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Irse a las manos
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Libro electrónico88 páginas1 hora

Irse a las manos

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La masculinidad se aloja en lugares insospechados cuando leemos a Miguel Ángel Cortés: se anuda en monólogos excepcionalmente íntimos; en pensamientos recurrentes sobre la falta; en la búsqueda incesante del complemento en una mujer y la complicidad en los sentimientos más hondos. La otredad carga con un significado especial en sus relatos. Es la pesquisa de algún ser humano que le de la mano para saberse acompañado en el milagro de estar vivos. Y de paso, vivimos una vida prestada que nos rebasa de conocimiento sobre la raza humana.

Ina Groovie

Los personajes de estos cuentos son chicos solitarios, quebradizos, platónicos, anti-hipsters, atrapados en una cotidianeidad monocromática. Un debut sorprendente, donde se juega una sensibilidad masculina real, sin máscaras, como pocas veces se ve en nuestra narrativa.

María José Viera-Gallo
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 nov 2016
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    Irse a las manos - Miguel Ángel Cortés

    Irse a las manos

    Autor: Miguel Ángel Cortés Vidal

    Editorial Forja

    General Bari N° 234, Providencia, Santiago-Chile.

    Fonos: 56-2-24153230, 56-2-24153208.

    www.editorialforja.cl

    info@editorialforja.cl

    Primera edición: julio de 2016.

    Prohibida su reproducción total o parcial.

    Derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

    Registro de Propiedad Intelectual: N° 252.475

    ISBN: Nº 978-956-338-280-8

    Agradezco a mi familia, a mis amigos, a los conocidos buena onda, en fin, a todos quienes leyeron alguno de estos cuentos o, por qué no decirlo, no leyeron ninguno, sino que simplemente me preguntaron, de vez en cuando, por el trabajo que estaba haciendo.

    Agradezco también, y especialmente, a Pepi e Ina, quienes me ayudaron, una primero y la otra después, a dejar de repetir muchos de los errores que cometía por porfía y, también, a pulir y sacarle brillo a las cosas que hacía bien (muchas veces también por porfía).

    Mención especial (y repetición de plato) para Ina, por la paciencia, los consejos, las recomendaciones de libros y, no podía dejarlo fuera, la buena voluntad para ayudarme a editar estos 11 cuentos.

    Muchas gracias a todos ustedes.

    Borgoña

    Suena el teléfono y te sobresaltas cuando ves quién llama. Se conocieron en un centro cultural algo sórdido y alejado de la mano de Dios, mientras miraban embelesados una banda de Freak Folk, en medio de una exposición transformada en tocata. Contestas con las manos temblando y lo escuchas pedirte que se junten.

    ***

    Tú, en cambio, no tienes claro dónde la conociste, pero estabas tan volado que no es esperable que lo recuerdes con claridad. Sabes que había música y que estaba oscuro, pero tu imagen más vívida de esa noche es la del vocalista de una banda hipster cantando colgado de unas rejas. Ella te dice que bueno, que se junten, y te propone ese bar donde se vieron por segunda vez: un lugar chiquito, de hecho más chico que el living de tu departamento, en el que las mesas están decoradas con collages de notas y titulares de diarios viejos.

    ***

    Te despides con toda la indiferencia que puedes y cuelgas el teléfono. Corres al baño, te duchas en tres minutos y de alguna forma consigues vestirte en otros dos. Sales de la casa, corres al estacionamiento, te subes al auto, revisas tu maquillaje en el espejo y das gracias a los dioses porque a esa hora no hay taco. Vas adelantada, y por mucho, pero es buena idea hacerte esperar el tiempo justo y para saber exactamente cuánto es el tiempo justo, es necesario estar ahí antes y ver cuándo llega él.

    ***

    Los bips te avisan que la llamada terminó, que ella colgó, pero te quedas unos momentos con el teléfono en la oreja, mirando por la ventana. Finalmente vas al dormitorio y te pones un pantalón. Mientras estás agachado amarrándote las zapatillas, Antonia sale de la ducha y se sienta a tu lado. Su pelo mojado cae sobre tu hombro. Le dices que vas a salir a ver a un amigo. Te pide que te quedes y le dices que tienes que ir. Te pregunta si puede acompañarte y le dices que no y que, si no vuelves temprano, no te espere para comer. Guardas el teléfono en un bolsillo, te pones una polera limpia y sales del edificio. Enciendes un cigarro y te vas caminando, porque el bar no queda lejos.

    ***

    Llevas un buen rato en un pequeño café frente al bar. Pides tu segundo espresso y te lo tomas sentada en la segunda fila de mesas más cerca de la ventana. Lo ves llegar caminando lento. No hace calor, pero viene solamente con polera. Lo ves lanzar una colilla al suelo y encender inmediatamente otro cigarro, el que se fuma rápido, revisando el teléfono, antes de entrar al bar.

    ***

    Te sientas a una mesa a mitad de camino entre la barra y la puerta, llamas a un mesero y pides una botella de cerveza y dos vasos, que te trae después de lo que te parecen horas. Te sirves un vaso, lo bebes en tres sorbos y te sirves otro. Es una buena cerveza: fuerte, amarga, con aroma ahumado y final dulce. El hálito del alcohol se desvanece lentamente en tu paladar. El segundo vaso se queda en la mesa, cerca de tu mano izquierda, mientras miras a la puerta esperando a que ella llegue. Justo cuando te decidiste a volver a vaciarlo, la ves pasar por fuera de la ventana. Entra al bar lentamente, te busca un instante con la mirada y después de verte camina sin prisa hacia tu mesa. Se ve bien, pero algo sobrevestida. El bar es uno de esos típicos de Subida Cumming, no un restaurante de Las Salinas. Su pelo delata que incluso se duchó antes de venir.

    ***

    Mientras caminas a la mesa ves lo que él pidió y te hace gracia que, precisamente en este bar, haya elegido una cerveza.

    ***

    Ella te saluda y te da un beso suave, silencioso, en la mejilla. Su pelo huele a champú. El que usa Antonia no tiene un aroma tan frutal.

    ***

    Te sientas a la mesa y le sonríes mientras él toma tu vaso y comienza a servirte. Te lo entrega, toma el suyo y da dos largos sorbos.

    ***

    Ella te pregunta

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