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Nocturne para violín
Nocturne para violín
Nocturne para violín
Libro electrónico242 páginas4 horas

Nocturne para violín

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Información de este libro electrónico

Los vampiros no existen, ¿verdad? Qué ridículo sería creer en ellos. Aunque puede que una mañana, al abrir los ojos, algo sucedido durante la noche, despierte las dudas en tu interior. Pregúntate qué pasaría si descubrieras que alguien de tu familia no es lo que aparenta ser. Obsérvalos a todos, conocidos o por conocer y quizá puedas ser consciente de que algo inhumano habita en la oscuridad de la noche mientras dormimos.

Para los apasionados del genero gótico-vampírico os presentamos Nocturne para violín opera prima de la cantante y actriz Rose Avalon. Ambientada principalmente en el barrio gótico de Barcelona, Nocturne para violín también nos traslada por la historia entre distintas épocas y lugares, descubriendo un nuevo origen de los vampiros y acompañando a los protagonistas por un recorrido hacia los sentimientos más profundos del ser. Si te sientes un fiel amante de estos seres inmortales que representan nuestrosdeseos más sinceros Nocturne para violín no te dejará indiferente.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento2 mar 2016
ISBN9788491123705
Nocturne para violín
Autor

Rose Avalon

Rose Avalon, polifacética Barcelonesa de orígenes asturianos. Escritora, cantante y actriz. Se diplomó en el seminario de Angeología Mis Ángeles. Estudió dos años de la carrera de interpretación en la escuela superior Séptimo Arte. Con tan solo veintiún años, en el 2007 fue nominada como mejor interpretación femenina en VI premios de cine de Barcelona. Por el papel de Júlia en la película Pactar con el gato dirigida por el director y guionista Joan Marimon. A finales del 2013 lanzó su primer proyecto musical grabado en solitario, Northern Strengths, obteniendo una gran acogida fuera del territorio nacional. Hoy trabaja la mayor parte de su tiempo en sus dos grandes pasiones, la música y la literatura.

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    Nocturne para violín - Rose Avalon

    Nocturne para violín

    Rose Avalon

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    Título original: Nocturne para violín

    Imagen de la cubierta de Marisa Sánchez Ugena

    Primera edición: Febrero 2016

    © 2016, Rose Avalon

    © 2016, megustaescribir

                   Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN:     Tapa Blanda                     978-8-4911-2369-9

                    Libro Electrónico            978-8-4911-2370-5

    CONTENIDO

    NOCTURNE PARA VIOLIN

    Prólogo

    Capítulo: 1 —La herencia—

    Capítulo: 2 —El ático—

    Capítulo: 3 —El libro—

    Capítulo: 4 —Las cartas—

    Capítulo: 5 —El castigo—

    Capítulo: 6 —Un angel—

    Capítulo: 7 —Baile de mascaras—

    Capítulo: 8 —Rebeca—

    Capítulo: 9 —Traicion—

    Capítulo: 10 —El orígen—

    Capítulo: 11 —Al despertar—

    NOCTURNE PARA VIOLIN

    PRÓLOGO

    Durante la vida, nuestros pasos cambian de dirección constantemente. Eso todo el mundo lo sabe. Aún así, cada mañana cuando te despiertas, crees tenerlo todo organizado y bajo control. Sabes con exactitud las pautas a seguir a lo largo del día. Pero en realidad asusta pensar que en cuestión de minutos, incluso segundos, toda tu vida puede cambiar de una manera radical.

    Cada año, por Navidad cuando mis abuelos, mi madre y yo nos reuníamos en la mesa para celebrar la Noche Vieja, mi abuelo al brindar siempre pedía el mismo deseo en voz alta:

    —Por favor, Señor, que el año que viene si no somos más sentados en esta mesa, que por lo menos estemos todos los que ahora somos. Tierno, sí, pero las personas entran y salen de nuestras vidas continuamente y nadie conserva su sana juventud para siempre. A todos, lo creamos o no, nos acecha la muerte desde el mismo instante en que nacimos. Permanece atenta, esperando nuestro momento y nadie cae en la cuenta de que ella es una gran aliada, intenta servirnos como fuente de motivación diciéndonos:

    —Adelante, espabila y lo que quieras hacer, hazlo ya y aprovecha la vida, porque nunca sabrás cuando llegará tu hora. Al menos así es como pensaba antes de conocer la propia muerte en persona.

    Ahora es de noche. Una noche fresca de verano en Escocia. Estoy en uno de los balcones que dan al jardín de atrás en la siniestra y ruinosa mansión de mi abuelo. Una pequeña polilla revolotea a mi alrededor y siento en mi cara la sutil brisa que provocan sus delicadas alas. Lejos de aquí, a un kilómetro y medio o dos, hay una granja donde puedo ver, sin esfuerzo, luces encendidas en algunas habitaciones. Dos niños de entre siete y diez años corren de una sala a otra. En una de éstas, una mujer de larga y espesa melena morena, alimenta con su pecho derecho a una criatura de unos seis meses. La protege entre sus brazos mientras acaricia con desbordante ternura su sonrosada carita. Un perro con el pelo largo de color blanco y manchas negras, ladra en mi dirección desde el porche de la casa y aunque es del todo imposible que me esté viendo a tanta distancia, creo que sí puede intuirme. Un gato rubio sentado en el alféizar de una ventana abierta también mira hacia mí con curiosidad.

    Me pregunto cómo reaccionaría la feliz familia si descubrieran que a pocos kilómetros de su casa nos encontramos nosotros. ¿Actuarían a la defensiva como el perro o simplemente huirían? Suerte que el canino no conoce la jerga humana, así quedará como un secreto entre el gato, el perro y yo.

    CAPÍTULO: 1

    —LA HERENCIA—

    —Me siento tan orgullosa de ti, cariño. Ángel mío, sólo con mirarte mi interior desborda emoción. Deseo con todas mis fuerzas que tu destino te haga tan feliz como tú me has hecho a mí.

    Esas fueron las últimas palabras que me dedicó mi abuela, sentada a los pies de su cama, mientras que yo la miraba y escuchaba emocionada desde la puerta de su habitación. Le di las buenas noches con un beso en la mejilla y me fui a dormir.

    Soñé que mi abuela recobraba su hermosa juventud. Entraba en mi habitación de madrugada y a oscuras. Caminaba muy despacio mientras tarareaba una nana que me recordaba a mi infancia. Llevaba su camisón preferido de raso, color hueso, largo hasta los pies y tirantes diminutos. Empecé a tener frío y el olor a rosas marchitas cargaba la estancia de una extraña melancolía. Se sentó en la cama, a mi lado y me observó con ternura. A pesar de su belleza y sutilidad, había algo en su mirada que erizaba mi piel; sus ojos parecían de cristal, casi totalmente blancos y ciegos. Se levantó y mientras se marchaba tarareando la nana, su cuerpo se difuminaba desapareciendo lentamente en la oscuridad.

    Cuando desperté por la mañana, mi gata Maggie rascaba la puerta de la habitación de Sharon para poder entrar. No escuché ruidos en el piso de abajo procedentes de la cocina como de costumbre, y me extrañó que mi abuela aún no estuviera despierta. Cuando abrí la puerta de su dormitorio comprendí que nunca más volvería a sentir el calor de sus palabras abrazando mi alma con todo su cariño. Lo que yo interpreté como un sueño, en realidad fue el espíritu de mi abuela despidiéndose de mí. Descubrí su cuerpo anciano yacente sobre la cama. Su rostro tan hermoso como siempre, mostraba una media sonrisa de plenitud. Y aunque su espíritu era ausente, la muerte no pudo llevarse consigo su amor por mí ni la luz de su alma.

    Mi abuela Sharon fue una mujer que además de brillar por su inteligencia, también lo hizo por su gracia y su bondad. De padre escocés y madre francesa. Tan femenina y dulce, divertida y comprensiva. A su lado todo resultaba más fácil y lo negativo se tornaba positivo. Parecía sacada de un cuento de princesas y hadas. Sencillamente, la madre que toda niña desea tener.

    Dedicaba su tiempo a las flores, amaba la música clásica y los Ángeles. Solían decir que yo era el clon de mi abuela pero en mi opinión, en lo único que me parecía a Sharon era en nuestras pasiones compartidas y en el color de nuestro pelo.

    Juliette, así es como ella decidió bautizarme. Fue Sharon quien tomó la decisión de ponerme el nombre de mi bisabuela francesa en su honor, ya que mi madre no asistió al bautizo, puesto andaba perdida con su novio yonqui de entonces. Pero a pesar de todo me sentía identificada con mi nombre, pues siempre creí que Juliette era el nombre ideal para una pelirroja como yo. Una pelirroja menuda y con poca gracia.

    Al igual que a mi abuela, me apasionaba el violín. Ella lo definía como un instrumento celestial creado por los Ángeles, porque sólo ellos, siendo más antiguos que nuestro mundo, con su pureza y dulzura, tenían la esencia perfecta para crear un instrumento tan sumamente delicado y especial. Todo lo que yo conocía acerca de estos seres de luz lo aprendí de Sharon. De hecho, más de la cuarta parte de los numerosos libros que mi abuela me fue regalando a lo largo de los veintitrés años que viví con ella, hablaban de angelología. Pero ¿cómo podía saber yo que, después de intentar crecer en una realidad espiritual rodeada de luz y tranquilidad, mi futuro se vería tomado por otro tipo de seres que, aunque también resultaban divinos ante los ojos de cualquier mortal, no tenían precisamente nada de celestiales?

    Cuando mi abuela murió fue como si la inmensa oscuridad del universo quisiera devorarme y desintegrarme. Mi vida se quedó completamente vacía. Ni siquiera aquellos Ángeles en los que tanto creía conseguían reanimar mi alma agonizante. Ella era lo único que tenía, el pilar que me sostenía y me dejó caer al vacío, desprotegida y desamparada. Sharon lo era todo para mí, pues mi madre drogadicta y expresidiaria murió cuando yo tenía seis años. Desde entonces mi abuela ocupó su lugar dándome todo cuanto tuvo y pudo hasta la hora de su muerte.

    Una semana y media después del funeral, un señor de unos sesenta y pocos años de edad, llegó a mi casa anunciándose como el albacea de Sharon.

    — ¿Albacea mi abuela?, ¿una mujer pobre?

    —Sí, señorita. Sin embargo, su abuela no supo hasta los últimos días de su existencia que era poseedora de algunos bienes de los que usted es ahora heredera.

    — ¿Heredera yo?, ¿de qué? —me pregunté realmente desconcertada.

    —Según el testamento, ha heredado usted la cantidad exacta de cuatrocientos cincuenta mil euros y un antiguo inmueble situado en la calle Frenería del barrio gótico de Barcelona. Me he estado informando y según mi información se trata de un viejo ático con vistas a la parte trasera de la catedral. — Explicó detalladamente aquel señor mayor, delgado y con gafas, con una amplia sonrisa en la que se podía leer entre líneas: —Enhorabuena joven. Parece que he heredado usted un próspero futuro.

    Tardé un par de días en asimilar por completo que mi vida acababa de dar un giro de 180 grados y no pude evitar emocionarme y soñar con un fututo cargado de oportunidades, ya que por fin dejaría de trabajar en aquella pequeña floristería que me había visto crecer y cambiar desde los quince años. Me dedicaría al sueño de mi vida: sumergirme entre letras y vivencias ajenas. Miles de historias que rondaban en mi mente por fin verían la luz y serían plasmadas en el fino papel de los libros. Como todos aquellos libros que tanto me habían marcado en mi vida, ayudándome a realizarme como persona. Lograría ser escritora.

    Minutos después de mi exultación interior, me arrepentí por sentirme feliz al heredar esa nueva vida, habiendo perdido a la persona que más quería.

    Gracias abuela. Gracias por convertirte en mi ángel de luz.

    Un mes después me encontraba sentada en un rincón de la cocina llorando, envuelta en la triste oscuridad del crepúsculo nocturno. Miraba a mi alrededor y aquella media oscuridad que anunciaba el final del día me hacía sentir tan sola que retomaba el llanto sin que existiera consuelo alguno para que la desgracia y el luto dejaran de aprisionar mi pecho.

    Sólo mi única y verdadera amiga Evelyn me acompañó en todo momento. Aunque yo siempre fui un espíritu algo solitario, entonces la necesitaba y por supuesto ella lo supo. Evelyn me demostró lo mucho que yo le importaba ofreciéndome todo su cariño y atención, entregándose a la amistad que nos unía como nunca antes lo había hecho. Le expliqué que aquel hombre mayor había cambiado el rumbo de mi vida como un ángel mensajero anunciándome mi inesperada herencia:

    —Me marcho a Barcelona, Evelyn.

    — ¿En serio?, ¿Por cuánto tiempo? Creía que no te quedaba ningún familiar.

    Se dio cuenta al instante de que con sus últimas palabras había hurgado en la llaga.

    —Lo siento, no era mi intención herirte.

    —No te preocupes. En realidad tienes razón, sólo me quedas tú y aunque me vaya sola, es algo que necesito hacer, no puedo seguir viviendo aquí. Me estoy ahogando entre tantos recuerdos y necesito aclarar mi mente y sanar el alma para continuar hacia delante. ¿Lo entiendes, verdad?

    — Claro que lo entiendo perfectamente, pero entonces… ¿dónde vas a vivir?

    —Verás, mi abuela ignoraba poseer un pisito en el barrio gótico y algo de dinero.

    — No quiero ser impertinente, pero ¿puedo saber de cuánto dinero estamos hablando exactamente? Lo pregunto porque con la floristería cerrada y sin ingresos…Ya me entiendes.

    — De cuatrocientos cincuenta mil. — me ruboricé al mencionarlos. Siempre fuimos una familia humilde y en ese momento sentí que era demasiado dinero para mi sola.

    —Dios mío Juliette, eso es una fortuna. — Abrió los ojos de par en par.

    —Tu abuela te ha dejado la vida resuelta.

    Le lancé una mirada cargada de sorpresa y decepción.

    — ¿Desde cuándo eres tan materialista? Preferiría mil veces seguir viviendo bajo un techo que se cae a trozos a cambio de que mi abuela continuara a mi lado.

    — Lo sé. — Me miró, y mientras se angustiaba con mi propio dolor sus ojos comenzaron a humedecerse. Me abrazó con fuerza como si de esa manera pudiera evitar mi marcha y me besó en la mejilla.

    —Te voy a echar muchísimo de menos, muñequita.

    Me escocían los ojos, hinchados de tanto llorar, quería salir de la amargura, de aquella casa, rehacer mi vida. Sabía que muchas cosas nuevas me esperaban por vivir en la ciudad pero, mientras preparaba la mudanza, cuando guardaba algo en las cajas, una tremenda nostalgia sacudía mi cuerpo. Era como si la casa donde crecí llorara conmigo. La sentía triste, apagada, como las casas abandonadas que mantienen en su espacio los recuerdos y las energías de las personas que las habitaban y que ya no están. Las paredes rugen y lloran porque les echan de menos. Son lugares solitarios, oscuros y la depresión se respira en ellos; así es como se sentía la casa de mi abuela ahora. Antes se fue Sharon y ahora me voy yo. Nuestra marcha invadía de tristeza aquellos ladrillos, testigos mudos de tantos sentimientos y sueños, que quedarían perdidos, olvidados en sus paredes. No obstante, tenía que irme o la pena me devoraría a mí también.

    Besalú, Para algunos un hermoso pueblecito con muchísimo encanto y para otros una importante ciudad medieval fortificada, pero visto de una manera o de otra, Besalú es un municipio de tan sólo dos mil trescientos sesenta y un habitantes entre los cuales estaba yo. Siempre me he sentido afortunada de haberme criado en un lugar así, pues ¿cuántos pueblos tienen la gracia de estar situado entre dos ríos? Al norte Capellades y Fluviá al sur. Es gracias a su esplendor histórico, que en los últimos años, mi pequeño pueblo se ha convertido en el destino preferido de muchísimos turistas durante todo el año, pero aun así nunca pierde el encanto. Los restos de las murallas, los baños judíos, la Iglesia de Sant Vicent, donde yo misma fui bautizada. Pero el lugar más mágico y emblemático de todos, es su puente medieval románico que cruza el cauce del río Fluviá, construido entre el siglo XI y el XII, con su Portal del Pont, levantado en su extremo para cobrar peaje a los viajeros. Mires donde mires, sus estrechas calles y arcos te trasportan a la alta Edad Media. Dos colores predominan en Besalú: el gris amarronado de las históricas fachadas empedradas con las que están hechas las calles y el verde fondo paisajístico del parque natural de la zona volcánica de la Garrotxa. Los dos colores de mi vida, que se quedaban atrás mientras avanzaba en el tren.

    A partir de aquí, emprendí un nuevo camino. Un camino de largo recorrido, donde mi más apreciado sueño abandonaría su estancado lugar del rincón apartado de mi mente para convertirse en una meta a alcanzar. Empezaba una nueva vida, pero lo hacía sola.

    CAPÍTULO: 2

    —EL ÁTICO—

    Llegué a Barcelona un martes de octubre. Allí estaba yo con mis dos maletas, rodeada de gente pero completamente sola en el centro de la estación de Sants. Cogí el metro hasta plaza Cataluña, salida las Ramblas. Bajé por la Avinguda del Portal del Ángel. Después me desvié por la calle Dels Arcs hasta encontrarme de frente con la propia Catedral. La había admirado muchas veces en mi vida, pero nunca me había sentido tan cerca e incluso unida a ella. Nuestra gótica catedral fue construida durante los siglos XIII y XV sobre la antigua que era románica y a su vez, ésta fue levantada en el lugar de una modesta iglesia de la época visigoda. La catedral fue edificada en honor a nuestra patrona Santa Eulalia. Una niña de trece años que en la época romana fue castigada por las autoridades solo por exponer su fe Cristiana.

    Cuenta la historia que primero la encerraron dentro de un barril repleto de cristales rotos, cuchillos y clavos y después lanzaron el barril cuesta abajo por la calle que en la actualidad es llamada la Baixada de Santa Eulalia. Le infligieron trece martirios, uno por cada uno de sus trece años. Después la crucificaron desnuda en una cruz en forma de aspa la cual es ahora el emblema de la catedral. Ante aquel cruel e injusto castigo, para preservar su intimidad, Dios le hizo crecer sus cabellos hasta que cubrieron su cuerpo y en plena primavera comenzó a nevar. La santa niña se encomendó a Dios en una oración y una paloma blanca salió de su boca como su espíritu puro volando hasta el reino de los cielos. En el hermoso claustro gótico de la catedral, viven felizmente trece ocas blancas, una por cada año de la santa ya que al parecer la niña cuidaba ocas en su predio de Sarriá cerca de la Barcino de entonces.

    Cuento su historia porque la pequeña santa me recordaba a mi infancia, cuando jugaba y corría detrás de los pollitos que criaba Nicolás en el gallinero de su pequeño huerto.

    Una vez allí, ante la catedral, pensé que no me costaría encontrar mi calle y número de portal.

    Siempre que viajaba a Barcelona me quedaba fascinada por la diversidad de la gente. Lo que en mi antiguo pueblo sería de locos, aquí era todo normal. Me sentía libre lejos de las miradas impertinentes y cotillas de las abuelas del pueblo; daba igual como vistieras o como te peinaras porque nadie te juzgaba mal por ser diferente. En ella yo era anónima. Aunque me sentía un tanto molesta por la cantidad abrumadora de personas que invadían las calles, tanto que casi era imposible dar tres pasos seguidos sin que nadie te empujara para abrirse camino.

    Me encontré por fin ante el portal de mi ático. Era viejo, estaba sucio y en la calle olía mal. Pero eso carecía de importancia. Estaba tan ilusionada que hasta la enorme araña que salía de dentro de la portería parecía darme la bienvenida. Para mi sorpresa, los buzones eran nuevos y las escaleras no tenían mal aspecto, la barandilla de madera aparentaba

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