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Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano: Torbellino, #4
Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano: Torbellino, #4
Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano: Torbellino, #4
Libro electrónico466 páginas8 horas

Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano: Torbellino, #4

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Información de este libro electrónico

"La sombra de un pasado que amenaza acabar con ella. El augurio de un torbellino que se convirtió en su cruel afrenta. Ahora Sam debe decidir si permanecer en su condena o extender las alas y aprender a volar hacia la libertad."



Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano / Cuarta y Última entrega Terminada.

 

"Corre...y no vuelvas a ver atrás."

IdiomaEspañol
EditorialP.M. Brizuela
Fecha de lanzamiento25 jul 2023
ISBN9798201005931
Torbellino: Quizás en algún Sueño muy Lejano: Torbellino, #4

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    Torbellino - P.M. Brizuela

    Capítulo 1

    —Hola.

    —¿Qué quieres?

    —Hablar contigo —pronuncia Adam—. Sal, estoy frente a tu casa.

    —¡Qué! Adam, es más de media noche, está helando allá afuera. Además, está nevando...No, entra tú si quieres, te abriré los portones.

    —No —Se niega él—. Sal... por favor.

    Sam deja escapar un hondo suspiro que se asegura de golpear, a profundidad, el oído de su hermano. Aún así atiende a su pedido y terminando la llamada, vuelve el rostro hacia la curiosidad mostrada por David.

    —Es mi hermano —le dice.

    —¿Qué quiere?

    —Hablar —pronuncia Sam por medio de un elevado gesto.

    —¿Hablar?

    —Eso es lo que él dice...Vuelvo pronto, no me tardo.

    —No, iré contigo —responde David. Termina de despojarse, él también, de su cobertor e intenta salir de la cama.

    —No, está bien —pronuncia ella tomándolo por el brazo—. No te preocupes, regreso pronto —le dice y otorgando un pequeño beso sobre sus labios, termina por abandonar el lecho. Se apresura a cubrir su cuerpo desnudo con la bata que está al pie de la cama y abrigando sus pies con las enormes pantuflas de David, sale arrastrando los pasos hasta las afueras de la casa.

    Al instante la golpea una ráfaga punzante de aire congelado. Su figura se encoge mientras se envuelve el cuerpo con ambos brazos.

    —Este idiota —pronuncia Sam apresurándose a entrar al auto, hunde el pie en el acelerador y conduce despacio hasta llegar a la entrada de la propiedad.

    Lo encuentra como, muy bien, le fue anunciado en las afueras, sobre la calle. Vestido con sus ropas de dormir y afianzado sobre el costado de un lujoso auto, esperando claramente por ella.

    —Hola —menciona Sam. Se acerca hasta él y se deja caer también sobre el costado del auto. Comienza a tiritar del frío, allí mismo, así que Adam se apresura a quitarse el abrigo y lo pone sobre sus hombros, quedando a merced de la delgada bata de dormir que lo viste—. Gracias.

    —Por nada —responde él y continúa mirando hacia el frente mientras se cruza de brazos, intentando brindarse algo de calor.

    El silencio que prosigue es imperante y perpetúa entre ellos por un par de minutos o quizás por más tiempo, hasta que...

    —Entonces...¿es verdad? —Pronuncia Adam de un pronto a otro.

    —¿Qué? —Pregunta ella.

    —Todo lo que papá dijo —Y vuelve a guardar silencio.

    Sam eleva el rostro hasta él y lo mira esperar por una respuesta sumergido en su acostumbrada rigidez. En la seriedad de su semblante y en aquella mirada que, perdida hacia el frente, no le permite confrontar lo que de ella se avecina.

    —Si —Es todo lo que responde Sam.

    —¿Por qué no me lo dijiste?

    —No lo sé —le dice ella—; entre tantos insultos y más reclamos, creo que no encontré la oportunidad para hacerlo.

    —Sabes que sigo pensando que eres una idiota, ¿no es así? —Pronuncia Adam tornando, al fin, el rostro hacia ella—. Por no haber hablado, Sam y se lo dejé muy en claro a papá en cuanto se fue sobre mí con sus reclamos.

    —Si, lo sé...lo sé —responde ella por medio de un apocado suspiro—. Pero, también espero que sepas que pienso que eres un asno, Adam. Por culparme siempre de tus desdichas, cuando el único autor de tu destino has sido tú y nadie más que tú. Al menos yo acepto mis errores y no intento culpar a los demás por el camino que he recorrido hasta ahora...Imbécil.

    Adam suelta la risa a su lado y elevando ambos brazos sobre la cabeza, libera una basta bocanada de aire tibio que se confunde, con bastante rapidez, entre el gélido ambiente que los rodea. Y declinando la mirada hasta su hermana, permanece con la misma sonrisita burlona puesta sobre los labios.

    —Imbécil tú —le dice y entonces, la empuja con cuidado haciéndola tambalearse de lado.

    Sam sostiene con seriedad el azul de aquellos ojos pendencieros, mas luego de unos pocos segundos no puede evitar sonreír también.

    —Si, ya que...—le dice—. ¿Y para esto fue que te saliste de tu casa en pijamas, señor don elegancia? ¿Para fastidiarme la víspera navideña?

    —No podía dormir pensando en todo lo que papá dijo.

    —Si, bueno. Siento mucho que mi tragedia te arrebate la bondad de tu sueño, hermanito.

    —Sam, no digas eso.

    —Es la verdad —pronuncia ella—. Tal vez no debí regresar nunca. Hubiese sido lo mejor para todos. Ahora todos me miran con pena...la pobre de Sammie y sus múltiples desgracias. Era lo último que deseaba, tener que cargar también con el dolor y los rostros compungidos de los que me rodean.

    —Mi rostro no está compungido —menciona Adam elevando la pedantería de sus cejas frente a ella—. ¿Es verdad que sabes utilizar armamento pesado, Sam? Ya me preguntaba yo por qué la falta de elegancia y modales que ahora te aquejan.

    —Ay, no puede ser —resopla Sam con fastidio—. Mejor vete a casa, Adam, ¿quieres? Antes de que Laura despierte y no te encuentre a su lado.

    —Ella sabe que estoy aquí —pronuncia éste reafirmando la postura sobre el auto—, nosotros nunca nos ocultamos nada.

    —¿Cómo diablos fue que ustedes dos terminaron juntos? —Pregunta Sam apostándose de nuevo a su lado. Cruza los brazos frente a su hermano y se deja caer de lado y frente a él—. Aún le doy vueltas al asunto en mi cabeza y no entiendo cómo es que alguien tan arrogante y prepotente como tú, pudo conquistar un alma tan dulce y noble como lo es Laura.

    —¡Oye!

    —Es la verdad —pronuncia Sam sostenida de una fuerte carcajada.

    —Y qué tal si fue ella la que me conquistó a mí —responde él a través de su cinismo—; además, tú eres igual a mí, no lo olvides.

    —Era —le responde Sam—; si tú hubieses pasado por todo lo que yo pasé, tampoco serías el mismo, Adam. Y no...no pienso que mi amiga te haya conquistado, ¿sabes?

    Ambos guardan silencio una vez más.

    —Está bien, sí, lo admito. Acepto que, tal vez, fui yo quien la conquistó —pronuncia Adam rompiendo de nuevo el silencio.

    —¿Tal vez? —Le deja ir Sam con un deje de burla en su pronunciar.

    —Muy bien, fui yo, ¿contenta? Después de que desapareciste y antes de que papá me obligase a volver a casa, tuvimos un partido de fútbol en tu antigua universidad. Ella atravesó el campo de juego una vez que el encuentro finalizó y se acercó a mí. Yo...yo ni siquiera la recordaba, no supe quién era hasta que me preguntó por ti y no sé por qué lo hice; pero le dije toda la verdad sobre lo ocurrido. Le dije que tú habías desaparecido; que habías abandonado a la niña y que por más que papá te había buscado por doquier, no había logrado dar con tu paradero. Supongo que pensé que, después de todo lo que ella había hecho por ti, merecía saberlo. Comenzó a llorar, allí mismo, frente a mí.

    —¿Qué?

    —Así como lo oyes y yo no supe qué hacer. Tú me conoces, sabes bien cómo soy. En otras circunstancias, simplemente habría dado media vuelta y me habría esfumado de aquel lugar, evadiendo una situación tan incómoda; pero...cuando me di cuenta. Cuando me percaté la tenía entre mis brazos, intentando consolarla. Lloró por tanto tiempo y con el rostro sumergido sobre mi pecho que, entonces, ya no supe cómo dejarla ir nunca más. Terminé con Amy esa misma semana y no descansé hasta el día en que puse el anillo de bodas en su dedo...¿Sabes? Ella te quiere mucho, Sam. También lloró el día en que se enteró que volviste.

    —Y yo a ella —responde Sam de inmediato—, como a una hermana. Supongo que mamá te hizo la vida imposible­.

    —Como no tienes idea —pronuncia Adam elevando, una vez más, las cejas frente a su hermana—; pero no se lo permití.

    —Hiciste bien en no dejarla manipular tu vida, Adam y conservar a Laura a tu lado. Tú la amas, ¿no es así?

    —Por supuesto que sí, boba. ¿No te lo acabo de decir? Por algo es mi mujer ¿o no?

    El rostro de Sam se enciende.

    —Tan sólo fue una pregunta, idiota. ¿Lo ves? Contigo no se puede —Y lanzando sobre el brazo de su hermano un acertado puño, lo deja incrustado en medio de sus bíceps.

    —¡Auch, eso dolió! ¿Quién te enseñó a golpear así?

    —Alguien —responde ella, sin dejarse brindar mayores detalles al respecto y entregándose a la penumbra de su rostro, guarda silencio.

    —¿Y tú?

    —¿Yo qué?

    —¿Amas a David? —Pregunta Adam. No deja de pasar la mano, de arriba abajo, sobre su adolorido brazo.

    Sam eleva la mirada hasta su hermano y luego, simplemente la deja caer de nuevo.

    —Estoy a su lado, ¿no es así?

    —Esa no es una buena respuesta, Sam.

    —¿Y qué quieres que te diga?

    —Es por el otro sujeto, ¿no es así? Por el otro tipo.

    —Vaya, papá no se guardó nada contigo, ¿no es verdad?...Su nombre era Richard —pronuncia ella, defendiéndolo así de los increpantes apelativos que su hermano se deja ponerle.

    —¿Richard?...¿Richard, qué?

    —Crowe —responde Sam con voz silenciosa y apagada. Seguido de un fuerte suspiro que se nota le roba la tranquilidad.

    Adam lo piensa por unos pocos segundos y entonces, asiente en un par de ocasiones con la cabeza, de un modo bastante decidido frente a ella.

    —Pues Richard Crowe se merece todo mi respeto —le deja saber—...y tú también.

    Sam lo mira; mas, de pronto, siente no poder con aquello y por eso retira de él la tristeza proyectada de sus ojos.

    —No fue justo lo que sucedió, Sam.

    —No...no lo fue; pero, sucedió —responde ella— y mi lugar está ahora junto a David, al lado de mis hijos. Muy pronto seremos padres de nuevo y por eso debemos permanecer unidos.

    —¿Estás embarazada?...¿Mamá y papá lo saben? —Pregunta Adam ante las afirmaciones brindadas por ella.

    —Mamá ya tiene la boda organizada en su mente.

    —David es un buen hombre, Sam; si no estás segura de lo que sientes, tal vez no deberías...

    —¿Qué quieres que te diga, Adam? ¿Que tengo a Richard clavado aún dentro de mi corazón? Si, sí lo tengo y siempre lo tendré. Pero también quiero a David. Es algo demasiado complicado...imposible de explicar para mí. Ni siquiera yo lo entiendo, no enredes más mi cabeza, por favor.

    —Muy bien, no hablaré más de ello si tú no quieres —pronuncia Adam. Yergue la larga figura frente a ella y haciéndole caso, decide poner fin a la charla—. Debo irme, sino Laura se preocupará.

    —Si, bueno, yo también. David debe estar impaciente, le dije que no me demoraría —Sam se quita el abrigo y lo pone una vez más en manos de su dueño—. Adiós —pronuncia. Eleva la mano hasta él en señal de despedida y dando media vuelta, comienza a caminar.

    —Oye, espera...Hey —Adam se apresura y la toma por el brazo—. Espera —le dice una vez más.

    —¿Qué sucede?

    —Yooo...Sam, yo...Ven aquí —le dice y envolviéndola en un fuerte abrazo de hermano mayor, la asfixia sobre su pecho—. Tú no te merecías nada de esto, ¿me oíste? Nadie merece atravesar un infierno como el que tú cruzaste. Por favor, perdóname, me he comportado como un cretino contigo. Yo soy tu hermano mayor y se supone que debo cuidarte —pronuncia éste a través de sus remordimientos.

    —Tú siempre me cuidaste, Adam. Es tan sólo que...

    —Si, es tan sólo que he sido un imbécil.

    —¿Aún piensas que eché a perder tu vida?

    —Hey, ¿ya viste a mi esposa, los hijos y la carrera tan brillante que tengo?

    —Además de que tienes un auto muy bonito.

    —Además de que mi auto es un último modelo, así es —Y cruzando ambos el azul marino de sus ojos, rompen a reír casi que en silencio—. ¿Te veré mañana en casa de papá?

    —Allí estaremos a primera hora.

    —Bien, ve con David —pronuncia Adam liberándola de sus brazos—; sino vendrá sobre mí a buscarte pronto y ahora no es tan fácil de vencer como lo era antes.

    —Dile a Laura que la amo y que estoy bien. Que no se preocupe, por favor.

    —Así lo haré.

    Cada uno parte en direcciones opuestas, Sam abre el portón de la propiedad e ingresa. Adam la puerta de su auto y se acomoda detrás del volante.

    —¡Oye, tarada! —Lanza éste desde la ventanilla del conductor.

    —¡Dime, estúpido! —Responde ella antes de subir al suyo.

    —Te amo.

    —Y yo a ti.

    Capítulo 2

    —¡Mami! ¡Papi! ¡Mami! ¡Papi!...

    —Creo que tu hijo te está llamando —arrastra David con la gravedad de su voz y despertando en medio de una terrible somnolencia, se envuelve la cabeza con la almohada y gira el cuerpo entre las sábanas, dispuesto a sumergirse una vez más en su descanso.

    —A mí me parece que nos llama a ambos —responde Sam con iguales tonos; no así, como ella está acostumbrada a lidiar con tales males, no se le hace tan difícil emerger de la pesadez del sueño—. Anda, vamos —menciona dejándose caer sobre la espalda desnuda de David. Pone un par de besos sobre su piel y lo sacude por el hombro—. Es la mañana de Navidad, sabes que está desesperado por bajar y abrir sus regalos...¡David! —Alza Sam los tonos de su voz. Lo sacude de nuevo y al ver que éste no responde mas que con fuertes respiraciones, cargadas de sopor, se deja ir sobre su oído con sus reclamos—. Te dije anoche que descansaras, ¿no es así? Pero tú insististe en continuar...

    —En continuar, ¿qué? —Pregunta él por medio de una aletargada sonrisa.

    —En continuar...jugando —susurra ella sobre su cuello y abrazándose de su cintura por detrás, enreda las piernas con las de él y se encarga de poner más besos sobre aquella espalda llena de pecas, mientras sonríe—. Vamos —le dice otra vez hundiendo el rostro sobre su piel.

    —Sólo si me prometes que esta noche jugarás de nuevo conmigo...¿Te gustó todo lo que hicimos anoche? —Pregunta él con voz ronca y apagada.

    —Me fascinó —susurra ella frotando la nariz sobre sus provocaciones.

    La respiración de David comienza a agitarse.

    —Como que me están dando ganas de jugar ahora mismo —pronuncia volviéndose hacia ella con el desasosiego de su voz e intentando adueñarse de su figura, se encuentra de frente con los impedimentos de Sam.

    —Creo que, por ahora, te divertiste lo suficiente, Oliver. Te permití desenvolver tu regalo en medio de la madrugada, ¿no es así? E hiciste con él lo que quisiste —susurra ella, provocando las inmediatas sonrisas de satisfacción que se dibujan en el rostro de David—. Ahora vamos para que tu hijo abra sus obsequios. No seas egoísta, ¿acaso no escuchas que no deja de llamarnos? —Y tomándolo de la mano, Sam se asegura de arrastrarlo fuera de la cama junto a ella.

    El reloj de la cocina apenas marca las seis treinta de la mañana. En las afueras de la propiedad está helando. Con la nevada tan impresionante que cayó la noche anterior, una gruesa capa de nieve, blanca y abundante, se extiende por todos los alrededores que se descubren a través de los amplios ventanales. Los rayos de un joven amanecer comienzan a filtrarse a través de los vidrios cubiertos de escarcha.

    Ben camina tomado de la mano de Sam, con sus muchos obsequios depositados en una vieja cubeta de playa, donde los acarrea de un lado al otro desde que los sacó de sus envolturas y se asegura de llevarlos junto a él a donde quiera que vaya.

    Ingresan a la cocina y el delicioso aroma a panqueques recién hechos, los invita a tomar asiento frente a la pequeña mesa redonda que se encuentra al lado del desayunador. Una vez más el hogar de los Oliver ostenta aroma a felicidad y por eso, junto al panqueque puesto sobre sus platos, el niño recibe un tierno beso sobre la cabecita por parte de su padre y Sam, un acaramelado beso sobre los labios, además de otro más sobre su pancita.

    —Come —pronuncia David mientras acaricia sus cabellos—, recuerda que ahora debes alimentarte por dos. Mi hijo debe crecer sano y fuerte dentro de ti.

    —Si, pero antes dame un beso más, ¿quieres?...Otro...Otro más, por favor.

    —¿Otro?

    —Otro —le pide ella y sosteniéndole por el cuello, no lo deja alejarse hasta que la satisfacción de su semblante la hace cerrar los ojos frente a él—. Feliz Navidad —susurra Sam sobre sus labios y sonriendo, se asegura de unir su frente a la de David.

    Abre los ojos y se separa de su rostro tan sólo para encontrarse con el brillo ardiente de su mirada.

    —Feliz Navidad —lo escucha responder.

    —Siempre quise hacer esto...Desde que era una niña.

    —¿Qué? —Pregunta David.

    —Dejarme perder así dentro de ti, dentro de tus hermosos ojos azules.

    David no puede evitar sonreír al escucharla decir todo aquello y por eso permanece con la misma intensidad puesta sobre sus declaraciones.

    —Te amo mucho...¿Tú me amas?

    —Umhjú —responde ella con el leve movimiento de su cabeza.

    —Entonces, dilo —susurra David uniendo su frente a la de ella una vez más.

    —¿Por qué? —Pregunta Sam en medio de sutiles sonrisas.

    —Porque quiero escucharlo salir de tu boca.

    Sam sonríe al tiempo que acaricia su rostro con ambas manos y como ahora se siente en disposición de complacerle en todo, sus labios se separan con la única intención de hacerle feliz. No obstante, la intromisión de su pequeñito no la deja llevar a cabo la tarea.

    —¿Tú me amash, papi? —Pregunta el chiquitín, imitando los procederes de sus padres y robándose, por completo, las atenciones de David, lo separa de ella tan sólo para recibir las tiernas palabras de su padre.

    —Por supuesto que sí, mi amor —Se preocupa él por responder de inmediato.

    —¿Tú me amash, mami?

    —Mami te ama más que a nada en el mundo, bebé —responde Sam al instante.

    Ambos asaltan los cachetitos de su hijo con sus muchos besos y se olvidan de ellos mismos en medio de las deliciosas risotadas que suelta su pequeño.

    —Vamos a prepararnos —pronuncia Sam enseguida. Se muestra invadida de sonrisas y múltiples alegrías—, Susan nos está esperando.

    —Vamos —responde David con iguales emociones.

    ————————————————————————————————————————-

    Nana los recibe en la casa de al lado con amplias y hermosas sonrisas de bienvenida. Sobre todo al pequeñito, quien se lanza a sus brazos de inmediato y con juguetes en mano, le enseña a nana sus cochecitos nuevos.

    —¡Oh, pero qué hermosos obsequios te trajo Santa Claus, mi amor! Pero, pasen...pasen —pronuncia la deslumbrante nana. Ordena, de inmediato, a la servidumbre que tomen los abrigos de los jóvenes y los cuelguen en el armario—. Pasa, mi cielo —le dice a Sam—. Feliz Navidad, mi amor —Y besa su mejilla—. Feliz Navidad, joven Oliver.

    —Por favor, nana. No me llame más así —le ruega David depositando un respetuoso beso sobre su mejilla—. Sólo David, ¿de acuerdo?

    —Oh si, lo siento —menciona nana entre avergonzadas sonrisas—. Es la costumbre, ¿sabe? Vamos, que hace mucho frío aquí. Entren, toda la familia está reunida en el salón frente al árbol. Llegaron justo a tiempo, están comenzando abrir los regalos.

    —¡Más llegalos! —Pronuncia Ben invadido de emoción.

    —Así es, mi amor, más regalos —le dice nana y con el niño en brazos, camina junto a ellos hasta adentrarse en la habitación.

    Es la primera vez en muchos, pero muchos años, que todos celebran la Navidad juntos en casa de los Kendall y por eso se envuelven unos a otros entre abrazos y más besos de recibimiento. Adam hace ingreso junto a Laura y los niños, tan sólo unos pocos minutos después de que los Oliver llegasen y son recibidos de igual forma por nana y por el resto de la familia.

    Sam y Laura al instante quedan prendidas la una de la otra, tal y como sucedía en sus viejos tiempos universitarios. Se encuentran sentadas frente a la chimenea y como lo planearan desde hace muchos meses, le han dado rienda suelta a la lengua a lo largo y ancho de todas sus conversaciones. Laura no ha dejado de acariciar su vientre sonriendo, visualizando y planeando, desde ahora, los eventos que le darán la bienvenida a su nuevo sobrino o sobrina.

    Los varones se encuentran reunidos por aparte en medio de sus pláticas y sumergidos en sus propios intereses. Los niños no han dejado de corretear por todo el salón, persiguiéndose en medio del bullicio de sus voces y jugando con cuanto obsequio atrape sus atenciones. Porque los otros, los de apariencia blanda y con forma de prendas de vestir, los hicieron a un lado y los menospreciaron dejándolos en manos de sus madres. Sam y Laura aún charlan con los paquetes envueltos puestos sobre sus regazos.

    Las chicas más jóvenes tan sólo obedecen a la simpleza de su naturaleza. Susan se ha dedicado a cuidar y a entretener a los más pequeños y Linda, como era de esperarse, los ha ignorado a todos, poniendo todos sus afectos sobre el celular que sostiene entre las manos y no mostrando mayor interés mas que a las charlas que éste le genera con sus amigas.

    Muy pronto, Dany anuncia a todos los presentes que ya es hora de marcharse. Prometió pasar el día con su novia y con la familia de ésta, algo que promueve los descontentos inmediatos de Alexandra.

    —No te enfades, estaré de regreso para la hora de la cena —pronuncia el chico poniendo un beso sobre la mejilla de su madre—. ¡Adiós! —Y elevando la mano en señal de despedida, sale y se marcha del lugar.

    Alexandra continúa en medio de ires y venires y con los cuales corre, de un lado al otro, organizando a la servidumbre para que éstos atiendan las actividades del día. Aún queda mucho por levantar y recoger de la cena del día anterior y todavía tienen que organizar el almuerzo familiar. Hay invitados a recibir y entre ellos se encuentra Lorie; por lo que Sam se aseguró de decir a su madre, quería que la recibiesen y la tratasen con la mejor de las atenciones, pues su amiga era demasiado importante para ella.

    Algo contra lo que Alexandra no pudo contender y por eso es que se apresura en demanda de las palabras de su hija, procurando que esto sea así. No se detiene ni un instante dando órdenes, directrices y más indicaciones a los sofocados rostros que se desplazan de arriba abajo de sus imperantes gestos.

    —¿Y dónde está el obsequio de David? —Pronuncia Linda por todo lo alto. Se planta muy arrogante frente a su hermana. Claro, sin dejar de lado la pantalla de su celular—. Déjame verlo —demanda extendiendo la palma de su mano frente a Sam.

    —¿Disculpa?

    —El obsequio de David —repite la chiquilla—; quiero verlo. Porque supongo que te dio algo, ¿no es así? —Le dice con todas las intenciones de dejarle en mal frente a todos. No lo soporta desde la noche del baile anual y por eso se las ingenia para humillarlo frente a su adinerada familia.

    El costoso collar que pende y brilla, ahora mismo, del cuello de Laura, obsequio de Adam y los diamantes que adornan el rostro de Alexandra, obsequio de Jim, se confabulan en favor de las malas acciones de la mocosa.

    Todos allí saben que David no posee la solvencia económica como para hacerle semejantes presentes a Sam y por eso es que, a poca distancia de ellas, éste alza la mirada y la escabulle de la conversación que sostiene con los demás varones, hasta encontrarse de frente con los ojos de Sam.

    —Te hablaría acerca de mi obsequio, cariño —responde Sam a su hermana, sin dejar de admirar a David desde la distancia—. Pero no puedo, eres tan sólo una niña y además, lo recibí antes del amanecer —termina de pronunciar ésta con una sonrisa puesta sobre los labios.

    David también sonríe con disimulo al escuchar aquello y con el semblante relajado regresa, entonces, a la charla que sostiene con su suegro y con Adam.

    La mirada de Sam se aposta de nuevo sobre su hermana.

    —No todo en la vida es dinero y más lujos, Linda. Y tú lo sabes muy bien; porque apuesto que darías todas tus joyas por sentirte ya una mujer y así tener la oportunidad de bailar una vez más entre sus brazos, ¿no es así?...¿No es así, querida?

    El rostro de Linda se llena de horror y de espanto. Los celos que siente en contra de su hermana la hacen salir de allí, de inmediato. Buscando huir de su presencia, lo más pronto posible, a través de enfurecidos gestos.

    —¿Y tú a dónde crees que vas? —Pronuncia Alexandra encontrándosela de camino.

    —Me voy con mis amigas.

    —Te quiero aquí para la hora de la cena, ¿entendiste, jovencita?

    — ¡Ya déjame en paz, mamá!

    —Sam, eres terrible. ¿Cómo es que le dices algo así a tu hermana? —Pronuncia Laura conteniendo la risa.

    —¿Piensas que no me percaté de lo que esta atrevida hizo la noche del baile? David es demasiado caballeroso como para tomarle en cuenta, si quiera, sus estúpidos comportamientos. Ya tiene dieciséis años, es hora de que aprenda a respetar y sepa tomar su lugar. Pero...a la vez me preocupa, ¿sabes? —Pronuncia Sam aprisionándose los labios en frente de su amiga—. Linda es tan joven y veo que tiene tanta prisa por crecer, que me da miedo cometa los mismos errores que yo cometí. Debo estar más al pendiente de ella, Laura. Hablaré con mamá de este asunto más adelante.

    Capítulo 3

    —¿Caballeros, si me disculpan un momento?

    —Claro —responden Jim y Adam al sonido de una sola voz.

    David se aproxima e interviene en la constante charla que aún, se mira, sostienen Sam y Laura con bastante animosidad.

    —¿Vienes a robarte a mi amiga?

    —Sólo será por unos pocos minutos —sonríe David mientras toma la mano de Laura y la besa con sumo respeto—, prometo que te la devolveré en seguida —Y tomando a Sam de la mano, la guía a su lado mientras ambos salen del salón.

    Buscan un lugar apartado en donde puedan estar a solas por un rato y se ubican frente a un enorme ventanal, cerca de uno de los balcones.

    —¿Qué sucede? —Pregunta Sam, rodeándolo por el cuello con ambos brazos.

    —Nada —responde David empleando la serenidad de sus movimientos. La toma por la cintura y atrayéndola hacia su cuerpo, le habla muy de cerca. Hasta dejar la humedad de sus labios puesta sobre la piel de su cuello—. Es tan sólo que ya me hacías falta —le dice y entonces, se asegura de abrumarla todavía más con su cercanía.

    —No puedes estar sin mí, ¿no es así? ¿Tan rápido y ya me extrañas?

    —Así es —responde él con la ayuda de tonos silenciosos y acallados. Continúa poniendo más besos sobre sus hombros y desciende sobre la longitud de sus brazos.

    —Oye, te estás poniendo muy cariñoso...Ya basta —susurra Sam mientras sonríe. Sin embargo, ella misma no puede evitar seguir los movimientos de aquel cuerpo al son de sus propias caricias—. David, nos pueden ver. Ya cálmate —pronuncia entre pícaras sonrisas.

    —¿Tú quieres que me calme? —Pregunta él con el desasosiego de su voz.

    La respiración de Sam se muestra agitada.

    —No —gime de inmediato, muy cerca de su oído y entonces, es ella quien comienza a acariciar el cuerpo de David con sus propias formas.

    —Vámonos a casa. Los niños están jugando afuera con la nieve. Ben se entretendrá por un buen rato con ellos.

    —No podemos.

    —¿Por qué, no? —Pregunta David sembrando sobre sus labios un ardiente beso y sin darle tiempo a respuesta alguna, le roba el aliento de su pecho—. Vamos, estaremos de vuelta para la hora de la comida. Nadie se dará cuenta.

    Sam lo mira con la agitación puesta sobre sus respiraciones.

    —Ok.

    —¿Ok?

    —Ok.

    Ambos sonríen y tomándose de la mano se dirigen, por medio de apresurados pasos, hasta la cocina. Se escabullen por la puerta llegando, luego, al jardín trasero.

    De inmediato los golpea una ráfaga de aire congelado.

    —Mierda, David...Aquí afuera está helando.

    —Te voy a tener que lavar esa boca con jabón...Corre.

    —No, mejor ven por aquí —le dice ella y halando de él en dirección contraria, ambos corren mientras sonríen como si fuesen un par de niños.

    —¿A dónde me llevas?

    —Al pasadizo que está entre los arbustos.

    —¿Acaso estás bromeando?

    —No, ven —pronuncia Sam entre divertidas sonrisas y lo arrastra junto a ella en medio de la nieve—. ¿Cómo es posible que no sepas que éste todavía se encuentra allí?

    —No tenía idea.

    —¿Hace cuánto que perdiste tu niñez, Oliver?

    —Pues, al parecer, fue hace mil años.

    Ambos corren un poco más hasta que llegan al lugar en el que saben, se encuentra la entrada del pasadizo.

    —¿Lo ves? —Pronuncia Sam dejándose caer sobre sus rodillas y comenzando a quitar las ramas muertas que están sobre la entrada, advierte como la sonrisa de aquel pequeño y escuálido niño, que lleva en su memoria, se hace presente frente a ella—. Eres tan hermoso, David. Ven, vamos —Y poniendo un pequeño beso sobre sus labios, Sam se apoya sobre sus cuatro extremidades y comienza a arrastrarse por el túnel.

    —Sam, yo no paso por ahí.

    —Encoge los hombros. Apresúrate, que me estoy congelando.

    David la sigue, mas como era de esperarse, en el primer intento que hace por ingresar al túnel, queda atascado entre las ramas.

    —¿Lo ves? Te lo dije —pronuncia tratando de liberar su camisa.

    —Espera, déjame ayudarte —pronuncia Sam, hace malabares para girar su cuerpo dentro del túnel y entonces, avanza en dirección a él. No así y por más que lo intenta, no puede liberarlo mientras continúa halando de la tela—. Pero, ¿cómo es posible? Si apenas ayer pasabas de un lado al otro y de pie.

    —Si, bueno, en mi defensa tenía seis años y no creo que haya sido apenas ayer, Sam...¡Auch, espera! Me estás clavando en la piel las puntas de las ramas.

    —Lo siento, bebé. ¡Yo y mis estúpidas ideas!

    David deja de revolverse en la entrada del pasadizo, tan sólo para poder mirarla a profundidad. Es por medio de un brusco movimiento que él mismo termina tirando de la camisa y rompe la tela hasta quedar libre, entonces retrocede y cae sentado sobre la nieve.

    Permanece frente a la entrada, viendo como Sam termina de salir a gatas y por cuenta propia del pasadizo.

    —Oh, no...David, rompiste tu camisa.

    —¿Y qué? Es tan sólo eso...una camisa —responde él observando como ella se arrodilla a su lado.

    —Tus labios se están poniendo azules.

    —Los tuyos también...Me llamaste bebé —pronuncia David al cabo de un breve silencio. No puede dejar de admirarla con la inquietud de su mirada.

    —¿Y eso qué? —Menciona ella—. Eres mi bebé...¿acaso no lo sabías?

    —Si, pero...

    —Pero, ¿qué? —pregunta ella.

    —Pero...si Ben te llega a escuchar, pienso que podría ponerse celoso —susurra David, sintiendo cómo ella se acomoda de frente y sobre su regazo.

    —Entonces, me aseguraré de hacerlo sólo cuando estemos en la cama —pronuncia Sam y tomando su rostro con ambas manos, se adueña con sus labios de los gruñidos que se escapan del pecho de David.

    —¿Aún deseas ir a...

    —Llévame a casa ahora mismo.

    David no lo piensa dos veces, se eleva con el cuerpo de Sam atado fuertemente entre los brazos y sale en busca de su auto.

    ————————————————————————————————————-

    Ya pasa la hora del almuerzo y ellos dos aún permanecen desnudos en la cama, retozando en medio de sus placeres.

    —Tu madre nos va a matar.

    —¿En verdad quieres hablar de mi madre en este preciso instante?

    —No —menciona David y volviendo sobre sus obligaciones, se encarga de desatar en ella los deseos por una hora más.

    Todavía se mantienen el uno sobre el otro, con la humedad de su piel aún fresca e iluminando sus movimientos. Los tenues besos con los que se acarician los labios entre sí, lentamente y de a poco, van poniendo orden sobre su desasosiego.

    —Mamá nos va a matar —pronuncia Sam en medio de una agitada respiración. Lo que provoca la irremediable risa de ambos—. Vamos, debemos prepararnos.

    —Espera —le dice David y poniendo un par de besos más sobre sus labios, la obliga a permanecer debajo de su cuerpo—. Cierra los ojos.

    —¿Qué? ¿Para qué?

    —Tú sólo ciérralos.

    Sam obedece al instante, pensando en que recibirá un beso más por parte de él y por eso estira la trompa para recibir sus labios; sin embargo, en lugar de eso, siente a David retirándose de ella lentamente y volver luego, de unos pocos segundos, al lugar que antes ocupara éste sobre sus pechos desnudos.

    —Muy bien, ábrelos.

    —¿Qué es esto? —Pregunta ella.

    Descubre a David sosteniendo entre las manos una pequeña cajita que, al instante, se abre frente a ella, dejando ante sus ojos el impresionante brillo de una enorme roca.

    —Esto...es para ti —pronuncia David tomando la joya entre sus dedos—. Es tu anillo de compromiso —Y sin mayor preámbulo, simplemente toma la mano de Sam y lo coloca en su dedo. Con tal gesto de conformismo y satisfacción invadiéndole el rostro, que éste sólo se ve opacado por la mirada de confusión que proyecta Sam sobre él. Porque sus conocimientos sobre el tema han de estar bastante desactualizados; pero ella sabe muy bien que esa piedra que encandila, ahora mismo, el azul turquesa de sus ojos, vale toda una pequeña fortuna, la cual ellos no poseen y por eso mismo es que se mira en la obligación de hacérselo saber de inmediato.

    —David, debes devolverlo. Nosotros no podemos pagar algo así.

    —Pues yo, ya lo hice —pronuncia él mostrándose muy seguro de sus procederes.

    —¿Cómo?

    —¿Cómo? —Retrae David su semblante frente a ella—. Pues trabajando, ¿de qué otra forma podría haberlo hecho? No por nada amanezco, muchas veces, dentro de mi estudio, Sam.

    —No me malinterpretes —Se apresura ella a pronunciar y posando ambas manos sobre su rostro, lo recorre a través de una suave caricia—. A lo que me refiero es que no está bien que malgastes de esa forma el dinero que tanto trabajo te ha costado ganar. Yo no necesito de joyas ni de excesos para saber que tú me amas, David. Si es por mi familia, sabes que me importa un bledo lo que opinen al respecto. Ni las estupideces que una adolescente malcriada pueda dejarse interpretar.

    —Si lo dices por los comentarios que tu hermana hizo esta mañana, sabes que a mí también me tienen sin cuidado. No me importa; pero el anillo lo compré desde hace meses pensando sólo en ti y en encontrar el momento perfecto para pedirte que fueras mi esposa. Quizás las cosas no salieron, en realidad, como las había planeado; pero, al menos, conservé la ilusión de poder ponerlo en tu dedo. Y qué mejor ocasión que después de haber

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