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Esculpiendo su propio destino
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Libro electrónico798 páginas11 horas

Esculpiendo su propio destino

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Información de este libro electrónico

¿Qué le espera al famoso político cuando regresa a la Vida Espiritual? ¿Cómo actúan las fuerzas invisibles sobre los representantes del pueblo reunidos en el Congreso Nacional? ¿Qué es la Ley del Vientre Libre? Cáncer: ¿qué puede favorecer su desarrollo y cómo podemos ayudar en su curación? ¿Cómo ayudan los Espíritus Protectores a sus protegidos y cómo las entidades misioneras penetran en el Umbral para rescatar a sus seres queridos? ¿Cuál es el destino de quienes se prostituyen o llevan una vida frívola? 
¿Qué le depara a Caifás en su encuentro con Jesús? ¿Buscará su perdón y volverá al redil de las ovejas del Señor?
Estos y muchos otros temas, desde la perspectiva del Mundo Espiritual, se entretejen en esta entrañable y reveladora historia, que Lucius te trae con el deseo de informarte para que no desperdicies la oportunidad de vivir bien, Esculpiendo tu propio destino.
Esculpiendo su Propio Destino, integra la trilogía compuesta por los libros: Despidiéndose de la Tierra y Herederos del Nuevo Mundo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 ene 2023
ISBN9798215859728
Esculpiendo su propio destino

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    Esculpiendo su propio destino - André Luiz Ruiz

    Romance Espírita

    ESCULPIENDO SU PROPIO DESTINO

    Psicografía de

    André Luiz Ruiz

    Por el Espíritu

    Lucius

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Mayo 2021

    Título Original en Portugués:

    ESCULPINDO O PRÓPRIO DESTINO

    © André Luiz Ruiz, 2008

    Revisión:

    Andrea Novoa Ríos

    World Spiritist Institute      

    Houston, Texas, USA      
    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    Del Médium

    André Luiz de Andrade Ruiz

    Se inició en el conocimiento espírita a través de los ejemplos recibidos de sus padres, Miguel D. D. Ruiz y Odete de Andrade Ruiz, igualmente admiradores de la doctrina codificada por Kardec.

    Nacido en la ciudad de Bauru, Estado de São Paulo, Brasil el 11 de Agosto de 1962, desde la infancia estableció residencia en Birigui, en el mismo Estado, de donde se transfirió para Campinas en el año de 1977.

    En 1979 pasó a frecuentar la Sociedad Beneficente Bezerra de Menezes, donde se encuentra hasta la actualidad, desarrollando, al lado de muchos companheros dedicados al ideal cristiano, la labor fraterna de atención a los hermanos en la caminata evolutiva.

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc., nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80's conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brazil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sustentable de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrado en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Perú en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, habiendo traducido más de 160 títulos, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    ÍNDICE

    1.–  LA SUITE PRESIDENCIAL

    2.– LEONOR

    3.–  OLIVEIRA Y EULÁLIA

    4.–  LOS MECANISMOS DE LA HIPNOSIS

    5.–  INICIO DEL TRABAJO

    6.– PIDIENDO ENFERMEDAD  O CREANDO       

    LA ENFERMEDAD

    7.–  EXPLICANDO

    8.–  LOS AMBIENTES INFERIORES

    9.–  LA RUTINA EN LAS CAVERNAS

    10.–  LA ASTUCIA DE LAS TINIEBLAS

    11.–  MIRÁNDOTE A TI MISMO

    12.–  EL AUTO EXAMEN

    13.–  ATMÓSFERA DE CADA ENFERMO

    14.–  EL BIEN AMPARANDO AL MAL

    15.–  SELECCIÓN PARA EL CARNAVAL

    16.–  EL CARNAVAL

    17.–  LA LLUVIA

    18.–  MIENTRAS EL PADRE TRABAJABA,      

    SUS HIJOS DESCANSABAN

    19.–  CAVERNAS CASI VACÍAS

    20.–  PROTEGIENDO A LOS ENCARNADOS  DE SÍ MISMOS

    21.–  RECIBIENDO AYUDA DE CASI  TODOS LADOS

    22.–  RESOLVIENDO UN PROBLEMA Y CREANDO TRES

    23.–  CONTINUANDO LAS LUCHAS

    24.–  EL ENCUENTRO REDENTOR

    25.–  AYUDATE A TI MISMO QUE EL CIELO TE AYUDARÁ

    26.–  EL REGRESO DE LA CELEBRACIÓN

    27.–  FRENTE AL PRINCIPAL

    28.–  DESDOBLAMIENTOS

    29.– EL CULTO, LA MISA  Y LA REUNIÓN ESPÍRITA

    30.–  EL JUEGO MEZQUINO

    31.–  VALOR Y DECISIÓN,  ENFERMEDAD      

    Y DESCUBRIMIENTO

    32.–  AGITACIÓN EN LOS ABIMOS  Y EN EL PARLAMENTO

    33.–  LAS ACCIONES DEL BIEN Y LOS VERDADEROS       

    OBJETIVOS DEL MAL

    34.–  CÁNCER BENDITO

    35.–  RECORDANDO

    36.–  MISERICORDIA X JUSTICIA

    37.–  EL REENCUENTRO

    38.–  ACERCÁNDOSE DE LA LUCHA FINAL

    39.–  EL ENCUENTRO DEL PRINCIPAL, GEROBÓN Y CAIFÁS

    40.–  A CADA UNO SEGÚN  SUS PROPIAS BÚSQUEDAS

    41.–  VENCIENDO A LA PROSTITUCIÓN

    42.–  DEFINIENDO NUEVOS RUMBOS

    43.–  ESCULPIENDO SU PROPIO DESTINO

    RETRATO DE MADRE  MARÍA DOLORES

    1.–

    LA SUITE PRESIDENCIAL

    En tarea de apoyo y aprendizaje espiritual en ese entorno difícil, se encontraron Jerônimo y Adelino, espíritus enviados por Bezerra de Menezes para fortalecer a Leonor, que aun se mantenía en una esquina de la habitación.

    Su expresión facial mostraba la melancolía para ocultar la preocupación que había estado arraigada en sus pensamientos durante unos días.

    El lugar no ayudaba mucho.

    La desagradable combinación de fluidos produjo reacciones nauseabundas en cualquier espíritu menos entrenado en el trabajo de socorro para las aflicciones humanas.

    Varias habitaciones, llenas de entidades desequilibradas que acompañan a los que vivían allí.

    Si se analiza por el desequilibrio del estado mental, se podría decir que el entorno no difiere del de un sanatorio. Espíritus enloquecidos vagaban por todos lados, entrando en todos los ambientes, tratando de tocar a los humanos, gritando insultos y vociferando maldiciones.

    Si analizamos el sitio por la frivolidad de los presentes, podríamos compararlo a un mercado donde todos asisten a hablar de sus intereses, al comentar sobre las futilidades de la vida y a maldecir contra el sufrimiento y la injusticia, entre chistes susurrados y maldades pronunciadas con aire de respeto.

    Las conversaciones de los desencarnados no escaparon a sus observaciones que allí, en compañía de tantos encarnados de vibración similar, se animaban más a dar rienda suelta a sus instintos groseros.

    No demasiado distante, una entidad, de apariencia repulsiva, se expresaba sin vergüenza:

    – ¿Ya llegó el ocupante de la suite presidencial? – gritó como si fuera responsable de la organización de un evento importante.

    – Ya llegó, ya llegó... se está preparando para entrar a la suite... –. respondió otro, sacando la cabeza de fuera por la puerta de la pequeña sala que conducía al ambiente principal.

    – Vamos, todos estamos esperando para ver el gran evento...

    Los vivos en el cuerpo nunca se podrían imaginar lo que estaba sucediendo a su alrededor.

    Y si la espera por la ocupación de la llamada suite presidencial fue algo tan importante para esa aglomeración de entidades viciosas y degeneradas, los otros compartimentos, ya ocupados, también tenían su público específico.

    El alboroto; sin embargo, era la marca común, mezclando encarnados desatentos e invigilantes con la multitud de espíritus usurpadores maliciosos, interesados en extraer lo mejor de sus fortalezas de cada proveedor humano.

    El recinto y sus innumerables habitaciones y oficinas se llenaban con la vida y la muerte, los hombres y las mujeres, en las manifestaciones de emoción desadaptada, sin grandes conexiones con las cosas superiores de la existencia.

    Raros eran lo que se postraban en una actitud de consideración adecuada a las circunstancias.

    Muchos espíritus curiosos se sintieron atraídos por el sitio, como si asistieran a un espectáculo extraño que los divertiría un poco, dando nuevo sabor a las monótonas ocupaciones de persecución del mundo invisible sobre el mundo visible.

    Otros venían acompañando a los propios encarnados como parásitos, tan apegados a ellos que no se podría decir quién se alimentaba de las fuerzas de quién.

    No pasó mucho tiempo antes que se completara el cuadro dantesco.

    Con el alboroto propio las entidades inferiores congregadas en un solo recinto, como si una ceremonia ritualista fuese iniciada al comando de la misma entidad de apariencia desagradable, se observó algo que a los ojos humanos no creerían que existiera, como si tuvieran la desgracia de conseguir capturar las imágenes del mundo espiritual. La excitación de una verdadera multitud de duendes, mendigos, hombres y mujeres destrozados, espíritus perdidos en el libertinaje, todos formando dos amplios cordones en medio de los cuales pasaría una verdadera e importante procesión hacia la llamada suite presidencial.

    Mientras tales entidades propiciaban la grotesca recepción, como si fueran a dar paso a importante autoridad que se había hecho admirado por todos aquellos espíritus pervertidos, otra gritería se inicia, un poco más alejada de ese corredor principal, de donde llovían insultos, amenazas, malas palabras y las ofensas, contrastando con la atención obsequiosa y ridícula de los otros espíritus, demostrando con certeza que, en la dimensión espiritual, dos grupos opuestos estaban a punto de entrar en conflicto.

    Separando las dos hordas, se encontraban espíritus cuya apariencia física grotesca y amenazadora desalentaba cualquier intento de asalto por parte de las entidades enojadas que gritaban insultos desde lejos.

    Esta fue la barrera que los mantuvo más alejados; sin embargo, no les impidió permanecer en su lugar, esperando el momento adecuado para un mayor acercamiento.

    Mientras tanto, la suite presidencial iba siendo ocupada por toda la multitud de entidades curiosas que no querían perderse los detalles de ese verdadero espectáculo ante sus ojos.

    En el ámbito material, suntuosa en sus presentaciones, los alojamientos físicos de la suite estaban a la altura desus calificaciones. Abundantes flores adornaban la entrada. El lugar estaba cubierto de granito pulido y, aquí y allá, se podía observar el cuidado en los más mínimos detalles. Bandejas con refrescos y galletas, café y té para consumo abundante de los encarnados, temperatura regulada para evitar el exceso de calor, criados discretos en uniforme, ofreciendo el mejor servicio.

    Mientras tanto, la procesión espiritual continuó con sus rituales extraños, como recordando las antiguas ceremonias de paganismo ancestral, con espíritus disfrazados de seres mitológicos, vistiendo pieles de animales sagrados, llevando antorchas encendidas, haciéndose preceder por el toque de tambores y alucinados bailarines y bailarinas, en el deprimente desfile del estilo erótico y libertino que caracterizaba las ceremonias de este tipo, tan común en la antigua Roma pagana.

    Los vivos no podían imaginabar el tenor de la bacanal espiritual que sucedía en ese recinto que, a los ojos del encarnado, era una alcoba lujosa destinada solo a personas distinguidas y poseedores de recursos abundantes en condiciones de poder que disfrutan de su lujo y ostentación.

    Al mismo tiempo los desencarnados se alborotaban, viendo el comienzo del festival, los encarnados eran también convocados a la adecuada actitud en vista del importante momento en que se desarrollaría ante sus ojos.

    El silencio falsamente respetuoso no tardó en llegar al rico entorno, transformando el mencionado mercado humano en una abadía casi religiosa.

    Una vez lograda la calma en la efervescencia de los vivos, seis hombres vestidos de negro salieron de la pequeña habitación antes mencionada, llevando ceremoniosamente un pesado féretro de madera tallada, pasando entre los presentes y las numerosas coronas de flores alineadas allí, precedidos y sucedidos por guardias uniformados en la gala propia de un duelo, con el fin de depositar el cuerpo frío en el lugar preparado para recibir los homenajes fúnebres en el amplio y solemne salón ese edificio, construido especialmente para la legislatura de esa ciudad, transformado en improvisado velorio del ilustre desencarnado, antes de la su entierro en el cementerio no muy lejos de allí.

    Ante los ojos de todos estaba el cuerpo físico de un importante político de la ciudad cuya vida estuvo marcada por el discurso de la honestidad y corrección, pero que, en realidad, escondía una vida de excesos, de sórdidos crímenes, de corrupción indecente y todo tipo de ofensas contra el honor y la dignidad del ser humano.

    Se había hecho rico y poderoso en esa localidad y, poco después, al precio de alianzas e intereses creados, arreglos e ilegalidades, ganar prominencia nacional.

    Sin embargo, ni su riqueza material ni sus poderes políticos impidieron que las fuerzas de la muerte lo arrastrasen, poniendo fin a la larga serie de errores y crímenes apenas disfrazados con el manto de una falsa dignidad.

    A lo largo de su vida pública, su fama regional se ampliara con el tiempo, por lo que su velorio en la Cámara Legislativa se hizo muy concurrido, sin mencionar el público curioso que acumulaba fuera del edificio, como reclamando la posibilidad de un último vistazo al difunto.

    Algunos llegaban como quien se despide de un benefactor.

    Otros querían ver si era cierto.

    Muchos; sin embargo, rugieron insultos mentales, con el típico sarcasmo del ser humano rencoroso que, sin poder competir con el poder y la influencia del difunto, ahora destituido de todas sus armas humanas, podía darle el cambio, maldiciendo su nombre y deseando las peores cosas al alma del difunto.

    La suite presidencial, como los espíritus inferiores se referían a la sala principal del edificio legislativo, fue finalmente ocupada por la estrella principal.

    Aturdido y todavía unido al cuerpo físico expuesto a la mirada del pueblo, el espíritu del referido hombre público era digno de compasión de todos los que allí lo observaban, perdido en medio de la confusión en la cual se encontraba, ya que el pobre hombre no sabía discernir entre lo que sucedía en el plano material, los homenajes y discursos ridículos que los corruptos se prestan unos a otros mezclado a la fiesta bacanal que lo recibía en el ambiente espiritual, mezcla de fiesta erótica, burla colectiva y manifestación de protesta violenta, teniendo como punto central su figura.

    Se le veía un deseo de salir de allí. Sin embargo, los intensos lazos que lo prendían al cuerpo carnal aun no le permitían escapar.

    Al lado del suntuoso féretro, la familia carnal se apostaba esbozando falsa emoción, simplemente para que pudiera salir en fotografías de los periódicos o fueran captados por las cámaras de televisión que podría grabar ese evento periodístico y sin el más mínimo respeto por la situación en sí.

    Entre una y otra imagen, se podía observar la preocupación de algunos periodistas para conseguir entrevistas con los políticos vivos que habían asistido a la ceremonia fúnebre y que, de cierta manera, también se exponían a ser captados por las cámaras y conseguir un buen espacio en los medios de comunicación, además de aprovechar la oportunidad para hacerse notar, conocer y difundir sus ideas sobre los proyectos de su autoría.

    La situación de Oliveira¹, el fallecido, fue una de las peores.

    No acostumbrado a la elevación de pensamientos y a las oraciones verdaderas, relegara sus obligaciones espirituales a la práctica del ritual de la religión católica, de la mayoría de sus constituyentes, transfiriendo al sacerdote tareas para asegurar su entrada al paraíso mientras que, a través de las concesiones materiales y favores políticos agradables al clero, sellaba esta sociedad de intereses inferiores, demostrando a los religiosos que podían encontrar en él, Oliveira, un hábil aliado y un generoso proveedor de favores.

    Durante su vida, ésta había sido la relación espiritual que el político había desarrollado con Dios, a través de la religión formal en la que vio un trampolín para su ascenso político y material. Aliado con los líderes religiosos más importantes, había creado un sistema de intercambios y apoyo a través del cual utilizó el Reino de Dios para conquistar el Reino de los hombres.

    De esta manera se intercambiaron intereses.

    Oliveira garantizaba a los sacerdotes el reino del mundo y ellos le prometieron el Reino de los Cielos.

    Ahora; sin embargo, ni siquiera la presencia de numerosas autoridades eclesiásticas de diversos niveles jerárquicos era capaz de proporcionar el acceso del fallecido a los bienes del espíritu, ya que, contrariamente a todas sus expectativas, lo que veía ante sus ojos asombrados y asustados era la surrealista ceremonia de duendes deformados y entidades fantasmales, mezcladas con los encarnados de forma tan íntima, que él no sabía decir quién era espíritu y quién era cuerpo.

    En su mente poco preparada para tal situación, preguntó por qué las autoridades habían permitido ese tipo de gente horripilante en el ambiente legislativo, la cual era evidentemente incompatible con la cámara de las sesiones oficiales.

    Volviendo su mirada a su cuerpo tendido en el interior del ataúd, también se sorprendió preguntándose qué hacía allí, durmiendo en medio de tanto ruido. ¿Cuándo se declarará abierta la sesión? Pero, ¿por qué su cuerpo estaba en ese estado?

    Oliveira se perdía en conjeturas inapropiadas para un cerebro poco aficionado a las cuestiones trascendentes. La escena era demasiado reveladora. Estaba ante su propio velorio. Todo indicaba el desastroso acontecimiento que interrumpió sus planes mundanos.

    Un dolor incontrolable llegó a su cerebro espiritual, lo que le obligó a mantenerse agarrado al borde del ataúd para no caer al suelo.

    Por cada ex socio de un partido político tenía una expresión de desesperación, les gritaba al oído y no obtenía respuesta.

    Oliveira entraba en el camino del delirio.

    Se arrastró desde el ataúd hasta el lugar donde estaba sentada su esposa, tratando de encontrar en ella algún apoyo.

    Ella; sin embargo, que hacía mucho tiempo mantenía un matrimonio de apariencia, acostumbrada al estilo inútil y mentiroso de vivir, no guardaba ningún sentimiento elevado en relación al marido. Él nunca se había hecho querer por la ella y por los innumerables hijos e hijas. Atendía a sus deseos consumistas como forma de compensar la aceptación de sus aventuras y escapadas con amantes más jóvenes, siempre conseguidas a través de asesores directos y cómplices de sus vicios sexuales, las orgías alimentadas con la licores caros.

    Los hijos habían sido relegados al cuidado de sirvientes e institutrices, sin tener mayor vínculo de afecto con su progenitor, a quien se permanecían cercanos solamente para el aprovechamiento de las ventajas del cargo político y los beneficios del poder. Habían crecido como delinquentecitos burgueses acostumbrados a hacer todo lo que deseaban y a esconderse detrás del padre poderoso para que resolviese sus problemas.

    El padre era solo la caja fuerte, el proveedor de dinero, el hombre importante y nada más.

    Por lo tanto, Oliveira claudicaba entre políticos inescrupulosos que lo apoyaban y que ahora se encontraban en dificultades frente a negocios pendientes que él debía haber culminado, pero que se estancaron sin solución con su muerte.

    Los sacerdotes lamentaban la pérdida de un gran aliado y pensaban, ahora, la forma de conseguir otro importante respaldo para sus pedidos e intereses.

    El corazón de Oliveira estaba destrozado por la sorpresa, su cerebro parecía explotar el dolor incesante, y según sus propias conclusiones precipitadas, solamente se abrirían para él la nada o lo desconocido desesperante.

    Los ojos de los amigos espirituales; sin embargo, no perdían de vista a Leonor, ya que allí los habían destacados los superiores espirituales a fin de ayudar a la pobre mujer en los momentos difíciles que se avecinaban.

    2.–

    LEONOR

    Eran interesantes las personas que se encontraban en aquel remedo de homenaje al muerto.

    Por un lado, criaturas inescrupulosas y egoístas componían la gran mayoría, aquellas que deseaban ser notadas, mientras que la calidad de sus conversaciones estaba marcada por palabras malévolas que bailaban con facilidad de la boca al oído, entre las ruedas y los pasillos de la institución legislativa.

    También asistieron representantes de religiones tradicionales, disputando entre ellos la oportunidad de tomar el liderazgo espiritual de ese evento vanidoso.

    Los familiares, indiferentes y fríos, permanecieron atentos a la función teatral de manifestar la tristeza exterior y protocolaria que sería digna de esperarse de los miembros del clan Oliveira, sin que ello signifique ningún pensamiento reconfortante para el espíritu del difunto, indicativo de añoranza o sentimiento de pérdida en relación con él.

    Por otro lado, la gente tenía curiosidad por saber qué le pasó a un hombre público.

    Uno u otro ciudadano que a lo largo de su vida había recibido algún beneficio del político importante, alguien que había utilizado sus contactos influyentes, que había obtenido una ventaja gracias a las atenciones del fallecido, trajo al entorno una racha de gratitud, un sentimiento que se diferenciaba de la curiosidad vulgar.

    Algunos ancianos que apoyaron el ascenso político de Oliveira lamentaron sinceramente su pérdida física, ciertamente por desconocer la magnitud de sus compromisos morales en el ejercicio de sus responsabilidades colectivas, idealizándolo a imagen de un hombre al que veían representado en sus inflamados discursos, imaginándolo dotado de especiales virtudes, lejos de suponer su transformación en el político venal y corrupto, indiferente y desalmado que, de hecho, mucha gente sabía que era.

    El resto de visitantes correspondió a este universo de desequilibrio propio de los hombres en el mundo actual.

    Sin embargo, sentada en el banco de los invitados, Leonor fue una pieza casi totalmente ignorada por la mayoría de los presentes.

    Retirada al lugar más lejano, sin ningún énfasis oficial, estaba allí la ex amante de Oliveira, entendiendo y aceptando su condición de mujer sin títulos sociales y que debía permanecer en el anonimato para no avergonzar a los representantes del club familiar del político fallecido.

    Su viaje de lágrimas había comenzado hacía mucho tiempo.

    Cuando Oliveira era joven, pobre y sin calificaciones personales, Leonor, un poco mayor, lo conoció y, de la atracción inmediata, nació un tórrido romance, tan común a cualquier joven de todos los tiempos.

    Esta unión informal resultó en el nacimiento del primer hijo de la pareja, que pronto fue seguida por una hermosa niña.

    Sin embargo, ambicioso y astuto, Oliveira sabía que su vida no podía mantenerse en ese patrón de pobreza y sin importancia.

    Quería mayores vuelos en conquistas atrevidas.

    Entonces, tan pronto como nació su hija, dejó a Leonor para valerse por sí mismo, alegando que necesitaba mudarse a otra ciudad en busca de otro tipo de trabajo.

    Sin molestarse por las lágrimas de su compañera con la que había convivido durante unos años y de quien había recibido el cariño espontáneo de amiga y socia en las dificultades, Oliveira exigió una ciudad más grande en la misma región, en la que pudiera dar alas a sus metas de hacer carrera en cualquier área que le garantice el éxito.

    Leonor no pudo acompañarlo porque no tenía los requisitos o atributos femeninos para satisfacer sus demandas.

    Sería la esposa de un gran pobre. Sin embargo, nunca podría convertirse en la esposa de un hombre rico, de un hombre importante como él, Oliveira, que tenía tantas ambiciones de serlo.

    Los hijos de la pareja recibieron el olvido deliberado del padre que, en realidad, quería romper los lazos con lo que él ya consideraba un pasado, un pasado que se acabó y con el que no debería tener ninguna conexión.

    Leonor había criado a la pareja de niños en el ardor de la dificultad.

    Oliveira había prosperado gracias a su talento personal y a los golpes favorables del destino, según lo que pensaba de sus ideas no espiritualizadas.

    Se había acercado a un adinerado comerciante donde ejercía las funciones de chofer y guardaespaldas, lo que le proporcionaba el indispensable salario mensual, además de mantener una apariencia física favorable a los ojos femeninos.

    No pasó mucho tiempo antes que sus impulsos conquistadores se dirigieran hacia la única hija del jefe. La joven Helena también se había compadecido del muchacho y, a pesar de la diferencia de patrón social, comenzó un romance entre ellos, aunque lejos de la mirada firme y aguda de los padres de la joven.

    La competencia, seriedad y aparente rectitud de Oliveira pudo, por fin, cautivar la sensibilidad de los padres de Helena, facilitando la formalización del noviazgo y la adopción del conductor como miembro definitivo de la familia.

    Sin embargo, el muchacho nunca mencionó su relación anterior y su paternidad en relación con los dos hijos que había tenido con Leonor.

    Helena ocupaba el centro de su mundo y sus planes, puerta abierta al éxito de sus esfuerzos de conquista.

    Los padres de la joven estimularon su inteligencia para que, con el apoyo de sus suegros, Oliveira continuara su formación intelectual estudiando en diferentes niveles, siempre con los mejores rendimientos y alabando las victorias, atrayendo aun más la atención de Helena y de sus padres.

    La boda no se hizo esperar, habiendo tenido lugar poco después Oliveira obtuviera la licenciatura en Derecho, carrera codiciada por todos aquellos que deseaban seguir los caminos de la política.

    El suegro había llegado a ver, en el viejo conductor, al continuador de su tradición de riqueza y garante de la felicidad de su única hija.

    Las luchas comerciales y los intereses de la familia, ahora también depositados, en parte, sobre sus hombros más jóvenes, llevaron a los dos hombres a emprender caminos de lucha con el fin de garantizar mejores condiciones para su negocio.

    Se pusieron en contacto con políticos de la época para garantizar precios más altos a los cultivos en sus fincas, manipulando el mercado y ejerciendo presión para elevar el valor de los bienes y, con ello, obtener mayores ganancias.

    Comprometido con ello, surgió la oportunidad que su suegro se viera elevado como alcalde de la ciudad, colocando a Oliveira como su brazo derecho e iniciando sus primeros contactos con los difíciles entresijos de la mundanalidad política.

    Leonor, a su vez, herida de afecto por el abandono del padre de sus hijos, a costa de mucho sacrificio, se mantuvo en equilibrio sobre el tenue hilo en el que trataba de mantenerse entre la dignidad y la desesperación.

    Sin dejarse sesgar por las sugerencias de la facilidad, en la búsqueda de dinero a través de la venta de placeres, se apretó entre el servicio doméstico del que sacaba un pequeño sueldo y los problemas de la educación de la pareja de niños, que crecieron a pasos agigantados.

    Leonor no tenía parientes cercanos a los que pudiera acudir para que la ayudaran con el indispensable cuidado a su descendencia.

    Necesitaba contar con la ayuda de una vecina disponible que, por una miserable cantidad que le ofrecía Leonor, había aceptado cuidar de sus hijos, lo que ella siempre hizo con la renuencia de aquellos en los que el sentido del amor por los demás no se ha extendido; sin embargo, tocó el corazón de alguna manera.

    Así, los niños siempre fueron maltratados, a pesar de comprender los desafíos maternos en un trabajo exhaustivo para garantizar la alimentación diaria y la ropa pobre.

    El tiempo pasó.

    Oliveira se convirtió en la cabeza de la familia, con la muerte de su suegro, y Helena había asumido el papel de garante de su integridad moral.

    Con el cambio de situación en el clan que había adoptado como propio, Oliveira había conquistado, de un solo golpe, la riqueza heredada por su esposa y la posición política como sucesor de su suegro en los negocios y asentamientos.

    Helena se mantuvo alejada de tales escenarios ya que se dedicó a cuidar de la madre enferma, que aun vivía, y de los hijos que estaba engendrando de la unión con su esposo.

    Las rutinas familiares; sin embargo, no llamaron la atención de Oliveira, quien relegó esta responsabilidad a la vigilancia de la mujer, descuidando las tareas de padre y, finalmente, el cariño de marido.

    Cada vez más involucrado en las luchas políticas, también se encontró embriagado por las seducciones que la importancia de su figura facilitaba, debido al comportamiento lascivo y ofrecido de otras mujeres.

    Y una sucesión de jóvenes amantes, chicas exuberantes e insinuantes se volvieron adictivas a los patrones de sentimiento y conducta sexual de Oliveira, descubriendo emociones más fuertes que las que sentía cuando estaba en contacto con Helena.

    Sin embargo, nunca se permitiría dejar que tales aventuras se hicieran públicas, llegando a dañar la figura de un buen esposo y un padre generoso, que cultivaba los estándares de la familia perfecta.

    Sus infidelidades fueron vividas al amparo de atentos ayudantes, proxenetas de turno, que prestaban tales servicios para ganarse la confianza y complicidad del importante empresario que comenzaba a emprender una carrera política.

    En este punto, la conciencia de Oliveira se hizo oír para buscar noticias de Leonor.

    Aburrido de la fácil procesión de mujeres que convertían trozos de carne de monte, sumisas a sus impulsos y sirvientes de su voluntad, después de más de dos décadas de aventuras y éxitos económicos, Oliveira echaba de menos las amigables caricias de Leonor.

    La soledad interior se hace mayor cuando el cuerpo, cansado de placeres sin sentido, se da cuenta que ninguna de las facilidades del sexo puede alimentar las necesidades del alma.

    Pensó en sus hijos, en cómo deberían haber crecido...

    Una nostalgia intercalada con esperanza y necesidad se apoderó de su emoción.

    A través de uno de sus ayudantes proxenetas, sus asesores para la depravación, Oliveira recibió noticias de su excompañera.

    Leonor no debería haber conocido muchos detalles de su vida privada.

    Quería concertar una cita con su excompañera, después de tanto abandono que había pasado.

    Con los esfuerzos de su asesor en materia sexual, Oliveira logró encontrarse con Leonor quien, con el viejo sentimiento en su corazón, a pesar del dolor del abandono y las heridas sin curar, accedió a reunirse con él, buscando conocer su destino.

    A partir de este reencuentro, Oliveira reanudó su esperanza de ser feliz. Recordando el cariño de Leonor que, a sus ojos, seguía siendo atractiva como en el pasado, a pesar del tiempo transcurrido, Oliveira se inventó la historia que vivía lejos, en una situación materialmente estable y que se había unido a una persona, pero que el destino le había garantizado el puesto de viudo, con niños para ser educados. Esto consumió sus preocupaciones y recursos, lo que lo obligó a pasar sus días entre sus compromisos de negocios y viajes.

    Leonor lo escuchó, impresionada por el cambio en sus modales. Seguía siendo la chica sencilla de ayer que no tenía complicaciones y que ahora podía volver a sentirse amada por ese hombre.

    Sin embargo, Oliveira necesitaba ser discreto y evasivo para no estropear ese momento de éxtasis por sus afectuosos deseos.

    Los hijos de Leonor no asistieron al reencuentro porque ella optó por no revelarles nada, ya que ambos fueron lastimados por su padre, debido al abandono al que habían sido relegados.

    A partir de ese reencuentro se reavivó el cariño y, sin saber que Oliveira era un hombre casado, Leonor tenía esperanzas de recuperar su atención e interés.

    Para Oliveira; sin embargo, eso era solo un poco de comida fresca en medio de tanta basura emocional que se sentía obligado a usar, ahora que su vida ligera lo empujaba cada vez más hacia el fango del libertinaje.

    Con este planteamiento, Oliveira buscó compensar a Leonor y aclarar un poco su conciencia, ennegrecida por la culpa del abandono, ofreciéndole ayuda económica para sus necesidades más urgentes.

    Leonor, que era muy ingenua, aun sabía tener la dignidad para rechazar la oferta de dinero. Sin embargo, recordando la difícil condición de sus hijos, sugirió la posibilidad de obtener un estudio para ambos en otra ciudad, lo que les permitiría crecer y, al mismo tiempo, disminuir los gastos familiares.

    Tocado en sus fibras íntimas por el noble recuerdo de Leonor y sabiendo de su infalible deber paterno, Oliveira le prometió conseguir trabajo y colocación en una escuela para sus hijos, sin que él apareciera como benefactor. Ambos no habían podido estudiar adecuadamente porque carecían de las condiciones económicas para hacerlo. Se perdieron en el subempleo, del cual tomaron algún apoyo.

    No quería que sus hijos, que nunca lo habían conocido, se sorprendieran con una ayuda financiera que podría parecer un intento de comprarles el perdón tardío.

    Oliveira ayudaría a la pareja de niños, pero sin presentarse.

    Ellos inventaron la historia que Leonor se había beneficiado de una beca con derecho a trabajar para uno de los hijos.

    Comenzarían con el mayor, el hijo varón, y más tarde, lo mismo con la chica.

    Por ello, Oliveira y Leonor empezaron a encontrarse más a menudo, aceptando esta relación esporádica con la justificación que el viejo compañero era un hombre comprometido y que necesitaba ausentarse muchas veces.

    A su lado, pasivo y resignado, estaba un Oliveira que había vuelto a encontrar un poco de esperanza y luz afectiva, en el mundo parduzco en el que vivía, a veces al lado de Helena, cada vez más ajeno al cariño de las mujeres por el disfrute de una vida cómoda, ahora al lado de locos seductores, interesados en el contenido de tu billetera.

    Sin embargo, los sucesivos viajes de Oliveira a la ciudad vieja comenzaron a llamar la atención de sus colaboradores más cercanos, así como de los que vivían en la pequeña comunidad que, a pesar de todos los miserables seres envidiosos, notaron la presencia del lujoso automóvil en la puerta del edificio humilde, residencia de Leonor y comentó que la suerte la facilitó al convertirse en la amante predilecta de un importante pez gordo de la gran ciudad.

    Leonor no tenía idea de los pensamientos de los que era objeto y siguió con su vida normal, feliz de ver que sus hijos ganaban nuevas oportunidades.

    Cada novedad que le sucedía era un motivo para que sus pocos amigos echaran más leña al fuego a los comentarios maliciosos que hacían sobre ella.

    Sin entender lo que sucedía, Leonor había comenzado a ser acosada por sus antiguos vecinos, quienes comenzaron a prescindir del trato que daban a las prostitutas baratas o a las mujeres mantenidas por hombres casados, como sus amantes.

    En la gran ciudad también se conoció que el Dr. Oliveira se vio involucrado por una bella e irresistible mujer, que ofrecía al apetito masculino los más deliciosos manjares cariñosos, enganchándolo y sacándole todos los favores.

    La envidia de un lado a otro produjo su red de maldad y calumnia, el único instrumento que tienen las personas envidiosas para desahogar su represión y frustraciones.

    * * *

    Continuó el velorio.

    Al observar los sucesos en el mundo invisible, Adelino y Jerônimo se encargaron de monitorear estas relaciones que involucraba a tales personajes en un drama de algunas décadas, ahora que la desencarnación de Oliveira lo había devuelto al mundo de la Verdad, aunque los que llegan, en general, no están muy dispuestos a enfrentar la Verdad como deberían, imaginando que, en este otro lado, las ilusiones continúan tomando un curso regular, como en la Tierra.

    Ambos, como espíritus dedicados al rescate de entidades moral y emocionalmente inadaptadas cuando se encuentran conducidos de regreso al mundo invisible, después de una vida de desmanes y abusos, siguieron este caso durante algún tiempo, tratando de involucrar a los alumnos encarnados en las advertencias necesarias. para protegerse de las caídas evitables, advirtiéndoles a través de la buena intuición para que reparen ciertas faltas practicadas anteriormente y, así, se retiren de la encarnación presente dando mejores frutos para el futuro.

    Con un comentario que no fue crítico, Adelino dijo:

    – Lamentablemente, Jerônimo, a pesar de nuestros esfuerzos, Oliveira está lejos de ser considerado un cumplidor de las obligaciones más simples, en el campo de la responsabilidad afectiva.

    En respuesta, Jerônimo dijo, sereno:

    – Lejos de ser considerado un fiel discípulo del bien, Adelino, sabes que todos están creciendo, aunque eligieron el abono de las lágrimas en el campo de las heridas, como también nos ha pasado a nosotros, cuando teníamos menos experiencia.

    Nuestra conducta en esta pequeña tarea no es obtener resultados inmediatos.

    Todos somos los jornaleros del mañana, usados por Dios y el cariño del Divino Maestro, como agricultores que saben que las semillas arrojadas al suelo no crecen de la noche a la mañana. Si se necesitan semanas o meses para que la germinación complete el ciclo que les es propio en la naturaleza en las rutinas humanas, también el brote de semillas divinas exige el arduo trabajo de años, décadas y siglos.

    Sin embargo, así como una semilla no eclosionaría de manera adecuada y oportuna si el agricultor la abandonara, sin abono, sin protección, sin agua, nuestra función, como agricultores de Dios, es garantizar a tales semillas y suelos las mejores condiciones, para que surjan en el momento adecuado para cada uno, produciendo según la riqueza de sus genes celestiales, ya que todos somos granos del granero de Dios.

    La palabra justa de Jerônimo, sin afectación ni pose de conocimiento, denotaba su condición de instructor, equilibrado y sereno, sabiendo ser amigo y maestro al mismo tiempo.

    – Ahora que se ha producido la desencarnación de Oliveira, tenemos un deber ampliado de atender su condición de desajuste de equilibrio, además de la atención por el estado de Leonor, que, en conexión con sus compromisos pasados, comienza a pisar el testimonio del cáncer, que cobrará de ella el equilibrio y exigirá su determinación y fe en las luchas redentoras – dijo Jerônimo, continuando con los esclarecimientos del caso.

    – Algunos encarnados suelen decir que los dolores menores parecen atraer dolores mayores – comentó Adelino, admirado.

    – Esta es solo la impresión de alguien que, como la mayoría de los encarnados, solo ve la vida a través de los ojos del mundo perecedero.

    Cuando quieren comprar cosas sin tener los recursos para hacerlo, los encarnados se desgastan en sacrificios, en renuncias, en vigilias, en dos, tres trabajos, fines de semana laborables y feriados, todo con el fin de incrementar las reservas económicas que les garantizarán una mejora en su posición material.

    En este objetivo, todas las sobrecargas que se imponen, aumentando el peso de sus tareas, de sus luchas, no son vistas por ellos como males, problemas o castigos.

    Son la antesala de la victoria, cuyo disfrute podrán vivir tanto más rápidamente cuanto mayor sea el esfuerzo y la renuncia que hayan hecho, espontáneamente, para lograrlo.

    Ésa es la cuestión desde el punto de vista desde el que afrontamos los problemas que surgen.

    Cuando cambiamos el punto de observación de las cosas, los problemas cambian.

    Veamos este ejemplo:

    Alguien llega tarde a una cita importante y, en el tráfico, aparece un camión frente a él que le impide rebasar por la velocidad alucinante e imprudente que está acostumbrado a implementar en su vehículo.

    Naturalmente, el conductor apresurado le gritará al conductor que cortó su audaz impulso.

    Quizás, nervioso, incluso maldice al otro que, maniobrando el camión pesado, creó el obstáculo para un avance rápido.

    Sin embargo, imaginemos que, un poco más adelante, en la primera esquina de la carretera, este mismo conductor imprudente y apresurado se enfrenta a una inspección policial que está deteniendo vehículos a velocidad excesiva.

    Gracias a la poca ayuda que le brindó la camioneta, incluso involuntaria, logró deshacerse de la inspección que lo retendría por mucho más tiempo y que le impondría una fuerte sanción por exceso de velocidad y conducción peligrosa del vehículo.

    Aquí es donde entendemos el cambio de punto de vista en relación a las cosas que parecen contradecir nuestros caprichos o momentos felices. El conductor seguramente pensará:

    – Uf... qué suerte tuve... si no fuera por ese bendito camión frente a mí, los guardias me habrían pillado y recibido una gran multa...

    Esto es lo que le está pasando a Leonor.

    A nuestros ojos, es la piedra preciosa que está recibiendo los cortes del cincel que cortará su forma y le dará su brillo especial como criatura de Dios en la Tierra.

    Y de este enfrentamiento, esperamos que asimile todas las lecciones que la convertirán en una criatura aun mejor, en una condición mucho más favorable que la de Oliveira, un hermano que se dejó alucinar por las ventajas de la vida y que, como ya veremos, estará cosechando amargas lecciones a su llegada al pórtico de la Vida Espiritual.

    3.–

    OLIVEIRA Y EULÁLIA

    Jerônimo y Adelino estaban en una tarea de alivio y aprendizaje para apoyar a los hermanos encarnados, tanto a través del apoyo en sus luchas como a través de las lecciones que aclaran dudas y se convierten en una herramienta de alerta para los compañeros de la humanidad que aun no han tenido que afrontarlas directamente en la carne misma.

    De esta forma, la observación de los dos problemas personales – el de Leonor y, ahora, el de Oliveira – exigió de ambos la valoración de conductas adecuadas para cada caso, obligándolos, incluso, a buscar más detalles de la situación general de Oliveira, condición de recién llegado al mundo de los espíritus.

    Como se mencionó anteriormente, Oliveira se presentó ante la evaluación del mundo invisible como un demente, perdido de sí mismo, aturdido ante la muerte que, de repente, sin mayor aviso ni preparación, le quitó la vida cuando, en sus planes, aun quedarían algunas décadas antes que sus fechoría y abusos pudieran seguir tejiéndose.

    La ubicación del velorio, absolutamente inapropiado para tal práctica, ya que esa casa legislativa no destacaba por ninguna elevación vibratoria por parte de los humanos, empeoraba mucho la situación del espíritu en desajuste.

    Sin embargo, Oliveira estaba tan atrapado en las tramas políticas inferiores, en los tratos bajos, en las pérdidas colectivas causadas por su nefasta existencia como uno de los pésimos representantes del pueblo, que incluso si el velorio se realizara en la más alta de las cámaras funerarias, tal circunstancia de ninguna manera ayudaría en el equilibrio vibratorio.

    Acostumbrado a las bellezas exteriores, los trajes hechos a medida, las ropas ceremoniales, los lugares destacados, los perfumes caros, Oliveira no comprendía qué fuerza misteriosa tenía el poder de confundir sus sentidos, viéndose a sí mismo en cuerpos duplicados, el que parecía dormir rodeado de flores y la prenda vibrante que llevaba ahora, una copia perfecta de su vestimenta de carne.

    De hecho, una copia perfecta no sería la mejor expresión para su forma.

    En verdad, a sus ojos se trataba de la misma persona, la que descansaba sobre el ataúd y la que veía en sí mismo. Sin embargo, la forma de su espíritu fue corroída por la constante incidencia de malos pensamientos, sentimientos y actitudes. Algo parecido a un ácido corrosivo que lo había deformado, revelando la vileza de su alma.

    A nuestros ojos, el ex político, afirmado en astutas y nada santas negociaciones, se veía con un aspecto degenerado, aunque su perfil general tenía cierta similitud con el cuerpo físico.

    Las posturas morales del alma durante la vida, sus comportamientos mentales, emocionales y materiales configuran el manto espiritual, una especie de sutil vestimenta con la que se reviste el espíritu cuando regresa al mundo invisible. De ahí que su aparición en el más allá puede ser más bella, noble y exuberante que la del cuerpo de carne o al revés, como fue el caso de Oliveira, víctima de sus desajustes en la Tierra.

    Su cuerpo vibrante era la copia fantasmagórica del modelo orgánico en descomposición.

    Sus formas faciales, reproduciendo la forma astuta del lobo que caracterizaba su actitud en la política humana, lo asemejaban a los animales depredadores de la familia de los altramuces, hienas o chacales, en una extraña simbiosis que demostraba sus inclinaciones mentales más directas y el centro de sus preocupaciones durante la etapa de la vida en la superficie del globo.

    Astucia, venalidad y planificación meticulosa de estafas y más los golpes habían producido en su mente la fijación inferior, determinando la modificación morfológica y fijando la apariencia en función de la concentración psicológica más dominante en su personalidad.

    Oliveira comenzaba a mostrar signos de desesperación cuando trató de comprender lo sucedido. Había buscado el refugio de sus antiguos compañeros de fiesta, pero encontró a los compinches de antaño al citar su nombre de manera irónica, despectiva o burlona, recibiendo el fuerte impacto de pensamientos y comentarios que caían sobre su cráneo espiritual como ladrillos desconcertantes.

    Trató de refugiarse con su esposa Helena, sin éxito.

    Sus hijos tampoco le ofrecieron la más mínima demostración de comprensión o gratitud.

    En sus pensamientos, que estaban directamente sintonizados por los espíritus amigos frente al poder de penetración que ya tenían, se produjeron gritos angustiosos.

    Se gritaban demandas a todo pulmón para que cayeran al vacío o para producir una risa irónica, sin que él entendiera de dónde provenían.

    Al ver alterado su estado íntimo, el organizador invisible de ese cónclave deprimente se dirigió al recién desencarnado diciendo:

    – Cálmate, diputado... cálmate... pronto llegará el Gran Comandante.

    – Dale tranquilizante... – gritó un ayudante más atrevido... Y la risa continuó.

    – No podemos faltarle el respeto, mis amigos – dijo el organizador –. El doctorcito fue nuestra mano derecha durante mucho tiempo en el mundo y gracias a sus actividades se convirtió en acreedor del gran honor de ser recibido por nuestro Principal en persona.

    –      ¡Caramba! ¿El Poderoso va a estar aquí hoy? – Se preguntaron los miembros espirituales de esa orgía mal organizada.

    – No debe tardar mucho. Según me informaron, su procesión ya se dirigía a este lugar.

    Mientras Jerônimo permanecía apostado junto a Leonor, envolviéndola en una atmósfera de equilibrio de fuerzas, buscando aislarla de todo el revuelo allí, Adelino la seguía de cerca, observando la escena.

    – Vi algo así antes, Adelino – exclamó el devoto amigo, comentando sus experiencias anteriores para apaciguar los pensamientos de su compañero.

    – Ya había oído hablar de tales procesiones, pero nunca tuve la oportunidad de verlas en persona – respondió Adelino.

    – Es cierto que estas procesiones no son muy habituales en estos lugares. Sin embargo, las entidades de un estándar inferior se sienten muy atraídas por este tipo de pantalla. Por lo que he podido evaluar en nuestros estudios anteriores, el culto a las ceremonias resonantes e imponentes es típico del estado inferior del alma, en el ejercicio de sus arraigadas conexiones egoístas, en el anhelo de realce e intimidación a través de la demostración de su propia importancia.

    En la dimensión espiritual externa, el aumento del ruido se podía escuchar indicando el acercamiento de un gran contingente de seres, trayendo los tambores e instrumentos que se asemejaban a los cuernos de bandas humanas, en una melodía estridente, disonante e irritante.

    Cualquiera que tuviera agudeza visual para el mundo de los espíritus podía observar la atmósfera circundante sin las dificultades causadas por las paredes u obstáculos de la dimensión material. Así, los dos enviados del Bien pudieron ver el contingente inadaptado de los espíritus que acompañaban al que sería el protagonista principal de la desdichada procesión.

    Oliveira no podía entender lo que le esperaba.

    Un lazo de energía lo mantuvo unido al cuerpo de carne que ya mostraba signos de desagregación acelerada.

    Cuando se interrumpió la circulación sanguínea, uno de los sistemas responsables de la vitalidad y suministro de todo el cosmos orgánico, las células inmediatamente comenzaron a colapsar sucesivamente, en una verdadera cadena de eventos que, como una cascada ininterrumpida, abrió espacio para agentes microscópicos de la vida, hasta ahora contenidos por los sistemas de defensa organizados, fueron liberados en un verdadero diluvio arrollador, liberándose para el gran banquete de la fiesta de la decadencia que iban a montar, transformando los tejidos y dando paso a los sucesos naturales de la transformación de la materia.

    Sin embargo, no eran solo fuerzas biológicas las que estaban en juego.

    Las energías retenidas por el cuerpo, en forma de principio vital acumulado, correspondían a otra fuente de alimento para las almas hambrientas que, inclinadas sobre el cadáver, buscaban succionar las emanaciones tonificantes que liberaban los tejidos en los procesos de desintegración.

    Entonces, mientras Oliveira intentaba mantenerse en control, a menudo tenía que pelear con entidades vampirizadoras por un espacio al borde del ataúd funerario, gritando que ese cuerpo debía ser respetado, que el cuerpo era él y que los demás no podían comportarse así, pues él, Oliveira, era una autoridad importante, tenía amigos influyentes y que, de ser necesario, hablaría con el presidente para meter a todos en la cárcel.

    No sirvió de nada...

    Con una sacudida, una u otra entidad más animalizada que el difunto lo expulsó, arrojándolo a la distancia. Allí estaban los terribles vampirizadores de fluido vital que devoraban las emanaciones energéticas como los seres carnívoros que disputan los cadáveres en descomposición, violentos y decididos a no ceder.

    Incluso entre ellos, la disputa produjo desajustes que bordeaban el conflicto, mostrándose cada uno más violento buscando la intimidación de los demás.

    A pesar de este lío, el organizador de la ceremonia, a su manera liviana, queriendo demostrar cierto control de la situación y no mostrar el miedo que también sentía en relación a tales espíritus vampirizantes, se dirigió al afligido fallecido con cierta intimidad, diciéndole:

    – Cálmate, jefe... quiero decir... Señor diputado... pronto usted ya estará siendo recibido por nuestro Maestro.

    Viéndose reconocido en la importancia política de su cargo por ese desconocido que, incluso irrespetuosamente, se dirigió a él llamándolo diputado, Oliveira respondió, imperativo:

    – Por fin, un lacayo dándome explicaciones, reconociéndome en esta guarida de libertinaje.

    – Estoy aquí para servirte, señor... – dijo Moreira irónicamente.

    – Sabré recompensar tu atención, tal vez te designe como asesor de mi oficina personal...

    – Sí, creo que este trabajo llegará un poco tarde para nosotros dos... pero, aun así, te estoy agradecido.

    – Pero, ¿puedes responderme qué está pasando? ¿Me volví loco o terminé en una orgía como esta donde la droga te vuelve loco y no me di cuenta?

    Al ver que Oliveira aun no había entendido lo que le había sucedido o, más probablemente, se negaba a aceptar que había muerto, Moreira trató de ser claro, preparándolo para la nueva etapa, a su manera.

    – Bueno, amigo... te convertiste en jamón...

    – Co... ¿cómo es eso? Habla claro, hombre... ¿olvidaste quién soy? – Respondió Oliveira, más incómodo con la intimidad que con la revelación que ya era parte de los muertos.

    – Eso es, hombre. Te volviste jamón, te tocó las diez, y si antes la gente solía llamarte Su Excelencia el Diputado Oliveira, sepa que ahora no eres más que el ilustre DIFUNTADO Oliveira...

    – ¿YYYYYYYYYOOOOOOOOOOO? ¿Muerto? Ahora, muchacho, tú eres el que está loco... ¿No me estás hablando a mí? ¿Cómo se habla con alguien que ya está muerto?

    – Si prefieres otra palabra, tenemos muchas... bacalao de puerto de venta, ticket vencido, maniquí de funeraria, alegría de sepultureros, mejor alumno del spa esquelético, anoréxico obligatorio, festival de los gusanos...

    – Cállate, atrevido... – gritó el diputado.

    – Se te acabó el poder, creído. Piérdete, autoridad. Ya no eres más una chapa blanca... eres una lápida blanca. Si tienes dudas y no te has dado cuenta que todo es diferente, ven aquí conmigo.

    Moreira luego arrastró a Oliveira a la parte del vestíbulo de entrada dominada por un espejo.

    – Dígame, excelentísimo señor anónimo, ¿qué ve en el espejo?

    Asustado por la ausencia de su reflejo en el espejo de cristal fijado allí como parte de la decoración, Oliveira palideció aun más y, si Moreira no lo sostenía en sus brazos, perdería el control.

    – Vamos, honorable Difuntado... es el momento de la verdad. Toda esta fiesta es para ti, tanto de parte de las calaveras vestidas como de las calaveras desnudas.

    Su misión fue tan bien cumplida, que su llegada está rodeada de toda esta pompa, de tal manera que incluso a nosotros se nos permitió participar de su fama y disfrutar de la fiesta para nuestro deleite también. ¿Qué hay de malo con eso?

    Hablaste de orgías. ¿Qué esperabas en tu velatorio? ¿No recuerdas las muchas orgías que compartimos juntos? Los moteles, las mansiones, las mujerotas arregladas, las alegrías de la vida, amigo...

    Nada mejor que esperarte por aquí, ¿no crees? A menos que, después de morir en la carne, el deseo por estas cosas también muriera en Su Excelencia... ¿Perdiste tu cuerpo y también tu voluntad?

    Sin esperar más explicaciones de Moreira, aunque tambaleándose por el revuelo que invadía su mente, Oliveira regresó a las inmediaciones de su cuerpo, que se esforzaba por defender, sintiendo ya los efectos de la pérdida de energías vitalizantes.

    En el corazón de las entidades amigas que siguieron todo eso desde la distancia, tratando de apoyar al recién llegado a través de la oración, y la compasión acompañó esa escena dantesca a los ojos del espíritu.

    Oliveira era un hermano que merecía ayuda, aunque era un hermano terrible para otros como él.

    Allí se reunieron Jerônimo y Adelino para atender a Leonor, pero, por ella, también se encontraron en la condición de enviados del Bien, para ayudar donde surgiera la necesidad, manteniendo las necesidades de cada uno, el mérito acumulado y los objetivos más importantes para ser buscados. Y como la Sublime Misericordia nunca descansa, siempre busca apoyar a sus hijos, por muy mal que se hayan mostrado en las experiencias de la vida. Al unirse con entidades de un patrón vibratorio tan bajo, Oliveira fue recibido inicialmente por este mismo tipo de socio en sus aventuras materiales.

    Sin embargo, como el Amor siempre está dispuesto a superar distancias y penetrar en las peores guaridas, los dos benefactores, que se encontraban en oración silenciosa a cierta distancia de las escenas recién descritas, comenzaron a observar la aparición de una masa de energías luminiscentes, como si una nube hubiera bajado de arriba y penetrara en esa guarida.

    Acostumbrado a este tipo de situaciones, como instructor espiritual experimentado, Jerônimo se acercó a ese cúmulo fluido para recibir a la entidad que poco a poco se iba haciendo visible en él.

    Tras acogerla respetuosamente, el instructor acompañó a una simpática dama llamada Eulália, una de las madres de Oliveira, desencarnada desde hacía algunos siglos y que había hipotecado su cariño maternal desde la lejana Europa, en los amaneceres del Renacimiento, cuando ambos pudieron vivir juntos como madre e hijo. Después de los saludos habituales, iniciaron una conversación fraterna.

    – Es una lástima que mi hijo eligiera este tipo de vida, para imponerle la desencarnación prematura como forma de evitar males peores, tanto para los demás como para él mismo.

    Entendiendo la serena afirmativa, aunque mezclada con la melancolía natural de la madre que reconoce la quiebra moral de su amado hijo, agregó Jerônimo, haciendo las presentaciones necesarias y explicando a Adelino quién era el ente amable y luminoso:

    – Eulália es una devota servidora de nuestras instituciones espirituales, en las que ganó reconocidos méritos y se convirtió en acreedora de todas las atenciones de nuestros superiores, pues es difícil encontrar a quien no haya sido ayudado por sus manos desinteresadas o sus palabras generosas, que elevan el alma de cualquiera.

    Eulália, imperturbable y con natural humildad, respondió:

    – Bueno, querido Jerônimo, trato de ser la buena amiga de todos, especialmente de los hermanos que me ayudaron ante mis necesidades. El propio Jerônimo es uno a quien le debo mucho. Tus palabras tienen la dulzura de tu alma. Por tanto, todo tipo de exageraciones son naturales.

    Entendiendo que el caso de Oliveira fue doloroso para ella, el instructor explicó:

    – Eulália trabajó con las autoridades espirituales superiores, junto con Oliveira, para obtener la autorización indispensable para el renacimiento del hijo amado en la existencia presente que acaba de terminar, basada en la necesidad de corregir el pasado remoto.

    En otros tiempos, ambos aprovecharon el poder como instrumento de usurpación personal, cargando con sus espíritus muchas deudas que, con el esfuerzo hercúleo de muchas vidas, Eulália logró saldar, entre sudor y lágrimas, resignaciones y tareas misioneras.

    Entonces, su hijo, Oliveira, optó por permanecer en los mismos caminos viciosos. Siempre que se veía libre de la influencia maternal, volvía a las mismas tácticas, a los vicios repetidos, a las formas perniciosas que lo convertían en prisionero de sus propias creaciones extravagantes. Con eso, asumió un papel importante en una organización oscura, compuesta por espíritus infelices, algunos de cuyos miembros están viendo en este velorio. Pasando a ser protegido por su Principal que, constantemente, lo ha hipnotizado en innumerables vueltas a la vida física, lo utilizaron directamente, explorando sus debilidades y facilitando los sucesos que pueden llevarlo a las tentaciones en las que inevitablemente volverá a ceder por estar incapacitado a voluntad.

    No fue suficiente el generoso apoyo espiritual que, en sucesivas ocasiones, se esforzó por conseguirle padres devotos, tutores sabios y generosos, maestros inspiradores y amigos.

    Tan pronto como estuvo lejos de tan luminosas cunas, regresó al tormento oscuro de sí mismo, ajustándose a las fuerzas perniciosas con las que se había sumado para disfrutar de las emociones sin sentido, en las locuras de todos los matices.

    Eulália accedió a volver de los picos luminosos a los que ya se había elevado para sumergirse en el abismo viscoso en busca del alma perdida de su cariño.

    Sin embargo, no fue suficiente para Oliveira haber recibido el honor de volver a ser su hijo en su actual reencarnación. Luego de su recorrido físico en la Tierra, Eulália pidió la oportunidad de seguir influyendo en él sobre el Bien, que no fue difícil de lograr, gracias a sus atributos y méritos como espíritu iluminado.

    Con eso, como entidad generosa y maternal, trató de ayudarlo a quedarse con Leonor en los períodos iniciales de la vida familiar, ya que cuando la muerte física la trasladó del plano, Oliveira y Leonor se unieron, esperando a su primer hijo.

    Sin poder mantenerse físicamente cerca y sin conocer las debilidades de carácter que tenía, Eulália se esforzó por aceptar que se corregiría a sí misma a través de su extinta existencia como trabajadora que, honestamente, se ganaría el pan de cada día y podría sentir la alegría de una esposa amorosa entre los niños que pedirían el cariño.

    La rutina de cada día le permitiría reorientar sus pensamientos, sus esfuerzos por la senda de la rectitud, martillando el carácter tibio como se suele hacer con hierro al rojo vivo para modelarlo o darle un mejor temperamento.

    Las dificultades materiales serían el calor necesario, las luchas constantes, el mazo que lo golpearían, y el cariño de la familia correspondería al agua fría y amorosa que atenuaría los sacrificios de cada hora.

    Esta planificación había sido aceptada por Oliveira, quien, en espíritu, reconoció sus deficiencias de carácter, siguiendo el consejo de nuestros mentores espirituales superiores, ya que Eulália permanecería a su lado, incluso después de la desencarnación, además de hacer todo lo posible para favorecerlo en los obstáculos del enfrentamiento. y dificultades en el camino.

    Sin embargo, regresar a la Tierra y entrar en contacto con los factores seductores, ese fue el verdadero desafío. Ante la reanudación del viejo atuendo físico, los impulsos de grandeza, una vez más estimulados por ex miembros

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