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Un Nuevo Capítulo: Eliana Machado Coelho & Schellida
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Libro electrónico1051 páginas36 horas

Un Nuevo Capítulo: Eliana Machado Coelho & Schellida

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En esta novela, que comienza en el siglo XIX y llega hasta nuestros días, vemos personajes como Isabel y Carmen que, desde la antigüedad, se odian y cada reencarnación provoca la muerte de la otra. 
Siempre adversarios, Ruan y Diego caen en los mismos desencuentros. Egoístas y orgullosos, no pueden superar las malas tendencias o sus diferencias. 
Creyéndose una víctima y pensando que todos deben ayudarla, Marisol juzga que su esposo y su familia han sido injustos y que le deben algo, y no los perdona. Sintiéndose impotente, Angelita salda deudas del pasado en el convento. 
A pesar de su locura, Estela se siente agraviada porque su marido la ha echado de casa, en tiempos en que las mujeres carecían de independencia y recursos. 
Y, por último, Lea, muy adelantada a su tiempo, reivindica la igualdad de derechos, la libertad, la independencia, el empoderamiento femenino, pero no puede vivir su gran amor con Yago porque se ve obligada a honrar un matrimonio concertado por su padre. 
En la espiritualidad, estos y otros personajes se enfrentan a sus errores y la armonización por realizar. Se hace la planificación de la nueva reencarnación. 
En los tiempos actuales, a través del libre albedrío, ¿pueden sus elecciones cambiar sus destinos? ¿Pueden hacer que adquieran más deuda o deshacerse de ella? Aunque no esté en los planes de esta vida, ¿es posible vivir un gran amor o perderlo por nuestras elecciones? 
Después de todo, si nuestra historia la escribimos nosotros, siempre podemos comenzar un nuevo capítulo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 abr 2023
ISBN9798215940921
Un Nuevo Capítulo: Eliana Machado Coelho & Schellida

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    Un Nuevo Capítulo - Eliana Machado Coelho

    Un Nuevo Capítulo

    PSICOGRAFÍA DE

    ELIANA MACHADO COELHO

    ROMANCE DEL ESPÍRITU

    SCHELLIDA

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Abril, 2023

    Título Original en Portugués:

    Um novo capítulo

    © Eliana Machado Coelho, 2020

    Traducido al español de la 1ra edición portuguesa — Noviembre 2020

    World Spiritist Institute      

    Houston, Texas, USA      
    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    De la Médium

    Eliana Machado Coelho nació en São Paulo, capital, un 9 de octubre. Desde pequeña, Eliana siempre estuvo en contacto con el Espiritismo, y la presencia constante del espíritu Schellida en su vida, que hasta hoy se presenta como una linda joven, delicada, sonrisa dulce y siempre amorosa, ya preanunciaba una sólida sociedad entre Eliana y la querida mentora para los trabajos que ambas realizarían juntas.

    El tiempo fue pasando. Amparada por padres amorosos, abuelos, más tarde por el esposo y la hija, Eliana, siempre con Schellida a su lado, fue trabajando. Después de años de estudio y entrenamientos en de psicografía en julio de 1997 surgió su primer libro: "Despertar para la Vida", obra que Schellida escribió en apenas veinte días. Más tarde, otros libros fueran surgiendo, entre ellos Corazones sin Destino.

    Trabajo aparte curiosidades naturales surgen sobre esta dupla (médium y espíritu) que impresiona por la belleza de los romances recibidos. Una de ellas es sobre el origen del nombre Schellida. ¿De dónde habría surgido y quién es Schellida? Eliana nos responde que ese nombre, Schellida, viene de una historia vivida entre ellas y, por ética, dejará la revelación por cuenta de la propia mentora, pues Schellida le avisó que escribirá un libro contando la principal parte de esa su trayectoria terrestre y la ligación amorosa con la médium. Por esa razón, Schellida afirmó cierta vez que, si tuviese que escribir libros utilizándose de otro médium, firmaría con nombre diferente, a fin de preservar la idoneidad del trabajador sin hacerlo pasar por cuestionamientos dudosos, situaciones embarazosas y dispensables, una vez que el nombre de un espíritu poco importa. Lo que prevalece es el contenido moral y las enseñanzas elevadas transmitidas a través de las obras confiables.

    Eliana y el espíritu Schellida cuentan con diversos libros publicados (entre ellos, los consagrados, El Derecho de Ser Feliz, Sin Reglas para Amar, Un Motivo para Vivir, Despertar para la Vida y Un Diario en el Tiempo). Otros inéditos entrarán en producción pronto, además de las obras antiguas a ser reeditadas. De esa manera, el espíritu Schellida garantiza que la tarea es extensa y hay un largo camino a ser trillado por las dos, que continuarán siempre juntas a traer enseñanzas sobre el amor en el plano espiritual, las consecuencias concretas de la Ley de la Armonización, la felicidad y las conquistas de cada uno de nosotros, pues el bien siempre vence cuando hay fe.

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc., nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80's conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrada en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Peru en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, habiendo traducido más de 200 títulos, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    Índice

    PRESENTACIÓN

    MENSAJE

    PRIMERA PARTE

    CAPITULO 1  LOS PLANES DE ISABEL

    CAPITULO 2  DESAFÍO ENTRE PRIMOS

    CAPÍTULO 3  LA LIBERACIÓN  DE ISABEL

    CAPÍTULO 4  LA MUERTE NO EXISTE

    CAPÍTULO 5  PREVISIÓN DE MARGARITA

    CAPÍTULO 6  CON LAS REDES DE LA PROPIA VIDA

    CAPÍTULO 7  LA CUÑADA DE LEA

    CAPÍTULO 8  LAS GEMELAS

    CAPÍTULO 9  ESCUCHA A TU CORAZÓN

    CAPÍTULO 10  LA LLEGADA DE LUIS

    CAPÍTULO 11  LA FIESTA DEL CABALLO

    CAPÍTULO 12  EL BOICOT

    CAPÍTULO 13  PELEA CON EDGAR

    CAPÍTULO 14  UNA GRAN SORPRESA

    CAPÍTULO 15  CÁLIDO ABRAZO

    CAPÍTULO 16  SANTIAGO

    CAPÍTULO 17  UN REGALO PARA SANTIAGO

    CAPÍTULO 18  LA VIDA SE PONE  MÁS LIGERA

    CAPÍTULO 19  LA AYUDA DE LUIS

    CAPÍTULO 20  EL PODER DE UN FRASCO

    CAPÍTULO 21  SEGUNDOS INFINITOS

    CAPÍTULO 22  LA IMPORTANCIA  DE MARGARITA

    CAPÍTULO 23  Nuevos Planes

    CAPÍTULO 24  LA EMPLEADA PERFECTA PARA MARISOL

    CAPÍTULO 25  LAS ALIADAS

    CAPÍTULO 26  EL REGRESO DE LEA

    CAPÍTULO 27  EL PIANO NO ESCRIBE PARTITURA

    CAPÍTULO 28  YAGO COLOCANDO TODO A PERDER

    CAPÍTULO 29  LAS JOYAS

    CAPÍTULO 30  EL DESCUBRIMIENTO  DE YAGO

    CAPÍTULO 31  ACIERTO DE CUENTAS

    CAPÍTULO 32  UNIÓN POR AMOR

    CAPÍTULO 33  OTROS TIPOS DE ESCLAVITUD

    CAPÍTULO 34  AMOR INCONDICIONAL, SIEMPRE

    SEGUNDA PARTE

    CAPÍTULO 35  NUEVA ÉPOCA

    CAPÍTULO 36  OPINIONES DIFERENTES

    CAPÍTULO 37  DÉJATE BRILLAR

    CAPÍTULO 38 ENVOLVIMIENTO  SIN SERIEDAD

    CAPÍTULO 39  APROXIMÁNDOSE  A YAGO

    CAPÍTULO 40  LA FAMILIA ES IMPORTANTE

    CAPÍTULO 41  EMPATÍA, ¿DAÑINA O NO?

    CAPITULO 42  EL REENCUENTRO

    CAPÍTULO 43  ATRAÍDO POR LEA

    CAPÍTULO 44  DÍAS DIFÍCILES

    CAPÍTULO 45 INTOLERANCIA

    CAPITULO 46  LA PAZ ES EL  PREMIO FINAL

    CAPITULO 47 REENCUENTRO CON HERNANDO

    CAPÍTULO 48  AMOR, EL MAYOR SENTIMIENTO

    CAPITULO 49  UNA GOTA DE VENENO

    CAPÍTULO 50  REAJUSTES

    CAPÍTULO 51  POR TU CULPA, NO ME DI POR VENCIDO

    CAPÍTULO 52  LA NUEVA CASA DE LEA

    CAPÍTULO 53  EN EL FONDO DEL POZO

    CAPÍTULO 54  LOS PLANES DE SANTIAGO

    PRESENTACIÓN

    Mis queridos,

    Schellida, esta autora espiritual que está encantando corazones, iluminando conciencias y transformando vidas, viene provocando curiosidades sobre sus vivencias.

    Lo que sí podemos garantizar es que Al trabajador se le conoce por sus obras, como dice el dicho popular.

    Como mi mentora, he visto a Schellida desde que me conozco a mí misma. Siempre rodeada de una luz sublime, que es muy pacífica.

    Aunque dulce, amable y educada, transmite autoridad moral y firmeza. Delicada, Schellida siempre me involucró con ternura, comprendiendo mis limitaciones, pero sin dejar de animarme.

    A través de sus novelas, que traen enseñanzas en cada página y emoción en cada línea, en poco tiempo se convirtió en la querida Schellida, así tratada por muchos lectores, un título noble, a mi modo de ver, y que no podría ser diferente.

    Sabemos que todo espíritu adquiere conocimientos en sus diferentes existencias, mejora experiencias, armoniza situaciones que necesita y es capaz de transmitir las enseñanzas para que los demás también puedan progresar más rápido y con amor, conquistando la paz, que es la verdadera evolución.

    Cuando vi por primera vez a la querida Schellida, no me importó. Cuando crecí, entendí que solo yo la veía. Hoy en día, algunos psíquicos pueden verla también.

    Yo era una niña cuando les comenté esto a mis padres, Fernando y Neusa, quienes lo aceptaron muy bien, también hablé con mi abuela materna, Tina (Ernestina), quien me guio a orar, a hacer oraciones, porque ella era mi angelito de la guarda y si quisiera sentir su presencia, recibir su protección y guía, solo la oración y el deseo del bien me acercarían a ella. Fue la mejor orientación que recibí. Válida hasta hoy.

    Con el tiempo, conocí al que se convertiría en mi esposo, amigo, compañero de viaje... André Coelho, que era espiritual, así que no tuve el menor problema en contarle lo que vi. André me dio, y me sigue dando, mucha fuerza y ánimo para abrazar, aun más, la Doctrina, estudiar y trabajar con la mediumnidad y con mi mentora.

    La dulce Schellida se identificó como un espíritu amistoso, algo muy común que los espíritus de cierta envergadura dicen a sus pupilos. Pero como yo no era diferente de otros médiums, quería un nombre para este espíritu amistoso, pero no tenía uno.

    Entonces, en un impulso, decidí llamarla María. Un nombre que me gustaría tener.

    Hablábamos mucho y, para mí, era normal. Simplemente me sentí diferente de los demás cuando descubrí que más personas no veían, escuchaban ni interactuaban con los espíritus.

    En momentos delicados la llamaba a ella, a María. Pero, en mis pensamientos, siempre separé a mi mentora de la figura de María, Santísima Madre, Madre de Jesús, por quien tengo un inmenso respeto, amor y cariño.

    Yo ya estaba estudiando la Doctrina Espírita cuando, un día, durante el entrenamiento de psicografía, donde ella siempre firmaba un espíritu amigo, dije:

    — Bien, ¿podrías firmar como María? Un nombre caería bien en los mensajes.

    Dulcemente, ella respondió:

    — Me podrían confundir con María, Madre del Maestro Jesús, y no queremos eso.

    No lo pensé mucho y decidí:

    — Entonces te daré un nombre.

    Sonriendo, bellamente, con delicadeza, comentó:

    — Que sea bonito entonces — se expresó con un toque de gracia, bromeando.

    Schellida, dije, era un nombre que había oído y que me gustaba mucho. Se lo pondría a una hija si tuviera una en ese momento.

    — Me gustó. Ya tuve ese nombre en una reencarnación pasada.

    Así como a mí también me llamaban María — dijo.

    Y fue a partir de ahí que Schellida empezó a firmar de esa manera.

    Después que me casé con Andre, tuvimos una hija. Nosotros le pusimos el nombre de Elena. Creíamos en los principios de la Doctrina. Por haberla llamado Schellida, perdimos la oportunidad de llamar a nuestra hija así. Debido a la constante presencia y participación de esta mentora en mi vida, podría haber confusión.

    Nuestra querida Schellida tiene, como obra espiritual, la misión de llevar la luz de la evolución a través de sus obras literarias de base sólida, aliento moral y respeto mutuo, además de bellas novelas.

    También sé que ella, junto a un gran equipo, trabaja para ayudar a los jóvenes desencarnados.

    Vuestra familia espiritual, o égregora, es inmensa y tiene como fundamento las enseñanzas y lo propuesto por el Maestro Jesús.

    Forma parte de los legionarios de María de Nazaret. Siempre lo supe, pero tenía mucho miedo de revelarlo.

    Sé que esta querida mentora tiene mucho apoyo en lo que hace e infinita convicción en su tarea.

    En una ocasión un querido amigo me preguntó si Schellida no habría sido la encarnación de María de Cleofás, ya que había tenido esta revelación. Le pregunté a mi querida mentora y obtuve confirmación.

    — Sí. Hace más de dos mil años, yo era María de Cleofás, tía de Jesús. En ese momento, desperté a las nobles enseñanzas. Fue siguiendo sus pasos que prometí seguirlo, servirle y presentarle en cualquier época de la existencia. Desde entonces, he seguido los caminos adecuados para armonizar lo que necesitaba con una nueva conciencia, resignándome a las expiaciones, esforzándome en las pruebas, corrigiendo las malas tendencias, buscando ayudar como el Maestro enseñó y presentándolo de la mejor manera posible: con acciones y ejemplos del amor que nos dejó.

    Pensé que esta información no iba a cambiar lo que ya sentía por la encantadora mentora. Pero me equivoqué, porque cuando se trata de un seguidor y testigo de la vida de Cristo, las cosas nos revuelven la cabeza. Fue allí que comencé a comprender el peso y la importancia de su noble labor: transmitir las enseñanzas del Maestro, a través de sencillas novelas con las que nos identificamos y que se convierten en un parteaguas en nuestra vida cuando comprendemos que el contenido que nos lleva a innumerables reflexiones para nuestra evolución.

    En vista de esto, le pedí permiso a la dulce Schellida y la posibilidad de hacer un dibujo de la imagen de su rostro, como yo la veo, después de todo, sus queridos lectores la acaban de conocer.

    Ella amablemente lo permitió.

    En ese momento, casualmente, en una red social, le llegó una solicitud de amistad de una persona muy interesante que realizaba trabajos perfectos en dibujos artísticos.

    Acepté tu solicitud de amistad. Era el artista gráfico Cristiano Botazzoli. Ya hablamos de eso. Después de algunas explicaciones, basadas en mi información, logró, con una cartilla, crear el retrato de nuestra querida Schellida, que tengo el inmenso placer de presentar.

    Espero que disfruten este testimonio y la imagen. Con cariño,

    ¡Besos a todos!

    Eliana Machado Coelho.,_

    MENSAJE

    Sonríe

    La sonrisa es el arma más poderosa para ser utilizada en todos los momentos, incluidos los felices.

    Dispón de la sonrisa, con cariño y amor, para que salga de tu corazón y gane el mundo. La grandeza de una sonrisa se mide por la luz que difunde, por el encanto que atrae, por la fuerza de su contagio.

    Una sonrisa es una joya, un tesoro invaluable. Quien la ofrece siempre multiplica esta preciosidad en su ser.

    No hay puertas cerradas para una sonrisa, porque acaricia todas las almas y alegra todos los corazones.

    ¿Quieres un día mejor? Al despertar, ¡sonríe!

    Por el espíritu Erick Bernstein

    Mensaje psicografiado por Eliana Machado Coelho

    Primavera 2020

    PRIMERA PARTE

    1864

    PRINCIPADO DE ASTÚRIAS

    — PROVINCIA DE ESPAÑA

    CAPITULO 1

    LOS PLANES DE ISABEL

    Ruan caminó unos pasos negligentes por la amplia sala muy bien equipada, con muebles y objetos raros y costosos para la época y el lugar. Fue detrás de una hermosa pieza de madera noble y barnizada, recogió unos papeles y empezó a releer. Inmediatamente maldijo las primeras líneas y tiró las páginas, que se deslizaron por la mesa y se abrieron como un abanico.

    Abrió la tapa de una caja de madera con figuras talladas a mano, sacó su pipa, un poco de tabaco ya dentro picado y, sin demora, perforado en el bol. Lo hizo todo automáticamente, mientras perdía la mirada, que no estaba fija en ningún punto, mirando a la nada.

    Fue a la chimenea encendida, sostuvo un largo palo de manzana, encendió la punta y la colocó sobre el tabaco en la cazoleta, al mismo tiempo, aspiró en la boquilla de la pipa, observando la coloración rojiza, indicativa de la quema del tabaco, junto al humo que salía. Unos golpes en la puerta y dejó entrar a su esposa, quien vestía elegantemente para la época.

    Era una mujer hermosa, de piel clara, alta y delgada. Porte austero. Llevaba botines con botones laterales que no se podían ver debido a su largo y pesado vestido de terciopelo verde musgo con mangas largas. De los puños y el cuello, sobresalía el volante de la blusa blanca, que usaba debajo. Elegante, su cabello estaba atado en un gran moño en la parte posterior de su cabeza, brillando con el negro brillante de los mechones. Dos mechones más cortos, a propósito, se escapaban con un suave rizo a los lados de la cabeza, cerca de las orejas, casi fundiéndose con los aretes que tenían como colgantes la madreperla. Hizo sonar sus pasos hasta que llegó junto a su esposo y lo enfrentó con firmeza.

    — ¿Qué decidió usted, señor Ruan, esposo mío? — Isabel indagó sería en un tono grave.

    Primero juró, golpeó la mesa y luego dijo:

    — ¡¡¡No permitiremos que Diego Avilles se beneficie por tu padre cura, Isabel!!! ¡¡¡Aquél!!! – Ofendió y maldijo mucho.

    — Yo tampoco estoy de acuerdo con lo que hizo mi padre — dijo con dureza —. ¡Solo tenía dos hijas! La división de sus bienes, después de su muerte, debe ser igual para las dos. Ahora, muerto, no tenemos cómo cambiar eso —. Dejándose enfurecer, exclamó casi con los dientes apretados, mientras trataba de hablar bajo para no ser escuchada, mostrando su furia:

    — ¡¡¡Miserable, infeliz, indecente y egoísta!!! ¡Mi padre ciertamente hizo esto para burlarse de mí! ¡Fue a propósito! ¡¡¡Sabía que Carmen y yo nunca nos llevamos bien y quería ver crecer nuestra rivalidad!!! ¡¡¡Mi infeliz y sucia hermana no será la única beneficiaria!!! ¡¡¡Nunca!!! — Se puso nerviosa.

    — Lo hizo porque ella fue quien lo cuidó en los últimos días, casi moribundo. Tu hermana lo influenció, ciertamente —. Un breve instante y, simulando una sonrisa cínica con la comisura de los labios, dijo:

    — Si mueren Diego Avilles y tu hermana Carmen... — insinuó, extendiendo una de sus manos con la palma hacia arriba, en un gesto singular... Dio unas caladas a su pipa unas cuantas veces más y caminó unos pasos para mirar por las ventanas casi cerradas, a través de cortinas oscuras y pesadas, balbuceando casi inaudiblemente:

    — Estoy tentado.

    Tomando una respiración profunda, aparentemente tranquila, Isabel se acercó. Suavemente, lo tocó en la espalda y, sin mostrar un trío descarado, murmuró con una leve sonrisa:

    — Es necesario cuidado, mi señor esposo. Seríamos los principales sospechosos. Recuerda que Diego Avilles y Carmen tienen tres hijos. La herencia pasaría a los hijos.

    — Son demasiado pequeños para gestionar activos de proporciones tan grandes. Obviamente, nosotros, sus únicos tíos y parientes cercanos, seríamos sus tutores. Hasta que crezcan, tendremos tiempo de trasladarlo todo a nosotros mismos o a nuestros hijos — Pensó un poco y preguntó:

    — ¿Cuántos años tienen sus hijos?

    — Yago es un poco mayor que nuestra hija Lea. Angelita cumplirá catorce años y Yolanda once —. Respondió ella con prontitud, muy atenta a los detalles.

    — En unos años arreglamos el matrimonio de Angelita y luego de Yolanda. Yago... Bueno... Cuando tenga la edad suficiente, le daremos algo único como herencia de sus padres. No hay duda, no podrá hacer nada. Dudo que, a día de hoy, ese niño tenga alguna idea de la herencia de su padre.

    — Pero... Esposo mío, debes estar de acuerdo en que no tenemos personas a las que podamos encomendar un trabajo de esta magnitud. Dejar huérfanos a esos niños requeriría mucha previsión.

    — Mujer mía, no querrás que me ensucie las manos, ¿verdad?

    Él la miró.

    — Señor... ¡Piensa! — Lo rodeó, mientras caminaba esbelta, mirando por encima del hombro mientras lo rodeaba:

    — Si pagas por el servicio, aunque sea a un buen precio, te pueden extorsionar por el resto de nuestras vidas —. Habló despacio, ofreciendo algo de tiempo para que su esposo reflexionara —. ¿Recuerdas el caso de la familia Álvarez? — Nuevo descanso —. No fue difícil encontrar al culpable. Uno de los empleados, que presenció la muerte de su hijo mayor en agonía con dolores abdominales, hizo sospechar del vino, regalo del otro hermano. Al darle el vino al perro, se aseguraron que la bebida estuviera envenenada.

    — Era un perro muy hermoso. Qué desperdicio — se rio, apartando el humo a un lado.

    — Hablo en serio, señor Ruan — le devolvió en un tono digno de atención.

    — ¿Qué sugieres, Isabel? — Él la miró con más atención, con más severidad.

    La esposa sonrió moderadamente, sin mostrar los dientes. Sus ojos crecieron y brillaron con la brillante idea que pensó que tenía. La representación mental que tenía, en ese momento mental, era todo lo que más deseaba. Luego respondió casi en un susurro:

    — Un robo — Lo rodeó de nuevo. Pisando el suelo y haciendo sonar más sus pasos que su habla, propuso en voz baja:

    — La región de Asturias, últimamente, ha estado muy afectada por ladrones.

    — ¡Toda España es atacada por ladrones! — Replicó en un tono serio.

    — ¡Entonces es ideal! Esa es la mejor forma de deshacernos de Diego Avilles y Carmen.

    — ¿Cómo? — Se volvió curioso.

    — Podría encontrar algo con lo que lidiar en la capital Oviedo o... — pensó — quizás Cantabria sería más ideal. El camino a esa provincia es tortuoso. Tendrán que cruzar ríos, montañas y... — Sonrió cuando detuvo las palabras.

    Ruan se sintió invadido por el deseo de la codicia, que no podía controlar. Exhalando algo oscuro en su sonrisa astuta, apoyó las ideas de su esposa y agregó:

    — Los cultivos han requerido mano de obra de inmigrantes y esto ha traído mucha gente a la región. Por ello, el gran número de robos se ha venido produciendo, principalmente, a carruajes y diligencias. Si vamos juntos, los cuatro, podríamos simular un robo y decir que, de alguna manera, nos salvábamos los dos. Cantabria es el mejor lugar para ir, debido a su naturaleza salvaje. El camino es solitario. Hay tramos abiertos y, alrededor de las montañas, los acantilados son escarpados.

    — Tenemos que pensar... ¿Cómo atraerlos allí sin los niños? ¿Qué hacemos en Cantabria? — Cuestionó Isabel con frialdad.

    — Hay lugares interesantes allí. El aire es húmedo y es bueno para la salud. Con motivo de la muerte de su padre, su hermana se puso melancólica. Propongamos un retiro. Un viaje para que ella pudiera respirar aires diferentes.

    Isabel sonrió ampliamente mientras reproducía mentalmente cómo debería suceder todo:

    — Dejamos a los niños al cuidado de las niñeras. Viajábamos solo los cuatro, caminos torcidos, lugares solitarios, ladrones... — Ella lo miró y sonrió.

    — Por supuesto — asintió el marido.

    — Habla con Diego, convéncelo lo antes posible de los beneficios de un viaje a Carmen. Que quede claro que vamos juntas, porque me conmueve el estado de mi hermana y quiero ayudar. Viajar cerca del mar y quedarse unos días en otra provincia será ideal para ella.

    — ¿Y el cochero?... — se preocupó.

    — ¿Qué ocurre? — preguntó con severidad, sin entender la pregunta.

    — Si vamos a Cantabria, iremos en carruaje. No querrás que yo también sea cochero, ¿verdad? ¡Será motivo de desconfianza! — señaló insatisfecho.

    — Contrata un cochero — ideó Isabel con astucia —. No tomes los nuestros ni aceptes los de ellos. Dile a Diego que será bueno para nuestros hijos que los empleados varones permanezcan en nuestra estancia por la seguridad de los pequeños. Así que contrate al cochero más borracho que pueda encontrar — Él sonrió con picardía —. Iremos a Cantabria. Afirma que estaremos allí durante unos diez días. Dale mucho dinero al cochero cuando lleguemos. Se emborrachará. Deja claro que no te preocupes por nosotros, que solo quieres verte, de nuevo, el día de la vuelta para transportarnos de vuelta. De esta forma, este cochero estará fuera de nuestra vista. Sin embargo — sonrió ante su ingenio — dos o tres días después de haber disfrutado del paseo, un mensajero entregará una carta diciendo que los hijos de Carmen y Diego están muy, muy enfermos. Mi maldita hermana estará desesperada. No le gustaría quedarse un día más. La desesperación hace que la gente haga cosas extrañas. Sin duda le propondría al marido que volvamos inmediatamente. Sin cochero, rara vez le suplicará que conduzca usted mismo el carruaje. De esa manera, los cuatro estaremos solos en el viaje de regreso.

    — ¿Quién enviará un mensajero con la carta diciendo que sus hijos están enfermos? – Preguntó Ruan con disgusto, pareciendo desaprobar la idea.

    — Nadie — respondió con frialdad. Riéndose de su propia astucia, Isabel explicó:

    — Mi señor, mi esposo, ya llevará el mensaje con él, incluso el sello de nuestra casa. Cuando Carmen y Diego estén distraídos y alejados de nosotros, dirás que llegó un mensajero a caballo para traer la carta a pedido de nuestros empleados. A la vuelta, nos desharemos del mensaje y de ellos.

    Con los ojos apretados por la sonrisa maliciosa, rodeó la mesa, caminando con modales astutos como si estuviera orgulloso de sus trucos.

    Ruan la admiraba. La miró de arriba abajo contemplando su inteligencia y sonrió.

    Acercándose, el marido le puso la mano en el hombro y la besó, demorándose, en la frente. Sonriendo, preguntó:

    — Pídele a Esteban que prepare mi caballo. Iré a Diego y prepararé nuestro viaje lo antes posible.

    ∞ O ∞

    Era casi avanzada la tarde cuando, sumamente nerviosa, Carmen encendió el fuego de la gran chimenea del salón principal de su casa. Se enfureció con la criada, alegando que el fuego ya debería estar encendido.

    — ¡Siente el frío en esta habitación, estúpida! ¡¿Cómo vamos a servir la cena?! ¡¡¡Inútil!!! — Se levantó, le dio una bofetada a la sirvienta y la empujó, gritando:

    — ¡Asegúrate que el fuego esté encendido o sentirás el filo del látigo, Consuelo de perro! ¡¡¡Diablos sin valor!!!

    — Sí, señora... — murmuró llorando la joven, mientras se levantaba del suelo, pues se había caído con el empujón que había recibido.

    — ¡Y no quiero escuchar tus lamentos! ¡Parásito inútil! ¡¡¡Huérfana del infierno!!!

    — ¡¿Qué pasó aquí, Carmen?! — Preguntó la fuerte voz de Diego, quien entró a la casa haciendo sonar sus botas en el piso de madera.

    — La doncella inútil no encendió antes el fuego, mi señor esposo. ¡Es casi la hora de servir la cena y la casa está tan helada que puedes sentirlo!

    — ¡¿Y dónde estabas tú, esposa mía, que no viste esto antes?! — Preguntó exigiendo con dureza, hablando de manera seria.

    — Dando órdenes de cómo preparar el venado que serviremos mañana, como asado, en el almuerzo que prometiste a Ruan e Isabel. ¡No entendí muy bien qué es lo que esta desafortunada mujer y su esposo quieren aquí! ¡Solo me dan problemas, ciertamente!

    Diego se desabrochó el abrigo, se lo quitó y lo colgó en una repisa de la esquina, junto a la puerta, donde ya había dejado el sombrero.

    Buscó un sillón y se sentó.

    — Quítame las botas — exigió bruscamente.

    Carmen obedeció sin dudar. Era la costumbre.

    De espaldas a su marido, como si estuviera a horcajadas sobre su pierna, agarró la bota y empezó a tirar de ella con todas sus fuerzas, mientras él, con el otro pie, la empujaba por la puerta para ayudar. Al mismo tiempo, se quejó:

    — No sé qué quiere Isabel aquí. ¡Espero que no traiga a los niños! ¡Niños traviesos! ¡Demonios! — Se quitó una bota y luego la otra. Luego gritó:

    — ¡¡¡Consuelo!!! ¡Toma las botas para lavarlas y trae la palangana y el cántaro de agua para lavar los pies del Señor!

    Saliendo rápidamente cerca de la chimenea donde estaba apretando el fuelle para aumentar el fuego, la doncella corrió a cumplir la orden. Con la cabeza gacha, la criada recogió las botas. En ese mismo momento, con un rápido reflejo, se estremeció al sentirse amenazada por Carmen, quien levantó la mano hacia ésta y golpear el pie al mismo tiempo que gritaba:

    — ¡¡¡Corre, inútil!!!

    — ¡Baja el volumen, Carmen! — Exigió su marido con voz firme.

    — ¡Tus gritos molestan!

    En ausencia de la criada, la esposa continuó:

    — Me cuesta recibir a Isabel y Ruane para mostrar melancolía. No sé por qué todavía necesito lucir triste por la muerte de nuestro padre. Ya se pasó dos meses.

    — ¡Mujer, usa tu inteligencia si la tienes! — Exclamó molesto —. No podemos despertar sospechas. Don Onofre, su padre, era un hombre lúcido, a pesar de su edad. No tendría ninguna razón obvia para transferirnos toda su fortuna. Cállate y sigue triste. Muy triste. Llora. Absténgase de pedir cosas a los empleados. No me gusta la forma en que tratas a estos sirvientes. Debería ser más benevolente con los demás. Los que están melancólicos, en duelo, suelen expresarse con amabilidad.

    — No puedo, mi señor esposo. ¡No lo consigo! — Dijo nerviosa.

    La criada entró con una palangana, una toalla y una jarra de agua.

    Puso la tina entre los pies del jefe.

    Carmen tomó el canto y la toalla de sus manos y ordenó rígidamente:

    — ¡Sal de aquí! ¡Loca e imbécil!

    Luego vació el agua a cierta altura, de modo que, sentándose, Diego se frotaba las manos para limpiárselas, pasándoselas también por la cara.

    Entregándole la toalla a su marido, comenzó a lavarle los pies en el cuenco, secándolos después.

    — Haz que el agua esté más caliente mañana — le exigió, mostrando una inmensa insatisfacción.

    Consuelo volvió con los zapatos entreabiertos y las medias de lana, entregándoselos a Carmen, quien los colocó en los pies de Diego.

    — ¡Fuera, bastarda del infierno! — Ordenó la señora y la joven obedeció de inmediato.— Cuando me habló, Ruan dijo que Isabel está preocupada por ti. Dijo que su hermana cree conveniente un viaje, un retiro para mejorar su estado de ánimo y su salud. Nuevos aires harán bien en salir de la melancolía. Quería venir aquí ahora mismo para que pudiéramos hablar de ello. No me resultó conveniente. Necesitaba tiempo para pensar y hablar contigo para que no hubiera contradicciones. Por eso no contesté enseguida y creí conveniente almorzar – dijo Diego —. No sé por quién maldito me toma Ruan. Todavía no he olvidado que ese desafortunado tomó mi liderazgo en la negociación de esos caballos. Estaba bien hecho tener problemas con la fiebre equina. Perdió la mitad de los potros — se rio del problema del otro.

    — Mi hermana nunca fue de preocuparse por mí. ¿Dónde se ha visto? Algún interés tiene. ¿Quiere acercarse porque sospecha o...?

    En vista de la demora, el esposo preguntó:

    — ¿O qué?

    — O quiere dinero — dedujo Carmen.

    — No creo que Ruan e Isabel necesiten dinero. En cuanto a que sospecharan algo que le hicimos a tu padre... No es sensato decir eso. Todos notaron, ante sus ojos, que don Onofre se marchitaba lentamente y su memoria se desequilibraba hasta morir. No fue repentino. Todo estuvo muy bien hecho. Le diste el elixir poco a poco, día a día. Nadie lo vio — Riéndose del recuerdo, comentó:

    — Simplemente no saben que fue al principio del desequilibrio de la memoria que le hicimos transferir todos sus bienes a mí. Nadie se dio cuenta. Isabel y Ruan visitaban tan poco al pobre viejo que ni se daban cuenta.

    — Señor Diego, a veces se me ocurre que quien le vendió esa fórmula, que yo le di en varias dosis a don Onofre, se presente y nos acuse. Tengo este miedo

    — No. No aparecerá. Se lo compré a un vendedor ambulante. Un desventurado comerciante turco ambulante a quien me encontré por casualidad en el camino. Apenas hablamos. Él no tiene idea de quién soy o a dónde iría. Hicimos todo a la perfección — Se rio de nuevo —. Y tu padre se lo merecía.

    — ¡Definitivamente que sí! — Respondió la esposa que no dejaba de masajearle los hombros con ambas manos. De mostrar amargura y fuertes resentimientos, habló a tono contradictorio en voz baja:

    — ¡Estúpido! ¡Indecente! ¡Egoísta! ¡Infeliz como el infierno! Mi madre murió a expensas de sus palizas. Nunca olvidaré tal violencia. Para que no nos atacara, ella se puso a su merced y él la azotó. Perdió varios hijos durante su embarazo a causa de los golpes que recibió. Ni siquiera el sacerdote pudo acusarlo en sus confesiones.

    — ¡¿Confesiones?! Actitud más estúpida no debería existir. ¿Un hombre más pecador y criminal que yo escuchando mis pecados? ¡Nunca! Las confesiones solo servían para ayudar a recaudar impuestos para la Iglesia, llevando a los pobres idiotas a la hoguera del Santo Oficio. Los ricos no iban a los calabozos de la Inquisición. Cuando los acusaban, pagaban sumas inmensas al clero para que se absolviera o se olvidara de las acusaciones, todo se volvió en contra de la persona acusada de la lesión. Diego respiró hondo. En un tono severo, prácticamente exigió:

    — No mencionemos nada más sobre don Onofre. Cuanto menos se hable de este tema, mejor. Concéntrate en tu melancolía para que tu hermana no despierte sospechas. Para que nadie haga preguntas sobre los últimos días del viejo infeliz.

    — ¿Cuánto viaje vamos a aceptar?

    — Dije que no estaba en nuestros planes. Sin embargo, lo pensaremos.

    A propuesta de Ruane, Isabel, tras mucha insistencia, el viaje se programó para unos días más tarde.

    ∞ O ∞

    Según el plan, la carta que informaba el estado de enfermedad de los hijos de Carmen y Diego fue llevada en el viaje y les fue entregado a su debido tiempo. Sin ninguna desconfianza, la pareja se desesperó y propuso un regreso inmediato.

    Ruan informó que el cochero estaba completamente inconsciente, en una taberna, debido a la embriaguez. Afirmó que no podía encontrar a otro hombre dispuesto a hacer el viaje de vuelta a Asturias, ya que no habría medios de transporte fáciles para volver a Cantabria. Así que fue aya que ellos mismos regresarían, turnándose para conducir el carruaje.

    Berna se preocupó por sus hijos, pues en la región, poco antes, hubo un brote epidémico de una misteriosa enfermedad, aceptó Diego.

    Así que se hizo.

    El tiempo no era nada bueno. El tiempo cambió de repente. A mitad de camino se podía ver nieve en los puntos más altos de las montañas cercanas a Asturias. Algo inusual para esa época del año. Parecía que se acercaba el invierno. Pero no pudieron parar.

    CAPITULO 2

    DESAFÍO ENTRE PRIMOS

    Era la hora.

    Ruan, que conducía el carruaje, detuvo el vehículo alegando que había un problema con la rueda. Todos se bajaron.

    El lugar desolado era adecuado para su plan.

    Isabel, aparentemente preocupada por su hermana, enlazó su brazo con el de ella y la incitó a caminar por el camino, alejándola. Mientras tanto, Ruan y Diego miraban la rueda.

    El cuñado, aprovechando que Diego estaba agachado, se agarró de un palo fuerte y lo golpeó con todas sus fuerzas en la nuca y la espalda. Al verlo abajo, lo arrastró hasta un tramo del camino que, abajo, conducía a un barranco y lo arrojó.

    A cierta distancia, Carmen notó un movimiento extraño y decidió retroceder.

    — ¡¿Qué pasó?! ¡¿Dónde está Diego?!

    Ruan le dio un puñetazo en la cara, aturdiéndola. Luego, la atacó fatalmente con la misma madera que había atacado a Diego. Luego, como ya había hecho, la arrojó por el mismo precipicio.

    El nerviosismo, por el exceso de adrenalina, se apoderó de la pareja, quienes se miraron.

    — Hicimos todo perfecto.

    — ¿Saldremos ilesos? — Cuestionó Isabel.

    Agarrando una piedra, el marido la golpeó levemente en la cabeza y las manos, dejándole abrasiones muy visibles, y él mismo se hizo lo mismo. Se lastimó la cabeza, las manos y los brazos.

    Luego subieron al carruaje, azotaron a los caballos y se dirigieron a casa. En el camino, repitieron varias veces la mentira sobre el robo para no caer en contradicciones. Llegados al pueblo, proclamaron el hecho, provocando a las autoridades a realizar diligencias en la región en busca de Diego y Carmen y también a buscar a los ladrones, quienes no existieron.

    Tres días después, cuando la pareja Ruan e Isabel se encontraban en su propiedad, recibieron la noticia que habían encontrado el cuerpo de Carmen y el de Diego. Pero, para sorpresa de la pareja, todavía respiraba.

    Inconsciente, gravemente herido, tenía el rostro deformado y la columna fracturada.

    La desesperación se apoderó de Isabel. Si el cuñado sobrevivía, podría decir lo que había sucedido.

    — ¡Se despertará! — enfatizó susurrando, en un tono angustioso en su voz baja —. ¡Hablará! Contará lo que realmente sucedió. Dirán que les hicimos eso, ¡¿qué haremos cuando nos acusen?!

    — ¡Cállate, Isabel! — Ruan exigió con el mismo tono apagado en su voz —. ¡Su desesperación y que nos había denunciado! ¡Diego es un muerto vivo! No hay esperanza. Es cuestión de horas.

    — No sé, esposo mío... ¡No te imaginas cómo están mis nervios...! — Inquieta, paseaba de un lado a otro de la habitación, frotándose las manos mientras parecía estar en agonía. Se sentó por un momento. Sujetándose la cabeza, meció el cuerpo adelante y atrás en un gesto de desesperación. Entonces, tratando de mirar a su esposo, se preocupó:

    — ¡Si Diego Avilles despierta!, ¡si habla...! ¡Seremos castigados con la muerte...! Nuestros bienes irán al reino...

    — ¡Cállate mujer! ¡Yo exijo! ¡Los sirvientes o los niños pueden oírlo! — Gritó en voz baja con voz ronca porque estaba enfadado. Pensó un poco y decidió:

    — Tenemos que pensar en algo. Sus angustiosas condiciones despertarán sospechas. Diré que tus nervios están afectados. No fue suficiente que tu padre muriera tan recientemente, perder a tu hermana y ver a tu cuñado en este estado es mucho para ti. De esa manera, no recibiremos visitas. No quiero que te vayas de aquí ni hables con nadie. Cancelamos la celebración de quinceaños de Lea, la fiesta de cumpleaños número quince de la hija mayor —. Afirmaremos que tus nervios, Isabel, no están bien y, estando de luto, no conviene la solemnidad o el entretenimiento. Ni a la iglesia vamos a ir. Es lo más sensato que se puede hacer.

    — ¿Cómo sobrevivió estos días? — Preguntó la esposa, todavía meciéndose; lentamente, de un lado a otro. Ni parecía haberlo oído —. La temperatura era demasiado baja. ¿Cómo sobrevivió con eso y sin ninguna ayuda? ¡Infeliz! — Frente a su esposo, se expresó con tono serio:

    — Mi señor esposo, tiene que morir... ¡Tiene que morir...!

    — ¡Cállate, Isabel! ¡Para! — Se dio cuenta que había algo muy mal con ella, simplemente no podía explicar qué era.

    — Es tu culpa, esposo mío, que no hizo lo que debía hacer bien — lo miró con enojo, mientras lo acusaba.

    Dando solo un paso, Ruan se acercó y la golpeó con fuerza en la cara.

    — ¡Cállate mujer! ¡Te lo exijo!

    Acostada en la cama, Isabel reflexionaba sobre sus peores sentimientos. En su visión imaginaria, empezó a representar mentalmente todo lo que podía pasar si se descubría el crimen cometido.

    Lo que la pareja no sabía es que Lea, la hija mayor, poco antes que ellos había entrado en la habitación en busca de uno de los vestidos de su madre para probarse. Lo recogió y se lo puso, soñando con hacer su vestido de baile, que aun no estaba listo para su fiesta de quince años. La joven fantaseaba e imaginaba cómo le quedaría la prenda, dando vueltas por el entorno. Al escuchar a sus padres acercarse, la niña se escondió debajo de la cama y escuchó toda la conversación. Al principio, no entendía muy bien lo que estaba pasando, pero fue lo suficientemente inteligente como para levantar sospechas que sus padres estaban involucrados en la muerte de su tía y en la grave condición de su tío. Esa historia permanecería en su memoria durante años.

    Sintiéndose temblar, envuelta por un sentimiento que no podía explicar, la niña se quedó callada, completamente inmóvil, y esperó largo tiempo antes de irse sin que nadie la viera.

    ∞ O ∞

    Muy debilitado, Diego ardía de fiebre en la cama de su cuarto.

    El médico pagado para cuidarlo no pudo hacer mucho.

    Le colocaron compresas frías en la frente y las renovaron con frecuencia para bajar la temperatura.

    Un lado de su cara estaba hinchado, evidenciando la fuerte agresión sufrida.

    Esa tarde, sabiendo que el médico ya no estaba, Isabel se dirigió al rancho de su cuñado con la aparente intención de visitarlo.

    Al verlo, lloró. Parecía triste, tomó su mano hinchada y se inclinó, apoyando su frente contra ella.

    Consuelo, la mucama encargada de cambiar las toallas a toda prisa, salió unos instantes de la habitación, llevándose la palangana con el agua fría a cambiar.

    Aprovechando estar a solas con su cuñado, Isabel agarró una almohada y trató de asfixiarlo. En ese preciso momento, Consuelo regresó y se puso de pie en la puerta, muy sorprendida por la escena.

    Isabel estaba de rodillas sobre la cama. Dejó lo que estaba haciendo y miró a la criada con asombro.

    La sirviente corrió a un lado de la cama y, en un impulso inesperado, ayudó a apretar la almohada que la otra sostenía sobre el rostro del paciente, asfixiándolo mecánicamente.

    Al observar que ya no respiraba, abrió mucho los ojos a la criada y dijo:

    — Terminó. Su agonía ha terminado. Ya no sufre.

    — Desgraciado... Que el infiernos sea bueno con él. Estoy cansada que ese gusano me atrape en los rincones. Tuve que sujetarme solo para tener un techo — murmuró Consuelo y escupió en la cara del difunto. Con una frialdad impresionante, sugirió:

    — Hagamos la cama y dejemos el cuerpo en una posición que parezca tranquila.

    — ¿Qué diremos? — Preguntó Isabel sospechosamente, siguiéndola con la mirada. A pesar de su postura austera, escondía cierto temblor en sus manos.

    — Que estabas aquí cuando, juntos, vimos su último aliento. Esa es la verdad, ¿no es así, señora? — Preguntó elegantemente en voz baja y firme.

    — Sí —. Con una postura pesada y sospechosa, Isabel preguntó:

    — ¿Qué quieres a cambio, Consuelo?

    — Nada de más, señora —. Sonrió con cierto cinismo cuando dijo:

    — Mi deseo es servirte. Que me traten bien tú y tu familia es suficiente. A diferencia del trato que he recibido aquí desde que llegué.

    — Serás mi doncella personal. ¿Está bien para ti?

    — Sí, señora – aceptó y sonrió.

    — Pero... Voy a trabajar. Nadie podía sospechar nada. Si por casualidad tienes un trato especial... Sin embargo, es seguro que tendrás beneficios.

    — Entiendo, señora. Busco trabajo. Estoy sola — dijo mientras hacía la cama —. Ahora, si me permite aconsejarle... Lamente la muerte de su cuñado y de su hermana. Lástima de los sobrinos huérfanos, abrazándolos —. Empacando algo de ropa y la funda de la almohada, antes de salir de las habitaciones, dijo:

    — Enviaré un mensaje al vicario y a sus conocidos sobre la muerte de su cuñado. Con su permiso, señora — hizo una reverencia y se fue.

    Isabel, pensativa, se acomodó en la silla junto a la cama y se quedó allí hasta que llegaron otras personas y pudo mostrar la puesta en escena de su tristeza por lo sucedido.

    En el plano espiritual, la niebla gris que rodeaba a Isabel parecía moverse. Eran energías funestas creadas por sus prácticas y pensamientos.

    Nadie encarnado podía ver.

    Además, el espíritu de Carmen que estaba allí, a su lado, se rebeló.

    A pesar de sus condiciones deplorables y todavía preocupada, Carmen dirigió su odio y molestia hacia su hermana. En la espiritualidad, no hay secretos. ¿Sabía que su hermana fue la autora intelectual de su asesinato y la verdugo de la muerte del marido. Todo para conservar la herencia.

    Durante siglos, Carmen e Isabel no habían estado en armonía. Vivían dando vueltas y vueltas con odio, rencor, tramas mezquinas que siempre llevaban a una a matar o herir gravemente a la otra. No estaban de acuerdo, sin importar cuán armoniosos se diseñaran los planes.

    Isabel sintió una punzada de angustia y alivio a la vez, ante la certeza que el marido de su hermana no haría ninguna revelación porque estaba muerto.

    En cuanto a Consuelo, testigo y también colaboradora en la muerte de su cuñado, creía que la empleada doméstica no sería un problema. Si se sintiera amenazada; Isabel podría revertir la situación en su contra, acusándola de la muerte de Diego. Todos la creerían por ser una mujer honorable.

    ∞ O ∞

    Meses después del incidente, Ruan multiplicó su negocio después de ser tutor de sus sobrinos. Lógicamente, fue generoso con la iglesia. Para pagar las deudas que su conciencia le cargaba, ofreció considerables dotes al clero, creyendo en su perdón.

    En su casa, los sobrinos: Yago, Angelita y Yolanda comenzaron a ser cuidados y educados por Isabel quien, obviamente, no los trataba igual que a sus propios hijos: Lea, Marisol y Edgar. Ellos intuían esto y, de alguna manera, los primos estaban distantes, solo Lea, Yago y Angelita hablaban e interactuaban un poco más. Sin embargo, a la pareja, Isabel y Ruan, eso no le gustó.

    Consuelo se convirtió en la doncella personal de Isabel. Muy bien tratada, tenía varias ventajas en la casa. Ordenaba y exigía a otros sirvientes, incluso castigándolos físicamente, olvidando el maltrato que sufrió.

    Activos financieros adquiridos a expensas del ingenio crueles y criminales, no trajeron la felicidad en la que creían. Al contrario. Algo inconsciente, que no podía explicar, molestaba demasiado a Isabel. Síntomas extraños, sensaciones físicas y emocionales totalmente desconocidas en ese momento, se intensificaban cada día y nada de lo que se hacía ayudaba. No solo se apoderó de su conciencia, sino también de los disturbios espirituales sufridos con tanta dureza, la desequilibran cada día más.

    El espíritu Carmen nunca dejó a su hermana ni por un momento. Volviéndose como magnetizada a ella, le hablaba, a nivel del pensamiento, las peores cosas, haciéndole terribles acusaciones, alentando las ideas más engañosas, convirtiéndose en una gran influencia perniciosa.

    — ¡Me siento temblando...! ¡Señor esposo mío, es algo horrible! — Explicó con voz temblorosa —. Mira mis manos, temblorosas y frías... Algo malo me asfixia... — se quejó Isabel a su marido, mostrándole las manos.

    — Ya has sido examinada por los mejores médicos que pudimos contratar. Uno de ellos vino de lejos solo para verla – dijo de una manera cortante e intolerante —. Todo el mundo dice que son tus nervios. No hay enfermedad aparente. ¡Ya tomó todas las medicinas, tés y botellas! ¡Ya no aguanto más sus quejas y llantos...! ¡Para! — reaccionó Ruan.

    — No... no entiende... — continuó en tono de lamentación, tartamudeando con voz temblorosa —. Y una cosa que siento y no puedo explicar. Tengo miedo... Un miedo extraño. A veces pienso que sucederá algo inexplicable. Creo que algo salió de la pared para agarrarme – confesó.

    Tengo miedo. No duermo. No puedo dormir. Parece que tengo pesadillas incluso cuando estoy despierta.

    Con los ojos muy abiertos, recorriendo su mirada de un lado a otro para asegurarse que no había nadie más en la habitación, murmuró en un tono extraño, mostrando desequilibrio:

    — A veces... A veces, escucho voces. O gemidos y también risas. Escucho la voz de Carmen... — susurró —. Nos culpa a los dos por lo que les hicimos.

    — ¡Usted está loca! — Él gritó —. ¡No me haga encerrarla, Isabel! ¡Para! ¡A mí también me está enloqueciendo!

    Él la golpeó fuerte con una bofetada en la cara. Al verla caer, la agarró del brazo y tiró de ella, arrastrándola hasta una habitación donde la metió dentro y cerró la puerta con llave.

    Día a día, estas eran las quejas y llanto de su esposa y él no podía soportarlo. De nada servía exigir con violencia, agredirla. Isabel temía más lo que decía oír y sentir que la agresión de su marido.

    En la espiritualidad, innumerables espíritus inferiores, desprovistos de toda aclaración moral, llenaban el ambiente donde se encontraba Isabel. Se peleaban entre sí y se alimentaban de los desórdenes vividos por ella. Unos exigían justicia, otros la defendían y se aliaban con ella, pero eran tan atormentados como la misma encarnada.

    El espíritu Carmen estaba directamente relacionado con su hermana. No solo principalmente por el hecho que ella fue la responsable intelectual de su desencarnación, aniquilando su oportunidad de vida terrena y la ejecutora de la muerte de Diego para quedarse con su fortuna y bienes, pero también por sus pasados malentendidos, que nunca se reconciliaron. Todo lo que han vivido ha sido motivo de discordia y falta de perdón.

    Carmen no pudo encontrarse con Diego quien, como ella, quedó en una región inferior en cuanto a espiritualidad. Ciego y sediento de venganza, obedeció sin perdón a las fuerzas de atracción del pasado.

    Hacía siglos que Ruane Diego habían sido verdugos el uno del otro. Nunca se entendieron. Se persiguieron, pelearon, discutieron, se afligían y se mataron de una manera inhumana y cruel. Nunca se aceptaron. Esa fue la encarnación que estuvo más cerca de tolerarse unos a otros, debido a los conceptos civilizados de dónde vivían.

    Espíritus enfermos de egoísmo, deseosos de venganza, llenos de vanidad, de odio y de otros males derivados de las malas tendencias y de la conciencia enferma, se hicieron hermanos con ellos, aunque se desconocieran entre sí. Eso implicaba fuerza: las sombras que afectaban a los encarnados implicados y, en este caso, especialmente a Isabel, que era la más sensible.

    ∞ O ∞

    Pasaron los meses...

    Cada día, Isabel parecía más desequilibrada e infeliz.

    Comenzó a envolverse con una manta alrededor de su espalda, la cual sostenía con sus manos frente a su cuerpo en todo momento.

    Atormentada, hablaba sola, en voz muy baja, mientras caminaba de un lado a otro con expresiones repetitivas y tics, que nadie sabía de dónde los adquiría.

    Aunque también conmocionado, Ruan temía que su mujer, en sus delirios, revelara el crimen cometido contra Carmen y Diego.

    Al acercarse al patrón, Consuelo, que sabía toda la verdad, le aconsejó que apartara a la mujer de la convivencia de los demás, incluidos los hijos y los sobrinos, lo antes posible. Por eso mandó llevar a su esposa al piso más profundo, frío y oscuro de aquella suntuosa mansión. Un lugar tan lúgubre, húmedo y espantoso que apenas se podía ver la luz del Sol a través de un mísero agujero en la pared muy por encima de su cabeza, y que de ninguna manera se tenía acceso.

    El espíritu Carmen, en total desequilibrio y desesperación, afligida para que su hermana sufriese, por rencor y falta de perdón, permaneció ligada a Isabel, que se entregaba, cada día más, a la alienación alucinante, perdiendo la razón y la conciencia de todo alrededor suyo.

    — ¡Sal de aquí! ¡Fuera de aquí...! ¡Esta casa es mía! ¡Mía! ¡Mía! ¡Mía...! ¡Fuera de aquí! ¡Vete! ¡Esta casa es mía! ¡Mía! ¡Mía! ¡Mía! ¡Todo aquí es mío! ¡Mío! ¡Mío! ¡Mío! ¡Moriste! ¡Sal de aquí! — Isabel deliraba en voz alta, hablando, repetitivamente, con la sombra de sus visiones mentales.

    Apenas se alimentaba.

    Perdió su belleza, su vicio, su postura austera. Se curvaba. Se marchitaba. Su cabello, admirado por ser completamente negro, comenzó a encanecer demasiado rápido. Se les explicó a los niños que Isabel no estaba bien. Su mente estaba comprometida y demente. Por ello, su alejamiento de la vida social era necesario y la mejor alternativa para su propia protección. Por recomendación del médico, no debía salir de esa habitación reservada. Ninguna información externa podría llegar a ella para no molestarla aun más.

    ∞ O ∞

    — Es una pena que la tía Isabel esté tan enferma — dijo Yago, sintiéndose conmovido por su prima que estaba muy triste.

    — Mi madre siempre fue una mujer firme, inteligente, segura de sí misma y fuerte. No entiendo qué pasó para que quedara así – consideró la prima Lea.

    — Destino. No conocemos los propósitos de Dios. Mis hermanas y yo nos quedamos sin nuestros padres y no sabemos por qué.— Eso es lo que diría un cura. Pero, ¿tendrá razón? ¿No podríamos cambiar nuestros destinos? Después de todo, si podemos elegir, podemos cambiar el destino – sonrió levemente mientras mostraba la lógica del razonamiento.

    — ¡Por supuesto que no! — Dijo Yago, riendo. En un intento por alejarla de tantas preocupaciones, la invitó:

    — Parece que necesitas distraerte un poco. ¿Vamos a pescar?

    — No sé pescar. Es una elección. No quiero aprender — sonrió más bellamente.

    — Pensé que te gustaría aprender, Lea. A menos que creas que no es razonable para una mujer joven o para la inteligencia femenina – dijo el niño con gracia.

    — Las mujeres pueden hacer todo lo que los hombres pueden hacer. ¡Es un gran error pensar diferente! — Exclamó segura de sí misma, con postura imperturbable.

    — Entonces, creyéndote capaz, ven a pescar conmigo —. Yago, entre risas, invitó:

    — No solo eso, también puedo enseñarte otras cosas.

    — Lanzar un anzuelo cebado en el agua del lago para atrapar peces es algo que cualquier persona discapacitada puede hacer. ¿Qué puedes enseñarme que no sepa?

    — Ensillar un caballo. Cepillar al animal. Lavarlo…— se rio con ganas, divertido al imaginar a su prima, una joven de finos modales y tan bien arreglada, haciendo ese tipo de servicio en un establo —. Apuesto a que ni siquiera sabes conducir una carreta o atar una yegua. ¿Sabes la diferencia entre una yegua y un caballo?

    —¿Sabes lavar, coser, cocinar, sazonar un cerdo? ¡Te garantizo que no! Apuesto a que es mucho más difícil que ensillar un animal, cepillarlo, lavarlo o conducir una carreta — sonrió, llena de pretensiones de desafiarlo.

    — Mi prima es muy presuntuosa — bromeó para burlarse de ella —. ¡Entonces vamos allá! Hoy iremos a pescar y veremos quién pesca más. Mañana cuidaremos de un animal y veremos cómo le va. Empezaremos con el caballo. Entonces aceptaré aprender a sazonar un cerdo y otras cosas que consideras tan difíciles.

    — ¡Desafío aceptado! – Se alegró —. ¡Te mostraré de lo que es capaz una mujer!

    De esta forma, Yago y Lea comenzaron a pasar mucho tiempo juntos. Aprendieron mucho el uno del otro. Se divirtieron mucho y se rieron mucho de los líos que hacían. Al mismo tiempo, un sentimiento de cercanía y apego se arrastró lenta y silenciosamente, envolviendo sus corazones sin que ellos se dieran cuenta.

    ∞ O ∞

    Consuelo se comprometió a cuidar a su ama y alimentarla.

    Ruan le confió tal cuidado, pero nunca se lo confirió.

    La sirvienta, a su vez, cuidó a la enferma de una manera que no se debe tratar ni a un animal.

    Arrojó pan duro al piso y algunos restos de comida los colocó en tinas, los empujó dentro de la celda como si Isabel fuera una terrible y miserable prisionera.

    La habitación, húmeda y oscura, apenas se limpiaba. De allí emanaba un olor horrible y los roedores habitaban el lugar.

    En un estado mental perturbado, Isabel no se dio cuenta de lo que le estaba pasando.

    Sus palabras desordenadas y repetitivas fueron escuchadas por Angelita quien, curiosa, se sintió atraída por esa parte de la casa y sintió pena por su tía.

    Sigilosamente, la sobrina comenzó a tomar la llave del calabozo y entró en él, llevándose comida digna y agua limpia. A pesar de su corta edad, se dio cuenta que algo andaba mal. Su corazón se lo decía.

    También notó que Consuelo, además de vestir las mejores galas de su tía, pasaba las noches en la habitación de Ruan, por lo que entendió que no podía hacer ni decir nada en contra de su trato hacia Isabel.

    Incluso temerosa, buscó a su tío.

    — Señor tío mío, tu bendición – se inclinó y le besó la mano.

    — Dios la bendiga. ¿Qué quieres aquí? — Era extraño verla allí. Fue muy difícil para cualquiera de los jóvenes buscarlo, a excepción de su hijo Edgar, a quien siempre llevaba consigo para que aprendiera los oficios de la finca.

    — Tengo una petición que hacerle, mi señor.

    — ¿Qué quieres, Angelita? ¡Escúpelo de una vez!

    — Tu permiso para cuidar a la tía Isabel. Me gustaría verla.

    Estar con ella...

    — ¿Cuál es tu intención con esta petición? — Preguntó con rigidez, no lo suficientemente flexible para un diálogo.

    — Siento compasión por la tía. Es raro, pero a veces la escucho hablando y caminando... Tal vez su soledad empeore aun más su condición.

    — ¿Cuántos años tienes, niña? — Dijo el tío en el mismo tono intolerante.

    — Quince.

    — Pensé que era menos — la miró y se calló. Ante la larga espera, la joven insistió:

    — ¿Mi tío me permite visitar a la tía Isabel?

    — No le di ese permiso ni siquiera a mis hijos. ¿Por qué te lo daría? ¿No crees que estás siendo impertinente? — Cuestionó enojado.

    — Creo que no permitió que mis primos no se entristecieran por el estado de su madre. Sí, yo... — Acercándose, trató de justificar:

    Solo quiero corresponder a la acogida que recibí aquí con mis hermanos, desde que quedamos huérfanos. Podría leerle a la tía, hacerle compañía durante unas horas, darle de comer... Hay tanto que hacer para su comodidad.

    — Es Consuelo quien cuida a Isabel.

    — Sí, señor. Sé de eso. Pero creo que alguien cercano a la familia puede traer un poco de alegría al corazón de la tía Isabel.

    — Voy a pensarlo. Después hablamos — Estaba preocupado por otras cosas y quería deshacerse de ella —. Por ahora, necesitaba estar solo.

    — Sí, señor, mi tío. Entiendo. Disculpe — Hizo una reverencia, dio la espalda y se fue.

    Angelita subió las escaleras y se dirigió a sus aposentos. Se sentó a los pies de la cama y pensó.

    Su corazón se partió al recordar las condiciones infrahumanas en las que vio a su tía. Incluso sabiendo que el tratamiento era común para las personas con algún problema mental que existía en ese momento.

    En medio de la penuria espiritual que allí reinaba, una luz tenue se formó en torno a Angelita cuando rezaba en su mente:

    Señor, Dios mío, ayuda a la tía Isabel. Pobrecita. Ese no es lugar para que viva un ser humano. No sé ni cómo aun resiste. Viene otro invierno riguroso. Cuando llegue la nieve, no sé si será capaz de hacer frente al frío sin el calor de un fuego. Es demasiado débil. Ayúdame, Señor Dios. Aunque nos trata diferente, lo entiendo. La tía Isabel quiere más a sus hijos que a sus sobrinos. Fue buena con nosotros cuando nos acogió. Nos dio buena comida y un techo sobre su cabeza. No nos negó el estudio. Sé leer gracias a ella. Admiraba a la tía Isabel. haga que sus hijas estudien y aprendan a leer y escribir. Muchas mujeres jóvenes ni siquiera sueñan con eso. La madre misma nunca se preocupó por eso. Solo Yago sabía leer y escribir. Así que... por favor, suaviza el corazón del tío Ruan. Que él permita mi cuidado por ella. Amén.

    La joven no pudo ver la energía sublime que la había envuelto desde el comienzo de su oración.

    El espíritu Esmeralda, que era su abuela materna, se hizo presente y la abrazó con ternura.

    — Mi querida nieta... Por el momento, ella es la única que puede ayudar. He estado tratando de disolver el odio entre Isabel y Carmen, pero no puedo. Desde hace un tiempo, ambas se maltratan en peleas de intenso resentimiento, venganzas inútiles que solo retrasan la evolución.

    — Sigo la lucha que se ha librado en los dominios espirituales de esta dirección, querida Esmeralda — dijo Dionisio, el mentor de Angelita, quien se hizo entender —. Nada aquí es fácil. La ayuda de mi pupila, la liberación de Isabel y el comienzo de sus reajustes. Sepa esto.

    — Sí. Lo sé, querido amigo. En el pasado, Angelita ayudó a mantener en prisión a personas sometidas y maltratadas, incluida Carmen, a pedido de Isabel.

    — Si no atormentaste a estos convictos o los hiciste sufrir, permitiste que otros lo hicieran, y eso también está mal. El mal cobra vida cuando el bien se tiñe de muerte.

    — Busco la armonía entre mis amadas hijas, como bien sabes, desde hace siglos. Las desarmonías entre ellas solo crecieron. Discordia, odio, deseos perniciosos acumulados en la conciencia del espíritu, traduciéndose en venganza y resentimiento en la inconsciencia de las reencarnaciones. Y basta, que se acaben tantas agresiones o todo se pondrá peor. Falanges de espíritus caídos en el mal, desde siglos antes del Cristo Renacido, obran en zonas inferioridades de la espiritualidad, arrebatando y recogiendo como esclavos a los que no se desligan del odio, la rebeldía, la vanidad, el egoísmo ante las oportunidades de armonización y amor. Temo por mis amadas hijas, que no están libres de tan inferiores sentimientos.

    — La única actitud capaz de romper los lazos con cualquier y toda inferioridad es el perdón. El sentimiento emocional capaz de disolver las energías nocivas y destructivas es el amor. Mientras no se perdonen y no se amen, Isabel y Carmen experimentarán perturbaciones y sufrimientos indecibles, pudiendo dejarse atraer por condiciones más inferiores e infernales, dominadas por espíritus con manifestaciones aun más demoníacas¹ que las que conocemos.

    — Quién sabe, Angelita, Lea y los niños, de alguna manera, consiguen algunas gotas de simpatía entre las dos, incluso el cariño.

    — Todo intento es válido. Oremos a Jesús para que esto ocurra lo antes posible. El mundo se convertirá en un lugar mejor a medida que el planeta se dé cuenta de la reencarnación, de

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