Sólo a vos te cuento...
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El chisme, el cuecho, en el diario vivir de un pueblo con los relatos de la lengua pícara
de su personaje principal, TAPACHI.
JR Sánchez - Salinas
José René Sánchez Salinas, nicaragüense (Managua, 1956). Autor de Vericuetos de la sangre, novela corta (Palibrio, 2012) y Verde tranquilidad, poesía (Anamá Ediciones, 2023).Escribe poesía, cuentos y relatos cortos.
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© JR Sánchez - Salinas, 2023
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: © Shutterstock
Obra publicada por el sello Universo de Letras
www.universodeletras.com
Primera edición: 2023
ISBN: 9788419775375
ISBN eBook: 9788419774804
I
El punto de unión de varios destinos hace un pueblo, no importa la razón o el porqué de la coincidencia que los hizo encontrarse en el mismo paralelo; la capacidad de convivencia a pesar de las diferencias es lo que los hace permanecer unidos y crecer.
Siendo territorios descubiertos y conquistados, dan la ubicación para que alguien les dibuje la geografía y los entregue a la curiosa ambición de unos que se creen más vivos que otros, queriendo imponer desde el dios que se ha de adorar, la ropa que se ha de vestir, la manera de sentarse y de comer, hasta la forma de hablar y, por lo tanto, la manera de criticar, conociéndose así el modus vivendi de la comunidad, sobresaliendo siempre personajes hábiles para estos menesteres.
Los diferentes orígenes y la mezcla de ellos crean una química que solo la naturaleza del medio ambiente en común sirve de catalizador para evitar una reacción inesperada, como violenta, y rompa la armonía predestinada que los llevó a formar un pueblo, dotándolos de una capacidad de asimilación necesaria para aceptar las inconveniencias de vivir en comunidad.
Las características de los sucesos diarios están dadas por la geografía de la región; el clima, la cercanía al mar, a las montañas, etc. Esto influye en el estado de ánimo, la temperatura del cuerpo y, por ende, en la avidez libertaria de las emociones y, al inferir también la calidad de suelo, que si es una zona fértil, que si es apta para el desarrollo, lo que determina la actividad laboral de la región, el pueblo es tan bendito como el pueblo escogido delos israelitas, por lo tanto, un pueblo difícil, que hasta hubo un sacrificio divino, una redención de su rey por la debilidad humana que cede ante el con quién te casaste, de quién sos hijo, quiénes son tus amigos y cuántos reales tenés; aspectos que otorgan una especie de escudo y estatus para no ser tan vulnerable ante el ataque del mayor enemigo que acecha y ataca al menor descuido en la actuación de la comedia que es la vida: la lengua.
Lo que cada persona piensa solo ella lo sabe; lo que hace si se descubre es de dominio público y no puede demandar a nadie por repetirlo. Es prometer en vano el que se va a guardar un secreto para siempre, las circunstancias lo acallan ocasionalmente, el tiempo lo desvela y, al repercutir, lo enaltece.
La dimensión de la importancia del ambiente y la naturaleza del hecho definen la herida que causa en la sociedad, los protagonistas son siempre los mismos, humanos, pero no da igual, aunque sean iguales ante Dios; el único que ve con los mismos ojos a todos, y todo el tiempo. Y no existe por estos lares de Dios hegemonía de raza o de cultura propiamente dicha que establezca un patrón de conducta a seguir, se vive según la moda, y, para el diario vivir, la pauta a seguir lo marca el qué decir de la gente, el chisme, el cuento o, como lo dice la voz popular, el cuecho, el solo a vos te cuento…
II
Desde allá arriba apenas asomaban algunos puntos rojos de los techos de las casas sobre el verde frondoso de la vegetación boscosa del pueblo. Una ligera brisa le permitía volar sin mandos, con las manos libres, y se sentía el pájaro artificial más feliz del mundo ante tanta belleza natural. Lo diáfano del cielo le permitía escudriñar hasta el último rincón del horizonte marcado entre los cerros y el mar. La pepesca en el río, el nido de chocoyos, el cusuco saliendo de su madriguera; ni el gavilán que competía con él en acrobacia en el aire tenía el alcance de su vista, y hubiera repartido papeletas de emociones a la gente del pueblo para que se dieran cuenta de lo que estaba sintiendo.
Siempre se despertó temprano justo antes del primer despegue de los aviones, y por el tiempo que les tomaba en hacerlo podía deducir si sufrían algún contratiempo o no; y por el ruido del motor, si estaba en condiciones de volar. Lo dijo desde que aprendió a hablar, sería mecánico de aviación, y lo fue, graduándose en la escuela de aviación militar; no existía alguien mejor que él, según lo contaba; ganándose por esto el apodo de Tapachi, por su facilidad de comunicación, por la exageración al relatar los hechos y por no dejar de hablar ni con los aviones cuando los reparaba. Tapachi ·era una apócope de tapa chiquita o boca chiquita que en lenguaje popular quiere decir tapudito o hablantín, mal pensado, metiche. Lo contrario a lo que realmente era, un gran tapudo, y como decía la gente, un cuechero.Para Tapachi, no existe pueblo más lindo en el mundo que este donde él vive; al que conoce tan bien por sus años y lo contado de herencia, el pueblo donde nadie, según sus palabras, le cuenta cuentos porque lo conoce como la palma de su mano, porque sabe quién es quién y saben quién es él, y, si no, que se lo pregunten a las esquinas, donde una vez hasta el viento se paró a escucharlo cuando conversaba con la noche.
El destino le regaló momentos de gloria y sinsabor y lo ha mantenido en el juego de la vida tal vez no con suficiente lucidez desde que se volvió alcohólico y tal vez penando como a veces él lo acepta en su delirio de goma, pero vivo lo suficiente para escuchar las voces de la indiscreción que le susurran en los oídos.
Volaba cada vez más bajo, la aguja le indicaba que casi no quedaba combustible, que habría que aproximar a tierra. A medida que podía observar lo que ocurría abajo y vio que ya de cerca no era tan verde ni tan frondosa la vegetación, que no era tan cristalina el agua y que apenas se oían los chocoyos; que las virtudes siempre estaban camufladas bajo la hipocresía cosmética, porque ahora ya no se usan chalinas, antes se cubrían, ahora se pintan, y que entre los hombres el que tiene más galillo es el que traga más pinol, decidió seguir volando hasta que se acabara el combustible y que pasara lo que Dios quisiera…
La aguja hizo que sonara la alarma del combustible, se santiguó y cerró los ojos… El golpe del portazo lo hizo caerse del catre destartalado y, tratando de levantarse en la penumbra de