Caballeros, castillos y frontera: tres pinceladas para definir de forma impresionista, y a menudo errónea, la Edad Media hispana. Sin embargo, hubo un tiempo dentro de ese amplio momento que hemos acordado definir medievo, en que grupos de caballeros articularon —a través del control, en nombre de su rey, de numerosos castillos y fortalezas—una enorme área geográfica situada en los confines entre los reinos cristianos y los poderes islámicos que dominaban los espacios andalusíes al sur del Tajo. Su tarea puede parecer el ejercicio de una simple actividad militar realizada en contra de las fuerzas almorávides, almohades, benimerines y nazaríes. Pero tras el clamor de las armas lanzadas en cabalgadas, esos caballeros, disciplinados en órdenes militares, surgidas en Oriente o creadas sobre el solar hispano, fueron el más retórico instrumento de un proyecto cargado de significados, útil a los papas y, sobre todo, a los monarcas, para reforzar sus intereses y sus capacidades políticas, exaltando esas tareas con el barniz ideológico de la cruzada.
¿EX ORIENTE LUX? LOS PRIMEROS AÑOS
En 1095, el papa Urbano II lanzó un llamamiento a los caballeros de la cristiandad occidental para que participaran en una guerra (un peregrinaje armado, en la definición de Franco Cardini) cuyo