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Una revolución de las almas
Una revolución de las almas
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Libro electrónico334 páginas4 horas

Una revolución de las almas

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El choque entre Occidente y Oriente Medio es un problema de elevada complejidad que no sólo afecta al “espíritu de la época” en la manifestación de conflictos bélicos, inestabilidad macroeconómica, flujos migratorios, crisis y transiciones energéticas, reorganización política mundial, resurgimiento de posiciones ideológicas extremistas y fundamentalismos religiosos. También pone de relieve la necesidad de revisar el concepto humano de “conciencia”. Hashim Cabrera, intelectual de referencia en el debate del estado contemporáneo del Islam, desarrolla en este ensayo una profunda reflexión antropológica y sociológica en torno a todas estas cuestiones dirigidas por una rigurosa crítica hacia los sistemas de interrelación entre civilizaciones.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 abr 2020
ISBN9781370758692
Una revolución de las almas
Autor

Hâshim Cabrera

Hâshim Cabrera (Sevilla, 1954) es un intelectual andaluz especializado en los vectores de pensamiento interculturales que relacionan a Oriente con Occidente. Es autor de numerosos libros que versan sobre Filosofía Islámica, Sociología, Estética, Teoría del Arte y Antropología Cultural. Entre sus títulos de género ensayístico caben destacar "Islam y Arte Contemporáneo" (1994), "De la desaparición de los ángeles: Ibn Rushd o el debilitamiento de la imaginación creadora" (1998) o "Huellas e imágenes de la realidad en el discurso de los media" (2004). Su obra poética, de acervo místico y espiritual, se compone de los títulos "Poemas del frío" (2005), "El amante despierto" (2011) y "Oxímoron" (2013).Con todo, su principal campo de expresión y activismo cultural está demarcado por las artes plásticas, la escultura y las instalaciones performativas que desarrolla a través de disciplinas mixtas, cuyas propuestas conceptuales ponen en valor la vigencia de los valores humanos que a lo largo de las tradiciones han ayudado a los hombres a entenderse desde la compasión y la realización de la conciencia.

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    Una revolución de las almas - Hâshim Cabrera

    PRÓLOGO

    SIN ALMA NO HAY REVOLUCIÓN

    Hâshim es mi amigo. Un ángel sin alas con el que comparto el alma que nos habita en cada uno de nuestros míseros cuerpos. Un hermano de los que pare la libertad con más fuerza que la sangre. Quizá fuera de justicia desgranar ahora toda su inmensa trayectoria vital, mística, intelectual y artística para ayudar al lector a reconocer la fuente de donde mana el agua. Y siendo justo, creo que cometería un delito de alta traición contra su mensaje más revelador y revolucionario. Demasiadas veces, la justicia humana se encuentra en las antípodas de la verdad, y por esa razón merece la santidad quien ha sido calumniado por cien hombres justos. Hâshim es mi amigo. Y no encuentro otro comienzo más justo ni decorado más sincero para el zaguán de esta casa.

    Nuestra amistad se funda en una ley no escrita que hemos elevado a pacto irrevocable: los dos sabemos que el otro sería incapaz de hacer daño a nadie de manera premeditada. Aceptamos con resignación el daño ajeno como una tormenta en mitad del camino. La lluvia nos cala en el alma porque no alcanzamos a comprender las motivaciones íntimas que llevan al ser humano a dañar por dañar. Jamás responderíamos causando un átomo de dolor por venganza. Y, para colmo, nos mostramos torpes en la búsqueda de un refugio que nos resguarde el corazón de la intemperie. Hâshim es mi amigo y, por encima de todo, una buena persona. Ambas cualidades son la clave para entender el porqué de este libro.

    Crisis de civilización y cambio de horizontes tras el fin de la historia fue su primer título. Sin duda, una declaración de principios y una certera descripción de su contenido. Hâshim emprende un viaje razonado y descorazonador desde el viejo paradigma que ha enterrado la espiritualidad en la fosa común de los saberes científicos, para construir en su lugar un atrezo imaginario a fuerza de pantallas hipnóticas y mensajes primarios que conforman un ser humano desalmado, fáustico, que aspira a tenerlo todo menos un corazón que le haga sentir que no necesita nada.

    Le duele comprobar que sobrevivimos atrapados en esta red que nos hace creer que somos felices y libres por tener la capacidad de poder elegir para comprar. Y le duele dos veces porque sabe que es mentira, que todo obedece a un trampantojo planetario diseñado por poderes invisibles para condenarnos a una permanente insatisfacción y esclavitud por culpa de un sistema ecocida, liberticida y culturicida, sin aparente alternativa. Le duele que hayan mordido el anzuelo sociedades milenarias con tradiciones espirituales, como la islámica, que deberían ser la barricada

    frente a esta invasión de memes y videos sin un contenido político explícito que, sin embargo, aquilatan la sensación de vértigo que necesita este sistema embaucador para expandirse como un melanoma por todo el mundo. Hâshim es mi amigo, una buena persona y es musulmán.

    La obra cuestiona con crudeza la deriva de estas sociedades que han abdicado de la raíz pacífica y trascendente de donde brotan sus ramas. El retorno a las cruzadas. Le cuesta entender que unos y otros hayan aceptado el rol de enemigos que se reprochan entre sí, especialmente, quienes tienen al islam como modo de vida por ser el suyo. Hâshim es andaluz. Hijo de la isla del mediodía donde occidente y oriente se abrazaron desde tiempos atávicos, mucho antes de Al Ándalus, cuando el Mediterráneo era cuna de civilizaciones y no un cementerio de migrantes.

    Ser musulmán no lo convierte en extranjero. Y, sin embargo, conoce la sensación del exilio interior que padecen los mal denominados conversos. En sus propias palabras, "unos seres humanos que, tratando de ser musulmanes, han encontrado un criterio integral y unitario que les ayuda a vivir en este mundo con dignidad y con sentido, que les aleja del sentimiento de que la convivencia humana es una utopía, que les procura un vínculo real con todo ser humano, sea de la raza, de la cultura o de la creencia que sea, con la naturaleza y con toda criatura, que les hace responsables de sus vidas y de sus palabras en el contexto global y planetario. En eso coinciden plenamente con los seguidores de las mejores tradiciones de sabiduría.

    Por eso tal vez sea necesario aclarar que no se sienten enemigos de nadie —ni tan siquiera de aquellos que tratan de negar y ocultar la realidad tras las imágenes—, que no son antiárabes ni antinorteamericanos, pero que no admiten la manipulación del pensamiento y de la sabiduría tradicio

    nales en nombre ni del progreso ni de la ideología ni de la doctrina, y que, por eso mismo, resultan a veces tan incómodos para quienes basan su poder en esas formas rígidas de consenso y control. Están abiertos al diálogo y al compromiso con la realidad social y cultural en la que viven, con los principios democráticos. Se sienten profundamente humanos, dispuestos siempre a colaborar en la difusión del conocimiento y en la erradicación de la barbarie". Hâshim es mi amigo, una buena persona, musulmán, y revolucionario.

    Su revolución huele a jazmines. Es frágil como una mariposa en un incendio y poderosa como una cerilla en la negrura de la madrugada. Nace del corazón pero atraviesa la razón como el aire que lo inunda todo. Su pensamiento es radical porque reivindica que nuestras piernas vuelvan a ser raíces clavadas en la tierra. Quiere que cada mañana volvamos a mirar el parto del sol para no desorientarnos, y que cada noche sigamos a la estrella polar para no perder el norte. Saber y sentir que somos parte del todo y que el todo reside en cada poro de nuestra piel. Reconectar con la Naturaleza para reconectar con nosotros mismos. El camino trascendente que une la sangre de nuestras venas con el agua del manantial es el mismo que hilvana el alma con las estrellas más alejadas del firmamento. Hâshim es mi amigo, una buena persona, musulmán, revolucionario y vive en el campo.

    Su casa es su trinchera. No puede ni quiere vivir al margen de lo que acontece en las noticias cotidianas, pero lo hace con la aguja del compás situada frente a una alberca con las paredes teñidas de verde. Escucha el canto de los pájaros al amanecer y los zumbidos de las chicharras en verano. Allí compone sus cuadros, sus versos, su pensamiento, su vida. Y desde allí resiste a los intentos globalizadores que pretenden hacernos cada vez más homogéneos y más enemigos del distinto pobre. Esos que han

    convertido el humanismo en una impostura, en un club hipócrita al que sólo pueden pertenecer los poderosos y quienes se alisten por instinto de supervivencia en su ejército contra la diversidad. España ya forma parte de los Estados elegidos por esas manos invisibles para erradicar de la faz del planeta a quienes creíamos que nos unía el respeto por la diferencia. Y Andalucía, en cuanto que memoria colectiva que abraza al distinto y al necesitado, en cuanto que cultura resiliente que no ha olvidado el poder revolucionario del alma, puede y debe ser un faro en mitad de la tormenta. Hâshim es mi amigo, una buena persona, musulmán, revolucionario, vive en el campo y es andaluz.

    Ahora entenderán la urgencia y la necesidad de una revolución de las almas. Ahora entenderán por qué sostienen con esperanza las páginas de este ensayo. Porque sin alma, no hay revolución. Y Hâshim no sólo ha elaborado un riguroso diagnóstico de la pérdida del alma en nuestra sociedad postindustrial, no sólo ha cuestionado con valentía los desvaríos de tradiciones espirituales que hoy serían el antídoto contra la deshumanización imperante, sino que lo lleva a cabo en su día a día desde que lo conozco y lo quiero. Su amistad es el arma que precisa este tratado para poder ser llevado a la práctica. Desde la convicción íntima de no dañar jamás a nadie, por más que disienta o por más que nos odie. Por favor, huye de quien odia, incluso de ti mismo si te descubres odiando a quien te odia. Viviendo en plena consciencia dentro de la Naturaleza porque somos Naturaleza. Enarbolando la bandera humanista y universal de su identidad cultural y espiritual que no lo hace idéntico a nadie. Con el corazón abierto de par en par. Amando.

    Autor del prólogo: Antonio Manuel Rodríguez

    [Antonio Manuel Rodríguez Ramos es profesor de Derecho Civil en la UCO, coordinador del Laboratorio Jurídico sobre Desahucios de la Universidad de Córdoba, vicepresidente de la Federación de Ateneos de Andalucía, patrono de la Fundación Blas Infante, escritor y activista.]

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    * * *

    0

    PREÁMBULO

    Aún no había concluido el siglo xviii cuando el genio de Goya grabó en aguafuerte sus ‘Caprichos’, entre los que se encuentra uno de título más que profético: El sueño de la razón produce monstruos. En aquella época, la Razón y el Progreso comenzaban a ser las referencias ‘fuertes’ de una modernidad que se estaba acicalando frente a la máquina de vapor o en las viejas estaciones del ferrocarril para desembocar en la tremenda confrontación que se extendería desde finales del siglo xix hasta mediados del xx, con dos guerras mundiales de por medio y su apoteosis en el lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, en Japón, como corolario de la segunda de ellas.

    Pero en aquel momento transicional en que Goya grabó sus aguafuertes, hace más de doscientos años, estaban ya surgiendo las primeras voces de alarma, contra el racionalismo ilustrado y el Neoclasicismo, en las gargantas de los pintores, escultores, poetas y escritores románticos, como una reacción revolucionaria, que trataba de recobrar —frente a aquella razón pragmática y esclavizante— el ámbito del alma, de los sentimientos y de la libertad.

    El carbón manchaba entonces los papeles de los artistas y empezaba a polucionar también los cielos pero nada se sabía todavía del petróleo ni del plástico ni de tantas otras sustancias y procesos que han llegado a contaminar de forma casi irreversible todos los rincones del planeta. Podríamos decir que el romanticismo fue el primer antecedente histórico del posmodernismo que afectó a Europa, sobre todo en el primer tercio del siglo XIX.

    Su postulado básico era la ruptura con la tradición clasicista ilustrada, basada en un conjunto de cánones fijos y reglas estereotipadas. Los románticos, críticos con un racionalismo a ultranza, querían recobrar una libertad perdida y por ello fueron profundamente revolucionarios en su manera de sentir y concebir la naturaleza, así como a la propia vida y al ser humano mismo, en un modo de comprensión que resulta hoy plenamente contemporáneo, cuando hablamos de holismo, fractalidad, unidad, interconexión, etc.

    Añoraban ciertos aspectos de la Edad Media, eso es verdad, pero no porque fuesen nostálgicos de un pasado que no habría de volver sino porque eran conscientes de ciertos valores y realidades tradicionales muy valiosos que se habían perdido irremisiblemente en el tránsito hacia una modernidad balbuceante que comenzaba ya a mostrar algunas sus consecuencias más indeseables.

    Y no es que hoy seamos o queramos ser nuevamente románticos. Nada de eso, sino que estamos asistiendo a un profundo cambio de paradigma en el que muchas de las bases epistemológicas de la Ilustración, del cartesianismo y el mecanicismo newtoniano, van quedando definitivamente atrás, al menos en sus postulados ideológicos fundacionales.

    La separación del ser humano de la naturaleza y su conquista de ésta han llegado a su límite y surge ahora una nueva conciencia de nuestro papel como seres humanos dentro de ella, en ella, con ella, formando parte de un universo ilimitado e imprevisible. Aparece la Ecología a finales del siglo XX como expresión de la necesidad de insertarnos en una naturaleza ya fuertemente alienada y depredada.

    La Razón y la Ciencia han producido un fruto imprevisible, la tecnología, que nos habla hoy de redes sociales, ingeniería genética, inteligencia artificial, inmensas bases de datos y conexiones planetarias. Y, a pesar de que ya existen medios suficientes para acabar con casi todas las lacras que han atenazado al ser humano durante los siglos de su historia, el hambre, la pobreza, la guerra, la destrucción del medio natural, etc., no ha surgido aún la conciencia que haga posible la aplicación de esa tecnología a la solución de todos esos problemas que se presentan hoy como acuciantes. En esa transición nos encontramos ahora.

    En el contexto de este cambio paradigmático de dimensiones inéditas, que afecta a todo el conjunto de la humanidad y ha generado conflictos de todo tipo, el islam y los musulmanes han jugado un papel de comparsa necesario, sobre todo en las últimas fases del proceso, en aquellas que desembocan en la contemporaneidad, una suerte de sparring

    [Término que proviene de la palabra inglesa ‘spar’, que significa pelear con un enemigo. La Real Academia Española la define como la persona con la que se entrena un boxeador para preparar un combate]

    en un combate ficticio pero de consecuencias reales, crueles y desastrosas para muchas comunidades y culturas.

    La situación, a comienzos de la tercera década del siglo XXI, presenta perfiles duros, inciertos, imprevisibles, aunque se dibujen en el horizonte ciertas realidades que ya están en marcha, como un cambio en las políticas energéticas, un cambio en el modelo de las relaciones internacionales, un paso desde el unilateralismo basado en una economía de guerra hacia un multilateralismo de índole comercial, cooperativa e intercultural, la emergencia de una sociedad crecientemente digitalizada e interconectada, etc.

    También el exagerado desarrollo hipertrofiado de la tecnología y la promesa de una inteligencia artificial dibujan un panorama que se anticipa sobrecogedor desde un punto de vista humano, y que vivimos ya plenamente en las redes sociales, y en el uso que se está dando a las grandes bases de datos, a esos big data

    [Se trata del almacenamiento y el procesamiento masivo de datos tendentes al análisis del comportamiento de los usuarios en orden a obtener un valor de dichos datos y a formular predicciones a través de los patrones observados. Las conclusiones pueden aplicarse a la venta de productos o al control de las poblaciones. Existen hectáreas de naves industriales llenas de ordenadores conectados en red que procesan esos datos.]

    que están condicionando tanto las actitudes individuales como la marcha y el devenir de los mercados contemporáneos casi sin que podamos darnos cuenta o hacerles frente de alguna manera.

    ¿Qué papel han de jugar en ese contexto las distintas tradiciones de sabiduría, las diferentes culturas que han estado en trance de completa desaparición hasta no hace mucho tiempo y que ahora habrán de encontrase inevitablemente en un ámbito de cooperación e intercambio?

    ¿Qué pueden aportar el islam y las diversas cosmovisiones supervivientes en este contexto de emergencia de nuevas realidades culturales, sociales, políticas o espirituales? Son estas, entre otras, las cuestiones que abordaremos a lo largo de este trabajo de reflexión y análisis.

    Hemos de tener en cuenta que todas las tradiciones de sabiduría han sufrido a lo largo de los siglos un hondo proceso de aggiornamento,

    [Es una palabra italiana que significa "actualización". Se utilizó en el Concilio Vaticano ii. Los papas Juan xxiii y Pablo vi la usaron en el sentido de que deseaban una actualización de los principios que regían la Iglesia. El aggiornamento sería, entonces, la adaptación de los principios católicos a la modernidad.]

    perdiendo gran parte de su potencial transformador. Las enseñanzas de santos y profetas han sido manipuladas según los intereses políticos y económicos de las élites en todos los tiempos, de manera que esas religiones consuetudinarias se han alejado en gran medida de sus objetivos originales, y especialmente las tradiciones de origen abrahámico.

    Estas últimas han sufrido un proceso de transformación dogmática de manera que han acabado convirtiéndose en doctrinas ortodoxas que funcionan como mecanismos de alienación y coerción en beneficio de las élites económicas, formulando dogmas que tratan de amedrentar a los fieles ofreciéndoles la imagen de un dios patriarcal y antropomorfo, iracundo, guerrero y vengativo. De ahí los conflictos que las religiones abrahámicas han sufrido a lo largo de los siglos, uno de cuyos últimos y más tristes episodios está siendo escenificado por el fundamentalismo islámico.

    Así, para poder dar el salto cualitativo que exige el ingreso a un nuevo paradigma unitario, holístico e integrador, el ser humano habrá de caminar desde las religiones dogmáticas ortodoxas, manipuladas hasta la extenuación, hacia lo espiritual, hacia el mundo del alma, recuperando los principios más útiles y válidos de cada una de dichas tradiciones y aplicándolos en su propias vidas. Cada creyente habrá de rescatar de su tradición aquello que le conecta realmente con lo aparentemente otro, con lo Uno, con Dios, con la Verdad.

    En el caso del islam, los musulmanes habrán de indagar dentro de sí mismos y conectar con su propia tradición de sabiduría, que es el sufismo, la gnosis que podrá sin duda ofrecer las respuestas que la religión institucionalizada dogmática se afana en ocultar más o menos conscientemente. El sufismo es de una riqueza espiritual inmensa, útil para todo ser humano que indague en su interior con sinceridad y espíritu abierto. Los maestros de tradición sufí son innumerables y pertenecen a todas las culturas y lenguas de la tierra.

    Así, en este proceso que afecta a todos, la humanidad irá transitando de la dualidad separadora hacia la unidad holística y crecerá en todos los ámbitos en que se desenvuelve lo humano. No hemos de perder la esperanza en ese mundo luminoso que necesariamente habrá de llegar. Del mismo modo en que la tecnología que hoy manejamos resultaba impensable hace pocas décadas, el universo espiritual que habitará el ser humano hoy nos resulta inconcebible. Sin embargo, si aquí está la mágica tecnología ¿Por qué no habrá de llegar la vida espiritual?

    El cambio no implica dejar atrás los logros del viejo paradigma ni mucho menos. Todo lo vivido por el ser humano tiene sentido. Si ha sido necesaria una época de materialismo, racionalismo y exterioridad para desarrollar determinadas capacidades tecnológicas y obtener ciertas herramientas, éstas no han de ser dejadas de lado sino que habremos de utilizarlas con el propósito de que

    sirvan al conjunto de la humanidad de manera justa y solidaria, de forma que nos ayuden a ascender a planos de conciencia más elevados.

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    * * *

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    EL VIEJO PARADIGMA

    anacronía sin fin de las edades

    Hace ya más de treinta años —en la década de los ochenta del siglo pasado— a algunos se les ocurrió decir que la historia se había acabado ya, que se habían agotado las narraciones capaces de hacerla creíble y construible. Comenzaron a desaparecer los relatos de una modernidad que hasta ese momento había proporcionado una cierta identidad colectiva, baluarte de referencias existenciales y gnoseológicas: aparecieron entonces como mito, como narración siempre ficticia, relativa e interesada.

    En aquel tercio final de siglo resultaba hasta cierto punto comprensible que la idea encontrase eco en las mentes más inquietas, y se filtrase en los debates académicos y en los análisis de los foros y revistas especializados, porque el siglo xx terminaba con el pensamiento moderno herido de muerte, con sus más fuertes mitos derruidos.

    En efecto, la falta de modelos sociales alternativos tras el fin de la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín,

    [El Muro de Berlín formó parte de la frontera entre las dos Alemanias, desde agosto de 1961 hasta noviembre de 1989. Separaba la zona de la ciudad berlinesa encuadrada dentro de la República Federal Alemana, alineada con el bloque capitalista, el llamado Berlín Oeste, de la capital de la República Democrática Alemana, o Berlín Este, bajo influencia soviética.]

    y las señales claras de un profundo deterioro medioambiental abocaban al pensamiento moderno a una suerte de callejón sin salida donde se dieron cita, entre otros, algunos filósofos franceses, como Jean Baudrillard

    [Jean Baudrillard (1929–2007). Filósofo y sociólogo francés cuyo trabajo se relaciona con el análisis de la posmodernidad y el postestructuralismo.]

    y Jean Françoise Lyotard,

    [Jean-François Lyotard (1924-1998). Filósofo, sociólogo y teórico francés. Su discurso incluye la epistemología, la comunicación, el arte moderno y posmoderno, la literatura y la crítica, la música, el cine, el tiempo y la memoria, la ciudad y el paisaje, la relación entre estética y política, etc. Es conocido sobre todo por su formulación del posmodernismo en la década de los ochenta del pasado siglo y por su análisis del impacto de la posmodernidad en la condición humana. Fue co-fundador del Colegio Internacional de Filosofía junto con Jacques Derrida y Giles Deleuze]

    que comenzaron a definir el concepto de posmodernidad, dando a entender que la Modernidad como tal había alcanzado su final, y que los relatos que habían mantenido la ficción de una cultura y de una sociedad modernas e ilustradas habían mostrado su vacuidad e inoperancia, convirtiéndose finalmente en una mitología más de las que componen los viejos relatos de la historia universal.

    Es cierto que el pensamiento moderno occidental y su imaginario estaban bastante agotados, al tiempo que comenzaban a ser inundados por el caudal frenético de información que empezaban entonces a verter en la Aldea Global

    [El término fue acuñado por Marshall McLuhan, sociólogo canadiense, profesor de literatura inglesa y teoría de la comunicación, que lo incluyó en el título de su libro Guerra y paz en la Aldea Global, en 1968. Fue uno de los pioneros de los estudios sobre medios de comunicación. Hacia principios de los años 70, McLuhan acuñó el término ‘aldea global’ para describir la interconexión humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación, anticipándose en décadas a la revolución digital y a Internet. Es conocido por su famosa frase ‘el medio es el mensaje’.]

    las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Sin embargo, lo que no se nos decía tan abiertamente era que aquel agotamiento forzado de la razón iría dando paso, década tras década, a la irrupción de un pensamiento autoritario en las etapas finales de un proceso de globalización socioeconómica de marcado carácter neoliberal.

    El fin de la historia y el último hombre fue el libro que Francis Fukuyama

    [Francis Fukuyama (1952, Chicago) Politólogo estadounidense de origen japonés. Fukuyama ha escrito sobre una amplia variedad de temas en el área de desarrollo y política internacional. Su libro El fin de la Historia y el último hombre, publicado en 1992, ha sido traducido a más de veinte idiomas. Impulsó el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC), durante la presidencia de Bill Clinton y es considerado como uno de los pilares del pensamiento neoconservador, especialmente en política exterior. En los últimos años ha rectificado sus tesis.]

    publicó en 1992, proponiendo una tesis inaudita: la Historia, como confrontación dialéctica de ideologías, cosmovisiones y narraciones, había terminado ya, con un desenlace que no era sino el neoliberalismo triunfante como paradigma único tras la Guerra Fría.

    Así, sin más criterio que la eficiencia y sin una continuidad posible de la narración, se decretó el fin de la historia desde las instituciones académicas norteamericanas, al mismo tiempo que los medios electrónicos de comunicación irrumpían en la vida cotidiana de todos los pueblos de la tierra, con un mensaje tácito y claro: Sólo existe una forma de civilización, sólo una manera de vivir, una sola cultura que ahora es fundamentalmente tecnológica y mercantil, única forma eficaz de concebir y controlar el mundo. El único dios es el Mercado. Es lo que hoy vulgarmente se denomina pensamiento único.

    [Arthur Schopenhauer fue el primer filósofo, ya en el siglo xix, en adoptar el término ‘pensamiento único’ como un pensamiento que se sostiene a sí mismo sin tener en cuenta otras opciones epistemológicas. También Herbert Marcuse describió en los años sesenta del pasado siglo un concepto parecido que denominó ‘pensamiento unidimensional’, en el contexto de la crítica de la ideología de la sociedad tecnológica avanzada, donde el pensamiento compone el diseño de un discurso impuesto por las élites políticas dominantes a través de los medios de comunicación masivos a la medida de sus intereses económicos. El concepto ha sido retomado recientemente por el periodista español Ignacio Ramonet, quien lo define diciendo que es la traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capital internacional.]

    Las premisas epistemológicas de ese final de la historia fueron las de un previo choque de civilizaciones, un ciclo narrativo completo que se había estado gestando subrepticiamente durante varias décadas en un despacho del Departamento de Estudios sobre Oriente Medio de Princeton, Estados Unidos, pilotado por Bernard Lewis.

    [Bernard Lewis (1916-2018). Historiador y orientalista británico, con doble nacionalidad israelí y estadounidense. Su especialidad académica fue la historia del islam, así como las relaciones entre islam y occidente. Trabajó para los servicios secretos británicos durante la Segunda Guerra Mundial y fue consultor del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.]

    y su discípulo Samuel Huntington

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