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Tecla: La primera mártir del Cristianismo
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Libro electrónico354 páginas5 horas

Tecla: La primera mártir del Cristianismo

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En este libro del Hermano José, usted acompañará la trayectoria de Tecla, la Mártir que se convirtió al Cristianismo a través de la palabra de Pablo de Tarso, cuando, en compañía de Bernabé, él predicaba el Evangelio en Iconio. Acompañará el heroísmo de esa joven que, para seguir al Cristo, renunció a tod

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 jul 2023
ISBN9781088207291
Tecla: La primera mártir del Cristianismo

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    Tecla - Carlos A. Baccelli

    ROMANCE MEDIÚMNICO

    TECLA

    La Primera Mártir del Cristianismo

    Carlos A. Baccelli

    Hermano José

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Febrero 2020

    Título Original en Portugués:
    Tecla, A primeira mártir do Cristianismo
    © Carlos A. Baccelli, 2013

    Revisión:

    Melanie Vargas Casanova

    World Spiritist Institute      

    Houston, Texas, USA      

    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    Sobre el Hermano José

    Dedicado trabajador de la Vida Mayor, el Hermano José, hace largos años se ha desdoblado en la labor de la Doctrina de los Cielos del Triángulo Minero, haciendo parte de la legión de espíritus que de Francia vinieron al Brasil con el compromiso de trabajar aquí para su implantación.

    Durante muchos años, el Hermano José se expresó mediúmnicamente a través de doña María Modesto Cravo en las inolvidables sesiones del Centro Espírita Uberanense, casa mater de la Doctrina en la ciudad de Uberaba, Minas Gerais.

    Aun por lo que estamos informados, el Hermano José es autor de algunas de las páginas incluidas en El Evangelio según el Espiritismo, habiendo sido él, en la época del cristianismo primitivo, abnegado compañero de las lides misionarias de Pablo, el apóstol de los gentiles.

    Vinculándose actualmente al médium Carlos A. Baccelli, el Hermano José nos ha legado enseñanzas de profundo significado espiritual, continuando a cooperar, a través de sus obras, en la divulgación de los mensajes espíritas, exhortándonos a su vivencia en el quehacer cotidiano. Tan profundamente se introdujo en el alma de los espíritas uberabenses que, el día 2 de abril de 1993 fue inaugurada la sede del grupo Hermano José, núcleo que, construido en la periferia de la ciudad, recuerda las actividades de la inolvidables Casa del Camino de Jerusalén.

    Endosándole los elevados méritos, Emmanuel, por la bendecida mediumnidad de Chico Xavier, publicó con él, en conjunto, el libro Crear y Actuar editado por IDEAL, São Pablo, SP.

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc., nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80's conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrado en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Peru en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    Tecla

    La Primera Mártir del Cristianismo

    La única referencia histórica sobre Tecla, la joven mártir, convertida por Pablo al cristianismo, está contenida en las páginas de la obra de Eusébio de Cesárea en Historia Eclesiástica bajo casi anónimo registro a respecto de su testimonio de fe, en los primeros tiempos del Evangelio en la Tierra.

    De hecho, pocos fueron los nombres de mujeres cristianas que el respetable historiador tuvo la oportunidad de hacer figurar en la galería de cuantos, por amor al Cristo, se entregaran al sacrificio extremo, en las persecuciones que, desafortunadamente, duraran cerca de trecientos años, con la loca intención de sofocar el Mensaje Cristiano.

    Sin embargo, al lado de los hombres que no dudaban en confesarse como seguidores del Nazareno, pagando elevado tributo por el valor en el campo de la fe, innumerables fueron las mujeres, de todas las edades, inclusive niñas, que, pereciendo en los circos donde fueron martirizadas, en actos de violencia inimaginables, concurrieran para que el sacrificio del Señor no fuese en vano.

    Al escribir sobre algunos episodios de la vida extraordinaria de Tecla de Iconio, no tuvimos otro propósito que no fuese hacer justicia a su heroísmo, que, hasta hoy, en el mundo entero, sigue inspirando miles de almas que, a partir de sí mismas, se deciden a cooperar con Jesús en la construcción del Reino Divino para toda la Humanidad.

    Tenemos consciencia de las limitaciones de esta narración y, por eso, rogamos las disculpas a nuestros lectores, informando que, para efectuarla tuvimos que recurrir a los fallidos archivos de la propia memoria, una vez que, conforme se podrá fácilmente constatar, la vida de la gran Mártir supera las expectativas que se puedan hacer en torno a las líneas sin pretensión que aquí dejamos consignadas, alrededor de su biografía.

    Esperando que, a través de las sencillas páginas de este libro, la misión que Tecla desempeñó en los primordios del cristianismo hable por sí misma, creemos haber colaborado para que los ejemplos de algunas figuras cristianas de los primeros siglos continúen siendo rescatados de casi el olvido histórico, continuando a inspirar, en la actualidad, a cuantos anhelan por ¡servir mejor a Aquel que no es y siempre será el Camino, Verdad y Vida!

    Hermano José

    Uberaba, Minas Gerais, Navidad del 2013

    ÍNDICE

    1. ICONIO

    2.  EN CASA DE ONESÍFORO

    3.  TECLA

    4.  LA CASA DEL CAMINO

    5.  SEMILLERO

    6.  LA CONVERSIÓN

    7.  Tecla Cristiana

    8.  PAULO EN LISTRA

    9.  FRENTE AL PROCÓNSUL

    10.  CONDENADA A LA HOGUERA

    11.  TESTIMONIOS DE FE

    12.  PRIMERA MUJER EN  PREDICAR      

    EL EVANGELIO

    13.  CON PAULO Y BERNABÉ

    14.  CASA DE PAN

    15.  RUMBO A JERUSALÉN

    16.–  TECLA Y SIMÓN PEDRO

    17.–  LA MUJER EN EL EVANGELIO

    18.–  NUEVAS LUCHAS

    19.–  TECLA Y MARÍA DE NAZARET

    20.–  DIÁLOGO INOLVIDABLE

    21.–  TAMAR, LA HIJA ADOPTIVA

    22.–  ESTEBAN

    23.–  DE ATALIA A JERUSALÉN

    24.–  HECHOS DE PAULO Y TECLA

    25.–  VIAJE MISIONERO

    26.–  EN TROAS y FILIPOS

    27.–  EN ATENAS

    28.–  MUERTE DE PEDRO Y PABLO

    29.–  LOS ÚLTIMOS DÍAS

    30.–  EN EL MUNDO ESPIRITUAL

    1.

    ICONIO

    La ciudad de Iconio, o Konya, hoy en día una de las más progresistas en Turquía, cerca de las ciudades de Listra y Derbe, fue, en remoto pasado, uno de los palcos donde grandes luchas fueron entabladas por la implementación del cristianismo en la Tierra.

    Sucesivamente, esta estuvo bajo el dominio de los frigios, liconos, capadocios, gálatas y, finalmente, de los romanos, que la hicieran localizarse en el sur de su Provincia de Galacia. Su nombre, según la mitología, se debió a la victoria de Perseo contra un dragón, haciendo que sus habitantes, a fin de homenajearlo, le edificaran un obelisco, o ícono.

    En su primer viaje misionero, en la prédica de la Buena Nueva, en compañía de Bernabé, después de haber sido expulsado de Antioquía de Pisida, Pablo la visitó, encontrando en ella entrañado culto a los dioses y gran degradación de orden moral.

    Eso se dio luego que Juan Marcos, sobrino de Bernabé (José de Chipre), se separó del tío y del mismo Pablo, decidiendo volver a Jerusalén.

    Iconio, en los primeros lustros de la Era Cristiana, era una ciudad predominantemente poblada por griegos y judíos, estableciéndose entre ellos férrea una disputa en el campo religioso, una vez que los griegos, también esclavizados por los romanos, no habían abdicado a la idolatría, a la cual se oponía el fanatismo del pueblo judío.

    Era interesante que los romanos se mostraran condescendientes con los griegos, de quienes habían adoptado la cultura, inclusive la naturaleza anímica, pero no con los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, que pugnaban por la existencia de un Dios único.

    En Iconio, como, de hecho, en toda la Judea y también en Egipto, se enfrentaba en férrea conflagración que, desde que el patriarca Abraham y el faraón Akhanatón, fuera establecida por la idea monoteísta, en oposición al politeísmo, de hecho, celosamente defendida por la casta sacerdotal predominante. Tanto entre los judíos como entre los egipcios, la creencia en un Dios único era causa de conflictos y derramamientos de sangre. Evidentemente, ambos, Abraham y Akhenatón, también llamado Amenhotep, eran espíritus provenientes del sistema planetario de Capela, en la Constelación del Cochero, que, exilados en la Tierra, trajeran consigo considerable concepción más avanzada a respecto del Creador de Todas las Cosas.

    Los judíos primitivos, influenciados por los asirios y caldeos, adoraban diversos dioses, como a Tamuz, del cual el dios Baal, que motivó al profeta Elías a enfrentar a sus sacerdotes en el Monte Carmelo, es una de las manifestaciones. En Egipto, Tamuz era conocido como Amón, a quien el faraón monoteísta quiso destronar, introduciendo el culto a Atón, lo que le acarreó férrea oposición de los prioritarios sacerdotes de Amón, porque, desde los primordios, el poder religioso se traducía por poder de orden divino y humano, con inevitable injerencia en el campo político...

    Akhenatón, que era poeta, llegó incluso, a componer himnos de glorificación a Atón, el cual él comparaba al esplendor del Sol:

    "Bella es tu aurora en el horizonte del cielo.

    ¡Oh, vivo Atón, Comienzo de la vida!

    Cuando te levantas en el Oriente,

    Llenas todas las tierras con tu belleza."

    Infelizmente, es cierto que el osado y tenaz reformador religioso y político jamás vencería la terrible oposición defendida por las castas sacerdotales, sino del propio pueblo egipcio. Entonces, insoportable reinar en Tanis, se transfirió, con la esposa – la bella Nefertiti -, en residencia para Menfis, donde se dio por vencido...

    Ese mismo movimiento, orquestado por las Leyes Divinas, en el sentido de impulsar el progreso espiritual de la Humanidad, se verificaría en otras partes del Orbe, como Persia, con Zoroastro o Zaratrustra, que, igualmente, encarnó con la misión de proclamar la creencia en Mazda, ¡el Señor de la Luz!

    Sin embargo, la verdad es que los espíritus capelinos, entre los habitantes primarios del Planeta, siempre intuyeran la existencia de un Ser Supremo, porque, aun entre los dioses del Olimpo, Zeus sobresalía de todos sus pares, que, según la Mitología, no pasaban de sus coadyuvantes en la tutela del destino de los hombres...

    Al escoger a los doce Apóstoles, el Señor, refiriéndose a Dios en la condición del Padre que está en los Cielos, transfería el Olimpo para las más remotas e intranscendentes Dimensiones del Universo, creencia que, gradualmente, evolucionaría para la concepción monista de los tiempos actuales, a la cual Él mismo no dejó de referirse cuando, en varias oportunidades, afirmó que el Reino de Dios está en el corazón de cada uno.

    Sin embargo, volvamos a Iconio.

    En la plaza central de la ciudad, que, en aquella tarde soleada, regurgitaba, podemos testimoniar uno de los muchos embates entre griegos y judíos, los cuales, prácticamente, no pasaban ni un solo día sin enfrentarse, moral y físicamente, por culpa de sus creencias religiosas. A pesar del luminoso adviento de Sócrates y Platón, en el siglo IV antes de Cristo, combatiendo el antropomorfismo, de los grandes sabios, lo máximo que habían conseguido era que, en el Areópago, se introdujese un nicho destinado al Dios Desconocido, al cual, Pablo, visitando Atenas, tendría la oportunidad de referirse, en su ponderable pronunciamiento. Por ese motivo y otros, Allan Kardec, de manera inspirada, habría de considerarlos como Precursores de la Idea Cristiana y del Espiritismo.

    - ¡Zeus es el Señor Supremo del Cielo! – vociferaba en alta voz un griego que se inflamara, ante la provocación que un judío le hiciera –. ¡Poseidón y Hades, sus hermanos, cuidan del Mundo Oceánico y del Mundo Infernal! ¡Esta es nuestra Trinidad Universal! ¡No sean idiotas...!

    – ¡Imbécil! – replicaba el judío, con las manos crispadas –. ¡Jehová es el Señor de los Ejércitos! Él nos liberó de la Servidumbre de Egipto y, durante cuarenta años, nos guio a la Tierra Prometida... ¡Ustedes son extranjeros aquí! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Este lugar nos pertenece! ¡No lo compartiremos con ustedes...!

    – ¡Para hacerlos esclavos de los romanos! – provocó otro griego, arrancando sonrisas de la multitud –. Vuestro Rey, al que dicen, fue muerto en una cruz como un malhecho... Al liberarlo, ¡ustedes mismos prefirieron conceder la libertad al tal Barrabás, que vivía asaltando las caravanas y explotando a las viudas...!

    – ¡Él no era nuestro Rey! – rearguyó un segundo judío, listo a lanzarse sobre quien lo desafiaba –. El Mesías, anunciado por nuestros más eminentes profetas, aun está por venir... ¡Él, sí, nos liberará y engrandecerá a la vez! ¡Somos el pueblo elegido! ¡Dios es uno solo! ¡Ustedes son idólatras y pecadores, destinados al Valle de Hinom! ¡Puercos inmundos...!

    – ¡Ustedes intentaran destruir el templo de Artemisa, hermana gemela de Febo! No aceptaremos tal violencia... ¡Los mismos romanos adoran todos nuestros dioses, cambiando orgullosamente sus nombres! ¡¿Y ustedes?! Jehová, un Señor de los Ejércitos que dicen haberse aparecido en un monte que, ni en altura y majestad, se compara al Olimpo, cuya cúspide se pierde por entre las nubes...

    Mal terminara de alardear estas últimas palabras ofensivas, el griego que así los insultara, recibió en la frente una violenta pedrada que lo hizo caer por tierra y rodar, con la sangre cayendo a chorros en la polvareda. En un instante, la confusión se generalizó, dejando al fin un saldo de tres muertos y decenas de heridos, siendo necesario que, una vez más, los soldados romanos asentados en Iconio interviniesen con enérgico rigor.

    Además de enfrentarse con los griegos, los judíos, constantemente – fuese en las calles o en sencillo predio en el cual habían improvisado una sinagoga – altercaban aun entre sí, dividiéndose entre los seguidores de Moisés o de Cristo, al cual, hasta entonces, para la extensa mayoría, realmente no pasaba de alguien que mereciera morir crucificado.

    Por lo tanto, en Iconio, en la época que nos reportamos, prácticamente, no existían cristianos absolutamente convencidos, que, aun en pequeño número, se concentraban en Jerusalén y en algunas aldeas de Betsaida y Cafarnaúm y otras en las orillas del rio Jordán y del mar de Galilea. Corrían noticias que algunos seguidores del Camino estaban siendo perseguidos y en la ciudad muchos comentaban lo que sucediera con Esteban, muerto por apedreamiento, como el primer mártir cristiano.

    Mientras algunos presos eran conducidos a la cárcel por soldados, el comandante del destacamento, como diciendo improperios, iba hablando en voz alta a la multitud que se dispersaba:

    – Roma está siendo excesivamente tolerante con esta gente fanática... ¡No hay un solo día en que no tengamos que salir para apaciguar los ánimos exaltados de los judíos! ¡Comparados con estos salvajes, los griegos no nos dan trabajo...! ¡Mejor que los pasemos a todos a punta de espada y acabemos de una vez con estos locos...!

    Y añadía, indignado:

    – ¡Este pueblo no piensa en otra cosa, sino en su Dios, que dicen ser el Dios Verdadero! ¡Mira, por Júpiter, creo que el Emperador aun ha de arrepentirse de tanta tolerancia...!

    Sin embargo, cuando la noche caía en Iconio, prácticamente se convertía en nueva versión de Sodoma y Gomorra, con hombres y mujeres embriagándose, entregados a las perversiones y promiscuidades de toda especie.

    Parte humilde y trabajadora de la población vivía con miedo y, tan pronto comenzaba a oscurecer, se encerraban dentro de casa, porque sucedía que muchos niños y adolescentes eran raptados y vendidos como esclavos, nunca más siendo vistos por la familia.

    Sus desvíos de conducta en el campo del libertinaje eran tan arraigados que, incluso después que ellos se hubiesen convertido al Evangelio, Pablo necesitó escribirles de forma vehemente, como se encuentra registrado en su Carta a los Gálatas, capítulo 3, versículos del 1 al 3¹: ¡Gálatas torpes! ¿Quién los ha hechizado a ustedes, ante quienes Jesucristo crucificado ha sido presentado tan claramente? Sólo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje? ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?"

    Iconio estaba en la ruta de la primera peregrinación misionera de Pablo, el exDoctor de Tarso, que se dio en el año 45 de la Era Cristiana. En compañía de Bernabé y de Juan Marcos, aquel que sería el joven Evangelista Marcos, hijo de María Marcos, hermana del primero, ellos siguieran, inicialmente, a la isla de Chipre, donde fueron recibidos con gran alegría por los moradores, los cuales tenían a Bernabé en alta estima. Allí, sin mayores problemas ellos efectuaron sus prédicas, partiendo, después, para Perga y Panfilia, con dirección a Antioquía, en Pisídia.

    Juan Marcos, mientras tanto, aun adolescente de 14 años, desalentado ante las muchas dificultades que encontraban, pasando hambre y frío, decidió regresar a Jerusalén, dejando que Pablo y su tío, un tanto decepcionados, continuasen sin él al encuentro de nuevos testimonios. El viaje, apenas cumplido parcialmente, no habría; sin embargo, de serle útil, porque durante todo el trayecto, el joven los escuchaba hablar respecto a los hechos y las lecciones del Cristo, que, entonces, apenas verbalmente se propagaban. En compensación, mucho significarían, para proveerle el material, para más tarde, plasmar sus preciosas anotaciones, complementadas con los testimonios de Simón Pedro.

    En Antioquía, asistiendo anónimamente a la sinagoga, cuando uno de los jefes le otorgó la palabra, Pablo se levantó y, conforme se puede leer de manera sucinta en "Hechos de los Apóstoles, capítulo 13, versículos 16 al 41, dijo con la elocuencia de otrora, que aprendiera de Gamaliel, su antiguo maestro en el Sanedrín:

    "Hijos de Israel y todos ustedes que temen a Dios, escuchen:

    El Dios de Israel, nuestro pueblo, eligió a nuestros padres. Hizo que el pueblo se multiplicara durante su permanencia en Egipto, los sacó de allí con hechos poderosos,

    y durante unos cuarenta años los llevó por el desierto.

    Luego destruyó siete naciones en la tierra de Canaán y les dio su territorio en herencia.

    Durante unos cuatrocientos cincuenta años les dio jueces, hasta el profeta Samuel. Entonces pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años.

    Pero después Dios lo rechazó y les dio a David, de quien dio este testimonio: Encontré a David, hijo de Jesé, un hombre a mi gusto, que llevará a cabo mis planes.

    Ahora bien, Dios ha cumplido su promesa: ha hecho surgir de la familia de David un salvador para Israel, ese es Jesús..."

    Con su extraordinario poder de síntesis y la lógica irrefutable de su pensamiento, el Gran Convertido, profundo conocedor de la Escrituras, presentaba a Jesús en la condición del Mesías que el pueblo de Israel no quería aceptar. Ninguno de los Doce se hiciera más apropiado que él para la misión, que el propio Señor le designara a las puertas de Damasco. Difícilmente, otro espíritu, en que, pese a su intolerancia religiosa como rabino, habría de verse tan bien en la tarea para la cual Pablo, ciertamente, naciera predestinado. Creemos que incluso la persecución que hizo desencadenar contra los cristianos, dando inicio a trescientos años de martirios indescriptibles, sirvió para formarle el espíritu, clavándole una espina en la carne de la propia consciencia culpable, que así lo impelía a donarse siempre y cada vez más a Jesucristo al punto de decir: "¡... ya no soy yo quien vive, pero Cristo que vive en mí...!"

    El éxito que Pablo y Bernabé obtuvieron aquel sábado en la sinagoga de Antioquía no pasó de un preanuncio de los testimonios que los aguardaban por delante, una vez que, al sábado siguiente, casi toda la ciudad compareciera para escucharlos hablar, lo que despertó la envidia de los judíos conservadores. Sucede que llenos del Espíritu Santo, ambos, durante la semana, habían realizado diversas curaciones, inclusive de una señora ciega de nombre Sara, que, desde niña, nunca viera la luz del día, y de un niño que no conseguía caminar, a no ser arrastrándose penosamente, utilizando sus manos como si fuesen pies.

    Sintiéndose así, desprestigiados, los judíos que comandaban la sinagoga comenzaran a propagar el rumor que Pablo y Bernabé estaban al servicio de Roma, que no pasaban de espías, que estaban allí para descubrir y denunciar a quien demostrase simpatía por el Crucificado. Semejante artimaña no les fue difícil concebir, porque, al final de cuentas, la figura de Pablo aun no consiguiera apagar del todo la figura de Saulo, el orgulloso doctor de la ley, que, prácticamente era el mentor de la persecución contra los seguidores del Nazareno.

    Mientras los gentiles de todas las partes, ávidos de esperanza en una vida mejor, extraían profundo consuelo en las palabras de Pablo y Bernabé, predisponiéndose a la aceptación del Cristo, los judíos, de espíritu endurecido, comenzaron a instigar a las "mujeres piadosas de alta posición y a los principales de la ciudad" contra ellos, haciendo que corriesen riesgo de vida. Haciéndoles amenazas públicas y veladas, ellos los expulsaron de su territorio.

    – ¡No te aborrezcas, Pablo! – confortó Bernabé al amigo que no se dejaba abatir tan fácilmente –. Por lo menos, nos fue concedido hablar en la sinagoga... ¡Muchos ni siquiera habían oído hablar al respecto de Jesús! No podemos pretender que las semillas plantadas florezcan así tan deprisa... ¡Simón acostumbra decir que el Señor siempre repetía que el Reino de Dios no viene con apariencia visible! Presiento que tendremos grandes luchas por delante, y ellas están apenas comenzando...

    – No estoy triste – respondía el Apóstol de los Gentiles, enjugando las lágrimas que le caían de los ojos –, por las humillaciones que sufriremos, o por haber sido expulsados como si fuésemos leprosos... ¡Me aborrezco al pensar que, de cierta manera, soy el culpable por todo, pues fui yo el que insistió ante el Sanedrín para que considerase a los seguidores de Jesús en la condición de herejes!

    – Todos nos equivocamos – proseguía diciendo, Bernabé –. Muchos de los profetas, nuestros padres, a pretexto de defender la Ley, ordenaran que muchos fuesen muertos. Por orden del propio Moisés, en un solo día, tres mil idólatras murieron... ¡Con todo el respeto, ¿no serían ellos nuestros hermanos?! ¡¿No nos enseñó el Señor a que amáramos a nuestros enemigos...?!

    – Aun – insistía Pablo –, en mi consciencia, yo no encuentro justificación para lo que hice.

    – ¡A excepción de Jesucristo, no conozco a ningún hombre virtuoso que haya salido del vientre de su madre!

    – Tienes razón, Bernabé – replicaba el compañero de viaje –, es necesario decir que Gamaliel significó para mí en el Judaísmo, tú lo estás haciendo en el Evangelio! Sin ti, no conseguiría emprender este viaje...

    – ¡Quién me lo dijera! Yo tengo casi el doble de tu edad y no consigo acompañar tus pasos... A veces me falta el aliento, y siento el corazón latir aceleradamente en mi pecho. ¡He orado a Dios para que me fortalezca! Pablo, a fin que yo pueda servir a los propósitos del Señor, me gustaría tener la fortaleza de tu cuerpo...

    – ¡Y, con el mismo propósito, yo quisiera tener la fuerza de tu espíritu...!

    Así dialogando, ya fuese bajo la luz de las estrellas o bajo el sol ardiente de los caminos casi abandonados, parando muy poco para descansar y comer, es que los dos amigos pudieron, por fin, llegar a Iconio, ciudad que estaba a 140 kilómetros de Antioquía.

    2.

    EN CASA DE ONESÍFORO

    En Iconio, Pablo y Bernabé, extremadamente exhaustos, fueron a tocar la puerta de Onesíforo, un recién convertido que les fuera indicado por un amigo en común. El viaje, sin duda, les estaba siendo provechoso, en promisoria siembra, pero los ánimos contra los adeptos del Camino luego conocidos como cristianos se mostraban cada vez más exaltados. Es que las legiones tenebrosas intuían a los adversarios del Cristo para el peligro que su Evangelio representaba, en sus propósitos de liberación espiritual para la Humanidad esclavizada en las Sombras.

    No hay otra manera de explicar el odio encarnizado que pasó a dedicar a los seguidores del Nazareno, incapaces de levantar la mano para defenderse del menor ataque. Ellos, casi siempre, eran constituidos por hombres y mujeres extremadamente sencillos, pobres, enfermos, que no representaban amenaza para nadie.

    Onesíforo había sido un esclavo que, haciéndose cristiano, por haber curado a la hija del hombre al que servía, por intercesión de la madre de la niña, que apareciera con extrañas manchas violáceas en el cuerpo, ganara la libertad, pasando, entonces, a vivir con la familia en una pequeña casa que le fuera regalada por el progenitor de la pequeña.

    Los tres, evidentemente, no se conocían, pero Pablo, portando carta de recomendación de Ibrahim, para quien el exrabino trabajara como tejedor en Antioquía, se presentó a Onesíforo, a fin que este los hospedase en su casa. Bernabé, igualmente, le mostrara la carta escrita por Eustaquio, a quien el antiguo esclavo conocía personalmente.

    Nunca está demás destacar que Pablo y Bernabé, buscaban, donde llegaban, no ser pesados para nadie, siendo una de sus primeras iniciativas encontrar trabajo con que pudiesen garantizar la propia sobrevivencia, en la conquista del pan de cada día. En la época, debido al gran fanatismo que imperaba en toda Judea y, el resto del mundo, era muy grande el número de exploradores, que, valiéndose de la ignorancia y de la superstición, extraían dinero del pueblo.

    Cuando ellos atravesaron la isla de Chipre, llegando a Pafos, tuvieron que confrontar a un judío, mago y falso profeta, de nombre Barjesús, que, según Lucas anotó en el capítulo 13 de Hechos de los Apóstoles, estaba explotando a un Procónsul de nombre Sergio Pablo, que hacía mucho padecía de insidiosa enfermedad.

    Barjesús, también llamado de Elimás, era, sin duda, un médium vinculado a espíritus infelices que, sirviéndose de sus facultades mediúmnicas, manipulaban al pueblo con sus mentiras. Sabiendo que los dos predicadores del Evangelio habían llegado a Pafos, el Procónsul, con el deseo de escuchar su palabra, mandó llamarlos, lo que de inmediato, provocó la envidia del mago.

    Este episodio, riqueza de detalles, es narrado por Emmanuel, en el libro "Pablo y Esteban", de su labor espiritual. Escuchando a Pablo, que siempre se hacía acompañar de Bernabé, el Procónsul pasó a interesarse por Jesús y, a través de la cura espiritual que así obtiene, reconquista la salud del cuerpo debilitado, comprometiéndose a fundar una iglesia en Pafos.

    Desprestigiado, Elimas, se encoleriza y, frente al Procónsul el cual, de inmediato, lo dispensa de sus servicios, enfrenta a Pablo y Bernabé, acusándolos de poderosos hechiceros, que, ciertamente, habían aprendido el arte de engañar con maestros desconocidos...

    – Nuestro único Maestro – rebatió Pablo, con firmeza –, es Jesucristo, que nos recomienda "dar de

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