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Traición y deseo
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Libro electrónico117 páginas2 horas

Traición y deseo

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Información de este libro electrónico

Ambos estaban inmersos en un torbellino de sospechas, rabia y... pasión.
Jaz había tenido una aventura arrolladora con el sofisticado ejecutivo estadounidense Caid Dubois, pero la traición y la desilusión habían acabado separándolos. A su regreso a Inglaterra, poco antes de Navidad, Jaz se enteró de que tenía un nuevo jefe... ¡Caid! Y, por si eso no fuera suficiente, Caid le exigía a la empresa el apartamento que le habían dado a ella. Jaz no tenía la menor intención de mudarse y Caid no estaba dispuesto a ceder...
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 abr 2018
ISBN9788491882008
Traición y deseo
Autor

Penny Jordan

After reading a serialized Mills & Boon book in a magazine, Penny Jordan quickly became an avid fan! Her goal, when writing romance fiction, is to provide readers with an enjoyment and involvement similar to that she experienced from her early reading – Penny believes in the importance of love, including the benefits and happiness it brings. She works from home, in her kitchen, surrounded by four dogs and two cats, and welcomes interruptions from her friends and family.

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    Traición y deseo - Penny Jordan

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2002 Penny Jordan

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Traición y deseo, n.º 1463 - abril 2018

    Título original: Christmas Eve Wedding

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9188-200-8

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    JAZ esperaba el ascensor del hotel para subir a su habitación. A su lado tan solo había un hombre que también esperaba. Era alto, corpulento y muy masculino. Estar a su lado le producía una peligrosa excitación que le recorría la piel.

    ¿Se había acercado más a ella mientras esperaban o se lo estaría imaginando del mismo modo que se había «imaginado» como él había mirado su cuerpo… sus pechos…?

    ¿Y había notado él cómo ella se había excitado ante esa mirada hambrienta? ¿Se habría dado cuenta de que no solo su presencia sino también sus propios pensamientos la estaban excitando?

    Jaz se ruborizó, miró hacia otro lado y decidida a pensar en otra cosa reflexionó sobre lo que la había llevado a ese hotel de Nueva Orleans.

    En el otro lado de la ciudad, su padrino estaría ultimando los trámites de la venta de sus exclusivos e innovadores grandes almacenes en Inglaterra a una familia americana que siempre se había mostrado muy interesada en adquirirlos para aumentar su prestigiosa cadena de almacenes en Estados Unidos. Eso les proporcionaría la entrada en el mercado británico.

    Ella sabía que su trabajo como coordinadora y diseñadora de los escaparates era completamente seguro, pero le había costado un gran esfuerzo y había sido una prueba de su determinación para lograr el éxito en la profesión que ella había elegido.

    Sus padres, que sin lugar a dudas la adoraban y se preocupaban por ella, mostraron cierta desconfianza cuando su única hija decidió abandonar la granja en la que había crecido y seguir su propio camino. No les había gustado su decisión de ir a la Escuela de Arte y Jaz sabía que finalmente accedieron gracias a la intervención de su tío John, su padrino. Y también gracias a él tenía ese trabajo tan maravilloso del que disfrutaba.

    Sus padres todavía albergaban la esperanza de que algún día se enamoraría de alguien que compartiera la misma forma de vida que ellos, pero Jaz tenía la firme determinación de nunca enamorarse de un hombre que no comprendiera ni compartiera sus sentimientos. Le había costado mucho trabajo ganarse el derecho de poder expresar el lado artístico de su naturaleza y por eso lo apreciaba doblemente. Tenía muchas esperanzas puestas en la expresión de su talento y en la libertad para utilizarlo al máximo y sabía que eso sería imposible si se casara con un hombre como su padre, por muy amable, cariñoso y generoso que fuera.

    A los casi ochenta años su tío John había estado durante algún tiempo buscando un sucesor que mantuviera el prestigio de los almacenes que él mismo había creado. Y, aunque al principio no estaba muy seguro de venderlo a alguien al otro lado del Atlántico, la visita a Nueva Orleans, a la que la había invitado, le había convencido de que la familia Dubois compartía los mismos objetivos que él. Como no tenía descendientes directos a quien dejarles su negocio, había decidido que la mejor manera de mantener las tradiciones de los almacenes sería venderlo a la familia Dubois, una decisión que ella apoyaba totalmente.

    El ascensor llegó y los pensamientos de Jaz volvieron al presente. No pudo evitar lanzar una mirada indiscreta al hombre que esperaba a su lado y su corazón latió con fuerza al acordarse de la excitación que había sentido al verlo. ¿Se estaría comportando de esa manera tan inconsciente por estar en otro país? ¿O quizá su atrevimiento se debía a algo irresistible en él?

    El simple hecho de pensar que estaban solos en el ascensor le hacía imaginar todo tipo de fantasías. Le lanzó una mirada lasciva y él respondió observándola en silencio.

    –¿Has visto algo que te gusta, cariño? –le preguntó él mientras se cerraba la puerta del ascensor.

    Jaz sintió un escalofrío por la espalda. Sabía que lo que estaba haciendo no era propio de ella, pero, por alguna razón, no le importaba. Había algo en él que la excitaba de una manera que no podía controlar.

    –Quizá –respondió ella sin intimidarse.

    Antes de su viaje ya le habían advertido de que Nueva Orleans era una tierra de hombres sexualmente muy atractivos, peligrosos e intrépidos. No pudo resistir observarlo por el espejo del ascensor. Llevaba tres o cuatro botones de la camisa desabrochados, dejando ver parte de su cuerpo masculino. De manera impulsiva, ella dio un paso hacia él. Se preguntaba qué sensación le produciría acariciar esa piel con sus labios, saborearla hasta que él no pudiera resistir más.

    Sentía cómo su cuerpo se desarmaba de excitación. Nunca se había sentido así. Las mejillas le ardían y sus pensamientos y fantasías le aceleraron el corazón.

    Siguió observándolo. Era bastante alto, tenía el pelo denso y moreno con ligeros reflejos dorados. Llevaba un perfume caro. Todo en él parecía caro: su ropa, su corte de pelo, su elegante reloj… Todo excepto las toscas manos que a Jaz le producían un escalofrío al imaginárselas sobre su fina piel.

    –Adelante –dijo él–. Vamos, cariño, haz lo que quieres hacer. Por que tú quieres, ¿verdad? –añadió con un sexy murmullo.

    En realidad ella ya había puesto una mano sobre su pecho. Su piel era cálida y bronceada. Y sus ojos… Nunca había visto unos ojos tan azules. Eran de un azul tan profundo que Jaz tenía la sensación de que los suyos marrones parecerían insignificantes.

    –No puedo –respondió ella–. Aquí no. En el ascensor no –dijo Jaz sin convicción.

    –¡Mentirosa! Si quisiera te podría tener aquí y ahora. Si quieres que te lo demuestre –dijo mientras se llevaba la mano hacia la hebilla del cinturón.

    Jaz se sentía aturdida por el deseo. Se acercó al él sin pensar y después se detuvo. Él la miró y sonrió con complicidad. Tenía unos dientes blancos y fuertes y para ella no era difícil imaginar cómo se hundían en su propia piel. Se estremeció por la precisión de sus fantasías y sus movimientos mostraron cierta incomodidad.

    –Ten cuidado, cariño, si me sigues mirando así, te voy a tener que dar lo que tus ojos me están pidiendo. De hecho…

    Jaz intentó negar lo que él estaba diciendo, pero era demasiado tarde. Sin casi darse cuenta, él la había aprisionado contra el fondo del ascensor y la había besado. La sensación de estar entre sus brazos, de sentir el calor de su cuerpo, su aroma, era tan intensamente erótica que se sentía desnuda.

    Tembló al sentir cómo sus manos le acariciaban los pechos a través de la fina seda y protestó con un gemido al sentir sus labios sobre sus pezones.

    Jaz cerró los ojos. Su sentido común le aconsejaba que no debería estar haciendo eso. Era tan peligroso… Pero ella ya lo estaba acariciando y había sentido la dureza que probaba que ella no estaba sola en ese deseo salvaje. Sintió una sensación de triunfo. No estaba sola. ¡Él la deseaba tanto como ella a él!

    El ascensor se paró, se abrieron las puertas y salieron juntos. Jaz era consciente de que le ardían las mejillas y de que las piernas casi no la podían sostener. ¿Qué habría pasado si hubieran permanecido más tiempo en el ascensor? ¿Habrían…?

    –Vamos a tu habitación –le dijo él suavemente mientras ella se alejaba.

    Ella lo miró fijamente con impotencia. Nunca le había ocurrido nada parecido. Siempre había llevado una vida muy tranquila. Su batalla para demostrar a sus

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