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Cazadora de Reliquias: Cazadora de Reliquias
Cazadora de Reliquias: Cazadora de Reliquias
Cazadora de Reliquias: Cazadora de Reliquias
Libro electrónico398 páginas5 horas

Cazadora de Reliquias: Cazadora de Reliquias

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Información de este libro electrónico

Después del descubrimiento de una red de portales estelares que permiten la expansión de la humanidad a través del universo, Jean, una capitana audaz de la Armada Humana, se revela como La Elegida de La Llama Azul, la fuerza más poderosa de la creación. Jean se encuentra en el centro de una lucha épica por el destino de la galaxia, y con su nueva posición como Emperatriz, lidera la lucha contra las fuerzas oscuras lideradas por Amon-Ra.

En su camino, Jean se enfrentará a peligros desconocidos en planetas exóticos, forjará nuevas alianzas y revelará secretos aterradores que podrían cambiar el universo para siempre. Con personajes complejos y una trama llena de acción, "Cazadora de Reliquias: La Rebelión de La Elegida" es una emocionante novela de ciencia ficción que te dejará sin aliento.

¿Está Jean destinada a salvar la galaxia o sucumbirá ante la oscuridad? Descubre la respuesta en las páginas de esta Space Opera, de la mano de Mariano Melia.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 may 2023
ISBN9798215723586
Cazadora de Reliquias: Cazadora de Reliquias
Autor

Mariano Melia

Mariano Melia es un prolífico escritor nacido en 1979 en el corazón de La Plata, Buenos Aires. Amante incansable de la vida de campo y sus costumbres, luego de cursar sus estudios en la UNLP, se graduó en Ciencias Veterinarias. Desde su infancia, su imaginación lo llevó a crear historias de aventuras, las cuales plasmó en sus dos primeros libros: Mastrochicho y Maramaldo, El paracaidista . Luego de publicar sus primeros libros en donde desarrolló, con el estilo de novela histórica, las historias reales de soldados calabreses en el marco de la Segunda Guerra Mundial, Mariano Melia incursionó en la ciencia ficción con esta "Space Ópera". Cazadora de Reliquias: La rebelión de la elegida es la primera entrega de esta maravillosa saga en donde el pasado y el futuro se conjugan de manera magistral para llevar al lector más allá de los límites de su imaginación.

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    Cazadora de Reliquias - Mariano Melia

    MARIANO MELIA

    cazadora

    de reliquias

    L A R E B E L I O N D E L A E L E G I DA

    Melia, Mariano

    Cazadora de reliquias : la rebelión de la elegida / Mariano Melia. -

    1a ed. - Córdoba : Marina Beatriz Alioni Carranza, 2023.

    350 p. ; 22 x 15 cm.

    ISBN 978-987-88-8728-9

    1. Ciencia Ficción. I. Título.

    CDD A863

    Mariano Melia

    CAPÍTULO 1

    Levanta! ¡Levanta, por favor! —repetí, mientras una gota de

    —¡

    sudor caía por mi sien. Tenía los nudillos blancos, y podía escuchar los latidos enloquecidos de mi corazón.

    La nave subía lentamente, a pesar de los destrozos. Contaba con tantos agujeros como chapas existentes. A simple vista, la vieja M4-14

    o Insignia como me gustaba llamarla, se mostraba fuerte y resistente. Contaba con tantos parches y remiendos en su estructura, que ya nadie sabía identificar su verdadera procedencia. Por supuesto, era cien por ciento hecha por un terrestre. Sin embargo, pertenecer a la Armada Humana no ha garantizado jamás contar con los recursos necesarios para equiparse correctamente. Menos aun existiendo tanta competencia en el negocio de ser una caza-recompensas.

    Algunos disparos golpearon fuerte en el casco y la potencia se había mermado. Necesitaba tiempo para despegar; y era algo que no tenía. Irónicamente, algo que era tan relativo en su apreciación en el universo, no lo era bajo el fuego hostil.

    5

    Una horda Hunter Winds. Situados en el planetoide tipo B llamado Unra, más allá de la Constelación de Géminis, eran una raza de comerciantes sin códigos. Altos, de piel oscura y similar a la de los antiguos reptiles de la Tierra, tenían una boca prominente repleta de filosos colmillos. No les gustaba que les roben, y menos que menos alguien como yo. Querían mi pellejo a como diera lugar, y fueron muy entusiastas con sus blásters cuando les grité lo que pensaba.

    —¡Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón!

    Logré recuperar aquella reliquia. Me costó mil agujeros en la nave y casi también mi cabeza. Pero valió la pena.

    Los Hunter Winds acaparaban objetos sin conocer su valor real.

    Solía darme una vuelta de tanto en tanto para ver qué habían recuperado de la zona de chatarra. Así llamábamos a ciertos sectores de la galaxia que sucumbieron en las interminables guerras.

    Allí podía encontrarse prácticamente de todo.

    Ese día, al llegar me mostraron sus adquisiciones que tenían a la venta. Un objeto llamó automáticamente mi atención. Era una especie de hueso que brillaba con una luz tenue azulada. Intenté no demostrar un interés particular, pero ellos olían cuando había interés en algo. Era la reliquia que buscaba. El Gran Jefe disfrutaba regatear en sus negociaciones. Sin embargo, en aquella oportunidad se cerró.

    —Esto que quieres es parte de nuestros tesoros… ¡No se vende!

    —espetó.

    —Ambos sabemos muy bien que todo aquí está a la venta. Incluso la voluntad de tus secuaces puede ser comprada para que te traicionen… ¡No sería la primera vez! —respondí.

    —¡No se vende! ¡Demasiado valioso! —repitió.

    —¿Cuánto es demasiado? Solamente por saber…

    —Ciento veinte mil docs. Pero no está a la venta para ustedes, langostas.

    —¡Así que aprendiste una palabra humana! ¿Quién le puso precio 6

    a esa cosa? ¿Alguna clase de coleccionista con fetiche de huesos?

    ¡Puedo conseguirte mucho más!

    —No deseo nada que puedas darme, Capitana… ¡Nada de lo que puedas ofrecer vale las vidas que nos ha costado conseguirlo!

    —¡Ah! Esa reliquia tiene un valor sentimental, entonces…

    —comenté, burlona.

    Al nombrar aquella palabra, me miró con desconfianza y guardó el hueso azulado en una caja de metal. Intuí que aquel brillo no era algo normal y que la caja servía para contener lo que fuese la extraña energía que emitía.

    —El comprador está en camino. No podrás llevártelo. —sentenció.

    Luego de intentar convencerlo durante varias horas, llegué al límite de mi paciencia. La negociación no llegó a buen puerto. Mi diplomacia tenía techo, y estallé. Enojada, me fui abandonando el ágora.

    —¡Por eso nadie los quiere en sus planetas! ¡No son más que un atado de ladrones y corruptos!

    Las risas del Gran Jefe y su séquito me acompañaron aun cuando no podía oírlas más.

    Estaba encaprichada. No me iría de Unra sin aquel extraño objeto.

    Decidí esperar afuera de la ciudadela durante algunas horas. La oscuridad llegó. Entre las sombras, me deslicé por los caminos y atravesé las calles desiertas. Encontré el palacio a oscuras y, recordando mis anteriores incursiones, fui por la reliquia. La encontré en una sala adyacente al salón principal. Me extrañó que todo el lugar estaba desierto y en silencio. Sin embargo, mi ambición me empujaba hacia aquel tesoro.

    En cuanto la tomé, el sonido de una alarma retumbó por el lugar.

    Sus mascotas de guardia alertaron a la población. Comencé a huir, 7

    mientras disparaba sobre mi hombro. Los láseres de sus armas pasaban rozando mi cabeza. Logré salir con algo de olor a quemado en mi cabello. Los centinelas me seguían el paso con gritos de guerra.

    Aunque no entendía mucho su idioma, era evidente que no saldría con vida si me atrapaban.

    Zigzaguee. Opté por esa opción, a la antigua usanza, intentando esquivar sus disparos. A pesar del peligro, necesitaba esa adrenalina pura en mis venas. Por suerte, a pesar que era un planetoide B, tenía buena gravedad para la buena carrera. Corrí a oscuras por diversos cañones hasta llegar a la nave. En cuanto nos elevamos, sentimos la lluvia de disparos. Aunque pagamos un costo quizás alto, lo logré.

    Tenía conmigo una reliquia.

    —¡Dime al menos que los agujeros de la nave valieron de algo, Jean! —dijo Li, mi segunda al mando.

    —¡Ja, ja, ja! ¡Por supuesto! ¿Por qué lo dudas? ¿Cuándo la Capitana Jean del AG1- Towings Zulú de la Armada Humana Intergaláctica de la Primera Era dejó escapar un tesoro? Las chapas se arreglan… ¡Pero tenemos una reliquia, Li! ¡Una maldita reliquia!

    Mi colega y amiga movió la cabeza, sonriendo de manera cómplice.

    Me desplomé en mi asiento. Reía mientras la tripulación corría de un lado al otro de la nave. Estábamos huyendo, nuevamente en mi nave insignia, de un trato comercial con unos delincuentes planetarios. Hacía ya un largo tiempo que me dedicaba al estudio de reliquias, tesoros y batallas de antaño, buscando recuperar botines.

    Luego por mi parte, sólo debía buscar el mejor postor.

    Mi cuaderno estaba lleno de posibles descubrimientos y pistas en forma de rumores. Sólo había que encontrarlos, o desacreditarlos. Mi trabajo era arduo. Debía anotar, investigar y viajar por medio 8

    universo. En mis viajes tuve que aprender cientos de idiomas. Y

    cuando nos topábamos con un posible descubrimiento había tres opciones: descubrir, excavar o robar, para poder hacerme con la pieza, o lo que fuera. En todos mis años de vida no había encontrado otra pasión que me hiciera sentir tan viva como aquello. De hecho, la Armada no aprobaba lo de robar o cazar una reliquia, solo era una cuestión personal.

    Al ser parte de la Armada Humana, muchas de las especies planetarias nos tomaban como una de las peores calañas del universo conocido. Por lo tanto, era común que quisieran malversar siempre cualquier tipo de trato en donde nos viésemos involucrados. No había una ley universal para resolver estos temas. Eran muy complejas la variedad de formas y culturas. Sin embargo, se tenía un conocimiento de lo que era hostil, maldito o quiebra mundos.

    Existían varias Federaciones de especies, cada una con sus propios intereses. Las más populares eran las dedicadas al comercio.

    Compatibilizar valores morales entre especies era algo difícil pero posible. Aunque se trabajaba activamente en el entendimiento mutuo, siempre todo era muy lento.

    Pero había algo que era una constante: la codicia de todas las civilizaciones por el vil metal, conocido por todos como Docs. Era una aleación, y contenía oro, plaxir y sagrex.

    Era la moneda corriente, y millones de mundos comercializaban con esa unidad. Incluso, era la medida de transacciones más usada.

    Alimentos, esclavos, lujos y tecnología… todo lo que podía comprar o venderse, se intercambiaba por Docs. Y ahora mi cabeza también se valuaría en Docs.

    Después de varias semanas desde que había llegado a Unra, al fin nos alejamos de aquel planetoide tipo B. Los Paduan Lars eran quienes nos habían contactado y contratado de manera remota para recuperar 9

    aquella reliquia muy antigua, robada hacía más de cincuenta mil años.

    No habíamos visto su aspecto nunca. Aun me costaba entender cómo aquellas civilizaciones podían vivir tanto. Lo importante era que volvíamos con nuestro botín, y pronto recibiríamos nuestra paga, finalizando aquella aventura. O eso pensábamos en ese momento.

    Amaba esa doble vida. Por un lado, pertenecer a la Armada, con su correspondiente ámbito de investigación. Y por otro, el ser caza-recompensas. Me costó bastante convencer a mi tripulación principal de serlo. Cualquier contienda de extracción quedaba enmascarada con otras intenciones, a fin de que no fuésemos denunciados ante la Armada. Era una vida llena de aventuras y adrenalina.

    10

    CAPÍTULO 2

    ntes de volver por nuestra recompensa, decidimos hacer una Amisión de supervisión en la galaxia TX6, en el cuadrante 20, cerca de una enana roja.

    En mi bitácora tenía, desde hacía tiempo, aquel lugar marcado.

    Sabía que hacía varios miles de años se había producido una batalla entre varias especies cerca de la atmósfera de un planeta rocoso.

    GJ887b era como se conocía para la nomenclatura terrícola, pero sus habitantes lo habían bautizado Patrol Six. Era una lástima, pero estaba destruido y acabado. Su atmósfera era fina, pero permitió la vida en su superficie. Si hay algo que había aprendido en mis viajes era que la vida sobrevivía siempre, de algún modo, si las condiciones mínimas existían. Aun en los lugares más increíbles, se daba su lugar, con diversas formas, estadios o dimensiones. En este caso, aunque la enana roja no proveía al planeta del suficiente calor, Patrol Six tenía un núcleo fuerte y producía energía geotérmica, al estilo de pequeños volcanes. El calor en muchas especies era necesario para la supervivencia.

    Entramos en órbita. Entre la atmósfera y las dos lunas cercanas que 11

    circundaban el planeta, había cientos de escombros. Era un cementerio silencioso. Sentí un escalofrío surcando mi espalda.

    Eran los restos de una batalla muy antigua. Al no haber vientos solares, todo había quedado en el mismo modo y lugar, desde hacía miles de años. Nada parecía vivir allí; o por lo menos eso creímos.

    —¡Maniobra hasta aquel sector y apaga los motores! —indiqué a Turner, mi piloto de mando.

    —¡Sí, Capitana!

    —Señor Turner y Señorita Li, ustedes me acompañarán. En Paduan Lars escuché que habían enviado cazadores de tesoros cientos de veces aquí, en la búsqueda de una caja negra de la nave principal. Si la encontramos y la llevamos junto con la reliquia… ¡Nos pagaran una fortuna! Señorita Li… ¡Prepare y traiga todo lo necesario!

    —¡A la orden, Capitana!

    La señorita Li era una joven híbrida, de una colonia de los Nacars.

    Humanoide, no poseía orejas, sólo pequeños orificios y sus ojos eran verdes brillantes. En lo demás era muy similar a los humanos. La rescatamos de un contingente de esclavos. Fue una incursión extraoficial, ya que no teníamos permiso para interferir en asuntos de otras especies y culturas.

    Fue algo sencillo. Estábamos buscando un informante en Nibiru, el sexto planeta de la galaxia Ja-V4. Logramos dar con una caravana de tratantes. El Señor Turner era el único que hablaba evoriano, por lo que fue el encargado de hablar con el Jefe de la caravana.

    Aunque me disgustaba ver seres esclavizados, no podía hacer mucho. En cada planeta de cada galaxia el tráfico era algo común. Así que, mientras esperaba al señor Turner fuera de la tienda, en el desierto de Nibiru, me puse a caminar junto a las grandes jaulas de esclavos.

    Unos ojos verdes atrajeron mi atención. Me acerqué, entre curiosa y cauta. Los restantes esclavos extendían sus manos, entre las rejas, suplicando lo que supuse sería agua o comida.

    12

    —El viejo Rosneath matará a tu compañero y a ti te venderá como prostituta por diez Docs… —dijo un esclavo, con una media sonrisa.

    —Eres bastante osada o suicida si afirmas algo así. No me conoces… ¿Cómo estás tan segura que Rosneath quiere hacer eso? O

    que yo no iré a acusarte.

    —Sé que matará a tu compañero porque en cuánto entró, sintió el olor de la hierba Allana. Eso lo dormirá de manera profunda. En cuanto quede inconsciente, saldrá humo rojo de la tienda y sus cómplices caerán sobre ti…

    Sentí un nudo en la garganta. Volteé y vi que, efectivamente, una humareda roja empezaba a salir de la tienda.

    —¡Mierda! ¡Señor Turner! — grité asustada.

    —¡Libéranos y nosotros nos encargaremos! ¡Somos muchos más!

    ¡Ahora! —gritó la muchacha.

    No tuve mucho tiempo para pensar. Disparé mi bláster contra los candados que cerraban la gran jaula, y medio centenar de esclavos salieron disparados en todas direcciones. Los acólitos de Rosneath llegaron con látigos y palos, intentando poner orden, pero la horda de prisioneros se abalanzó contra ellos. En medio de la estampida, la muchacha me tomó de la mano y evadiendo los grupos que luchaban, me condujo hasta la tienda. El viejo Rosneath estaba gritando como un loco, por lo cual me limité a apuntar mi bláster a la cabeza y matarlo sin miramiento alguno. Si él era un traidor, no habría piedad.

    La muchacha y yo tomamos a Turner y lo cargamos entre nuestros hombros.

    —¡¿A dónde está tu nave?! —me gritó.

    —¡Al sur! ¡Deberemos caminar unos dos kilómetros!

    La muchacha me ayudó a llevar a mi tripulante sin quejarse ni una vez. En cuanto llegamos, mi equipo salió a socorrernos.

    —Eres valiente. Te agradezco. Sin tu ayuda, probablemente no 13

    habríamos salido con vida. Mi nombre es Jean. Capitana Jean, aunque todos me dicen Cap. No sé qué planes tienes… ¡Pero me gustaría que te incorpores a mi tripulación! —dije, extendiendo mi mano.

    —Hola, Cap. Mi nombre es Li. Y teniendo en cuenta que todo mi plan para hoy era pudrirme en esa jaula, creo que aceptaré tu ofrecimiento.

    Ambas nos reímos, después de tanta tensión. Había demostrado inteligencia y percepción, dos cualidades que siempre he valorado. La apañamos en la nave y en poco tiempo era una más. Trabajó desde un principio en informática y superó ampliamente a cualquier humano.

    Su sentido de percepción lo era todo para mí; lo que más destacaba en ella. Era capaz de leer las situaciones o tener un acercamiento de lo pasaba o lo que podría suceder en instantes. Por fuera del mando, nos hicimos amigas de inmediato.

    Y allí estábamos. A punto de lanzarnos a una nueva aventura.

    Patrol Six, el planeta-cementerio, nos aguardaba. Fuimos a la plataforma de salida con nuestros trajes. Subimos a una pequeña nave-Carrier para acercarnos al punto deseado. A pesar de hacerlo cada día, siempre las sensaciones eran increíbles. Allí no se sentía nada, pero te sentías parte del todo.

    Había cientos de naves destruidas y sus escombros estaban por doquier. Silenciosas, se movían en sus propias órbitas. Decidimos acercarnos a una de las naves de mayor envergadura.

    Al acercarnos detectamos un gran daño en su casco. Había incrustaciones de grandes esquirlas, y señales de haber chocado contra otra nave en todo el perfil. Sus vidrios estaban estallados, y había marcas de fuego producidas por alguna explosión. Sin duda el sistema de aire se hizo vacío, dejando a todos sus tripulantes a merced del espacio. Aunque muchas veces, por el patrón de disparos, podíamos deducir cómo fue el ataque. En aquella oportunidad estábamos desconcertadas.

    —Li. Fíjate si puedes entrar por esa parte, en el puente central, al 14

    lado de aquel vidrio roto… –señalé.

    —¡Sí, Cap!

    —Entraré por el costado… ¿Lo ves? Iré hacia el área del control de mandos. Turner, ve por el otro lado a ver qué encuentras. Ve por fuera y rodea lo que queda de la nave.

    —¡Perfecto, mi capitana! —dijo orgulloso.

    Cada uno tomó su rumbo. En cuanto entré, escuché un ruido. Esas naves con los años se deterioraban lentamente y crujían. « Nada que alarmarse », pensé.

    El lugar era inmenso. Sus paredes de hierro calamita eran de una tecnología antigua, pero eficaz. Sus paneles de control, como los artefactos en la plataforma del hangar interno, eran de otro material que nunca había visto. Aunque hubiese querido reparar algo, la mayoría de las cosas estaban despedazadas. Frente a mí había unas filas naves cazas de porte ligero. Eran muy anatómicas, sin ser completamente ovoides porque tenían alas. Pude intuir que aquellas no llegaron a despegar nunca, y por lo menos habría una docena allí, enganchadas a un cerrojo. Quizás no se habían perdido en el espacio por tal amarre.

    Debajo de las alas, en cada nave asomaba una turbina central y ocho cañones. «¡Debió ser temible luchar frente a ellos» pensé!

    Comenté cada hallazgo a mi bitácora del traje para luego trasladarla a mi bitácora central, era mi cuaderno de apuntes. Ya tenía miles de páginas escritas del universo y sus formas. Mi curiosidad me impulsaba a no dejar nada sin mirar. Y más de una vez aquello fue un problema. Tal vez por eso me asignaron la capitanía de la nave AG1 de investigación para la Flota Humana Intergaláctica. O quizás, porque fui la única que solicitó un puesto considerado como suicida por muchos.

    Seguí caminando buscando algo más. Eran estructuras de milenios. Algunas marcas de oxidación en las aleaciones empezaban a aflorar, pero lo demás estaba bastante bueno. Las luces de mi traje 15

    empezaron a titilar. Era el anuncio que estaba en problemas. Miré mi brazo controller, pero la batería estaba en orden. Algo raro.

    —Li… ¿Me oyes? —llamé preocupada.

    Silencio.

    —Turner… ¿Estás por ahí? Mi traje empezó a fallar, rastrea mi ubicación…

    Silencio.

    Las luces parpadearon brevemente antes de volver a su normalidad, y me adentré en la nave en busca del centro de control.

    Recorrí el pasillo central. Subí por una plataforma al siguiente nivel, y luego a otro. Las luces centrales que delimitaban los pasillos estaban apagadas, y la energía de emergencia ya no funcionaba. Debió ser lo último en apagarse, ya que estos pisos suelen seguir operando hasta la muerte de la batería, indicando la ruta de evacuación en caso de emergencia.

    En un costado del pasillo, pude vislumbrar el espacio a través de los paneles de vidrio todavía íntegros. Pero la sensación de abandono y desolación en aquel lugar me hizo sentir un escalofrío. No encontré ningún indicio de vida, ni cuerpos ni rastros de material orgánico. De repente, mis luces se apagaron por completo y me quedé a oscuras en medio de la nave. «¡Dios! ¡Otra vez! ¿Qué está pasando? » pensé en algún tipo de radiación conocida que pudiese afectar las baterías, pero mi controller no señalaba nada fuera de lo usual.

    No hay registro de radiación. No hay señales de vida, ni signos de ella en mucho tiempo. No hay nada orgánico, ni un solo cuerpo descompuesto, o algún esqueleto en un traje. Al menos, hasta ahora.

    La tecnología parece bastante antigua. La hojalata de las paredes es tan vieja que se rompería con la más leve tormenta cósmica…

    Dejé de hablar en mi bitácora portátil en cuanto escuché un ruido 16

    cerca de mí. Respiré hondo. Mi corazón empezaba a acelerarse, pero seguí adelante. Sólo por precaución, preparé mi arma.

    El lugar estaba lleno de puertas. Me recordaron a las compuertas de una pequeña prisión. Había barrotes, pero por lo general estaban rotos hacia los costados. Entré en la primera que vi, sorteando el enmarañado de hierros. Sentí un dolor agudo en mi cabeza al entrar, y caí de rodillas. Tenía náuseas. Apoyé mis manos en el piso, rogando no desmayarme.

    Respiré hondo, e intenté incorporarme. De súbito, escuché en mi cabeza una voz.

    —Búscame…

    Era una voz grave y gutural. Fue extraño. Algo estaba hablando en mi cabeza, pero no sentí miedo. Estaba entrando en mí, queriendo comunicarse. Inquieta, me pregunté si podía escuchar mis pensamientos. Sentí que debía ir por donde me guiase la intuición.

    Caminé varios minutos entre los escombros. Llegué al final de un pasillo, a una especie de amplio calabozo.

    A pesar de tener el traje, percibí que allí la temperatura era algo elevada. Supuse que era la adrenalina y transpiración de mi cuerpo.

    Continué, y vi una pequeña claridad en uno de los calabozos contiguos.

    Estaba nerviosa. Sentí en el bolsillo de mi traje la reliquia que había robado en Unra. La apreté entre mis dedos. Una especie de electricidad me recorrió la espalda. Preparé mi bláster, y cuanto atravesé el umbral, me quedé sin aliento.

    A mi alrededor podía ver la montaña donde mi abuelo vivió. Todo estaba exactamente igual a como lo recordaba. Incluso, podía sentir en mi piel la tibieza del sol terrestre, percibir el aroma de las gardenias que rodeaban la cabaña y escuchar el trino de los pájaros.

    Bajo el gran árbol que se hallaba en la entrada, estaba mi abuelo recostado. Tenía llagas en las manos y un hilo de sangre corría desde su sien. Sin embargo, me miraba de forma pacífica, con aquella media 17

    sonrisa que tanto amaba.

    —¿Abuelo? ¿Cómo...

    —Al fin llegaste, Jean. ¡Te esperaba desde hace mucho tiempo!

    —¿Qué? No puede ser. ¿Dónde estamos?

    —En casa, donde siempre será tu refugio.

    —¿Qué te pasó? ¿Estás herido?

    —No te preocupes por mí. ¿Recuerdas ese potro salvaje que entró en nuestro campo? Me llevó mucho tiempo, pero al fin logré domarlo.

    Sin embargo, ganar no implica salir sin heridas de la batalla. Y esta fue una batalla más que tuve que pasar, pero quizás la más importante.

    Conseguí que ambos estemos en paz, y eso es todo por lo que vale la pena luchar...

    La oscuridad me rodeó. Temblé. Parpadeé, y toda aquella visión había desaparecido.

    Vi en el interior del calabozo. En uno de los extremos había un extraño cuerpo azulado. Tenía una cabeza ovoide, con ojos grandes, negros, y sin boca. Era la viva representación del antiguo concepto de alien que se tenía en la Tierra, antes de que los viajes espaciales se convirtieran en moneda corriente.

    Estaba en posición fetal. Me sentí tranquila porque era indicio que estaba resguardándose. A su alrededor tenía atados proyectiles radioactivos, de algún tipo de energía atómica. «Si fuesen de Uranio 235, Torio 234, Radón 222 y Polonio 210 mi traje lo estaría detectando…»

    pensé. Probablemente era algún otro material atómico, poco conocido, como muchas cosas en el universo.

    El ser volteó hacia mí y su voz resonó en mi mente

    —Al fin llegaste...

    —Hola. —respondí amistosa.

    —Bienvenida. Te esperé desde hace varias vidas. Después de mucho tiempo, ya queda poco de mí. Debemos apurarnos. Me llamo Weiss Troy. Soy de la civilización Paduan Lars. Ayúdame, por favor.

    18

    —Sí, quédate tranquilo, lo haré. Conozco a los Paduan Lars, aunque no físicamente. Hace un tiempo nos contactaron para recuperar una reliquia muy antigua. El contacto fue hecho a través de un tercero, ya que el interesado quería permanecer anónimo. Sólo se nos indicó donde podíamos encontrar la reliquia y dónde nos daría la paga al tenerla–dije sin razonarlo, algo triste al pensar cuánto tiempo pasó ese ser a solas allí.

    —No sé quién pudo ser… Me capturaron hace muchos años.

    Debes llevarme a mi mundo, debo llegar antes de mi final. Ya tuve mi ciclo. Lleva mi cuerpo a la galaxia Ocrus, al séptimo planeta de las tres estrellas blancas. Simnus es el nombre de mi mundo. Busca a la Emperatriz Granzx Troy. Es la décima sexta dinastía del planeta. A cambio, te daré un poder más allá de tu imaginación…

    Sus palabras resonaban suplicantes en mi mente.

    —¡Espera! —dije asustada.

    —No tienes que decir nada… ¡No temas! Si no hago esto, Simnus caerá y el poder de la llama azul morirá conmigo.

    —No te conozco y entiendo que estés asustado. Nos comunicaremos con los tuyos… ¡Daremos el auxilio indicado!

    —No lo entiendes. Al fin llegaste… ¡Te estaba esperando!

    —Sí. Llegué…Y te llevaré a mi nave. Luego hablaremos. ¡Se te nota débil!

    —No debes olvidar lo que te dije. Al fin llegaste. Eres por quien esperé tanto tiempo. Puedo leer tu alma… ¡Eres nuestra elegida!

    Sus palabras me dejaron inquieta. Me hablaba con tal paz y confianza, que sedujo una parte de mí. Esa parte que siempre quería saberlo todo. Esa parte que necesitaba meter sus narices donde desconocía, y que hacía brillar mis ojos. Era mi esencia.

    Liberé los barrotes que nos separaban, y me acerqué. Me agarró con fuerza, con una de sus delgadas y largas manos. Traté de tirar mi brazo con desesperación, pero no podía aflojar su agarre.

    19

    Con su otra mano, de un solo movimiento hizo un tajo en su vientre maltrecho. Comencé a llorar desesperadamente, sin entender cómo aquel ser podía tener tanta fuerza y decisión. Quise moverme, pero era en vano. Una fuerza más allá de su agarre no me permitía mover ni un dedo. Aquel extraño manejaba mis movimientos.

    Un líquido gris comenzó a brotar lentamente y a flotar en la mínima gravedad que todavía quedaba en la nave. Hurgó sobre su pecho, y sacó de allí una especie de pequeño frasco de luz azul celeste.

    Lo colocó en mi mano. Miré ese frasco, por dentro había una especie de fuego azul. Quedé hipnotizada mirándolo. La herida comenzó a suturarse sola.

    —No te asustes. Ahora entrará en ti. Allí lo pondré.

    —¡No podré respirar si rompes mi traje! ¡Moriré en segundos!

    —dije aterrorizada, sin poder moverme o resistirme.

    —Es necesario el proceso… ¡No morirás! Hazme caso, Jean. No te preocupes, ya llamé a tu gente.

    —¡¿Cómo sabes mi nombre?!

    —Sé quién eres. Pero tú no lo sabes.

    Dejé de sentir sus palabras en mi mente, y empecé a sentir un dolor agudo en mi vientre. Entré en pánico.

    —Tranquila. Es doloroso, pero vale la pena —repitió.

    Grité con todas mis fuerzas. Sentía que me estaba destripando, y sin anestesia. Mis gritos retumbaron en toda la nave.

    —Tranquila, yo me encargo. Es importante que no tengas rastros, ya que serás la persona más buscada del espacio —dijo Weiss Troy.

    Metió su garra en mi vientre y saturó todo en menos de un segundo. Su magia cicatrizó mi piel sin dejar rastros. Perdía el conocimiento poco a poco. Mi traje no paraba de sonar con su alarma de brecha de seguridad. Mi cuerpo flotaba junto al de Weiss. Su mano quedó agarrando mi brazo.

    —¡Control! ¡Control! ¡Estamos en camino hacia allá! ¡Preparen 20

    cuarentena para la capitana! ¡Tenemos una fuga del traje de ella! –dijo Turner. Las voces de mi tripulación llegaban desde lejos.

    —Entendido. Proceda a la zona de cuarentena… ¡Acelere, no se demore! –dijeron por radio.

    Mientras hablaban entre Li y Turner, me levantaban. El subteniente tapaba con su mano la fisura del traje en el vientre.

    —¿Qué ha pasado? ¡Respira profundo! ¡Quédate

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