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Kiviok y los inuit
Kiviok y los inuit
Kiviok y los inuit
Libro electrónico247 páginas4 horas

Kiviok y los inuit

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Información de este libro electrónico

Inuits, los guardianes del hielo.

Esta historia tiene su comienzo con la civilización inuit, en un tiempo muy distante y en una isla llamada Mishtapaeu. Esta isla posee condiciones climáticas extremas y producto de estas comienza a sufrir grandes deshielos.

Kiviok, el chamán que la gobierna, posee un exagerado poder de intuición y sabe que de no irse de allí quedarán bajo el agua. La única manera de salvarse es abandonarla e ir a otra tierra segura, pero para llegar a destino deben atravesar la tenebrosa isla de Taskamuku.

El chamán busca ayuda en un habitante ancestral que aún vive en la misma y es conocido como «perro de las praderas», un ser muy perspicaz, pero un verdadero amoral. Es así como la tribu inuit, junto a su chamán, emprende este arriesgado viaje, que los llevará a vivir situaciones extremas y aventuras increíbles.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento25 ene 2020
ISBN9788418073502
Kiviok y los inuit
Autor

Jorgelina Solaro

Jorgelina Solaro nació en la ciudad de Río Cuarto, provincia de Córdoba (Argentina). Se recibió de abogada en la Universidad Nacional de Córdoba en el año 2003. Se desempeñó litigando y como asesora legal de empresas. En el año 2018 publica su primer novela, Mundo de dualidades. La misma ha sido premiada por el programa Estímulos Literarios, de la Legislatura de la provincia de Córdoba.

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    Kiviok y los inuit - Jorgelina Solaro

    Kiviok y los inuit

    Primera edición: 2019

    ISBN: 9788418073045

    ISBN eBook: 9788418073502

    © del texto:

    Jorgelina Solaro

    © de esta edición:

    Penguin Random House Grupo Editorial

    CALIGRAMA, 2019

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    © de la imagen de cubierta:

    Shutterstock

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    A mis amores, los que le dan razón a mi existencia:

    Esteban, Santino, Milagros e Isabella.

    A mis padres.

    Agradecimiento

    A Maria la madre de mi Señor, mi guía en todos mis proyectos.

    A todos aquellos que hicieron posible la existencia de este libro, Esteban Cacciavillani, Lara Oviedo, Lucrecia Solaro, Susana Biset.

    Palabras preliminares

    Esta novela de aventura nace en un mundo ficticio, en el que habita una tribu y un gran líder también imaginarios. La tribu que la protagoniza, llamada «inuit», es de condiciones físicas gigantes, pero no solo en apariencia poseían dicha característica, sino que también en cualidades. Vivían en plena armonía con la naturaleza y el entorno que habitaban. Pero producto de las ansias de poder y de los placeres mundanos irrefrenables de algunos miembros de la tribu ese equilibrio se rompe y la naturaleza los ajusticia con toda su fuerza.

    Este hecho hace que la tribu junto a su líder, el chamán Kiviok, tengan que abandonar su isla y buscar desesperadamente un nuevo lugar para vivir. El lugar al cual trataran de llegar se llama isla Tierra, pero de camino deben cruzar obligadamente la vecina isla de Taskamuku, un lugar casi imposible de atravesar, donde deberán sortear miles de obstáculos para intentar llegar a destino.

    Esta historia posee una mítica idea inversa de cosmogonía, con una civilización y un mundo ideal primigenios. Todos los elementos, tanto los terrenales como los divinos y el entorno estaban en armonía. Pero, como consecuencia de ciertos hechos vandálicos por parte de un integrante de la tribu, ese equilibrio se rompe y empieza a imperar el caos, por lo que deben buscar una nueva tierra donde puedan vivir.

    En cierta forma, Kiviok y los inuit es una ficción que refiere a un destierro provocado por el mismo hombre por atentar contra la naturaleza, en la que esta adquiere carácter de diosa y puede concebir el desorden metafísico, provocando caos e incertidumbre como castigo a su maltrato.

    A lo largo de nuestro devenir histórico, en algunos casos hemos visto y en otros experimentado hechos semejantes, situaciones en las que el desorden y las catástrofes que generan ciertas conductas destructivas ambientales. Este será el punto de partida para esta ficción.

    Capítulo I

    Mishtapaeu

    La vida en la isla

    Érase una vez en un tiempo muy distante, tan distante que a nuestra mente le resulta casi imposible viajar a millones de años atrás, en una tierra muy lejana en el extremo norte del planeta, donde las inclemencias climáticas abundan, una gran civilización llamada Inuit. Los inuit eran un gran grupo que, sin saber exactamente cómo ni por qué, lograron expandirse a través de todo el hemisferio norte ocupando así varios continentes.

    El mundo inuit nació con una tribu primigenia, que era de un gran tamaño. Sus integrantes eran personas gigantes, tenían manos y brazos largos, pies y cabezas grandes, así como también su corazón y su mente eran grandes. Eran dueños de enormes cualidades, como su paciencia, el poder de intuición y predicción de las circunstancias personales y de la naturaleza que los rodeaban. El espacio físico donde vivían era perfecto para albergarlos. Se encontraban exactamente en una isla muy lejana y muy fría llamada Mishtapaeu, la que poseía características similares a nuestro planeta tierra: había lagos, montañas, vegetación y animales; pero había una cuestión, y es que todo, absolutamente todo, era gigantesco. Para que la tribu que la habitaba pudiera vivir adecuadamente, los lagos se asemejaban a mares: eran pozos de aguas profundos y casi sin límites que parecían mezclarse y desparecerse entre las montañas. Estas eran impolutos rascacielos, había que acostarse para poder elevar la mirada tratando de alcanzar la cima, las que estaban cubierta por mantos permanentes de nieve. Por si alguna vez nos preguntamos por la existencia de fósiles de animales de una envergadura exorbitantes, grandes bestias de cabezas, cuerpos y manos gigantes, sepultados en la tierra y mares, quizás encontremos la respuesta en el mundo Inuit, más precisamente en la tierra Mishtapaeu. Aquí en este lugar de tantas inclemencias, donde la mayor parte del tiempo transcurría de noche, pocas horas tenían de sol. Con un frio extremo, solo podían habitar un grupo étnico cuyas características le permitieran sobrevivir a tantas dificultades y así fue que este lugar fue habitado por este grupo de personas, de las cuales los hombres medían más de dos metros de estatura y poseían exageradas condiciones físicas.

    Los pobladores de Mishtapaeu parecían haber sido forjados de la misma naturaleza, como si esta los hubiera moldeado exactamente para poder convivir pacífica y armoniosamente con ella. Eran seres muy benévolos, en la isla donde habitaban había un perfecto equilibrio de todo lo que ahí existía. Ellos no mataban a ningún animal, ni tomaban de alimentos si no era por la necesidad estricta de alimentarse. Cuando necesitaban proveerse de comida se juntaban de a varios hombres para poder cazar una presa y convertirla en alimento, dado que si ellos eran enormes los animales que pretendían cazar para comerlos eran aún más grande. Se necesitaba a varios de ellos para que cuando vieran una presa utilizaran al unísono sus grandes arcos y longitudinales flechas para, que traspasada por varias de ellas, el animal pudiera caer y trasladarlo entre todos a su hábitat. Este era prácticamente solo agua, estaban rodeados de lagos, los pedazos de tierra eran reducidos, por lo que había que idearse la manera de poder trasladarse de uno a otro, ya que había a su vez pequeñas islas dentro de la misma Mishtapaeu. Para deslizarse dentro de ella y poder mantenerse comunicados entre ellos, lo hacían en barcas, que los mismos inuit construían, las cuales, como todo lo demás, eran también de gran envergadura. Casi todo a la vista era de color blanco, no solo por los mantos de nieves que vestían a las montañas, sino porque también sus propios hogares combinaban con el resto del paisaje: eran hechos a base de grandes placas de hielo, con forma curva; ellos los llamaban «iglús».

    La tribu inuit tenía una característica muy especial, lo onírico. Debido a la cantidad de horas que dormían, eran muy somnolientos y esas horas de sueños les eran muy beneficiosas. Las consideraban de vital importancia, ya que sabían perfectamente interpretar a los sueños y lo que se les comunicaba por su intermedio, y así darle un sentido en la realidad. Es por ello que podían prever o adivinar muchas circunstancias futuras e inciertas. Gracias a esto lograron un poder de intuición único, por el cual podían predecir con bastante certeza el futuro y de esa manera lograron un nivel de conocimiento muy elevado. A este hecho contribuía que ellos se adaptaban a las condiciones en la cuales vivían y, como ya les dije, la mayor parte del tiempo la pasaban a oscuras, sin luz solar, sobre todo en los largos inviernos. Esta circunstancia no les era ninguna desventaja, por el contrario, los ayudaba a desarrollar aún más sus cualidades.

    Mishtapaeu era gobernada por chamanes. En aquel tiempo, el chamán que la gobernaba se llamaba Kiviok. Kiviok no fue cualquier chamán, por el contrario, se puede decir certeramente que fue el más grande ellos. Tenía todas las cualidades típicas de los inuit, pero a su vez contaba con poderes más potenciados. Tanto era así, que en sus momentos de meditación podía entrar al mundo de los espíritus y ser el puente de conexión entre estos y su tribu, también podía darse cuenta de los padecimientos y enfermedades de sus pobladores, los curaba en caso de enfermedades físicas o del alma y los prevenía de todo tipo de males.

    Los inuit celebran frecuentemente rituales en el templo mayor, que era un iglú gigante, pero que para diferenciarse del resto de los refugios no terminaba en un techo curvo, sino en delgadas torres de hielo, que daban una sensación de tratar de alcanzar a quien ellos buscaban a través de los ritos. El pueblo acompañaba al chamán en estas celebraciones, para que él pudiera mediante un estado de trance comunicarse con la fuerza divina que los gobernaba, Ellan Yua. Esta divinidad era quien le trasmitía al chamán todos los acontecimientos que eran de importancia para el pueblo y a quien se le debía el origen de sus propios poderes. Un chamán se convertía en eso y pasaba a ser el gobernante de la tribu, por elección de la fuerza divina. No cualquier inuit llegaba a poder comunicarse con ella, solo el elegido, y para esto la persona tenía que poder dejar por unos instantes esta dimensión para entrar en la de los espíritus y llegar hasta la diosa, que estaba aún más allá. En el ritual de elección de chamán solo un miembro de la tribu quedaba atrapado dentro de este sueño profundo y llegaba a encontrarse con ella, que es la misma fuerza la que le entregaba los poderes para poder proteger a su pueblo.

    Estos rituales tenían toda una preparación previa. No comenzaban el mismo día que se realizaban, sino que varios días antes, con la búsqueda de un animal, que no podía ser cualquiera, debía ser un caribú de condiciones físicas particulares y únicas. Todos los caribúes poseen en su cabeza grandes cuernos, pero en Mishtapaeu había algunos de origen sagrado, eran apenas algunos, a los que debían buscárselos por las montañas para poder encontrarlos. Era algo muy difícil, una tarea que llevaba a los pobladores a varias travesías entre las montañas para dar con ellos, porque, quizás sabiendo su condición, vivían más refugiados que los otros. Cuando lo encontraban no era muy difícil darse cuenta de que estaban en presencia de uno de condición sagrada, ya que sus astas eran distintas: por empezar eran más de dos y se entrelazaban de forma tal que parecía que tuvieran en su cabeza una corona, acorde a su propia situación. El único que podía comer de su carne era el chamán una vez que era ofrecido en el sacrificio. Esta carne se diferenciaba de la del resto por ser mucho más sabrosa y tierna.

    En la isla todos colaboraban con todo, pero el chamán tenía un ayudante especial, quien era una especie de discípulo. Este era el encargado de avisarle a la tribu una vez que se hacían del animal que debían preparase para la celebración y también era el encargado de llevar el caribú hasta el templo. Por supuesto, era una persona de suma confianza del chamán.

    Las celebraciones básicamente eran siempre de noche, ya que el animal era cazado en el día, de noche los caribús no se mostraban. Después de la caza, le quedaba al discípulo avisar y alistar a todo el pueblo para el ritual. Una vez cumplidos estos pasos, se embarcaban en el mayor de los silencios e iluminados con grandes antorchas de fuego se dirigían al gran templo Inuit. Para ingresar a él debían pasar por varias cuevas, hasta llegar a un gran círculo de agua inmerso en medio de varias montañas, donde en un espacio sólido y flotante entre las mismas se erigía el gran templo. Arribaban en un silencio total, apenas se sentía la respiración de la tribu, que de momentos era casi imperceptible, porque de ninguna manera debían perturbar al mundo natural. Había un gran equilibrio entre la naturaleza, el mundo espiritual y ellos; si la molestaban, al chamán le resultaría imposible comunicarse con el otro mundo.

    Una noche de las más frías en la isla, Kiviok ya se encontraba acostado cuando sintió que golpeaban la puerta del templo desesperadamente. Se asomó y vio una barca amarrada en la entrada, y al abrir la puerta se encontró con Kanuen, quien era su discípulo, aquel en quien el chamán confiaba y quien lo ayudaba en los asuntos más importantes. Él apenas podía sostener la antorcha de cuclillas en el piso. Asustado, el chamán le preguntó:

    —¿Qué te sucede Kanuen?

    Casi sin poder hablar con una voz entrecortada, le dijo:

    —Chamán por favor debes ayudarme, tengo un dolor de estómago tan fuerte que ya no puedo mantenerme ni parado.

    A Kiviok le extraño el profundo malestar que traía su amigo.

    —Ven pasa —le dijo, ayudándolo a ponerse de pie y a entrar hasta sentarlo en una silla. Una vez que se encontraba sentado y apenas un poco más repuesto, Kiviok le preguntó:

    —¿A qué crees que se deba tu dolor? Desde que tengo razón no he atendido a ningún poblador por dolores estomacales tan fuertes, ¿has comido sin necesidad o algún alimento que no debías?

    —No, solo comí pescado estos días y muy poco, solo para saciar mi hambre.

    —Discúlpame lo que te voy a decir, ¿pero estás seguro de no haber matado algún animal sin razón, o simplemente por gula? —a lo que Kanuen le respondió insistiendo que no, que solo debía ser que dejó el pescado por quizás más tiempo del debido para comerlo y se debió haber echado a perder. El chamán, que se daba cuenta que Kanuen evitaba mirarlo a los ojos, tenía una fuerte intuición acerca del motivo del dolor de su discípulo. Estaba casi seguro de que era la naturaleza que le estaba dando un gran escarmiento por cometer un hecho indebido en su contra. En Mishtapaeu de ninguna manera se podía cazar furtivamente a ningún animal y matar a uno como el caribú sagrado, que le pertenecían a Ellan Yua, era motivo de ser desterrado de la isla; si esto sucedía se rompía la armonía entre el mundo natural y el suyo. Kiviok temía precisamente eso: que Kanuen hubiera matado a un caribú sagrado injustamente; era lo único que podía hacer que se tuviera retorciendo de dolor. De ser así, la isla iba a pagar indirectamente el delito cometido por el discípulo.

    Mientras el chamán pensaba esto, escuchó la voz de Kanuen que le decía:

    —Por favor maestro necesito la medicina para frenar este dolor.

    —Sí, claro —le dijo, retirándose por unos instantes y volviendo enseguida con un frasco en sus manos—. Aquí tienes Kanuen debes tomar esta medicina dos veces al día, si es solo dolor por indigestión para mañana a la noche ya deberías estar bien, si es por otro motivo la medicina de ninguna manera podrá ayudarte y el dolor que sentirás cada vez será peor.

    Kanuen se retiró con el remedio en su mano casi sin decir ni una palabra con su gigantesca cabeza gacha, sabía qué le depararía el futuro, porque efectivamente tal como sospechaba Kiviok, apenas días atrás cuando salió en busca del caribú sagrado para el rito, entre las montañas, refugiados en un tronco de un gran pino, había una pareja de caribú sagrados, algo que jamás habían visto, encontrarlos de a dos un macho y una hembra era totalmente atípico y extraño. Como él estaba solo cuando los encontró, supuso que si los mataba a ambos, nadie se daría cuenta, llevaría el macho al rito y en su casa tranquilo se comería a la hembra y nadie se enteraría. Estaba tentado de probar un caribú sagrado, su carne, que según le habían dicho era realmente un manjar. Estaba cansado de comer pescado y nadie se enteraría de este hecho, no había nadie mirándolo. Pero Kanuen estaba errado, porque los ojos de Ellan Yua estaban puestos en ese preciso momento en él. Así fue que creyendo que su hecho quedaría impune mató a los dos caribú.

    Pero pese a haberse dado cuenta que Kiviok sabía exactamente el motivo de su padecimiento, no se lo confesó. Prefería erradamente que fuera el futuro quien lo ajusticiara y no el chamán que lo desterraría inmediatamente de Mishtapaeu. Cualquier integrante de la tribu que incumpliera con las normas era expulsado de la tierra. Cuando la comunidad entraba en conocimiento del ilícito de un miembro se juntaban todos en el gran templo, el chamán le daba a conocer el motivo por el cual era expulsado y de ahí lo acompañaba toda la tribu hasta el puerto para ponerlo solo en una barca con el fin de asegurarse de que abandonara su tierra.

    Una vez que esto sucedía no tenía más opción que irse a la isla más cercana llamada Taskamuku. No había ningún otro lugar conocido, era la única porción de tierra de la que ellos tenían conocimiento que existía aparte de la que habitaban y a la cual podían acceder en una pequeña embarcación. Él prefería callar que había matado a un caribú y se lo había comido, ya que si reconocía el hecho inmediatamente se lo echaba de la isla y dejaba su condición de inuit para convertirse en un futuro atshen. Los atshen en algún momento habían sido gigantes, pero habían violado las normas de su tribu, por lo que fueron sancionados y desterrados de su comunidad, y la misma naturaleza en castigo por haber comido indebidamente de ella los dejaba sin labios y sin pelo.

    Kanuen estando en prefecto conocimiento de esto decidió callar, evitando así la condena de Kiviok, pero lo que no sabía era que los ojos de Ellan Yua todo lo habían visto. El hecho no había pasado desapercibido, de ninguna manera, por el contrario, estaba ya pagando por su cometido. La diosa estaba ya otorgándole el castigo por haber matado a un animal de su pertenencia y por tratar de engañar a la comunidad de los inuits y a su chamán.

    Kanuen poco duró en Mishtapaeu, tal como se lo había anticipado el chamán el remedio de ninguna manera le haría efecto, al contrario, el dolor era cada vez más y más fuerte, le era imposible ya resistirlo, se retorcía por el piso, sin poder ni siquiera ponerse de pie, se sentían a lo largo de la isla sus gritos pidiendo piedad. En esos días la mujer de Kanuen, una de las más bella habitantes de Mishtapaeu, llamada Taorana, desesperada sin saber ya más que hacer al ver a su marido en ese estado, tomó su barca y se dirigió nuevamente al gran templo inuit. Cuando Kiviok sintió que tocaban la puerta del gran templo, supo que era Taorana que iba en búsqueda de ayuda. Antes de que ella le dijera una palabra, Kiviok levantó su voz y le dijo en un tono sentencioso:

    —Vienes aquí en busca de mi ayuda, pero bien sabe Kanuen que es imposible ayudarlo. Él mintió y engañó a la tribu matando un caribú sagrado. Le di el remedio, pero si el mismo no es para la afección que engañosamente me dijo nada podrá hacerle, prefirió eso al destierro. Sabe que cometida la falta es imposible librarse de la sanción por ella, pretendió evadir la condena del pueblo Inuit. Me extraña que él, que habiendo sido por años mi mano derecha y un consejero de la tribu, haya traicionado mi lealtad y la de los pobladores. Sabe mejor que nadie que es realmente peligroso atentar contra la naturaleza e ir más allá de lo que ella nos brinda. Al cometer un hecho en su contra, como matar nuestro animal sagrado sin causa, puso en riesgo a todo nuestro pueblo y Ellan Yua debe estar ya castigándolo, es peor la condena de la diosa que la de nuestro pueblo, pero cobardemente ha creído engañarnos.

    Taorana, que había ido hasta ahí en busca de la ayuda de Kiviok, le dijo:

    —Gran chaman: Kanuen, llegó a nuestra casa con dos caribúes para el rito, me dijo que uno debía traerlo vivo y al otro lo traería muerto, porque los había encontrado juntos y en esos casos en vez de uno debía traer los dos a la celebración.

    —Mi estimada Taorana —respondió el chamán— tú junto a todos nosotros has sido víctima del mismo engaño. Era de esperar que no te lo dijera a ti ni a nadie, ya que por el amor que siente por ti no pondría en riesgo tu vida aquí en la comunidad, es un hecho que él cometió solo.

    —Pero le aseguro que yo no comí del caribú sagrado, ni tampoco lo vi a él haciéndolo, de forma tal que me pudiera yo dar cuenta del ilícito, creía que había traído a los dos aquí al templo.

    —Agradezco que hayas venido hasta aquí y me hayas dicho esto, pero lamento decirte que no existe la manera de ayudar a Kanuen, su sufrimiento cada vez será peor y ninguna medicina podrá detenerlo. Malik cuando salió a pescar de camino al lago, en su orilla enterrado en el hielo encontró restos de caribú, precisamente sus huesos y partes de sus astas, evidentemente la tentación le ganó a Kanuen. Puede querer evadir nuestra condena, pero a Ellan Yua, no la podrá engañar, lo ajusticiará, porque no permitirá que nadie viole sus normas, ella todo lo ve y todo lo sabe, indefectiblemente le hará pagar las consecuencias y esperemos que no quedemos afectados nosotros, porque de ser así romperá el pacto que nos mantiene en equilibrio con la naturaleza.

    Taorana se retiró del gran templo, sabiendo cuál sería el destino

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