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La Estrella de Seis Puntas: Cantares de Pallanthia, #1.2
La Estrella de Seis Puntas: Cantares de Pallanthia, #1.2
La Estrella de Seis Puntas: Cantares de Pallanthia, #1.2
Libro electrónico124 páginas1 hora

La Estrella de Seis Puntas: Cantares de Pallanthia, #1.2

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Información de este libro electrónico

El bardo prosigue su relato, nuevas voces se unen, las aventuras se suceden en los caminos y bosques del reino. Allí donde antes moraron los hombres, ahora las sombras se alargan y cobran sustancia...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ago 2021
ISBN9798201138479
La Estrella de Seis Puntas: Cantares de Pallanthia, #1.2
Autor

Ismael Fernández García

Sobre mí: Me llamo Ismael Fernández García, cántabro de 1977, licenciado en Historia Antigua y Medieval por la Universidad de Cantabria, lector voraz de cómics, fantasía, histórica, ciencia ficción, terror, autores del siglo XIX, reglamentos de wargames o de rol... cualquier cosa que me permita evadirme un rato de los problemas cotidianos. Trabajé de Auxiliar Técnico Educador en Centros de Menores, en Centros de Atención a la Discapacidad y en colegios de primaria y también de Técnico de Jardín de Infancia en guarderías. Formé parte de asociaciones juveniles de juegos de rol, estrategia y simulación. Colaboré en jornadas de ocio alternativo. Y todo aquello no fue más que el principio antes de embarcarme en la aventura de la escritura y la publicación. Aventura que deseo compartir por muchos años con todos los aficionados a la lectura. Como un paso más en esta aventura, planeo dar nueva vida al JDR "Ital: El juego de Rol Heroico Medieval" del cual iré desgranando parte de sus historias en mi blog. Espero que las disfrutéis tanto como yo.

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    La Estrella de Seis Puntas - Ismael Fernández García

    Ante todo agradecer a Antoniel, Azor, Bakur, Carranza, Elgi. Kyzrrel y Soth por los buenos ratos pasados.

    Serie: Cantares de Pallanthia.

    Libro Primero: El Manto de la Noche.

    Tomo II: La Estrella de Seis Puntas.

    © Ismael Fernández García, 2020.

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su trasmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    Imagenes interiores de Ismael Fernández García

    Blog del autor https://laitarca.blogspot.com/

    Imagen de portada obtenida de Martinschuschi en Pixabay

    Tomo II

    La Estrella de Seis Puntas

    CAPÍTULO V: UNA NEGRURA ABSOLUTA.

    Una negrura absoluta, eso es cuanto puede ver Danker, preso en las mazmorras de Lardar, esperando sin esperanza el ansiado veredicto, escarbando en sus heridas, volviendo una y otra vez al día que para él representa el fin de su humanidad. El día en que espoleado por sus más bajos deseos, y la afilada lengua de Iobil, regresó a Kaftranloun, ocultando su naturaleza de lobo entre las ovejas, traicionando a aquellos que habían depositado en él su confianza. Esa vez carecía su aguda mente de argumentos para acallar a su conciencia, nadie le obligaba a volver sus fauces contra la mano de aquellos que le habían alimentado, contra los mismos que le habían dado cobijo, ofrecido su amistad y dado una razón para vivir.

    Lejos de su mente estaban entonces los viajes a la Corte del Amanecer con Elgi Grun, el único de ellos, que había compartido su fascinación por el Mundo de los Sueños.

    —En mala hora, Elgi, me permitiste demorarme en compañía de los oníricos de la Colina del Invierno. —piensa apesadumbrado Danker.

    Apenas ha terminado de lamentarse, la puerta de la mazmorra se abre, sus silenciosos carceleros entran y le quitan sus cadenas. Es de nuevo hora de continuar su testimonio ante Caródamon el Antiguo, y ante él le conducen por los siempre cambiantes pasillos, la fuga es impensable.

    Entre tanto, el Oscuro Señor, de nuevo ha ordenado dispersarse a sus cortesanos, de nuevo las sombras son su única compañía y el silencio su único confidente. En sus rodillas descansa, reluciente, su fiel espada, templada en las fraguas del propio Hercar, Dios de los Herreros, Señor de la Tierra y de sus tesoros, nada embotará el filo de esa hoja, salvo sus hermanas mayores, ya una vez se cruzaron sus caminos y aún así salió indemne. Con largos dedos acaricia el trabajado pomo de su empuñadura, sus yemas se recrean en el femenino contorno en él tallado y su mente recuerda a la singular modelo de tan perfecto trabajo.

    No dudan los guardias en golpear a su prisionero en las rodillas, pues éste no se ha inclinado ante el trono, y Danker ahoga un grito de dolor, mientras ellos fijan las cadenas de sus muñecas al suelo. Es imposible saber durante cuanto tiempo esta Caródamon con su mirada fija en él, sin pronunciar palabra alguna, ordenando sus pensamientos. Algo en el relato del bardo no le cuadra, tiene dos preguntas que hacerle, pero no quiere darle la satisfacción de saberlo, por eso espera a que el otro retome su relato, sin que él se lo tenga que ordenar.

    —¿Y bien, bardo? —exclama al fin, exasperado—. ¿A qué esperas para continuar? ¿Acaso no sabes para qué te he hecho llamar?

    —No de seguro —responde con voz sumisa el castigado.

    —¿Ah sí? ¿En que piensas entonces, esclavo?

    —¿Acaso no es Nóctiren aquella a quien acaricia mi señor?

    —¿Qué insinúas?

    —¿Desea saber mi señor cual fue su fin?

    —¿Crees que no lo sé? ¡Azor el Caído la mató!

    —Pero ignoráis el porqué de su presencia en las inmediaciones de los dominios de Ultwind, la Radiante Señora del Mediodía —agrega Danker, el rostro vuelto hacia el suelo, ocultando una taimada sonrisa, sus desordenados y sucios cabellos rubios caídos sobre los ojos.

    —Cierto, sabandija infecta —sonríe con amargura el tirano inmortal—, lo has adivinado y más te vale decírmelo, si de verdad anhelas tanto el descanso eterno como afirmas.

    —En verdad que os los diré, pero todo a su debido tiempo, ahora os desvelaré a dónde y cómo había ido Elgi Grun, mientras sus amigos lidiaban con Arthel, el guardián de Lardar.

    —¿De modo que sus omisiones eran una estratagema para mantener mi interés en él? —piensa Caródamon sorprendido—. Habla entonces, si no quieres que te deje pudrir en lo más profundo de mis mazmorras.

    —Como ordenéis, mi señor —contesta Danker, la mirada fija en los mosaicos del suelo, ocultando la sonrisa que aflora a sus labios resecos.

    ...............................

    Al día siguiente, Shelis consiguió permiso de su madre para abandonar el castillo, junto con sus damas de compañía, Alexia y Valdia, y acompañar a su primo Druan en sus cabalgatas por el bosque circundante. No era inusual que esto ocurriera, ambos jóvenes se apreciaban, la jovialidad locuaz de Shelis contrastaba vivamente con la melancólica parquedad de palabras de él, pero del mismo modo se complementaban entre sí. En teoría no debían alejarse en demasía de las almenas, pero eso era algo de lo que no solían preocuparse, Druan era un veloz e impulsivo jinete, al que no le preocupaba alejarse en pos de cualquier pieza que se presentara al alcance de su certero arco, mientras que las jóvenes doncellas, reían alborotadas intentando alcanzarle en vano y Shelis se demoraba contemplando un paisaje especialmente evocador para esbozar unos versos. Con ello contaba mi astuta anfitriona, pero esta vez, era su intención quedarse atrás y departir conmigo sin cuidarse ni de oídos indiscretos, ni de madres vigilantes. Ciertamente eran tiempos de paz.

    Todo transcurrió como mi inteligente niña había previsto, Beco, de todos los perros de caza de Druan su favorito, pronto olfateó una pieza, un ciervo coronado de majestad, como hacía tiempo que no veía el joven cazador. Pocos son en el reino los capaces de disparar el arco a lomos de su montura, y mi vástago estaba entre ellos, con presteza tendió el arco e hizo volar la flecha. Herido fue el rey del bosque, aunque no de gravedad, entonces empezó de verdad la cacería, los gritos de júbilo del normalmente taciturno Druan y las risas de las doncellas, cuyos ecos no tardaron en perderse en el bosque.

    —¿Y bien, mi oculto huésped, disfruta de las diversiones que organizo para él?

    —Si, me agrada ver que en este reino las cacerías no entrañan ya peligro.

    —Fueron turbulentos los años que os tocó vivir.

    —En verdad que sí.

    —Poco interés mostráis por vuestro hijo, ¿no os parece?

    —Tiene menos de mí que vos.

    —Pero yo no soy más que vuestra sobrina.

    —Ah... sí... cierto, cierto —pensé en voz alta.

    —¿Tanto os perturba que no heredara vuestro don?

    —Tal vez sea mejor para él no tenerlo.

    —¿Por qué decís eso?

    —¿Nunca habéis tenido la tentación de emplearlo para averiguar los pensamientos de quienes os rodean?

    —¡Por supuesto que no! —respondió ella apartando la mirada y sonrojándose.

    —Supongamos que lo haces —continué yo, aparentando no darme cuenta de su reacción—. Y que lo que descubres no te gusta —ella siguió con la vista fija en el suelo, roja como la grana—. ¿Intentarías cambiarlo?

    —¡Pues claro que no! —gritó ella, al tiempo que intentaba abofetearme inútilmente, siendo como era yo intangible sombra de mi antiguo ser.

    —¡Ay! Eso me ha dolido —dije, sonriendo débilmente—. ¿Comprendes a lo que me refiero? Ver a través de las palabras de nuestros seres queridos, no siempre es un don. Su vida será más fácil de lo que lo fue la mía y de lo que será la tuya.

    —Dime, Danker, ¿Por qué la verdad puede hacer tanto daño?

    —No estoy seguro —repuse yo—. Pero dime. ¿Crees que nuestro don, usado para engañar, nos haría felices?

    —... No... supongo que no.

    —Mírame, yo lo usé precisamente para eso, mentir, intrigar, manipular, en fin, a mis seres queridos. Y no, no me hizo feliz, en cuanto a la verdad, sí, me hizo daño, pero solo por que yo me negué a aceptarla como lo que era e intenté obligar a los demás a cambiar sus verdaderos sentimientos —y pensé para mis adentros —. Como hice con Arsa.

    —Será mejor que cambiemos de tema, señor intrigante, o tendré que delataros —empezó a decir ella, intentando sonreír—. Además, aún tenéis que continuar con vuestra historia. Muchas cosas habéis dejado a medias, aún no sé que tuvo que ver Jerzoel Kaftrandoun con el ascenso de Azor del Monte Ícaro a su alto sitial, a mi propio padre habéis dejado huyendo por unas ruinas de pesadilla, y Elgi Grun ha desaparecido de vuestro relato.

    —Elgi, el bueno de Elgi —exclamé con tristeza—. Él tuvo mucho más que ver con mi caída de lo que él mismo sabe. Cuan inocente parecía nuestro mutuo interés en el Plano Onírico en aquel entonces.

    —¿Os referís a la Mina de los Trasgos, en la Corte Dorada? ¿Al combate con Igneat de la Corte del Atardecer?

    —No, no, fue antes, mucho antes, pero no fue hasta más tarde que me

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