Atracción escondida
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Crissanne Moss había estado siempre fuera del alcance de Ethan Caruthers. Como era la pareja de su mejor amigo había reprimido lo que sentía por ella. Pero ella volvía a estar soltera y buscaba consuelo. Ethan estaba dispuesto a procurarle todo lo que necesitara, y a complacer también todos… sus deseos.
Pero ¿podría su amistad ir más allá después de que un descubrimiento asombroso lo cambiara todo?
Katherine Garbera
Katherine Garbera is a USA TODAY bestselling author of more than 100 novels, which have been translated into over two dozen languages and sold millions of copies worldwide. She is the mother of two incredibly creative and snarky grown children. Katherine enjoys drinking champagne, reading, walking and traveling with her husband. She lives in Kent, UK, where she is working on her next novel. Visit her on the web at www.katherinegarbera.com.
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Atracción escondida - Katherine Garbera
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2018 Katherine Garbera
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Atracción escondida, n.º 188 - mayo 2021
Título original: Craving His Best Friend’s Ex
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios
(comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
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Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-392-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Capítulo Uno
Ethan Caruthers abrió la puerta y se encontró con Crissanne Moss. Estaba pálida y se mordía el labio inferior como solía hacer cuando estaba preocupada. ¿Qué estaba haciendo allí? De su hombro colgaba la bolsa de la cámara y había una maleta detrás de ella, en el escalón. Un taxi que acababa de arrancar se alejaba calle abajo. Se subió las gafas de sol a la cabeza y la cálida brisa de aquella tarde de verano agitó un mechón de su larga melena rubia. Frunció los labios y resopló. Como siempre, Ethan tuvo que hacer un esfuerzo para desviar la mirada de su boca.
Muchas veces, no reparaba en las mujeres que conocía. Pero desde el momento en que le habían presentado a la chica de su mejor amigo, había tenido que esforzarse por controlar la fuerte atracción que sentía por ella.
Se había sentido desleal hacia Mason y, al mismo tiempo, incapaz de controlar aquella atracción. La había deseado desde el momento en que la había visto y había dudado de si…
–Bueno, bueno, ¿qué tal? ¿No habíamos quedado, verdad? Me refiero a que no esperaba verte aquí en Texas, en Cole´s Hill –dijo sujetando la puerta para dejarla pasar antes de hacerse cargo de la maleta.
Crissanne llevaba los últimos tres años viviendo en Los Ángeles con Mason, su mejor amigo.
–No, no habíamos quedado y cuando escuches por qué estoy aquí, no me extrañaría que quisieras echarme.
Crissanne tenía una cadencia al hablar que siempre le había resultado entrañable. No se imaginaba echándola por nada.
–Soy abogado, estoy acostumbrado a oír todo tipo de historias. No creo que me sorprendas.
Ella esbozó una dulce sonrisa que no se contagió a sus ojos grises y lo abrazó.
–Siempre has sido el mejor, Ethan. Sinceramente, no tenía otro sitio al que ir.
Intrigado, dejó la maleta junto a la mesa del vestíbulo y cerró la puerta antes de volverse hacia ella. Quería preguntarle dónde estaba Mason, pero recordó que le había contado algo acerca de que tenía que ir a Perú para grabar un episodio de su programa de supervivencia.
En ese momento, Ethan sentía que estaba perdiendo la cabeza por desear a Crissanne. Nunca había sido capaz de mirarla sin imaginarse retozando con ella en una cama.
Le gustaba pensar que sabía ocultar su reacción; siempre que estaba con Mason y Crissanne se ponía en guardia.
–Pasa a la cocina. Mi ama de llaves ha dejado preparados té y galletas de chocolate antes de irse –dijo él–. Podemos tomar algo mientras me cuentas por qué estás aquí.
Le hizo un gesto para que lo precediera por el pasillo. Era un acto caballeroso, pero en cuanto bajó la mirada a sus caderas, que se bamboleaban a cada paso que daba, supo que aquel detalle no había tenido nada que ver con la cortesía. La deseaba. Tragó saliva y se esforzó por recuperar el control.
Hacía tiempo que había cortado con la mujer con la que había estado saliendo, así que llevaba soltero más de lo que le habría gustado.
–Tengo que ir a buscar mi teléfono al estudio. Vete probando las galletas.
Se fue a su estudio y se quedó allí unos segundos, recordando lo que había aprendido en la catequesis acerca de desear lo ajeno. Tomó su teléfono de la mesa y salió al pasillo, seguro de haber recuperado el control hasta que la vio junto a las puertas correderas que daban al porche de la parte de atrás, con la cabeza apoyada en el cristal.
Parecía perdida.
Necesitaba un amigo.
Recordó el abrazo y de repente se le hizo más fácil apartar aquellos pensamientos lascivos. Ella lo necesitaba.
–¿Crissanne?
Se volvió, se quitó las gafas de sol de la cabeza y las dejó sobre la mesa de la cocina. Luego, metió las manos en los bolsillos traseros impulsando sus pechos hacia delante bajo el suéter que llevaba.
–Mason y yo hemos cortado. Tuvimos una discusión y me dijo que me quedara en su piso de Los Ángeles mientras él estaba en Perú, pero me ha resultado imposible. Necesitaba marcharme y no tengo familia. Cuando llegué al aeropuerto no sabía dónde ir y entonces me acordé de ti.
Ethan se había quedado en «Mason y yo hemos cortado».
Era libre.
Se sentía sola y dolida. Sabía que no tenía familia. Había crecido en un hogar de acogida y tenía pocos amigos, la mayoría en común con Mason. Llevaban juntos desde su primer año en la universidad. Era evidente que lo necesitaba como amigo en aquel momento, algo que siempre había sido para ella. Como de costumbre, apartó el fuerte deseo que sentía por ella.
–Puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites –dijo Ethan en un intento por tranquilizarla.
–Gracias. Sé que esto te pone en una situación difícil, pero no tenía otro sitio al que ir.
Él sacudió la cabeza. Claro que iba a ser incómodo explicárselo a Mason cuando su amigo llamara. Pero no le parecía bien decirle que se fuera. Su padre le había educado para que fuera un caballero. Crissanne lo estaba pasando mal y necesitaba un amigo. Lo cierto era que quería tenerla allí y estaba dispuesto a soportar lo que fuera para que se quedara bajo su mismo techo.
–No pasará nada. ¿Estás segura de que es una ruptura definitiva? Sé que Mason se pone insoportable antes de irse a grabar.
Quería que fuera feliz y hasta ese momento había pensado que Mason y ella formaban una pareja perfecta. Por mucho que deseara estar con ella, su felicidad estaba por encima de todo. Mason podía ser un imbécil en lo que a mujeres se refería, pero a lo largo de los años Ethan había asumido que estaban hechos el uno para el otro. Mason había sido el que había animado a Crissanne para que creara un blog de viajes, lo que le había dado un importante respaldo económico y una carrera que solo dependía de ella.
–Segura. Nos hemos ido distanciando. Sé que es amigo tuyo, así que no voy a comentar contigo nada sobre él, pero cada uno espera cosas diferentes de la vida.
Aquello era una novedad para él, aunque no le sorprendía. Había procurado evitarlos porque cada vez se le hacía más difícil estar cerca de Crissanne y controlar lo que sentía por ella. Había estado viajando con frecuencia a la Costa Oeste por negocios y muchos planes para cenar con Mason habían sido cancelados en el último momento debido a sus grabaciones, quedándose a solas con Crissanne. Odiaba aquella debilidad que sentía.
–¿Quieres hablar de ello?
Ella sacudió la cabeza y unos mechones de su melena se quedaron descansando en la curva de su pecho.
–Ahora mismo no.
–Bueno, ¿qué te parece si te enseño tu habitación y después de que te instales te invito a cenar? No le he pedido al ama de llaves que prepare nada.
–Me parece buena idea –replicó Crissanne–. ¿Estás seguro de que no te importa?
–Seguro.
–No te preocupes, no me quedaré mucho tiempo. Tengo pensado buscar un sitio donde quedarme. Los Ángeles siempre ha sido la ciudad de Mason, pero a mí me apetece vivir en el centro del país en vez de en la Costa Oeste. Puede ser aquí o en Chicago, y como te conozco… Pero si lo prefieres, puedo quedarme en un hotel. De hecho, creo que debería haberme ido a uno.
–Para ya. Puedes quedarte aquí. No tengas prisa por buscar casa. Esta es lo suficientemente grande para los dos.
Además, Mason iba a estar fuera del país unas cuantas semanas, así que Ethan tenía tiempo para pensar lo que le diría a su amigo cuando volviera a casa.
–Eres el mejor amigo con el que una chica podría contar.
Trató de convencerse de que podría conformarse con ser amigos, pero era imposible. Sabía que teniéndola en casa, iba a ponerle las cosas aún más difíciles.
* * *
Crissanne esperaba aquella reacción de Ethan. Mentiría si dijera que no se había dado cuenta de que se sentía atraído hacia ella. Había confiado en que la admitiera en su casa. No era una mujer que hiciera amigos fácilmente. En parte se debía a que era una persona muy competitiva, pero también a que nunca había aprendido a confiar en nadie. Recordaba que la psicóloga a la que la había llevado su última familia de acogida al cumplir dieciocho años había sentenciado que aquello siempre sería un obstáculo para su felicidad.
Tal vez era eso lo que había abierto una brecha entre Mason y ella. El caso era que no tenía adónde ir. Había llamado a su amiga Abby, que vivía en San Francisco, pero había empezado una nueva relación y le habría resultado incómodo irse a vivir con ellos.
Tenía una buena relación con la directora de marca de una empresa de maletas que patrocinaba su blog, pero no quería llamarla y pedirle que la dejara quedarse en su casa. Necesitaba un amigo, alguien que no la juzgara, y Ethan era todo eso.
Pero también estaba ocupado. Como abogado, tenía que ir a los juzgados muy a menudo, así que Crissanne tendría tiempo de pensar qué hacer con su vida. Haría que aquello funcionara. Quedarse en la casa que había compartido con Mason después de las cosas tan terribles que se habían dicho no era una opción.
Quería estar allí donde se sintiera aceptada y Ethan siempre le había hecho sentir bien, no como la niña abandonada por una madre drogadicta o la que deambulaba de un hogar de acogida a otro porque era demasiado reservada y la gente la consideraba rara.
–Esta es tu habitación –dijo Ethan cuando llegaron al rellano del segundo piso y abrió la tercera puerta a la derecha.
Se quedó en el umbral de la puerta de una de las habitaciones más lujosas que había visto jamás. Nunca antes había estado en casa de Ethan. Siempre había sido él el que había ido a la Costa Oeste. La casa tenía una clara influencia de diseño español, desde las baldosas del suelo de la entrada hasta el amplio arco que