Picatesta y otros cuentos
Por Gregorio Sorén
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Picatesta y otros cuentos, la colección de relatos que se presenta en esta ocasión al lector hispanohablante abre una puerta hacia la obra del escritor cubano Gregorio Sorén, quien se inicia de esta manera en el ejercicio de la narración, ofreciéndonos una ópera prima capaz de suscitar las más disimiles reacciones.
Predominan en estas historias seres auténticos, saltan y se construyen sobre sus argumentos, luchadores del eterno conflicto de la existencia que los lleva a sobrevivir la desesperanza, el orgullo, el agravio, la incomunicación, el dolor hasta la sublimidad de los sentimientos que pueden provocar. Son estos personajes especie de nuevos caballeros andantes, Dulcineas modernas, infrareales y deconstruidas, con diferentes distorsiones y conceptualizaciones del amor, así tan sencillamente, arrasan con dos posibilidades a su mano: la de erigirse a sí mismos o la de anularse hacia lo desconocido. Los temas que aquí se abordan nos son corrientes, sin embargo el peso de la cotidianidad y lo imprevisto se entrelazan y revelan las miserias de lo ordinario, donde al parecer no interesa lo que sucede o cómo es contado, sino las reacciones de como íntimamente cada sujeto puede rebelarse.
La limpieza de las descripciones así como la sobriedad de los diálogos son herramientas que utiliza Sorén para adentrarnos en ese pasadizo, o puzle, en el que la extrañeza -brechtianamente hablando- es siempre punto de partida y a la vez destino de las historias que se presentan en esta colección.
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Picatesta y otros cuentos - Gregorio Sorén
Picatesta
y otros cuentos
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Gregorio Sorén
This is a work of fiction. Similarities to real people, places, or events are entirely coincidental.
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PICATESTA Y OTROS CUENTOS
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First edition. April 30, 2016.
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Copyright © 2016 Gregorio Sorén.
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Written by Gregorio Sorén.
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Cover design by Sunun Chitphanthanakorn
AGRADECIMIENTOS
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A mis padres, por al apoyo incondicional. A Yumary, Pedro y a Ann, por el sincero esfuerzo y el talento.
Índice
Ulises
Fútbol o El fundamento de la certeza
De la agenda de un consejero
Nina
Sofrología
Conversación a las 9
Claudia contra ETA
No Paradise
Picatesta
Ulises
Cuando salgas en el viaje hacia Ítaca
desea que el camino sea largo,
pleno de aventuras, pleno de conocimientos.
Kavafis
––––––––
Una tarde de junio, en medio de un calor sofocante, Ulises decide abandonar la búsqueda que le había mantenido ocupado durante todo el día. Catálogos y más catálogos..., collares, anillos, brazaletes, muestras de todo tipo de joyas. Mañana continúo
, pensó, al tiempo que se rociaba los ojos con un poco de agua. En la habitación contigua una chica dormía plácidamente dejando escuchar el leve murmullo de su respiración.
—¡Sólo quedan dos días para la boda! —se dijo a sí mismo alarmado—. Sé que puedo encontrar algo por un buen precio. Será bonito, pero tengo que escoger bien, tomar una decisión... Siempre es igual... ¡Tantas opciones! Oro, plata, diamantes, zafiros... Aunque en este caso quizás sólo dos, en lo fundamental...
El sudor comenzaba a correrle por la frente.
—Necesito un poco de aire —continuó en voz alta—. Seguro se me aclara la mente mientras camino, y así podré elegir mejor...
Un instante después Ulises bajaba las escaleras en dirección hacia la playa. ¡Qué clima este!
, pensó, pero creo que no podría vivir en otro sitio; la cercanía del mar es algo que debo agradecer, y es donde único se puede ver gente caminar en esta ciudad...
Ya en la orilla, descalzo, introduce los pies en el agua y mira hacia arriba. La caricia de las olas y el color del cielo al atardecer le inyectan una pequeña dosis de energía. Voy a caminar un rato
, pensó de nuevo y se detuvo un instante. Dejando la vista correr a través de la línea costera, decidió tomar rumbo sur.
—Es un poco lejos hasta South Point, pero es lo que necesito en estos momentos —dijo para sí mismo mientras andaba. La arena se sentía húmeda bajo sus pies.
—Hey! ¡Hello! —salieron de repente las voces de las dos chicas, como tonadas de avecillas traviesas.
—¿Por qué llevas esa cara? Are you Ok? —continuó una de ellas en un inglés de notable acento europeo.
—¿Por qué no vienes con nosotros? —dijo la otra—. Ven, bailemos un poco.
Sin saber cómo, un instante más tarde se encontraba Ulises tomado de los brazos de las dos desconocidas, moviéndose acompasadamente al ritmo de una lejana melodía.
—Where are you from? —preguntó el joven.
—We are from Belgium —replicaron ellas.
—Oh, I see —respondió Ulises con cierta reserva—. ¿Viven aquí en Miami?
—No, somos turistas. ¿Conoces algún sitio donde podamos ir a bailar más tarde?
—Sí, creo que sí... —respondió Ulises, sin comprender aún del todo la situación.
Un hombre de oscurísima tez, estatura baja y una complexión desmesuradamente fuerte apareció en ese momento para completar el cuadro. Sus dientes, de un blanco casi fulgurante, sus ojos desproporcionados y el cabello largo en trenzas le daban un aspecto tribal impresionante.
—Mira, este es nuestro amigo Noël; es francés —dijo una de las muchachas.
—Comment ça va? —se atrevió a decir Ulises en un tono que iba pasando de la timidez a una incipiente curiosidad.
—Oh, Vous parlez français?
—Sólo un poco...
—¿Vives aquí?
—Sí... ¿Y tú? Est-ce que tu habites à Paris?
—Oui, monsieur!
¡Me gustaría tanto ir a París!
, pensó Ulises, y se mantuvo hablando por un rato más con los jóvenes, intercambiando risas y palabras en diferentes lenguas hasta que ellos decidieron marcharse.
—¿Nos vemos entonces a la noche en algún sitio?
—Claro... —respondieron amablemente los desconocidos. —Bye.
—Au revoir!
La brisa había comenzado a levantarse, elevando las crestas de las olas y trayendo un poco de alivio a Ulises, que ya sudaba copiosamente. Vaya gente que se encuentra uno en la playa a estas horas. Vienen de todas partes... Después de todo es bonito que eso suceda
, pensó. El cielo, completamente despejado, iba tomando un color malva intenso. La claridad, cada vez más escasa, se reflejaba débilmente en las conchas esparcidas por la arena...
Como un felino salido de la nada apareció una chica, dando una alegre carrerilla al tiempo que iba quitándose la ropa. Casi desnuda se lanza cortando el agua para aparecer sobre la superficie unos metros más allá de la orilla. Ulises se detiene y da unos pasos en dirección al mar. Tras observar el horizonte por un instante continúa su marcha.
Algún tiempo después la noche había caído casi por completo. El cielo, como un manto aterciopelado, exhibía en lo alto un perfecto anillo lunar. Ulises se detuvo y luego de contemplar en silencio el astro plateado reanudó su andar rumbo a South Point, ahora bajo la tenue luz selenita.
—Esta es la mejor hora para meterse en el agua, no deberían pensarlo tanto —dijo de pronto el joven, dirigiéndose a dos chicas que contemplaban el mar en silencio—. Where are you from?
Las dos jóvenes se quedan mirando una a la otra con actitud recelosa.
—No hablamos con extraños —dijeron éstas, y siguieron su camino.
—Pues deberían hacerlo. Este es un sitio maravilloso para conocer nuevas personas —respondió Ulises a las dos desconocidas que se alejaban.
Vaya gente que hay por aquí
, pensó. Ya veo que no todos son igual de amistosos
.
Lejos de parecer fatigado Ulises se mostraba altivo. Su andar se hacía más rápido y su corazón latía con ímpetu. Una extraña comezón empezaba a inquietarle.
—Quizás sea hora de regresar, aunque no me siento cansado en lo absoluto —dijo para sí mismo, y un instante después concluyó: —Para decir verdad..., me quedaría aquí toda la noche...
—Excuse me, ¿sabe qué calle es ésta? —preguntó Ulises a otra joven que estaba de pie sobre la arena.
—Excuse me? —respondió la chica acercando el oído en un evidente esfuerzo por entender la pregunta.
—Que si sabe qué calle es ésta, la más próxima, quiero decir.
—Ah! Creo que es Lincoln Road... Where are you from?
—I live here, but... I’m cuban.
—Oh, I see...
—What about you?
—I’m from Ohio.
—Ohio... Tiene que ser un lugar muy bonito —dijo Ulises mientras miraba a la chica fijamente a los ojos.
—My name is Lucy... —dijo de repente la muchacha, tendiéndole una