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Rivales en las sombras: Amantes y enemigos
Rivales en las sombras: Amantes y enemigos
Rivales en las sombras: Amantes y enemigos
Libro electrónico176 páginas3 horas

Rivales en las sombras: Amantes y enemigos

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Información de este libro electrónico

Cari Chandler no había olvidado a Declan Montrose; su bebé era un continuo recordatorio. El multimillonario, enemigo acérrimo de la familia de Cari, había salido de su vida a la mañana siguiente de acostarse con ella, pero ahora había vuelto con ganas de venganza.
El último paso para salir vencedor de la larga contienda entre sus familias era hacerse con la empresa de Cari. Pero para Dec, ella era más que un daño colateral: deseaba seducirla una y otra vez. Hasta que descubrió que lo que ocultaba era mucho más valioso que su empresa, era el hijo que había tenido con él. Dec estaba dispuesto a arrebatárselo sin importarle a qué precio.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 jun 2018
ISBN9788491886938
Rivales en las sombras: Amantes y enemigos
Autor

Katherine Garbera

Katherine Garbera is a USA TODAY bestselling author of more than 100 novels, which have been translated into over two dozen languages and sold millions of copies worldwide. She is the mother of two incredibly creative and snarky grown children. Katherine enjoys drinking champagne, reading, walking and traveling with her husband. She lives in Kent, UK, where she is working on her next novel. Visit her on the web at www.katherinegarbera.com.

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    Rivales en las sombras - Katherine Garbera

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2013 Katherine Garbera

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Rivales en las sombras, n.º 155 - julio 2018

    Título original: His Instant Heir

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9188-693-8

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Índice

    Capítulo Uno

    Capítulo Dos

    Capítulo Tres

    Capítulo Cuatro

    Capítulo Cinco

    Capítulo Seis

    Capítulo Siete

    Capítulo Ocho

    Capítulo Nueve

    Capítulo Diez

    Capítulo Once

    Capítulo Doce

    Capítulo Trece

    Capítulo Catorce

    Capítulo Quince

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo Uno

    Cari Chandler se detuvo bajo el umbral de la puerta de la sala de conferencias. En la pared del fondo había un retrato de su abuelo, de joven, con expresión decidida. Ahora se daba cuenta de que apenas sonreía. En aquel momento no estaría muy contento, puesto que el nieto de su enemigo más odiado estaba en sus dominios.

    Desde finales de los años setenta, los Chandler y los Montrose habían estado enfrentados, tratando de sacarse mutuamente del mercado de los videojuegos. Su abuelo había ganado aquella trifulca hacía mucho tiempo, llegando a un acuerdo con una compañía japonesa y dejando fuera a Thomas Montrose. Pero nada de eso importaba ya, puesto que los herederos Montrose y su empresa Playtone Games habían dado el golpe de gracia con la adquisición hostil de Infinity Games. A Cari y sus hermanas, Emma y Jessi, solo les quedaba recoger los restos e intentar alcanzar algún tipo de acuerdo para salvar sus trabajos y su legado.

    Cari, en su calidad de directora de gestión, había sido la elegida para tratar con Declan Montrose. Tenía sentido, puesto que se encargaba de las negociaciones, pero el secreto que llevaba tanto tiempo ocultando de repente se le hacía asfixiante. Si se lo hubiera confiado a sus hermanas, no tendría que lidiar con Dec en aquel momento.

    La larga mesa de juntas era de madera oscura y las sillas que la rodeaban de cuero. Se concentró en los detalles de la sala en vez de en el hombre que estaba de pie junto a la ventana. Apenas había cambiado en el año y medio que hacía que no lo veía.

    Por detrás, reparó en que llevaba su pelo castaño rojizo más largo, pero seguía ondulándose al llegar al cuello de la camisa. Ancho de hombros y esbelto de cintura, seguía teniendo el cuerpo imponente que recordaba entrelazado al suyo. Un escalofrío la recorrió.

    «No, no pienses en eso. Concéntrate en la adquisición. Cada cosa a su tiempo», se dijo.

    –Dec, no pensé que volvería a verte.

    Había pronunciado su nombre. Su voz había sonado decidida, lo que le agradó a pesar de que estaba temblando por dentro.

    –Espero que sea una agradable sorpresa –replicó él, y sonrió con ironía.

    Luego, se apartó de la ventana y se acercó a ella hasta quedarse a apenas a un palmo de distancia.

    El aroma familiar de su loción para el afeitado la envolvió y cerró los ojos al recordar la intensidad de aquel olor en la base de su cuello. Se obligó a recuperar la compostura, se cruzó de brazos y se recordó que estaba allí por negocios. Unos golpes en la puerta le sirvieron de distracción.

    –Adelante –dijo ella.

    Ally, su secretaria, apareció con dos tazas con el logotipo de Infinity Games, y le dio una a cada uno. Cari rodeó la mesa hasta la cabecera. Se sentía más segura sentándose al otro lado de él. Ally le preguntó a Dec cómo le gustaba el café y le contestó que lo tomaba solo. Luego, se fue.

    –Por favor, toma asiento.

    –No te recordaba tan formal –replicó él, apartando una silla para sentarse.

    Cari ignoró su comentario. ¿Qué podía decir? Desde la primera vez que lo había visto, se había sentido atraída por él. Incluso después de enterarse de que era un Montrose y, por ende, enemigo de su familia, había seguido deseándolo.

    –Asumo que estás aquí para analizar los activos de mi compañía.

    Él asintió.

    –Me dedicaré las próximas seis semanas a evaluar los activos de la compañía sobre el terreno. Tengo entendido que tenéis tres divisiones de juego diferentes.

    Debería habérselo imaginado. Había dejado a un lado las emociones para dedicarse a los negocios. Le gustaría poder hacer lo mismo, pero no se le daba bien ocultar sus sentimientos. Cíborg, había oído que lo llamaban, un apodo le hacía justicia.

    La miró y en aquel instante se dio cuenta de que se había quedado estudiándolo fijamente. Aquello no iba a funcionar. En cuanto se fuera, llamaría a Emma, su hermana mayor y directora general de Infinity, y le pediría que ella o Jessi trataran con Dec.

    –¿Cari?

    –Lo siento. Sí, tenemos juegos para consola, móvil y en línea. Superviso las tres áreas.

    –Necesito reunirme con todos los empleados y evaluarlos a cada uno. Luego redactaré un informe para la junta directiva con mis recomendaciones.

    –Claro, sin problemas. Emma ya me había avisado de que querrías conocer a los empleados. ¿Qué vendrás, uno o dos días por semana? –preguntó, cruzando los dedos.

    –No, quiero tener un despacho aquí para poder estar en el meollo –dijo echándose hacia delante–. ¿Acaso va a ser un problema?

    –En absoluto –replicó Cari con la mejor sonrisa que pudo esbozar.

    Al verlo reír, supo que su sonrisa había quedado demasiado forzada.

    –Nunca se te ha dado bien ocultar tus sentimientos –observó él.

    Cari sacudió la cabeza. Habían tenido una aventura de una noche, no una relación.

    –No digas eso. No me conoces. Lo único que tuvimos fue una cita y una noche juntos.

    –Creo que me hice una idea de cómo eres.

    –¿De veras? –dijo ella–. Entonces, ¿por qué me dejaste sola en aquella habitación de hotel?

    Dec se recostó en su asiento y dio un largo sorbo a su café antes de levantarse y acercarse hasta ella. Luego se apoyó en la mesa y se quedó mirándola desde arriba. Cari se sintió tentada a levantarse, pero no quería que creyera que la intimidaba.

    –No soy hombre de compromisos –dijo por fin–. Y, aunque creas que no te conozco, Cari Chandler, tendría que estar ciego para no darme cuenta de que las cosas te afectan demasiado.

    Quería negarlo, pero lo cierto era que tenía un corazón generoso, como el resto de la familia Chandler. Trabajaba como voluntaria en varias causas, donando su tiempo y su dinero, y en más de una ocasión se había sentido conmovida por alguna historia en el trabajo. Al principio Emma se había enfadado, hasta que se había dado cuenta de que así se ganaba la lealtad de los empleados porque sentían que los directivos se preocupaban.

    –No esperarías que me aferrara a ti y te profesara amor eterno, Dec.

    Apenas lo conocía a pesar de que habían compartido una noche de sexo. Tal vez le habría gustado volver a verlo y conocerlo mejor, pero había descubierto todo lo que necesitaba saber después de que se fuera.

    –Fue solo una noche –añadió.

    –Una noche fabulosa, Cari –dijo, y tomando el respaldo de la silla, la hizo girar para que lo mirara–. Quizá debería recordarte lo bien que lo pasamos juntos.

    Ella empujó la silla hacia atrás y se levantó. Había llegado el momento de tomar el control de aquella reunión.

    –No es necesario. Aunque me acuerde de los detalles de aquella noche, lo que se me quedó grabado fue la mañana de después.

    –Por eso me marché. No se me da bien lidiar con las secuelas.

    –¿Las secuelas?

    –Ya sabes, las mujeres os ponéis muy sentimentales y decís cosas empalagosas.

    Cari sacudió la cabeza. Estaba claro que para Dec no era más que una aventura pasajera. Con su secreto en mente, sabía que debía comentar algo de la noche que habían compartido, pero de momento no iba a hacerlo. Se concentraría en los negocios y en encontrar la manera de salvar el legado de su familia sin que fuera desmantelado y destruido.

    Tenía que admitir que oír a Dec la ponía triste porque quería algo mejor para ella. Le habría gustado que le dijera que no había querido irse y que había pensado en ella cada día. Probablemente, aquellos eran los comentarios que él consideraba empalagosos.

    –¿Decepcionada?

    –Supongo que es por eso por lo que un codiciado multimillonario como tú sigue soltero.

    Trató de disimular lo desencantada que se sentía porque fuera exactamente como había pensado que era. Había tenido esperanzas de haberlo conocido en un mal día.

    –Quizá es que no he encontrado a la mujer adecuada que me haga cambiar –comentó con una medio sonrisa pretenciosa.

    –No pareces un hombre al que se pueda hacer cambiar.

    Touché. Estoy contento con mi vida, pero eso no significa que no sepa valorar a una mujer como tú cuando se cruza en mi camino.

    Quería seguir enfadada con él, pero estaba siendo sincero y no podía culparlo. Aunque le habría gustado tener algo más con Dec, había sabido desde el momento en que habían salido a cenar que lo único que buscaba era una aventura.

    –Creo que tendría más suerte encontrando una aguja en un pajar.

    –Cena conmigo y averígualo.

    –¿Estarías dispuesto a considerar que Playtone Games sea socio sin voto en Infinity?

    Dec rio.

    –Imposible.

    –Entonces no hay cena.

    Necesitaba poner distancia y pensar antes de cometer alguna estupidez con él.

    –Tenemos que trabajar codo con codo y no creo que pasar tiempo juntos fuera de la oficina sea apropiado –dijo ella por fin.

    Antes era más impulsiva, pero después de la noche que había pasado con aquel hombre había aprendido que actuar sin pensar traía consecuencias.

    –La Cari que conozco no toma decisiones solo con la cabeza.

    –He cambiado –afirmó con rotundidad.

    –Eso me gusta.

    Cari era consciente de que tenía que asumir que el hombre con el que había tenía una aventura de una noche había vuelto. Cada vez tenía más claro que la compra de la compañía era el menor de sus problemas. Iba a tener que hablarle de su hijo, del hijo de ambos.

    Pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.

    Cari había cambiado. Era evidente incluso para alguien como él, que solo había pasado una noche con ella. Dec sabía que las cosas entre ellos siempre serían complicadas, y mucho más en aquel momento. Sus familias eran enemigas y su primo, Keller Montrose, el presidente de Playtone Games, no iba a estar contento hasta que no quedara nada de Infinity y del legado de Gregory Chandler.

    Aquella preciosa rubia que tenía ante él no iba a ser más que otro daño colateral.

    Dec nunca la había considerado una enemiga. Desde el primer momento en que la había visto, había deseado conocerla mejor y no con el fin de usar esa información para arrebatarle su compañía.

    Al ser adoptado, nunca se había sentido un verdadero Montrose, y siempre se había tenido que esforzarse en demostrar que era tan leal como Kell y su otro primo, Allan McKinney.

    De vuelta en California y teniendo por oponente a Cari, era la ocasión de demostrar su valía ante la familia Montrose, además de volver a encontrarse con la mujer a la que no había olvidado. Con su cabello rubio cayendo en suaves ondas por sus hombros y sus bonitos ojos azules, lo había hechizado. No había podido olvidar su mirada mientras la había tenido entre sus brazos.

    Fijándose con más atención, se daba cuenta de que el año y medio que había transcurrido desde que se separaron le había aportado una mayor confianza en sí misma. Fue subiendo la mirada desde sus zapatos marrones de cinco centímetros de tacón. Seguía teniendo los tobillos finos, pero sus gemelos parecían más musculosos. Aunque la falda le impedía ver mejor sus piernas, parecía haber ensanchado de caderas. La chaqueta evidenciaba que su cintura seguía siendo estrecha, pero sus pechos… Vaya, sus pechos eran bastante más generosos.

    –Mírame

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