Aaliyah de Lancaster
Por Luis Centeno
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¡Mírame, mi naturaleza ahora es perfecta!
El despertar de la princesa de Lancaster ha sido evidenciado. La bellísima Aaliyah ha resurgido de entre los muertos, más fuerte y poderosa que antes.
Urs de Padalecki narra la trayectoria vital de Aaliyah. Inspirado por la pasión que se despertó en él luego de haber leído las más íntimas confesiones que esta joven plasmó en su diario cuando la leucemia acababa con su corta vida, este se da a la tarea de seguir cada uno de sus pasos consiguiendo con ello ser testigo del mas escalofriante acontecimiento, al verla levantarse de la tumba sedienta de beber de la sangre caliente de los vivos.
El apuesto Urs desea liberarla de lo que él llama su maldición. Pero ¿pesará más el deber o la tentación de ser seducido por una vampira, cuya extraordinaria belleza es capaz de cautivar a cualquiera?
Luis Centeno
Escritor mexicano, autor de Aaliyah de Lancaster, el segundo libro que da continuación a la saga de temática gótica vampírica, titulada «Criaturas de la noche». Apasionado por los temas sobre la existencia de seres de la oscuridad, afirma: «Mi mayor satisfacción es poder contar historias de pasión, poder, aventura, amor y lealtad entre estos seres de extraordinaria naturaleza, cuya mayor ventaja es el conocimiento adquirido a través de los siglos».
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Aaliyah de Lancaster - Luis Centeno
Capítulo 1
El Diario de Aaliyah
El embrujo
13 de octubre de 1774
Sentí la suave caricia de su mano al limpiar aquella lágrima que se deslizó sobre mi mejilla. Esa lágrima externaba toda la frustración y la impotencia que yo sentía al reconocerme incapaz de poder liberarme de mi cruel destino.
Me encuentro tan débil y tan cansada que he perdido ya toda esperanza de recuperarme. La muerte me acecha y ha acabado con todas mis fuerzas y esperanzas, pues la leucemia está apagando mi vida día a día y cualquiera de estos podría ser el último para mi corta existencia.
Esta tarde, como muchas otras, acudí a «mi lugar secreto» buscando obtener algo de paz para mi alma. Debí adentrarme tanto en mis pensamientos que no me percaté de lo rápido que pasó el tiempo y de todo lo que ocurría a mi alrededor.
Sus uñas eran largas y transparentes como el cristal; poseía las manos más perfectas y pulcras que jamás había visto en un hombre.
Limpió la lágrima que se deslizó sobre mi mejilla y me dio el consuelo que en esos momentos pedía a gritos en mi interior. Cuando levanté la mirada, vi por primera vez su rostro y a través del azul profundo de sus ojos lanzó un hechizo que me desarmó en tan solo unos instantes, haciéndome perder el dominio sobre mí misma. Desde aquel momento se hizo dueño absoluto de mi voluntad.
Estas son las líneas que dan inicio al relato de la más despiadada y cruel mujer, cuya belleza es tan grande como lo es su maldad y de la cual he estado enamorado desde el momento en que la conocí; su nombre es Aaliyah de Lancaster.
Un joven alto, delgado y con la apariencia de un ángel se encontraba parado ante mí. Su personalidad es verdaderamente impactante. Portaba un traje de príncipe finamente confeccionado y a lo largo de su espalda caía una larga capa amarilla. Se veía imponente y su atuendo resaltaba su perfecta figura. Ni siquiera lo escuché acercarse, sin embargo, cuando sus ojos azules se posaron ante mí, quedé fascinada.
—Solo dígame, madame, ¿qué puedo hacer para aliviar su dolor? —preguntó con voz ronca.
Traté de disimular el inesperado efecto que había causado en mí, pero debí quedarme callada más tiempo de lo normal porque aquel varón volvió a preguntar con insistencia.
—Dígame, por favor, madame, ¿qué es lo que puedo hacer por usted? Porque no puedo comprender cómo es que una mujer tan bella y tan joven pudiera sufrir así.
Fijé nuevamente los ojos a los suyos y le cuestioné:
—¿Acaso podría usted devolverme la esperanza?
El joven respondió a mi cuestionamiento con tal serenidad y respeto que me hizo sentir avergonzada.
—Lo que fuera que haya causado su dolor le aseguro que tiene solución —dijo al tiempo que se inclinó frente a mí para depositar una rosa roja entre mis manos.
—¡No sabe lo que dice! No tiene idea de lo que padezco. La razón de mi pesar es lo suficientemente dolorosa y no tiene solución —insistí.
Pero aquel caballero gestó en su rostro gran interés al escucharme decir eso e insistió en su afán de levantarme el ánimo.
—Le aseguro que haría lo que fuera con tal de calmar, aunque sea por unos instantes, su dolor. ¡Pídame lo que quiera y lo tendrá, madame!
—¡No podría ayudarme, aunque quisiera, mejor déjeme sola!
—Perdone mi atrevimiento, pero es usted la mujer más bella que jamás haya visto. En verdad que me ha cautivado. Dígame, por favor, ¿qué es lo que puedo hacer para calmar su dolor? No tema en pedirlo, pues no siempre se tiene la oportunidad de que alguien ponga fin a nuestro sufrimiento.
—¿Acaso lo conozco? ¿Por qué me habla de esa manera? ¿Acaso cree que esos halagos propios de un casanova van a deslumbrarme?
El joven se sorprendió con mi respuesta y de inmediato me ofreció una disculpa.
—Lamento mucho haberla incomodado, madame. Le pido una disculpa por mi atrevido e inapropiado comportamiento. No deseo ofenderla; debe saber que mis intenciones hacia usted son correctas.
Lo miré despectivamente, aunque en mis adentros estaba fascinada con él. Aquel joven rubio de labios gruesos y rojos como el carmín me había entusiasmado como nadie lo había hecho hasta ahora.
—Acepto sus disculpas. Pero ¿cómo podría contarle mis problemas a un hombre al que ni siquiera conozco? —insistí.
—Tiene usted toda la razón, madame, permítame presentarme entonces. Mi nombre es Anthony de Valois, su servidor.
—Le agradezco por su preocupación, pero lo que me acongoja no es de su incumbencia; además, nadie puede ayudarme, ya se lo he dicho.
—No debería ser tan prejuiciosa, madame, le he dicho que todo tiene una solución —contestó.
—¡No sabe lo que dice! El hecho de que conozca su nombre no significa que haya dejado de ser para mí un extraño. Ahora debo irme, ya se ha hecho muy tarde —dije al momento en que me dispuse a subir de nuevo a mi caballo decidida a regresar a casa, pero grande fue mi sorpresa cuando el hombre me tomó repentinamente del brazo volviéndome hacia él. Cuando nuestros rostros quedaron tan cerca, un fuerte escalofrío invadió mi cuerpo y mi corazón comenzó a latir presurosamente.
—Déjeme acompañarla, ya es muy noche para que ande sola por el bosque; podría ser más peligroso de lo que imagina —dijo con la mirada clavada en mí.
—¡Yo no le temo a nada!
—Pues debería temer, porque le aseguro que ahí en lo profundo del bosque existen criaturas que ni se imagina.
—¡Suélteme ya! —le ordené.
Sin perder tiempo, me aparté de él y subí de inmediato a mi caballo, tiré de este con el propósito de alejarme lo antes posible de ahí. Las manos me temblaban, pero no me detuve.
A pesar de lo bello que era, no pude evitar sentir una terrible repulsión cuando lo tuve tan cerca. Estaba demasiado inquieta y no iba a detenerme por nada.
Entonces, escuché su voz retumbar en mis oídos:
—¡Al menos, dígame cuál es su nombre, madame!
—¡Aaliyah, me llamo Aaliyah de Lancaster! —me escuché gritando, pues me gobernaron de pronto unas enormes ganas de volver a verlo.
Y, bueno, ahora tengo entre las manos la rosa que Anthony me entregó. Al olfatearla, cierro los ojos y vuelvo a ver su rostro mirarme con tanta atención e interés. Es extraño, pues aquel joven rubio de largos rizos debía poseer algo tan especial que me cautivó de inmediato, pues me reconozco como una mujer que no suele caer a la primera en las redes de un hombre.
Sé que ha sido una gran imprudencia de mi parte el haber permanecido en el bosque a tan altas horas de la noche y debo decir que, aunque Cracovia no me vio nacer, es de mi total conocimiento que durante la noche los peligros incrementan en el bosque. Sé que voy a morir pronto y lo que más me fascina es poder cabalgar por lo largo y ancho de todas estas tierras que alguna vez fueron nuestras; me gusta sentir la frescura del viento acariciarme el rostro mientras cabalgo a gran velocidad por el solitario bosque, igual que solía hacerlo en compañía de mi padre.
El padre de Aaliyah era inglés; en sus tiempos mozos fue un hombre reconocido, toda su estirpe lo ha sido. A su lado ella emprendió grandes proyectos y cuando murió, Aaliyah se hizo heredera de una gran fortuna en Inglaterra, misma que logró incrementar en corto tiempo y que no dudó en repartir entre sus más fieles hombres cuando la leucemia acabó con sus fuerzas y esperanzas de un futuro prometedor. Únicamente conservó la mansión que su difunto padre le heredó antes de partir. Dicha propiedad se localiza a un par de kilómetros de Cracovia, la ciudad polaca que vio nacer a su madre y que en corto tiempo la vería entregarse a la muerte.
Soy muy joven aún y sé que también soy muy hermosa; a veces me arrepiento de haber sido tan recia en el pasado y reconozco que realmente desearía sentir el calor de los labios de un apuesto hombre como Anthony sobre los míos.
He sentido el acoso de muchos hombres, que sé que estarían dispuestos a hacer cualquier cosa por poseerme, pero sus intenciones hacia mí son únicamente carnales y sucias. Siento asco por ellos, pues muchos son viejos y con una mujer que los espera en casa. Por supuesto que ha habido muchos otros bastante interesantes y atractivos, pero en realidad nunca había sentido tanta atracción y tantas ansias por alguien como las que ha despertado en mí Anthony de Valois. Es extraño, creo que me ha embrujado con solo una mirada o quizás solamente se trate de una reacción lógica de querer aferrarme a alguien debido al corto tiempo que me queda de vida. No quiero pensar que me estoy haciendo débil y que pronto seré presa del terror debido a la cercanía de mi deceso. Nunca antes había sentido la necesidad de tener a alguien a mi lado. Me asustan mis palabras y estas emociones que ahora fluyen en mí.
Quisiera creer en un futuro con Anthony, pero no puedo escapar de mi cruel realidad. No quiero hacerme falsas esperanzas, así que he decidido cerrarle las puertas al amor. Si fui recia al respecto, aun cuando gozaba de salud y fuerzas, no seré diferente ahora que se me han acabado las esperanzas.
Mr. Rienfield me ha dicho que una mujer no debería demostrarle a un hombre lo mucho que lo ama o lo atraída que se siente hacia él, pues este podría aprovecharse de eso para su beneficio. A mí me parece que Mr. Rienfield suele ser muy prejuicioso con respecto al amor, sin embargo, es sin duda un gran maestro para mí. Todo lo he aprendido gracias a sus enseñanzas. Mr. Rienfield es un científico de gran nivel y reconocimiento. Él me ha dicho que soñar no cuesta nada y tiene mucha razón; imaginar que conoceré al hombre de mis sueños y que viviré por siempre feliz a su lado no cuesta ni el más mínimo esfuerzo, pero sería solamente una ilusión y las ilusiones no son suficientes para lograr la felicidad; sin más, las realidades sí lo