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Elegir la excelencia en la gestión de un centro educativo
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Libro electrónico189 páginas2 horas

Elegir la excelencia en la gestión de un centro educativo

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Aborda la comprensión y mejora de los centros educativos, buscando la gestión excelente de los mismos. Promueve una organización participativa y ofrece pautas para concretar y analizar objetivos, valores, resultados, perfiles profesionales y claves de éxito. Señala que los resultados, tanto académicos como educativos, de integración de la comunidad educativa, de satisfacción del alumnado y de las familias, etc., serán el termómetro fiable de una gestión escolar que busca la excelencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 may 2023
ISBN9788427730403
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    Elegir la excelencia en la gestión de un centro educativo - Sebastián Cerro

    1. Los pilares de una gestión excelente

    Varios son los sistemas o modelos que se han inventado para ayudar a las organizaciones a mejorar su gestión. Los dos más extendidos son la norma UNE EN ISO 9001 (más conocida como la ISO 9000) y, en Europa, el Modelo EFQM de Excelencia en la gestión. Ambos, aunque se intentan adaptar a las características de los colegios, tienen un origen empresarial, con sus ventajas e inconvenientes.

    ¿Qué utilidad tiene la aplicación de esos sistemas? Como siempre, depende del enfoque dado por el Centro. No es lo mismo buscar el reconocimiento como fin en sí mismo que buscarlo como instrumento para la mejora: en el primer caso me parece una pérdida de tiempo y en el segundo la certificación puede ser de utilidad.

    Algunos directivos me dicen: Haz lo que quieras pero deseo conseguir el sello cueste lo que cueste: ya desde el principio sé que, o bien no lo conseguirán, o bien el sello simplemente será una carga para el Colegio. Otros, por el contrario, aprovechan la implantación de cualquiera de los sistemas para reflexionar sobre sus procesos y establecer un modo eficaz de gestión.

    Aprovechando mi presencia para ayudarles a implantar un modelo de gestión, bastantes directivos me han formulado una de las preguntas que más me incomodan porque me parece adivinar la actitud y la motivación para contar con mi ayuda: ¿y cómo se consigue el sello?. Mi respuesta casi nunca varía: el sello es relativamente fácil de conseguir (en buena parte es cuestión de dinero) pero lo que aquí pretendemos es mejorar, y eso depende de vosotros. Me parece que muchos la consideran una respuesta política, como una autoexcusa para el caso de que no lo consigan. No es así: como necesito ganarme el sueldo sigo asesorándoles pero mi motivación decae mucho: los que van sólo a por el sello casi nunca mejoran o lo hacen en pequeña medida.

    Gestionar con datos

    Nosotros no fabricamos tornillos, trabajamos con personas; la frase se repite con frecuencia en los colegios. Esas palabras manifiestan que en un colegio los resultados no dependen sólo de la calidad del trabajo de los profesores; también entran en juego otras muchas variantes que influyen en todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Entre otras fundamentales, la libertad del alumno y las influencias de su entorno.

    Lo cierto de la frase no se contradice —más bien todo lo contrario— con el primero de los pilares de una gestión excelente: gestionar con datos. Es decir, no con impresiones, con opiniones o con suposiciones.

    Gestionar con datos significa que las decisiones de todas las personas o grupos deben apoyarse en realidades, no en palabras bonitas o argumentos sin fundamentación científica.

    De nuestra experiencia en reuniones de trabajo hemos aprendido que en los colegios nos gusta discutir. Se habla mucho pero, casi siempre, sin aportar datos; es decir, se opina. ¿Es buen método para aportar soluciones válidas? Evidentemente, no. Muchas veces después de una reunión-discusión de una hora sólo se obtienen posturas más encontradas, aperturas de grietas por donde se cuela la inseguridad y el desánimo. En definitiva, suponen un despilfarro de tiempo y quizás hasta hipotecamos futuros entendimientos.

    Gestionar con datos exige preparar las reuniones: llevar las propuestas razonadas y respaldadas por datos. Mil opiniones en contra de que 2 + 2 = 4 no sirven para nada. Por mucho que se preparen las sesiones, la discusión sin fundamento siempre acecha. Parece que discutir es una de las aficiones más extendidas de los latinos, en especial entre algunas personas. A los más discutidores habrá que exigirles que para defender una decisión en otro sentido al propuesto, al menos deberán aportar tantos datos como los presentados por el proponente.

    Otro de los deportes más extendidos es la crítica negativa, sin información relevante y sin aportar soluciones. Conviene que el clima colegial sea tal que no se tengan en cuenta este tipo de actitudes negativas para todos. No debe olvidarse —ésta es una actitud muy extendida en la sociedad actual— que lo mejor casi nunca es una solución de compromiso, de consenso entre todas las posturas.

    Con mucha frecuencia en los colegios se admiten muchas decisiones que se dan por evidentes pero que no están contrastadas. La moda ha hecho mucho daño en los colegios —y lo sigue haciendo— a la hora de tomar decisiones. Se acuerda lo simple para evitar discusiones: el relativismo ha cundido entre una parte importante del profesorado, sobre todo —profundizaremos más sobre este tema en el capítulo 3— porque, en el fondo, algunos directivos han delegado su responsabilidad de dirigir con profesionalidad.

    El consenso en cuestiones opinables está muy bien, es necesario; cuando hay datos que avalan una propuesta, la opinión sobra.

    Recientemente me ocurrió la siguiente anécdota en un colegio de religiosas. La sociedad lo considera un Centro femenino, aunque la dirección —desde hace bastantes años— no pone ningún impedimento a la coeducación. La realidad es que sus plazas de preescolar están muy solicitadas (de niños y niñas). Cuando pasan a Primaria, muchas familias optan por llevar a los niños a un Centro cercano de religiosos que no dispone de preescolar y que está catalogado por la sociedad de masculino (lo gestiona una orden de religiosos). Es decir, al colegio de monjas se le acumulan los problemas de subsistencia porque las aulas se les quedan muy mermadas al irse los niños cuando comienzan el nivel obligatorio.

    Pues bien, en una reunión de trabajo para solucionar este problema, después de analizar todos los datos, nos dimos cuenta de que lo mejor era procurar admitir en el preescolar a las niñas con el fin de garantizar la supervivencia del Colegio. A pesar de que los datos no dejaban mucho margen de dudas, alguna profesora, casi indignada, dijo que no le parecía bien ese retroceso en la coeducación. Eso sí, nadie estaba dispuesto a que se cerraran aulas y comprometer su puesto de trabajo. Solución distinta que aportaba: ninguna. ¿Qué se pretende, cuáles son las prioridades? En este caso, como en muchos otros, hay que ser consecuentes con los datos porque, si no, las consecuencias son muy dolorosas, aunque no se pretendan.

    Adaptamos el conocido refrán Vive como piensas o acabarás pensando como vives al tema que nos ocupa: actúa con la lógica de los datos o acabarás esclavizado por tus decisiones.

    Si se cree que algo es imposible, lo es

    Posiblemente la actitud que más me ha sorprendido en mis contactos con los directivos de los colegios se encierra en una frase mil veces repetida y referida a puntos clave de los resultados: «no podemos hacer otra cosa». Aunque todavía lo consigo, cada vez me cuesta más aguantarme el primer impulso: «si piensas así, lo mejor sería que cerraseis el

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