Más allá del folclore, el mito o la superstición, existe otro debate, que en la actualidad solo se atreven a sostener un puñado de científicos, académicos e incluso algún premio Nobel, como Brian Josepson. La denominada “parantropología” también lo hace. Así fue como bautizaron un grupo de miembros de la Asociación Americana de Antropología, al cúmulo de relatos y experiencias paranormales personales que muchos de sus colegas, todos académicos, recopilaron o vivieron personalmente mientras ejercían la observación participante con tribus de África, Asia o América y/o con sus chamanes y chamanas. El equivalente a nuestras meigas gallegas.
Exploradores y aventureros tan prestigiosos como Vladímir Bogoraz, Martin Gusinde, Henri Trilles, Loren McIntyre, Sir Edward Evans-Pritchard, o el catedrático de antropología en la Complutense Miguel Rivera, han recogido en sus publicaciones académicas experiencias presuntamente paranormales que han vivido durante sus investigaciones de campo con brujos y chamanes. Para ellos, por tanto, en algunos casos excepcionales el último elemento a tener en cuenta en la historia de la brujería es la posibilidad de que el estigma social que sufrieron nuestras meigas pudo ser que algunas realmente poseyesen alguna capacidad paranormal, interpretada como de origen sobrenatural por sus contemporáneos. Estos son los hechos, y cuya descripción ocupan más de 400 páginas de mi libro “Meigas: las brujas sabias” (El Ojo Crítico, 2022).
“PARANTROPOLOGÍA” DE LAS MEIGAS
Pese al ruido de los grandes medios
