Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Naiara de Gromberg: Crónicas de las Tierras Occidentales, #2
Naiara de Gromberg: Crónicas de las Tierras Occidentales, #2
Naiara de Gromberg: Crónicas de las Tierras Occidentales, #2
Libro electrónico293 páginas4 horas

Naiara de Gromberg: Crónicas de las Tierras Occidentales, #2

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Naiara quiere ser quien lidere a su amado pueblo en la próxima generación. Desde pequeña siempre le ha irritado que teniendo los recursos, producto de la tierra, que proveen sus bosques y sus fértiles praderas, su nación sea un Protectorado del vecino Ducado de Malvar a quien debe pleitesía.
Sin embargo, no es sino hasta que a la edad de doce cuando su padre el Barón de Gromberg le promete en matrimonio con uno de los príncipes de Malvar que decide tomar un curso de acción: hay muchas cosas que aún ignora sobre la guerra, sobre liderar a sus conciudadanos, sobre los gastos de levantar un ejército y entrenarlo... Pero ella siente a su pueblo, late con sus historias, vibra con sus sueños, sufre con sus penurias.
La patriota que deja una vida de lujos y ceremoniales para vivir una de acción y aventuras decide luego de la boda arreglada, y la asunción de su hermano Boris como Barón de Gromberg que no vaticina nada bueno para su país, que es hora de decir: ya-no-más.
¿No existe un antecedente de una mujer Regente en los anales de las Tierras Occidentales? ¿Y qué con eso? ¿Aún no tiene la mayoría de edad requerida por el Código del Baronato para gobernar? Le da igual. Su hosco anterior guardaespaldas Mulhaven y una liberta Gom de la lejana Tingania le acompañarán, y la mercenaria más afamada y mejor paga de las Tierras Occidentales, Tara Protegida de Luxan, le dará forma a su plan.
Habrá Revolución. ¡Terra Gromberg prevalecerá! El pueblo se alzará en armas al grito de ¡Ya-No-Más!

Marcel Pujol nos trae esta segunda entrega de las Crónicas de las Tierras Occidentales, su primer original luego de una pausa de 17 años, situando la acción unos 15 años antes de la Batalla de los Seis Días que cambiaría para siempre el destino de cuatro Ducados y dos Baronatos. 

IdiomaEspañol
EditorialMarcel Pujol
Fecha de lanzamiento5 jun 2023
ISBN9798223756699
Naiara de Gromberg: Crónicas de las Tierras Occidentales, #2
Autor

Marcel Pujol

Marcel Pujol escribió entre 2005 y 2007 doce obras de los más variados temas y en diferentes géneros: thrillers, fantasía épica, compilados de cuentos, y también ensayos sobre temas tan serios como la histeria en la paternidad o el sistema carcelario uruguayo. En 2023 vuelve a tomar la pluma creativa y ya lleva escritas cuatro nuevas novelas... ¡Y va por más! A este autor no se le puede identificar con género ninguno, pero sí tiene un estilo muy marcado que atraviesa su obra: - Las tramas son atrapantes - Los diálogos entre los personajes tienen una agilidad y una adrenalina propias del cine de acción  - Los personajes principales progresan a través de la obra, y el ser que emerge de la novela puede tener escasos puntos de contacto con quien era al inicio - No hay personajes perfectos. Incluso los principales, van de los antihéroes a personajes con cualidades destacables, quizás, pero imperfectas. Un poco como cada uno de nosotros, ¿no es así?

Lee más de Marcel Pujol

Relacionado con Naiara de Gromberg

Títulos en esta serie (3)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Ficción medieval para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Naiara de Gromberg

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación1 comentario

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Ivna es mi personaje favorito de todos los tiempos! La frialdad y el pragmatismo de esta guerrera choca todo el tiempo con la pasión de Naiara, lo que las convierte en un dúo poderosísimo. ¿Y qué decir de Tara, la mercenaria más afamada de las Tierras Occidentales? Sin dudas un libro para leer y recomendar.

Vista previa del libro

Naiara de Gromberg - Marcel Pujol

PRÓLOGO: el fin del comienzo

Naiara luchaba para no desmayarse en el piso mientras con sus brazos intentaba erguirse nuevamente. Tenía que hacerlo. Era vital que lo hiciera. El último golpe de la espada del Guardia de Palacio le había dado de lleno en el yelmo, y –a juzgar por la sangre que sentía escurrir entre los pelos y bañar su mejilla-, el yelmo había amortiguado el filo que de haberle dado en su cabeza desprotegida le hubiera liquidado sin lugar a duda... pero no lo suficiente para que un gran tajo no se abriera. Tampoco el yelmo protegía en esas situaciones contra la contundencia del golpe de un acero de metro y un palmo de largo blandido por los brazos musculosos de un Guardia de Palacio de élite. Gilles, así se llamaba el guardia. Ella le conocía. De hecho, conocía todo y a todos en esa habitación. De ambos bandos.

¿Cómo no reconocería su cama donde solía dormir agotada tras un día de cabalgatas o actividades al aire libre o incluso luego de un aburridísimo día de ceremonial y protocolo, su tocador donde por normas del Baronato era obligada a cepillarse o que le cepillaran su larga cabellera todas las mañanas por lo que parecían incontables minutos?

Miró a un lado a Bracco. No era la idea que terminaras así – pensó con tristeza, viendo a los ojos perdidos en una última imagen de muerte de su primer amor, el hijo del alfarero de Barum. No era la idea que ninguno terminara así. Le requirió todo el entrenamiento físico y de reflejos en combate de los últimos 5 años ponerse en pie apoyándose en su espada que logró recuperar en lo que parecieron interminables segundos... y realmente lo fueron.

Oteó el panorama: todos en su partida habían muerto menos ella, pero se habían llevado consigo un igual número de vidas de los Guardias de Palacio, también. Para campesinos y artesanos con sólo algunos pocos meses de entrenamiento en combate, aquello era todo un logro: empardar la capacidad y entrenamientos de un rival superior. Se odiaba a sí misma por haber hecho mal el cálculo de cuántos tendrían que entrar con ella... y sus conciudadanos y compañeros de armas, incluso Bracco, habían pagado con sus vidas su estúpido descuido.

Y aun así... quedaban en pie media docena de tropas con sus espadas en guardia hacia ella, sin decidirse a tomar acción. ¿Por qué no me han liquidado entonces? – pensó, y luego lo comprendió: No lo han hecho porque no pueden, claro está –pensó con malicia- No sin arriesgarse a ser ejecutados a su vez por matar a un miembro de la familia Baronal.

Las nubes mentales y los zumbidos del golpazo ya empezaban a despejarse, y la sangre que le brotaba de la herida abierta no parecía que fuera a dejarle fuera de combate pronto, así pues, decidió recapitular el plan y vislumbrar si se estaba dando como había sido ideado. En esta, su habitación de niña, sin dudas la respuesta era: no. Estimaba que habría bajas en la partida que accedería por una entrada disimulada en las murallas externas del castillo y por una serie de túneles terminaba en su habitación de pequeña, pero no que todos menos ella perecerían ante la fuerza de élite del palacio que les estaba esperando.

¿Los demás habrán tenido mejor suerte? - pensó con angustia, pero luego se enfrió para evaluar sus opciones. Los soldados bloqueaban la única salida hacia dentro del palacio, y ella no era rival contra todos los que allí estaban. La amplia ventana sin balcón ni pretil a sus espaldas caía 6 metros en picada hasta el piso. Luego estaba la entrada oculta por la que había ingresado con su equipo, y existía desde su posición una pequeña pero razonable posibilidad de llegar a ella con éxito antes que los soldados, pero ese no era el plan. No se iría de allí sin obtener lo que había venido a buscar... o lo haría con los pies por delante.

Finalmente, los guardias se abrieron para dar paso a quien tenía en esos momentos el destino de la vida de Naiara y ella lo sabía, o, mejor dicho: lo esperaba. El atractivo joven iba pertrechado con armadura, yelmo y espada, es verdad, pero lo vivo de los colores y la ausencia por completo de abolladuras denotaba que la protección servía a fines de ostentación y de prestigio más que a usos bélicos prácticos.

-  Hola hermanita – saludó el aristócrata con soberbia. Imaginé que algo estabas tramando. Bueno... no hay que ser muy lúcido, tampoco, viniendo de una niñata como tú y más en los términos que te fuiste hace... ¿cuánto? ¿Dos años? ¿Tres? Poco importa –descartó con un gesto-. Entonces parece que estoy asistiendo al patético –escupió la palabra-, fin del comienzo de tu pequeña revuelta o rabieta adolescente contra mí, ¿no es así? –y sonrió con arrogancia.

-  Al contrario, Boris: parece que estás entendiendo todo al revés. Estás asistiendo al comienzo de tu fin. –Dejó un espacio para ver si su hermano mayor entendía lo que le estaba diciendo, pero por la sonrisa burlona que se iba abriendo cada vez más amplia, era evidente que no lo hacía. ¿Por qué pensarías, es decir: en qué cerebrito lleno de humos de grandeza se te ocurriría que yo entraría con el grueso de mis fuerzas por la entrada que sabía que estimarías como la más probable para mi intrusión?

Y a medida que la sonrisa y hasta el color de la tez del Barón de Gromberg iban desapareciendo, una sonrisa mezcla de malevolencia y astucia se iba formando en los labios de Naiara.

CAPÍTULO 1: IVNA

-  Ah, no –recibió de ese modo la niña a quien acababa de entrar a sus aposentos-. No otro cambio de vestuario, por lo más sagrado que tengas.

El funcionario de Palacio sólo largó un poco más fuerte de lo normal el aire por la nariz por toda respuesta, su rostro y su mirada pétreos como les tenía acostumbrados a todos en su función de Maestro de Protocolo.

-  Me temo que será necesario –comenzó pausadamente y sin matices en su voz. Los planes han cambiado para la celebración del cumpleaños de vuestro padre.

-  ¿Oh, ya no vendrán las familias ricas y acomodadas del Baronato y en su lugar tendremos una agradable y amena cena familiar íntima sólo nosotros tres?

-  Bueno, sí vendrán quienes usted así ha descrito, pero esta vez se sumará a la celebración una delegación del extranjero.

-  Oh –quedó perpleja por un minuto la menor de los hijos del Barón de Gromberg. Era bastante poco frecuente que algún dignatario externo al Baronato asistiera a alguno de los 3 eventos anuales: el cumpleaños del Barón, la celebración de la fecha de su coronación, y el comienzo de las cosechas-. ¿Vendrá alguien de la Federación de Burgos de Comercio?

-  De Malvar es la comitiva

-  ¿¿¡¡DE DÓNDE!!?? –estalló la niña de 12 años, muy alta para su edad-. Pues si vienen nuestros dominadores entonces ¡YO-NO-ASISTIRÉ!

El Maestro de Protocolo tuvo que hacer uso de toda su experiencia en el rol y de su aplomo para mantener un tono monocorde ante la rabieta de la niña de ojos gris piedra.

-  Le voy a suplicar que no se refiera en ese tono y con esos términos a nuestros protectores del Ducado de Malvar... no frente al personal de servicio, al menos –e hizo un gesto hacia las dos damas de compañía que estaban mirando azoradas y en silencio el intercambio sin saber qué hacer: ¿Quedarse y contemplar en silencio? ¿Darse la vuelta? ¿Irse de la habitación antes de terminar de aprontar a la damita para la ceremonia? -. En todo caso, y previendo que reaccionaría así, déjeme decirle que su padre el Barón me pidió que le transmitiera que de no asistir... los privilegios de las harás Baronales le serán revocados... indefinidamente.

Los ojos de Naiara que enrojecían a cada segundo con rabia contenida, sus puños apretados junto a sus caderas, las venas de tensión y de furia que se le dibujaban sobre la frente, hacían pensar en cualquier reacción posible... menos la que ocurrió. En lugar de romper algo, o golpear a alguien, en vez de huir corriendo o tirarse de los cabellos en una rabieta, Naiara lo único que pudo hacer es lo que le embargaba en ese momento: relajó la tensión en los músculos y se puso a llorar. Primero intentando no hacerlo, pero luego ya más abiertamente, a moco tendido.

Polst pensó que lo más adecuado a nivel humano era acercarse a la niña y abrazarle, hacerle saber que no estaba sola, que se hallaba rodeada de gente que la estimaba, como él, que la conocía casi desde recién nacida, cuando ingresara al servicio de la familia Ducal. Mas su deber y su puesto se lo impedían. A ella no. Naiara caminó los metros que les separaban y abrazó al Maestro de Protocolo mientras apoyaba su mejilla contra el pecho de él, mojándole la chaqueta con sus lágrimas. Por un largo rato estuvo así hasta que logró serenarse y se apartó. Con los ojos rojos de tanto llorar, sólo pudo articular:

-  Debe ser importante esta visita para mi padre, para amenazar con quitarme lo que él sabe que más amo, que es cabalgar, ¿no es así?

-  Lo es –confirmó el funcionario-. Lo es. Supimos del arribo con pocos días de anticipación, pero por fortuna les fue suficiente a las costureras de Palacio para elaborar el vestido que usted portará para la ocasión.

-  Vale –acató resignada la joven, sabedora de que no tenía más remedio que hacerlo-. Avíseles que le hagan llegar el vestido a Carla o a Iris en no menos de media hora. Necesito hacer unos largos en la piscina interna para tranquilizarme.

-  Me temo que no hay tiempo –atajó Polst-. Ya están fuera de sus aposentos con el vestido y sus herramientas de trabajo para probárselo y hacer los ajustes del caso, de ser necesarios.

-  ¡Demonios! –estalló nuevamente la niña-. ¿Puede ser que nada me salga bien hoy?

Cuán atrás en el tiempo y cuán lejano parece mi hogar –pensaba la Tingana mientras caminaba junto a otros esclavos por una ciudad que le era desconocida- pero no se está tan mal aquí, tampoco. Está el tema de los grilletes y eso, pero ya veré cómo me las apaño.

Ni siquiera Tingania era el nombre de su lugar de origen. Ese era el nombre que le habían puesto en términos generales a las Nuevas Colonias al otro lado del Mar de las Tormentas los conquistadores foráneos para no complicarse con la variedad y naturaleza de los diferentes grupos de moradores locales, sus formas y costumbres, su política y sus enfrentamientos... en síntesis: ni siquiera habían aprendido los colonos ninguno de los idiomas o dialectos locales. ¿Para qué? Ellos venían con mejores armas y armaduras, mejor conocimiento de la construcción y las fortificaciones... El pensamiento podría resumirse en: Que sean los nativos los que aprendieran nuestro idioma.

Sin embargo, Ivna había hecho todo para ocultar que no fueron los colonos extranjeros los que le habían capturado con otros cientos para llevarlos como esclavos a las Tierras Occidentales, sino al revés: era ella quien se había entregado. Ya hallaría la forma de liberarse e irse por su cuenta sin siquiera dar las gracias a sus aprehensores temporales por la travesía de 14 días a través del Mar de las Tormentas que no podría haber completado de otra forma. Ellos tenían que creer que le habían capturado.

Existían varias formas de relacionamiento entre los nativos de las Colonias y los ocupantes. Estaban los que habían peleado para repeler al invasor, y algunos grupos aún lo seguían intentando, con un éxito paupérrimo. La tecnología lo era todo, pensaba Ivna: no puedes combatir con flechas y lanzas a enemigos con armaduras y armas de acero. Luego estaban los serviles, que a cambio de que se les dejara vivir dentro de las plazas fuertes se sometían a cualquier forma conocida de degradación y servilismo ante el invasor. Sin embargo, todo era mejor que lo pasaba fuera de las fortificaciones. Fuera era la guerra constante. Era dormir con un ojo abierto para estar alerta de posibles emboscadas de aldeas rivales. Fuera eran las víboras y otros insectos ponzoñosos. Pero el servilismo no era para Ivna. Su pueblo, los Gom, era pequeño respecto a los otros que constituían el crisol de pequeñas o medianas civilizaciones del Nuevo Mundo. Por lo tanto, habían tenido que aprender a sobrevivir a base de fortaleza, a base de astucia, a base de sigilo, y sobre todo a base de convertirse todos y cada uno apenas podían empuñar un arma, en máquinas entrenadas con el único propósito de quitar vidas rivales.

Sin embargo, la esbelta Gom, que caminaba con sus grilletes junto a los demás por las calles de esa ciudad desconocida, vislumbró un día que la tercera forma de relacionamiento con el invasor, ser llevado como esclavo a las tierras de origen de los colonos quizás... tuviera sus ventajas después de todo. ¿Quién sabe qué encontraría allí? Pero de seguro sería mejor que dormitar de a ratos con un puñal de hueso de venado en cada mano, atenta al mínimo movimiento fuera de lugar en su aldea, al más mínimo sonido de una hoja al ser pisada por un rival que pudiera quitarle la vida. Lo entendía perfectamente, todo el tema de la esclavitud, aunque por supuesto le pareciera aberrante: Las incursiones de los colonos tenían que ser costeadas de alguna manera, y esa forma era traer a su regreso productos que pudieran vender con un margen razonable de ganancia para llenar las arcas de algún mercader o jerarca. Productos como joyas, metales preciosos, frutos o especias exóticas, o... exacto: personas. Personas que trabajarían hasta el cansancio sin recibir remuneración alguna hasta el día de su muerte, sin más costo de mantenimiento que mala comida apenas suficiente para que no murieran, y de esa forma el costo al comprarles le valiera la pena al amo, prolongando sus años de vida, más algún refugio precario contra la intemperie... o no tanto.

¿Así que por esto es por lo que hemos sucumbido ante el invasor? No paraba de cuestionarse Ivna desde que había llegado 4 días atrás a los puertos marítimos de la Federación de Burgos del Comercio, admirando las casas con estructuras permanentes, inmunes a cualquier temporal, las fortificaciones, las armas, ¡hasta las vestimentas! Es todo una cuestión de clima. La revelación le tenía extasiada, casi al borde de sonreír todo el tiempo, como una loca. Pero sonreír hubiera delatado que no tenía en sus intenciones a corto plazo ir de esclava con ningún amo, sino todo lo contrario.

El clima favorable, con temperaturas no menores a las primaverales, incluso de noche, y muy superiores y hasta asfixiantes el resto del año, la abundancia de caza y frutos de fácil recolección les había hecho blandos a los Tinganos. En cambio, el frío penetrante como nunca había conocido en la vida, y según los comentarios escuchados al azahar: ni siquiera era lo más bajo que podía caer la temperatura, había forzado a los invasores a estrujar sus cerebros en busca de tecnologías, saberes y técnicas que les permitieran sobrevivir a los elementos y obtener alimento que pudieran tener todo el año, aún cuando los prados y los árboles se hallaban cubiertos de nieve. Pensar que sólo se trataba del clima.

Por fin los guardias que les escoltaban les indicaron con gestos más que con palabras, a los esclavos –pues no había certeza de que conocieran la lengua local de las Tierras Occidentales-, que se pararan sobre una tarima y miraran hacia el palco oficial donde había unas dos docenas de personas de todas las edades, que, por lo limpio y ornamental de sus ropas, parecían los líderes o jefes locales y sus familias o jerarcas de confianza.

Ivna pensó que a esa distancia a la que se hallaba del palco, podría haber arrebatado la lanza de un guardia, aún con sus grilletes puestos, y podría haber atravesado el pecho de cualquiera de los nobles, pero no... no era el momento aún. Pero hubo algo que le llamó poderosamente la atención: la mirada de una niña. Se sabe mucho de alguien por la expresión de los ojos. Si va a atacar, si tiene miedo, si está superdivertido o aburrido con lo que tú le hablas... La mirada de la pequeña, aunque alta joven se salía de las actitudes despreocupadas, entre divertidas unas y aburridas las otras, del resto. Ella estaba visiblemente molesta, al borde incluso de la erupción del volcán y, aunque Ivna no lo supiera... tenía razones sobradas para estarlo.

-  Padre, ¿unas palabras contigo, si fueras tan amable? –dijo por lo bajo Naiara al Barón, enfundada como le habían vestido las costureras de Palacio en un elegante y ostentoso vestido verde.

-  No, ahora no –dijo quedamente en el mismo tono su padre, saludando a lo lejos a los recién llegados desde la distancia.

, ahora , o monto una escena –y salió del balcón hasta quedar fuera de la vista de la comitiva recién arribada.

El Barón le siguió, pensando en que se había dado cuenta, pero a su vez no quería pasar por descortés haciendo esperar innecesariamente a los invitados Malvarenses, pero luego estaba el tema que debían descender escaleras, atravesar corredores... En fin, que sea breve, por favor, sólo pensó.

-  ¿Qué es esto, papá? ¿El Duque de Malvar y su hijo? ¿En serio? ¿Cuándo pensabas participarme de la invitación a mi boda, eh?

-  Es necesario, hi...

-  ¡Es necesario, MI CULO! –rabió la joven, sólo para recibir una bofetada bien dada y con fuerza de su padre.

-  Se ve que Polst no te ha enseñado buenos modales, hija. Quizás sea hora de cambiar de Maestro de Protocolo.

Ella se frotó la mejilla donde su padre le había pegado ante su improperio, y meditó muy bien sus siguientes palabras.

-  ¿Es que no lo ves? ¿No ves que una boda entre el príncipe de Malvar, aun cuando ni siquiera sea el Príncipe Heredero, y yo, no es más que una maniobra política para perpetuarse y confirmarse como dominadores? ¿No ves que esa boda provocará que lo poco que nos queda de dignidad como pueblo desaparezca?

-  Lo veo –fue la sorpresiva respuesta de su padre-... y no puedo hacer nada para evitarlo. Bien sabes que Boris cuando ascienda al trono a mi muerte, hará cualquier desastre como gobernante, y eso sólo provocará que haya un conflicto por la sucesión. Guerra civil, Naiara, eso es lo que estoy intentando evitar. Con Malvar como aliado político firme, quizás se pueda evitar el derramamiento de sangre de nuestros gobernados.

Naiara quedó unos instantes meditando esas palabras. No, consideró, ni siquiera se le había ocurrido a su padre.

-  ¿Y qué tal si no fuera a Boris a quien designaras como tu sucesor? –sugirió la pequeña, y vio cómo le entraba esa nueva posibilidad al patriarcal y conservador cerebro de su padre... de la peor manera posible.

Primero pareció que el monarca estaba aguantando un estornudo inminente, o una toz, pero era difícil de disimular que lo que estaba aguantando era una carcajada. Luego se serenó al ver la mirada iracunda de la joven, y recobrando la compostura le dijo:

-  Eres muy pequeña aún, hija, y bien sabes que no me quedan tantos años de vida para esperar a que seas mayor y digna de la corona y de dirigir a tu pueblo.

Esperó a que su hija asimilara la contundencia, o así lo esperaba, de sus argumentos. La salud del Barón de Gromberg se había ido deteriorando aceleradamente desde la muerte de su única esposa, la madre de sus hijos, cuatro años atrás. Las estimaciones más optimistas le daban uno o dos inviernos de vida.

-  Si en algo te consuela –prosiguió-, las leyes de Gromberg impiden el casamiento antes de los 15 años, así pues, te quedan... algo menos de 3 años para hacer lo que quieras, pero luego: deberás cumplir tu deber con la Corona y con tu pueblo -sentenció, y sin más se dirigió hacia el amplio recibidor donde le esperaba la delegación extranjera que había venido a reclamar, más que a pedir, la mano de su hija en matrimonio.

Naiara también detectó la mirada penetrante de la guerrera Gom que le miraba, y tuvo la misma sensación que la Tingana al verle desentonar del entorno: ella, con sus grilletes, se salía del panorama general de los esclavos reunidos sobre la plataforma y engrilletados. Había algo de desafiante, de rebelde, de vivo que les faltaba a los demás. Por un segundo se detuvo a pensar en lo que sabía y odiaba de la trata de esclavos de otras regiones del mundo: eran cazados como venados, pero se les dejaba vivos para ser trasladados lejos de su país, humillados, mal alimentados y puestos al servicio de un amo que por una suma tenía fuerza laboral sin paga para las labores más duras, lo mismo que si se tratara de un buey que tirara de un arado, desde el día en que sus músculos le permitieran hacerlo, hasta el día de su muerte.

Había escuchado historias aún peores, y visto escenas más aberrantes, cuando se escapaba a hurtadillas por la salida secreta de palacio que se abría desde su habitación, de degradaciones del espíritu, pero sobre todo de la carne de aquellos seres que habían tenido la desdicha de nacer en un país con un inferior acceso a

¿Disfrutas la vista previa?
Página 1 de 1