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La oportunidad: Las muertes del Castillo Allard
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La oportunidad: Las muertes del Castillo Allard
Libro electrónico65 páginas51 minutos

La oportunidad: Las muertes del Castillo Allard

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"Morboso, tétrico, retorcido. Te encantará."

El tintineo de una bolsa llena de monedas de oro puede despertar la codicia entre los hombres justos. Si para hallar el premio, individuos de la más baja ralea son encerrados entre los muros de un tenebroso castillo, el resultado puede ser mortal.

IdiomaEspañol
EditorialF. J. Sanz
Fecha de lanzamiento11 ene 2017
La oportunidad: Las muertes del Castillo Allard
Autor

F. J. Sanz

Hay autores que un buen día mientras esperan a que se hagan las tostadas, se dicen: ¡voy a escribir fantasía! Algo así tuvo que ocurrirle a Stephen King, maestro del terror y el suspense, cronista de todo lo paranormal que sucede en Maine, Nueva Inglaterra, cuando se decidió a escribir el ciclo de la Torre Oscura. Y como a él, a tantos otros autores que un fatídico día optaron por hacer una temeraria incursión en el género fantástico. No es el caso de F. J. Sanz. F. J. Sanz cumplió las 7 etapas previas antes de lanzarse a escribir fantasía épica: ✔ A muy temprana edad comenzó a leer los fantásticos libros de Elije tu propia aventura, los rojos y los de AD&D (negros). ✔ Más tarde descubriría los Reinos Olvidados, Dragonlance, Sol Oscuro y ya no quiso abandonar el género fantástico. ✔ Es heavy y se nutrió de las influencias épicas de Blind Guardian, Gamma Ray, Avantasia o Sonata Arctica, entre otras. ✔ Fue jugador de rol, de los de papel, lápiz y dados alrededor de una mesa, en AD&D, Vampiro, Hombre Lobo, Cthulhu, Paranoia... ✔ También de PC, conquistador de títulos como Baldur’s Gate, Diablo, Neverwinter Nights, Planescape Torment, Warcraft... e incluso admite tener cuenta de World of Warcraft y respetar el lore (lo que sea que signifique eso). ✔ Se ha criado con películas como La Guerra de las Galaxias (¡las auténticas!), Star Trek, Willow, Battlestar Galactica, Matrix o El Enano Rojo. ✔ Y posee una cualidad indispensable para ser un buen escritor de literatura fantástica: le gustan los gatos. Mentira. ¡Le apasionan! Si leer El pozo de las tinieblas (Douglas Niles, Las Moonshaes 1) supusó el comienzo, devorar las páginas de El iniciado (Louise Cooper, El Señor del Tiempo 1) marcó el camino a seguir. Hoy, con una biblioteca privada de más de 1000 títulos pertenecientes al género de ficción y varios miles más de libros leídos, se siente preparado para opinar sobre literatura fantástica. También para solicitar ayuda cada vez que toca hacer mudanza. Ávido lector, el principal motivo que lo impulsó a escribir fue no repetir los errores de los autores de diferentes títulos que habían pasado por sus manos. No, F. J. Sanz reclamaba el derecho a cometer los suyos propios. No más seres de luz que aparecían de la nada, en el momento crítico, para salvar tanto la trama como las vidas de unos personajes condenados a morir sin remedio. Se acabaron los héroes de turno que salían indemnes de toda escaramuza, mientras los personajes de atrezzo morían a puñados sin que llegásemos siquiera a conocer sus nombres. Una de las posturas que F. J. Sanz defiende a capa y espada es que, una vez iniciado el asalto al castillo y desde sus almenas comienzan a llover miles de flechas, tantas posibilidades tienen éstas de morder la carne del héroe, como la del cualquier otro de su compañía. Si un personaje, por muy protagonista que sea, ha de morir, morirá. No, no tratéis de culparle por la dramática muerte de vuestro personaje favorito. F. J. Sanz alegará que, como escritor, no es un sádico dios todopoderoso que gobierna el mundo a su antojo y disfruta con el sufrimiento de los héroes de la historia. Nada más lejos. Él se describe como un cronista, un Forjador de Crónicas, cuya humilde labor consiste en transcribir los acontecimientos que suceden en los fantásticos mundos y realidades de los que es testigo. La predilección de F. J. Sanz por protagonistas de sexo femenino queda patente en la mayoría de sus obras. Basta conque pensemos en personajes como Dyreah (Ojos de Jade), Kieve (Ojos de Jade y Legado de Sombras), Tarani (Legado de Sombras), Axelsson (La leyenda de Dómino) o Fiajna (DRH, de próxima publicación) para que nos demos cuenta de esto. Tanto es así que uno de sus libros favoritos es La puerta al país de las mujeres, de Sheri S. Tepper. Aunque se mostró incapaz de terminar Las nieblas de Avalon. ¿Relaciones homosexuales? ¿Personajes transgéneros? ¿Afectos que oscilan de un lado al otro de la balanza? ¿Por qué no? El amor no entiende de géneros ni de órganos genitales. Si como aventajado cronista no está en su mano decidir quién vive o quién muere, ¿cómo va a determinar de quién se enamoran? El mundo es demasiado complejo como para tratar de encerrarlo en una celda de inamovibles barrotes. No muy amigo de certámenes y concursos, F. J. Sanz ha optado por el formato de los microrrelatos para participar en diferentes iniciativas de terror, aventuras, romántico ¡y hasta erótico!, con notables resultados. Estos textos breves han sido escogidos para integrar diversas antologías del género correspondiente, como Sensaciones y sentidos II, Porciones del alma, Pluma, tinta y papel IV, Inspiraciones nocturnas II y Microterrores II. Una amplia muestra de estas obras concentradas está recogida gratis, para libre difusión, en Microsfera – Universo de Ficción. Las novelas y textos de mayor extensión han seguido un camino bien distinto. Son cuatro los libros que hasta el momento F. J. Sanz ha publicado, a la espera de los próximos dos títulos que están por llegar. Aunque los tres volúmenes que componen la novela de fantasía épica Ojos de Jade fueron los primeros en ver la luz, ha sido con Legado de Sombras con la novela con la que ha dado el salto editorial. Nébula llamó a su puerta y de mano de Punto Rojo Libros salió la primera edición de Legado de Sombras, una obra un tanto más oscura que su predecesora. Podéis encontrar los tres libros de Ojos de Jade en Amazon. Deseoso de regresar a sus orígenes, F. J. Sanz no ha dudado en volcar su atención en los clubes de rol y tiendas frikis del ámbito fantástico a la hora de realizar eventos y presentaciones. La bienvenida que éstos le han brindado ha sido fantástica, por lo que F. J. Sanz se muestra tan agradecido como animado ante esta oportunidad única de conocer de primera mano las opiniones de sus lectores y compartir batallitas alrededor del fuego.

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    La oportunidad - F. J. Sanz

    1

    La posada

    Nadie se giró para mirar cuando la quejumbrosa puerta de la fonda se abrió a un nuevo visitante. La atmósfera en el interior estaba suficientemente cargada de humo y densos efluvios humanos para que incluso la espesa cerveza negra perdiera su sabor. Que ésta estuviera convenientemente aguada para favorecer los intereses del tabernero obligaba a los parroquianos a ingerir enormes cantidades de la misma para lograr algún efecto.

    El recién llegado avanzó con pericia entre el revoltijo de mesas y sillas desperdigadas por la sucia estancia, valiéndose de la pobre iluminación que aportaban los ruinosos cabos de unas pocas velas mal repartidas por los candeleros colgados de las descascarilladas paredes.

    Las cabezas de aquellos que habían llegado antes que él al establecimiento, huyendo del frío reinante en el exterior, se inclinaban laxas sobre las desportilladas jarras, agarradas las manos a las asas con si les fuera la vida en ello, charlando en quedos susurros con sus compañeros o perdidos en sus ebrios y neblinosos pensamientos.

    Aunque entre unas mesas y otras los clientes no se conocían entre sí, todos estaban al corriente de las normas que regían aquel lugar: no molestes, no llames la atención, céntrate en tus propios asuntos y te ahorrarás una daga clavada en la espalda.

    Cuando el hombre alcanzó la barra, el mesonero lo recibió con un cabeceo de reconocimiento. Sin preguntar, echó mano de una botella en concreto que guardaba tras el mostrador y le sirvió una generosa copa del líquido ambarino.

    —¿Qué opinas? —inquirió el recién llegado.

    —Creo que esta noche tienes suerte —respondió el tabernero—. El grupo tiene buen aspecto: salteadores de caminos, rudos salvaguardias, desertores del ejército, cazarrecompensas sin escrúpulos, soldados de fortuna, burdos matones y cortabolsas. Me parece que hasta cuentas con un veterano de la milicia, de ojos cansados pero mano firme.

    —Eso pinta muy bien —apreció el hombre mientras se rascaba la perilla con los dedos.

    Dio buena cuenta del contenido de su copa y se volvió para realizar una estimación del posible valor de aquella recua de despojos humanos que se reunía bajo el humo en las sombras.

    —De acuerdo. Vamos a ello.

    Sin pensárselo más, extrajo una raída bolsa de entre sus ropajes y la dejó caer con estrépito sobre la barra. El inconfundible repiqueteo de las monedas logró lo que no hubiese conseguido de otro modo: ganarse la atención de todos.

    —Caballeros, y también damas —añadió al reconocer a una enjuta lagara de cabellos pálidos entre su heterogéneo público—, tengo una propuesta que ofreceros.

    2

    El reclamo

    —Caballeros, y también damas, tengo una propuesta que ofreceros.

    En los ojos que lo observaron brilló la suspicacia, un franco desinterés o la simple codicia. Unas cuantas miradas no tardaron en regresar a la contemplación de sus decadentes jarras de cerveza; otras, prefirieron centrar su atención en el abultado saquillo que reposaba sin dueño sobre la grasienta madera del mostrador.

    —Mi nombre es Josquin Desprezz y no pienso andarme con rodeos —continuó—. Aquellos que guarden reservas a la hora de mancharse las manos de sangre, que hagan el favor de abandonar el establecimiento. —Un murmullo de enojo se alzó de inmediato entre los presentes—. Se abstendrán de abonar el coste de las bebidas por las molestias causadas, pero deberán marcharse de inmediato. El resto, aquellos que se muestren dispuestos a correr algunos riesgos menores a cambio de llenarse los bolsillos de buen metal, que permanezcan en sus asientos.

    Aunque no fueron pocos los que se removieron incómodos y echaron un apreciativo vistazo a la combada puerta de salida, el peso de la todavía lejana bolsa pareció tener el poder de clavarlos a sus sillas.

    —Para vuestra tranquilidad, he de deciros que más adelante también dispondréis de la oportunidad de abandonar el negocio. Aunque claro, con los bolsillos vacíos.

    —¿Y qué me impide rebanarte el gaznate y llevarme la bolsa ahora mismo? —señaló el rudo heraclón de mandíbula cuadrada.

    —Muy sencillo —atajó Josquin con una taimada sonrisa pintada en los labios—. Te lo impide ganarte la enemistad de todos los presentes, con quienes a buen seguro no habrías pensado compartir el botín. Me da la sensación de que se mostrarían tan poco remisos como tú a la hora de derramar sangre para conseguir, a cambio, unos cuantos

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