Bolleras Americanas En Bangkok

Por Sybille

Sarah apoya la búsqueda espirtual budista de Erin y Bangkok le recompensa con intensa lujuria lésbica. La reputación de Bangkok atrae a muchos hombres deseosos de comprar sexo. Sin embargo, las parejas tailandesas que van por la calle... ¡Un momento! ese "chico" delgaducho de pelo corto esconde pequeños pechos bajo su camiseta. Y su novia va monísima. Podía haber elegido cualquier hombre de bien, pero tiene una bollera de novia.
Bangkok... la ciudad del pecado más exótica del mundo: Con más templos budistas, salones de masajes, bares de chicas y burdeles per cápita que cualquier ciudad de la Tierra, el aeropuerto internacional más ajetreado y el destino más popular para el turismo sexual.
No obstante, muy pocos se dan cuenta de que el infame barrio Pat Pong también alberga grandes espectáculos gays y travestis. 
La gente ordinaria aún venera las viejas costumbres y mantienen su cultura viva. Cumplen con sus labores familiares y desean una vida mejor no sólo en la senectud, sino en la otra vida. Además, si a un monje budista le toca una mujer, debe someterse a extenuantes rituales de purificación.
Erin quiere aprender más sobre el auténtico budismo, sin suavizantes para americanos acomodados. Su amante Sarah la lleva a Bangkok, pero sus intereses incluyen las usuales actividades turísticas; y el sexo lésbico interracial. Decide que su viaje espiritual puede esperar hasta su siguiente vida.
Así, evidentemente, en Bangkok, las parejas lesbianas no se esconden en el armario. Es más, las bellas parejas lesbianas tailandesas pasean agarradas de la cintura sin ningún pudor por las calles.
Yéndoles las cosas bien, la curiosidad de una pareja tailandesa sobre las mujeres americanas les hace aceptar la invitación de Erin y Sarah. Así pues, Sarah descubre los placeres del sexo lésbico asíatico con Phet, que significa "Pato", pero es un nombre común en Tailandia.
Pero el tabú del se

• Idioma: Español
• Editorial: Love Conquers All Press
• Fecha de lanzamiento: 3 mar 2015
• ISBN: 9781507102879

Sybille

Sybille recuerda las féminas tan atractivas de sexto de primera y lo poderoso que era su deseo para con una chica de clase. Después, con la adolescencia y su cambio hormonal desató una pasión física y ardientes deseos hacia las hermosas chicas, así como el miedo al rechazo si expresaba esto. Ya adulta, encontrar compañeras sexuales se volvió menos espantoso, aunque sólo relativamente. Matrimonio: el inevitable (visto a toro pasado) divorcio. Gracias a Dios, las personas más educadas y de buena fe ya aceptan relaciones homosexuales como otra posibilidad del ser humano. Sybille ahora vive con una compañera y con sus seres queridos.

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diez

Capítulo uno

Si esto no demuestra que amo a Erin, nada lo hará.

Eso es lo que Sarah estaba pensando mientras se preparaba para aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Bangkok. Cuando supo por primera vez su nombre se rió: Suvarnabhumi. ¿Qué tipo de nombre era ÉSE? No se podía creer que su amante / pareja / mejor amiga quisiera viajar a Tailandia para estudiar el budismo.

—Vamos, Sarah . El tiempo es mucho mejor que en el Tíbet. Además, allí los chinos están erradicando la verdadera religión.

—El Dalai Lama está en India. Ve a verle. Incluso habla inglés.

—Está ocupado hablando con los líderes mundiales. Está Japón, pero es mucho más caro que Estados Unidos. También Sri Lanka, pero están en medio de una guerra civil. Y Vietnam y Laos, pero son comunistas. O Camboya, pero la mejor manera de llegar allí es a través de Tailandia. Venga, todos dicen que es el mejor lugar de todo el sureste asiático para turistas.

—No me figuro por qué quieres ser como Richard Gere.

—Está bueno, ¿no? —preguntó Erin —.

—Para ser un tío, sí. ¿Pero qué tiene que ver eso con su religión?

—de todos modos, aún no soy budista. Sólo sé que es parte de mi misión espiritual en este planeta.

—Todos saben que Bangkok está llena de prostitución y turistas sexuales.

—Los nativos tailandeses no son así. Son buenos y amables.

—Y venden sus cuerpos a la gente.

—Creo que estás celosa, Sarah. Te olvidas de que pueden hacerse operaciones de cambio de sexo muy baratas.

—No