Mi interés por la Parapsicología comenzó desde la Teología. De niño, mi abuela materna, perteneciente a esa generación que solo disponía de dos libros en la casa (la Biblia y la guía telefónica), acostumbraba a leerme pasajes del Evangelio, en lugar de cuentos infantiles, para dormirme. Leerme la guía telefónica habría sido aún más cruel. Y recuerdo que me emocionaban especialmente los pasajes relativos a las curaciones, el consuelo y la compasión que Jesús demostraba con los más desfavorecidos. Narraciones que mi querida abuela complementaba describiéndome la vida de los santos católicos, como si fuesen novelas de aventuras y exploraciones.
Luego, durante mi adolescencia, a principios de los años ochenta del siglo XX, con un pequeño transistor de radio de mi abuelo, que escuchaba con auriculares escondido bajo las sábanas, empecé a seguir programas tan emblemáticos como , de (MÁS ALLÁ, 371); , de o , de . Después llegarían , de , de o , de Por ellos desfilaban personajes como el padre (1924-2012), el ex jesuita (MÁS ALLÁ, 369) o el profesor Y para aquel niño, oculto bajo las sábanas, aquellos programas de madrugada, tomando notas en las últimas hojas de los cuadernos escolares, suponían el momento más emocionante del día. Entonces no podía ni soñar que, con los años, terminaría conociendo a todos ellos personalmente, e incluso colaborando o presentando en alguno de aquellos programas… Y es que, por aquel entonces, la Parapsicología, como un intento académico de investigar los fenómenos paranormales, era una “moda” incipiente en España, que había desembarcado hace ahora