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Servando Buenaventura o El Mensajero
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Libro electrónico638 páginas8 horas

Servando Buenaventura o El Mensajero

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Servando Buenaventura.  Juan Vásquez Escamilla


 


¿Es Teotitlán del Valle, Xaquija, la cuna de Oaxaca?


¿Quién es Quetzalcóatl? Es el camino del guerrero.


Nuestra Madre Venerada, ¿llegó de España?


¿Sobrevivirá el clero católico? Tal y como va, Servando Buenaventura lo pone en tela de duda.


 


 


Oaxaca es una de las ciudades más antiguas del mundo. Su origen se creía perdido, pero ahora tenemos una visión clara de su intrahistoria, contada por una familia de los pueblos originarios.


La tradición oral y las fuentes históricas nos descubren una herencia diferente a la que siempre ha contado la historia occidental.


De Oaxaca para el mundo: “Servando Buenaventura o el Mensajero”. La historia deberá verse con otros ojos, los de sus protagonistas, no la narración que se plantea en los libros de texto.


Servando Buenaventura, cura, nieto y bisnieto de cura, ama a la bella Acacia Teneré. ¿Violará sus votos de castidad? Muchos lo hacen y no pasa nada. Hay curas buenos, hay curas malos: violadores no solo de sus votos de castidad, pobreza y obediencia, sino de niñas y niños; algunos, estafadores, ladrones, metidos en todo tipo de delitos…”

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 jul 2021
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    Servando Buenaventura o El Mensajero - Juan Vasquez Escamilla

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    Juan Vásquez Escamilla

    ¿Es Teotitlán del Valle, Xaquija, la cuna de Oaxaca?

    ¿Quién es Quetzalcóatl? Es el camino del guerrero.

    Nuestra Madre Venerada, ¿llegó de España?

    ¿Sobrevivirá el clero católico? Tal y como va, Servando Buenaventura lo pone en tela de duda.

    Oaxaca es una de las ciudades más antiguas del mundo. Su origen se creía perdido, pero ahora tenemos una visión clara de su intrahistoria, contada por una familia de los pueblos originarios.

    La tradición oral y las fuentes históricas nos descubren una herencia diferente a la que siempre ha contado la historia occidental.

    De Oaxaca para el mundo: Servando Buenaventura o el Mensajero. La historia deberá verse con otros ojos, los de sus protagonistas, no la narración que se plantea en los libros de texto.

    Servando Buenaventura, cura, nieto y bisnieto de cura, ama a la bella Acacia Teneré. ¿Violará sus votos de castidad? Muchos lo hacen y no pasa nada. Hay curas buenos, hay curas malos: violadores no solo de sus votos de castidad, pobreza y obediencia, sino de niñas y niños; algunos, estafadores, ladrones, metidos en todo tipo de delitos…

    Juan Vásquez Escamilla

    © D.R. Juan Vásquez

    Diseño tipográfico y de edición:

    © D.R.

    Rosa Ma. Porrúa Ediciones.

    Primera edición: 2021

    Formatos: epub y mobi

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización previa y por escrito de los titulares, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

    Rosa Ma Porrúa Ediciones

    (55)52931956

    www.rmporrua.com

    informes@rmporrua.com

    La verdad nos hará libres… es lo único perdurable…

    Hay muchos caminos, pero solo uno es...

    …el camino del guerrero…

    La historia que les voy a contar no es simple fantasía. Soy testigo y lo suscribo.

    Servando Buenaventura.

    LA CREACIÓN

    …Y la luz existió… Y hubo una mañana y un día; y se separaron las aguas de la tierra firme; y hubo astros en el firmamento de la noche para señalar las fiestas y los días y los años; y dos grandes astros, el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche. Y también hubo estrellas. Y al sexto día Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios…
    … Seis días en la cuenta antigua… ¡son veinticinco mil novecientos veinte millones de años terrestres...!

    Doneh´le.

    INTRODUCCIÓN

    En el amanecer de los pueblos primigenios de América, el continente de la esperanza, solo se ha contado la visión que narra, con pocas variaciones, cómo se imaginan los estudiosos occidentales que aconteció el poblamiento del hemisferio: como dice Boaventura de Sousa¹, cuentan nuestra historia sin nosotros; nada dicen de la riquísima narración oral de los pueblos originarios, protagonistas de una epopeya que sucedió miles de años antes de lo que estiman algunos estudiosos². Lo mismo ocurre con los asentamientos, las poblaciones y las ciudades que fueron fundadas antes de lo que sospechan quienes se han adentrado en esas lides, tratando de sortear los misterios que se les presentan. Parafraseando a Fray Servando Teresa de Mier³, es La verdad prostituida y la buena fe burlada sobre el origen.

    No obstante, la verdad es más rica de lo que se supone.

    La narración que se transmite de generación en generación, enmarcada en hechos que viven en la memoria de una familia originaria que conservó los acontecimientos en los que participó su estirpe, desde su llegada a estas tierras, hasta el presente, es contundente.

    Recientes descubrimientos en el área de la cueva Güilá-Naquitz⁴, al pie de la sierra, en el valle de Tlacolula, en Oaxaca, México, han catalogado al menos 120 asentamientos con una antigüedad mayor a diez mil años. Los estudiosos se limitan al registro de los sucesos; sin embargo, la realidad supera con mucho a la imaginación.

    Iniciando desde ese espacio geográfico, a lo largo de un gran lapso de tiempo, en los valles centrales de Oaxaca, se desarrolló una cultura y una sociedad sofisticada enfocada al estudio y a la espiritualidad. Realizaron descubrimientos que dejan atónitos a quienes tienen acceso a ese caudal de conocimientos. Sin embargo, en esa construcción que se insiste en llamar prehistoria⁵, ocurrieron muchas cosas que hoy se narran y que llevaron a esa sociedad a alcanzar altos estándares de civilización, como pocas veces ha ocurrido en el desarrollo de la humanidad, con una cultura propia, común a todos los habitantes del Cem Anáhuac⁶, con un idioma que los unía, el náhuatl⁷, y una cosmovisión⁸ poderosa, firme, que a partir de la naturaleza, los llevó por los más altos y puros caminos de la espiritualidad⁹.

    Luego vendrían los aztecas o mexicas e implantarían su impronta en esos territorios; en seguida, la conquista española, el despoblamiento, el mestizaje, la imposición de la legua española, que hoy es propia y de una religión cuya visión es común a muchas culturas de la humanidad. Con la Independencia y la Reforma, nace México, cuyo origen, tinto en sangre y luchas fratricidas, alimentadas por un clero ávido de poder y de riquezas, apoyado desde Roma por una jerarquía lejana, vigilante en exclusiva de sus propios intereses, que nada tienen que ver con las cosas espirituales.

    Oaxaca es mágico por muchas razones. Sus circunstancias lo hacen un microcosmos que es reflejo fiel de lo que sucede en el país y en el mundo y que, con marcada diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, desde su visión seductora y fascinante, se consolida una sociedad tolerante y respetuosa pero también combativa, siempre luchando por su libertad: es un conjunto de 16 etnias, de comunidades con su propia cosmovisión, con su propia lucha, con sus costumbres, sus tradiciones, sus lenguas. No se trata, de ninguna manera, de bárbaros y analfabetas, como muchas veces, en forma peyorativa, se refieren a los integrantes de esas comunidades. Su riqueza cultural se refleja en su sistema de vida, diferente, único y antiquísimo, así como su visión del universo, con logros que no es posible entender para los que no se adentran en esa forma de vida milenaria.

    Una familia descendiente de la hermosa Pelaxilla¹⁰/¹¹ (Copo de Algodón), hija de Ahuizotl¹² y de Cocijoesa, el último rey zapoteca de Tehuantepec, tienen que huir de esa ciudad istmeña para asentarse en la capital del Estado de Oaxaca y empezar una nueva vida. En su seno nace Acacia Teneré.

    La cultura occidental trató de imponer un sistema de vida que era y es ajeno a la visión milenaria que descubre Servando Buenaventura, (narrador), originario de la ciudad de Oaxaca, nieto de cura y de una bella mujer; estudia en el Seminario de la Santa Cruz¹³. Conoce a la bella Acacia Teneré, de la que se enamora pero por circunstancias ajenas a su voluntad y mediante la leva, es incorporado a las filas del ejército, donde bajo una disciplina férrea pone en riesgo su vida, para darse cuenta de que su verdadera vocación discurre por otros caminos.

    En Oaxaca ha sucedido de todo. Hechos terribles ocurridos en las guerras, enfrentamientos, abusos de poder, que se han protagonizado en su territorio y sin duda, los sismos han dejado honda huella en el alma colectiva de la entidad. Sin embargo, desde Tehuantepec, hasta Teotitlán, Tlacochahuaya y la ciudad de Oaxaca, se presentan extraños fenómenos que juntan los tiempos, que orientan la vida de las personas, uniendo destinos, pero también acompañándolos al más allá y que son, al fin, la esencia del más sublime sentimiento que envuelve a la humanidad.

    Servando Buenaventura, en medio de la guerra y después de acciones militares, regresa al seminario, e invitado ocasional, acude a la noche de la convivencia, donde ve cómo una bella dama y su compañero se incineran sin que les produzca ningún tipo de dolor; más bien están conscientes de que su vida terrenal ha terminado pero ellos están absortos en el momento que viven y su paso hacia una nueva realidad. El hasta cierto punto extraño punto amaroma realiza, ante él, y ante otros, una serie de hechos increíbles.

    Sus superiores del seminario lo mandan a misiones al antiquísimo pueblo de Teotitlán del Valle, donde entra en contacto con la Archicofradía de los Venerables Recabitas de Xaquija y se convierte en alumno de la Cátedra de la azucena-biblioteca de la sabiduría antigua. Estudiante en ambos seminarios, accede a conocimientos milenarios que le transforman la visión que tenía del universo. Conoce un centro energético y los poderes que tiene y se entera de primera mano que el "punto amaroma" ha vivido desde hace miles de años entre los zapotecas, como descubre al estudiar con ellos, pero también al leer a los historiadores de la nueva España, así como la influencia que realiza en diferentes personas a lo largo de milenios. Sus arduos estudios lo llevan hacia la iluminación y una serie de dones le son concedidos.

    Su abuelo, proto encargado de la vicerrectoría del seminario, le pide que le hable de amores a Acacia Teneré, para formar una familia, como, le dice, han hecho muchos miembros del clero, pero él, dada su vocación, se niega. Sucede un sismo importante y ella se casa con un general, que muere fusilado. Vuelve a contraer matrimonio, pero un homicida, al tratar de matarla, asesina a su nuevo marido y deja a ella lesionada, por lo que decide dejar su brillante carrera de concertista de piano e ingresar a un convento con el nombre de Sor Mariana.

    Servando Buenaventura siendo Doctor en teología, es invitado por la jerarquía eclesiástica, a dar una conferencia en el "Auditorio Guelaguetza" y lo hace con bríos, desde la visión dual que tiene, la originaria y la clerical, señalando la corrupción del clero, que no Iglesia, y realiza una serie de cuestionamientos sobre la conducta moral de algunos curas, incluyendo temas como la pederastia, la violación no sólo de hombres y mujeres, sino de todo tipo de leyes y normas jurídicas, morales y eclesiásticas, así como disposiciones y cánones que, basadas en lo que él considera el absurdo sistema patriarcal y machista, dejan a la mujer, la mitad de la humanidad, fuera del servicio del Señor, relegándolas a la condición de una esclavitud simulada en conventos y casas de los altos prelados eclesiásticos. También señala la vocación de algunos obispos, centrada en el poder político y económico, sin importarles lo que suceda con su grey. Pregunta a su auditorio: ¿Dios es varón? Para la cosmovisión antigua lo que conocemos como Dios es el Ser Creadora, Padre-Madre. No tiene género y la mujer siempre ocupó un lugar al mismo nivel que el hombre. ¿La confesión es sagrada? ¿Por qué negarles la eucaristía a divorciados, a los que piensan diferente, a los que viven en el cuerpo equivocado? Afirma, con convicción que no se puede ni debe negar a nadie: Es para todos, pues todos somos hijos del Ser Creadora, espíritus hechos a su imagen y semejanza en un cuerpo físico temporal.

    Derivado de esa conferencia, partiendo de la historia documentada del Vaticano y apoyándose en la cosmovisión originara del pueblo zapoteca, que es, en lo general, al eliminar las mentiras e imprecisiones históricas, muy similar a la doctrina cristiana, propone que se realice el Concilio de América, o del Tercer Milenio, con la participación de todos, no sólo de los obispos o cardenales, para que se reforme el injusto sistema machista del clero romano, incluyendo temas sacramentales que hasta ahora han sido considerados dogmas, sin serlos, proponiendo un giro a los principios para llegar a las bases mismas del cristianismo y que sustentan el catolicismo: el amor y la fe.

    Esta dura crítica no es tomada nada bien por la alta jerarquía, por lo que, en combinación con el gobernador del Estado es sometido a juicio y condenado a 33 años de prisión por la supuesta comisión de diversos delitos; es encerrado en una mazmorra, donde es continuamente torturado al ser considerado enemigo del Estado. A lo largo de su condena, se dedica a estudiar, asistido por Acacia Teneré, en ese momento Sor Mariana que, ya cerca de la liberación, pierde la vida, producto de la tuberculosis que contrae en las visitas que le hace a Servando en prisión. Se amaron toda la vida, pero nunca tuvieron nada físico.

    En 1987, a la edad de 88 años, Servando es liberado. Va a recibirlo Don Ele, hombre del conocimiento antiguo y caminando se dirigen a Teotitlán del Valle, donde, una vez que ha alcanzado la meta de convertirse en Quetzalcóatl, le son encomendadas otras tareas, en la nueva forma de vida a la que ha accedido. Es un camino de vuelta a la esperanza y a la fe.

    LIBRO PRIMERO:

    PECADOS Y DELITOS

    CAPÍTULO I

    EL PRINCIPIO DEL VIAJE

    Ciudad de Oaxaca, Guidxizá, hace 500 años. Y los milenios pasados.

    La guerra había sido mi compañera a lo largo de los años, con su dolor, su crueldad y esos espacios infinitos marcados con sangre y sufrimiento de las víctimas que gritaban desesperadas, abrumadas por la muerte y destrucción... sin esperanza de ayuda y mártires de sus salvadores. Ahora todo había quedado atrás. Mi viaje continuaba, pero sentía que daba vueltas y llegaba al principio: tenía que volver a iniciar el camino partiendo de las nuevas circunstancias. En los últimos días no me había sentido del todo bien. El ataque al corazón que sufrí me hizo darme cuenta de la nueva realidad que vivía, como si los combates que había sostenido en diversos frentes regresaran a mí una y otra vez, interrumpidos sólo por ese sueño, tan inquietante como vívido, en el que momificaban mi cadáver y lo vendían a un circo. Debía tomar una decisión y actuar en consecuencia. Evaluaba por dónde empezar. Tenía ideas contradictorias, pero con tantas batallas a cuestas, estaba pensando cómo iniciar mi vida otra vez.

    Gracias a ese apacible vuelo, desde lo alto tenía a la vista la costa rocosa de esa bahía alejada de todo en el continente de la esperanza, América, con sus contrastes, con su dolor y sus momentos de gozo pleno. Meditaba en esa época remota, cuando pasamos de bandas a tribus¹⁴, que se denominaron olmecas, xicalancas y zapotecos y llegaron, en una epopeya olvidada, desde su país de origen, al que llamaban Sennar¹⁵, en Asia, navegando, de isla en isla o caminado, generación tras generación, en un lento proceso de migración y se adentraron en esas tierras, adquiriendo conocimientos a lo largo de los años, perfeccionando su cultura procedente de lo más profundo de la tierra, dispuestos a hacer una nueva vida. Les contaban sus más antiguos maestros que los orígenes primarios de su pueblo estaban en África, hace un millón de años. De ahí habían partido, caminando durante miles de años, deambularon hasta que se marcharon de ese continente y después de mucho tiempo llegaron a la tierra que ahora se conoce como Asia; eran Homo sapiens neanderthalensis, como los llaman ahora y vivieron ahí desde hace 230,000 años hasta que, después de una gran erupción tuvieron que emigrar de la región, lo que dio origen a la marcha que los llevó a esta tierra, donde llegaron hace cuarenta mil años. Iniciaron con ello un largo proceso que los llevaría a conocer la nueva tierra que se abría antes sus ojos.

    En una migración caracterizada por su lentitud, como a cuenta gotas, se establecieron en las enormes planicies y superaron, uno tras otro, accidentes geográficos, grandes ríos y desiertos, hasta que muchas tribus se asentaron, en diferentes épocas, en tierras que, por fin, serían su hogar. Ahí se dedicarían a la pesca, a la recolección y a la caza, incluso los grandes mamuts, camellos, tigres dientes de sable¹⁶ y otras especies ahora desaparecidas

    Algunos fueron al sur, buscando lugares más cálidos; caminaron durante mucho tiempo, se establecían en algún lugar; luego continuaban, hasta que se asentaron en el altiplano central de esa tierra de volcanes, llena de lagos, valles, montañas, bosques y desiertos. Otros más se dirigieron a los mares del sur y encontraron su propio espacio en un lago al pie de la serranía.

    Eran años de conocer ese magnífico espacio, de aprender sus misterios, de observar y de transmitir esos conocimientos de generación en generación. Los descendientes partían, cada vez más, de un mejor conocimiento de la naturaleza. Tanto tiempo en permanente contacto con la tierra, forjó un sistema de vida en el que acabaron amando esos espacios inmensos, con sus colores azules, verdes, naranjas, rojos.

    Pasarían miles de años caminando, explorando, conociendo, consolidando su civilización, observando y respetando la naturaleza, avanzando paso a paso, en forma lenta, muy lenta, en el conocimiento de lo que los rodeaba, hasta que conocieron los principios básicos de la naturaleza y de ahí, miles de años entre una cosa y otra, creció en ellos la sensación, que se volvió certeza, de comprenderla y ser parte no solo viva, sino consciente e integrante de ella, llegando por sí solos a la comprensión de que el conocimiento les llevaría a una nueva forma de vida. Llegado el momento, hace trece mil años iniciaron su propio camino con y para la sabiduría, partiendo de ese contacto estrecho que habían mantenido siempre con la naturaleza a la que respetaban. Recorrieron gran parte del norte del continente y hallaron a otros pueblos, unos, de gigantes¹⁷ que ellos llamaban quinametin hueytlacome ¹⁸, con los que se enfrentaron en lo que hoy es Coixtlahuaca y otros pueblos como ellos, que también venían en su propia marcha, estableciendo lazos de amistad y consanguíneos que permanecerían milenos, hasta la fecha. Se identificaron con palabras, ideas y visiones comunes, permaneciendo siempre como amigos y aliados. Llegaron al territorio de lo que hoy es Oaxaca hace doce mil años y en los siguientes milenos conocieron su territorio: Montañas, lagos, valles y la mar océano. Eran cazadores, pescadores y recolectores. Se establecían unos años en algún lugar y luego se mudaban.

    Sus pasos los llevaron a través de siglos de camino y de oración, hasta llegar a un bello lago y tomaron posesión de ese enorme territorio, hasta entonces deshabitado. El pueblo estaba conformado por una población casi permanente de 130 a 150 personas, incluidos niños, adultos y ancianos, que a lo largo del tiempo habían adquirido una notable visión de la naturaleza, a la que comprendían y amaban y ella les relevaba sus secretos. En su vida el aspecto espiritual era lo más importante. El conocimiento antiguo había sido fortalecido y ampliado en el curso de los años. Llegó el día en que llevaban ya dos mil años en ese lugar mágico que consideraban su hogar.

    Comprendieron la vida y los procesos de la naturaleza, de la caza, de la pesca, de la recolección y el desenvolvimiento cotidiano de los astros; su civilización tenía su propio sistema de creencias, La Toltecáyotl¹⁹, su modelo de cultura y organización social de tipo comunitaria, con un lenguaje articulado y con cohesión social.

    Para mi pueblo, la lluvia era una bendición que hacía florecer los campos en donde recolectaban lo que necesitaban. Amaban esas olas blancas, grises, a veces negras, que flotaban en el cielo azul, precipitándose como agua a la tierra, haciéndola fértil, y llenado con su presencia mágica los ríos y los lagos. Algunos de ellos, viendo los cielos, se consideraron a sí mismos hijos de las nubes²⁰.

    Tras años de observación, de experimentación y de trabajo creador, descubrieron el maíz agreste y lo domesticaron²¹, adaptándolo a sus circunstancias, lo que les permitió empezar a cambiar su forma de vida; esa planta sagrada, se volvió esencial en su dieta; empezaron a atesorar las semillas como un seguro contra las sequías, contra el hambre y la muerte. La curiosidad innata del ser humano los llevaría por derroteros nuevos tanto en sus expediciones como en los asentamientos semipermanentes que empezaban a fundar.

    Siguiendo los modelos de organización social mantenidos en forma inalterable a lo largo del tiempo y oyendo la opinión de los ancianos, una especie de presbiterio antiguo, acordaron que su pueblo no sería guiado por ningún líder; lo más practico era organizarse en comunidad y tomar entre todos, en asamblea²², las decisiones que los afectaban, de suerte tal que no se estableció un sistema jerarquizado, vertical, sino horizontal y democrático. Se apoyaban en su propia opinión fundada en la experiencia, en el trabajo, en la vida en colectividad. Hombres y mujeres por igual pues cada quién tenía sus propias labores importantes para el resto de la generalidad.

    La población iba en aumento y era necesario encontrar nuevas formas de satisfacer las necesidades. Los campamentos se hicieron permanentes y la labor que desempeñaban empezó a especializarse en un proceso que ya no se detendría.

    Los más viejos comprendieron que era necesario que unos se dedicaran con ahínco al estudio de la vida, surgiendo las primeras generaciones de observadores de la naturaleza que empezaron a tomar nota de las cosas que pasaban en el firmamento y en la tierra. Los ciclos de la lluvia, los de la luna y el sol, los de los frutos en la naturaleza y los de los astros en el firmamento: todo era registrado con precisión.

    Con el paso del tiempo la comunidad acordó que quienes se dedicaran a la labor de observación de las cosas de la naturaleza lo hicieran en exclusiva, para entender los fenómenos del universo y que los misterios que les fueran revelados, los compartieran entre todos. Así crecerían. Durante muchos siglos, los designados para tal efecto, uno tras otro, se dedicaron a la observación minuciosa, tanto de las cosas que pasan en la tierra como en el firmamento. Surgieron dudas y se precipitaron las respuestas, que fueron puestas a disposición de la comunidad. Muchos escucharon y reflexionaron. Alcanzaban el conocimiento de la naturaleza y con ello una revolución cultural que los transformaría como pueblo.

    A través de miles de años de investigación, de análisis, de estudios minuciosos, ya con las respuestas reveladas por la naturaleza, mi pueblo consolidó su propia cosmovisión o concepción global del universo, que los llevó por nuevos derroteros…

    Una estación tras otra, pasaron milenios.

    CAPÍTULO II

    DONEH´LE

    Doneh´le era un hombre de conocimiento, un anciano guerrero-sacerdote que tenía una fortaleza y una agilidad sorprendentes. Sin embargo, sus proezas físicas lo mantenían sin cuidado. Se dedicó toda la vida a alcanzar la plenitud de su conocimiento interior, cultivando su espíritu y su alma. La espiritualidad era uno de los aspectos más importante de su vida, que mantenía regida por los códigos antiguos, aprendidos de sus mayores. El pueblo zapoteca, al que pertenecía, era hermano cultural de los maestros Teotihuacanos y como ellos, estaba inmerso en la cultura Tolteca y daba los primeros pasos para su total liberación.

    Era medianoche cuando Doneh´le después de semanas de ayuno, oraba en medio de la obscuridad, acompañado, de su esposa, Guie Sicarú, (Piedra preciosa), alumbrados solo por la luz de las estrellas. Estaban en la cima conocida como Quie Lees o cabeza de piedra, en zapoteco. Era una montaña adusta y fiera. El cerro estaba formado por una enorme roca, nada lejos de la cueva conocida como Güilá-Naquitz²³, que había servido de refugio para muchas generaciones anteriores de su pueblo, los Binnizá, Tzapotécatl o Zapotecos. Durante la noche, el viento soplaba con suavidad desde el norte y las estrellas refulgían como eternas antorchas de oro suspendidas en un fondo negro que se sostenía sobre los lagos que rodeaban las montañas.

    El sitio le confería poder personal²⁴. Miraba²⁵ todo con atención mientras una luciérnaga volaba cerca de él. Intuyó que la naturaleza le comunicaba algo. Cerró los ojos tratando de percibir lo que ocurría a su alrededor; prestó atención y suspendiendo su diálogo interior, miró las constelaciones celestes que le presentaban una configuración astronómica fuera de lo común²⁶/²⁷. Las estrellas y los planetas se alineaban anunciando a su pueblo que después de tanto tiempo errantes, había llegado el momento de establecerse en forma permanente en ese elemento sagrado, la tierra bajo sus pies, que era de todos y para todos; era suya pues la poseían y la trabajaban y ella les daba sus frutos, pero no era propiedad de nadie pues todos la compartían; los astros les decían que fundarían ciudades en las que podrían vivir para hacer frente a sus desafíos personales; lo que iba a suceder implicaba a todos los pueblos que conocían el camino del guerrero y la vida en plenitud de consciencia del Tolteca.

    Se le comunicaba que construirían metrópolis que con el paso del tiempo serían el centro de una cultura esplendorosa y prodigiosa. Una, majestuosa, en el cruce en el que florecerían los valles centrales²⁸; otra, escuela para formar templos humanos de sacerdotes y guerreros en busca del conocimiento²⁹; la tercera, un lugar destinado a la oración y a la meditación³⁰. La cuarta, escuela y observatorio astronómico³¹, la quinta, santuario dedicado a la vida en el más allá³²… y muchas más, cada una de ellas con su propio signo y destino.

    Pronto amanecería y el negro de la bóveda nocturna se iluminaría con su azur característico; en la transición noche-día, apareció la estrella de la mañana seguida, poco después, del astro rey incendiando la atmósfera con sus potentes rayos de colores rojos y amarillos, llenando todo de luz y de un calor perenne que propiciaba un clima templado que explotaba con violencia en las tierras limítrofes a los mares del sur.

    En la noche siguiente, Doneh´le ordenó que se tocaran las caracolas, convocando a todos los miembros de la tribu. Cuando se hubieron reunido, les mostró las constelaciones celestes que adornaban con sus estrellas todo el espacio visible y proyectaban un mensaje claro y contundente, cuya lectura confirmaron otros guerreros-sacerdotes, también ancianos: el cosmos anunciaba grandes cambios en la vida como hasta ahora se conocía en su viejo mundo. Recordaban bien las enseñanzas antiguas.

    Desde épocas remotas, los Binnizá, Tzapotécatl o Zapotecos y los Ñuu Dzahui o Mixtecos³³, se integraron y armonizaron con la naturaleza. A lo largo de muchos años trabajaron dotando a sus poblados de todo lo necesario. En el hermoso lago³⁴ la comunicación era mediante canoas; sus asentamientos los fundaron en las protuberancias de los cerros que formaban pequeñas islas en las orillas del lago, como Atzompa, cuyo nombre en náhuatl significa en la cumbre del agua, y ese espacio es hoy los valles centrales de Oaxaca.

    Ochenta siglos antes del inicio de lo que ahora se conoce como la era común, a mediados del verano, en la fecha que correspondería al 16 de julio, el señorío³⁵ al que pertenecía Doneh´le, el anciano guerrero-sacerdote, que era considerado un santo, empezó a construir un centro ceremonial, en un lugar poderoso, lleno de azucenas, en las faldas del hoy cerro del fortín, fundó la primera de esas ciudades, Guidxizá, ciudad de los Binizaá, que durante milenios fue la ciudad de los pueblos de las nubes o ciudad de las nubes, aunque ha sido conocida con muchos nombres a lo largo de su vida, según la denominación que le han dado diferentes pueblos originarios; a la postre, se impuso el nombre usado en la lengua náhuatl durante miles de años antes de la llegada de los mexicas o aztecas, de ahí la confusión de que la ciudad fue fundada por ellos³⁶/³⁷/³⁸, lo que es incorrecto ya que el náhuatl fue durante miles de años el vehículo idiomático común³⁹ de todos los habitantes del Cem Anáhuac, los que vivían la cultura Tolteca y al final subsistió la denominación de Huaxyácac o Huax-Yaca-Tepec, o ciudad de los huajes o en la nariz de los huajes⁴⁰. Nacía la hoy ciudad⁴¹ de Oaxaca: Más de 10,000 años de esplendor, de historia y de leyenda. En Mesoamérica seguirían, en la misma época, Cholula⁴², Teotihuacán⁴³, Tula⁴⁴ y otras importantes ciudades.

    La segunda⁴⁵, Teotitlán, la ciudad de Dios⁴⁶; la tercera, Tlacochahuaya, la ciudad de la formación en la meditación y la oración. Monte Albán, escuela y observatorio astronómico y Mitla⁴⁷, templo al más allá y otras muchas. Sin embargo, los astros también anunciaban muerte, destrucción y una serie de calamidades que se sucederían sobre esas urbes que esperaban ser creadas.

    Alrededor de esa laguna sus ciudades florecieron. En la cima de una montaña descubrieron un importante centro de poder y establecieron una escuela-templo. Enfrente, en el otro gran cerro, desde cuya cúspide se veía gran parte de los tres brazos largos del lago y que por esa razón era estratégico, lo llamaron en zapoteco Dani Noayaa Loani o cerro de Bella Vista y que hoy se conoce como Cerro del Fortín. Durante muchos años las casas estaban hechas de carrizo y tierra, pero edificaron, en piedra verde, un templo-escuela dedicado al Dios Sol y a la Diosa Nohuichana, pequeña diosa o diosa de las nuevas generaciones y del nacimiento también conocida como madre, en náhuatl Tonantzin, o Xonaxi, en zapoteco: consagración a la dualidad del Dios sin género o masculino y femenino al mismo tiempo, la fuerza espiritual creadora de todo lo que existe: En esa época nació el embrión que al crecer se convertiría en la hoy Ciudad de Oaxaca, urbe sagrada, nacida entre las azucenas⁴⁸ y las rosas del cerro y en la cual algunos sacerdotes habían adoptado como insignia un águila bicéfala, como las que había en Apoala⁴⁹ y en Tlalixtac⁵⁰, muy cerca de la Ciudad y otros un Jaguar, como los que habitaban en los bosques cercanos. Sólo los más ancianos o los que habían estudiado toda su vida portarían la serpiente emplumada. Todo ese conjunto de montañas, lagos y valles era un paraíso. La vida animal y vegetal llenaba todo el espacio disponible.

    Pasaron siglos de estudios acuciosos. La escuela-templo fue mudo testigo de enlaces matrimoniales en los que el amor de las parejas era la nota predominante. La población creció a paso lento y en paz. En un gran terremoto algunos cerros se desgajaron provocando un tajo natural por el que se drenó el lago, corriendo sus aguas en forma vertiginosa hacia los mares del sur, quedando varias zonas de grandes ciénegas, inútiles tanto para la agricultura, como para la pesca⁵¹. Con el paso de los años, se terminó de abrir la tajadura y el gran lago se convirtió en los valles centrales de Oaxaca, generando un verdadero granero, un centro agrícola que producía todo lo necesario para vivir en armonía plena con la naturaleza.

    La escuela-templo situada en la falda del cerro del fortín⁵², era para los que quisieran alcanzar el conocimiento más profundo, la Toltecáyotl, enseñándoles cómo deberían recorrer el camino del guerrero, dominarse a sí mismos y sólo así estar en condiciones de alcanzar su propia divinidad con el ser Creadora Madre-Padre Uno-en-Todo. La escuela-templo permanecería miles de años abierta, recibiendo una generación tras otra de jóvenes que en un largo proceso acumulativo que empezaría con uno de los primeros sistemas de escritura y luego a crecer en el conocimiento profundo, creándose una cultura milenaria que cultivaba con asiduidad las ciencias exactas y que realizó inimaginables avances en la medicina, en las matemáticas, en la astronomía y que derivó en un conocimiento apabullante de la espiritualidad. Veían el conocimiento profundo como un eje que articulaba todo. Las ciencias y el espíritu no eran caminos separados ni diferentes. Todo es uno.

    Atrás de la escuela-templo, en un espacio abierto, junto al rosedal, se edificaron casas para habitación y se destinó un gran espacio para que lo ocuparan los guerreros-sacerdotes y hacia el sur, en el recién estrenado valle, se reservó otro espacio para la oración, la meditación, el recogimiento y el estudio. Subiendo la falda del cerro, en dirección norte, existía una pequeña cañada y atrás y a los lados se edificaron casas que se ocupaban para los comerciantes, cuya actividad principal era el trueque para obtener los bienes necesarios de los que carecía la colectividad y casas para los ancianos que formaban el consejo de la comunidad⁵³ y que apoyaban a la asamblea en la toma de decisiones, aportando su conocimiento y experiencia; lo mismo sucedió hacia el sur, ya en el valle. Siguiendo las mediciones, se calculó con precisión el centro geográfico y astronómico de los valles y se iniciaron algunas construcciones.

    Los asentamientos humanos que se formaron alrededor se dividieron en amplios espacios para usos habitacionales, abarcando desde la escuela-templo, hasta el lugar en el que, en otros tiempos, llegaba el lago, ahora convertido en el valle y se destinaron para uso comunitario, tanto para los juegos y las convivencias, como los que usaban para el cultivo de lo que necesitaran. En uno de esos solares de grandes proporciones, en terreno plano y firme, ya en pleno valle, se levantó la casa comunal que se pondría al servicio de todos, como escuela y templo para las ceremonias colectivas, los enlaces para formar nuevas familias y al servicio del más anciano y sabio guerrero-sacerdote, que siguiendo los conocimientos antiguos, las lecturas y designios que les daba la naturaleza y las estrellas, regidos por el principio de cómo es arriba es abajo, los guiaría a través de las enseñanzas que vienen con el viento que sopla en las copas de los árboles, con la lluvia, con el sol y las estrellas; en suma, con la naturaleza e inspirados por Nueve Viento, el hijo de Dios.

    Se construyó la casa del anciano guerrero-sacerdote, que fue ofrecida a Téotl. En el transcurso de la consagración, cuando ya la noche se hacía presente, obscureciendo todo el entorno, llovió mucho y muy fuerte. A los relámpagos que iluminaban todo como si fuera el sol que regresara en forma fugaz, seguían amplios lapsos de obscuridad. En un momento fortuito, los asistentes se encontraron de pronto con una lluvia de luciérnagas, muy hermosa de ver, que inundó todo el espacio de la casa, generando una iluminación tenue, agradable, como diminutas estrellas danzando en la noche, al alcance de la mano. Así como llegaron, se fueron, sin previo aviso. Los sacerdotes interpretaron la aparición de las luciérnagas como un designio.

    ‒Traerán abundancia a quién viva o asista a esa casa ‒comentaron.

    ‒¿Abundancia de qué? ‒preguntaron algunos asistentes‒ ¿de bienes, de resultados de la cosecha, de qué?

    ‒No ‒contestó el sacerdote más anciano, un verdadero sabio, según decían todos. Moviendo la cabeza, negaba‒ no,no son bienes ni riqueza. Es un presagio de vida en Téotl. En este espacio físico van a ocurrir cosas asombrosas.

    Llegó el momento de buscar, con persistencia, la continuidad de su camino y la evolución continúo. Desde la remota época del primer asentamiento en lo que después sería la ciudad, hace cien siglos y el año 820 de nuestra era, los avances se precipitaron en forma apabullante, uno tras otro. Fue un proceso acumulativo que generó un crecimiento individual y colectivo exponencial.

    Se convirtieron en maestros del conocimiento profundo y antiguo, comprendieron la Totalidad⁵⁴ como elemento axiomático del universo y al mismo tiempo en el interior de cada ser humano. Entendieron que el elemento primario incontrovertible radicaba en ellos. La Totalidad moraba en cada uno y cada quién formaba parte del Todo; aprendieron primero y luego comprendieron que como es arriba es abajo.

    Con esos conocimientos, en una serie de asambleas en la que todos participaron, se tomó una de las decisiones más trascedentes en la vida de mi pueblo, una definición que les marcaría para siempre: el crecimiento individual en El camino del guerrero o Quetzalcóatl⁵⁵, siguiendo el sendero del amor, Guenda o madre de espíritus y de las cosas y guendaranaxhi o la creación de todo, por amor, Estos principios llenaron su vida, que, a su vez, dejó de ser una mera forma biológica. Al subir esos peldaños, el universo entero se abrió ante sus ojos, de una forma nunca vista en la historia de la humanidad. Se llegó al conocimiento de la Verdad y de la Totalidad por caminos de la Didxa⁵⁶ o Sabiduría, también conocida como quelahuecitaa ticha⁵⁷.

    El camino elegido no los llevaba a grandes prodigios de la técnica o de la ciencia porque no les era necesario. Todo lo indispensable para las cuestiones básicas de la vida, lo tenían al alcance de la mano, en el paraíso terrenal⁵⁸ en que vivían. Ese desprendimiento de las cosas abrió la puerta de lo no material, porque todo lo que se mide y se pesa, importuna demasiado para avanzar en ese camino. Al desprenderse de esa impedimenta les fue posible continuar en la travesía que se habían señalado.

    Lo demás se precipitó por sí solo. Todo era comenzar, dar el paso con el que iniciarían el largo camino y lo que descubrieron los guerreros-sacerdotes los dejó asombrados: lo que estaban acostumbrados a ver no es lo único que existe. La verdad es mucho más grande. El universo no es uno, ni el tiempo, ni la distancia son todo. Eran muchos universos, muchos tiempos, tan grande la distancia y los números que arroja su conocimiento, que no se podía contar con las matemáticas de que disponían.

    Los números se volvieron cada vez más grandes hasta llegar a comprender el concepto de eternidad, par chaste´⁵⁹, y en consecuencia de la unidad básica, un día del universo, que equivale a cuatro mil trescientos veinte millones de años terrestres, similar a un Kalpa en el hinduismo y que ellos consideran como un día de Brahama. Un mes del universo contiene veinte de esos días, equivalentes a ochenta y seis mil cuatrocientos millones de años terrestres.

    Trece meses del universo hacen un año universal, lo que equivale a un billón ciento veintitrés mil doscientos millones de años terrestres.

    El Cosmos tiene una edad fija de 104 años universales, de los cuales éste va en el año 51, aunque el hinduismo señala cien años de duración, coincide en que vamos en el año 51. Cuando acabe el ciclo completo de 104 años universales, se habrá completado una Era y después vendrá un año de obscuridad y enfriamiento⁶⁰.

    Y luego, otra Era será creada y así, por siempre, para atrás y para adelante en el tiempo. Ante esta verdad, el concepto siempre o eternidad cobra un nuevo significado y alcance.⁶¹

    El universo actual fue creado en seis días, esto es, en el equivalente a veinticinco mil novecientos veinte millones de años terrestres.⁶²/⁶³

    Los misterios del universo que les fueron revelados eran registrados, siguiendo una técnica parecida a la nemotécnica, en la naturaleza. No sólo los estudiosos sabían lo que les decían las estrellas, los montes, las llanuras y las nubes. Las personas, el nosotros, el pueblo, sabían todas estas cosas. Las estudiaban, las atesoraban y llevaban minuciosa cuenta de todo cuanto les informaban. Sin embargo estos descubrimientos o revelaciones tenían un profundo impacto en todos. Comprendieron bien de dónde venían y a dónde estaban. Su concepto los llevaba al infinito, a la eternidad, origen y destino.⁶⁴

    No eran necesarias las armas, no existían guerras, ni esclavos, ni siervos; no se alteraba la naturaleza. Se vivía muy bien con muy poco; se tomaba de la naturaleza sólo lo necesario, generándose un estilo de vida que terminó siendo varias veces milenario; cientos de generaciones nacieron, vivieron y murieron conociendo sólo esa forma de existir. La vida se realizaba en total comunidad. Los valles centrales de Oaxaca destilaban fertilidad, abundancia, paz y armonía plena. Ellos seguían los pasos de los antiguos, en su propio camino, en su personal lucha como guerreros del conocimiento. En el año 3114 a.C⁶⁵., en la cuenta de Occidente, las aldeas fundadas casi siete mil años atrás, se mejoraron, embelleciéndose y empezó el lento proceso de construcción que las llevaría a ser, muchos años después, en las magníficas ciudades que aún hoy vemos. Pasaron milenios y en el siglo I de la era común, en la Judea Romana nacería, moriría y resucitaría Jesucristo y luego, Paulo de Tarso, el propagador.

    ACONTECIMIENTOS A AMBOS LADOS DEL ATLÁNTICO

    El siglo IX de la era común fue testigo de dos grandes acontecimientos, uno a cada lado de la mar océano: En Roma, en la Navidad del año 800, el papa León III coronó a Carlomagno, que asesorado por Alcuino, el hombre más sabio de su tiempo y maestro del Rey, diácono, sajón de Britania, logró que su señor pasara de serlo de los lombardos y de los francos, a ser coronado como Emperador, inaugurando el imperio Carolingio y la era de predominio del clero católico en Europa, que se mantendría, con cismas, divisiones y guerras, en continuo ascenso hasta el siglo XIX. Desde poco antes, en el tiempo posromano y hasta varios siglos después, los monjes serían los transmisores de la cultura occidental y Alcuino destacaría como abate de San Martín de Tours, el monasterio más reverenciado de Francia e impregnó la mente de Carlomagno con el fervor misionero de La ciudad de Dios, de Agustín de Hipona, con la visión de una sociedad cristiana que vivía en paz consigo misma y temerosa sólo de la justicia. El mundo clásico había sido conservado en los monasterios y ahora con ello se impregnaba la mente del emperador y se concebía esa herencia cultural como cristiana. La biblia revisada y corregida de Alcuino era un esfuerzo concienzudo y heroico de comprender el pasado.⁶⁶

    En tanto, en el Cem Anáhuac, en el año 820 de la era común, algunas ciudades fueron abandonadas porque los habitantes originarios de éstas tierras, ya no las necesitaban; de hecho, no precisaban nada de lo material que ata a la tierra, origen y destino durante milenios; lo material había dejado de ser el camino y la ruta final desde hace milenios, pero ahora su evolución espiritual los llevaba por nuevos senderos. Ahora era la luz la que guiaba el trayecto para el viaje que iniciaba; era largo, pero les indicaba con toda claridad y precisión que tenían que dar el siguiente paso en su escala evolutiva. Con plena consciencia y responsabilidad, muchos emprendieron el camino de luz universal que los llevaría a la eternidad.

    Después de la partida de los viejos abuelos, la sabiduría actuaba en los que se quedaron, herederos de la tierra. Eran pocos en número pero la población aumentaba en forma acelerada. Vivían con comodidad en sus viejas ciudades, en la más perfecta comunión con la naturaleza; era el paraíso terrenal en toda forma y de pleno derecho. Durante cientos de años a partir del viaje de los guerreros sacerdotes, los pueblos vivieron en paz y en armonía.

    Las guerras vendrían después de algunos siglos, cuando cerca del año 1280 de nuestra era, llegaron del norte, de la Aztlán mágica, un grupo de Hopis, los mexicas o aztecas, también identificados con su civilización y como muchos de los habitantes que llevaban miles de años viviendo en el espacio total entre los dos mares, o Cem Anáhuac, también eran hablantes del náhuatl, pero insertos en otra forma de vida, con otras ideas: Eran amantes de la guerra; en principio la justificaban como defensa propia y después, como signo de vida; se asentaron al inicio a orillas del gran lago del altiplano, en los rumbos de Chapultepec y más tarde en la isla de la laguna, justo en el lugar llamado Tlalcocomolco, en el que cayó el corazón de Copil y en el que creció un gran tunal. Ahí vieron los mexicas a "una gran águila extendiendo sus alas doradas a la luz del sol, brillando como oro, mientras devoraba a un ave muy galana de plumas muy preciadas y resplandecientes y el águila se les humilló bajando la cabeza a todas partes a donde ellos estaban y ellos empezaron a llorar y hacer grandes estremos y ceremonias y visajes y meneos en señal de alegría y contento y dando gracias, diciendo ¿Dónde merecimos nosotros

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