Propuestas de intervención en el aula: Técnicas para lograr un clima favorable en la clase
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Propuestas de intervención en el aula - Mª Teresa Gómez
Contents
Indice
Prólogo
Introducción
ENFOQUES TEÓRICOS
1.Dimensiones de la disciplina
2. Teorías psicopedagógicas de la disciplina
3. Indisciplina, crisis de la enseñanza y decadencia de valores
PROPUESTAS PRÁCTICAS
4. La disciplina en la segunda infancia (4-7 años)
5. La disciplina en la tercera infancia (7-10 años)
6. La disciplina en la madurez infantil (10-12 años)
7. La disciplina en la preadolescencia y en la adolescencia (12-16 años)
ANEXOS
l. Autopercepción sobre disciplina de profesores y alumnos
2. El estrés del profesor. Sus implicaciones en la disciplina y propuestas para superarlo
3.Sinopsis de psicología evolutiva
5. Bibliografía
6. Bibliografía citada
Propuestas de intervención en el aula
TÉCNICAS PARA LOGRAR UN
CLIMA FAVORABLE
EN LA CLASE
M.ª Teresa Gómez Masdevall
Psicóloga y Profesora de Educación Infantil y Primaria
Victoria Mir i Costa
Pedagoga y Directora de Colonias y Clubs de Tiempo Libre
M.ª Gracia Serrats i Paretas
Psicóloga y Profesora de Educación Primaria y
Secundaria
NARCEA, S. A. DE EDICIONES
MADRID
Índice
Prólogo
Introducción
ENFOQUES TEÓRICOS
1. Dimensiones de la disciplina
La disciplina como parte de la educación para el autogobierno
La disciplina como factor de seguridad
La disciplina como aprendizaje
La disciplina como equilibrio entre poder y autoridad
La disciplina como liberación individual dentro de las instituciones establecidas
La disciplina como superación de concepciones educativas opuestas
La disciplina como superación de la dicotomía «enseñanza-aprendizaje»
La disciplina como equilibrio entre rigidez autoritaria y permisividad incontrolada. La llamada disciplina democrática. 18
2. Teorías psicopedagógicas de la disciplina
Modelo psicodinámico y la perspectiva de Dreikurs
Modelo para el adiestramiento
Modelo para la modificación de la conducta
Modelo basado en el desarrollo personal y social
Modelo ecológico
Modelo cognitivo: la perspectiva genética y la teoría de Piaget (1951)
Modelo humanista
3. Indisciplina, crisis de la enseñanza y decadencia de valores
Noción y características de los valores
Los valores en la educación
Sociedad, enseñanza y crisis de valores
Fracaso escolar: causas y estrategias de solución
PROPUESTAS PRÁCTICAS
4. La disciplina en la segunda infancia (4-7 años)
Técnicas y procedimientos para lograr un bienestar en la clase
5. La disciplina en la tercera infancia (7-10 años)
Técnicas para lograr un clima favorable
6. La disciplina en la madurez infantil (10-12 años)
Propuestas prácticas para conseguir una activa serenidad en el aula
Aspectos pedagógicos: Provoca un autoexamen fuerte al tener que elegir cosas y personas, especialmente al plantear situaciones no corrientes. Facilita el razonamiento y la disciplina en el actuar y elegir.
7. La disciplina en la preadolescencia y en la adolescencia (12-16 años)
Técnicas grupales para crear una atmósfera eficaz
ANEXOS
l. Autopercepción sobre disciplina de profesores y alumnos
Opiniones del profesorado y pedagogos
Opiniones del alumnado
2. El estrés del profesor. Sus implicaciones en la disciplina y propuestas para superarlo
El estrés del profesor
Condiciones para evitar el estrés
3.Sinopsis de psicología evolutiva
4. Diccionario pedagógico
5. Bibliografía
6. Bibliografía citada
Prólogo
Está haciendo falta que los enseñantes, los que están cada día en la brecha del difícil oficio de la enseñanza, expresen sus experiencias y sus reflexiones sobre la solución de los problemas que afrontan en el aula. Su perspectiva es necesaria no sólo porque pueden ayudar y estimular con ella a otros colegas, superando la típica «insularidad» del enseñante, obligado a resolver en solitario sus problemas, y la falta del registro de memoria colectiva de experiencias, característica de la profesión de enseñante, sino también porque contribuirán de esta manera a acortar el distanciamiento entre teoría y práctica pedagógica.
Las autoras de este libro poseen largos años de experiencia como profesoras de Educación Primaria. Presentan una trayectoria de desarrollo acumulativo de competencias profesionales en constante y entusiasta compromiso con la escuela. Como tantos otros enseñantes del magisterio español, han ampliado y puesto al día su formación inicial por todos los medios de formación permanente a su alcance y han llegado a completar sus estudios en la facultad, dos de ellas con la licenciatura en psicología y una con la de pedagogía. Y ahora, cuando se encuentran en la fase de madurez profesional y máximo rendimiento, han querido ofrecer sus experiencias y reflexiones sobre uno de los problemas más espinosos con el que se encuentran cada día los enseñantes, el problema de la disciplina en el aula.
Este libro representa un esfuerzo ejemplar de enlace entre la teoría y la práctica en el tratamiento del problema de la disciplina en clase. Las autoras se hacen eco de las teorías más significativas en torno al tema, teorías que son fuente de inspiración para soluciones concretas del problema. Los diversos enfoques teóricos, expuestos en la primera parte del libro, tienen la ventaja de haber sido filtrados a través de una prolongada experiencia de quienes los exponen. Sin embargo, la aportación más original y valiosa del libro es, sin duda, la ofrecida en la segunda parte, la titulada «propuestas prácticas», en la cual, atendiendo a las diferentes etapas evolutivas de los alumnos, se ofrecen estrategias adecuadas y un verdadero arsenal de ejercicios prácticos. Los enseñantes encontrarán en estas propuestas un estímulo en su afán de lograr la solución más apropiada del problema para cada caso, y una fuente de reflexión sobre el mismo.
Este libro está llamado a ser acogido con especial interés no sólo por la importancia básica del problema que trata y por la forma en que es tratado, sino también porque quienes escriben sobre el mismo lo hacen después de haberlo vivido y de haberlo afrontado reflexivamente en la praxis escolar.
José COLOMA MEDINA
Profesor de Sociología de la Educación de la Escuela de Magisterio de Gerona
I
ntroducción
Ciertamente que en una época de cambio como la actual, en que la crisis afecta tantos aspectos de nuestra vida, pasando por los materiales y concretos a los más ideales y abstractos, como los valores y las creencias, no puede sorprender a nadie que la educación y los temas relacionados con ella sean analizados, criticados y cuestionados desde todas las perspectivas y en todas las situaciones.
Uno de los temas que actualmente más preocupa a profesores, padres e incluso a los propios alumnos es el de la disciplina.
Se ha demostrado por medio de estudios y encuestas a profesores y alumnos, que no existe un rechazo radical, sino un vivo deseo de un orden disciplinario.
Hemos vivido y compartido los problemas de comportamiento de los alumnos en las aulas y fuera de ellas, de los pequeños y mayores en general; la disparidad de criterios que el profesorado y los padres tienen sobre el tema, no permite hallar una solución rápida y conjunta; el entorno social del alumno que le afecta directamente (TV, padres separados, cambio de valores...) y la inadaptación del currículum escolar a veces conlleva el fracaso.
Todos estos factores nos han conducido a cuestionarnos la disciplina como condición necesaria y no como fin de la educación; a la vez nos han motivado a buscar una vía práctica y factible para conseguirla. Entendemos que la disciplina en el aula ha de estar ligada a los objetivos de la educación para que retorne la autoridad del profesor y la enseñanza no cause frustraciones ni desmoralice, en una palabra, no resulte difícil.
En general, los educadores están de acuerdo en que sin un orden en el grupo donde se tiene que instruir, formar, socializar, educar...es imposible lograr esas finalidades y para ello se utilizan normas, reglamentos, imposiciones y todas aquellas estrategias que garantizan, al menos en teoría, el orden deseado.
Creernos que debe existir un clima agradable que haga satisfactorio el trabajo y el buen hacer escolar y para obtenerlo pensarnos en un tipo de disciplina que podríamos llamar democrática, que de alguna forma ayude en las diferentes actuaciones conflictivas que van apareciendo en el colectivo que integra la escuela.
Entendernos que para llegar a unas conclusiones válidas debernos:
Valorar las distintas teorías que sobre disciplina han surgido últimamente.
Analizar el concepto de disciplina por parte del educador y del educando.
Buscar las estrategias para que, respetando la libertad de todos, la disciplina sea una ayuda para el buen funcionamiento escolar.
Conocer los estadios evolutivos del alumno.
Aportar los resultados de las encuestas realizadas entre alumnos y las opiniones de profesionales.
Por todo esto desearnos poder aportar nuestras experiencias a este respecto y esperarnos sean útiles a todos los que de alguna manera nos interesa que el sistema escolar funcione y sirva a la sociedad de hoy. Finalmente, desearnos que el tipo de disciplina que llamarnos «democrática», devuelva al maestro la ilusión por su tarea y le facilite un clima cordial y de buena relación en todo el contexto educativo.
ENFOQUES TEÓRICOS
1. Dimensiones de la disciplina
Disciplina etimológicamente proviene de la misma raíz que discípulo y discente. Su significado connotaba la relación existente entre el maestro, la enseñanza, la educación y el propio discípulo.
En la época clásica de la latinidad, expresaba la idea de aprender e instruirse, así como las de ejemplo, educación, instrucción y enseñanza.
Vino después a significar también las materias objeto de estudio, es decir, equivalía a una asignatura.
Más tarde sirvió para designar métodos de enseñanza y aun sistemas filosóficos, incluyendo conceptos como disciplina o dominio de sí mismo, igual a educación asimilada; disciplina o mantenimiento del orden; disciplina o castigo, etc... podría decirse que en el nombre de disciplina se incluye todo lo requerido para aprender.
Así la palabra disciplina aplicada al sistema de normas por el que se rige el gobierno de una comunidad y la obediencia más o menos voluntaria a esas normas configuró varios significados: hasta hoy se ha hablado de disciplina de partido, disciplina militar, disciplina eclesiástica... Para designar las formas de conducta y el estilo de vida consiguientes al cumplimiento de unas determinadas normas; y por extensión se ha podido hablar de disciplina escolar cuando se refería a las peculiares relaciones que en orden a la educación se establecen entre los elementos personales (docentes y discentes) de una institución educativa.
A través del tiempo se ha ido perfilando, dibujando y difuminando el concepto de disciplina. Con un único objetivo referencial y para solaz de estudiosos, hemos ido espigando desde principios de nuestro siglo, diversas puntualizaciones al respecto.
La disciplina como parte de la educación para el autogobierno
Según Compayré, disciplina es la parte de la educación que asegura el trabajo de los discípulos al mantener el orden en la clase y al mismo tiempo previene o reprime los extravíos de conducta y procura formar voluntades rectas y caracteres enérgicos capaces de bastarse a sí mismos. Tiene, pues, el doble fin de establecer el gobierno presente de la clase y de enseñar a los discípulos a gobernarse a sí mismos cuando se sustraigan a la tutela del maestro.
Los medios disciplinarios son tan variados como los instintos de la naturaleza humana. Los niños pueden ser conducidos por móviles muy diferentes que podemos resumir en cuatro grupos principales:
Los sentimientos personales (miedo, placer, amor propio...).
Los sentimientos afectuosos (amor a los padres, cariño al maestro...).
La idea del deber.
Interés reflexivo (el castigo, la recompensa...).
El ideal sería, sin duda, que el niño conociendo su interés y deber, trabajase y obedeciese por un acto de libre voluntad, pero la naturaleza no se presta a este régimen puro del que no es capaz siquiera el hombre adulto que necesita estímulos (emulación, placer, temor saludable de las leyes...).
Los mejores medios disciplinarios son los que interesan a la vez al mayor número de sentimientos y se apoyan en más ideas. No habría nada peor que un sistema que sólo atendiese a desarrollar exclusivamente el miedo o el amor propio.
Compayré resumía en tres puntos el aprendizaje de la disciplina:
Enseñanza por el corazón. La práctica de la disciplina se basa en la sensibilidad. El sentimiento, cualquiera que sea, el afecto a la familia, a los amigos, a los conciudadanos, noble emoción del alma por el bien es la fuente fecunda de virtud... se gana tratando de tocarle el corazón, de darle amor y por decirlo así, la emoción del bien y el entusiasmo por lo mejor.
Enseñanza por la reflexión. Por persuadidos que estemos de las prerrogativas del corazón, no pensemos en despreciar la influencia de la inteligencia. La disciplina es cuestión de juicio tanto como de sentimiento. Hay que empezar por conocer dónde está el deber, saber en qué consiste, qué razones nos obligan a él, qué consecuencias produce. Debemos dirigirnos a la reflexión tanto, si no más, que al sentimiento.
Educación por la práctica. La aplicación inteligente de la disciplina escolar consiste en dejar y decir, a reserva de hacer notar enseguida a los discípulos sus errores o malas acciones. Les inspirará horror a la delación, al disimulo, a la hipocresía; se pondrá por encima de todo la franqueza y la rectitud y para esto no desanimará jamás a los niños en en sus dichos espontáneos, en sus reclamaciones y en sus peticiones.
La disciplina como factor de seguridad
La disciplina es necesaria para ejercitar al niño en la represión de sus demandas excesivas, para ayudarle a dejar atrás otros sistemas de comportamiento inmaduros y para canalizar sus energías por vías aceptables. Toda disciplina implica restricción y es necesaria en cuanto la enseñanza no resulta por sí misma suficiente.
La firme autoridad, razonable y bondadosa, proporciona al niño un sentido de seguridad. A medida que crece, necesita aumentar su libertad y autonomía, pero éstas estarán limitadas por la aptitud que tenga para razonar y asumir responsabilidades. El niño educado sin disciplina se muestra inseguro, indeciso y vacilante para saber lo que se espera de él. El hecho de darle libertad ilimitada no le hace independiente. Incluso el niño de un año precisa de disciplina.
Es preciso enseñarle que la vida es mucho más agradable si hay buen comportamiento. Padres y maestros debemos ser consecuentes en el plano disciplinario. Las faltas menos importantes pueden pasarse por alto o simplemente expresar desaprobación. Las importantes no se pueden dejar jamás sin castigo, siempre que él comprenda que su conducta no es aceptable.
Los métodos más eficaces de castigo a partir del segundo y tercer año son la reprimenda, el aislamiento o la privación de algo que le guste. Debemos tener muy presente que el castigo no puede ser prolongado, dado que suscita resentimiento en el pequeño, le vuelve vengativo y hace que comience a planificar la forma de vencer a la autoridad. En todas las formas de castigo es importante la reintegración inmediata del niño a la familia o a su profesor. Hemos de darle la seguridad de que es querido, de que es digno y que con un poco de esfuerzo por su parte, el castigo no será necesario.
La disciplina como aprendizaje
Disciplina es el entrenamiento necesario para desarrollar un autocontrol suficiente a fin de obtener una conducta ordenada (Tanner, 1980).
Si analizamos los términos que constituyen esa definición vemos cuatro aspectos interesantes: el término entrenamiento, el propio término disciplina como resultado del entrenamiento, en el supuesto de que éste se realice aceptando un cierto tipo de autoridad o control y finalmente, que la negación de esta autoridad o incontrol implique algún tipo de tratamiento que corrija o castigue.
Aplicando esta definición a la escuela, se buscaría la aceptación de la autoridad como primer valor, puesto que es una institución que tiene como finalidad el desarrollo global del individuo y la adquisición, por su parte, de destrezas intelectuales y sociales necesarias.
La disciplina como equilibrio entre poder y autoridad
La disciplina consiste en el control del alumno por medio de la mezcla equilibrada de poder personal que emana naturalmente del individuo y de las destrezas específicas, y de la autoridad que se deriva del status del maestro y de las normas vigentes en el colegio y en la clase (Cohen y Manion, 1977).
La clase constituye un contexto social particular, donde el poder del profesor se compone de cuatro elementos que funcionan por separado o confluyendo. Estos elementos son:
El carisma o capacidad de atraer o influir en los demás mediante la propia personalidad, que no excluye un cierto grado de seducción.
El poder intelectual o el conocimiento o dominio de una materia determinada.
Los recursos implícitos al propio poder o la capacidad para organizar todos los aspectos de las actividades de los alumnos.
El dominio o la capacidad de obtener control sobre una situación.
En todos los casos la autoridad del maestro deriva no sólo de su papel tradicional de dar instrucción, sino también del sistema de reglas que funcionan en la escuela y en la clase en particular.
La disciplina como liberación individual dentro de las instituciones establecidas
La disciplina consiste en un grupo de estrategias educativas diseñadas para liberar al individuo del conflicto institucional que la sociedad le obliga a vivir, y a protegerlo de la subordinación a los roles sociales preestablecidos, tendiendo a identificar y cambiar las peculiaridades de la escuela dentro del sistema social (Bruce, 1975).
Desde esta perspectiva, las soluciones al problema de indisciplina se han de programar para liberar del conflicto subyacente a esa respuesta indisciplinada en el aula. Los tipos de conflictos procedentes de la situación institución versus individuo se insertan en tres categorías:
La asistencia a clase.
La relación con los compañeros.
La relación educador-alumnos.
Rasgos comunes a estas tres categorías:
El castigo recae sobre aquellas faltas que se consideran especialmente amenazantes para el orden.
La comprobación empírica de que los conflictos disciplinarios existen es que la casi totalidad de los educadores han experimentado alguno, si bien el tipo y la frecuencia de los mismos difiere en función de variables como: la proximidad de las vacaciones, el horario de clase, el grupo de alumnos...
El hecho de que los conflictos son diferenciales y a pesar de que existen características comunes entre los variados sistemas disciplinarios de la escuela, se observa que cada una dispone de ciertos modelos de intervención sobre el mal comportamiento para ser utilizados inmediatamente.
El hecho de que la relación entre formas de comportamiento de indisciplina y formas de control sobre estos comportamientos no es siempre representativa de la situación disciplinaria, dado que en ciertas ocasiones el acto de expulsar a un alumno de clase, por ejemplo, no refleja un conjunto real de problemática disciplinaria; además, hay que tener presente que el conjunto de profesores no sigue un baremo aplicable a los distintos problemas.
Es preciso resaltar que con frecuencia el individuo que aplica la estrategia disciplinaria parte de la premisa de que los alumnos son culpables porque han elegido comportarse mal.
A consecuencia de todo lo dicho y desde este punto de vista más radical, Willower y Janes (1963) sostienen que los problemas están ya programados por el propio conflicto cultural de la comunicación, liderazgo y estilo de enseñanza-aprendizaje y que, una vez transformados los problemas, merecen un cierto tipo de castigo.
La disciplina como superación de concepciones educativas opuestas
La disciplina consiste en el conjunto de estrategias educativas diseñadas para lograr la superación entre la antinomia que plantean las contraposiciones en los sistemas de intervención en el aula, teniendo en cuenta los aspectos individuales y diferenciales de cada caso (Weber, 1977).
Estas antinomias son:
Rigidez versus flexibilidad.
Trabajo académico estructurado por el profesor versus trabajo autodirigido.
Competitividad versus cooperativismo.
Organización escolar controlada por el maestro versus participación del alumno.
Estas conceptualizaciones se apoyan esencialmente en dos hechos: por una parte, el estilo de educación propia de una escuela y un maestro, y por otra, la comprobación a nivel experimental de que el equilibrio y la confluencia entre las características del alumno y las actitudes del profesor constituyen la condición óptima para la atmósfera de la clase.
Exponemos algunos aspectos de esos dualismos.
RIGIDEZ VERSUS FLEXIBILIDAD
Los profesores coinciden en que se ha de evitar que la clase sea algo anárquico y caótico, donde no sea posible el aprendizaje; pero a partir de ahí es difícil mantener un acuerdo, dado que cada maestro interpreta el clima de su clase según sus propios valores. Así, una clase llena de actividad y ruidos será evaluada de entusiasta, interesante y activa por parte de algunos profesores, a la vez que otros la calificarán de insolente, o indisciplinada.
TRABAJO ACADÉMICO ESTRUCTURADO POR EL MAESTRO VERSUS TRABAJO AUTODIRIGIDO
Se da el caso de que a ciertos alumnos altamente motivados y responsables de sus acciones, se les puede permitir que decidan sobre el tipo y la cantidad de trabajo a realizar, en tanto que otros parece que estén habituados a que se les marquen las pautas en el qué y en el cómo hacer, por no estar preparados para planificarse, ni llevar a cabo su propio trabajo.
Si se elige el primer caso, se corre el riesgo de que algunos tengan altos rendimientos y otros los tengan significativamente inferiores (White y Lippitt, 1960).
Una experiencia de trabajo escolar en el área de Física, establecido en base a un contrato de trabajo semanal, nos llevó también a esta conclusión:
Este sistema de trabajo en el 7.º nivel no requería un control diario sino semanal; mensualmente se dedicaba todo el tiempo necesario para revisar el trabajo, se hacían las observaciones oportunas y se estructuraba el trabajo del próximo mes, aunque revisando cada semana la parte correspondiente.
Cabe decir que era una manera de trabajar que dejaba un amplio margen de libertad al alumno. El mismo tenía que organizarse y autodirigir su trabajo.
A medida que iban apareciendo los resultados, se tuvo que ir modificando el contrato inicial e intentar un control más estricto y periódico, puesto que muchos alumnos, incluso los altamente motivados y responsables, esperaban hasta el último día para hacer el trabajo y ello no era positivo.
El motivo podía ser: que no tenían el hábito de trabajar o que en las otras áreas se les controlaba más; el hecho es que no tuvo los resultados esperados.
Por tanto, un trabajo estructurado totalmente por el maestro y controlado diariamente, da resultados más significativos a nivel de una buena asimilación y rendimiento en la materia que los obtenidos de una forma semiautodirigida. Ello no nos permite asegurar que un sistema de organización sea mejor que otro, sino que sería necesario generalizar este último para habituar a los alumnos adecuadamente a responsabilizarse y a trabajar sin necesidad de control externo. Esta fue la conclusión que