aquellas prisas seguían sin gustarle, a pesar de estar bien acostumbrado a ellas.

    —No dispongo de demasiada información que adelantarte, pero de la poca de la que dispongo, te la entrego completa. ¿Tienes con qué escribir? No es necesario mucho papel, porque los datos que nos han llegado son mínimos, pero eso sí, vienen acompañados de una petición de auxilio para que suplamos con premura las carencias momentáneas de personal que tienen en esa zona, máxime por la urgencia que requiere la intervención.

    Toma notas, Jon. Hace un par de horas que fue hallado el cadáver de una joven, más bien una niña, ya que nos han dicho que solo tenía unos diez años de edad, natural y vecina de la localidad de Mira, que había desaparecido el día anterior y que tiene evidentes síntomas de haber sido asesinada.

    El cadáver no ha sido levantado aún, debido a que el lugar del hallazgo se encuentra en la ribera del río Mira, en una zona muy escarpada. Se ha dispuesto de una vigilancia permanente del cadáver, que será levantado a primera hora de la mañana, siempre que las inclemencias del tiempo lo permitan, ya que según me han informado, está nevando de forma pertinaz en toda aquella zona.

    Se te requiere para que te persones a primerísima hora de la mañana en la comisaría de la policía local de la localidad de Mira, para coordinar con todos los que han de intervenir, el levantamiento del cadáver, la extracción de cualquier huella, y también, de muestras o indicios que te ayuden a esclarecer lo ocurrido.

    Con posterioridad al levantamiento del cadáver, que presencies la autopsia e investigues la posibilidad de detener al culpable o los culpables de ese aparente crimen —concluyó el capitán Rafael Ortega, en vista de que Jon lo había escuchado con un respetuoso y solemne silencio.

    —Tengo algunas preguntas iniciales que hacerte, en principio de logística —dijo.

    —Adelante, Jon. Pregunta lo que sea y mientras tanto, si es posible, que Inmaculada te vaya haciendo el equipaje y localizando una empresa de alquiler de vehículos.

    —Empezando por el final, tengo mi vehículo aquí, por lo que no será necesario alquilar ninguno. El equipaje lo haremos ahora, pero he de localizar un alojamiento en Mira para poder tener la base de operaciones cerca. No podría estar viajando de ida y vuelta a Mira a diario, encontrándose el punto de interés para la investigación a casi dos horas de carretera, que dicho sea de paso, pueden estar impracticable con estas nevadas.

    Entiendo que los gastos de desplazamiento, manutención y alojamiento, mientras que dure la investigación, tanto los míos, que los doy por descontado, como los de mi esposa, corren por cuenta del Instituto. No me parece aceptable el dejarla sola aquí en Cuenca, mientras que me dedico a investigar. Si no tienes inconvenientes, la llevaré conmigo a cargo de la Benemérita, ¿estás de acuerdo?

    —Sin problemas, Jon. No es el momento para ponerse a discutir por los gastos, sino el de intervenir con agilidad para evitar que el, o los, posibles asesinos, se alejen del lugar del crimen, pudiendo llegar a quedar impunes. No te preocupes por los gastos, que te serán reembolsados cuando los justifiques. ¡Ah, una cosa! Como siempre, el champán de la viuda y las langostas no están incluidas en las dietas, pero eso no necesito decírtelo porque nunca has dado problemas de ese tipo —le tranquilizó el capitán Ortega.

    —Perfecto, mi capitán. Mañana a primerísima hora me personaré en la comisaría de la policía local de Mira. ¿He de presentarme a alguien en concreto?

    —Al jefe, pero desconozco su nombre y el grado que ostenta, aunque con seguridad que militarmente será inferior al suyo, aunque se denomine Comandante o algo así. Eso será lo de menos, porque ha sido él, el que ha pedido la ayuda y te espera como a agua de mayo.

    Me informarás directamente a mí y ya veremos cuál será la autoridad judicial que ha de intervenir. Coordínate con el jefe local y usa de toda tu diplomacia para que la colaboración entre todos sea fructífera. En eso tú eres un artista de primera línea.

    Ánimo, Jon. Ponte las pilas y procura seguir siendo tan efectivo como siempre lo has sido. Ya sabes que cuentas con mi apoyo —añadió el capitán dando síntomas de que la conversación se podía dar por terminada.

    Al colgar el teléfono, Jon le expuso a Inmaculada, a la que había vuelto a abrazar con fuerza, todo lo que había ocurrido a un paso de allí y la encomienda que su jefe le había hecho, como consecuencia de la cual deberían trasladarse hasta Mira y fijar su residencia allí mientras que durara la investigación.

    A Inmaculada, todo aquello no es que la colmara de una ilusión especial, pero era plenamente consciente del tipo de trabajo que desarrollaba Jon, y de la sumisión a sus necesidades, cuando y donde se presentaran.

    Mientras que ella preparaba el equipaje, él se dispuso a localizar algún hotel en la localidad de destino en el que alojarse por todo el tiempo que durara aquella situación.

    En Mira no aparecía en las listas de disponibilidades de Booking, ni de otras plataformas de reservas, ningún hotel de cualquiera de las categorías, pero en su lugar, sí encontró la posibilidad de alquilar, a precios muy razonables, un par de casas en donde confiaba que estarían más cómodos que en un hotel.

    Una de las casas era demasiado grande para ellos dos solos. Disponía de 4 dormitorios, uno con cama de matrimonio y tres con camas individuales, con dos baños y cocina.

    La otra, se ajustaba más a sus necesidades y estaba compuesta por dos dormitorios y un sofá cama, un baño, cocina y garaje particular, todo ello en 80 metros cuadrados. Más que suficiente para lo que pudieran necesitar durante su estancia.

    Jon se puso en contacto con el propietario de la casa, que se encargaba de gestionar el alquiler y cualquier otra cosa que pudieran necesitar, le expuso el motivo de su visita a Mira y lo imposible de prever el tiempo que estarían ocupando la casa, y con buena comprensión por parte del propietario, llegaron a un acuerdo satisfactorio para ambos.

    Quedaron en verse a primera hora del día siguiente, a su llegada a la localidad, recibiendo las instrucciones precisas para que pudiera localizar la vivienda sin problemas, en donde él estaría esperándoles.

    -  *  -

    CAPÍTULO 2

    Madrugaron mucho al día siguiente para asegurarse de estar a las ocho en la vivienda que iban a alquilar, ignorando cuanto tiempo necesitarían para llegar desde Cuenca hasta Mira en circunstancias normales, dejando un tiempo prudente de colchón por si las carreteras estuvieran difíciles para transitar por ellas.

    Tuvieron suerte, y sin tropiezos en el camino, unos minutos antes de las ocho detuvieron el vehículo en la puerta de la vivienda.

    El propietario fiel a su compromiso los esperaba para atenderlos, mostrarles la vivienda, firmar el contrato y darles las recomendaciones que consideró oportunas para su bienestar.

    Ya había encendido la chimenea para que cuando ellos llegaran, la casa les diera la bienvenida con un ligero olor a madera quemada, y una temperatura agradable que los acogiera.

    Hombre amable y hablador, al saber el propietario que era la primera vez que llegaban al pueblo, les hizo amablemente una descripción del mismo y de todo lo visitable de interés.

    —No creo que lo hayan visto bien al acercarse al pueblo, porque a estas horas hay todavía poca luz, pero el pueblo de Mira está situado en la falda de la ladera de un monte, en la comarca de la Serranía Baja de Cuenca, justo en el límite con la provincia de Valencia. Yo siempre digo que estamos a mitad de camino a todas partes. El término municipal tiene doscientos doce kilómetros cuadrados y se sitúa geográficamente en una altitud en torno a ochocientos metros sobre el nivel del mar. En la actualidad, la población la formamos unos 1.300 habitantes, aproximadamente, que nos llevamos en general muy bien entre todos.

    Tenemos en la zona cultivos agrícolas de tipo leñoso, formado por viñedos, almendros, frutales y olivos. También se cultivan algunos cereales como el trigo y la cebada, y tenemos abundantes huertas cercanas al río Ojos de Moya, que cruza el pueblo, en donde se le cambia el nombre por el de río Mira, que riega los campos hasta desembocar en el embalse de Contreras. La vegetación autóctona está representada por pinos, de distintas variedades, abundante matorral mediterráneo y plantas aromáticas silvestres, principalmente.

    De los cultivos locales se ocupan dos cooperativas, una que elabora y vende vinos y la otra que produce aceite de oliva de primera calidad.

    Tenemos en el pueblo varias granjas cunícolas, granjas avícolas, de cerdos y otras de gallinas, con lo cual, les tengo que decir que no pierdan la oportunidad de disfrutar de los productos de gran calidad que aquí se producen.

    Desde luego, no podemos presumir de ser una localidad muy monumental, pero si disponen de tiempo, no dejen de visitar el puente romano de tres ojos, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, la Ermita de la Piedad, que data del siglo XVI, y la Cueva Santa del Cabriel.

    —¿Puedo hacerle algunas preguntas, señor Domínguez? —le preguntó Jon.

    —¡Claro que sí, señor Santuregui! —Pregunte lo que quiera. ¿En qué puedo ayudarle?

    —Supongo que estará usted enterado de lo que le ocurrió ayer a una pobre niña de la localidad, ¿es así? —le dijo Jon.

    —Por supuesto que sí, una cosa como esa no deja de correr de boca en boca y todos nos enteramos. ¿Por qué lo pregunta, señor Santuregui? Yo no he sido, si es esa la pregunta que desea hacerme —le dijo el señor Domínguez un poco extrañado por la reacción que le había producido sus palabras.

    —¡No, no hombre, no era esa la pregunta que quería hacerle! Pero en su lugar sí me gustaría que me dijera si en su opinión hay alguna persona en el pueblo, que, según su opinión, usted crea, que haya podido realizar esa fechoría. ¿Se atrevería usted a hacerme alguna descripción del posible asesino? —terminó preguntándole.

    —En este pueblo, como en cualquier otro lugar, tenemos gente de todos los tipos existentes en el catálogo de la humanidad, pero así, a primera vista, que haya algún vecino que sea capaz de cometer un asesinato y con una inocente niña, creo que no.

    —No hace falta que me dé un listado ahora mismo, pero sí que le pediría que meditara sobre este asunto y me diera su parecer sobre algún vecino que tenga un carácter extraño, que sea huraño, raro y esas cosas. ¿Le importaría hacerme ese favor, señor Domínguez? —le preguntó finalmente.

    —Creo que será trabajo inútil, pero lo haré de todas formas porque usted me lo pide. Tendré que meditar sobre quién es quién en el pueblo y puede que me sorprenda a mí mismo. No creo que pueda darle ningún nombre, por más que lo busque. Mire, señor Santuregui, aquí en el pueblo no somos todos santos, pero tampoco somos unos canallas —concluyó el señor Domínguez.

    —No lo he pensado así, solo le pido que piense sobre la posibilidad de que alguien, en alguna circunstancia especial, se podría haber visto envuelto en ese crimen, y no porque se dedicara habitualmente a eso. Vecinos que se llevaran mal con la familia de la niña por algunas travesuras de esta, o cosas por el estilo.

    Ahora discúlpeme, pero tengo que incorporarme a la investigación. Gracias por su amabilidad —se despidió Jon, que se encontraba nervioso al ver la hora que era, y que aún no se había presentado en la comisaría en donde lo esperaban.

    Inmaculada se quedó en la casa para acondicionarla y ver que tendría que comprar para cocinar cualquier cosa, aunque fueran cosas sencillas, mientras que Jon marchaba en búsqueda de lo que lo aguardaba.

    —No sé si podré venir pronto o tarde, porque no sé qué es lo que me voy a encontrar. Procuraré llamarte cada vez que pueda, y tú, mientras, haz lo que te apetezca. Siento dejarte sola aquí, mi amor —fueron las palabras de despedida de Jon, después de haberle dado un largo beso y repetirle lo mucho que la quería.

    *

    Cuando Jon se presentó en la Comisaría, le informaron que la dotación de la misma ya se había

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