LA PRODIGIOSA MÉDIUM DE LAS FLORES
El vizconde y eminente espiritista Antonio Torres-Salanot conoció a Isabel, una joven médium, gracias a un amigo común. El noble celebró un primer encuentro con ella en Madrid el 30 de noviembre de 1877. Durante aquella reunión ya hizo acto de presencia un espíritu que marcaría el destino de la investigación: Marietta. Se trataba de una vieja conocida de Torres-Solanot. Un alma desencarnada que se puso en contacto con el aristócrata cuando formaba parte del Círculo Espiritista de Zaragoza años atrás. Además de la evocación de este espíritu, en la sesión ocurrieron algunos movimientos de objetos, ruidos y golpes menores. Sin embargo, los acontecimientos cambiaron espectacularmente durante las siguientes citas…
Isabel comenzó no solo a canalizar mensajes del Más Allá, sino a materializar objetos de la nada o cambiarlos de sitio. Por ejemplo, siguiendo las indicaciones de Marietta, el vizconde llevaba a las sesiones algunos pequeños dulces que guardaba en un bolsillo de la médium. Pues bien, el bizcocho aparecía sobre los muslos de Isabel aunque tuviera las manos atadas.
Torres-Solanot aseguraba en sus informes que obró siempre con la máxima precaución, aunque siguiendo las instrucciones ordenadas por la difunta Marietta. Así, Isabel se colocaba en un gabinete en completa oscuridad, sentada, atada de manos y detrás de una cortina. En el umbral de dicho gabinete, al otro lado de la cortina, esperaban el vizconde y uno o varios colaboradores. En ocasiones, la cortina se levantaba sin nada aparente que la alzara. Los asistentes sentían el roce de manos invisibles y corrientes de aire frío.
MATERIALIZACIONES IMPOSIBLES
Pero el portento que cambiaría la naturaleza del caso empezó a ocurrir en la decimosexta cita: «Al entrar en el gabinete oscuro, terminada la sesión, vimos que la médium,
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