PALABRAS ROTUNDAS
Locuaz, risueño, optimista e irónico, Orhan Pamuk (1952) coge su ordenador portátil, se dirige hacia un gigantesco ventanal y me enseña orgulloso unas espectaculares vistas al Bósforo y a la mezquita de Cihangir. La luz lo inunda todo. Hace más de dos décadas que contempla desde esa atalaya su ciudad, Estambul, de la que se ha convertido casi sin proponérselo en su cronista personal. Está en el salón de su casa y los libros ocupan el espacio a su antojo. Me muestra los cuadernos de notas y de dibujos en los que trabaja desde hace años. También una serie de fotografías que próximamente expondrá. El premio Nobel de Literatura y profesor en la Universidad de Columbia derrocha inteligencia, pasión y compromiso cuando habla de su obra, el
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