EL IMPERIO BIZAN- TINO SURGE COMO CONSECUENCIA DE LA DIVISIÓN DEL ANTIGUO IMPERIO ROMANO EN DOS MITADES (ORIENTE Y OCCIDENTE), TRAS LA MUERTE DE SU ÚLTIMO EMPERA-DOR TEODOSIO (395). La región occidental no tardaría en fragmentarse en distintos reinos, como consecuencia de la migración de tropas germánicas, en un proceso que culminaría con lo que los historiadores han bautizado como “la caída de Roma” en el año 476. Mientras, la región oriental continuaba un período de transición que, identificándose en los primeros siglos como la “Nueva Roma”, terminó por convertirse en el Imperio bizantino. En su trono se fueron sucediendo una serie de dinastías, cuyo ascenso al poder se legitimaba a través de un complejo y estratégico juego de intrigas y conspiraciones.
DINASTÍA HERÁCLIDA: RESCATANDO LA CRUZ
La dinastía heraclida o heracliana (610-717), que recibe el nombre de su primer emperador Heraclio (575-641), marca el período de transición en la historia del Imperio romano de Oriente, que pasa a convertirse en el Imperio bizantino. Este proceso, que significa una ruptura con el pasado bajo imperial romano, se consuma con su helenización cultural, esto es, la despedida del latín (que pasa a convertirse en lengua para el vulgo) y en favor del griego, nuevo idioma oficial que, a partir del año 629, rebautizaba al antiguo “imperator caesar augustus” con el menos pomposo título de basileus.
Esta helenización del Imperio bizantino constituyó la grieta cultural que separó Oriente de Occidente. Un distanciamiento cultural que empezó en lo idiomático y continuó en lo religioso, para terminar reflejándose en otros ámbitos mucho más trascendentes para el ser humano como es el puramente estético. Tal y como advierte Isaac Asimov, en "Constantinopla: el imperio olvidado" (1970): "Hasta los tiempos de Heraclio, las ramas occidental y oriental de la Iglesia católica podían estar en desacuerdo en lo referente a la perpetua cuestión de si era el Papa o el patriarca de Constantinopla el que tenía la primacía; pero hablaban la misma lengua y se sentían emparentados. Pero entonces se empezaron a romper aquellos tenues lazos. Como los sacerdotes occidentales hablaban latín y no sabían griego, y el clero oriental hablaba el griego sin saber latín, las dos ramas se hicieron extrañas entre sí. Además, en los tiempos de Heraclio, las barbas volvieron a ponerse de moda en el mundo griego. La costumbre de afeitarse se remontaba, según algunos, a Alejandro Magno, quien, como tenía barba rala, impuso la moda. En el mundo romano, la costumbre de afeitarse fue introducida un siglo más tarde por Escipión el Africano, que era un amante de todo lo griego. Entonces, el mundo oriental, que la había iniciado, la abandonó; mientras que el mundo occidental, que la había adoptado de Oriente, la mantuvo. Una cuestión tan insignificante como esta acrecentó desmesuradamente la hostilidad entre dos mundos”.
La llegada al poder de Heraclio coincidió con la Guerra bizantino-sasánida (602-628), que culminó con la incursión bizantina en la capital Ctesifonte (Irak), la derrota de los sasánidas (persas) y la recuperación de la Vera Cruz, que fue llevada de nuevo, en solemne acto, hasta Jerusalén (630). Puede considerarse una victoria pírrica, si se advierte que, tan solo siete años después de ser libe-rada de los sasánidas, fueron los musulmanes los que conquistaron Jerusalén y esta vez, la –que fue asesinado en su palacio–, Constantinopla era atacada por otros enemigos: los ávaros y eslavos, que lograron ser distanciados por el patriarca , después de haber invocado la ayuda de la Virgen.
