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Eclipse total: La Tierra se muere
Eclipse total: La Tierra se muere
Eclipse total: La Tierra se muere
Libro electrónico201 páginas2 horas

Eclipse total: La Tierra se muere

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El 2075 ha llegado y el planeta Tierra se convulsiona. Pese a los incontables llamados a la cordura hechos por los hombres de ciencia durante decenios, quienes detentan el poder han buscado cada vez el provecho personal sin considerar las consecuencias.
Saud Moad, hombre sabio a quien desde el sistema tildan de loco, hace tiempo que divulgó la Profecía 2077. Son pocos quienes la creen, aunque puede ser que aun los poderosos le concedan cierta razón.
La Tierra se ensucia, se contamina desde adentro y desde el espacio porque ha perdido su barrera protectora. Pronto será inhabitable.
Pero el hombre sigue persiguiendo sus quimeras, buscando el beneficio inmediato sin medir las consecuencias, y la humanidad se estremece mientras se precipita en la catástrofe a la que arrastrará a todos los seres vivos.
La vida en nuestro planeta disminuye cada vez su probabilidad de supervivencia; por fortuna existen Tzuki Ho y Dasám Alí, dos seres de alma pura, dos científicos de mente privilegiada.
Del encuentro de estos dos seres especiales con el agonizante profeta Saud Moad quizá surja una nueva esperanza. Pueden ser ellos quienes rediman a nuestra especie, quienes vuelvan a los valores fundamentales, quienes salven a la humanidad de las consecuencias del inminente Eclipse Total.

IdiomaEspañol
EditorialRubén Cota
Fecha de lanzamiento1 ago 2012
ISBN9781476118437
Eclipse total: La Tierra se muere

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    Eclipse total - Rubén Cota

    Eclipse total

    La Tierra se muere

    Rubén Cota

    Smashwords Edition

    Copyright 2010 Rubén Cota

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    - - -

    El hombre, en su afán por conquistar el Mundo y el Universo, olvidó los principios fundamentales que deben regir nuestra vida.

    Nuestro andar por la Tierra no es una casualidad. Fuimos destinados a cumplir una importante misión; pero, conforme hemos evolucionado, nuestras ideas han ido sufriendo una metamorfosis, por lo que se han tornado confusas y, en lugar de continuar por el camino indicado, hemos desviado nuestros pasos en un sendero perverso y distorsionado, que nos ha llevado a cometer actos tan crueles que antes, el mismo hombre, jamás pudo imaginar.

    - - -

    Transcurría el mes de febrero de 2075.

    En un conocido restaurante de Tokio, Dasám Alí encontró a Tzuki Ho.

    Él era un hombre de aceptable estatura; más blanco que moreno; de mirada profunda, con gran personalidad; hijo de padre inglés y madre iraquí. Egresado de la Universidad de Londres como ingeniero físico; con algunos estudios de postgrado y dominio del inglés, el español, el ruso y el hebreo.

    Ella, a pesar de ser japonesa, era de estatura regular y con el color de piel natural de su país. De belleza extraordinaria y personalidad distinguida. Egresada de la Universidad de Tokio con doctorados en Química y Física, estudios regulares de Astronomía y dominio de varios idiomas.

    Ellos se conocieron hace cinco años, cuando asistieron a un congreso de astrónomos que se realizó en Alemania. Después coincidieron en una serie de conferencias que impartió un científico ruso sobre leyes y misterios del Universo, en la capital japonesa.

    Desde entonces, y a pesar de vivir en países diferentes, habían estado en continua comunicación.

    Dasám Alí y Tzuki Ho se abrazaron efusivamente.

    —¡Dasám Alí, es una verdadera sorpresa!

    —La sorpresa ha sido mía, Tzuki Ho.

    —¿Cuándo llegaste? —preguntó ella.

    —Ayer por la noche —contestó.

    —Y, ¿por qué no me llamaste? —lo reconvino Tzuki Ho.

    —Lo hice hace un momento, pero como nadie contestó, salí a caminar y a comer algo; jamás imaginé que nos fuéramos a encontrar aquí —explicó Dasám.

    La limpia amistad que los unía se manifestaba en alegría cada vez que se encontraban.

    Desde que se conocieron salieron a relucir las coincidencias y similitudes en pensamiento e ideas; principalmente sobre la naturaleza del hombre y el Universo. A partir de ello nació una verdadera amistad.

    —Me habías dicho que venías; no pensé que sería tan pronto —dijo Tzuki a Dasám.

    —Tuve que adelantar mi viaje por cuestiones de trabajo; el gobierno ruso me encargó realizar una investigación —explicó Dasám.

    —¿Ahora eres detective? —preguntó ella sonriente.

    —Claro que no, Tzuki. Se trata de una investigación sobre un asunto que preocupa a los científicos y que, de resultar cierta la información que se tiene, los días de la humanidad estarían contados —contestó él.

    —¿De qué estás hablando, Dasám Alí? ¿Acaso es una broma?

    —No, Tzuki; desafortunadamente no.

    Muy seria y mirando fijamente a su amigo, Tzuki Ho comentó:

    —Siempre he estado enterada de lo que acontece dentro y fuera de la Tierra. Hasta hoy, no he visto ni escuchado algo que considere alarmante. ¿Podrías explicarme de qué se trata?

    Dasám propuso a Tzuki:

    —¿Qué te parece si primero desayunamos y después salimos a caminar, o vamos a otro sitio donde podamos conversar con mayor libertad?

    Poco después, los jóvenes científicos bromeaban mientras tomaban sus alimentos:

    —¿No has pensado en contraer matrimonio, Tzuki? Ya tienes 35 años y la estación se está quedando sola.

    —35 ó 40 son los que tú tienes; además, ¿qué tiene que ver la estación?

    Dasám Alí sonrió:

    —Me refiero a la estación del ferrocarril. Muy pronto no habrá trenes —explicó Dasám.

    Tzuki quedó un tanto desconcertada, pues algunas de sus bromas no las entendía. En realidad, ella cumpliría 27 años, mientras él pronto tendría 34.

    —Pues sigo sin entender —insistió Tzuki.

    —Olvídalo —repuso él.

    Pero ella retomó la conversación:

    —¿ Y tú, no piensas hacerlo?

    —¿Hacer qué? —preguntó Dasám.

    —Contraer matrimonio. Aquí, en Japón, los hombres a los 30 años ya deben haber tenido dos o tres esposas. Si llegan a los 40 y no han tenido una sola, entonces se les considera extraños.

    Dasám Alí prefirió hacer como que no entendía, aun así agregó:

    —¿No recuerdas, Tzuki? En una ocasión te confesé que estuve a punto de contraer matrimonio y me arrepentí. Tal vez no hayan sido el momento o la persona adecuados. Lo que sí me quedó claro es que para eso sobra tiempo.

    Después de casi dos horas, los científicos salieron del lugar.

    —Bien, Tzuki; la que conoce Tokio eres tú, así que elige hacia dónde ir para conversar sin ser escuchados.

    —Si no estás cansado, podemos caminar por el muelle y al mismo tiempo platicamos.

    —Has tenido la mejor de las ideas, porque estoy cansado de estar sentado y necesito estirar las piernas.

    Ya en el muelle.

    —Estoy ansiosa por conocer del asunto que te trajo hasta aquí.

    —¿Has escuchado hablar de la Profecía 2077? —preguntó Dasám a su amiga.

    —Algo he oído sobre eso; pero, hasta donde estoy enterada, es sólo un mito.

    —¿Sabes en qué año estamos?

    —Claro, Dasám, en el 2075; pero, ¿qué tiene que ver el año en que vivimos con la Profecía 2077?

    —¿En qué año pasará cerca de la Tierra el próximo cometa? —cuestionó Dasám.

    —De acuerdo con los datos que tengo, que coinciden con colegas astrónomos; será dentro de dos años.

    —¿No te parece demasiada coincidencia, Tzuki?

    —¿Coincidencia en qué? —preguntó ella.

    —¿Cómo en qué? Dentro de dos años estaremos en el 2077.

    —Pues, no te entiendo —insistió Tzuki.

    Dasám Alí preguntó:

    —¿Qué tan cerca de la Tierra podría pasar el cometa?

    —Bastante lejos. De acuerdo con los datos que se tenían originalmente, chocaría con la Tierra, pero conforme ha avanzado, su trayectoria ha ido cambiando. ¡Pero, Dasám!

    —¿Qué sucede, Tzuki?

    —Si eso era lo que necesitabas saber, me hubieras consultado por teléfono y te habrías ahorrado el cansado viaje

    —¿Acaso te molesta mi presencia?

    —Al contrario. Estoy muy contenta de que estés aquí, pero me parece ilógico que hayas realizado un largo y cansado viaje para preguntarme eso; ¿o hay algo más?

    Durante unos minutos caminaron en silencio, tomados del brazo, disfrutando del aire ligero y fresco que acariciaba sus rostros. Entonces Dasám Alí prosiguió:

    —Según informes que tienen los rusos y que son considerados secretos de estado; en el año 2077 la Tierra sufrirá grandes transformaciones, causando con ello la desaparición completa de la humanidad —Tzuki permaneció callada por un instante, luego retomó la conversación:

    —¿Quieres decir que la Tierra va a desaparecer? —preguntó a su amigo

    —No precisamente. O tal vez así sea.

    —Discúlpame, pero todavía no entiendo la relación de eso con tu presencia en Tokio.

    —He venido para que me acompañes al Tíbet.

    —¿Acompañarte a dónde? —dijo Tzuki sorprendida

    —Al Tíbet. Debo encontrar al profeta Saud Moad.

    —¿Puedes explicarte mejor?

    —Cuando los rusos me encomendaron esta tarea, primero quise saber si sería el cometa quien ocasionaría la catástrofe; pero con lo que me has dicho, ahora estoy seguro que esa no será la causa; así que tendremos que platicar con Saud Moad.

    —Pero Saud Moad debe ser un anciano, si es que no ha muerto. Hace mucho tiempo que nada se sabe de él. Además, ¿de qué te serviría hablar con él? —dijo Tzuki.

    Dasám insistió:

    —Mi estimada Tzuki, te admiro y reconozco por tu capacidad como científica, pero veo que aún desconoces algunas cosas.

    —¿Como cuáles?

    —¿Sabes quién escribió la Profecía 2077?

    —Eso todos lo sabemos. La escribió Tuli-Alam.

    —Así es, Tzuki; y Tuli-Alam es nada menos que Saud Moad. Ya sabes que muchos personajes utilizan seudónimos por razones que sólo ellos saben.

    —No sabía que los dos fueran la misma persona.

    —Pues así es, Tzuki.

    —Entonces, ¿la Profecía 2077 no es un mito?

    —Dejará de serlo o seguirá siéndolo después de que nos entrevistemos con el viejo profeta —contestó Dasám.

    Tzuki revisó su agenda y enseguida preguntó:

    —Y, ¿cuándo tendríamos que partir hacia las montañas?

    —Tendrá que ser lo más pronto posible. Si podemos hacerlo mañana mismo, será mejor.

    —¿Cuántos días permaneceremos en ese lugar?

    —A partir de que lleguemos puede ser desde un día hasta dos o tres semanas. Si en ese lapso no lo localizamos, regresaremos.

    —De acuerdo, Dasám. Hoy por la tarde hablaré con la rectora de la universidad para solicitarle permiso y, si hay quien cubra mi ausencia, entonces te acompañaré; pero será hasta pasado mañana, porque necesito obtener permiso para internarme en ese país.

    —Está bien, Tzuki. Llámame por la noche para saber si debo esperarte o viajar solo.

    Gracias a su buen récord como catedrática y a su buena relación con la rectora, Tzuki no tuvo contratiempos para obtener el permiso. Dos días después la pareja de científicos se había desplazado a una fría ciudad del Tíbet.

    Al fin mujer, Tzuki iba emocionada por la aventura y la curiosidad; además de la experiencia que le dejaría conocer un lugar tan místico y famoso. De pronto vino a su mente algo que se le había olvidado preguntar a Dasám:

    —¿Y, traes la dirección donde se encuentra el anciano profeta?

    —Desafortunadamente no, Tzuki; pero preguntando llegaremos.

    Tzuki quedó estupefacta.

    —¡Pero Dasám! El Tíbet no es una calle. Necesitamos tener una idea o algún dato.

    —Lo sé, Tzuki. El profeta es muy conocido. Además, en el Tíbet existen lugares donde encontraremos monasterios que en la antigüedad fueron utilizados por los monjes lamas para la meditación. Según tengo entendido, en la actualidad hay quienes aún siguen esa tradición.

    —¿Crees que se encuentre en alguno de ellos?

    —Seguramente que así es, Tzuki. Esas costumbres se siguen de generación en generación y él no puede ser la excepción.

    —Esperemos que así sea —dijo Tzuki con gesto de duda.

    El problema social que se había estado gestando desde hacía meses en los Estados Unidos finalmente estalló.

    En realidad se trataba de un asunto que se venía arrastrando de años atrás, pues la discriminación y la inseguridad apuntaban hacia su punto máximo.

    Más de 50,000 personas salieron a las calles de Nueva York exigiendo igualdad de derechos. Algunos gritaban consignas, otros portaban carteles con frases en contra del gobierno por las constantes guerras en las que se había involucrado; dejando a padres, esposas e hijos sin sus seres queridos; ya que la mayoría no regresaba; y quienes tenían la suerte de hacerlo, lo hacían con trastornos mentales o lisiados.

    Pero Nueva York no era la única ciudad que manifestaba su descontento. También se sumaban la ciudad de Los Ángeles, y varias ciudades de Texas y de otros estados.

    Al problema social interno se agregaba el fuerte odio de Irak e Irán, quienes desde hacía tiempo se preparaban para intervenir militarmente a los norteamericanos. Entretanto, Japón y Rusia se encontraban en pláticas para unirse a esta intervención.

    Hay que recordar que los Estados Unidos dejaron de ser la primera potencia mundial en el año 2050; cuando Alemania, Inglaterra y Francia se unieron en su contra por problemas políticos y económicos, y los norteamericanos fueron derrotados en forma vergonzosa.

    Desde entonces habían perdido poder y respeto.

    El poder adquisitivo de su moneda estaba desplomado y el desempleo había aumentado considerablemente; ocasionando que millones se encontraran en pobreza extrema.

    A partir de aquella derrota, los Estados Unidos habían invadido algunos países, tratando de recuperar la importancia que por muchas décadas disfrutaron.

    Por su parte, Alemania se mantenía discreta, como lobo al acecho; esperando cualquier momento para destruir a Israel.

    En Latinoamérica las cosas no eran diferentes. Cuba sufrió un estallido social por el descontento en contra del gobierno del dictador que fue impuesto por los Estados Unidos al ser derrocados los castristas.

    En México, la guerra civil también causaba estragos. Ya llevaba dos años y su fin parecía estar cada día más lejos.

    Dasám y Tzuki en el Tíbet.

    Después de recoger su equipaje abordaron el taxi que los llevó a un conocido hotel. Dasám solicitó dos habitaciones para que Tzuki gozara de privacidad, por lo que ella agradeció su caballerosidad.

    Cansados por el viaje, los investigadores científicos se alojaron para descansar un par de horas. Por la tarde salieron a tomar alimentos.

    —¿Por qué no quisiste comer en el restaurante del hotel, Dasám?

    —Porque estoy cansado de haber estado encerrado, tantas horas volando. ¿Tú no?

    —Desde luego, Dasám. Pero aquí a nadie conocemos y nos puede atrapar la noche en la calle. ¿No crees que sea peligroso?

    —En estas fechas cualquier hora y cualquier lugar son peligrosos, Tzuki. Además, tenemos que irnos acostumbrando a esta gente. No sabemos a qué clase de personas nos vamos a enfrentar durante la búsqueda del profeta.

    A unas cuadras del hotel encontraron un restaurante de comida inglesa, al cual entraron.

    Una mesera

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