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LISTOS PARA MEJORAR: El Amanecer de la Nueva Tierra
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Libro electrónico341 páginas4 horas

LISTOS PARA MEJORAR: El Amanecer de la Nueva Tierra

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Una novela inspiradora que amplía los horizontes de la fe, como un ángel que nos ofrece valor y ánimo en días tan difíciles. En Listos para Mejorar, el espíritu Lucius nos envuelve en una narración emocionante y reveladora que consigue tocar las fibras más sutiles del alma.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jul 2023
ISBN9781088232620
LISTOS PARA MEJORAR: El Amanecer de la Nueva Tierra

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    LISTOS PARA MEJORAR - Sandra Carneiro

    PREFACIO

    "No es reconfortante y bello poder decir: soy una inteligencia y un libre albedrío; me hice, inconscientemente, a través de las edades; construí lentamente mi individualidad y libertad, y ahora sé la grandeza y la fuerza que hay en mí. Me ampararé en ellos, no dejaré que una sola duda las nuble ni siquiera por un momento y, sirviéndome de ellas con la ayuda de Dios y de mis hermanos en el espacio, me elevaré por encima de todas las dificultades; venceré el mal en mí; me desapegaré de todo lo que me ata a las cosas groseras para levantar el vuelo a mundos felices.

    Dirigí incesantemente tus pensamientos hacia esta verdad: que puedes llegar a ser lo que quieras. Y saber querer ser más grande y mejor. Tal es la acción del progreso eterno y los medios para realizarlo; el secreto de la fuerza mental, de la cual emanan todas las fuerzas magnéticas y físicas. Cuando hayan conquistado este dominio sobre ustedes mismos, ya no tendrán que temer ni los retrasos ni las caídas, ni las enfermedades, ni la muerte, habrán hecho de su yo inferior y frágil una alta y poderosa individualidad."

    Leon Denis, en El Problema del Ser, el Destino y el Dolor.

    * * *

    La esencia de todo es el amor. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, entre hombres cuyos espíritus eran todavía rudimentarios en su entendimiento, sintetizó su mensaje en lo que les era posible comprender. Hoy tenemos mucho más conocimiento. El Espiritismo, a través de Allan Kardec y su método basado en la ciencia empírico–experimental, trajo nueva luz al mundo, revelando el universo espiritual; la física cuántica explora los aspectos científicos que están detrás de la realidad visible manifestada; lo que los espíritus superiores ya nos habían enseñado. Sin embargo, lejos de haber revelado todas las cosas, el Espiritismo estimula en el ser el deseo de saber, de pensar y de reflexionar, de expandirse sin cesar. Con gran sabiduría, Kardec se expresa en la siguiente declaración:

    ... como – el Espiritismo – no alimenta la pretensión de haber dicho la última palabra sobre nada, ni siquiera sabe lo que es de su competencia, no se presenta como regulador absoluto de lo posible y deja de lado el conocimiento reservado para el futuro.La Génesis, cap. 13, ítem 8.

    Esta es una novela que retrata la búsqueda de la superación de las limitaciones impuestas y autoimpuestas. Una historia de gran fe y osadía en la decisión de hacer lo correcto, lo que hay que hacer. Ánimo para vencer los propios miedos y liberarse de las ataduras de las creencias limitantes, de los pensamientos inferiores. La humanidad está atrapada en estas creencias cristalizadas sobre sí misma y sobre el mundo, viéndose obligada a hacer lo que las fuerzas inferiores que dominan el planeta quieren que haga, ahogando y atrofiando el poder personal de los individuos.

    Este libro es un incentivo y una inspiración para que nuestros hermanos y hermanas en cuerpo denso, que nos leen en esta sencilla historia, descubran el gran tesoro que traen en sí, ¡y dejen brillar su luz!

    Lucius

    INTRODUCCIÓN

    Ante el consejo, Ayala esperaba en silencio. Su corazón latía serenamente y, a pesar del desafío al que estaba a punto de someterse, sentía paz. Estaba completamente seguro. Vistiendo una túnica diáfana, sus centros de fuerza vibraron completamente alineados y brillaban suavemente, formando una luz que se irradiaba a través de su cuerpo material, brillando casi tan intensamente como los ancianos de esa comunidad ubicada en una civilización en el planeta Júpiter.

    Los siete consejeros habían terminado de deliberar. Mientras esperaba, Ayala observó a través de la pared de vidrio que se elevaba hasta el centro de la habitación. Levantó la cabeza y observó varias estrellas fugaces moviéndose por el cielo. Desde donde estaban, podían observar los límites de la Vía Láctea y podían ver nuevos sistemas. Ayala bajó la cabeza y miró a Diógenes, el vocero del consejo. Tan pronto como sus ojos sabios se posaron en él, dijo:

    – Muy bien, Ayala, pudimos llegar a un consenso.

    La mujer sonrió, satisfecha, mientras lo miraba con amor.

    – Conscientes que conoces bien los desafíos que enfrentará en un planeta como la Tierra, además de conocer tu trayectoria y tus necesidades  de continuo crecimiento, además de los lazos de amor que te unen con los habitantes del orbe terrestre, decidimos autorizar tu tarea. Pasarás mucho tiempo en la Tierra, hasta que se cumpla la misión que ahora te propones.

    – Sí, estoy lista para contribuir.

    Diógenes sonrió y le tocó el hombro suavemente.

    – Será una tarea de gran impacto a contribuir con Jesús.

    – Será un honor conocerlo y servirlo, finalmente. ¡Oh gran maestro! El ser que ha alcanzado el más alto nivel de perfección, aquel que se ha vuelto uno con Dios.1 Realmente será un gran honor pode servirlo en sus propósitos en el planeta Tierra.

    Diógenes miró una vez más las notas que tenía en sus manos, en el aparato electrónico, y dijo:

    – Después de todas las misiones a las que ya te has dedicado, esta es sin duda la que más te exigirá. La gran mayoría de nuestros hermanos en la Tierra aun son embriones en términos de evolución, de expansión de conciencia. Tu tarea será ardua, Ayala, una tarea de amor, para que los que se demoran en los primeros pasos del crecimiento espiritual, no desfallezcan y mantengan la esperanza. Una tarea que inspirará corazones.

    Besando tiernamente las manos del anciano, Ayala dijo:

    – Maestro Diógenes, estoy muy agradecida por la confianza que deposita en mí, me dedicaré a esta misión con toda mi alma, con todo mi corazón, para ser verdaderamente digna de esta confianza.

    La abrazó largo rato, luego, mirándola a los ojos que brillaban de alegría y gratitud, la bendijo:

    – Ve, querida hermana, sirve al Creador en esta tarea de puro amor. Acompañaremos tu viaje y te enviaremos todo el apoyo que necesites.

    Volvió a besar las manos del maestro con devoción, luego miró al grupo de consejeros que estaban de pie en silencio y les dio las gracias.

    – Ciertamente voy con la certeza de su apoyo, que necesitaré constantemente.

    Hizo un ligero gesto con su cuerpo, inclinándose ligeramente.

    Caminó hacia el grupo y se fue con el corazón lleno de alegría por la tarea que le habían encomendado. Quería ampliar sus conocimientos, su experiencia y estar al lado de un alma tan alta, como Jesús, sería para ella una espléndida oportunidad que Ayala aprovecharía sin dudarlo.

    Salió del salón y se dirigió a la casa donde vivía con amigos con los que compartía ideales e intenciones. Vivían en casas comunitarias, en pequeños grupos afines.

    Paseando por la amplia avenida arbolada en plena floración, se deleitaba con la belleza y la exuberancia de la naturaleza. Respiró hondo y pensó:

    – Ciertamente, extrañaré mucho esta magnífica belleza.

    Miró a su alrededor más de cerca.

    El nivel de desarrollo del planeta era admirable. Después de atravesar una trayectoria evolutiva durante muchos milenios, Júpiter había alcanzado la cualidad de un mundo feliz.

    Sus habitantes no tenían necesidad de nada, y no buscan otra cosa que vivir plenamente, en constante conexión con el Creador y expresando el amor en todos sus matices. No se buscaba la felicidad, pues vivían plenamente en ella. Las aspiraciones de sus habitantes eran expandir siempre el conocimiento y el crecimiento espiritual. Tuvieron el modelo más perfecto en Jesús, y se dispusieron a servir a los demás dondequiera que fueran. Seguramente Ayala extrañaría esa paz, las alegrías sutiles y sublimes que experimentaban todos en ese mundo feliz. Suspiró profundamente, segura que, por encima de su bienestar, quería ayudar a quienes aun tenían tanto dolor y sufrimiento, y pronto, se sumergiría en las densas energías de la Tierra, con el propósito de enseñar, con el ejemplo, los hermanos menores a amar. Finalmente, pensó, hablando en voz alta:

    – Sé que la Tierra también tiene sus encantos y voy a aprender a amarla como amo a mi mundo...

    Continuó observando el funcionamiento armonioso de su planeta, la calma de sus habitantes, la serenidad que reinaba por todas partes, y una inmensa gratitud se apoderó de su alma. Cómo quería que sus hermanos de la Tierra vieran lo que les esperaba a medida que iban superando poco a poco sus limitaciones y dificultades... Quería contribuir, y quién sabe, traer consigo a su regreso, a los seres queridos que aun permanecían en el paisaje terrenal.

    Por el camino que siguió Ayala, había una multitud de gente por todos lados. Trabajaban, estudiaban, se relaciona. Y en todo había alegría plena.

    Incluso los más serios expresaban serenidad en sus semblantes. ¡Qué felices estaban! Allí trabajaban para crecer y, sobre todo, para vivir plenamente los propósitos del Creador en sus vidas. Todos conocían y amaban a Dios y estaban en estrecha relación con Él. El amor se desbordaba de aquellas almas que habían alcanzado las mayores conquistas: establecieron una conexión real con el Creador y vivieron con Él y para Él.

    Ayala entró a la casa y les dijo a sus compañeros con quienes vivía:

    – Recibí la autorización y bendición de nuestros asesores. Partiré para la Tierra y serviré a Jesús en su misión de evolución del orbe terrestre.

    Los tres amigos la rodearon y la abrazaron. Marcos, un alma dulce y sensible, pronto se secó unas lágrimas que brotaban de sus ojos y dijo:

    –¡Admiro tu valentía, Ayala!

    Ella lo abrazó aun más fuerte, agradecida por la ternura y dijo:

    – Tengo intereses personales en esta tarea, sabes... – Los amigos estuvieron de acuerdo y ella continuó:

    – Hay almas queridas que amo mucho y que están en sufrimiento y dolor, luchando con sus limitaciones, sin la más mínima comprensión del camino a seguir. Claman por ayuda divina, por protección y sufren en la desesperación. Deseo asistirlos en este despertar, para que entiendan quién son, el potencial que llevan dentro de sí mismo, incluso dormido... Como nosotros, son partículas de Dios proyectadas en el mundo material2...

    Allí se quedaron, los tres, intercambiando intensas energías.

    Unos días después, luego de terminar sus preparativos, Ayala se despidió y partió. Llevaba un corazón lleno de esperanza y amor, y un inmenso deseo de servir al Creador, ayudando a sus hermanos a comprender su verdadera naturaleza, su origen divino y su destino glorioso.

    Al llegar a su destino, la recién llegada fue recibida por los servidores más cercanos a Jesús.

    – El Maestro te espera, Ayala, ven.

    Mientras se acercaba a un gran salón cuya cúpula era redondeada y vidriada, Ayala apenas podía fijar la vista en él, tanta luz irradiaba desde adentro. Se volvió hacia la mujer que la conducía, quien inmediatamente respondió sin palabras:

    – Nuestro sol, el Maestro Jesús te espera. Pronto te acostumbrarás a su luz. Deja que te abrace, sin miedo, sin resistencias e inseguridades; Simplemente deja que pase a través de ti y te envuelva, y luego te adaptarás a ella.

    Ayala respiró tranquila, siguiendo las instrucciones de la servidora. Su corazón, que quedara acelerado, temía no poder mirar cara a cara a ese ser de absoluta luz; se calmó, al escuchar sin palabras la voz del Maestro:

    – No temas, Ayala, te estoy esperando.

    Al poco tiempo fue recibida por el gobernador planetario de la Tierra y recibió de él orientación y aclaración. Varias veces descendió al orbe como mensajera, materializándose en él y sintiendo las densas vibraciones que producían sus habitantes, adaptándose paulatinamente a ellos, hasta sentirse preparada para liberarse de su periespíritu sutil y, construyendo un nuevo vestido periespiritual con la fluidos propios de la atmósfera espiritual de la Tierra,3 sumergidos en la materia densa para dar su primera contribución en el grandioso plan divino, conducido y dirigido por Jesús.

    PRIMERA PARTE

    PRECURSORAS DE

    UNA NUEVA ERA

    LA AUDACIA DE UNA REINA

    Y LA CARTA DE PURIM4

    ¡Señor!

    Eres la Esperanza que anima a todas nuestras generaciones, y a ti te damos gracias, celebrando la liberación que trajiste a cada uno cuando Hama pretendía destruirnos, Tú velabas por nosotros e hiciste fracasar sus planes malévolos, salvándonos de la muerte que quiso traernos.

    Aun en nuestros días confiamos en Tu poder salvador, porque sabemos que es Tu determinación que el mal siempre sea vencido y que la justicia prevalezca.

    Mantennos siempre en el camino de la rectitud, para que tengamos méritos que impidan cualquier mal que pueda aparecer contra nosotros.

    Inspíranos, como Mordechai en días pasados, para no desanimar en nuestra devoción en Ti.

    Haz que, como Ester, siempre estemos dispuestos a luchar por nuestra fe, aun a riesgo de nuestras vidas.

    Haznos comprender que, aunque vivamos en la seguridad y la abundancia, debemos sentir como propios los sufrimientos de nuestros hermanos, dondequiera que estén.

    Que no tarde en llegar el día en que toda opresión haya cesado; tiranías, han sido desterradas de la tierra para siempre, y los más diversos pueblos sepan vivir juntos en paz y armonía.

    Será entonces cuando, los seres humanos se amen unos a otros, sirviéndote así de la mejor manera, a Ti, Eterno, Creador de la vida, del amor y de la paz.

    Oración escrita por Morris Silverman, para ser pronunciada en las conmemoraciones de Purim

    UNO

    El movimiento en el palacio era intenso. Los bailarines se prepararon para la actuación, algunos ensayando sus pasos, otros arreglando sus ondulantes velos en un espectáculo de color y gracia. Las doce jóvenes, además de su gracia, juventud y hermosura, tenían un ardiente deseo de atraer la atención del gran rey Asuero.5 El poderoso rey era apuesto y tenía fama de ser un amante ardiente y gentil, lo que lo destacaba, incluso más que la mayoría de los hombres de su tiempo.

    Asala era ruidosa, con la risa aprensiva de las bailarinas. Mientras se preparaban, llenando el aire de ansiedad, en otra habitación del palacio, la reina Vasti6 se paseaba, molesta, irritada.

    – ¡¿Quién se cree que es?! ¡Soy tan noble como él y merezco ser respetada!

    – Sí, mi reina – concordó Agar, sirviente hebrea íntima de Vasti.

    – ¿Por qué no me ha invitado a la fiesta todavía? Después de todo, necesita invitarme, para que pueda entrar en su presencia. En lugar de honrar a su poderosa reina, reconociendo su valor e importancia, se pierde en estas fiestas inútiles, con esos generales y soldados... ¿Por qué los hombres tienen tantas ganas de demostrar su poder? ¿No sería más sabio el control silencioso?

    La reina miró a su ayudante favorita, en quien más confiaba. Sonrió y acarició su rostro, esperando sinceramente su respuesta.

    – No lo sé, su alteza, pero nuestro rey Asuero debe tener sus razones – respondió ella, bajando la mirada a la amedrentada la sierva, que escondía deseos e intenciones inconfesables.

    – ¿Y cuáles serían esas razones? No entiendo. Su reino ya es lo suficientemente grande. Es uno de los reyes más poderosos de la Tierra. Aun así, no lo veo pensando en otra cosa, más que en conquistar más tierras, expandir su reino... Tener más poder...

    La reina hizo una larga pausa y luego continuó susurrando.

    – Y las mujeres, por supuesto. Nunca está satisfecho con lo que tiene.

    – Pero su majestad es la favorita del rey. Las demás la envidian, señora –. Agar hablaba de sus propios sentimientos.

    – Por eso mismo debería ser más consciente de mi valor, después de todo, fui yo quien le otorgó parte de su reino, cuando unimos a nuestras familias…

    La reina se levantó, se acercó a la ventana y respiró el aire fresco de la noche. Observó algunas estrellas que insistían en titilar en el cielo, a pesar de la intensa luz de la luna. Desde donde estaba, podía ver las luces encendidas en el gran salón donde Asuero recibía a sus invitados. Hubo un gran alboroto, pero de repente, hubo un breve silencio y la música se hizo más fuerte. Eran las bailarinas llenando el ambiente con sensuales y delicados movimientos. Entonces el ruido se hizo ensordecedor. Los invitados se deleitaron con las hermosas mujeres que llenaron el salón de belleza y lujo. La fama de las bailarinas de Asuero era casi una leyenda. El rey era conocido por ser exigente y su gusto por las mujeres bellas y sensuales era tan famoso como su sed de conquista militar. Era un rey que amaba a las mujeres, especialmente las más seductoras. Así, presenciar la actuación de sus bellas y talentosas bailarinas era un deleite para cualquier soldado, antes, durante o después de una batalla. Y así solía pagar Asuero su amistad, o saludar y complacer alianzas de guerra: exhibiendo sus preciosas e inolvidables bailarinas.

    Vasti conocía muy bien las estrategias de su esposo para complacer a su audiencia. Ella conocía su fama, pero la belleza de la reina era igualmente legendaria. Vasti era la favorita del rey y tenía fama de ser la mujer más bella del reino. Notó la euforia que las hermosas jóvenes provocaban en los invitados del rey. Respiró hondo, sintiendo el aire frío de la noche llenar sus pulmones, luego se volvió hacia Agar y le dijo en tono serio:

    – Las mujeres se envidian unas a otras por nada, querida. Imagínate lo que deben decir de mí por ahí. Todas quieren mi lugar. Mastican cosas tontas, ¿no? Después de todo, soy la reina, la favorita. Las demás no tienen ninguna posibilidad...

    Y se rio feliz. Ella, que logró ganarse su lugar con el rey, también supo cuidar su apariencia. Después de acomodarse en la cama y pedirle a la joven que le trajera vino, ordenó:

    – Por lo que veo el rey aun tarda en llamarme. Ve a preparar mi baño. Usaré la tierra negra.

    – Sí señora – la sirvienta hizo una reverencia y se fue de inmediato. No pasó mucho tiempo antes que regresara con tres ayudantes más, cargando agua y pesadas vasijas de cerámica, repletas de tierra negra del Mar Muerto.7

    Mientras se bañaba, sintiendo el agradable aroma de la noche entrando por las ventanas, pensó en cómo se había mantenido bella y perfecta para el rey más exigente del mundo. Ni el embarazo, ni el cuidado que había tenido hasta ese momento, habían cambiado sus formas. Y ahora, cuando el rey la visitaba, trataba de usar todos los trucos que sabía para no volver a quedar embarazada. Ella anhelaba permanecer hermosa para siempre.

    Mientras la esclava la lavaba, miraba su cuerpo perfecto y supo que mientras se mantuviera hermosa y joven, mantendría su posición como la favorita del rey y continuaría teniendo todo lo que deseaba, manteniendo su influencia sobre el soberano, en lo cual ella era igualmente experta. Aunque se involucraba poco en asuntos políticos, cuando algo le interesaba, sabía cómo obtener la aprobación de su esposo. Vasti era hermosa, atrevida y astuta, dominando como ninguna otra el arte de enfrentarse a las intrigas del poder en un mundo dirigido por hombres.

    Al final del largo baño, cuando la sierva fue a vestirla ella, empujó la ropa, molesta:

    – Pero, ¿qué es esto? ¿Qué es este traje que me trajiste?

    – Su ropa de noche...

    – Pero, ¿quién dijo que me voy a retirar? Ve ahora y trae mi ropa de fiesta. Esperaré lista, para el momento en que el rey quiera verme.

    – Sí, señora – tartamudeó la otra y se fue –. Y antes que cerrara por completo la puerta la reina ordenó:

    – Y tráeme más vino.

    Tan pronto como salió de la habitación de su ama, Agar cambió completamente su rostro y continuó expresando la ira que sentía hacia esa mujer en su rostro. Al llegar a la enorme cocina, arrojó las ollas de cerámica con enojo, estrellándolas contra la pared.

    – ¡Qué mujercita insoportable!

    Había docenas de mujeres trabajando. Algunas miraron por encima del hombro la actitud imprudente de Agar, continuando con lo que estaban haciendo. Otras rieron suavemente. Agar era una esclava obstinada que no detestaba a la reina, pero la servía como si la amase y tanto actuó en las sombras, descubriendo las preferencias de su dama, que terminó ganándose su confianza. Pero el hecho es que la odiaba.

    Luego de dejar la parafernalia y tomar una botella de vino, se fue directo a otra habitación, con los dos asistentes quienes la siguieron. Tomó uno de los vestidos de fiesta de la reina y, antes de tomarlo, lo colocó frente a ella. Sin duda se vería hermosa con un vestido como ese. ¡Qué maravilloso! Era de un azul turquesa intenso, todo engastado con pedrería a la altura del busto y la cintura. ¡Qué hermoso! Ese era el vestido de la reina que más le gustaba. De repente sintió deseos de rasgarlo, pero se contuvo, murmurando por lo bajo.

    – ¡Vas a tener lo que te mereces, so bruja!

    Y se fue con el vestido. Al llegar a la puerta de la habitación de Vasti, se compuso, de hecho se transformó y entró sumisa y atenta.

    – Aquí está, mi reina. Creo que este es su vestido fiesta más hermoso –. Lo colocó suavemente sobre la cama. E inmediatamente después, amablemente, sirvió a la soberana una copa de vino.

    – Disculpe el error, señora.

    Vasti la miró de arriba a abajo y respondió con altivez:

    – ¡Estás perdonada, siempre y cuando me hagas más hermosa hoy de lo que nunca he sido!

    Agar comenzó a preparar a la reina.

    Ese era el segundo día de las celebraciones y el rey aun no había llamado a su esposa para participar. La expectativa crecía entre los invitados. Todos esperaban, con ferviente imaginación, el momento que de hecho sería el punto culminante de la fiesta: la deslumbrante entrada de la mujer más hermosa del reino.

    El tiempo pasaba y se acercaba el final de la fiesta. Vasti, de noble linaje, descendiente directa de Nabucodonosor, uno de los reyes más importantes de Egipto, se sintió abrumada por un sentimiento de indignación porque el rey no la estaba priorizando, dándole la importancia y valor que le era debido. Y la ira crecía en el corazón de la reina a medida que la fiesta se prolongaba.

    Los invitados de Asuero eran generales, gobernantes de sus dominios, subordinados a él, y reyes y príncipes de reinos con los que unió fuerzas. Habían viajado bajo la guía del gran rey durante el último año y finalmente celebraron juntos el inmenso poder de Persia y sus enormes riquezas.

    Vasti observó cómo se desarrollaba el grupo en el gran salón central del palacio, incapaz de acercarse. Según la ley persa, nadie podía presentarse ante el rey a menos que fuera llamado.

    Detrás de la cortina de lino puro, la bella reina de los persas reflexionaba sobre su disgusto, presenciando el poder ilimitado del rey. Y pensó:

    – Asuero puede incluso pensar que

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