Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Amor Negado
Amor Negado
Amor Negado
Libro electrónico524 páginas8 horas

Amor Negado

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Amor negado es una historia de amor en la que sus protagonistas se enfrentan a sus propios fantasmas, al igual que en la vida real de muchas personas, se ven cara a cara con sus propios errores y deben averiguar cmo asumir las consecuencias sin perderlo todo mientras lo intentan.
Traicin, pasin y desengao son algunas de los obstculos que Andrs y Amanda deben enfrentar para llegar a descubrir en donde est su verdadera felicidad, soberbia y orgullo sus impedimentos. Una historia mil veces contada, un amor nico en el mundo que lleva al lector en un torbellino de emociones en una de las ciudades ms vibrantes del mundo.
IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento20 abr 2018
ISBN9781984514202
Amor Negado
Autor

V.J D’Agostino

V, J DAgostino nace en Venezuela en septiembre del ao 1977, hija de padre italiano y madre venezolana creci bajo la influencia de ambas culturas adoptndolas y fusionndolas de manera armoniosa. A la corta edad de 6 aos con el bsico conocimiento de las letras escribi su primera historia reconociendo la escritura como su vocacin. Amor negado, es una novela en la que la autora refleja personajes llenos de vivencias reales a las que muchas parejas se enfrentan y con la que muchas personas se pueden sentir identificadas. Encontrarse a si mismos es el gran reto.

Relacionado con Amor Negado

Libros electrónicos relacionados

Romance para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Amor Negado

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Amor Negado - V.J D’Agostino

    -1-

    Estaba esa tarde, como muchas otras en un concurrido y elegante bar de la ciudad, se reunía allí varias veces a la semana con amigos y colegas luego de salir del edificio donde operaba la empresa principal de su familia, era un sitio elegante pero con un aire de informalidad que invitaba a su distinguida clientela a relajarse y disfrutar de un buen trago de escocés y una relajante charla

    Andrés disfrutaba ir a ese lugar a sacarse el estrés del día, eran unos minutos que utilizaba como filtro donde separaba el ejecutivo frío y calculador del hombre jovial y enamorado. Era el momento perfecto para preparase para sus ardientes noches con la que él llamaba hasta ese momento el amor de su vida, su compañera perfecta, una fogosa mujer que lo traía enamorado hasta la locura con su pasión por la vida, sus hermosos atributos y su fuego a la hora de hacer el amor. Sentado en la elegante barra del bar conversaba amenamente con su gran amigo de muchos años Julio, mientras disfrutaba de su escocés favorito se contaban las anécdotas del día, se daban consejos entre sí de negocios, opinaban de temas en común y has a reían amenamente de algún chiste que se hacían entre ellos. se conocían bien. Eran muchos años de amistad que habían hecho de aquella relación algo casi fraternal.

    En esas estaban cuando el celular de Andrés los interrumpió vibrando dentro de la chaqueta de su fina chaqueta

    -Espera un segundo julio. -dijo sacando su celular del bolsillo- Es María Teresa.

    - Ni lo digas. En la cara se te vio que es ella la que llama…. habla tranquilo - dijo con tono despreocupado pero mirándolo con burla.

    Andrés prefirió ignorar esto último y contesto la llamada.

    - Alo - respondió lo más serio que pudo considerando la expresión del rostro de su amigo quien lo miraba aun con una sonrisa burlona en los labios.

    - Hola amor – saludo María Teresa dulcemente al otro lado del teléfono.

    - Hola nena.

    - ¿En dónde estás mi vida, qquería saber si vienes a quedarte conmigo hoy.

    Andrés pensó por un segundo su respuesta.

    - Tengo un compromiso con mi padre, no podré ir hoy. terminaremos muy tarde. - dijo con un dejo de fastidio en la voz - lo más seguro es que no nos veamos esta noche.

    - Oh.. que lastima amor, quería verte. Te extraño.

    Andrés sonrió para sí con picardía sabiendo de sobra el significado escondido debajo de esas inocentes palabras.

    - Sólo será una noche - agregó tratando de reconfortar a María Teresa.

    - Sí nos casáramos no tendrías excusas… Venderías a casa a cualquier hora…

    - Mmm siempre con la trampa preparada. - dijo en tono más serio.

    - No. No se llama trampa - bromeó - se llama matrimonio…

    - ¿Después hablamos ok?

    - Está bien… ¡cuando quieras! Te amo.

    - Yo a ti nena… Te llamo más tarde. ¿vas a hacer algo esta noche?

    - No. Quiero acostarme temprano… Tenía planes… Pero todos te incluían. - Dijo sensualmente.

    - Ya retomaremos esos planes. - contestó en una promesa no formulada de recuperar esa noche que se perderían de estar juntos.

    Para Andrés no era fácil estar separado de María Teresa, la amaba profundamente, la deseaba con locura; pensaba que era la mujer de su vida. Era sólo aquello del matrimonio en lo que ella insistía tanto lo único que no permitía que a su juicio la relación fuera perfecta, nunca comulgó con la idea de casarse, su libertad era básica para él, aunque sus padres le repetían un y otra vez que a sus treinta y siete años ya era hora de formar su propia familia.

    - Y entonces hermano… - interrumpió julio - ¿te lanzas al agua, o serás un soltero empedernido por toda tu vida? Preguntó medio en serio, medio en broma.

    - La verdad… No lo sé. - dijo revolviéndose en la alta silla con evidente incomodidad, bebió un sorbo del vaso que había dejado sobre la barra minutos antes - Ella esta empeñada en eso. Quizá deba hacerla feliz y deba darle la boda que quiere.

    - Tus padres también esperan que te cases. Tu padre sobre todo. Me hablo de eso hace unos días cuando nos vimos en el club.

    - Claro amigo… Pero con quien sea menos que con Marite - así era como la llamaba de cariño - eso también me frena un poco.

    - ¿Siguen sin quererla?

    - La aceptan porque es mi decisión estar con ella… Pero no les hace ninguna gracia. ¡Realmente la detestan! -dijo con la frente arrugada pero en tono de chiste.

    - ¿Pero cuál es el motivo?

    - Lo mismo de siempre. Dicen que es una libertina, que no quiere tener hijos, que no tiene los mismos valores que yo… No sé cuantas tonterías mas.

    - Pero a ti eso no te importa ¿O si amigo?

    - No. - dijo restándole importancia - Lo que ella haya hecho antes de mí no es mi problema y lo de los hijos me tiene sin cuidado.

    - Si tú crees que es la mujer indicada para ti… Pues sigue adelante. Debes dar el paso de una vez hermano.

    - Lo estoy pensando seriamente julio. ¡Tanto que mande a hacer un anillo para ella, en caso de que me decida!

    Julio abrió desmesuradamente los ojos sobre el vaso que tenía en sus labios

    - No te adelantes - frenó la emoción de su amigo levantando sus manos en señal de inocencia lo tendré guardado hasta que crea conveniente.

    - Que bárbaro eres Andrés… Solo tú puedes ser tan frío amigo.

    Andrés miro su reloj -tengo que irme- dijo sacándose la billetera del bolsillo del pantalón, colocó varios billetes sobre la barra que el bar tender tomó sonriendo agradecido de antemano por la generosa propina que Andrés acostumbraba dejar.

    - Nos vemos hermano- dijo extendiéndole la mano a Julio para saludarlo, este respondió estrechado la mano que su amigo le ofrecía sonriéndole fraternalmente.

    - Llámame a ver si nos reunimos el fin de semana… -agregó Julio mientras Andrés se retiraba dándole la espalda.

    - Seguro. -contestó con su prepotencia habitual sin siquiera voltear, dejando a su amigo solo en la barra.

    Al salir le pidió su auto al valet, éste fue de inmediato a buscarlo, no todos los días se podía conducir un auto como aquel, un hermoso Porsche 911 que igual que su dueño lucían y se sentían imponentes.

    Conducía rumbo a la casa de sus padres, era el sitio en el que les gustaba reunirse tanto al padre como al hijo cuando sabían que las reuniones serian largas y pesadas, Alberto Mendoza su padre, hizo de eso una costumbre, así podía compartir a solas con su único hijo el tema de conversación que más les apasionaba a los dos, los negocios. Mientras conducía, su celular comenzó a sonar sacándolo de sus pensamientos al que contesto de inmediato por el dispositivo de manos libres.

    - Alo - respondió seriamente como de costumbre.

    - Andrés.

    - Si papá hola. Ya voy en camino.

    - Hijo te llamaba para cancelar la reunión de hoy. Había olvidado que tu madre compró entradas para el teatro. Sí la dejo plantada me mata -dijo la voz al otro lado de la línea en tono cómplice sabiendo que sería una picardía entre él y su hijo.

    - Está bien, no te preocupes… - Sonrió divertido.

    - Pero debes venir de todas formas. Hace días que tu madre no te ve y ya está molesta por eso.

    - Lo sé… La visitare mañana.

    - Ok. Le diré que mañana la vendrás a saludar. Hasta mañana entonces…

    - Hasta mañana papá. Adiós.

    - Adiós.

    Para Andrés sus padres eran de suma importancia. Criado bajo estrictos valores de familia, para él tanto su padre como su madre eran un pilar importantísimo en su vida, los respetaba y los amaba enormemente. Ya libre del compromiso, decidió dirigirse directamente al apartamento de María Teresa, recordando las palabras que le había dicho momentos antes por el teléfono te extraño el sabía de sobra lo que aquellas palabras encerraban, sus ganas de estar con él en la cama haciéndolo llegar hasta los límites más lejanos de la pasión gracias a su desenfreno en el sexo y su cuerpo deslumbrantemente hermoso.

    Andrés conducía por inercia las calles que tantas veces había recorrido hasta aquel edificio en donde lo esperaba su mujer y la promesa oculta que le había hecho minutos antes.

    -2-

    Entró al estacionamiento del moderno edificio aparcó su auto al lado del de María Teresa como siempre hacía, bajó dispuesto a subir de inmediato a el apartamento, pero se fijó que a unos metros de él, una joven madre luchaba por bajarse de su auto con su bebé en brazos, las bolsas del supermercado, y cochecito del bebé. Realmente parecía malabarista de circo tratando de hacerlo todo ella sola, siempre caballero decidió ir en ayuda de la vecina en apuros.

    -Buenas noches… ¿te puedo ayudar? -pregunto Andrés solícito.

    -Buenas noches… Andrés, ¿verdad? -respondió la vecina sonriendo de alivio por la ayuda ofrecida.

    -Si. Andrés Mendoza, nos hemos visto algunas veces por aquí - afirmó con una galante sonrisa.

    - Claro… eres el novio de Marite. siempre los veo juntos. Ella me ha hablado de ti. -dijo la joven poniéndole el bebe en los brazos sin darle tiempo de aceptarlo ni rechazarlo dejándolo tieso como piedra sin sí quiera saber qué hacer con el pequeño en sus brazos. Decidió relajarse y acercarlo a su pecho imitando lo que había visto en otras personas en esa situación.

    -Gracias Andrés… ¡La verdad, hay veces que siento que me faltan manos! -dijo la joven madre mientras bajaba el coche y colocaba las bolsas en la parte baja. luego de terminar con esto, le quitó el bebé de los brazos para sentarlo y amarrarlo ajustando el cinturón de seguridad bajo la mirada curiosa de su vecino, mientras, él instintivamente se componía la chaqueta del traje, gesto que no pasó desapercibido.

    - Ay Andrés… -dijo la joven bromeando- deberías irte acostumbrando… ¡cualquier día de estos Marite te hace papá, y verás como tus trajes pasan al último plano! jajajaja… – bromeó riendo con ganas.

    A Andrés no le quedo de otra que sonreír con educación siguiéndole la corriente.

    -claro. - dijo entre dientes – seguro será así.

    El trío entró al edificio hasta el ascensor. los tres esperaron en silencio a que se abrieran las puertas para por fin poder llegar cada quien a su destino, la joven a su casa y él a encontrarse con María Teresa; al abrirse Andrés dejo que subiera primero la joven empujando el coche mientras él le sostenía las puertas evitando que se cerraran cuando ella pasaba, ya adentro Andrés se sintió atraído por unos pequeños ojos que lo miraban desde abajo con intensidad, sorprendido por la forma tan seria en la que aquel pequeño lo miraba no pudo más que responder con una de sus sonrisas retorcidas a la que el pequeño respondió sonriéndole también justo en el momento que su madre bajaba en el segundo piso saludándolo con simpatía detrás de las puertas mientras se cerraban dejándolo sólo y agradecido de que Marite no hubiera quedado embarazada todavía, no se veía como padre ni a su amada novia como madre. acabaría con la magia pensó mientras bajaba del ascensor.

    Caminaba por el pasillo lentamente en dirección al apartamento que compartía con Marite, cuando una extraña sensación se apoderó de él, era como una chispa de angustia que se generaba en su pecho sin ningún motivo ni explicación, frente a la puerta del apartamento respiró profundo en busca del autocontrol que lo caracterizaba mientras sacaba las llaves del bolsillo. Abrió la puerta con cuidado, algo le obligaba a ser silencioso y cauteloso, racionalmente pensaba en la necesidad de sorprenderla, pero algo le decía que era él quién se llevaría la sorpresa. El apartamento parecía vacío a simple vista salió sin avisar fue lo primero que le llegó a la mente, el recibidor estaba a oscuras, Andrés entró en la cocina pero el panorama era él mismo.

    - ¡Marite! -llamó quedamente hacia el área de servicio.

    Sin saber por qué, su intranquilidad crecía a cada paso que daba, los nervios le tensaban los músculos y ya se sentía en guardia. Algo sin duda no estaba bien. se oyeron risas que venían desde la habitación principal. sin poder evitarlo se acercó en silencio percatándose que las risas se convertían en gemidos. La situación era más que obvia, aun cuándo quisiera, no podía negarse a él mismo lo que estaba pasando. En ese momento su corazón se volvió de plomo dentro de su pecho, su sangre se congeló en sus venas y su mente acepto de inmediato lo que sus ojos aún no habían visto, así pasó en un segundo de la incertidumbre a la furia.

    En un acto reflejo fue directo hasta la puerta de la habitación principal que se veía entreabierta empujándola fuertemente con ambas manos, allí si pudo ver con sus propios ojos a su querida Marite, el amor de su vida, de espaldas a él cabalgando salvajemente sobre el cuerpo de un hombre desconocido que la tomaba de la cintura mientras gemían ambos de placer.

    La pareja que no se percató de la presencia de Andrés hasta cuando escucharon la puerta golpear la pared a lo que reaccionaron separándose con brusquedad.

    -¡Andrés! -gritó María Teresa mientras trataba desesperadamente de tapar su desnudez con las sábanas, y el desconocido se levantaba de la cama con expresión de espanto.

    - ¡eres una maldita zorra! -escupió Andrés entre dientes aún de pie en el marco de la puerta.

    ella medio cubierta con sábanas temblando de la cabeza a los pies trato de acercarse mientras el desconocido se vestía torpemente.

    - ¡Yo no sabía que era casada, no me dijiste! -le gritaba a María Teresa el hombre que hacía pocos segundos le tenía sexo con ella.

    - ¡Cállate! - gritó ella por toda respuesta acercándose a su novio venciendo el temor que le causaba verlo tan lleno de ira.

    - No te me acerques. - advirtió Andrés mientras el desconocido pasaba semidesnudo a un lado de él con sus zapatos en la mano directo a la salida.

    - Perdóname. - pidió reventando en llanto mientras se lanzaba en sus brazos.

    Andrés todavía sin salir de la impresión reacciono cuándo sintió una mano sobre su hombro.

    - Perdóname mi amor, no había pasado nunca ni volverá a pasar.

    Esto fue suficiente para sacarlo completamente de sus casillas y enfurecerlo todavía más reaccionando sin darse tiempo de pensar apartando a Marite de un empujón haciéndola caer al suelo.

    - ¡Andrés! - gritó ella desde el suelo.

    - ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡maldita! -le gritó acercándose a ella para levantarla por un brazo y tirarla de bruces sobre la cama. - ¿desde cuándo?

    - ¡No, no había pasado antes! No sé qué pasó… ¡lo juro! - sollozaba de rodillas sobre la cama mientras él la observaba aun tratando de asimilar lo sucedido evidentemente contrito con las manos sobre la cabeza en señal de desesperación haciendo lo posible por recuperar su autocontrol.

    María Teresa confundida por el gesto intentó acercarse de nuevo haciéndolo estallar una vez más en contra de ella.

    - ¡No me vuelvas a tocar nunca más en tu vida!. -le gruñó al tiempo que le propinaba una fuerte bofetada que la lanzo de nuevo a la cama.

    - ¡No tienes derecho Andrés! - le gritó furiosa.

    El al ver que realmente estaba perdiendo el control de sus actos y que ni el mismo sabía reconocer si obedecían a la furia o al dolor que sentía en su corazón prefirió utilizar la poca cordura que le quedaba para acabar con aquella situación que lo había sacado de sus casillas tan peligrosamente.

    - Amor mío perdóname. - Insistió ella una vez más entre lágrimas bajando la mirada en señal de rendimiento.

    - Sería un idiota si lo hiciera. - logró decir Andrés recuperando algo de su frialdad habitual.

    - ¡Tú me amas! Perdóname en nombre de ese amor…

    - Si. Te amo. pero esto no puedo permitirlo, nunca te vería de la misma manera.. - Dijo casi calmado. - Mandaré por mis cosas, tenlas listas para mañana. - Así sin más, se dio la vuelta para salir del apartamento cuando la voz detrás de él lo hizo detenerse y voltear.

    - ¡Andrés! Sí te vas me mato… - Dijo entre dientes al momento que estallo un portarretratos de cristal en el suelo, tomó uno de los pedazos más grandes con una mano mientras que amenazaba con cortar la muñeca del otro brazo.

    - ¡No! – gruñó Andrés mientras un hilo de sangre comenzaba a caer al piso junto con el resto de los cristales rotos, sobre una foto de los dos en la que se veían abrazados.

    -3-

    Era la primera hora de la mañana. El matrimonio Mendoza, Inés y Alberto desayunaban como de costumbre en la terraza de su hermoso hogar en Coral Gables donde habían vivido los últimos 25 años formando siempre una pareja estable y amorosa.

    -Ya falta poco para el cumpleaños de Andrés… -dijo Inés a su marido que ojeaba el periódico del día - Estaba pensando en organizarle una pequeña reunión.

    Alberto levantó la vista con gesto de desaprobación pero cómo siempre con inmenso cariño asentado por cuarenta años de feliz matrimonio.

    - Y, ¿ya le preguntaste a tu hijo que opina?

    - Mmm no. Pero no hace falta. Hace meses que pasó aquello con María Teresa y desde que volvió a casa esta decaído, lo veo deprimido. Una pequeña reunión por su cumpleaños lo animará… Estoy segura.

    - Tonterías Inés… ¡Andrés está muy bien! De hecho esta mejor que nunca. Está más concentrado y sereno que cuando tenía aquella relación. - Dijo Alberto muy seguro de sus palabras.

    - Creo que confundes concentración con depresión. Créeme que no tiene nada que ver. Es solo que no te das cuenta… ¡Esas cosas las vemos sólo las madres!

    - Como digas cariño… - Asintió Alberto con ironía evitando una discusión con su esposa. - Igual harás lo que quieras. Igual te saldrás con la tuya. - Dicho esto dedicó una mirada de admiración a su esposa que a pesar de sus sesenta años seguía conservando la belleza que lo enamoró en su juventud, así, el también había tratado de conservarse lo mejor posible para ella, ambos se mantenían sanos y activos.

    La voz de Andrés los sorprendió al acercarse a la terraza.

    - Buenos días. - Saludo a sus padres, se acercó primero a su madre dándole un beso en la frente y luego una palmada en la espalda a su padre para después sentarse frente a ellos en la mesa.

    -Vas de salida por lo que veo. - Aseguró Alberto.

    - Si. voy a la casa de la playa con unos amigos. Me voy en moto. probablemente no vuelva esta noche.

    - Pero tendrás tiempo de desayunar… - Agregó Inés - no me gusta que salgas sin comer hijo.

    - Si mamá, no te preocupes… Todavía me trata como niño pequeño - Dijo mirando a su padre con picardía.

    - ¿Viste cómo está muy bien? - Interrogó Alberto a su esposa mirándola fijamente pero señalando a su hijo.

    - Perdón - Interrumpió Andrés - creo que me perdí de algo - Dijo con curiosidad mientras se recostaba al espaldar de la hermosa silla de mimbre esperando una respuesta mientras, una joven del servicio se acercaba para servirle café.

    - Gracias. – Dijo con una sonrisa, divertido de antemano por la conversación que tendría con sus padres, los conocía bien y sabía que algo se traían entre manos.

    - Tu madre dice que estas deprimido. - Soltó Alberto.

    Andrés la miro con incredulidad.

    - ¡Yo no estoy deprimido! ¿de dónde sacas eso? -Preguntó mirando fijamente a Inés.

    - Al grano hijo. Estamos en agosto…

    - Aja… - Asintió sospechando lo que su madre diría.

    - Al final del mes será tu cumpleaños….

    - Si, eso lo sé. - Dijo más serio ahora seguro de lo que diría su madre. Mientras Alberto los miraba divertido sin intervenir.

    - Pues, que quiero hacerte una pequeña reunión para que celebremos… ¡Hijo te hará bien!

    - Ay mamá… De verdad que sé de sobra que será inútil discutirlo. Sé que harás la fiesta sí de verdad quieres hacerla. Pero para ser sincero, no me gustaría, no me hace falta y no estoy deprimido…

    - Eso mismo digo yo. - Intervino Alberto.

    - Pero quiero hacerla. – insistió Inés.

    - Esta bien - Dijo Andrés en tono cansado - Nada de lo que diga te va a convencer, Así que hazla.

    - Gracias hijo. - Dijo Inés con una amplia sonrisa.

    - Bueno. - Agregó Alberto - Ya que tendremos una PEQUEÑA reunión - dijo Alberto recalcando la palabra pequeña - Entonces tengo que pedirte que invites a nuestro nuevo socio, Iván Soto. El dueño del astillero con el que estamos trabajando.

    - Tienes razón - dijo Andrés mirando a Alberto con renovado interés - es bueno que estrechemos lazos con él, además es un tipo simpático, me agrada.

    - ¿Tiene esposa? -pregunto Inés mientras tomaba un sorbo de jugo.

    -No. Es viudo desde hace bastante tiempo, pero vive con su hijo o hija… Que si no estoy equivocado trabaja para él.

    - Es menester que conozca los detalles para invitarlo como debe ser, más aún si es la primera vez que vendrá a la casa. No se preocupen por nada. ¡Todo quedará perfecto!

    - Lo sabemos Inés eres la mejor organizando PEQUENAS REUNIONES… - Agregó Alberto hablando para sí mismo para luego poner su atención de nuevo en el periódico.

    Durante los meses siguientes a de la difícil situación en la que se convirtió su ruptura con María Teresa, Andrés había hecho hasta lo imposible por superarlo y olvidarla tanto a ella como a las circunstancias que rodearon aquélla dolorosa separación. Había logrado esconder a todos, incluso a sí mismo sus sentimientos. Había aparentado tranquilidad y total desapego a todo lo que ocurrió luego de aquella noche que habría preferido olvidar pero que en el fondo seguía haciéndolo sentir desdichado y solitario, con el pasar de los días la decepción se apoderó de su corazón con un vacío que nadie podría llenar. La traición lo hizo insensible, incrédulo al amor y ajeno a cualquier sentimiento que le pudiera proporcionar paz y sosiego a su vida. Una de las cosas que más lo torturaba era aquella cajita que guardaba en la caja fuerte de su oficina en la que le habían entregado el hermoso anillo de compromiso que había mandado a hacer para ella días antes de que la encontrara en su apartamento con otro hombre, apenas lo recibió de manos del joyero decidió guardarlo en recuerdo de lo que una mujer podría hacerle, pensó en él como un amuleto que lo protegería de volver a caer en la trampa llamada amor, así nunca mas creería de nuevo en el… Ocupó su vida en su trabajo y en buscar diversión que lo ayudaran a olvidar. Durante el día trabajaba en su oficina, como siempre demostrando su eficiencia y talento para los negocios desempeñando magistralmente su cargo en la gerencia general del consorcio fundado por su padre. Pero durante las noches la soledad daba paso a los recuerdos liberando en él una lucha constante entre el amor y el odio que se mezclaban dando como único resultado el rostro de María Teresa. Su Marite… Esto lo hacía sentir débil, derrotado ante aquella mujer que lo traicionó, eso no lo podía tolerar, en los momentos en que se volvía torturante estar sólo con él mismo y sus pensamientos, salía en busca de consuelo en las agitadas calles de Miami y la intensa vida nocturna que la ciudad ofrecía. Se desahogaba en los clubes, con amigos, buscando aventuras pasajeras con mujeres que sabía que no le darían nada mas allá de una noche de sexo en el que el trataría en vano de olvidar aquél rostro, aquel cuerpo que tanto deseaba volver a tener aun en contra de si mismo. Luego lo peor llegaba en el momento de enfrentar el hecho de que no había servido de nada, el vacío seguía ahí, cada vez más profundo, más negro. Nadie, ninguna mujer por hermosa ni complaciente que fuera podía compararse con ella, Andrés sentía que solo ella podía seguirle el paso en sus desenfrenadas noches de pasión, solo con ella él se sentía libre de dar rienda suelta a sus deseos mas viscerales en los que no le gustaba infringir daño, pero si disfrutaba de hacer gala de su fuerza manteniendo siempre el control en la cama, teniendo gusto especial por el sexo fuerte e impúdico, para esto era necesario una compañera atrevida y abierta a nuevas experiencias como solo la encontraba en María Teresa.

    -4-

    Los días pasaron rápido en la hermosa mansión Mendoza. Llegó el día del cumpleaños de Andrés. Inés había puesto todo su empeño en hacer de esa una celebración muy especial, quería ver sonreír a su hijo, en su mente y en su corazón reinaba el convencimiento de que esa fiesta en particular tendría un efecto muy positivo en él, quizá porque seguía empeñada en la idea de que estar entre sus amigos y familiares le levantaría el ánimo. Ella corría de aquí para allá organizando los detalles, dando instrucciones y hasta ocupándose ella misma de hacer algunos trabajos manuales. Aquella pequeña reunión se había convertido en todo un evento social de más de ciento cincuenta invitados.

    Andrés y Alberto prefirieron alejarse y encerrarse en el estudio para hablar de sus temas favoritos cuando se quedaban a solas, negocios y barcos.

    -Ya verás que va a ser muy provechoso la sociedad con los astilleros de Soto.. - dijo muy seguro Alberto a Andrés sentado detrás de su gran escritorio.

    -Yo sigo pensando que debimos comprar el cien por ciento del astillero.

    - Claro hijo… Pero si no hubo oferta que le interesara, ¿que podíamos hacer? Yo tampoco hubiera vendido. Son los mejores astilleros de la zona. Hubiera sido un tonto si nos vendía, además la sociedad así como esta será provechosa para ambas empresas.

    - Si. es verdad. Solo queda esperar que cumpla con los tiempos y la calidad que prometió para el mantenimiento de los buques.

    - Andrés… ¿Siempre tan desconfiado hijo? Lo hará, no te preocupes. Tiene la infraestructura y la organización necesaria. Además para eso tu estarás a cargo también de supervisar esa área apenas comiencen a entrar los buques al astillero.

    - Si… Así Será. - Afirmó Andrés pensativo. No era que pensara que los astilleros carecían de lo necesario para cumplir con las necesidades que la empresa requería, era simplemente su naturaleza, por eso era tan bueno en relación a los negocios, nunca dejaba cabos sueltos a su alrededor, exigía siempre al máximo dando de si el máximo también. Le gustaba supervisar él mismo todo lo que estuviera en sus manos, así no era raro verlo en los muelles de camisa remangada revisando amarras, vigilando la organización de los contenedores o de igual forma impecable en las juntas directivas donde su voz siempre era escuchada con atención por los demás ejecutivos haciendo sentir a su padre orgulloso y seguro de que al llegar el día de su retiro todo el fruto de su trabajo quedaría en las mejores manos.

    -Y hablando de Iván Soto hijo. ¿Sabes si vendrá esta noche? Debí llamarlo para preguntarle pero la verdad se me pasó por alto.

    - Creo que sí. Mamá dijo algo de eso hace unos días. Creo que confirmó su asistencia.

    - Ojalá traiga a su hija. Quiero conocerla, seguro trabajara contigo y es bueno que se conozcan antes.

    - ¿Hija o hijo?

    -Realmente no lo sé… - contesto pensativo- Creo que tiene una hija… Nunca la ha llevado a las reuniones. La verdad no lo sé. Pero es irrelevante, lo que importa es que trabajemos en armonía.

    - Así será . - afirmó Andrés dejando el tema de Iván Soto a un lado.

    - ¿Viste la pequeña reunión que hizo tu madre? - Preguntó Alberto con una media sonrisa.

    - Si. - Respondió Andrés con una sonrisa igual a la de su padre - Mamá no sabe hacer pequeñas reuniones.

    -Tu madre insiste en que no estás bien Andrés… hijo, ¿qué hay de cierto en eso?

    -Estoy bien papá.. - aseguró Andrés a su padre en un acto reflejo de esconder la verdad de sus sentimientos.

    -Eso creí. Pero tu madre se preocupa.

    - Lo sé. Por eso no puse peros con respecto a esta fiesta. Ella se siente bien haciendo esto para mí y yo se lo agradezco, ¡además sabemos cuánto le gustan estas cosas!

    -Tu madre te adora Andrés. Y yo también me preocupo por tu felicidad - dijo levantándose de su sillón rodeando el magnífico escritorio de madera oscura para sentarse del otro lado frente a su hijo y tener una conversación más cercana- Igual que tu madre creo que es hora de que sigas adelante con tu vida. Ya disfrutaste de unos meses para saborear de tu soltería y pasar el mal rato.

    Andrés miraba seriamente a su padre, sabía lo que él le quería decir, pero lo dejo continuar.

    - Has disfrutado mucho de la vida hijo, tu madre y yo te dimos libertad plena de experimentar y aprender lo que quisieras, volviste a casa por voluntad propia y para nosotros han sido unos meses maravillosos. Pero creo que a tu edad debes pensar en formar tu propia familia.

    - Papá por favor. - Pidió Andrés pacientemente - Sé que quieren verme casado, con hijos. Pero para comenzar, no quiero. No tengo madrera de esposo, menos aún de padre. Además ahora no tengo intención de buscar nada serio con ninguna mujer - Lo sé Andrés. Pero ya me hago viejo… ¡Quiero conocer a mis nietos! Y siendo tu mi único hijo solo puedo esperarlos de ti… Hijo, a tu edad creo que ya pasó el tiempo de las aventuras, tú las has prolongado bastante, ¡y hasta me dan celos! pero debes pensar que no todo es trabajo y fiestas.

    - Sé a lo que te refieres. - afirmó con un dejo de tristeza en la mirada que no pasó desapercibida para Alberto- Pero dejare que el destino decida, confiar de nuevo en una mujer será difícil para mí, pero si llegara la indicada seguro que pensare en tu consejo. - Dijo para tranquilizar a su padre mientras para sus adentros sabía que ninguna mujer sería apropiada, sólo quería calmar la preocupación de Alberto.

    - Comprendo tus sentimientos - dijo inclinándose hacia adelante- Pero quiero que comprendas que el matrimonio puede ser una bendición o una maldición, yo con tu madre fui muy bendecido, es una mujer maravillosa y me ha hecho feliz durante muchos años, me dio al mejor de los hijos y me hubiera dado más si se hubiera podido. En cambio hay quiénes se casan con las personas equivocadas y logran hacer de sus vidas un verdadero infierno como casi te pasa a ti. Lo que te quiero decir con esto, es que tarde o temprano deberás rehacer tu vida, casarte y tener tus propios hijos. Para eso deberás buscar a la mujer indicada, que sepa hacerte feliz.

    - No te preocupes, sé a lo que te refieres, siempre me lo advirtieron mamá y tú. No volveré a equivocarme como lo hice con María Teresa. Aprendí la lección.

    Andrés trataba por todos los medios de tranquilizar a su padre, pero en el fondo nunca había estado tan reacio a pensar en el matrimonio, no creía que existiera la mujer que pudiera suplir a su Marite y que cumpliera con los requisitos que sus padres le aconsejaban que debía tener una esposa adecuada.

    -5-

    Hacía ya varios días que Iván Soto había recibido de manos de su secretaria la invitación al cumpleaños del hijo de su nuevo socio Andrés Mendoza, había aceptado de inmediato confirmando su asistencia, estaba realmente deseoso de conocer más íntimamente a la familia de Alberto con quien además de entenderse muy bien el plano laboral se estaba formando una sincera amistad, aparte de que estaba realmente interesado de estrechar lazos con su familia, quería que su única hija Amanda tuviera contacto directo con todo aquello que tuviera relación con los astillero, además de que estaba empeñado en hacer que se codeara con la mejor gente de la ciudad, sabía que en ese tipo de fiestas conocería muchas personas y el creía que le haría falta amistades nuevas. Desde que había vuelto de Londres después de culminar sus estudios estuvo trabajando para él en una pequeña empresas de publicidad que poseía para ganar experiencia. Apenas había vuelto poco más de un año atrás y para ese momento se dedicaba a conocer el negocio de los barcos y del manejo de una empresa como aquella. Padre e hija eran muy unidos a pesar de la ausencia de ella durante varios años en los que se dedicó a estudiar administración y gerencia, Iván era un padre preocupado y dedicado, sobre todo después de la muerte de su esposa diez años atrás víctima de una grave y dolorosa enfermedad que los separó dejándolo solo con una adolescente de quince años. Ahora su hija se había convertido en una hermosa y sensual mujer que además de inteligente era suficientemente hermosa como para enloquecer a cualquier hombre, y ese era su mayor temor… que su única hija y heredera se enamorara erróneamente de un hombre que no la hiciera feliz y por qué no, de un hombre que comprometiera el fruto de su trabajo. Con ese pretexto la había criado con estrictas normas y bajo estricto control.

    Esa mañana del sábado en que se celebraría la fiesta, Iván tocó suavemente la puerta de la habitación de su hija Amanda, tenía por costumbre pasar a saludarla cuando no se iban juntos a la oficina de los astilleros.

    -Pasa papá.. -contestó Amanda desde adentro.

    Iván abrió la puerta y entro lentamente al cuarto de su hija, al no verla supuso que la encontraría en el vestidor, y así fue. La encontró parada en el centro del gran vestidor probándose unos vestidos que supuso eran para la fiesta de esa noche.

    - Buenos días. -Dijo quedándose de pie mientras observaba con cariño a la que para él seguía siendo su niña.

    - Buenos días papá.. - contestó sin si quiera mirarlo de lo concentrada que estaba juzgando el vestido que traía puesto, un sencillo vestido negro de falda a la rodilla y escote poco pronunciado.

    - No te olvides que hoy es la fiesta en casa de la familia Mendoza.

    -Lo sé papá, busco que usar esta noche. -dijo mirándolo por el espejo, sonriendo cariñosamente.

    - Mandy… ese vestido está muy aburrido si me permites decirlo.

    - ¡Esa fiesta debe ser muy aburrida sí me permites decirlo! -dijo a modo de chiste.

    - ¡Si no fuera porque son los nuevos socios, no iría ni de bromas!

    - Vamos Mandy… ¿por qué dices eso?

    - ¡Papá! el festejado es un viejo… ¿o no?

    - Bueno, como sea. -dijo agitando las manos en el aire- ponte muy hermosa, esta noche conocerás a nuestros nuevos socios. ¿ok?

    - Ok… tranquilo. ¿vas a salir?

    - Si. vine a avisarte que voy a pasar el día en el club… Nos vemos esta noche hija, espero que estés lista a tiempo está vez, ¡siempre llegamos tarde a todos lados! -dicho esto se acercó a Amanda y la beso tiernamente en la frente.- Y por favor… No te pongas ese vestido…

    - ¡Está bien jefe! – respondió con una amplia sonrisa.

    Amanda que para ese momento ocupaba un discreto cargo de supervisora en los astilleros sabía que su padre confiaba en ella para que con el tiempo ganara la experiencia suficiente para ir adquiriendo más responsabilidades, ya se le había comunicado que esta nueva sociedad le brindaría esa oportunidad. Se habilitarían nuevas oficinas donde se administrarían exclusivamente las negociaciones entre la Corporación Mendoza y los astilleros de su padre que pasarían a ser la mitad de las responsabilidades de los astilleros, la otra mitad quedaría como antes al servicio de los demás clientes que tenían con anterioridad. Por eso era tan importante que esa noche fuera a esa dichosa fiesta de cumpleaños… Conocería al socio de su padre y seguramente a mucha gente con la que iba a trabajar en las nuevas oficinas.

    Amanda quedo de pie en el centro del vestidor analizando lo que su padre le dijo sobre el vestido que pensaba usar. Papá tiene razón. es una fiesta. buscare otro vestido Así comenzó de nuevo la búsqueda entre vestidos y prendas sueltas, que sacaba y las guardaba de nuevo cuando no la convencían, nada le pareció apropiado hasta que dio con un hermoso vestido de coctel color rojo que había comprado días atrás y que no había tenido oportunidad de estrenar. Se cambió, se quitó el soso vestido negro y se puso el hermoso vestido rojo para asegurarse de que era la elección correcta, al verse de cuerpo entero no pudo evitar sentirse orgullosa tanto de la elección de vestido como de su propia imagen

    ¡Me gusta! -dijo para sí misma.

    Amanda era alta para ser mujer, de talle y cintura delgados, de pechos grandes y firmes que amenazaban con saltar del escote del vestido herencia de la sangre española de su padre, sus caderas redondeadas le daban a su cuerpo una figura de guitarra que serían la perdición de cualquier hombre, su rostro de finas facciones heredadas de la sangre inglesa de su madre le daba un aire angelical coronado por unos hermosos ojos azules enmarcados por una suave y lisa cascada de largos cabellos castaños. Todo el conjunto era sin duda la tentación hecha mujer. Se observaba al espejo imaginando que dirían los nuevos socios de su padre, no quería dar una impresión errónea, quería verse hermosa y hasta su padre le dijo que no usara el vestido negro tan serio…. pero no quería verse vulgar. Era joven y se sabía hermosa, pero nunca le gusto ser exhibicionista, a pesar de que con ese vestido sus encantos se veían muy realzados no parecía indecente, así que una vez aprobado el atuendo decidió quitárselo, quería ir a la cocina a desayunar… En ese momento sonó su celular, Amanda lo tomó mientras bajaba el cierre de su vestido viendo en la pantalla que era su amiga Claudia quien la llamaba.

    -Hola clau… - contestó.

    -Hola Mandy… ¿cómo estás?

    - Bien nena… probándome un vestido para esta noche -dijo mientras terminaba de quitarse el vestido y de ponía un albornoz.

    - ¿Tienes fiesta amiga?

    - Algo así.. Es un cumpleaños de un señor… El hijo del dueño de una gran empresa de la que ahora somos socios. Digamos que es algo de trabajo…

    - Pero es una reunión de negocios… O una fiesta, no entiendo Mandy…

    - Las dos cosas…

    - Oh… Que lastima. -dijo Claudia algo decepcionada al otro lado de la línea- Te llamaba para invitarte a un club esta noche…

    - Mmm… me encantaría Clau. Pero tengo este aburrido compromiso con mi padre…

    - Bueno. Será otro día. ¿y donde es tu aburrido compromiso?

    - En la casa de ellos. La familia Mendoza.

    -Mendoza. ¿Los dueños de la Corporación Mendoza?

    - Si. los conoces. Es el hijo quien cumple años. - Agregó Amanda casi con fastidio.

    - Ay Mandy… Es que tu todavía no sabes quién es quién en esta ciudad.. Solo trabajas y trabajas y no sabes nada del cotilleo social. ¡Andrés Mendoza es el soltero más codiciado de Miami!

    - ¿Soltero? -preguntó ahora intrigada por lo que su amiga le había revelado- Pero si es un hombre maduro…

    - ¡Si, soltero y divino! estuvo a punto de casarse hace un tiempo con su novia de años… Pero de un día para otro terminaron y nadie supo realmente por qué. El hecho es que la mitad de las mujeres de Miami se alegraron por esa separación. ¿tú conoces a Andrés?

    - No… No lo he visto nunca. -dijo aparentando desinterés.

    - Pues es un dios…

    - ¿Tu lo conoces?

    - Si. de vista. pero nunca nos hemos tratado más allá del saludo.

    - Bueno… yo solo voy porque es mi deber con mi padre.

    - Claro… ¡pero aprovechas y le echas un ojo, jajajajajaa!

    - Ok clau… Como digas, y ahora te dejo voy a desayunar.

    - Ok amiga que disfrutes tu noche., chao. Mañana me cuentas.

    - Seguro…

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1