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Phisika Meta Ta
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Libro electrónico197 páginas3 horas

Phisika Meta Ta

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Información de este libro electrónico

Si encuentras silencio, valdrá más que gastar energía innecesaria.

En un futuro mermado de población, estamos sometidos a unas normas de convivencia impuestas por los gobernantes. En Marte, la armonía con los sueños de la Tierra hace que gracias al Satélite dure treinta segundos la forma de holograma entre los Egoms y veamos reflejadas las contestaciones a las preguntas del Juego de las Charlas. En el rito de las diez, esperamos a que pase el Haz de Luz a las diez y media, sobrecogiéndonos al poder de la retroalimentación divina con el silencio.

Cuando aprendes a convivir en paz y armonía, el constante sosiego hace que las vueltas de la vida solo sean sueños. En Marte hacen lo posible por llevarse a un grupo de personas hacia el planeta rojo. En la Tierra, los vientos y las incesantes lluvias en épocas frías hacen que en el nuevo sitio sea posible la realidad de esos sueños que se comparten, y hagan posible encontrar la forma de llegar hasta allí.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento30 may 2018
ISBN9788417447977
Phisika Meta Ta
Autor

Alejandro Hernández Muñoz

Alejandro Hernández Muñoz, nacido en San Cristóbal de La Laguna el 16 de febrero de 1974. Desde 2009 se aplica en cursos del Servicio Canario de Empleo, siendo auxiliar de enfermería y auxiliar administrativo desde entonces. En su proceso de creación literaria es autodidacta. Ha asistido desde 1991 a talleres y cursos dedicados al teatro, siendo una vocación desde el colegio. En los cursos de interpretación teatral, se enriquecía con el intercambio personal de conocimientos que había entre los alumnos y los profesores, escribiendo varias obras de teatro breves, cuentos, relatos, historias, poesía y obras dramáticas, además de colaborar en un montón de representaciones a lo largo de su trayectoria. Vive actualmente en Tacoronte y trabaja de jardinero en la capital tinerfeña.

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    Phisika Meta Ta - Alejandro Hernández Muñoz

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    PHISIKA META TA

    Primera edición: mayo 2018

    ISBN: 9788417447328

    ISBN eBook: 9788417447977

    © del texto:

    Alejandro Hernández Muñoz

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    A mi familia.

    Capítulo primero

    Aquella tarde paseaba por los lejanos montes del norte, donde habita un señor al que llaman «el Señor del Silencio», pues él, este señor, estuvo durante más de siete años totalmente en silencio buscando en su interior la paz necesaria para sus tormentos por las guerras que antecedieron al año 2389. Con la ayuda de los Egoms y el tratado que dejaron los gobernantes en el Panteón de los Ilustres Presidentes, la vida fue distinta, pues se hicieron posibles la paz, la armonía, la tranquilidad y el sosiego. Estas guerras se hicieron como todas las guerras, con armas y dos bandos para conseguir el poder en una disputa de intereses. Como seres cívicos y humanos, en la sociedad mundial, todos tenemos el valor de enfrentarnos, pues hay dos ideales entre dos bandos. Hubo una clara contienda entre los que tomaban el poder por la fuerza para seguir alimentándose de la furia y la matanza, y los que mantenían el poder para alimentar la cultura, la equidad y la sensatez entre razones solidarias. Quería estar esos siete años en silencio para captar en cada sesión de entrega a su ser la esencia de los Egoms, que abarca todo el tiempo en la constante variable de todo el espacio, aumentando la conexión con todo el universo y todo el cosmos, desde los confines hasta el infinito, a la vez que capta cada momento en el mismo lugar y en él mismo.

    Quedarnos en los territorios donde incidía el Satélite, hacía que pudiéramos controlar nuestros impulsos, basándonos en la dignidad, la razón pura, el perpetuo bienestar y gozo de la disciplina, además de la paz y la no violencia. Buscar la violencia era más frecuente en el pasado, hace muchos años, antes de que se montara el Satélite, que con su Haz de Luz nos irradiaba para comprobar que estábamos con el estado que marcan las costumbres del Libro de la Verdad Universal. Podríamos perder la cabeza por las necedades humanas, y la vida, por la agresividad o la violencia. En el mejor y más tranquilo bienestar, sin necesidad de dar valor a la agresividad, estábamos viviendo sin cometer actos de violencia por parte alguna hacia los demás como hacia uno mismo. Si por alguna razón no limpiábamos con silencio nuestra percepción, caíamos en las manos del Satélite, y así aprendimos, poco a poco, durante muchas décadas, a estar en armonía con todo lo que nos rodea y en paz con nosotros mismos y con los demás. Centrándonos en el poder del Juego de Charlas, controlábamos nuestro pensamiento en un punto rojo. Esa fueron las primeras enseñanzas. Con el tiempo, cambiábamos los métodos experimentando en el castillo del conde de Florit, que hacía posible la comunicación con Marte e incluso con los espíritus de los otros planetas. El Satélite tenía la misión de mandar a los espíritus y almas a los distintos planetas cuando llegaba la hora de partir o cuando lo elegías, e incluso cuando te equivocabas, sin quererlo.

    También te podías ir hacia el Sol en forma de un haz de luz que se evaporaba de tu cuerpo hasta dejar unas cenizas, o hacia Júpiter en una forma de carbono que viajaba en pequeñas formas unidas por un pequeño tornado, o a Venus en forma de una roca, en un trozo grueso que viajaba hasta allí y se posaba en el planeta. También te podían mandar a Urano en una piedra aerodinámica que viajaba hasta allí en tres segundos y, al posarse en la corteza, hacía que tu cuerpo se figurara y viajaras de tornado en tornado por las ácidas aguas en una forma de pequeñas piedras unidas entre sí. En Saturno llegaban en forma de pequeñas piedras que entraban en la atmósfera haciendo un ruido estremecedor y cayendo en la superficie del planeta hasta mezclarse con los sedimentos.

    Cuando está cerca del Sol, la Tierra se calienta mucho, más que cualquier objeto inimaginable, creando tormentas y vientos huracanados por la desmesurada evaporación del agua, que desde hace doscientos años se trajo para verter en los mares y subir el nivel.

    El Satélite, con su Haz de Luz, activó una sensación en nuestros cuerpos en forma de calor que partía del centro del pecho y que a lo largo de los años se acentuó con el recuerdo.

    Cada uno de los que estábamos en las reuniones, siendo todas las mañanas y parte de las tardes de tantos días, reuníamos todo lo necesario en forma de sueños para luego hacer un poco de majestuosidad con ellos, para encontrarnos dispuestos a decir cualquier cosa que viviéramos en la vida que encontrábamos cada uno de nosotros en Marte.

    Poder llegar a Marte estaba siendo viable. Podíamos esperar a que viniese una lanzadera y ver qué posibilidades teníamos de llegar hasta el planeta rojo. Todos querían vivir allí para dar un comienzo a los asentamientos humanos, sin lograrlo muchos y quedándonos unos pocos en estas tierras. Después de la guerra, solo quedaron unos pocos. Contábamos con unos ciento cincuenta asentamientos de cincuenta a noventa personas cada uno.

    Estaban los Cíclicos del Mar que, con sus naves flotantes, iban por los océanos esquivando las tormentas y saltando por los puntos ciegos del Satélite, entre destello y destello, en sus fronteras, para que su Haz de Luz no incidiera entre los Vacunados de las aldeas flotantes, siendo unos cuatrocientos Cíclicos del Mar en todo el mundo repartidos en dos de los tres grandes barcos que surcaban el mar. Ya solo quedan dos. Uno se estrelló en unas costas misteriosas que antes no estaban allí. Lo sorprendente es que no sabíamos por qué habían salido esas erupciones volcánicas, ya que el planeta llevaba ciento sesenta años sin calor en su centro y, por lo tanto, sin magma que cambiara el interior.

    Se había puesto la cantidad de agua necesaria en el planeta Tierra para ralentizar su órbita. Querían que la traslación fuese más larga y que la rotación se hiciera lenta. Hace doscientos años, cuando el planeta Tierra se alejaba en su órbita del Sol, introdujeron ingentes cantidades de agua, desplazándola a mayor cantidad y alejándose más de la cuenta de la distancia al Sol.

    Los Vacunados no se respetaban entre ellos pues hacían lo que les daba la gana, sin pensar en «qué dirán si digo esto» y sin temer a las repercusiones después del rito, pues nunca llega a tocarles el Haz de Luz. Cuando lo hace, ellos entonan un sonido gutural que con las vibraciones hace que se les pase el dolor de cabeza que sienten en ese momento. Pocas veces lo hacen y otras veces se quedan muy tocados por la retroiluminación que ejerce la fuerza del Satélite.

    Somos unos poco aliados los que hemos encontrado unas islas montañosas, con agua y tierra, viviendo de lo que recogemos, como cocos u hojas de pan, una planta que se habían inventado para paliar el hambre, pues crecía con muy poca agua y se hacía grande en dos semanas, lo suficiente como para alimentarse doce o diez personas por planta en cuestión de dos semanas y media, con unos frutos alargados, verdes y con una pulpa con un montón de alimento y energía, además de un alto aporte calórico y vitamínico. Era lo justo, lo que necesitábamos, además de otras plantas y frutos que variaban según la altura y la zona de la región. Ellos lo plantaban en su barco y lo regaban con agua de la destilería de a bordo, que cogía agua de mar y la endulzaba en un proceso de evaporación, en unas máquinas movidas por la electricidad de unos generadores eólicos.

    Hubo una guerra entre los Cíclicos del Mar, pues querían que sus aldeas flotantes fueran abastecidas con alimento de las montañas. Los Terráneos no estaban dispuestos, con sus edificaciones a prueba de tornados y huracanes vivían entre paredes de barro y piedras, muy gruesas y altas, con trazados inclinados desde el eje hasta su propia mitad, largas vigas de árboles unidas por una pequeña inclinación, con unos travesaños que se aferraban con toda su fuerza al juego que mantenía la estructura para bailar con el viento cada vez que azuzaba fuerte, en una altura considerable y de cimientos muy profundos. Esa guerra duró poco, duró dos asaltos, pues los Cíclicos del Mar, al tener solo veintiséis horas para llegar a los asentamientos, robar y volver, se vieron mermados pues el tiempo no les ayudaba, ya que antes de llegar a sus límites eran llevados por el Haz de Luz, pues varios fueron apresados y otros tantos destruidos por nosotros, los Egoms, ya que, con un pensamiento, dominamos la materia. Al enfrentarnos hizo que perdiésemos la cabeza por las radiaciones microesenciales que enviaba el Satélite. Percibiendo la amenaza de la agresividad, cuando teníamos que enfrentarnos, nos liberábamos de la incertidumbre avocando a nuestra sensatez, pues merecedores de la Verdad Universal, nos podíamos permitir que la vida siguiera los pasos que dice el Libro, y así, nosotros, seguir la vida tal y como desean los gobernantes.

    Muchos de los humanos quedaban sesgados por las miradas de los Vacunados que, con su capacidad para aportar en un pequeño espacio la dimensión de todo el universo, transportaban con la mirada la suficiente agresividad para comprender y darnos cuenta de la violencia, cuando merma por su intención la capacidad de perdón, por la injusta apreciación que tenía ello en el odio de ese segundo. Ejecutar a personas sería un trabajo difícil y tendríamos que dedicar mucho tiempo a limpiarnos en la meditación antes de las diez y media, hora a la que pasaba el Haz de Luz por nuestro enclave. Para celebrar el rito, acudíamos media hora antes, luego preguntábamos si había alguna cuestión en concreto que solucionar, buscábamos las respuestas y nos sentábamos cada uno como queríamos alrededor de un fuego, nos escuchábamos y le quitábamos importancia a los actos que de alguna manera nos suscitaban a caer en la trampa de la violencia, para estar en silencio aguardando. Cuando pasara el Haz de Luz todos quedaríamos a salvo, callando nuestro interior de la agresividad, después de la costumbre que nos hizo ver la Verdad Universal en un camino por el que las palabras nos llevan, hasta encontrar cada uno de los maravillosos planetas que habitan en nuestro completo universo.

    Habían atacado varias veces cuando nos reuníamos, en el transcurso de las décadas, perdiendo amigos en las reuniones que no estaban preparados para soportar el extremo opuesto a lo que en nuestras eco-aldeas disfrutábamos. Allí no había violencia ni agresividad, pues teníamos la misión de cumplir con las normas. Buscamos armas para enfrentarnos y dimos con la palabra mágica. Haciendo un murmullo con el eco de la garganta con los labios entornados y la boca abierta, concentrándonos en el punto rojo y emitiendo ese pequeño ruido, nos librábamos de la violencia y sesgábamos a los Vacunados, dándonos a veces dolor de cabeza. En esa guerra cayeron muchos Cíclicos ya que, aunque estaban los Vacunados, los sesgos que dejábamos con la mirada y el truco del murmullo arremetían cuando pasaba el haz del Satélite, pues era recíproco el daño que nos hacíamos infiriendo en ellos todo el mal que provocaron. Los que podíamos hacer un universo en un espacio pequeñito afloraba en los sentimientos mucha paz y silencio, mucho más del que hiciera falta, para que a los primeros años del Satélite, todos los humanos tuvieran que aprender a controlarse.

    Quien deseara en algún momento crear violencia se vería transformado por la sangre de los Egoms. Cuando un moribundo por una herida enemiga en el cuerpo a cuerpo caía y veía que ahí acababa, entonces miraba a un Egoms desde lejos, sintiendo su presencia, para que dejara en él un lecho de barro lleno de enormes raíces, para ser el sitio que desearas dejar para ti, y cuando pasara el Satélite, se encargaría de llevar lo que quedara de tu espíritu y tu alma, entregado a la luz de la estrella que nos vio nacer: el Sol.

    Un anticuerpo era producido por una alteración de la bondad, y cuando sin querer veíamos en nosotros esa alteración, en el lado opuesto, la maldad era el tema que nos replicaban si no lo aprendíamos. Si no queríamos arder en la inconsciencia de emitir algún gesto en nuestra vida que no mantuviese el respeto en la tradición, debíamos comportarnos y no desviarnos de esa bondad, pues si detectaba el Satélite un acto negativo, podríamos no contarlo. Era el retorno a la existencia, después de la gran catástrofe que azotó durante décadas el pillaje e inutilizó las propias fronteras de gente yendo y viniendo por entre los pueblos y aldeas, siendo la ciudad de Sehtling la más importante. Los que subsistimos aquí, como unos pocos, hacíamos de la Tierra un tormento diferente al diluvial, cuyos valles mantenían todavía a unos cientos de refugiados de las guerras; después de ellas vendrían los saqueos, robos y destrucción. Cuando urgió la batalla que tomó fuerza antes de que muchos marcharan para Marte, hicimos el refugio en estas montañas los pocos que quedábamos en la Tierra tras la pandémica enfermedad vírica que azotó el planeta con millones de fallecidos. Dejó a la Tierra y a la gente con pocas perspectivas de sobrevivir. Entre muchos sitios reservados a seguir la vida durante muchos años, nos apremió el que pudiéramos ejercitar la paciencia. Vivíamos en la zona de los Alpes, con un mar que nos producía todo el pescado que necesitábamos. Dedicados también a la tierra, sin muchas de las herramientas tecnológicas que precisábamos años antes, sin mucho de los recursos energéticos de los que disfrutábamos hace doscientos años. En esa época, hace doscientos años, cuando por activar el protocolo Inumdim, que se refería a la cantidad de agua que se podía someter la Tierra, una vez llenado de agua todo el depósito del planeta, los vectores de Orión detectaron anomalías en la órbita y castigaron con sus improperios de contesta a los Terráneos, con el mandato de los gobernantes y el ajusticiamiento del Haz de Luz.

    Hizo incidir en el tiempo y la dedicación a la vida lo que nos dejó el Panteón de los Ilustres Presidentes, para vivir bajo el Satélite, que hace posible la dignidad humana. En las aldeas flotantes, los Vacunados viajaban detrás de los huracanes y, anticipándose a ellos, se desvían unos kilómetros, los suficientes para que sople el viento en las hélices generadoras y se desplace lejos del gran torbellino de viento, agua y truenos y los desmarques de los incidentes rayos del Haz de Luz, unas aldeas con sus motores de piedras azules, unos electroimanes muy sensibles que con corriente se estimulan demasiado y las piedras se repelen. Con poca electricidad producían grandes cantidades de energía.

    La consagración de Marte como planeta vivo, llevó a instalar en el territorio marciano unas aldeas con la madera que crecía en unos árboles parecidos a los que se crearon genéticamente en la Tierra hacía unos siglos. Con los minerales de hierro, sangre del planeta rojo, producían un metal que desconocíamos en la Tierra. Su aleación para hacerlo fuerte era a altas temperaturas y se había creado un horno en Marte

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