Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Inquebrantable Por Naturaleza
Inquebrantable Por Naturaleza
Inquebrantable Por Naturaleza
Libro electrónico186 páginas2 horas

Inquebrantable Por Naturaleza

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Inquebrantable por naturaleza nos regala tres diferentes historias que marcaron la vida de una misma persona.
Primero, nos narra los deseos que un niño de nueve años tiene para sobrevivir al maltrato y a los obstáculos que la vida puso en su camino a tan temprana edad. Después de haber ganado la batalla contra la garganta del infierno –un pozo de veintitrés metros de profundidad donde cayó–, tuvo que lidiar cuatro meses en cautiverio, atado en el chiquero de los chanchos, comiendo, durmiendo y haciendo sus nece-sidades, todo en el mismo lugar.
Segundo, el mismo niño comparte con nosotros todo lo que tuvo que hacer. Ingeniándoselas con lo que tenía disponible para excavar y terminar el pozo para una piscina olímpica sin la ayuda de nadie, pa-sando hambre, frío y cansancio, llegó a demostrar que si uno se lo propone, puede hacer lo que quiere en la vida.
Tercero, nos cuenta la historia del mismo niño ya crecido, con veintiséis años de edad, ya hecho un hombre y profesional. Esta vez, la vida otra vez lo puso a prueba, tuvo que dejar su ego y orgullo de lado y empezar de nuevo desde abajo, lejos de casa, entre extraños y con un idioma completamente diferente, enfrentando los maltratos, las humillaciones y los desprecios de los que lo rodeaban. A pesar de todo esto, llegó a ser un buen hombre y hoy describe todos esos aconteci-mientos que lo ayudaron a ser una persona más íntegra y comparte con nosotros todo lo que aprendió en el difícil andar.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2015
ISBN9781310956966
Inquebrantable Por Naturaleza
Autor

Carlos Antonio Ojeda

After being given to his grandmother at eight months old and after living in the middle of the “Misionera” Jungle, Carlos A. Ojeda has gone over all the difficulties a boy can experience during his childhood.It has been one of the hardest lesson life can offer to someone, but thanks to these tests he has become into a completely positive and intrepid person, with a lot of knowledge, with a story that inspires other people going through difficult moments in their lives.He was born on January 22nd in Eldorado, Misiones, Argentina. When he was 10 his biological mother and his stepfather became legally responsible for him and things seemed to be taking a better direction; this made him move to his home town, but for a short time.He always believed you can do whatever you want in your life. Since he learned how to read, he kept on looking into magazines, newspapers or any material coming to his hands, trying to know how to be a better person. He did courses about self-esteem and self-confidence, accompanied by an unbreakable faith in a superior God, a creator who provides us with energy and helps us balance our world.He has been through hard works since he was young, learning a lot of things from life. Besides, he attended several universities, looking for something that could really fulfill his curiosity.In 1994 he moved to the city of Buenos Aires, where he lived in a very small room, similar to a warehouse, under the stairs of an old hotel. He signed up for the career of System Engineering at the National Tecnological University, which he abandoned four years later after not finding answers to his curiosity. After that, he started the career to be a Public Accountant at Buenos Aires University (UBA).Working during the day and studying at night, in his spare time he locked himself up to read in the Public Library of the Congress Building. He selected books about motivation, self-help and about how to become a better human being. He was always interested in self-help topics.In 2001 he moved to the United States, looking for the American dream, where life put him against new obstacles. However, he kept on improving himself in the art of self-help. Already far away from home, after he had worked full time for a long period, and after studying the new language, he signed up at the Standford Institute. In three years time he graduated as an Accountant and two years later he got a Master in Business Administration. In 2011 he inscribed in the Argentina Federal Police University to study to be a lawyer.Nowadays, after so much sacrifice and study, he presents this book and shows that being unbreakable by nature is worth it.español: Después de haber sido entregado a su abuela a los 8 meses de edad y vivir en medio de la selva Misionera, Carlos Antonio Ojeda ha superado todas las dificultades que un niño puede experimentar en su infancia.Ha sido una de las mas duras escuelas que la vida puede ofrecer a una persona, pero gracias a estas pruebas se ha convertido en una persona sumamente positiva, intrépida y con muchos conocimientos. Con una historia inspiradora para otras personas que se encuentran en momentos difíciles de la vida.Nació un 22 de enero en Eldorado, Misiones, Argentina. A los 10 años de edad su tenencia paso a manos de su madre biológica y de su padrastro donde las cosas parecían tomar un mejor rumbo, esto lo llevo a trasladarse a su ciudad natal después de pasar los anteriores años en medio de la selva Misionera, en un lugar llamado Telina entre los pueblos de San Antonio y de Bernardo de Irigoyen.Siempre creyó que uno puede hacer lo que se propone en la vida. Desde que aprendió a leer por cuenta propia prácticamente con pocos días de clases ya que la escuela era muy lejos y tenia que caminar varios kilómetros para asistir a la misma. Siempre se lo veía buscando en revistas, diarios o en cualquier otro material que llegara a sus manos, como superarse y ser una mejor personas.Realizo estudios sobre autoestima y fe en uno mismo, acompañado de una fe inquebrantable en un Dios superior, un creador que nos provee de nuestra energía y nos ayuda a equilibrar nuestro rumbo.Ha pasado por trabajos duros desde temprana edad, aprendiendo muchas cosas de la vida que lo ayudo a crecer y a llegar a ser mejor. Asimismo concurrió a varias universidades, buscando algo que realmente colmara sus inquietudes y le diera respuestas a las preguntas que en forma de magia surgían en su mente.En 1994 se traslado a la Ciudad de Buenos Aires Donde vivió en un pequeño cuartito mas parecido a un deposito para guardar ropa o zapados, bajo las escaleras de un viejo hotel. Se inscribió en la Carrera de Ingeniería en Sistemas en la Universidad Tecnológica Nacional, la que abandono cuatro años mas tarde por no encontrar respuestas a sus inquietudes, Comenzó luego l a carera de Contador publico en la Universidad de Buenos Aires (UBA)Trabajando de Día en lo que encontraba, la mayoría de las veces en trabajos precarios y de muy poca paga, estudiaba de noche, en sus pocos tiempo libre se le podía encontrar leyendo o buscando información en la Biblioteca Del Congreso. Elegía libros sobre incentivación, autoayuda y como llegar a ser un mejor ser humano, siempre se intereso por los temas de autoayuda.En el ano 2001 se traslado a los Estados Unidos , buscando el sueño Americano, donde la vida le a prueba nuevamente y le presento nuevos obstáculos para superarlos, Sin Embargo, iba progresando y perfeccionándose en el arte de la autoayuda. Ya lejos de casa, después de haber trabajado largamente día tras día a tiempo completo y yendo por las noches a la escuela a estudiar el nuevo idioma. Se Inscribió en la Universidad. En tres años se recibió de Contador y dos años mas tarde obtuvo el Master en Administración de Empresa. Pero siempre seguía leyendo y buscando temas de autoayuda y motivación personal.En El año 2011 se anoto en la Universidad de la Policía Federal Argentina para cursar la Carrera de abogado.Hoy después de tanto sacrificio y de largos estudios, presenta este libro y demuestra que ser inquebrantable por naturaleza y creer en lo que uno quiere vale la pena y tiene sus recompensas.

Autores relacionados

Relacionado con Inquebrantable Por Naturaleza

Libros electrónicos relacionados

Autosuperación para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Inquebrantable Por Naturaleza

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Inquebrantable Por Naturaleza - Carlos Antonio Ojeda

    INQUEBRANTABLE DESEO POR LA VIDA

    De lejos se escuchaban los gritos de la anciana insultando. Decía algo así como: «Inútil, no sirves para nada, lo único que haces es arruinar mi vida». Así los insultos seguían, uno tras otro. De repente, yo, un niño de nueve años, rompí el silencio:

    -Yo no hice nada, yo no tengo la culpa de lo que te pasa».

    En ese momento, la mujer me tiró el plato de comida caliente por la cara, seguido de unos golpes y otros insultos.

    -¿Cómo que no hiciste nada? ¡Si no debías haber nacido! Todo lo que hice para que no vinieras a este mundo a arruinar mi vida: no eres querido en este mundo, todo fue un error. Por tu culpa tuve que dejar todos mis sueños atrás; para tener que cuidarte. Así que no digas que no es tu culpa, debería matarte a golpes para que aprendas lo mucho que me molestas.

    En ese mismo instante, empecé a llorar. La anciana, con un cinturón de cuero de vaca seco que se suele usar para domar caballos, me comenzó a golpear sin compasión. Salí corriendo bajo la lluvia fría de invierno, que azotaba la región esos días. Eran como las ocho de la noche, una noche oscura en la que no se podía ver ni un metro adelante por la lluvia y la oscuridad.

    La agresora corrió tras de mí, logró alcanzarme, me tiró al piso, me azotó a golpes sin piedad y, con toda su ira, descargó su rabia sobre mi cuerpo desnutrido y semidesnudo. Yo solo gritaba:

    -No, no, por favor, no más.

    Pisándome el cuello y apretándome fuerte sobre el piso, estiró mi brazo hacia arriba, tomándome de la mano y torciéndome para provocarme más dolor, como si tratara de arrancarlo de mi cuerpo al mismo tiempo que me insultaba y me escupía. Observé su cara pálida sufrida, con pelo largo, caído sobre su rostro, mojado. El agua corría sobre su pelo y los pocos dientes podridos que tenía parecían de un animal salvaje que solo trataba de descuartizar a su víctima para devorarla.

    De repente, un estruendo del trueno de la madre naturaleza rompió el horror de esos gritos de auxilio y de insultos. La anciana se asustó y aflojó el pie de mi cuello, yo aproveché para salir huyendo como una flecha disparada sin rumbo. La anciana, con ganas de seguir maltratándome, trató de sostenerme pero, por lo mojado que estaba por la lluvia y lo flacos que eran mis brazos, logré escapar, librándome de los golpes como un potro salvaje. Corrí, corrí, corrí hasta escapar de sus garras. De repente, ¡aayyy!, no encontré suelo que aguante mi peso, empecé a caer en un vacío que no tenía fin. El pozo abandonado de unos veintitrés metros de profundidad, que se usaba para sacar agua para los animales, se encontraba descubierto, el agua que corría fuertemente proveniente de la cima del cerro arrastró los tablones podridos que meramente cubrían la boca hambrienta del pozo.

    Mientras caía, sentía cómo los azotes de las ramas que golpeaban mi cuerpo, por suerte, amortiguaban la caída a la vez que me lastimaban. Pero, a pesar de que me dolían esos golpes, eran como caricias comparados con los golpes del cinturón de cuero que ella usaba para descargar su rabia sobre mi cuerpo indefenso.

    Al tocar fondo, golpeé mi cuerpo sobre el agua fría y las ramas que reposaban en el fondo del pozo. Por suerte, caí de espaldas tocando los pies sobre las ramas antes que mi cuerpo, lo que ayudó a que el golpe no sea mortal. Inclinando la cabeza hacia arriba, podía ver a la agresora al borde del pozo, insultándome a los gritos y diciendo:

    -Ahí vas a quedarte hasta pudrirte en el lodo. -Se dio vuelta y se marchó. Yo, solo en la oscuridad, grité:

    -Auxilio, auxilio, socorro, sácame de aquí que no quiero quedarme solo, hace mucho frío y está oscuro.

    Grité una y otra vez hasta agotar mis fuerzas de tantos pedidos de auxilio sin tener ninguna respuesta; nadie me escuchaba.

    Estaba solo abandonado en el medio de la noche, temblando de frío y mojado por la lluvia que, cada vez más fuerte, golpeaba la tierra.

    Entre las gotas de lluvia y el granizo, podía observarse una claridad opaca en el cielo; la luna creciente que peleaba con las nubes para mostrarse. Esto me brindaba una mínima visibilidad para que no me sintiera completamente ciego dentro del pozo.

    Pasaban las horas, el frío y el hambre eran más fuertes que el sueño y el cansancio, por lo que no podía dormir. Así pasó la noche y llegó la mañana; se podía observar cómo la claridad empezaba a mostrar lo feo y sucio que se veía el fondo del pozo. Pasaban las horas y la lluvia cada vez era más fría; no se podía ver bien, era torrencial el agua que caía. El día iba pasando, el frío ya no se sentía tanto porque el sueño era más intenso y el estómago gritaba desesperadamente pidiendo comida. Así pasó el día, llegó la oscuridad de la noche nuevamente; la lluvia no paraba, se sentía cada vez más doliente.

    De repente, oí unos ruidos extraños, como si el monstruo de la muerte se estuviese acercando para venirme a buscar. El agua que se deslizaba desde el cerro movió los últimos tablones que meramente cubrían una parte del pozo y también servían para que el agua no entrara y me cubriera.

    Pero esa barrera que impedía el ingreso del agua ya no estaba, el agua empezó a caer y el nivel del lodo comenzó a subir. Un pedazo de madera de unos veinticinco centímetros de largo y unos cuatro de ancho era mi única herramienta; me aferré a esta como si fuera mi única salvación. El hambre me estaba ganando y el cansancio me seguía maltratando, hacía ya día y medio que estaba en el pozo lleno de lodo, sin comida, con frío, solo, abandonado y allá afuera una anciana que solo quería deshacerse de mí.

    Abrazado al pedazo de madera, me quedé dormido nuevamente, temblando de frío y con mucha hambre. Era como un muerto reposando sobre el lodo y el agua sucia que ya casi me cubría por completo. De repente, abrí los ojos, respiré fuerte y salté asustado; el agua ya me había cubierto. Me paré y pedí auxilio, pero nadie oyó mis súplicas. Ya era noche otra vez y casi no podía ver la poca claridad que la luna me regalaba a través de las nubes y de la lluvia que no había cesado ni un minuto en todo ese tiempo. El hambre me seguía castigando, ya no sentía tanto sueño pero sí frío, cansancio y dolor por todas partes. Así pasé la noche nuevamente, los dientes parecían tener un motor eléctrico que no me permitía mantenerlos quietos, temblaban golpeándose unos contra otros. Ya no sentía mis manos ni mis pies, todo parecía estar dormido: ni el dolor me molestaba. Así pasé la noche.

    Llegó la claridad del siguiente día y la lluvia continuó acariciando mi cuerpo, que ya no sentía la diferencia entre dolor y placer. Abrí los ojos y pude ver que el agua sucia ya estaba por encima de mi cintura, pero ya no me importaba: mi único pensamiento era el hambre que padecía. De repente, me asusté por un movimiento en el agua. Me di cuenta de que ya no estaba solo: tenía compañía. Sin saber qué era, solo me quedé quieto tratando de ver qué era. No podía siquiera dar un paso para escapar. Asustado, solo quedaba esperar a ver qué pasaba después. Pasaron los minutos y ya no veía ninguna señal de vida, siguieron pasando los minutos y me quedé dormido sin energía, arrebatado por el cansancio.

    De repente, fui interrumpido por mi nueva compañía, que me tocó la cara. Esto me despertó de un salto, miré a un lado y a otro tratando de ver qué era. Una cosa que nunca me habían gustado eran los sapos, algo que siempre me había dado asco y miedo, y justo era lo que me estaba haciendo compañía en ese momento. Pude ver cómo, en el otro lado del pozo, tratando de salir estaba postrado mi nuevo compañero de sufrimiento. Solo lo miré aterrado, no sabía qué hacer. Solo lo observé y, sin moverme, ahí me quedé, con el pedazo de madera que cayó con el agua en la mano, como si fuese mi arma para defenderme si era atacado nuevamente.

    Pasaban las horas, ya era el tercer día en el pozo y mi piel se estaba poniendo blanca, sentía que se me estaba descascarando. El hambre cada minuto era más obvio.

    Mi compañero de sufrimiento me observaba como con miedo, tratando de escapar también. Yo ya lo veía como un platillo de comida, el hambre ya me hacía ver alucinaciones. Me pregunté si me lo iría a comer o si él me iría a comer a mí, era tanto el hambre que ya no sabía… Así iban pasando las horas, la noche ya estaba cerca de nuevo y no quería estar con compañía. Aparte, el hambre me estaba consumiendo así que tenía que tomar una decisión. Con la única arma que tenía, decidí luchar contra mi compañero a ver quién sobrevivía. Después de correr de un lado a otro dentro del pozo, de pasar de derecha a izquierda una y otra vez, después de horas de lucha, logré capturar al compañero de sufrimiento. Lo tomé de los pies y lo observé durante unos treinta minutos, tratando de decidir qué hacer. El hambre ya no me dejaba pensar bien, ya me había olvidado del asco y el miedo que sentía hacia los sapos, solo lo miraba. De repente, ya de un solo golpe, introduje la punta del pedazo de madera que tenía como única arma en el cuerpo del sapo, ya me encontraba solo nuevamente, ahora podía dormir y descansar sin tener el temor de tener otro huésped en el mismo lugar. Así me quedé dormido con hambre, frío, cansancio y miedo, a pesar de tener el cadáver del sapo flotando en el agua sucia.

    Así pasó el tiempo, me dormí durante tres horas pero el hambre me despertó con un rugido del estómago al reclamar comida. No importaba que, solo quisiera comer algo, al abrir los ojos lo primero que vi fue el sapo flotando cerca de mi cara. Lo tomé por las piernas, lo miré, una y otra vez, con el pedazo de palo en la otra mano decidiendo qué hacer. Pasaron los minutos, solo lo miré con hambre y con ganas de comérmelo, ya me había olvidado por completo del asco que me provocaban. Solo lo abrí por el medio, le saqué lo que tenía adentro y, como un animal con hambre, como un lobo devorando a su presa, me lo comí. No podía diferenciar si estaba crudo o cocido, era tanta el hambre que lo comí así como estaba: sucio, crudo y salvajemente.

    Luego de una hora, empecé a sentir el efecto de la comida; el sapo me produjo un dolor sin comparación en el estómago. Podía haber perdido un brazo, una pierna, soportado todos los azotes del cinturón de cuero, pero nada se comparaba con el retorcijo que sentía en el estómago, era como si estuviese vivo y me estuviese comiendo por dentro. Lo bueno es que eso duró solamente dos horas, después vomité todo lo que había comido y más; un líquido verde que limpió todo mi estómago. Fue el mayor purgante que había tenido en mi vida, quedó solo el recuerdo de la mala comida.

    El pedazo de madera que sirvió de cuchillo para preparar la comida después sirvió para que pueda empezar mi escape de la boca del infierno que parecía ser ese pozo abandonado.

    No era muy ancho, por lo que podía tocar las dos partes extremas si me estiraba lo más que podía. Lo malo era que la garganta del infierno era una mezcla de tierra floja -que mojada se convertía en lodo e impedía afirmarse en ella- y, en otras partes, solo roca sólida que, por más que se tratara de perforar, no se podía quebrantar sin la ayuda de herramientas adecuadas para ese tipo de trabajo.

    Fui un niño que, desde que nací, tuve que aprender a lidiar con los maltratos y las duras tareas a las que siempre se me ha sometido, estaba acostumbrado a salir de situaciones difíciles. Esta parecía otra más, lo que no me imaginaba era que podía ser el comienzo del fin.

    Con mucho esfuerzo, temblando de frío y con dolor en todo el cuerpo gracias a los golpes recibidos de la anciana más los azotes que las ramas me regalaron mientras era tragado por la boca del infierno, lentamente, logré hacer un pequeño agujero en la pared del pozo, donde podía afirmar mi pie para subir un nivel más alto.

    El primer escalón fue el más difícil ya que la tierra no era firme y, al estar mojada, el pequeño agujero no soportaba el peso de mi cuerpo y, por más que trataba una y otra vez, esos esfuerzos eran completamente inútiles.

    El nivel del agua con lodo y ramas seguía subiendo, ya cubría una tercera parte de mi cuerpo, sentía que era el fin, que ya no tenía nada más que hacer. Pensaba y buscaba una solución; por más que el monstruo de la muerte se acercaba más y más, no me daba por rendido. El agua fría que seguía subiendo fue el regalo que la madre naturaleza me

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1