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Ellos regresaron
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Libro electrónico138 páginas1 hora

Ellos regresaron

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La certeza de que todos llegaremos al momento de nuestra muerte es quizá lo único en lo que coincidimos todos los seres humanos, pero lo que pueda o no suceder pasado ese punto nos está velado, y en consecuencia ha dado pie a infinidad de teorías a lo largo de los milenios.
Algunos suponen que al terminarse la vida todo acaba para siempre, otros creen fervientemente en paraísos y unos más aseguran que el alma reencarna una vez tras otra, en un larguísimo ciclo del que el individuo no está consciente pues la memoria se pierde entre una encarnación y la siguiente; pero, ¿acaso existen otras posibilidades?
Un hombre obsesionado por encontrar explicaciones cierto día se vio en poder de un papel escrito en un extraño idioma, y de su incansable afán por comprenderlo surgió un peculiar libro titulado "El elíxir de la vida", del que sólo se imprimieron unos cuantos ejemplares. La obra cambiaría el destino de quien la leyera pues en ella se desentrañan los enigmas de una forma única de inmortalidad, la receta para obtener la victoria sobre la muerte y sus ignotas consecuencias.
Cuando una de estas contadas copias cayó en manos de Marilyne, una chica de apenas 16 años, sin entender por qué quedó atrapada por su contenido, y en compañía de su prima Davina emprendió un viaje azaroso llevada por la obsesión de desentrañar los mensajes crípticos de sus páginas.
El autor del libro y unos cuantos más, entre quienes se cuenta Marilyne, a sabiendas o no han logrado una vida inacabable, lo que a primera vista puede parecer una bendición; sin embargo, con el correr del tiempo su eterna permanencia en este plano existencial quizá haya resultado en lo opuesto y ahora busquen la manera de cortar el interminable ciclo de su eterno retorno.

IdiomaEspañol
EditorialRubén Cota
Fecha de lanzamiento4 abr 2015
ISBN9781310023750
Ellos regresaron

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    Ellos regresaron - Rubén Cota

    Prólogo

    Existen creencias y leyendas que dicen que las personas que mueren regresan a este mundo, aunque también hay escépticos que no creen en ello y dicen que quien muere jamás regresará.

    Lo cierto es que nadie puede asegurar o negar una cosa u otra, por eso la interrogante nos ha perseguido por siglos y, extrañamente, en lugar de apartar esa idea de nuestra mente, cada día creemos más en ella.

    El cine y la televisión se han encargado de hacer viajar nuestra imaginación con argumentos que tratan de muertos que se aparecen, o de otros que se levantan trastabillando, caminando en forma grotesca, descarnados de la cara pero con la piel intacta en el resto del cuerpo.

    En años pasados dichas filmaciones de terror provocaban curiosidad en los niños y cierto morbo en los adultos. Hoy en día siguen teniendo gran audiencia porque las compañías cinematográficas han saturado las salas con producciones cuyas escenas de horror son más sofisticadas, rebasando por mucho la imaginación de la mente humana promedio.

    Pero aun con todo cuanto he mencionado, nada se esclarece y las incógnitas y las hipótesis continúan en el aire y en nuestros pensamientos.

    Ellos regresaron es una novela cuya lectura tal vez nos mueva a cambiar la idea que tenemos del misterio que encierra la muerte.

    ¿El que se va regresa o no vuelve jamás?

    Ellos regresaron

    En la ciudad de Albany, en los Estados Unidos, radica la familia Phonte, arraigada desde el siglo XIX. Sus descendientes viven en la casa que fue construida a su llegada a California en el año 1894.

    Los deseos de los propietarios originales fueron que la propiedad se conservara en la familia de generación en generación y no pasara a manos de personas ajenas.

    Los primeros dueños y la siguiente generación han fallecido. Ahora la habitan la tercera y la cuarta descendencias; Jaqueline, con su esposo Kurt y sus dos hijos, Marilyne de 16 y Barnie de 11.

    Jaqueline es visitada con frecuencia por su hermana Camyl y Davina, hija de ésta.

    —¿Qué lees con tanto interés, Marilyne? —pregunta Davina a su prima.

    —Un libro que encontré en la biblioteca de la abuela Jaqueline —contesta ella.

    —¿Se puede saber de qué se trata? —indaga intrigada.

    —Habla de que las personas que fallecen regresan en poco tiempo, Davina —le explica.

    —Pero no creerás en eso, ¿verdad? —la cuestiona Davina.

    —Tanto lo creo que por eso estoy muy interesada en ésta lectura —le contesta segura.

    —¿Cuándo has visto que una persona muerta se levante? —la provoca Davina con cierta sorna.

    —¡No me refiero a eso, Davina! ¡Claro que un muerto no se puede levantar! —replica Marilyne a su prima.

    —¿Entonces?

    —Se dice que las personas regresan porque el espíritu entra en un cuerpo nuevo —le explica.

    —¿De qué año es ese libro?

    —De 1894.

    —No deseo apartarte de tan interesante lectura, pero el libro es demasiado viejo. ¿Cuántas cosas ya habremos visto y vivido acerca de lo que está escrito en él?

    —No, Davina, esto es diferente. Mira, aquí dice que en el interior de la pirámide transparente se encuentra el elíxir de la vida.

    —Y según tu libro, ¿dónde está esa pirámide? —le pregunta Davina.

    —En Arizona. Aquí dice que en Arizona.

    Davina esboza una sonrisa…

    —¡Pero qué cosa! Que yo recuerde, en Arizona no existen pirámides.

    —Claro que existen, pero no cualquiera puede verlas —dice Marilyne segura.

    —¿Eso dice tu maravilloso libro? Creo que en verdad te estás volviendo loca.

    —Puedes creer lo que quieras, pero yo estoy segura de que lo que está escrito en este libro es verdad.

    Davina se despide:

    —Bueno, querida prima, no tengo humor para seguir escuchando eso. Te veo mañana en la escuela.

    Marilyne retoma la lectura, que cada vez le parece más interesante.

    La noche la sorprende y se queda profundamente dormida.

    Al día siguiente, en la escuela…

    —Hola, Marilyne, ¿cómo vas con el asunto de los muertos que regresan y las famosas pirámides de Arizona? —pregunta Davina sarcásticamente.

    —Si no crees en eso, ¿para qué me lo preguntas? —responde seria Marilyne.

    —Oye, ¿entonces hablabas en serio? Creí que estabas bromeando. No comprendo lo que pueda tener de particular ese libro. Existen infinidad sobre ese tema —dice Davina

    —Es que no has entendido, Davina. Todo ese mundo de libros del que tú hablas sólo son charlatanerías, pasatiempos, libros de ficción —replica Marilyne.

    —¿Y acaso lo que estás leyendo no es ficción? —le pregunta.

    Marilyne está a punto de contestar cuando suena el timbre.

    —Tengo que entrar a clases, Davina. Más tarde nos vemos.

    En otro lado del planeta, en Noruega.

    Una niña de tres años de nombre Thea, hija del matrimonio Berton, insiste a sus padres:

    —Quiero ir a ver a mi esposo, mamá; necesito ver a mi esposo.

    —¡Pero qué cosas dices, chiquilla! ¿De dónde has sacado esas ideas? —pregunta Randi a su pequeña.

    Enseguida habla con su esposo:

    —Estoy preocupada, Rolf; al principio lo tomaba como una broma de niños, pero últimamente ha sido más persistente, hasta me parece que se molesta porque no le creo.

    —Déjame hablar con ella. Tal vez pueda convencerla de que ha estado soñando —responde Rolf.

    Él entra a la habitación de la niña:

    —¿Qué sucede, hija? ¿Estás bien?

    —Sí, papá, pero mi mamá no me quiere llevar a ver a mi esposo. Cree que estoy loca. ¿Verdad que tú sí me crees?

    —Dime, hijita, ¿con quién has estado platicando? ¿Quién te dijo que tú tienes esposo? —le pregunta.

    —Nadie me lo dijo, papá. Yo tengo a mi esposo y quiero verlo —le contesta segura.

    Rolf trata de calmarla:

    —Está bien, está bien. Por ahora duérmete. Mañana veremos qué podemos hacer.

    En California…

    Por la tarde Marilyne busca el fascinante libro para continuar la lectura. Su pensamiento viaja conforme va leyendo, transportándose hasta cada uno de los puntos a los que hace referencia el autor.

    La voz de Davina la hace volver a la realidad.

    —¡Hola, prima!

    —Hola, Davina. No te vi cuando salí de clases.

    —Me quedé tomando unos apuntes con Alice. A ver, me tienes intrigada. Explícame más sobre tu misteriosa lectura.

    —Este libro lo guardaba celosamente la abuela Jaqueline. Mi mamá me ha platicado que muchas veces la sorprendió leyéndolo, y tan pronto alguien entraba a su habitación lo guardaba de inmediato, por no decir que lo escondía.

    —¿Pero qué motivos tendría para esconderlo? —pregunta Davina

    —Verás, Davina; también me ha platicado que siendo ella muy niña, mi abuela le hablaba de cosas bastante extrañas. Le decía que un día regresaría, pero que a nadie lo comentara porque eso sería un secreto entre las dos.

    —Bueno, Marilyne, todas las abuelas guardan secretos —dice Davina.

    —Puede ser, puede ser. Pero el punto es que el relato de este libro es muy extraño.

    —¿Extraño? ¿Por qué? —le pregunta.

    —Por lo mismo que te reíste cuando te dije de la pirámide transparente de Arizona. Todos sabemos que en Arizona no existen tales pirámides, y mucho menos en medio del desierto.

    —¿Entonces? —pregunta cada vez más intrigada.

    —Sucede que aquí vienen unas coordenadas, las fechas y las horas en que esa pirámide se hará visible a los ojos del ser humano.

    —Ya me dio curiosidad a mí también. ¿Qué más dice tu libro?

    —Que ahí se encuentra el elíxir de la vida y se llevan a cabo los encuentros. Que incluso puedes platicar con los muertos como si no lo estuvieran. Pero trae otros datos que no entiendo. Tengo que encontrar a alguna persona que traduzca una cita que está escrita en árabe, egipcio o algo parecido.

    —No hay problema, Marilyne, transcríbeme la cita y le pediré a la maestra de idiomas que la traduzca.

    —No, Davina, ése es el problema. No cualquier persona debe enterarse del contenido.

    Hay otra cosa. Traté de usar el traductor en línea por internet y no lo tradujo. Me pareció tan extraño que el traductor contestara que no volviera intentar traducir esa cita…

    —¿Y qué piensas hacer?

    —De momento no se me ocurre algo, pero debo empezar por buscar una persona que sea de mucha confianza —responde Marilyne.

    —No sé si te sirva mi idea, pero creo que un sacerdote te puede ayudar. He sabido que ellos hablan varios idiomas y podría ser lo más confiable —le sugiere Davina.

    —Puede que tengas razón. Déjame pensarlo bien, a ver qué decido.

    Tras un silencio de un par de segundos Davina pregunta a su prima:

    —¿Y por qué tanto interés en conocer el significado de ese texto? Dices que el libro habla de pirámides en Arizona, un lugar donde no existe nada de eso. No estarás pensando en ir allá, ¿verdad?

    —No se me había ocurrido, pero ahora que lo dices, no sería mala idea.

    Davina está sorprendida ante la respuesta de Marilyne.

    —¡No hablarás en serio! ¡Mis tíos nunca te dejarían viajar sola a ese lugar! Además, es una locura —se opone Davina.

    —Nunca dije que iría, sólo dije que no sería mala idea, y en tal caso no iría sola, viajaría acompañada —le explica Marilyne.

    En Noruega…

    Ante la insistencia de la pequeña Thea sus padres han acordado llevarla con un sicólogo.

    Después de ponerlo al tanto del asunto, el especialista atiende a la niña:

    —Así que te llamas Thea. Muy bonito

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