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El demonio interno
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El demonio interno
Libro electrónico383 páginas5 horas

El demonio interno

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Información de este libro electrónico

Desconsolada pero no sola, Denny Silver se da cuenta de que su cuerpo ha sido tomado por una antigua fuerza tan poderosa, que se arriesga a perderse completamente a sí misma bajo sus peligrosas motivaciones secretas. 

Desconsolada pero no sola, Denny Silver se da cuenta de que su cuerpoo ha sido tomado por una antigua fuerza tan poderosa que se arriesga a perderse completamente a sí misma bajo sus peligrosas motivaciones secretas. Como si cazar y matar demonios no fuese lo suficientemente difícil, ahora ellos están detrás de una joven e inocente mujer, cuyo vientre wiccano parece ser la incubadora perfecta para sus infernales engendros. Como si Denny pudiera dar un paso atrás y dejar que eso suceda.

Apenas puede controlarse a sí misma o a su demonio últimamente, entonces, ¿cómo rayos se supone que proteja al mundo? Sumado a todo esto, está el hecho de que su hermano ahora enfrenta una pena de muerte por un crimen que no cometió, su madre es un vegetal, y le han quitado la guarda de su hermana menor, y —sí— ha sido un año tremendamente jodido para Denny.

Desesperada, busca ayuda en el último lugar al que esperaba recurir: el aquelarre local. Ella sabe que esa ayuda tiene un costo. ¿Será un precio demasiado alto para pagar? ¿Podrán ayudarla a nivelar el terreno de juego en un mundo sobrenatural empeñado en destruir a todos los que quiere? Descúbrelo mientras Denny y su alegre banda de marginados intentan salvar a Savannah de su destino aciago en El demonio interno. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 may 2017
ISBN9781547500611
El demonio interno

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    El demonio interno - Alex Westmore

    El Demonio Interno

    El Demonio Interno

    El Legado Silver, Libro 2

    Alex Westmore

    Broad Winged Books

    Índice

    Un Libro Gratuito Para Ti

    El Demonio Interno

    Más sobre Alex Westmore

    Acerca del Autor

    Adéntrate en la mente de Alex

    Derechos de autor © 2015, Broad Winged Books


    Título original: Demon Within


    Todos los derechos reservados. Excepto como permitido bajo el Acta de 1976 de E. U. De Derechos de Autor, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma o medio, o guardada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo y por escritor del autor.

    Este eBook otorga licencia sólo para uso personal. No puede ser revendido o pasado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor compre una copia adicional para cada destinatario.


    Limitación de responsabilidad:

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o usados de manera ficticia.


    Editor: Stevie Mikayne

    Diseñadora de cubierta y dibujos: Mallory Rock

    Corrector: Falcon Storm


    Broad Winged Books

    PO Box 721

    Union Lake, MI 48387

    Así que has obtenido un ejemplar de El demonio interno. ¡Fabuloso! Pero… ¿Sabes que es aún mejor? Quiero darte un regalo como agradecimiento por elegir este. Sí, de hecho, escribí un cuento sólo para los suscriptores de mi boletín. Puedes buscarlo ingresando a www.AlexWestmore.net/Newsletter.

    Feliz viaje,

    Alex

    El Demonio Interno

    Este demonio peleaba más duro que cualquier otro que había enfrentado alguna vez. Quizá se debía a que él era de una clase superior a aquellos que había destruido recientemente, o tal vez recién se había percatado de la inminente amenaza que Denny representaba, y peleaba con más fuerzas para mantenerse con vida.

    ¿Acaso él la había subestimado como tantos otros lo habían hecho, o había sobreestimado sus propias habilidades?

    No importaba.

    De cualquier modo, estaba acabado.

    Como otros antes que él, este tendría una horrorosa muerte ––la muerte apropiada para un ser malvado.

    Abriendo bruscamente su látigo de cadena filosa llamada Fouet, Denny Silver se erguía con sus pies separados en ancho de hombros. Con destreza azotó el látigo sobre su cabeza y Fouet crujió y salió disparada como un cable de alta tensión mientras cortaba el húmedo aire de la noche, salpicando y crepitando como si estuviese con vida y deseando probar la sangre del demonio.

    Fouet era una herramienta increíble…una máquina de matar que podía amputar extremidades y destruir cualquier arma demoníaca a la que se enfrentaba; y este demonio conocía muy bien lo que pasaría si el látigo repleto de navajas lograba dar en el blanco.

    Y lo haría.

    El demonio logró esquivarla por la izquierda, pero la cadena mordió el borde superior de su oreja y parte de su ceja; la sangre caía sin reservas desde ambas heridas mientras él presionaba su mano contra los cortes y maldecía en voz alta.

    En su mano izquierda, Denny sostenía a Epée, una espada con la forma de un sable curvo que crepitaba con la misma clase de electricidad que Fouet. Ambas armas tenían un origen muy antiguo y poseían un ligero brillo eléctrico alrededor. Eran filosas, resplandecientes, y capaces de cortar carne y huesos sin reducir la marcha.

    Armas antiguas para un trabajo antiguo.

    Mientras acercaba a Epée hacia la cabeza del demonio, éste levantaba el bate que había estado usando para golpear a un miembro de una pandilla, tratando de evitar el impacto.

    Estaba completamente desarmado y superado.

    Epée cortó con facilidad el bate en dos, llevándose la nariz del demonio y cortándole el labio inferior en el camino. La sangre manaba de su cara.

    ––¡Dios! ––Gritó el demonio, ahora intentando contener con su otra mano el flujo de sangre que brotaba de su labio.

    ––Dios no puede ayudarte, demonio ––, dijo Denny azotando a Fouet una segunda vez alrededor del cuello de su contrincante. Él la esquivó y balanceó su pierna, haciéndola caer. Ella aterrizó con un golpe seco de su espalda, pero con ambas manos aferradas a sus armas.

    Esperaba que el demonio saltara sobre ella, pero mientras gateaba para ponerse de pie, lo vio desaparecer en la esquina.

    ––Desgraciado ––, gruñó. No era su voz, pero a esta altura, era una voz que conocía muy bien.

    Corriendo a toda velocidad detrás del demonio, Denny dobló la esquina y con su frente chocó una madera, que la hizo tumbar con fuerza en el piso. Fouet repiqueteó al soltarse de su mano e inmediatamente se retrajo al cilindro de plata que la albergaba. Ahora solo tenía a Epée.

    ––Nunca aprendes, ¿verdad cazadora? ––Ahora el demonio estaba sobre ella, con las manos sobre su cuello, apretándola con todo su poderío ––. Tuviste suerte antes, pero nunca me matarás, novata.

    Denny tenía poco entrenamiento, pero sabía que poseía una única oportunidad en la garganta. Una sola. Fuese demonio o no, el cuerpo humano no podía soportar tanto. La nuez de Adán era uno de los tantos talones de Aquiles del cuerpo, y cuando Denny la golpeó con su puño, el demonio resolló, y cayó hacia atrás aferrándose a su garganta.

    Denny gateó hasta el látigo y agitó sus muñecas tan pronto como su mano tocó el cilindro. Sus armas iluminaron el aire a su alrededor mientras tomaba su postura de pelea, Fouet crujía en la oscuridad como si estuviera hambrienta de carne y sangre.

    Estaba hambrienta: era natural para estas armas sobrenaturales querer morder un poco de carne.

    No eran las únicas.

    Denny sentía a su demonio interior, a su Hanta Raya. Llenaba todo su ser como si fuese aire expandiéndose en un globo. El Hanta que la poseía había estado dormido dentro de ella durante seis años, pero ahora estaba despierto, y aparecía cada vez que ella estaba en peligro. Llegaba como una ráfaga de viento que infla una vela y llenaba su espíritu con una energía mucho más poderosa que cualquier droga.

    El Hanta Raya era un espíritu devorador, un demonio que ansiaba las almas de otros demonios, y estaba hambriento del alma de este oponente. Famélico. Quería alimentarse.

    Y ella lo dejaría. Dejaría que su propio demonio consumiera al espíritu y la energía de este demonio en el callejón porque él era el mal personificado. Podía y lo haría. A diferencia del Hanta Raya, que era un espíritu habitando un cuerpo humano, su agresor era un demonio caminando físicamente la tierra.

    El Hanta Raya no dejaría que este demonio de porquería lastimara a Denny o a cualquier otro humano otra vez.

    Nunca más.

    ––Vamos, tonto ––, gruñó la voz del demonio de Denny ––. Recién estoy entrando en calor.

    El Hanta se apropió lentamente de gran parte del cuerpo de Denny, llenando sus músculos con un rápido bombeo de sangre, dándole una fuerza y un poder que ella sola no poseía. Cuando el Hanta se apoderaba, Denny se sentía invencible, fuerte, valiente.

    Y le fomentó la boca de un marinero.

    ––Vamos, imbécil. Lanza tu mejor tiro.

    El demonio en el callejón sacudió su cabeza mientras observaba crepitar a Fouet al azotarse de atrás hacia adelante por encima de Denny.

    ––¿Vas a enfrentarte a un Hanta sin armas? ¿Eres estúpido? ¿Deficiente mental? ¿Idiota? ¿Qué rayos pasa contigo que te hace pensar que estás a mi altura?

    El demonio miró alrededor buscando un arma.

    Denny apuntó con su barbilla.

    ––Hay un tubo de acero por ahí. ¿Por qué no pruebas con eso?

    El demonio echo un rápido vistazo al tubo y luego regresó la vista a Denny.

    ––¿Acaso es una especie de trampa?

    Denny azotó el látigo.

    ––Vamos. Adelante. Te crees que eres tan bueno, veamos qué tienes.

    Cuando el demonio gateó hasta el tubo de plomo, perdió su brazo gracias a Fouet.

    ––¡Mierda! ––Exclamó el demonio observando su inservible extremidad que yacía en el sucio estacionamiento, como si fuese un perro que acababa de defecar en el piso ––. No tienes lo que hace falta para controlar a ese Hanta, Golden Silver. Va a devorarse tu alma y la de todos aquellos que conoces y quieres. Recuerda mis palabras. Siempre lo hacen.

    Fouet regresó bruscamente a su cilindro.

    ––Oh, no quiero su alma. Quiero otra cosa totalmente diferente.

    Denny guardó el cilindro en el bolsillo interno del chaleco, el lugar al que las armas conocían como su casa. Ahora, Denny era una pasajera en su propio cuerpo, habiendo permitido que el Hanta se hiciera cargo, cosa que hacía en cada ocasión en que las cosas se salían demasiado de control… cosa que ocurría muy a menudo últimamente.

    ––Si quieres vivir, todo lo que tienes que hacer es decirme quién inculpó a mi hermano por asesinato. Dame–un–nombre. Y te dejaré vivir.

    El demonio se estaba desangrando.

    ––De ninguna manera. Sé que nunca cumplirás tu palabra, Hanta. Los Hantas mienten todo el tiempo.

    Con Epée en su mano izquierda, Denny caminó hacia él. Echó un breve vistazo de sí misma en la vidriera de un negocio…o al menos del ser que salía a la luz cuando el Hanta Raya emergía.

    No era lindo.

    Los brillantes ojos rojos eran los únicos indicadores externos que, a la vista de un humano normal, se verían extraños…bueno, eso y la voz. El Hanta Raya tenía una voz que sonaba como si Denny se hubiese tragado gravilla con un chupito de gasolina después de fumar seis paquetes de cigarrillos.

    El Hanta, de alguna manera, estaba estrechamente conectado a sus sentidos. Hacía apenas tres semanas que había descubierto que estaba poseída por un demonio, y tenía tanto que aprender. Tanto, pero tanto. Prácticamente no sabía nada, aparte de lo que se sentía cuando cobraba vida y de la fuerza que tenía cuando cazaba a otros demonios. Había aprendido tan poco en las últimas tres semanas ––solo que había heredado al demonio que estaba dentro de ella gracias a un legado familiar de más de siete siglos de antigüedad–– un legado al que muchos de los otros demonios habían tratado de destruir en las últimas semanas.

    La lista de detritos demoníacos que se había sacado de encima era larga, ya que había esculpido y azotado de su paso a docenas de diablos en la piel de humanos, en su camino a probar sus fortalezas contra la cazadora de demonios más nueva del legado ––contra ella. Ellos querían matar a su familia y destruir a su Hanta. La querían a ella y al resto de su familia, muertos.

    Pero ella tenía otros planes.

    Denny tenía un único objetivo: encontrar al demonio responsable por la trampa a su hermano, Quick, por un crimen que no había cometido. Y no se detendría ante nada hasta que aplastara a ese demonio y ayudara a su hermano a salir de una sentencia y un destino que no se merecía.

    Girando hacia el demonio con un solo brazo, Denny esbozó la sonrisa del Hanta Raya –– malvada, malintencionada, y antagonista.

    ––Dame un nombre o descubrirás que hay cosas peores que la muerte.

    El demonio trastabilló mientras se alejaba. En su forma humana, a un demonio sólo se lo puede matar con armas especiales que los cazadores de demonios llevan con ellos, y la única vez en la que mostraban su apariencia demoníaca era justo antes de explotar.

    Denny no quería que este explotara.

    Todavía no.

    ––Yo… yo ni siquiera estoy seguro de que fue…él.

    Denny no podía creer cuán fuerte se sentía mientras el Hantha fluía a través de ella.

    ––Un nombre, manco, y te dejo vivir para que disfrutes de otro día. Sólo un nombre.

    El demonio miró hacia la izquierda. Luego a la derecha.

    ––Nunca podrás huir sin desangrarte primero, y después tendré que perseguirte en el próximo cuerpo que habites. Y si tengo que hacer eso, tu próxima muerte será la última. Así que, dame un nombre ––. Sentenció Denny colocando la punta de su espada en el pecho del demonio ––. O mi cara será lo último que veas.

    El demonio parpadeó y tragó saliva ruidosamente.

    ––Tienes cinco segundos. Uno…

    El demonio sostenía su sangrante muñón en el aire.

    ––Dos…

    ––¡Está bien! No lo sé con certeza, pero conozco a un tipo que sabe.

    Denny aguardó.

    ––Él es barman en el Black Stallion. Eso es todo lo que sé. Lo juro.

    Denny sonrió ampliamente.

    ––Lo sé, yo juro mucho también, y si hay algo que he aprendido a través de todos estos siglos, es que la palabra de un demonio no vale una mierda.

    Con un poderoso empujón, Denny impulsó su espada contra el pecho del demonio, que bajó su vista siguiendo el movimiento, luego la miró, y abrió la boca para decir algo mientras explotaba, enviando pedazos de carne y sangre por todos lados. Lo único que quedó fue una pequeña pila de entrañas a los pies de Denny.

    Ella sonrió mientras él guardaba a Epée.

    ––No hay distinción entre nosotros, imbécil.

    Denny sintió al Hanta retroceder hacia las profundidades en las que habitaba dentro de ella. Parecía ir y venir a su voluntad. De nuevo, un flamante ítem en una lista muy extensa de cosas que ella desconocía sobre el mundo demoniaco o sobre su demonio personal. Algún día, volvería a retomar la educación demonológica que había iniciado con Ames Walker tres semanas atrás. Algún día, reanudaría la lectura sobre el legado de cazadores de demonios y sobre los diablos que habían pasado a través de las generaciones.

    Algún día.

    Hoy no.

    Hoy, estaba empapada de sangre del demonio. Hoy, había liberado al mundo, o al menos a Savannah, de una pieza del malvado rompecabezas que había empujado a su hermano a una celda de dos por dos.

    Hoy, estaba satisfecha de quitarse la sangre de un demonio de mediano nivel y de continuar sus rondas en busca de otros que pudieran colaborar con ella para ayudar a Quick.

    Hoy, estaba bien sólo siendo…

    La cazadora de demonios.

    Denny caminó de regreso a los límites de la ciudad, deteniéndose en el camino para limpiarse la sangre de su cara en una de las tantas fuentes desperdigadas por todo Savannah. ¿Por qué los demonios siempre explotaban? Quizá era por el poder de Fouet y Epée. Probablemente lo sabría si hubiese continuado con su entrenamiento, pero no lo había hecho.

    Si hubiese escarbado más profundo en los tres mil libros sobre demonología en su guarida o hubiese terminado de leer el diario de cacerías de su madre, sabría; pero no había hecho tiempo. Estaba demasiado ocupada en su investigación para sacar a su hermano mayor de prisión como para tomarse la molestia de revisar los diarios de su madre o aprender las pequeñeces de su nuevo arte. Tendría que cambiar eso, por supuesto. En algún momento, tendría que abrirlos y ver si ellos podrían poner un poco de luz en la razón por la cual los demonios explotaban, en cómo y cuándo se apoderaban de un anfitrión, y en muchas otras importantísimas cuestiones.

    Pero en este preciso momento, necesitaba rastrear al demonio que trabajaba en el Black Stallion y averiguar qué sabía él sobre lo que había sucedido la noche del asesinato. Liberar a su hermano era la única nota en su agenda diaria, y había estado merodeando noche tras noche desde que había descubierto lo que vivía dentro de ella. Desde que todo en su mundo se había dado vuelta.

    Desde que su novia había desaparecido en la niebla.

    Mientras caminaba a través de los oscuros callejones y pasadizos de Savannah, no sentía ni un ápice de miedo ––sin la menor vacilación, gentilezas del Hanta interno.

    Un Hanta Raya, como Denny había descubierto hacía tres semanas, era el maestro de todos los espíritus. Este demonio particular se alimentaba de los espíritus de otros demonios, de demonios más malvados. Mientras más maléficos, mejor, y era tarea de Denny proveer ese alimento. A lo largo de los siglos, la relación Hanta/anfitrión había sido simbiótica…de necesidad mutua. Y su demonio había permanecido dormido durante tanto tiempo, que la hambruna era intensa…

    El demonio de mediano nivel que acababa de matar saciaría el deseo de sangre de su Hanta, al menos por el momento, pero no era el alma que ella anhelaba. No, esa era más malvada, mucho más malvada que la del cretino que terminaba de liquidar.

    Mientras caminaba, con sus ojos escaneando las ominosas sombras de la ciudad atestada de demonios, los olores de Savannah colmaron su nariz, recordándole que ella, en realidad, era humana, aunque no siempre se sintiera de esa manera. Una combinación de café de achicoria y glicinia flotó hasta su nariz, haciéndola recordar que no todo en el mundo era siniestro.

    Al detenerse a echar un vistazo en las profundidades de unos de los oscuros callejones, su celular vibró.

    Vio que era su mejor amigo, Víctor, quien la llamaba, pero dejó que fuera al correo de voz. Sabía que él estaba preocupado por ella. Todos lo estaban. Denny no había sido la misma desde que había descubierto quién era en verdad. Había recibido casi tres docenas de ese tipo de llamadas en las últimas semanas, y había lidiado con ellas de la misma manera: ignorándolas.

    Un minuto había sido una estudiante universitaria normal con pocas preocupaciones, excepto por las notas y las fiestas, y al siguiente allí estaba matando demonios y luciendo sus entrañas sobre su ropa.

    Desde entonces, había abandonado la universidad y pasaba todas las noches deambulando por las sombras de Savannah buscando al demonio responsable de enviar a su hermano a prisión con una sentencia de por vida.

    Nada le importaba más que su familia.

    No había dejado que nada la abstuviera de sus rondas nocturnas.

    Así que cuando tres adolescentes punk comenzaron a silbarle, continuó. Los humanos no le interesaban a menos que estuviesen poseídos. Todo lo que hicieron fue interponerse en su camino, y Denny no tenía tiempo para sus estupideces.

    Cuando uno de los punks se paró frente a ella, lo empujó en el pecho con tanta fuerza que lo hizo aterrizar a tres metros de distancia. Los otros dos jóvenes permanecieron quietos boquiabiertos.

    ––Déjense de joder chicos, antes de que alguien se lastime de verdad ––. Dijo Denny con una voz profunda y grave, pero todavía bajo control.

    –– ¿Qué…cómo rayo hizo eso?

    Denny se detuvo y se volteó hacia los otros dos matones.

    ––¿Qué vamos a hacer, amigos? ¿Quieren que les dé una paliza una mujer o me van a dejar tranquila?

    Los dos muchachos que vestían sudaderas con capuchas negras se separaron como el Mar Rojo y la dejaron pasar.

    ––Buena elección. Ya he matado a un imbécil esta noche. Dejémoslo así, ¿no? ––Dijo y continuó hasta el Black Stallion, sin ser molestada.

    El BS, como todos lo llamaban, era un barsucho de morondanga que nunca había tenido un buen día. Desde su apertura, seguía siendo un antro al que solo los valientes iban por un trago.

    Cuando entró, unas pocas personas la miraron, pero la estridencia dificultaba que se vieran los restos de los detritos demoníacos que aún colgaban de su ropa. Dirigiéndose a la barra, ordenó un shot de whiskey.

    ––¿Dónde está el otro barman? ––Preguntó Denny cuando el que la atendía llenaba frente a ella, su vaso hasta la mitad.

    El líquido ámbar parecía tener vida al moverse hacia atrás y hacia delante en el pequeño vaso.

    ––¿Rocky?

    Denny soltó una carcajada.

    ––¿Su nombre es…Rocky? ¿Cuál es su nombre verdadero?

    El alto y robusto camarero la miró fijo. Él no fue el único.

    ––Señorita, ¿miró a su alrededor? Está en un bar gay. Nadie se hace llamar por su nombre verdadero acá.

    Denny bajó la vista a su whisky, bebida que rara vez pedía, y lo revolvió ligeramente.

    ––Ya veo.

    Si bien había demonios caminando esta tierra, quizá el mayor mal yacía latente en esas botellas en la pared. Latente, es decir, hasta que sus contenidos encontraran su camino hacia la garganta, donde producían una magia vudú, alterando la naturaleza del bebedor.

    Nunca para mejor.

    Nunca.

    Tanta angustia. Tanta destrucción.

    Demonios en una botella.

    Se preguntaba qué pensaba el Hanta sobre eso ya que parecía disfrutar del sabor del whiskey sureño.

    Dándole un trago, sintió la lenta quemazón de la bebida deslizándose por su garganta, ansiosa por lanzarla hacia algún desenlace espantoso. El Hanta disfrutaba del calor mientras descendía.

    ––¿Quieres dejarle un mensaje? ––Preguntó el camarero guiñándole un ojo a alguien que acababa de entrar.

    ––¿Cuándo vuelve a trabajar?

    –– No estoy seguro. ¿El martes, tal vez? ¿Eres la novia de alguien o algo?

    La novia de alguien.

    Un mes atrás, había sido la novia de alguien. Ella y Rushalyn Holbrook habían sido amantes durante tres años antes de que Rush la dejara. Partiera y la abandonara.

    No es que Rush en verdad pudiera partir. Ella ya estaba muerta.

    Muerta y ausente por los últimos cuarenta y tres años. Muerta, es decir, sin forma corpórea, y ausente, en el sentido de no estar en ningún lado durante las últimas tres semanas.

    Ausente.

    No importaba en dónde Denny había buscado o cuán fuerte gritara su nombre, Rush no aparecía.

    Por trece años, Rush había estado merodeando por la casa Holbrook, a toda hora, todos los días, observando, esperando. Observando y esperando a que Denny cumpliera la mayoría de edad para poder decirle lo que sentía por ella.

    Y cuando lo había hecho, cuando finalmente había logrado conectar, había sido hermoso. No más.

    Rush la había dejado después de una discusión sobre el Hanta. Denny se había enfurecido al descubrir que Rush siempre había sabido que Denny llevaba un demonio adentro.

    Rush siempre lo supo y aun así nunca había soltado ni una palabra al respecto. Nunca se lo había contado. Nunca había soltado prenda, y al final, eso había destrozado el delgado lazo entre los vivos y los muertos.

    Rush se había marchado, y no había regresado.

    Tres largas semanas, y ni una sola palabra. Era como si nunca hubiese existido.

    ––Señorita, si es la esposa de alguien o algo…

    Abstrayéndose de sus pensamientos, Denny susurró:

    ––Nah. No soy la novia de nadie. Nada…de nadie, en verdad. Sólo soy un manojo de problemas.

    El camarero le sirvió otro trago.

    ––Difícil ––. Le empujó la bebida y se alejó.

    Denny miró el trago.

    ––¿Difícil? ––Sacudió la cabeza ––. No tienes idea.

    Una vez en casa, Denny se detuvo a contemplarse en el espejo. Su metro setenta estaba cubierto de detritos de demonios. Sangre, sesos, y restos de carne colgaban de su ropa como pelusas sobrenaturales. Había logrado sacarse casi todo lo que tenía en su cara y su pelo, pero algunos todavía se mantenían con vida. Las pupilas eran como pequeños agujeros y podía ver que su Hanta hacía rato que se había echado a dormir.

    Caminando fatigosamente por las escaleras hacia el armario de la habitación principal, abrió una puerta secreta que llevaba a una pequeña habitación de forma extraña, enmarcada de estantes y diminutas ventanas. El penetrante hedor a moho de los anticuados tomos de libros de cuero impregnaba todo el aire a su alrededor. Un antiguo escritorio enrollable con una tabla de mármol verde se posaba suntuosamente en el centro de la habitación. Descansando sobre el escritorio había varios diarios de cubiertas de cuero desgastadas de unos cinco o diez centímetros de alto. Uno estaba abierto y tenía un billete de dos dólares marcando la página.

    Se quitó despacio su remera y roció con agua la mancha de sangre de su mano izquierda antes de exprimir la sangre en un contenedor reservado para colocar tinta. Luego abrió el bloque de mármol verde, que se elevó lentamente para poner al descubierto el cajón secreto. Adentro, había varias agujas hipodérmicas utilizadas para extraer sangre.

    Una vez que Denny extrajo la suya, la dejó caer en el tintero y mezcló ambas sangres antes de tomar la pluma estilográfica y abrir el diario de cuero negro que yacía abierto sobre el escritorio.

    Escribir con sangre siempre era el aspecto menos favorito del ritual de la caza de demonios. Utilizar sangre de un demonio para llevar la cuenta de las matanzas nocturnas era extraño, pero era su propia sangre la que permitía que el resto de la comunidad de cazadores leyera sus palabras en sus libros…sus matanzas…y se enteraran de a quién había matado y cómo lo había hecho. Mantenía conectados a los cazadores de legados. Los mantenía instruidos y con vida.

    Y ellos necesitaban esa conexión para sobrevivir.

    Era por demás y sobrenaturalmente extraño para Denny saber cómo todo eso resultaba al final. Sólo hacía lo que Ames Walker, su mentor y entrenador, le había dicho que su madre hacía. Llevaba un registro de quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo había vencido a sus demonios. De esa forma, no solo había una estimación, sino que servía también como una especie de manual…en caso de que los otros cazadores de legados se cruzaran con la misma clase de demonio.

    Escribir en el Libro de demonios, o el libro de matanzas, como le gustaba llamarlo, era la única tarea que había llevado a cabo responsablemente en las últimas tres semanas. Por supuesto, ella había cazado demonios, los había matado e interrogado, pero vivía atada a su Hanta en su intento por descubrir la verdad. Lo que necesitaba era un manual.

    Esta obligación, este legado, se lo habían encajado sin su consentimiento o su conocimiento. Había ingresado al reino paranormal a patadas y gritando. No había querido ser poseída ––no había querido pasar sus noches escudriñando los estratos más bajos de la sociedad buscando el mal. No había querido nada de eso.

    Ahora, cazar era lo único que importaba.

    Denny mojó su pluma estilográfica en la tinta de sangre y comenzó a transcribir los detalles de las matanzas de la noche. Y eso había hecho todas las noches de las últimas tres semanas, hablándole en voz alta a Rush, sintiendo el enorme vacío que había dejado su desaparición.

    ––Otro de mediano nivel eliminado, amor, pero tú ya sabes eso, ¿verdad? ¿Qué debes pensar de mí ahora que me he convertido en una descorazonada asesina de demonios? ¿Me juzgas? ¿Sientes pena de mí? ¿Acaso me extrañas? ¿Nos extrañas? ––Inquirió y quedó en silencio por un momento, esperando, como siempre, que Rush contestara ––. No me he

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