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La Nueva Cura Bíblica para las enfermedades del corazón
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Libro electrónico162 páginas2 horas

La Nueva Cura Bíblica para las enfermedades del corazón

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 La gente hoy en día necesita y desea saber específicamente cómo sentirse y lucir mejor, cómo vivir  más tiempo y llevar vidas saludables. En cada libro de la serie La cura bíblica, los lectores encontrarán información médica alternativa junto con verdades bíblicas alentadoras que fortalecen la fe. Presentar las enfermedades y los asuntos de salud comunes en hombres, mujeres y niños es una adición perfecta para el estante.   
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 may 2012
ISBN9781616382971
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    La Nueva Cura Bíblica para las enfermedades del corazón - Don Colbert

    amén.


    Capítulo 1

    ESPERANZA PARA BATIR LAS ESTADÍSTICAS DE LAS ENFERMEDADES DEL CORAZÓN

    ¿HA PENSADO ALGUNA vez en el maravilloso diseño y funcionamiento de su sistema cardiovascular? Es la sorprendente autopista del cuerpo. Las grandes arterias en él se parecen mucho a las autopistas interestatales, y las pequeñas arterias son como calles y calles laterales. La principal función del sistema circulatorio es llevar oxígeno y nutrientes a todas las células de su cuerpo y eliminar restos y desechos celulares.

    Cada día, su corazón late aproximadamente 100 000 veces, bombeando unos 7.500 litros de sangre mediante los 9.600 kilómetros de vasos sanguíneos que hay en su cuerpo, los cuales incluyen arterias, venas y capilares. A pesar de esta increíble distancia, la sangre circula por su sistema completo aproximadamente una vez por minuto. Así, su corazón latirá más de 2.500 millones de veces si vive usted un periodo de vida promedio, y bombeará más de 3 780 000 litros de sangre.¹ Este sistema de autopistas es verdaderamente maravilloso.

    ¿No sería una buena idea mantener esta autopista de vasos sanguíneos libre de atascos de tráfico?

    ¿FORMANDO UN EMBOTELLAMIENTO MORTAL?

    Sí, podríamos pensar de los problemas de corazón en términos de circulación de tráfico y un atasco de tráfico. El peor colaborador para un embotellamiento mortal es una enfermedad llamada ateroesclerosis, la cual ataca los vasos sanguíneos del corazón. Las arterias que llevan al corazón sangre y nutrientes son las arterias coronarias. Son las arterias más estresadas del cuerpo porque son muy oprimidas por la acción de bombeo del corazón.

    La ateroesclerosis es el endurecimiento de estas arterias debido más comúnmente a excesivas cantidades de placa. Esta placa contiene colesterol, calcio, glóbulos blancos, colágeno, elastina, plaquetas y otros materiales. Podría usted comparar la placa a una acumulación de residuos en una tubería. A medida que se forma la placa en las arterias, el flujo de sangre finalmente disminuye hacia órganos vitales, entre los que se incluyen el corazón y el cerebro. Esta acumulación puede conducir a una interrupción de flujo sanguíneo a una arteria en el cerebro, lo cual causa un derrame cerebral. Cuando el flujo de sangre se interrumpe en una arteria coronaria, se produce un ataque al corazón.

    DEJAR LIBRE EL TRÁFICO

    Si la ateroesclerosis es la causa de un atasco de tráfico en el flujo sanguíneo, le alegrará saber que hay fuerzas que están trabajando en su cuerpo para dejar libre el atasco de tráfico. Puedo explicar mejor esto dividiendo el proceso en dos partes: (1) el problema de los radicales libres, y (2) el problema de la inflamación, del que hablaré en el capítulo siguiente.

    El problema: estrés oxidativo

    Un radical libre no es un terrorista que intenta bombardear nuestra embajada; en cambio, es una molécula defectuosa que envía metralla molecular, dañando las arterias coronarias y otras células en nuestro cuerpo. Para imaginar este problema, piense en el proceso de oxidación. Queme leña en una chimenea y el humo es un subproducto. De manera similar, cuando usted metaboliza alimentos en energía, el oxígeno oxida (o quema) los alimentos para producir energía. Este proceso no crea humo como el que sale al quemar leña en una chimenea, pero sí produce peligrosos subproductos conocidos como radicales libres. Son moléculas que tienen electrones que vagan libremente para causar daño en otras células. Los subproductos de la oxidación se denominan radicales libres. ¿No es irónico que el oxígeno de la respiración sea crítico para la vida y que el uso que hacen nuestras células del oxígeno sea la mayor fuente de radicales libres en nuestro cuerpo?

    Con respecto a las enfermedades del corazón, el problema es que los radicales libres causan estragos en las capas de las arterias. Las capas de las arterias coronarias están formadas por células muy sensibles que fácilmente pueden soportar daños de los radicales libres producidos por los radicales libres del oxígeno, el humo de cigarrillos, la hipertensión, el estrés excesivo, un elevado colesterol, una elevada lipoproteína, una elevada homocisteína y otros factores de riesgo. La oxidación es un proceso bioquímico normal en el cuerpo; sin embargo, a veces se producen cantidades excesivas de radicales libres, o podemos tener una inadecuada protección de antioxidantes. Este estrés oxidativo puede dañar células y tejidos sanos, incluyendo la capa interna de las arterias o endotelio. Cuando el colesterol LDL es oxidado, es especialmente dañino para las capas de las arterias y se relaciona con la formación de placa.

    Por tanto, los radicales libres son los enemigos de nuestros vasos sanguíneos y de las células de nuestro cuerpo en general. Algunos cálculos dicen que las células en nuestro cuerpo pueden sufrir más de 10 000 impactos de radicales libres cada día, en especial si tenemos inadecuados antioxidantes.

    ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, él mismo será destruido por Dios; porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.

    —1 CORINTIOS 3:16–17, NVI

    La solución: antioxidantes

    La cura de Dios en la Biblia para ganar la batalla contra las enfermedades del corazón incluye una potente arma contra los radicales libres: antioxidantes. Son increíbles sustancias que ralentizan la oxidación y obstruyen o reparan las reacciones de los radicales libres en nuestro cuerpo.

    El corazón es el órgano que más trabaja en el cuerpo. Ya que las arterias coronarias soportan más desgaste y presión que otras arterias, también necesitan ser constantemente reparadas. Los antioxidantes son extremadamente importantes en la prevención de las enfermedades del corazón debido a sus funciones de bloqueo y reparación.

    Millones de grietas microscópicas y zonas dañadas pueden producirse en el interior de las paredes de las arterias por el daño oxidativo. Cuando el cuerpo no tiene cantidades adecuadas de antioxidantes, especialmente glutatión y vitaminas C y E, para reparar la capa interna de los vasos sanguíneos dañados, será más propenso a formar placa en las arterias. Esto, junto con la inflamación crónica, forma vetas adiposas en los vasos sanguíneos y conduce a la formación de placa. Sin embargo, cantidades adecuadas de antioxidantes como glutatión, vitaminas C y E, bioflavonoides, extracto de corteza de pino y de semilla de uva, resveratrol, jugo de granada, y bayas como arándanos, moras, frambuesas y fresas pueden ayudar a prevenir que se produzcan esas grietas en un principio (véase el Apéndice).

    Imagínelo de la siguiente forma: imagine reparar una casa después de que un tornado haya dañado parcialmente el tejado y las paredes. Si usted no tuviera el dinero para reparar el tejado y las paredes adecuadamente, y se limitase a parchearlas con los materiales baratos que tuviera a mano, la siguiente tormenta bien podría destruir su morada.

    De igual manera, si usted tiene en su dieta los antioxidantes inadecuados y está dañando sus vasos sanguíneos con tabaco, alta presión arterial o una dieta con mucha grasa, áreas de sus vasos sanguíneos normalmente se inflamarán de manera crónica y atraerán monocitos (glóbulos blancos), que son transformados en macrófagos, otro tipo de glóbulos blancos. Estos macrófagos son súper recolectores de basura que engullen colesterol oxidado y desechos celulares y finalmente forman vetas de grasa y más adelante placa de grasa. Sin embargo, las vitaminas antioxidantes ayudan a prevenir o reparar la capa interior de los vasos sanguíneos que están dañadas y detienen o disminuyen la destructiva respuesta inflamatoria. Sin los antioxidantes adecuados, se forma más placa. Si esto continúa por décadas, la placa de grasa se acumula en sus vasos sanguíneos, creando ateroesclerosis, que finalmente puede conducir a un ataque al corazón. ¡Eso ciertamente no es la voluntad de Dios para usted!

    Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente.

    —3 JUAN 2, NVI

    Para tener un corazón sano, no olvide sus cítricos y vitamina C. La vitamina C es un antioxidante muy importante para la reparación de los daños a las arterias coronarias. Ayuda a aumentar la producción de colágeno y elastina, los cuales añaden estabilidad a nuestros vasos sanguíneos. El colágeno producido sin vitamina C es más débil y provoca que los vasos sanguíneos se vuelvan frágiles. El escorbuto resulta de un suministro muy empobrecido de reservas de vitamina C en el cuerpo. Esta afección causa una gradual descomposición de colágeno, conduciendo a una ruptura de vasos sanguíneos, que da como resultado una hemorragia interna.

    En el capítulo 3 le daré mis recomendaciones concretas para combatir mis principales veinticuatro factores de riesgo para un ataque al corazón mediante la dieta y los suplementos nutricionales.


    Un hecho de salud de LA CURA BÍBLICA

    Mientras que muchos animales pueden crear su propia vitamina C, las personas no pueden hacerlo. Debemos reponerla diariamente por medio de nuestra dieta. Desgraciadamente, gran parte de nuestros alimentos están tan procesados que queda muy poca vitamina C en ellos. Los cítricos son una importante fuente de vitamina C, pero aunque la mayoría de nosotros puede que tenga suficiente vitamina C para prevenir el escorbuto, no tenemos suficiente para ganar la guerra contra la arterioesclerosis.


    VIVIR CON FE Y ESPERANZA

    Cuando publiqué originalmente este libro en 1999, la Asociación Americana del Corazón

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