LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO (476) NO ES UN ACONTECI- MIENTO QUE SE PRECIPITARA DE LA NOCHE A LA MAÑANA, SINO QUE FUE LARVÁNDOSE DURANTE SUS ÚLTIMOS DOSCIENTOS CINCUENTA AÑOS. El principio del fin comenzaba con el ocaso de la dinastía Severa (235), dramáticamente truncada con el magnicidio del emperador Alejandro Severo (208-235). Este joven emperador, de personalidad pusilánime y veleidosa, que todavía no se había liberado de las faldas de su madre –que es quien ejercía el poder desde la sombra–, había ascendido al trono en el año 222 con apenas trece años. Su muerte, consecuencia de un motín desencadenado entre su propio ejército, desembocó en un período que los historiadores han bautizado como anarquía o crisis del siglo III (235-284).
Los soldados, cuyos salarios habían menguado como consecuencia de la inflación económica; estaban descontentos con un emperador que, como estrategia, había terminado cediendo a la presión de las tribus germánicas, que ya se desplegaban en sus fronteras desde la ribera oriental del Rin, firmando tratados de paz, que incluían el pago de generosos tributos que incluían grandes cantidades de oro y plata.
Los mismos soldados que asesinaron a Alejandro Severo elevaron en el poder al primer emperador con ascendencia bárbara, Maximino el Tracio (¿173?-238), hijo de un campesino visigodo y una mujer alana de orígenes humildes. Maximino sería el primero de una lista de hasta veintiséis efímeros emperadores, que se sucedieron en apenas medio siglo, y que se mostraron totalmente incapaces de fortalecer un Imperio que ya se aproximaba hacia su ocaso…
CUANDO EL IMPERIO SE DIVIDIÓ EN DOS
Un régimen tributario, cuya fiscalidad asfixiaba a las clases más humildes; una crisis ideológica, en la que la población comenzó a aparcar sus cultos tradicionales permeabilizándose a religiones foráneas llegadas de Mesopotamia (como el