El hombre que confundió a su mujer con un sombrero
Por Oliver Sacks
4/5
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Neurology
Perception
Identity
Memory
Communication
Medical Mystery
Inner Struggle
Struggle With Identity
Power of Adaptation
Love Triangle
Coming of Age
Star-Crossed Lovers
Rags to Riches
Power of Music
Search for Identity
Mental Health
Psychology
Neurological Disorders
Self-Discovery
Personal Growth
Información de este libro electrónico
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero se convirtió inmediatamente en un clásico y consagró a Oliver Sacks como «uno de los grandes escritores clínicos del siglo» (The New York Times).
En este libro, Oliver Sacks narra veinte historiales médicos de pacientes perdidos en el mundo extraño y aparentemente irremediable de las enfermedades neurológicas. Se trata de casos de individuos, aquejados por inauditas aberraciones de la percepción que han perdido la memoria, y con ella, la mayor parte de su pasado; que son incapaces de reconocer a sus familiares o los objetos cotidianos; que han sido descartados como retrasados mentales y que, sin embargo, poseen insólitos dones artísticos o científicos. Por extraños que parezcan estos casos, el doctor Sacks los relata con pasión humana y gran talento literario. Son estudios que nos permiten acceder al universo de los enfermos nerviosos y comprender su situación frente a las adversidades. Como gran médico, Oliver Sacks nunca pierde de vista el cometido final de la medicina: «el sujeto humano que sufre y lucha».
Oliver Sacks
Oliver Sacks (Londres, 1933-Nueva York, 2015) fue profesor de Neurología Clínica en el Albert Einstein College de Nueva York. En Anagrama se han publicado sus obras fundamentales: los ensayos Migraña, Despertares, Con una sola pierna, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Veo una voz, Un antropólogo en Marte, La isla de los ciegos al color, El tío Tungsteno, Diario de Oaxaca, Musicofilia, Los ojos de la mente, Alucinaciones, El río de la conciencia y Todo en su sitio, y los volúmenes de memorias En movimiento y Gratitud, y Cartas, la selección de su correspondencia.
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Comentarios para El hombre que confundió a su mujer con un sombrero
2,652 clasificaciones91 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Apr 5, 2018
The Man Who Mistook His Wife for a Hat is a wonderful book about people who suffer from a variety ofneurological disorders. Note that: the book is about people and how these diseases effect their lives.Dr. Sacks divides his book into four sections, orgainized by the effect of the disorder on the patient. The author is possessed of a powerful imagination, an empath for his patients, and an insatiable curiosity about the workings of the human brain. He uses these traits here to illuminate the lives he portrays, causing the reader to be both amazed at human strength and courage and dismayed by the ravages casued by quirks, diseases or defects. This is a moving, thought-provoking, heartbreaking book. Well worth reading. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Apr 5, 2018
Sacks is the rare man that accurately understands what it is to be human and his book is a welcome consideration of this. Unlike so many, he does not view people, subjects, as if they are just things, objects. Certainly, the body can be a thing and can be examined and tested and measured. The study of the body is a science. But people are more than just a body which is a key insight of Sacks. They are subjects that must be related to. This is an art.Sacks presents an assortment of unique case studies gathered over his years of experience. They present people suffering through a surprising spectrum of physical and spiritual maladies that are interrelated. Sacks respectfully and empathetically tries to understand each as a whole person in need of help. Some of his patients have undergone a trauma from disease or injury that has radically altered their personality. Others have been born with structural defects that dictate unique personalities. In each, Sacks tries to consider what are the connections between the physical and spiritual and what can be done to truly help his patient.The Man Who Mistook His Wife for a Hat is an interesting and helpful volume for all who care for people, whether physically or spiritually. It is a necessary corrective to those who assume that answers are pat and precise and for those who assume that the other side is useless. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Apr 5, 2018
Perceptual bias as something symptomatic of all Sacks' patients because they all transport us into new worlds through his eyes. He also gives us an appreciation for the gifts and humanity of even some of his most "sick" patients. A truly moving book! Resounds on and on long after you finish reading it. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Mar 14, 2025
Este libro “consagró a Oliver Sacks como «uno de los grandes escritores clínicos del siglo»”, dicho esto, es un libro imperdible, las críticas más fuertes dicen del libro que “su énfasis en las historias de casos individuales puede llevar a generalizaciones inexactas o a la percepción errónea de que los trastornos neurológicos son meramente curiosidades médicas.” Se los concedo, porque a mí, las enfermedades mentales, siempre me han causado mucha curiosidad, nada que ver con el morbo, más bien con el terror, me parecen enfermedades o padecimientos terribles y aun así, no puedo permanecer indiferente.
Oliver Sacks narra veinte historias obtenidas de sus pacientes, evidentemente los nombre sy situaciones han sido alterados para preservar la confidencialidad, se trata de casos de individuos, aquejados por inauditas aberraciones de la percepción que han perdido la memoria, y con ella, la mayor parte de su pasado; que son incapaces de reconocer a sus familiares o los objetos cotidianos; que han sido descartados como retrasados mentales y que, sin embargo, poseen insólitos dones artísticos o científicos. Por extraños que parezcan estos casos, el doctor Sacks los relata con pasión humana y gran talento literario.
Por ejemplo, la agnosia visual del Dr. P. le impedía reconocer caras y objetos, a menudo, confundía a las personas con objetos inanimados, es él quien confundió a su mujer con un sombrero. Tenemos también a Jimmie, que padece el síndrome de Korsakoff, lo que causó una grave amnesia anterógrada, manifestando dificultades para recordar eventos recientes y formar nuevos recuerdos. También encontramos a Witty Ticcy Ray con el síndrome de Tourette que provocaba que Ray tuviera tics motores y vocales incontrolables. La Paciente Sra. B, antigua química que mostró un cambio de personalidad después de desarrollar un carcinoma cerebral en el sector orbitofrontal de ambos hemisferios. A pesar de su comportamiento chistoso e impulsivo, su mundo había perdido significado y todo le daba igual. Hasta uno muy interesante, una octogenaria que, enferma de sífilis pidió atender la infección, pero no las consecuencias psicológicas y un hombre que desarrolló el olfato detallado de un perro sin poder identificar más que dos olores.
Pero debo destacar un caso, el de “Los gemelos pitagóricos”, la razón es muy personal, soy gemelo, aunque suficientemente normal, al menos no nos han diagnosticado como autistas, psicóticos o gravemente retardados. Estos gemelos piden que se les dé una fecha cualquiera de los cuarenta mil años futuros y casi instantáneamente determinan a qué día de la semana corresponde ¿Aún no te ha sorprendido? Bueno pues resulta que, si examinas su capacidad de cálculo, lo hacen asombrosamente mal, no son capaces de hacer sumas y restas simples, y ni siquiera pueden entender qué significa la multiplicación y la división, pero si pueden detallar el tiempo meteorológico y los acontecimientos de cualquier día de sus vidas... cualquier día.
Este libro me gustó muchísimo por la curiosidad que mencioné anteriormente, pero, si cada cabeza es un mundo, tenemos aquí veinte padecimientos particulares, únicos, no es una guía para conocerlos ni diagnosticarlos. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Feb 5, 2025
Oliver Sacks once again illuminates the landscape of neurological problems with his own experiences and perspectives. always fascinating stuff to learn just how much the human psyche can focus around its own defects and how those defects manifest.
he tells story after story of people who experienced altered reality due to some neurological condition due to genetics, congenital problems, injury, disease, etc. the titualar man who mistook his wife for a hat was still conscious with all the memories and desires and motivations that made him him but he could no longer see things holistically. that is, small pieces of his environment he might recognize -a tie clip worn by his boss, a colleague’s hands- he could not put them together at a glance to form the whole picture. he had strategies for knowing these things that even he was not always aware of. his abstract understanding did not match the stimuli pouring in through his sensorium. he made to leave Dr. Sacks’s office and attempted to put his wife’s head on his head, thinking it was a hat. he was still a very knowledgeable and accomplished musician and cogent companion.
others with more severe problems like Jose who was profoundly autistic, could still draw very beautiful images and infuse them with life and flavour. he could still respond to Dr. Sacks’s attention and recognize that Dr. Sacks knew how to reach him.
the central theme of this book (and all of Sacks’s work, i think) is that no matter how fundamentally different people see the world, they are still human and deserve our compassion. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Oct 14, 2025
I’m on the fence about whether to recommend this.
On the one hand, those who are looking for an introduction to the extraordinary things that can happen when brains go bad (damaged by diseases or accidents, genetically miswired …) are likely to be fascinated by these tales of folks coping with extreme memory loss, sensory hallucinations, epileptic seizures preceded by bizarre hallucinations, savantism and, yes – an inability to recognize familiar objects, as in the case study alluded to in the title of the book.
On the other hand, this book is full of problems, many of them having to do with the dated nature of the essays - Sacks penned this back 1970, when neuroscience was in its infancy – but some having to do with Sacks's offputting approach to science and storytelling.
The main issue: the science part of this is tremendously dated. As this book captures what one might call the “dawning of neuroscience,” Sacks is writing about hypotheses (logical guesses) rather than scientific certainties. And while he is rightly credited for correctly hypothesizing that encephalitic patients might be roused by the administration of L-Dopa (the plotline of the movie Awakenings, starring Robin Williams), many (many) of the hypotheses he advances in these essays have since been thoroughly discredited. (Moreover, the frequency with which he equates correlation with causation makes me question what they were even calling “scientific method” back in the 1970s!)
Another flaw: the extent to which the patients in this book are treated as the sum of their symptoms rather than as human beings who happen to be suffering from dysfunctions. Sacks pays lip service to the importance of valuing the “personhood” of the folks in these tales … but then goes on question whether this patient’s life has ceased to have meaning, or whether that patient has lost his soul. Wow! As a person who has worked extensively with folks with neurological dysfunctions, I was appalled by his callousness and not in any way assuaged by the philosophical pretentions he uses to justify his often appalling speculations.
Yet another reason I hesitate to recommend this: Sacks’ storytelling, which I found to be unnecessarily dense and presumptuous. His abundant employment of obscure medical terminology is entirely unnecessary (I say this as a scientist myself – the way we talk to each other isn’t the way we should be talking to laypeople, as he should certainly be aware), his digressions are often specious, and his incessant references to obscure philosophical ideas hit as pretentious rather than learned – like a college professor trying way too hard to convince his students of his erudition.
When I first read these case studies back in the late 1970s, they inspired in me a curiosity so profound that they likely influenced my decision to become a biologist. It’s ironic that these same essays now inspire so much frustration. But also, to be fair, they provoke a renewed appreciation for the enormous strides we’ve made in neuroscience since these were penned, and serve as a reminder of the fascinating complexities that we are still struggling to fathom. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Jun 18, 2022
The book consists of a series of short descriptions of a number of patients with neurological problems, from omissions, excesses, and other aberrations. They are portrayed with compassion and an appreciation for their mechanisms for coping. - Calificación: 2 de 5 estrellas2/5
Jun 8, 2022
This went on hold - at least I thought it was on hold but no, it was permanent. I could not get into it at all. As it's been such a while, I can't remember entirely why. I have a vague feeling I felt Dr Sacks' characterisation of his patients was somewhat offensive, but I could be off the mark with that memory. It's been six years! - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Nov 26, 2024
I read this a long time ago and didn't remember much about it. It is still an interesting book with a lot of interesting case studies, but the writing is a bit on the dry side. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Oct 18, 2024
I loved An Anthropologist on Mars and will read more by Sacks, but the vignettes in this slim volume were too short to be anything but teasers, imo. And, considering how much work is being done in the cognitive and neurological sciences these days, this is dated. I shoulda read it when I first heard of it, a coupla decades ago. :( - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Oct 12, 2024
I loved it. Each chapter is a different case of his. Oliver Sacks' description leads you on a path to meet this person. The people he describes, lovingly, become important because he considers them important, no matter how bad their dysfunction. I've read many of his books, and enjoyed all. This is a work of non-fiction that helps foster understanding of brain injury or disease, and the person who has to cope with it. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Apr 5, 2018
I’m not a psychologist. I’ve finished the A level and love psychology and was recommended this book by all my teachers to read before going to university.It’s brilliant. I can’t say I knew every term used but it was easy to understand, completely fascinating and makes you appreciate your own ability to function normally. It’s made up of several case studies focusing around topics, rounded off by related cases and possible reasons to why these curious disorders can occur. I would recommend it to anyone, especially with an interest in psychology. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Apr 5, 2018
The Man Who Mistook His Wife for a Hat by Oliver Sacks
243 pages
★★★ ½
Oliver Sacks is a fairly famous neurologist and in this book he recounts some of his patients with more unique neurological issues…such as the man who mistook his wife for a hat…true story! This is one of his early books, written nearly 30 years ago and it does show its age but it’s a good book none-the-less. I still hoped to like it a bit more than I did.
Let me start by saying that the stories found in this book are quite interesting for the most part. A lot has changed medically in the last 30 years (some of these stories taking place as far back as the 1960s, early in Sack’s own career) so not all the stories are maybe as puzzling as they were back then. The stories can sometimes be quite clinical, after all, the author is a clinical doctor and the subtitle of the book is and Other Clinical Tales so don’t go in being too shocked that there is a lot of medical jargon. Unfortunately some of that jargon bored me and I probably shouldn’t have read the book late at night, as I was falling asleep, since it caused a lot to go over my head. Also keep in mind that this book was written before there was so much political correctness out there. The patients are often called retarded, idiots, morons, etc. I tell you so you are prepared but remember, we can’t judge yesterday’s people by today’s standards, it’s just the way it was and it’s fairly obvious Oliver Sacks means no ill will and indeed adores his patients, regardless of the titles given at the time.
A good book but definitely not for all. The tales are interesting and I have an affinity towards to different and rare. Just remember it is not a light read but it can be a quick one at just over 200 pages (more pages are reference). Oliver Sacks has many other books out and I look forward to reading some of them, as they seem quite interesting, just like this one! - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Oct 10, 2021
Wow, what a great book! Though I'm not very knowledgeable about neurology, this book was extremely compelling and a fairly quick read too. Sacks is an excellent and vivid writer and observer. My only regret is that I haven't read him sooner. I borrowed this book from my brother after hearing about Dr. Sacks on Radio Lab (an NPR podcast I highly recommend). Unfortunately he passed away recently but his stories there were very interesting and prompted me to read this book. The tales in this book are so amazing that's it almost hard to believe them all. Dr. Sacks delivers everything in engaging prose that's sufficiency non medical while remaining intellectual. I'm very interested in reading some of his other books and if you're considering picking this one up I'd highly recommend it (though be prepared to look up plenty of definitions). - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Jul 28, 2021
It’s a non-fiction, this says much for the 4 stars as I don’t love non-fiction. I love the nice writing style of Dr Sacks, he takes the complicated neurological disorders and turns them in palatable information - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Aug 12, 2022
It's an interesting read about the power of the brain when something goes wrong. Dr. Sacks discusses various patients and the issues they had when not everything is exactly in place with the brain. From my own perspective I found it interesting when I compare it to my own fathers experience at the latter stages of his brain tumour when the utterly simple tasks like breathing completely puzzled him. It was obvious that something in his brain was stopping him from remembering how to breath normally.
The only downside of the book is that it's very technical in places. And the reader can get bogged down in the science. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Dec 13, 2021
I've been curious about this book for decades, as it was referenced more than once during psych classes I took during college. It's a short, thoughtful read of about 240 pages, discussing different and highly unusual cases of psychological and physiological patients encountered by Dr. Sacks in his practice. Some of them are quite disturbing, yet are consistently intriguing.
As the book is compiled of material written in the 1970s and 1980s, it's important to note that the book's terminology and breadth is quite dated, and must be regarded in the context of the time; this was particularly clear to me in the last section, which discussed some patients who are described as 'retarded' and 'autistic.' I kept cringing, and had to remind myself that we've come a long way in the past few years. Back at the time this was published, Sacks would have been outright progressive for his open-mindedness and positive outlook. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Jan 18, 2012
My sister long ago recommended this book, and its title has stuck with me through the years. Finally, at a used-book sale for charity, it fell into my hands. I learn that the author is the very person characterized by Robin Williams in the movie, Awakenings. In fact, one of the essays relates the circumstances that are re-enacted in the film. The 24 essays are case histories of Sacks's patients, some of the most interesting and unusual from among the many he has encountered as a neurologist. The man who mistook his wife for a hat had a diagnosis of visual agnosia, he saw things inaccurately. He might pat a fire hydrant, thinking it the head of a child, or try to put his wife's head on his own head because, to him, she looked like a hat. We meet Christina, whose reaction to antibiotics was to develop a rare neuritis that caused her to feel disconnected from her body; she was no longer able to feel its presence and had to use mirrors to feed and dress herself. Ninety-year-old Natasha had what she had labeled "Cupid's Disease," after the inappropriate thoughts that kept running through her mind. Her condition was a neurosyphilis that had finally made itself known after seventy years. Treatment cured the medical condition, but it did nothing to alter the brain damage that had already occurred. Natasha was stuck with feeling giddy, young, and extravagantly euphoric for the rest of her life. The other 21 essays are just as intriguing, each of them exposing another fascinating aspect of our brains and how they can alter our realities. (December 2008)A 1 persona le pareció útil
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Apr 3, 2020
Sacks is a lucid, witty, and concise writer who approaches the philosophy of self and being through this collection of essays about cognitive disorders. There are a few anecdotal pieces that could have been omitted, but overall the book feels like a cohesive work that is moving, enchanting, and provocative. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Sep 15, 2019
Imagine that you wake up one morning with a hand at your throat trying to strangle you. You scream out in alarm waking your spouse who turns on the light and finds that it is your own hand at your throat and you are unable to stop it. Imagine someone asks you to identify an object and your best guess is that it might be for holding change because it has five long pouches. Then it is put on your hand and you realize it is your glove. Imagine being able to walk perfectly fine but your friends tell you something is wrong. You go to a doctor who films you walking across a room. When you see the film, you realize for the first time that you are leaning so far to one side, at least 20 degrees, that if you leaned much more you would fall over—and you have no sense of it at all. Some of the amazing and true patients treated by Dr. Oliver Sacks and discussed in this book.
Reading books about science (in this case neuroscience) can often be dry and mechanical. The poetry and mystery that moves in and around all things can be lost with the mere recitation of facts and figures and the faces of those most intimately impacted can become dry stiff masks revealing little of their inner life. I enjoy reading Oliver Sacks because he opens the door to poetry and mystery without making light of the science. The science, after all, is why we are here and while I certainly don’t want a soapy drama about each patient, Sacks strings enough humanity through each case that it intensifies the power of each affliction. For many of these folks there is an understandable depression over their plight but some have so little awareness of what they are suffering that the sadness has nothing to latch onto. The feeling becomes kind of a vagabond sadness permeating every working sense and weighing down any emotion that might try to take flight.
Though not every story is a sad one. The patient who didn’t recognize his own glove, was a music teacher who taught until he died in his late eighties. He could not recognize people or objects out of context but often could link clues together with music to create a kind of alternate image. He hummed while he walked across campus to find classrooms he had taught in for decades. He also painted and when he lost his connection with objects, gave up realism for abstract art. Part of the power of this book and people in general is that even under the most awful conditions—we often find a way to not only survive but to thrive. But for those who did succumb to their afflictions, often by just living a kind of shadow life until their bodies finally quit on them, perhaps what we learned from them affords a kind of meaningful afterlife they were denied while on earth. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Aug 31, 2019
Reads like a textbook sometimes but the value of the book is in opening your eyes. Nothing is too strange, and there can be all kinds of afflictions. - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5
Mar 13, 2019
The book is a collection of brief outlines of some interesting patients of the late neuroscientist, Oliver Sacks, of “Awakenings” fame. While the book is a bit dated- some of the terminologies, etc. are not current convention- the stories were fascinating. Sacks is a scientist and a romantic, and his descriptions of patients are respectful and affectionate with a reverence or art and spirituality that strictly scientific texts lack. This might not be Sacks at his ultimate, but it did remind me why I like him. The human brain is amazing and still such a mystery. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Feb 7, 2019
In his introduction to this selection of intriguing neurological cases he has encountered, Dr Sacks emphasizes the need " to restore the human subject at the centre - the suffering, afflicted, fighting human subject ...only then do we have a "who" as well as a "what" '.
And in these accounts of the strange tricks the brain can play on the person, those individuals are vividly portrayed with their coping strategies - the woman who, unable to see left would turn a full circle right; people who lose sense of their bodies and need to look in mirrors to adjust their posture.
He considers the occasional 'plus' side of mental disturbance - the heightened sensations of drug use; the re-living of past happy times, as when an elderly woman suddenly started 'hearing' songs from her early childhood, a time that had been sealed off to her in a subsequent hard life. "She felt illness as health, as healing."
He looks too at the mysteries of the 'idiot savant' - twins with learning difficulties such that they could not do simple maths, and yet were inexplicably able to perform mindboggling feats of calculation.
Fascinating book. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Feb 4, 2019
A series of short neurological case studies, in Sacks' trademark style. Typically fascinating, though some of the language and so forth in this one have gotten to be a bit dated. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Aug 27, 2018
Oliver Sacks was a neurologist, working with clients that exhibited an array of psychological maladies. Rather than only express how strange these patients were, Sacks goes deeper. He wants to know the root of these people, the Person underneath their illnesses. And that's where The Man Who Mistook His Wife for a Hat shines. Oliver Sacks is endearing and blessed with a kind heart. We, the readers, can only gain from his kindnesses. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
May 29, 2018
Oliver Sacks has a way with getting to the heart and soul of a problem. He is able to write with compassion about people who are dealing with very difficult brain disorders/diseases.
The book isn't perfect. Some of the stories, especially the ones written early, are a too scientific, written with a detachment. My favorite stories are the ones that highlight the humanity of person.
It is originally published in the 1985. Terminology has changed since than, and some of the terms he uses, while scientifically correct for 1984, sounds offensive. I also suspect that much of the diagnoses and treatments have changed incredibly since this book was written. So in some ways, its an out of date book.
In other ways, the book is still a great read. The brain is an amazing organ - and Mr. Sacks is able to explain what is happening in a way that doesn't dumb down the topic, but manages to simplify it in a way that makes sense to the story. Mental Health is still struggling between what is best for the patient, how much is behavior part of the disease vs who that person is. It is too easy to see people as a list of symptom, while missing the greater whole. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Apr 5, 2018
I suspect that I am only being mean and deducting one star from this book because it had the temerity to discomfort me. Accepting that the information therein is accurate, this book challenges all concepts of intelligence, free will and a purpose to life.
This book is a series of studies by the author, of people whose thought processes are at variant to the norm. Sometimes this is due to illness, or accident but on occasion, just that people have been born with a different way of thinking.
The most amazing part of this book is, however, the resilience of these people. I would tear my hair out, were I to instantly forget anything that I was told. The frustration of living in a constantly 'new' world would fry my brains and yet, a chap so burdened, smiles and seems to happily accept his fate, without being a drooling mental wreck.
This is not a book to read at bedtime, as I can confirm: it leads to some most disquieting dreams! - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Jan 8, 2018
A collection of stories about patients with interesting and sometimes bizarre neurological impediments. The title of the book is actually the first story. It's about a man whose vision had been altered by a brain abnormality, who could only see objects in a "cubist" sort of way, just in basic geometric shapes. He once patted a fire-hydrant thinking it was a child, and, of course, tried to pick up his hat that turned out to be his wife's head.
Each chapter is a different patient with a story just as amazing and strange as "The Man Who Mistook His Wife For A Hat". I thought it was a fascinating collection of stories, it really shows you how profoundly our reality is shaped by our brains. It got philosophical quite often, exactly for this reason. - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Nov 17, 2017
Finished this one last night. It was pretty interesting, although dated. I like Sacks's ability to be clinical while realizing there is more to humans than "just" science. He mixes in feeling and religion with neurology to present more accurate, humane portraits of the people he discusses. For example, the retarded individuals who had wonderful artistic or musical abilities. There are some strange cases here; it is amazing what the brain can do! - Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Oct 31, 2017
Oliver Sacks' books are always engaging. This one is as well! It is such a good book that I had to put it down to process his stories further. His stories both deepened and broadened my perspective regarding persons on the spectrum and others. However, the language used to describe some of the conditions are dated since it was originally published in 1970.
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El hombre que confundió a su mujer con un sombrero - José Manuel Álvarez Flórez
Índice
PORTADA
PREFACIO
PRIMERA PARTE. PéRDIDAS
INTRODUCCIÓN
1. EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU MUJER CON UN SOMBRERO
2. EL MARINERO PERDIDO1
3. LA DAMA DESENCARNADA
4. EL HOMBRE QUE SE CAYÓ DE LA CAMA
5. MANOS
6. FANTASMAS
7. A NIVEL
8. ¡VISTA A LA DERECHA!
9. EL DISCURSO DEL PRESIDENTE
SEGUNDA PARTE. EXCESOS
INTRODUCCIÓN
10. RAY, EL «TICQUEUR» INGENIOSO
11. LA ENFERMEDAD DE CUPIDO
12. UNA CUESTIÓN DE IDENTIDAD
13. SÍ, PADRE-HERMANA
14. LOS POSEÍDOS
TERCERA PARTE. ARREBATOS
INTRODUCCIÓN
15. REMINISCENCIA
16. NOSTALGIA INCONTINENTE
17. UN PASAJE A LA INDIA
18. EL PERRO BAJO LA PIEL
19. ASESINATO
20. LAS VISIONES DE HILDEGARD
CUARTA PARTE. EL MUNDO DE LOS SIMPLES
INTRODUCCIÓN
21. REBECA
22. UN GROVE AMBULANTE
23. LOS GEMELOS
24. EL ARTISTA AUTISTA
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS
CRÉDITOS
A Leonard Shengold, doctor en Medicina
PREFACIO
«Lo último que uno establece al escribir un libro», comenta Pascal, «es lo que debería exponer primero.» Así que, después de escribir, reunir y ordenar estos extraños relatos, tras elegir un título y dos epígrafes, he de examinar a continuación lo que he hecho... y por qué.
La duplicidad de los epígrafes y el contraste que ofrecen (el contraste, en rigor, del que habla Ivy McKenzie entre el médico y el naturalista) corresponden a una duplicidad indudable en mí: me siento a la vez médico y naturalista; y me interesan en el mismo grado las enfermedades y las personas; puede que sea también, aunque no tanto como quisiera, un teórico y un dramaturgo, me arrastran por igual lo científico y lo romántico, y veo constantemente ambos aspectos en la condición humana, y también en esa condición humana quintaesencial de la enfermedad... los animales contraen enfermedades pero sólo el hombre cae radicalmente enfermo.
Mi trabajo, mi vida, giran en torno a los enfermos... pero el enfermo y su enfermedad me hacen pensar cosas que de otro modo quizás no pensaría. Hasta el punto de que me veo forzado a preguntarme como Nietzsche: «En cuanto a la enfermedad: ¿no nos sentimos casi tentados a pensar si podríamos arreglárnoslas sin ella?»... y a considerar los interrogantes que plantea fundamentales por naturaleza. Mis pacientes me hacen cavilar constantemente, y mis cavilaciones me llevan constantemente a los pacientes, de modo que en las historias o estudios que siguen hay un trasiego continuo de una cosa a otra.
Estudios, sí, pero ¿por qué historias o casos? Fue Hipócrates quien introdujo el concepto histórico de enfermedad, la idea de que las enfermedades siguen un curso, desde sus primeros indicios a su clímax o crisis, y después a su desenlace fatal o feliz. Hipócrates introdujo así el historial clínico, una descripción o bosquejo de la historia natural de la enfermedad, que expresa con toda precisión el viejo término «patología». Tales historiales son una forma de historia natural... pero nada nos cuentan del individuo y de su historia; nada transmiten de la persona y de la experiencia de la persona, mientras afronta su enfermedad y lucha por sobrevivir a ella. En un historial clínico riguroso no hay «sujeto»; los historiales clínicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida («hembra albina trisómica de 21»), que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se aflige y que lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento; sólo así tendremos un «quién» además de un «qué», un individuo real, un paciente, en relación con la enfermedad... en relación con el reconocimiento médico físico.
El yo esencial del paciente es muy importante en los campos superiores de la neurología, y en psicología; está implicada aquí esencialmente la personalidad del enfermo, y no pueden desmembrarse el estudio de la enfermedad y el de la identidad. Esos trastornos, y su descripción y estudio, constituyen, sin duda, una disciplina nueva, a la que podríamos llamar «neurología de la identidad», pues aborda los fundamentos nerviosos del yo, el viejo problema de mente y cerebro. Quizás haya de haber, inevitablemente, un abismo, un abismo categorial, entre lo físico y lo psíquico; pero los estudios y los relatos, al pertenecer inseparablemente a ambos (y son éstos los que me fascinan en especial, y los que presento aquí, en realidad), sirven precisamente para salvar ese abismo, para llevarnos hasta la intersección misma de mecanismo y vida, a la relación entre los procesos fisiológicos y la biografía.
La tradición de relatos clínicos ricos en contenido humano conoció un gran auge en el siglo diecinueve y luego decayó, con la aparición de una ciencia neurológica impersonal. Luria decía: «La capacidad de describir, que tanto abundaba entre los grandes neurólogos y psiquiatras del siglo diecinueve, ha desaparecido casi totalmente... Hay que revivirla.» Él mismo intenta revivir la tradición perdida en sus últimas obras, en La mente de un mnemonista y en El hombre con un mundo destrozado. Por tanto los historiales clínicos de este libro se entroncan en una tradición antigua: la tradición decimonónica de que habla Luria; la tradición del primer historiador médico, Hipócrates; y esa tradición universal y prehistórica por la que los pacientes han explicado siempre su historia a los médicos.
Las fábulas clásicas tienen figuras arquetípicas: héroes, víctimas, mártires, guerreros. Los pacientes nerviosos son todas estas cosas... y en los extraños relatos que se cuentan aquí son también algo más. ¿En qué categoría emplazaríamos, en esos términos míticos o metafóricos, al «marinero perdido», o a los otros extraños personajes de este libro? Podemos decir que son viajeros que viajan por tierras inconcebibles... tierras de las que si no fuese por ellos no tendríamos idea ni concepción alguna. Precisamente porque me parece que sus vidas y periplos tienen el don de lo fabuloso he utilizado la imagen de Las mil y una noches como epígrafe, y me he visto forzado a hablar de relatos y fábulas además de casos. En esos territorios anhelan unirse el científico y el romántico (a Luria le gustaba hablar de «ciencia romántica»). Son territorios que se hallan en la intersección de hecho y de fábula, esa intersección que caracteriza (lo mismo que en mi libro Despertares) las vidas de pacientes que se narran aquí.
¡Pero qué hechos! ¡Qué fábulas! ¿A qué las compararemos? Quizás no dispongamos de mitos, metáforas o modelos. ¿Ha llegado quizás el momento de nuevos mitos, de símbolos nuevos?
Ocho de los capítulos de este libro han sido publicados ya: «El marinero perdido», «Manos», «Los Gemelos» y «El artista autista» en The New York Review of Books (1984 y 1985) y «Ray, el ticqueur ingenioso», «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero» y «Reminiscencia» en The London Review of Books (1981, 1983, 1984) donde la versión, más breve, del último se titulaba «Oídos musicales». «A nivel» se publicó en The Sciences (1985). Un relato muy primerizo de uno de mis pacientes (el «original» de Rose R. de Despertares y de la Deborah de Harold Pinter de A Kind of Alaska, inspirado por ese libro) puede encontrarse en «Nostalgia incontinente» (publicado en principio con el título de «Nostalgia incontinente inducida por L-Dopa» en el número de primavera de 1970 de Lancet). De mis cuatro «Fantasmas», los dos primeros se publicaron como «curiosidades clínicas» en el British Medical Journal (1984). Dos piezas cortas proceden de libros anteriores: «El hombre que se cayó de la cama» de Con una sola pierna, y «Las visiones de Hildegard» de Migraña. Las doce piezas restantes son inéditas y completamente nuevas, y se escribieron todas en el otoño y el invierno de 1984.
Tengo una deuda muy especial con mis revisores: primero con Robert Silvers de la New York Review of Books y con MaryKay Wilmers de la London Review of Books; luego con Kate Edgar, Jim Silberman de Summit Books de Nueva York, y Colin Haycraft de Duckworths de Londres, que tanto hicieron por dar forma a la versión final del libro.
Entre mis colegas los neurólogos he de manifestar mi especial gratitud hacia el difunto doctor James Purdon Martin, al que mostré videocintas de «Christina» y de «Mr. MacGregor» y con el que analicé por extenso a estos pacientes; «La dama desencarnada» y «A nivel» son expresión de la deuda que con él contraje; al doctor Michael Kremer, mi antiguo «jefe» en Londres, que en respuesta a Con una sola pierna (1984) describió un caso suyo muy similar (están ahora agrupados en «El hombre que se cayó de la cama»); al doctor Donald Macrae, cuyo caso extraordinario de agnosia visual, casi cómicamente similar al mío, no llegó a descubrirse, accidentalmente, hasta dos años después de que hubiese escrito mi relato (se menciona resumido en la posdata de «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero»); y muy especialmente a mi íntima amiga y colega la doctora Isabelle Rapin, de Nueva York, que analizó muchos casos conmigo; ella fue quien me presentó a Christina (la «dama desencarnada») y conocía desde hacía muchos años a José, el «artista autista», de cuando era niño.
Quiero agradecer también su generosidad y ayuda desinteresada a los pacientes (y en ocasiones a sus familiares) cuyas historias cuento aquí, que sabiendo (como sabían muchos) que no era posible ayudarlos directamente a ellos, permitieron de todos modos que explicase sus vidas (y hasta me animaron a hacerlo), con la esperanza de que otros pudieran aprender y comprender y ser capaces, quizás, un día, de curar. Los nombres y algunos detalles circunstanciales los he cambiado, lo mismo que en Despertares, por razones de secreto profesional y personal, pero mi propósito ha sido preservar el «talante» esencial de sus vidas.
Deseo expresar, por último, mi gratitud (más que gratitud) a mi propio mentor y médico, al que dedico este libro.
O. W. S.
Nueva York,
10 de febrero de 1985
Hablar de enfermedades es una especie de entretenimiento de Las mil y una noches.
WILLIAM OSLER
El médico (a diferencia del naturalista) se ocupa... de un solo organismo, el sujeto humano, que lucha por mantener su identidad en circunstancias adversas.
IVY MCKENZIE
Primera parte
Pérdidas
INTRODUCCIÓN
La palabra favorita de la neurología es «déficit», que indica un menoscabo o incapacidad de la función neurológica: pérdida del habla, pérdida del lenguaje, pérdida de la memoria, pérdida de la visión, pérdida de la destreza, pérdida de la identidad y un millar de carencias y pérdidas de funciones (o facultades) específicas. Tenemos para todas estas disfunciones (otro término favorito) palabras negativas de todo género –afonía, afemia, afasia, alexia, apraxia, agnosia, amnesia, ataxia–, una palabra para cada función mental o nerviosa específica de la que los pacientes, por enfermedad, lesión o falta de desarrollo, pueden verse privados parcial o totalmente.
El estudio científico de la relación entre el cerebro y la mente comenzó en 1861, cuando Broca descubrió, en Francia, que las dificultades en el uso significativo del habla, la afasia, seguían inevitablemente a una lesión en una porción determinada del hemisferio izquierdo del cerebro. Esto abrió el camino a la neurología cerebral, y eso permitió, tras varias décadas, «cartografiar» el cerebro humano, adscribir facultades específicas (lingüísticas, intelectuales, perceptuales, etcétera) a «centros» igualmente específicos del cerebro. Hacia finales de siglo se hizo evidente para observadores más agudos (sobre todo Freud en su libro Afasia) que este tipo de cartografía era demasiado simple, que las funciones mentales tenían todas una estructura interna intrincada y debían tener una base fisiológica igualmente compleja. Freud se planteaba esto en relación, sobre todo, con ciertos trastornos del reconocimiento y la percepción para los que acuñó el término «agnosia». En su opinión, para entender plenamente la afasia o la agnosia hacía falta una nueva ciencia, mucho más compleja.
Esa nueva ciencia del cerebro/mente que vislumbrara Freud afloró en la Segunda Guerra Mundial, en Rusia, como creación conjunta de A. R. Luria (y su padre, R. A. Luria), Leontev, Anokhin, Bernstein y otros, que la llamaron «neuropsicología». A. R. Lurio consagró su vida al desarrollo de esta ciencia inmensamente fructífera, ciencia que tardó mucho en llegar a Occidente, considerando su importancia revolucionaria. La expuso, sistemáticamente, en una obra monumental, Funciones corticales superiores en el hombre, y, de una forma completamente distinta, en una biografía o «patografía», en El hombre con un mundo destrozado. Aunque estos libros eran casi perfectos a su manera, había todo un campo que Luria no había tocado siquiera. Funciones corticales superiores en el hombre abordaba sólo las funciones correspondientes al hemisferio izquierdo del cerebro; Zazetsky, sujeto de El hombre con un mundo destrozado, tenía asimismo una lesión enorme en el hemisferio izquierdo... el derecho estaba intacto. De hecho, la historia toda de la neurología y la neuropsicología puede considerarse una historia de la investigación del hemisferio izquierdo.
Un motivo importante de este menosprecio del hemisferio derecho, o «menor», como siempre se le ha llamado, es que si bien resulta fácil demostrar los efectos de lesiones de localización diversa en el lado izquierdo, los síndromes del hemisferio derecho son mucho menos claros. Se consideraba, en general de modo despectivo, que era más «primitivo» que el izquierdo, la flor exclusiva de la evolución humana. Y así es, en cierto modo: el hemisferio izquierdo es más complejo y está más especializado, es una excrecencia muy tardía del cerebro primate, y sobre todo del homínido. Por otra parte, el hemisferio derecho es el que controla las facultades cruciales de reconocimiento de la realidad con que ha de contar todo ser vivo para sobrevivir. El hemisferio izquierdo es como una computadora adosada al cerebro básico del ser humano, está dotado de programas y esquemas; y la neurología clásica se interesaba más por los esquemas que por la realidad, por eso cuando afloraron por fin algunos de los síndromes del hemisferio derecho se consideraron extraños.
Había habido tentativas anteriores (Anton en la década de 1890 y Pötzl en 1928, por ejemplo) de estudiar los síndromes del hemisferio derecho, pero esos intentos habían sido extrañamente ignorados también. En The Working Brain, uno de sus últimos libros, Luria dedicaba una sección, breve pero estimulante, a los síndromes del hemisferio derecho, y concluía:
Estas deficiencias, de las que no se ha hecho aún ningún estudio, nos remiten a uno de los problemas más fundamentales: el del papel del hemisferio derecho en la conciencia directa... El estudio de este campo, de suma importancia, no se ha abordado hasta el momento.... Será objeto de análisis detallado en una serie de artículos específicos... cuyo proceso de publicación ya está en marcha.
Luria escribió finalmente algunos de esos artículos, en los últimos meses de su vida, cuando estaba ya enfermo de muerte. No habría de verlos publicados, ni se publicarían en Rusia. Se los envió a R. L. Gregory, a Inglaterra, quien los publicó en su Diccionario Oxford de la mente.
Se suman aquí dificultades internas y externas. No es que sea difícil sino que es imposible que pacientes con ciertos síndromes del hemisferio derecho perciban sus propios problemas (una peculiar y específica «anosagnosia», utilizando un término de Babinski). Y es sumamente difícil, hasta para el observador más sensible, imaginarse el estado interior, la «situación», de tales pacientes, pues ésta se halla casi inconcebiblemente alejada de todo lo que uno haya podido conocer. Los síndromes del hemisferio izquierdo son, por el contrario, relativamente fáciles de imaginar. Aunque sean tan frecuentes los síndromes de un hemisferio como los del otro (¿por qué no habrían de serlo?) hallaremos un millar de descripciones de los correspondientes al izquierdo en la literatura neurológica y neuropsicológica por cada descripción de un síndrome del derecho. Es como si esos síndromes fuesen, en cierto modo, ajenos al carácter mismo de la neurología. Y sin embargo son, como dice Luria, de fundamental importancia. Y en tal medida que quizás exijan un nuevo tipo de neurología, una ciencia «personalista» o (como le gustaba decir a Luria) «romántica», pues afloran aquí, para que los estudiemos, los fundamentos físicos de la persona, el yo. Luria creía que el mejor modo de introducir una ciencia de este género era a través de un relato, de un historial clínico detallado de un individuo con un trastorno profundo del hemisferio derecho, un historial clínico que fuese al mismo tiempo complementario y opuesto al del «hombre con un mundo destrozado». En una de las últimas cartas que me escribió, me decía: «Publica esos historiales, aunque sólo sean esquemas. Es un campo lleno de prodigios.» He de confesar que a mí me intrigan de un modo especial estos trastornos, pues abren, o prometen, campos apenas imaginados hasta el momento, que nos muestran una neurología y una psicología más abiertas y amplias, emocionantemente distintas a la neurología del pasado, más bien rígida y mecánica.
Así pues, lo que ha atraído mi interés, más que los déficits en un sentido tradicional, han sido los trastornos neurológicos que afectan al yo. Dichos trastornos pueden ser de varios tipos (y no sólo pueden deberse a menoscabos de la función sino también a excesos) y parece razonable considerar por separado las dos categorías. Pero hemos de decir desde el principio que una enfermedad no es nunca una mera pérdida o un mero exceso, que hay siempre una reacción por parte del organismo o individuo afectado para restaurar, reponer, compensar, y para preservar su identidad, por muy extraños que puedan ser los medios; y una parte esencial de nuestro papel como médicos, tan esencial como estudiar el ataque primario al sistema nervioso, es estudiar esos medios e influir en ellos. Ivy McKenzie expuso esto con gran vigor:
Porque ¿qué es lo que constituye una «entidad de enfermedad» o una «nueva enfermedad»? El médico no se ocupa, como el naturalista, de una amplia gama de organismos diversos teóricamente adaptados de un modo común a un entorno común, sino de un solo organismo, el sujeto humano, que lucha por preservar su identidad en circunstancias adversas.
Esta dinámica, esta «lucha por preservar la identidad», por muy extraños que sean los medios o las consecuencias de tal lucha, fue admitida hace mucho en psiquiatría, y, como tantas otras cosas, se asocia sobre todo con la obra de Freud. Así, éste, consideraba los delirios de la paranoia no como algo primario sino como tentativas, aunque descaminadas, de restablecer, de reconstruir un mundo reducido al caos absoluto. Siguiendo exactamente esa tónica, Ivy McKenzie escribió:
La patología fisiológica del síndrome de Parkinson es el estudio de un caos organizado, un caos provocado en primer término por la destrucción de integraciones importantes; y reorganizado sobre una base inestable en el proceso de rehabilitación.
Mientras Despertares era el estudio de un «caos organizado» producido por una enfermedad única aunque multiforme, lo que sigue es una serie de estudios similares de los casos organizados debidos a una gran variedad de enfermedades.
El caso más importante en esta primera sección, «Pérdidas», es, en mi opinión, el de una forma especial de agnosia visual: «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero». Lo considero de vital importancia. Casos como éste ponen en entredicho las bases mismas de uno de los axiomas o supuestos más enraizados de la neurología clásica: en concreto, la idea de que la lesión cerebral, cualquier lesión cerebral, reduce o elimina la «actitud abstracta y categórica» (en expresión de Kurt Goldstein), reduciendo al individuo a lo emotivo y lo concreto. (Hughlings Jackson expuso una tesis muy similar en la década de 1860.) Ahora, en el caso del doctor P., veremos el opuesto mismo de eso: un hombre que ha perdido del todo (aunque sólo en la esfera de lo visual) lo emotivo, lo concreto, lo personal, lo «real»... y ha quedado reducido, digamos, a lo abstracto y categorial, con consecuencias particularmente disparatadas. ¿Qué habrían dicho de esto Hughlings Jackson y Goldstein? He imaginado muchas veces que les pedía que examinaran al doctor P. y luego les decía: «¿Qué me dicen ahora, caballeros?»
1. EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU MUJER
CON UN SOMBRERO
El doctor P. era un músico distinguido, había sido famoso como cantante, y luego había pasado a ser profesor de la Escuela de Música local. Fue en ella, en relación con sus alumnos, donde empezaron a producirse ciertos extraños problemas. A veces un estudiante se presentaba al doctor P. y el doctor P. no lo reconocía; o, mejor, no identificaba su cara. En cuanto el estudiante hablaba, lo reconocía por la voz. Estos incidentes se multiplicaron, provocando situaciones embarazosas, perplejidad, miedo... y, a veces, situaciones cómicas. Porque el doctor P. no sólo fracasaba cada vez más en la tarea de identificar caras, sino que veía caras donde no las había: podía ponerse, afablemente, a lo Magoo, a dar palmaditas en la cabeza a las bocas de incendios y a los parquímetros, creyéndolos cabezas de niños; podía dirigirse cordialmente a las prominencias talladas del mobiliario y quedarse asombrado de que no contestasen. Al principio todos se habían tomado estos extraños errores como gracias o bromas, incluido el propio doctor P. ¿Acaso no había tenido siempre un sentido del humor un poco raro y cierta tendencia a bromas y paradojas tipo zen? Sus facultades musicales seguían siendo tan asombrosas como siempre; no se sentía mal... nunca en su vida se había sentido mejor; y los errores eran tan ridículos (y tan ingeniosos) que difícilmente podían considerarse serios o presagio de algo serio. La idea de que hubiese «algo raro» no afloró hasta unos tres años después, cuando se le diagnosticó diabetes. Sabiendo muy bien que la diabetes le podía afectar a la vista, el doctor P. consultó a un oftalmólogo, que le hizo un cuidadoso historial clínico y un meticuloso examen de los ojos. «No tiene usted nada en la vista», le dijo. «Pero tiene usted problemas en las zonas visuales del cerebro. Yo no puedo ayudarle, ha de ver usted a un neurólogo.» Y así, como consecuencia de este consejo, el doctor P. acudió a mí.
Se hizo evidente a los pocos segundos de iniciar mi entrevista con él que no había rastro de demencia en el sentido ordinario del término. Era un hombre muy culto, simpático, hablaba bien, con fluidez, tenía imaginación, sentido del humor. Yo no acababa de entender por qué lo habían mandado a nuestra clínica.
Y sin embargo había algo raro. Me miraba mientras le hablaba, estaba orientado hacia mí, y, no obstante, había algo que no encajaba del todo... era difícil de concretar. Llegué a la conclusión de que me abordaba con los oídos, pero no con los ojos. Éstos, en vez de mirar, de observar, hacia mí, «de fijarse en mí», del modo normal, efectuaban fijaciones súbitas y extrañas (en mi nariz, en mi oreja derecha, bajaban después a la barbilla, luego subían a mi ojo derecho) como si captasen, como si estudiasen incluso, esos elementos individuales, pero sin verme la cara por entero, sus expresiones variables, «a mí», como totalidad. No estoy seguro de que llegase entonces a entender esto plenamente, sólo tenía una sensación inquietante de algo raro, cierto fallo en la relación normal de la mirada y la expresión. Me veía, me registraba, y sin embargo...
–¿Y qué le pasa a usted? –le pregunté por fin.
–A mí me parece que nada –me contestó con una sonrisa–, pero todos me dicen que me pasa algo raro en la vista.
–Pero usted no nota ningún problema en la vista.
–No, directamente no, pero a veces cometo errores.
Salí un momento del despacho para hablar con su esposa. Cuando volví, él estaba sentado junto a la ventana muy tranquilo, atento, escuchando más que mirando afuera.
–Tráfico –dijo–, ruidos callejeros, trenes a lo lejos... componen como una sinfonía, ¿verdad, doctor? ¿Conoce usted Pacific 234 de Honegger?
Qué hombre tan encantador, pensé. ¿Cómo puede tener algo grave? ¿Me permitirá examinarle?
–Sí, claro, doctor Sacks.
Apacigüé mi inquietud, y creo que la suya, con la rutina tranquilizadora de un examen neurológico: potencia muscular, coordinación, reflejos, tono... Y cuando examinaba los reflejos (un poco anormales en el lado izquierdo) se produjo la primera experiencia extraña. Yo le había quitado el zapato izquierdo y le había rascado en la planta del pie con una llave (un test de reflejos frívolo en apariencia pero fundamental) y luego, excusándome para guardar el oftalmoscopio, lo dejé que se pusiera el zapato. Comprobé sorprendido al cabo de un minuto que no lo había hecho.
–¿Quiere que le ayude? –pregunté.
–¿Ayudarme a qué? ¿Ayudar a quién?
–Ayudarle a usted a ponerse el zapato.
–Ah, sí –dijo–, se me había olvidado el zapato. –Y añadió, sotto voce–: ¿El zapato? ¿El zapato?
Parecía perplejo.
–El zapato –repetí–. Debería usted ponérselo.
Continuaba mirando hacia abajo, aunque no al zapato, con una concentración intensa pero impropia. Por último posó la mirada en su propio pie.
–¿Éste es mi zapato, verdad?
¿Había oído mal yo? ¿Había visto mal él?
–Es la vista
