Ummo, el mítico exoplaneta habitado que supuestamente orbita en torno a la estrella Wolf 424 a unos 14,6 años luz de la Tierra, ha vuelto con más fuerza mediática que nunca. El desencadenante de este regreso ha sido el estreno de una serie documental titulada Ummo. La España alienígena, producida por la productora LaCima para Movistar+, donde se repasa con más o menos fortuna la trayectoria de este célebre caso.
Para quien no esté al corriente de este capítulo de la ufología española que rebasó todas las fronteras, podemos decir muy resumidamente que, en torno a 1966, un grupo de tertulianos que se reunía en la cafetería La Ballena Alegre de Madrid empezó a recibir llamadas de teléfono y cartas mecanografiadas de presuntos ummitas. A través de esas conversaciones telefónicas y correspondencia epistolar, los alienígenas transmitían informaciones científicas, políticas, teológicas y filosóficas juzgadas como muy avanzadas por los receptores.
Paulatinamente, la red de destinatarios fue en aumento, sin que se sospechara a ciencia cierta quién podía estar detrás del asunto. Unos avistamientos OVNI en dos enclaves madrileños como Aluche y San José de Valderas –este último con registro fotográfico– reforzaron la naturaleza extraterrestre de las misivas. Podríamos calificar esta etapa como la «versión 1.0» del caso Ummo. El período en el que, pese a las dudas de muchos, otros tantos, entre ellos figuras emblemáticas de la ufología patria como Antonio Ribera o Rafael Farriols, expresaron en diferentes libros, artículos y conferencias su convencimiento de que todo era cierto.
«MI PADRE FUE EL RESPONSABLE»
La citada serie documental, que ahora se ha estrenado, recoge esta versión y el contexto socio-cultural de la España franquista y postfranquista donde nació y se expandió la creencia en Ummo. Después, hacia 1993, quienes más recelos hacia el fenómeno mantuvieron durante décadas, se vieron avalados por la confesión de José Luis Jordán Peña, conocido parapsicólogo y colaborador de programas de televisión como los dirigidos por el Dr. Fernando Jiménez del Oso. La autoinculpación supuso un auténtico para quienes habían consagrado su fe y su vida, con la típica bifurcación de caminos que suele acaecer durante los «baños de realidad». Una buena parte de los estudiosos aceptó el carácter fraudulento del caso, mientras otros se resistieron a asumir que todo había sido una elaborada mentira. Entre estos últimos destacan Gema Lozano y Juan José Benítez. Especialmente la primera considera que Jordán Peña se sacrificó para proteger el proyecto ummita y a otros colaboradores terrestres que lo estaban llevando a cabo.
