Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Breve historia del Ejército Otomano: Ejércitos 5
Breve historia del Ejército Otomano: Ejércitos 5
Breve historia del Ejército Otomano: Ejércitos 5
Libro electrónico504 páginas5 horas

Breve historia del Ejército Otomano: Ejércitos 5

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Conozca la historia de un ejército clave para que el pueblo otomano lograra mantener uno de los imperios más grandes e importantes en Asia y Europa. Desde sus primeras unidades de arqueros montados, su evolución a las unidades corsarias y su modernización en el s. xix, hasta la actualidad como miembro de pleno derecho de la OTAN
IdiomaEspañol
EditorialNowtilus
Fecha de lanzamiento1 abr 2023
ISBN9788413053318
Breve historia del Ejército Otomano: Ejércitos 5

Relacionado con Breve historia del Ejército Otomano

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Guerras y ejércitos militares para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Breve historia del Ejército Otomano

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Breve historia del Ejército Otomano - Vicente Moreno Sanz

    De turcomanos a otomanos (1000-1300)

    Poco, o más bien nada, diferían los turcomanos del resto de pueblos con los que convivían en las estepas euroasiáticas, salvo su lengua (turco en lugar de mongol o iranio) y su número.

    Se agrupaban en tribus, sin los órganos formales de un gobierno propiamente dicho y las leyes propias de las sociedades más avanzadas. Siendo su principal sustento la ganadería y el servir como mercenarios, pagados con el botín que pudieran tomar del enemigo o, en tiempos de «paz», de sus vecinos más débiles.

    El liderazgo de cada tribu estaba en manos de un han o khan, cuya autoridad real se limitaba a la búsqueda de nuevos terrenos y pastos para el ganado y a dirigir las actividades militares en tiempos de guerra, sin extenderse inicialmente ni a las relaciones entre los propios individuos de las tribus, que se agrupaban por clanes familiares, cada uno con su respectivo líder o cabeza de familia ni, mucho menos entre las propias tribus, cuya única vinculación real y característica distintiva era precisamente su estilo de vida y la lengua túrquica común.

    En este primer periodo, seguían las creencias chamánicas, dando culto a los elementos de la naturaleza (viento, lluvia, fuego, agua) a través de una serie de tótems y espíritus poderosos, para ejercer un poder positivo o negativo a voluntad.

    En su desplazamiento hacia el oeste a lo largo de los siglos, los turcomanos fueron absorbiendo lentamente diferentes características de los otros pueblos (chinos, iranios, mongoles) con los que mantuvieron contacto, perdiendo parte de sus características más salvajes y llegando en muchas ocasiones a asentarse, si bien manteniendo en lo esencial unas características seminómadas.

    E

    L

    I

    MPERIO GOKTÜRK

    La mayoría de los que se desplazaron hacia el oeste terminaron por conformar la primera entidad política turca conocida: el Imperio goktürk, que perduró dos siglos (desde mediados del siglo VI a mediados del VIII), extendiéndose desde el mar Negro, a través de Asia (por los territorios que actualmente son Mongolia y China) hasta prácticamente alcanzar las costas del océano Pacífico.

    Este imperio era en realidad poco más que una confederación de tribus nómadas, cuya principal y fundamental diferencia con lo existente hasta ese momento era la subordinación de las diferentes tribus y sus khanes a una autoridad central (gran khan), elegido de entre los miembros de una importante familia de una de las más importantes tribus, los oghuz.

    imagen

    Guerrero sipahi, término del que deriva el de cipayo. Tropas de caballería de élite basadas en las encomiendas (timares).

    Los gobernantes no tenían una residencia permanente, sino únicamente residencia y territorios de estancia para el verano y el invierno, en donde acampaban con su tribu, por lo que no existía una verdadera capital, ni unas fronteras definidas, ni un código de leyes comunes más allá de los decretos, principalmente de carácter militar (fijando el número de tropas y suministros que cada tribu debía aportar), de los grandes khanes (emperadores) goktürk.

    En cuanto a su armamento, los turcomanos de este periodo evolucionaron desde el empleo de los lazos, garrotes y puntas de lanza y flechas de sílex, a contar con un armamento bastante más avanzado, en el que se van introduciendo elementos metálicos (cuchillos, espadas, puntas de lanza y flechas), así como los primeros elementos defensivos (cascos, armaduras y escudos).

    Tras su colapso y división en imperio oriental y el occidental, aceptando ambos la soberanía y el sometimiento a China, una parte de los occidentales se convertirá en el Imperio jázaro, que resultará perfecto para establecer una alianza militar con Bizancio (el enemigo de mi enemigo) contra los persas sasánidas de Irán, con duros enfrentamientos en las vegas del Oxus (Amu Daria) y el Jaxartes (Syr Daria), en los territorios de Transoxania, Corasmia, Sogdiana y Corasán.

    imagen

    La Transoxiana: literalmente «tierra más allá del (río) Oxus» marcaba el final de la zona de influencia europea y el inicio del Asia.

    El continuado contacto, por casi tres siglos, entre estas tribus aún medio salvajes y los dos grandes y refinados imperios (Persia sasánida, que será absorbida por los omeyas, y Bizancio) van a cambiar nuevamente las costumbres turcomanas.

    Se van a establecer asentamientos de carácter permanente, con enclaves amurallados y fortalezas para asegurar las regiones fronterizas ante los ataques de tribus asiáticas. En este periodo creemos que es cuando aparece por vez primera el término ghazi, guerrero, lo que se puede considerar como la aparición de verdaderos «soldados profesionales», adaptados para la lucha a pie y para la defensa de enclaves fortificados, por el continuado contacto con sus vecinos, pero que aún mantiene muchas de las características nómadas, habiendo absorbido además algunas de las de las tribus arábigas islámicas.

    Se va a crear pues una zona o región fronteriza entre estos grupos que van a convivir, adoptando unos de otros tanto sus armas, como sus tácticas e incluso formas de vida, formando progresivamente una sociedad fronteriza de carácter militar, con toda una serie de características únicas, que van a hacer que se parezcan cada vez más entre ellos en lugar de a las sociedades originales de las que procedían, y a las que defendían y guardaban sus fronteras.

    Por supuesto, en los periodos de paz se van a establecer importantes vínculos comerciales, ya que esta región se encuentra en mitad de una de las principales rutas internacionales de caravanas entre Europa y Oriente (Ruta de la Seda). Y si bien los conflictos fronterizos interrumpieron o redujeron temporalmente estas rutas, muy pronto todos los contendientes acordaron mantener abiertas las rutas y permitir el paso en las mismas, respetando y garantizando su seguridad, lo cual redundaría muy positivamente en su beneficio económico (ropajes, artesanía, armas, etc.).

    Como en otras regiones fronterizas similares, se va a proceder a una intensiva actividad misionera, principalmente por parte de los bizantinos y los musulmanes, con la idea de convertir y «civilizar» a los nómadas paganos. Esto dará lugar a la aparición de una mezcolanza de creencias heterodoxas, debida a la propia naturaleza de los misioneros que se arriesgaban a realizar su misión en la zona.

    La conversión significaba algo más que un simple cambio de creencias. Supuso la aceptación de las civilizaciones que las representaban, con sus códigos morales, y la aceptación de una existencia más sedentaria.

    L

    OS

    S

    ELYÚCIDAS Y SUS SUCESORES

    La decadencia y descomposición del Imperio abasida, va a permitir el ascenso de los selyúcidas, y otros grupos turcomanos, pero que no tuvieron impacto posteriormente en cuanto al devenir de los otomanos, que se apoderaron de importantes regiones del islam desde el siglo XI. Cada una de estas dinastías turcas revivió y revigorizó el islam, defendiéndolo de las nuevas hordas nómadas y bárbaras que seguían fluyendo periódicamente desde las estepas.

    Los selyúcidas eran un conjunto de tribus bajo el mando de los oghuz, y que, originalmente sirvieron como mercenarios al servicio de los diferentes intereses de la región, terminando por asentarse de una forma más o menos definitiva en las ciudades del Horasan y Transoxania, territorios que se les había asignado para su defensa en nombre de los califas de Bagdad.

    imagen

    Armadura otomana del periodo clásico (cota de malla y casco cónico de turbante).

    En 1055, el líder selyúcida Tugrul Bey, obligó al califa a nombrarle «protector del islam» y sultán, lo que le otorgaba una regularización formal de su estatus, así como el de sus territorios, si bien esto supuso una ruptura entre los líderes selyúcidas, que debían actuar como gobernadores y protectores del imperio, y buena parte de sus beys y atabegs, insatisfechos con las cada vez mayores restricciones que se les imponían, con respecto a sus actuaciones contra las poblaciones asentadas en la zona.

    El sultán asumía la autoridad, cedida por el califa, para legislar y gobernar en cuestiones administrativas, militares y seculares no reguladas directamente en la ley musulmana, quedando este como un mero líder espiritual.

    Los selyúcidas retomaron, restauraron y elaboraron el aparato administrativo tradicional persa al que añadieron diversos elementos islámicos, apoyándose en ministros persas que hacían hincapié en su propia cultura, recuperando la lengua persa y eliminando en gran medida los elementos árabes tanto del gobierno como en la cultura, utilizando a persas en la mayoría de los puestos administrativos del imperio.

    Mientras los ghazis seminómadas constituyeron el elemento principal del Ejército selyúcida, estos no podían ignorar, al menos del todo, sus demandas de enfrentamientos periódicos para la obtención de botín (y nuevos territorios y terrenos de forraje). Controlarlos resultaba muy complicado.

    La solución selyúcida fue la instauración de un Ejército regular asalariado, formado en su mayor parte por esclavos y prisioneros de sus conquistas, lo cual permitió ir forzando a las diferentes tribus turcomanas a asentarse de forma pacífica en el territorio que se les designara o ser expulsados hacia los territorios de sus enemigos.

    Esta solución creó un nuevo problema, esta vez de carácter financiero, ya que, ¿cómo se podía pagar tanto a la red administrativa y los burócratas como a los soldados ahora que ya no se podía contar con la obtención periódica de botín que había satisfecho a los nómadas? El Estado selyúcida aún no era lo bastante fuerte como para poder establecer y recaudar impuestos suficientes como para cumplir con todas sus nuevas obligaciones.

    La solución fue la creación de un sistema de asignación indirecta de ingresos (ikta). La premisa esencial del sistema era que toda la riqueza pertenecía al gobernante (sultán), y este la dividía o parcelaba en unidades (iktas).

    Los oficiales del nuevo Ejército y los funcionarios recibían estas iktas a cambio del desempeño de sus funciones, como el equivalente a un salario, ya que tenía derecho a administrar dicha fuente de riqueza (y recaudar ingresos), generando en los nuevos propietarios un genuino interés por preservar, e incrementar, la prosperidad de la agricultura y el comercio.

    A finales del siglo XI, los selyúcidas estaban más interesados por enviar a sus turcomanos más salvajes e incivilizados contra los fatimíes en Egipto. Pero estos optaron por lanzarse sobre los más cercanos, convenientes, débiles y ricos territorios de los estados bizantino y armenio.

    Los selyúcidas se opusieron a los empujes iniciales de los turcomanos hacia Anatolia, ya que deseaban aliarse con los primeros cruzados, e incluso con los bizantinos, contra los fatimíes. Sin embargo, el ímpetu de los turcomanos acabó por arrastrar a los selyúcidas al observar que las defensas cristianas eran extremadamente débiles y que el Ejército bizantino regular estaba tremendamente debilitado por las disensiones políticas internas y las revueltas militares.

    El principal sistema de defensa bizantino consistía en grandes, y escasas, guarniciones estacionadas en fortalezas muy separadas entre sí, por lo que a las tropas de caballería ligera les resultaba fácil pasar de largo y dedicarse al saqueo y pillaje de los territorios cristianos situados más allá.

    Los cristianos confiaban principalmente en las armaduras pesadas, así como las picas y las hachas, resultándoles casi imposible competir con éxito contra la móvil caballería ligera a la que se enfrentaban, que utilizaban principalmente el arco corto compuesto con una eficacia mortal.

    Tan pronto como el nuevo sultán, Alp Arslan, asentó su posición en sus territorios persas (1065), emprendió una campaña en Anatolia para consolidar su control sobre los turcomanos fronterizos, así como sobre los príncipes cristianos de la zona.

    Los esfuerzos bizantinos por detener la invasión (escaramuzas) resultaron inútiles, adentrándose esta cada vez más en la Anatolia occidental. Finalmente, ambas potencias se enfrentaron en una batalla campal, la primera vez que los turcomanos se arriesgaban a una batalla de este tipo. La subsiguiente batalla de Manzikert (19 de agosto de 1071), fue una de las batallas más trascendentales de la historia.

    La superior maniobrabilidad turcomana y el empleo masivo de los arqueros a caballo dieron la victoria a los selyúcidas, llegando incluso a capturar al mismísimo emperador que se había puesto al frente de las tropas bizantinas.

    Si bien el propio Alp Arslan seguía considerando a los fatimíes como su principal objetivo, su victoria supuso la destrucción de facto del sistema fronterizo bizantino y de la resistencia organizada contra los turcomanos por parte de la población de Anatolia.

    En pocos años, la práctica totalidad de la Anatolia bizantina, salvo la franja costera occidental, pegada al Egeo y al mar de Mármara, estaba ocupada por los turcomanos. Muchos, pese a acatar de facto la autoridad de los sultanes selyúcidas, establecieron pequeños estados en las fronteras occidentales, con idea de hacer fortuna en el caótico ambiente fronterizo.

    Mientras el Imperio selyúcida iniciaba su declive con la muerte de Alp Arslan en 1072, una confederación de tribus turcomanas prometió vasallaje y ayuda militar al emperador bizantino, siendo reconocido a cambio su gobierno y gestión del centro-sur de Anatolia, formándose así el Imperio (selyúcida) de Rum, haciendo de Konya su capital.

    A finales del siglo XI, el territorio selyúcida cayó en una nueva era de anarquía e invasiones extranjeras que duró la mayor parte de los siglos XII y XIII, descomponiéndose el imperio en una serie de pequeños estados turcomanos, con una obediencia meramente formal al sultán. La llegada de los cruzados supuso el establecimiento de toda una serie de reinos en la región (Cilicia, Antioquía, Edesa), y en la cercana Palestina (Trípoli y Jerusalén), así como la aparición de las hordas mongolas por el este (Transoxania).

    En 1205, la confederación mongola, unida bajo el liderazgo de un tal Temugin (Gengis Khan o gran Khan) incorporó a su imperio la mayor parte de las estepas asiáticas entre el norte de China y la Transoxania, añadiendo en el proceso un gran número de tribus turcomanas a sus Ejércitos mientras construía una sociedad dedicada por completo a la guerra.

    A continuación, su ataque desbordó las defensas de Oriente Próximo en poco tiempo, plantándose las huestes mongolas en Siria y en las estribaciones de los reinos cristianos y la Anatolia turcomana.

    En 1242, los mongoles derrotaron a los selyúcidas de Rum y les obligaron a reconocer al gran Khan como soberano.

    Al final, la invasión no fue detenida por una batalla decisiva o una exitosa defensa militar, sino gracias al inicio de una crucial crisis entre los sucesores y herederos del gran Khan, dividiéndose el Imperio mongol en regiones, quedando cada una asignada a uno de los parientes vivos (hijos y hermanos) del último gran Khan.

    Las regiones de Oriente Medio (Irán e Irak) y Anatolia tomaron el nombre de Ilkanato.

    A

    NATOLIA EN LOS SIGLOS

    XII

    Y

    XIII

    En la etapa de transición de la hegemonía bizantina a la turca, Anatolia combinó elementos de la alta civilización islámica de los grandes califatos, con la cultura híbrida, radicalmente diferente, propia de las provincias fronterizas (Al-Tagr) o marcas (marches) que recibía el nombre de uy.

    La autoridad del sultán estaba representada por un emir, que era a la vez un líder administrativo y militar, si bien este delegaba su autoridad local o regionalmente en los beys, líderes de las tribus y verdaderos detentores del poder en el Sultanato del Rum, ya que contaban con la fidelidad de los ghazis, siendo estos prácticamente independientes en todo salvo por los vínculos personales o familiares que pudieran existir.

    imagen

    La artillería de campaña y las armas de fuego personales se convertirán en una de las principales características de los Ejércitos otomanos.

    Las provincias fronterizas estaban mezcladas étnica y religiosamente, conviviendo en ellas turcomanos más o menos «civilizados», aun con muchas características nómadas, junto con toda una mezcla de habitantes de muchas otras razas y religiones.

    En toda Anatolia, estos líderes fueron capaces de establecer regiones bajo su control y, en algunos casos, extenderlas en confederaciones que llegaron a constituir una subestructura fuerte y vital de la sociedad.

    Aunque algunos cristianos (bizantinos o griegos) fueron desplazados o asesinados en el transcurso de la ocupación turca de Anatolia, la mayoría permaneció viviendo en sus lugares de origen, conservando tanto sus tradiciones como su religión, y, si bien muchos terminarían convirtiéndose al islam, se conservaron importantes núcleos de población griega y bizantina (cristiana) en territorio turcomano, que se mezclaron, con el tiempo, tanto racial como culturalmente con los invasores en un crisol en el que se aunaban las raíces griegas y cristianas, con las árabes y del Medio y Próximo Oriente junto con las prácticas y tradiciones ancestrales de los turcomanos con raíces en el Imperio goktürk e incluso anteriores, dando lugar a una nueva amalgama de civilización que formará la base de la Anatolia (turca) otomana.

    Muchos de los beys intervinieron muy activamente en las luchas y enfrentamientos no solo fronterizos contra los «infieles», sino que también se mezclaron en las luchas endémicas internas tanto dentro del Imperio (selyúcida) del Rum como del bizantino, creando sus propios «principados» independientes a medida que los poderosos imperios vecinos (selyúcidas, bizantinos y mongoles) se debilitaban.

    En comparación con la mayoría de estos principados que se prodigaron principalmente en el sur de Anatolia, el principado otomano, establecido por un bey llamado Osmán no parecía, inicialmente, contar con ninguna ventaja o cualidad particular que le diese ventaja sobre el resto, si acaso al contrario (debido a su tamaño).

    Sin embargo, su ubicación inicial en el norte de la Frigia, en la región fronteriza con Bitinia entre Dorylaem (Eskisehir) y Nicaea (Iznik), los otomanos hicieron una tranquila entrada en la historia.

    Desde finales del siglo XI y hasta mediados del siglo XIII, los bizantinos fueron capaces de generar un impulso reconquistador que hizo retroceder a los turcomanos de buena parte de Anatolia occidental e incluso, tras perderla en 1204, junto con gran parte de los restos del imperio, retomar el control de Constantinopla, y muchos enclaves estratégicos en Grecia, de manos de los cruzados (1261). Si bien, el restablecimiento del dominio bizantino sobre la capital imperial (Constantinopla), supuso una paulatina disminución del interés por Anatolia, centrándose los intereses bizantinos en los Balcanes y las rutas comerciales marítimas, lo que dificultó la coordinación de la resistencia de los señores feudales bizantinos, organizados en un sistema provincial (themas), a las que se asignaba un conjunto de tropas (akritai o akritoi: tropas de frontera) consistentes en su mayor parte en caballería ligera, armadas con arcos y jabalinas, adaptadas a la guerra contra la caballería ligera turca en acciones de contención, como pueden ser las escaramuzas y emboscadas, bajo la administración y autoridad suprema, civil y militar, de un strategos (general) o tekfur (gobernador), que respondía directamente ante el basileus (emperador). Como puede apreciarse, un sistema prácticamente idéntico y totalmente ideado para hacer frente a, sus oponentes turcomanos.

    O

    SMÁN

    I

    En 1280 entra en escena Osmán (u Otmán) I, el fundador de la dinastía otomana, que será la base del Imperio otomano.

    Tras su ascenso al poder, el nuevo emir, continuando con la política de su padre, va a aliarse, ofreciéndose temporalmente incluso como líder de tropas mercenarias, con algunos de los señores de los territorios vecinos, bizantinos o turcomanos indistintamente, con el objetivo último de ir ampliando, poco a poco, su propio territorio y su base de poder.

    imagen

    Osmán I fue, entre 1299 y 1324, el primer sultán otomano.

    A lo largo de los siguientes 20 años, Osmán va a ampliar enormemente el territorio bajo control otomano, haciéndose con Bilecik, Yenişehir, que convierte en su capital, İnegöl y Yarhisar, así como varios castillos y plazas fuertes bizantinas en estas áreas expandiendo su autoridad y poder en dos direcciones principalmente, al norte, a lo largo del curso del río Sakarya, y al suroeste, hacia el mar de Mármara.

    Las continuas victorias de Osmán y el incremento de territorio controlado por los otomanos provocaron un continuo éxodo hacia la región de todos los clanes y tribus turcomanas, mongolas, etc. deseosas de obtener gloria y botín, y también de todos aquellos con el fervor religioso suficiente para querer tomar parte en la guerra santa (yihad) contra los infieles (cristianos).

    Su fama llega a tal punto que, en 1302, tras haber logrado una nueva y sonora victoria sobre los bizantinos en Bafea, es nombrado sultán al haber fallecido el último sultán selyúcida del Rum sin descendencia, obteniendo la primacía religiosa, (si bien aún no la política ni la militar) de entre los beylicatos de Anatolia.

    Las tropas que Osmán encamina inicialmente a la batalla son una mezcolanza de guerreros (ghazi); básicamente un grupo de saqueadores y bandoleros compuesto a partes iguales por aventureros, fanáticos y disidentes religiosos y políticos de todas las etnias.

    Con el tiempo, sin embargo, y según se van afianzando sus conquistas, comenzó a predominar el reclutamiento y empleo de los soldados de etnia turcomana y mamelucos, iniciándose la incorporación de esclavos, que se van a seleccionar y entrenar desde su más tierna infancia, para crear los cuerpos de élite y la guardia personal de los califas y emires. Los guerreros (ghazi) se agrupaban en fraternidades, con una serie de códigos y emblemas, similares a las órdenes de caballería cristianas, si bien estas agrupaciones eran mucho más fluidas, debido fundamentalmente a su carácter popular (no nobiliario), pudiendo los guerreros cambiar de una a otra, dependiendo del prestigio y el éxito del que cada una disfrutara en un momento dado.

    Los otomanos fueron probablemente los primeros en adoptar esta práctica, y en cualquier caso la institución (ghazw) se remonta a los inicios de su Estado.

    Desde principios de la época otomana (siglo XIV), el término ghazi se convirtió en un título de honor y una reivindicación de liderazgo. De hecho, debido a la legitimidad política que se otorgaba y suponía a los que ostentaban este título, los gobernantes musulmanes, y no solo los otomanos, competían entre sí por la preeminencia en la ghāziya: contar tanto con las mejores tropas, como los más relevantes e importantes hechos de armas, y en esto los sultanes otomanos fueron habitualmente reconocidos como los mejores, ya que, por razones políticas, los sultanes otomanos, siendo también califas, concedían la mayor importancia a salvaguardar y reforzar la excelente reputación militar de la que gozaban en el mundo musulmán, siendo una práctica habitual el que, tras una victoria, se enviaran mensajeros o voceros de las mismas, así como esclavos y parte del botín capturado a los potentados musulmanes vecinos.

    2

    El periodo inicial o formativo del Ejército otomano (1300-1370)

    Como ya hemos comentado, la primera organización militar otomana era en realidad poco más que una amalgama heterogénea de muy diversos elementos: desde nómadas turcomanos a selyúcidas e ilkaníes, e incluso algunos griegos bizantinos, si bien fue la tradición militar nómada la que predominó durante el período inicial de la formación del Estado otomano.

    Al igual que en otras sociedades nómadas euroasiáticas, resulta complicado distinguir entre sociedad y Ejército entre los primeros otomanos que vivían en las zonas fronterizas (al-Tagr) de Bitinia. Todos los habitantes de la región, seguidores de los otomanos y capaces de luchar, podían, y de hecho lo hacían, participar y tomar parte tanto en las incursiones sobre territorios vecinos o en la defensa del propio, cuando era necesario. Las incursiones depredadoras (akın) eran llevadas a cabo por los akıncı (guerreros), si bien poco tiempo después estos adquirieron el carácter islámico del Estado otomano, prefiriéndose desde ese momento el término ghazi (guerrero de la fe o combatiente en la yihad).

    L

    AS

    YOLDAS

    Aparte de estas bandas eclécticas, heterogéneas e indiferenciadas de guerreros, desde el primer momento se estableció también una fuerza pequeña de tropas, bien organizada y entrenada, en torno al gobernante (bey) y que le prestaba servicio permanente, tanto en guerra como en tiempo de paz, actuando como su guardia personal.

    Esta «comitiva militar» no era precisamente una invención otomana, sino una institución universalmente extendida tanto en Oriente como en Occidente desde tiempos inmemoriales (de los koldas mongoles al vassus celta, el trost o gesinde germano hasta llegar a las guardias pretoriana o varega de romanos y bizantinos).

    Una de las peculiaridades de este séquito militar era que en el mismo se entremezclaban no solo hombres libres, sino que muchos eran esclavos, a los que se prometía la libertad como pago a su tiempo de servicio, y que buena parte de ellos eran extranjeros. Lo que sí parece claro es que servían de forma voluntaria y que estaban vinculados personal y directamente al bey de turno, siendo sus compañeros más cercanos y sirvientes personales.

    En tiempo de guerra, algunos de ellos eran elegidos para comandar grupos de combate en las batallas, mientras que un grupo selecto de entre ellos servía como guardaespaldas o guardia de corps del sultán. Su sustento estaba asegurado por la parte del bey en el botín obtenido durante las incursiones o las guerras.

    imagen

    Escena de un asedio llevado a cabo por los otomanos en donde se aprecia la gran variedad de armamento que utilizaban.

    Su fuerza oscilaba desde unas pocas docenas o unos cientos en los tiempos de paz, hasta unos 3.000 hombres en servicio en tiempo de guerra.

    Según se fueron extendiendo las conquistas territoriales otomanas, parte de su apoyo inicial provino de colocar a los miembros de estas comitivas militares, delegándoles parte del poder y asentándolas en los nuevos territorios que controlaban, creando una «nueva nobleza» político-militar con una fuerte vinculación con el sultán.

    Designados inicialmente, entre los oghuz turcomanos, como yoldas (término usado en las estepas euroasiáticas). Sus líderes o jefes militares asumían el título de alp (héroe u hombre valiente).

    Con el ascenso de los mongoles, se sustituyó el término turco yoldas por el equivalente mongol: nhokhor o nhoker, que aparece utilizado repetidamente en las crónicas otomanas.

    El heterogéneo séquito de Osmán estaba compuesto mayoritariamente por turcomanos, tanto de origen anatolio como de Asia central, pero también contaba con un importante grupo de griegos, bizantinos, catalanes o almogávares y, un aún pequeño, pero creciente, número de esclavos. Un puñado de algunos cientos de hombres como máximo, si bien sus principales aliados y familiares contaban con sus propias comitivas personales que, en ocasiones, actuaban de manera autónoma en los territorios de las regiones fronterizas, creando pequeños señoríos cuasi independientes dentro de la «gran frontera» otomana de Bitinia. Obviamente, cuando se decidía emprender una nueva aventura militar a mayor escala o se debían enfrentar a un ataque enemigo de importancia, unían sus fuerzas y alistaban a todo varón apto para crear las fuerzas de combate otomanas, tal y como sucedió en 1302 en la batalla de Bapheus, y nuevamente en 1329 en la de Pelekanon, cuando todas las fuerzas que pudieron reunirse en el territorio otomano lucharon contra la amenaza de los bizantinos.

    En este periodo, el Ejército otomano estaba formado en su mayor parte por guerreros montados a caballo (caballería ligera), con algunos escasos grupos de infantería suplementaria o de apoyo, mal armados, escasamente entrenados y con poca capacidad combativa.

    El equipo de un jinete guerrero otomano de 1330 incluía disponer de al menos un buen caballo y una espada de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1