Después del resplandor
Por Susanna Carr
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El idilio apasionado entre Tina Sharma y Dev Arjun los elevó a lo más alto de Bollywood, pero había algo más debajo del oropel y la sofisticación; ¡Tina quería pedirle el divorcio!
Dev, sin embargo, no iba a darse por vencido sin luchar y le propuso un trato. Si representaba el papel de esposa incondicional durante dos meses, la dejaría marchar. ¡Tina se puso furiosa! Si él, evidentemente, se arrepentía de su precipitada boda, ¿por qué quería que siguieran juntos aunque solo fuera un breve periodo de tiempo?
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Después del resplandor - Susanna Carr
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2014 Susanna Carr
© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.
Después del resplandor, n.º 2359 - diciembre 2014
Título original: Secrets of a Bollywood Marriage
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-4868-9
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
www.mtcolor.es
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Epílogo
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Capítulo 1
Tina Sharma estaba delante de la puerta de su casa con los ojos cerrados. Había echado de menos el calor de la noche y el olor a flores tropicales. Incluso, había añorado el ruido caótico de Bombay. En un momento dado, llegó a pensar que tendría que olvidarse de él para siempre, pero había vuelto y nadie podría arrebatárselo, ni siquiera su marido. Sintió el escozor de las lágrimas y contuvo un sollozo. No lloraría más, y menos por él. Ya había llorado para toda una vida. Le temblaron los labios por los sentimientos que se le agolpaban en el pecho. Rabia, odio, miedo… Tenía que mantenerse entera si iba a adentrarse sola en la guarida del león.
Parpadeó cuando oyó que se abría la puerta. Había visto los lujosos coches aparcados en la entrada y había oído la música mientras se acercaba a la casa. En ese momento, vio a los hombres y mujeres que bailaban en el vestíbulo principal. Evidentemente, estaba celebrándose una fiesta. ¿Sería para celebrar su ausencia? ¿Se interrumpiría bruscamente cuando ella entrara? Quizá fuese lo mejor, decidió mientras dejaba de mirar a los invitados. Prefería tener testigos, pero también sabía que no estarían de su lado.
–¡Memsahib! –la saludó el anciano sirviente al verla en la puerta.
Tina se sobresaltó. No estaba acostumbrada a que la trataran como a una mujer casada. Al fin y al cabo, había estado casada menos de un año. Hizo acopio de todo su talento de actriz, sonrió y entró antes de que le negaran la entrada.
–Hola, Sandeep. Tienes buen aspecto.
Le alegró haberlo dicho en un tono tranquilo cuando era un manojo de nervios. El anciano miró por encima del hombro como si quisiera disimular la fiesta que estaba celebrándose en su casa.
–Sahib no me dijo que iba a volver esta noche.
–Él no lo sabe.
Ella se quitó el pañuelo azul que llevaba en la cabeza y se lo dejó alrededor del cuello.
–¡Su pelo! –exclamó Sandeep con los ojos como platos por el espanto.
–Sí, ya lo sé –replicó ella con un suspiro–. Fue un error.
No se sentía ofendida. Ella reaccionaba igual cada vez que se veía en un espejo. Se pasó los dedos por los cortos mechones. Había tenido un pelo negro como el ébano que le caía en una cascada por la espalda y, en ese momento, casi ni le tapaba las orejas.
–¿Qué tal… sus vacaciones? –le preguntó Sandeep con cautela.
Ella se quedó inmóvil. ¿Dev lo llamaba «vacaciones»? ¿Acaso creía que seguía hechizada y que no podía alejarse de él? Sintió un dolor tan intenso que no pudo moverse. Sus «vacaciones» habían sido una prisión infernal. El recuerdo de las interminables paredes blancas y la sensación de desesperanza se adueñaron de ella. Apretó los dientes para intentar seguir en el presente.
–Me alegro de haber vuelto.
–Iré a buscar a sahib –dijo el sirviente retrocediendo unos pasos.
–No hace falta –replicó ella levantando una mano.
Tenía el factor sorpresa de su lado y no iba a desaprovecharlo. Era el momento de actuar como la señora de la casa y no como una intrusa. Representaría ese papel un rato y luego estaría encantada de renunciar a él para siempre.
–Sé que estás ocupado con la fiesta. Yo iré a buscarlo. ¿Dónde lo viste la última vez?
Sandeep dio un respingo que lo delató y se miró los pies descalzos.
–No es fácil decirlo –contestó el hombre en un murmullo casi inaudible.
¿Estaría en los brazos de una mujer o de dos? ¿Sería peor todavía? Casi quería tener una pista de lo que iba a encontrarse, pero no iba a pedirla. Era la casa de Dev y sus empleados llevaban muchos años con él. Contaba con la lealtad de todos y ella era la advenediza.
–No te preocupes, ya lo encontraré.
El sirviente bajó los hombros con resignación y miró hacia el exterior.
–Le diré a alguien que le lleve el equipaje a su habitación. ¿Dónde está?
–No he traído equipaje.
No pensaba quedarse mucho tiempo. Sandeep frunció el ceño, pero no hizo las preguntas que, evidentemente, le rondaban por la cabeza.
–¿Le llevo el bolso? –se ofreció el hombre tendiendo una mano.
Ella, instintivamente, agarró con más fuerza el bolso que llevaba colgado del hombro.
–No, gracias –contestó Tina con una sonrisa e intentando relajarse mientras entraba en la casa.
Sandeep no era el enemigo, pero ella tampoco iba a dejar el pasaporte y el dinero a nadie. Eran esenciales para que recuperara la libertad. Lo había aprendido cuando dejó a Dev mientras él rodaba una película en Estados Unidos. En ese momento, no soltaría ni la revista que llevaba en el fondo del bolso, la que tenía la foto de su marido en la portada. Esa foto y la historia que ilustraba habían encendido un fuego dentro de ella que todavía ardía con toda su fuerza.
Fue hasta el centro del vestíbulo y miró lo que tenía enfrente. Olía a alcohol, sudor y tabaco y reconoció a algunos invitados. Eran famosos y actores que salían en carteles de cine. Eran impresionantes aunque tuvieran el pelo mojado y las ropas pegadas al cuerpo mientras se movían frenéticamente al ritmo de la percusión. Entrecerró los ojos al ver que dos invitados competían a ver quién bebía más. Así pasaba los días su marido cuando ella estaba fuera. Sin embargo, no debería sorprenderle después de haber leído la revista, aunque fuese antigua.
Se preguntó el motivo de la fiesta. Tenía que ser por negocios. Dev estaba destinado a reinar en ese mundo desde que nació, pero no se conformaba con ocupar su sitio en la cima, quería conquistar nuevos territorios y ganar poder. El dinero era secundario para él, aunque dedicaba cada momento del día a los negocios. Al menos, casi todos los momentos. Ella había sido la excepción. Había creído que eso significaba que la amaba, pero ya sabía que no era así.
Siguió el recorrido por la casa y se preguntó si él diría que era una fiesta para darle la bienvenida. Era tan descarado que podría intentarlo. Podía mentir e incumplir promesas sin que le pasara nada. Dev era intocable.
Sin embargo, su regreso había sido impulsivo, no había sabido que volvería hasta el día anterior. En ese momento, se preguntaba si habría sido una decisión equivocada. Se mordió el labio inferior mientras se alejaba de la puerta principal. Quería demostrar que ya no era vulnerable, que era más fuerte de lo que podía imaginarse su marido. Vaciló antes de entrar más en la casa. Había llegado a sentirse cómoda allí, incluso, la había considerado su casa. En ese momento, sabía que había sido una ilusión. En vez de protegerla, le habían arrebatado la fuerza y la libertad. Agarró la correa del bolso y miró alrededor intentando recordar dónde estaba la salida más cercana. Oyó unos aplausos y unos cánticos que llegaban de la sala de billar. Dio media vuelta y se dirigió hacia allí. Dev, con su virilidad imponente y su poder de estrella, siempre era el centro de atención. Puso los ojos en blanco cuando reconoció la canción. Era de la primera película que fue un éxito de Dev. La había visto infinidad de veces, pero sabía que su marido, en privado, criticaba su actuación. No pondría esa canción si no se la hubiese pedido alguien importante. Entonces, se acordó de que en esa escena también había una actriz. ¿Estaría bailando con una pareja? Se le revolvieron las entrañas, pero siguió avanzando. Tenía que verlo con sus propios ojos. Entró en la sala de billar y pasó desapercibida entre la multitud. Nadie la miró con su camisola arrugada y sus vaqueros amplios. La élite de Bollywood, la industria del cine indio, solo se fijaba en ella cuando iba del brazo de su marido.
Todos saltaban con los brazos estirados mientras cantaban. Se detuvo cuando oyó la carcajada de Dev, un sonido que le atravesó el corazón. Parecía despreocupado y contento. ¿Cómo podía estar así después de todo lo que había pasado? ¿No sentía nada o era un alivio para él? Haber vuelto para el enfrentamiento final quizá fuese una mala idea. Siempre había sospechado que había sido una carga para él. Había pensado que habían estado enamorados, pero en ese momento se daba cuenta de que se había sentido obligado a casarse con ella. Además, los padres de él no la habían aceptado, pero ¿quién podía reprochárselo? Sus padres eran leyendas de Bollywood y ella procedía de las chabolas. Dev había renunciado a los planes de sus padres y había acabado renunciando a ella.
Todo el mundo había sabido que tenía que suceder, todos habían creído que lo había engañado para que se casara con ella. La confundieron con los papeles de chica seductora que representaba en aquellas películas de bajo presupuesto. Quizá Dev también la hubiese confundido. Pronto fue evidente que no era la mujer sexy y desvergonzada de sus sueños. Había estado dispuesto a volver a ser el playboy de siempre y no iba a permitir que una esposa se lo impidiera.
Ella no iba a permitir que él ejerciera más poder sobre ella. Tomó aliento y se mezcló con la multitud. Se detuvo cuando lo vio solo en medio del círculo. Tenía cautivados a los invitados mientras ejecutaba el complicado baile con una elegancia natural. Sintió una opresión en el pecho. Dev Arjun, su primer amor, su mayor error. Lo miró fijamente sin poder respirar. Era musculoso y delgado gracias a los años de entrenamiento para sus famosas películas de acción. Se estremeció al recordar su piel cálida y dorada y las contracciones de su abdomen granítico cuando lo acariciaba. Se sonrojó y sintió un cosquilleo en la piel cuando él terminaba ese baile y animaba a los demás a seguir. Sin embargo, nadie podía igualar sus movimientos precisos y descarados. Cuando levantó los brazos como un héroe, le pareció más alto de lo que recordaba. Su camisa negra no podía ocultar el impresionante pecho y sus vaqueros se ceñían a los poderosos muslos. Deseó no percibir su belleza, pero era un hombre en la flor de la vida que irradiaba fuerza y vitalidad. Hubo un momento en el que anhelaba que la rodeara con sus poderosos brazos, en ese momento, sabía mantener la distancia.
Mientras el público lo vitoreaba, lo miró a la cara y vio las ojeras y las arrugas que le rodeaban los ojos. Sus rasgos angulosos eran ásperos y fascinantes. Parecía mayor y más duro.
Dev se inclinó antes de aceptar una bebida de un amigo. Luego, cuando se incorporó, sus miradas se encontraron. Él se quedó paralizado con el vaso a medio camino de la boca y los ojos fuera de las órbitas.
–Tina…
Su voz ronca hizo mella en su manojo de nervios y quiso fundirse con la multitud, quiso salir corriendo. No estaba preparada para eso, para él. Sin embargo, era demasiado tarde.