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Lucida
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Libro electrónico213 páginas3 horas

Lucida

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El sol ya está totalmente tapado y la obscuridad es casi total, aunque todavía puedo ver los objetos no muy alejados de mí. Eso me empieza a asustar. He perdido total control sobre mi sueño. Sigue siendo lúcido, pero ya no es mío. El sentimiento de terror va entrando poco a poco en mi mente. Ya no sé qué hacer. Corro hacia dentro del albergue. Busco mi cuarto entre la penumbra pero un fuerte ruido me congela y me impide moverme. Intento gritar, pero no logro articular ninguna palabra. Doy la vuelta muy lentamente y veo entrar por la puerta del albergue a Marcia acompañada de su grupo de amigas, pero lo que está en el medio del grupo es lo que me hace entrar en pánico. Una figura tenebrosa, como los que vi de pequeña en un libro de mi madrina, las acompaña. No. Las guía hacia mí. Es un demonio. Estoy totalmente segura. Jürgen y Helga tenían razón. Mi corazón golpea con fuerza dentro de mi pecho, tan fuerte que tengo miedo que estalle y me muera no sólo en mi sueño, si no en el mundo real. Intento arrodillarme, para rezar, pero mis piernas no me hacen caso. Mis lágrimas resbalan por mis mejillas mientras empiezo: Padre nuestro, que estás en los cielos...

IdiomaEspañol
EditorialLucia Souza
Fecha de lanzamiento26 feb 2013
ISBN9781301574377
Lucida

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    Lucida - Lucia Souza

    CAPÍTULO 1

    Jürgen despertó con la fuerte sensación de que había dormido más de la cuenta. Se incorporó y se sentó a un lado en la cama, con la mano puesta sobre su cabeza en un vano intento de calmar un leve dolor y esa sensación de atontamiento que siempre le quedaba cuando dormía fuera de su horario normal de sueño. Recordó que, mientras dormía, había escuchado su nombre repetido varias veces, con la clara intención de despertarlo. No necesitó hacer mucho esfuerzo para recordar que los gritos los había dado su hermana, 'la insoportable Giselle que no sabe más que meterse en mis cosas y estar todo el tiempo criticando lo que hago o dejo de hacer', pensó Jürgen molesto. Sabía que había respondido que ya bajaba. No recordó específicamente cómo le había dicho, pero tenía la absoluta seguridad que había sido algo agresivo. 'Se lo tenía bien merecido', se dijo recuperando el buen humor. Pero Jürgen no había bajado y más bien se había quedado echado en la cama, con la ropa de viaje todavía puesta. El absoluto silencio le hizo saber de manera inmediata que no le habían esperado y que más bien se habían marchado sin él. Miró su reloj y supo que se había quedado dormido allí por lo menos dos horas. 'Tengo que cambiar la hora de mi reloj', pensó intentando recordar cuántas horas de diferencia había entre Brasil y Alemania. 'Cuando lleguen, les pregunto', se dijo luego de darse por vencido para empezar su lento proceso de incorporarse.

    No había logrado dormir mucho tiempo en el avión. En eso envidiaba a Giselle, quien se la pasó dormida todo el tiempo desde que despegaron de São Paulo. Por eso es que, lo primero que hizo al llegar a la vieja casa de su abuela, fue tirarse ahí a tratar de recuperar algo del sueño que no pudo conseguir durante el vuelo. Más considerando que la muy chistosa de Giselle, le había recordado el avión de Air France que se había caído algunos años atrás en un vuelo similar. Sabía que el comentario lo había hecho para molestarlo. Ella bien sabía que a él no le gustaba volar. No llegaba al nivel del terror, pero sí a una sensación de vacío en el estómago que no le dejaba de molestar durante todo el tiempo que estaban en el aire.

    Jürgen recorrió con la mirada su habitación. Era una casa vieja, muy vieja. 'Todo es viejo aquí en Europa', se dijo comparando inconscientemente la arquitectura de Florianópolis, con la que había visto durante el viaje en taxi desde el aeropuerto de Berlín, hasta aquella vieja casa en el centro de la ciudad.

    Estuvo ahí parado un par de minutos para lograr despertar completamente. El silencio en la casa lo obligó a caminar y hacer un poco de ruido para llenar con algo ese vacío, ese silencio tan incómodo. Su maleta todavía permanecía intacta a un lado de la cama. 'No, mejor la acomodo después, cuando lleguen', se dijo espantando la efímera idea de ponerse a acomodar sus cosas en ese momento. Decidió que lo mejor que podía hacer era conocer la casa donde iban a permanecer un par de semanas, tiempo que iba a durar su visita a la ciudad y a su abuela. Ya había venido antes a esa casa, muchos años atrás, cuando tenía ocho años, pero a pesar de que había pasado casi una década, todavía recordaba la disposición de los cuartos de la casa. Caminó lentamente por el pasillo mirando todos los cuadros y la disposición de los muebles. 'Todo es igual', se dijo comparando lo que veía en ese momento, con lo que recordaba de su viaje anterior. Avanzó por el pasillo y pasó al lado de la puerta del cuarto vecino. 'Este debe ser el cuarto de Giselle', se dijo tratando de ver en la puerta alguna atmósfera de antipatía contagiada por la nueva huésped de ese lugar. Extendió su mano y trató de abrir la puerta. 'Qué tonto soy', se dijo, 'Ella siempre deja su puerta con llave. Como si le quisiéramos robar algo. Es realmente estúpida.', siguió diciendo, sin embargo su mano, con un movimiento inconsciente ya había alcanzado el picaporte y había logrado abrir la puerta. '¡Qué raro!', pensó al darse cuenta que la puerta se había abierto dejando visible la habitación. Sabía que no había cosa que la moleste más a Giselle, que él se meta a su cuarto. 'Pero no estamos en la casa', se dijo sin dejar de mirar el interior del cuarto que lo llamaba insistentemente, 'y tampoco estamos en Florianópolis', concluyó con la más imbatible lógica. Una sensación de rebeldía le infundió la necesidad de cruzar aquella puerta e invadir ese cuarto. 'Que me diga algo', se dijo desafiante e ingresó en la habitación dirigiendo su mirada a toda su extensión.

    El cuarto tenía una vieja cama a un lado y un viejo ropero al fondo de la habitación. Las cosas de la maleta no habían sido todavía totalmente acomodadas en sus respectivos lugares. Pero se notaba que Giselle ya había iniciado su labor de organizar todas sus cosas en el cuarto. Al parecer su madre le había interrumpido su trabajo, porque algunos vestidos y sacos todavía estaban a un lado de la maleta, sobre la cama. El cuarto no tenía más que la cama, dos mesitas de noche y el viejo ropero al fondo. Nada en las paredes y solo una pequeña ventana de respiración en lo alto de una pared lateral. El viejo ropero estaba ya abierto y algunas prendas colgaban en sus respectivos colgadores. Se acercó a la cama a curiosear las cosas que había traído su hermana en el viaje. Tuvo cuidado de no mover las cosas que iba viendo, no quería dejar ni una señal de que él había estado allí. 'Prefiero no tocar nada de sus cosas. De seguro que se molestará y no quiero que esta loca me empiece a gritar. No respondo por lo que le pueda hacer. Pero mejor no. Es la princesita de papá, su adulada, no hay que tocarla, no se vaya a romper la niña', siguió diciendo mentalmente a tiempo que se dirigió a la pequeña mesa de noche a un lado de la cama. Sobre ella había una lámpara antigua y un libro nuevo. 'Es el libro que estaba leyendo en el avión', pensó y se acercó para saber qué leía su tonta hermana. 'Está en alemán', se dijo al darse cuenta de las incomprensibles palabras que indicaban el título de la novela. No pudo evitar una sensación de inferioridad, de haber sido derrotado por ella en la dura competencia de aprender el idioma de su padre y sus abuelos alemanes. Dirigió su mirada hacia el cajón de la mesa de noche. Lo abrió con mucho cuidado para ver qué se escondía en su interior. Por el momento estaba vacío, nada interesante qué curiosear. Imaginó que lo mismo sucedería con la otra mesa de noche. 'Giselle no ha tenido tiempo todavía de terminar de acomodar', se dijo y avanzó hacia un lado de la pared donde un gran espejo reflejaba la imagen deportiva de un muchacho de unos dieciocho años, de contextura robusta y cabellos rubios, aunque algo despeinados. A Jürgen le agradó lo que miraba. Se sentía orgulloso de su cuerpo y su figura, por eso demoró un poco más de tiempo acomodando sus ropas arrugadas por haberse dormido encima, y peinándose un poco con las manos sus desordenados cabellos. Cuando estuvo medianamente conforme con lo que miraba, avanzó hacia el viejo ropero a unos pasos de donde estaba el espejo. Era un mueble antiguo bastante grande, 'y de seguro muy pesado', pensó. Una de sus puertas estaba abierta y en el interior del espacio ya colgaban algunos vestidos de Giselle. Pero la otra puerta estaba cerrada y, 'quizá, escondiendo algún secreto que no querrás que yo sepa', se dijo riendo para sí. Jaló el picaporte pero no lo pudo abrir. Su fracaso hizo que jalara nuevamente, esta vez impartiendo un poco más de fuerza. Este segundo intento tampoco tuvo éxito. 'No voy a dejar que un mueble viejo me gane', se dijo con un sentimiento de vergüenza por el fracaso, 'Ya va a sentir mi fuerza. No por nada soy el mejor deportista del colegio.', siguió diciendo al preparar un nuevo intento. El fuerte sonido de madera crujiendo, y un leve bamboleo del enorme ropero, le hizo saber que su fuerza había rendido frutos una vez más. 'Ves. Te dije que podía abrirte sin problemas. Solo estaba calentando', le dijo al mueble que, con la puerta abierta, mostraba todo su interior. Sin embargo, el fuerte sonido provocado en el proceso, también le hizo temer que alguien en el exterior hubiese también escuchado el estruendo y estuviese viniendo a verificar qué lo había provocado. 'Qué estúpido soy.', se dijo y se quedó petrificado con los oídos atentos a cualquier ruido que le indicara que alguien venía hacia ese lugar. 'Siempre me meto en problemas con esta estúpida de Giselle. No sé por qué no aprendo que no hay que meterse con esta loca', siguió recriminándose pero, para su fortuna, ningún sonido externo respondió al fuerte ruido provocado por el ropero.

    Ya más tranquilo al saberse absolutamente solo en aquella vieja casa, pudo enfocar su interés en el interior de aquel ropero. Adentro solo pudo ver un par de maderas colocadas horizontalmente, como en un ropero cualquiera, pero estos estaban vacíos. 'Es imposible que la debilucha de Giselle haya podido abrir el ropero', se dijo orgulloso de su hazaña. Al revisar una vez más, esta vez con mayor detenimiento, pudo ver que al fondo del ropero, y quizá fruto de la desproporcionada fuerza empleada por él para abrir su puerta, una tabla que conformaba la pared posterior, había cedido y había dejado visible algo que parecía un compartimiento secreto. Estaba obscuro y no se podía saber qué se escondía en su interior, pero no había duda que era un pequeño escondite secreto. 'De seguro hay cosas del abuelo, joyas que fueron ocultadas de los nazis, documentos secretos', empezó a pensar sin atreverse a husmear más al fondo su contenido. El sonido de una puerta que se cerraba en la parte inferior de la casa le hizo notar, no sin sobresalto, que era hora de salir de aquel lugar lo más rápido posible. 'Pero ahí está la abertura secreta que seguro está escondiendo todo tipo de tesoros, justo ante mi vista, esperando por mí', pensó él fascinado por lo que había encontrado. 'Maldición', se dijo al darse cuenta que no tenía el tiempo suficiente para poder investigar qué se escondía allí. 'Maldición', siguió diciendo mientras cerraba, esta vez midiendo cuidadosamente su fuerza, la puerta del ropero. 'Así, bien cerrado, la tonta de Giselle no podrá abrirlo', se dijo para reconfortarse. 'Si el tesoro no es para mí, tampoco será para ella'.

    -¿Cómo estás querido hermano? -dijo Giselle a modo de saludo a Jürgen que caminaba por el pasillo de ida hacia la escalera de bajada. -Te perdiste, como siempre, de un hermoso paseo por la ciudad. ¿Qué estuviste haciendo para pasar el rato? De seguro dormir.

    -Sí. -respondió Jürgen molesto por el sarcasmo de su hermana. Sin embargo, la sensación de poder, de saber la localización de un tesoro ahí mismo, en su propio cuarto, le hizo olvidar su molestia y, para extrañeza de Giselle, le sonrió y le respondió con un tono muy amigable. -Acabo de despertar hermanita. Qué tonto soy. De seguro me perdí de un lindo paseo.

    * * *

    La alarma del teléfono móvil sólo pudo sonar un par de segundos, justo el tiempo que necesitó Jürgen para estirar su mano y apagarlo. 'Giselle no debe saber que estoy despierto', se dijo, con la esperanza de que el breve tiempo que pudo sonar el celular, no haya sido escuchado por su hermana. Se incorporó hasta quedar sentado en la cama. Evitó hacer el menor ruido para poder escuchar cualquier movimiento en el cuarto vecino. Nada. Absoluto silencio. Estuvo así, sentado y con los oídos atentos, por varios minutos, a la espera del sonido de la puerta del cuarto de Giselle, que le avisara que ella estaba saliendo y que él, a toda velocidad, tenía que ir a buscar el tesoro que se escondía en el ropero.

    '¿Qué habrá ahí?', fue la ineludible pregunta que se estuvo haciendo una y otra vez durante toda la noche y que le obligó a tratar de adivinar lo que podría haber escondido en ese lugar su bisabuelo, antes de desaparecer misteriosamente durante la segunda guerra mundial. Su imaginación voló para recrear una vez más el misterio que había envuelto por tantos años a la familia de su padre y empezó a recordar las viejas historias que había escuchado tantas veces desde que tenía conciencia. Se sospechaba que su bisabuelo había estado involucrado en algún grupo de resistencia interna que trató de luchar contra el nacional socialismo, incluso desde antes de haber éste asumido al poder. Y al parecer fue atrapado por los nazis, ya que un día desapareció sin dejar rastro, ya durante el desarrollo de la segunda guerra mundial. No se sabía mucho más, porque la bisabuela nunca supo en qué estaba metido su marido. Sospechaba que era una lucha no violenta, porque él estaba en contra de toda violencia, pero estaba segura que este otro tipo de lucha era igualmente peligrosa, quizá incluso más peligrosa que una pelea con armas, aseguraba su bisabuela, y por eso es que murió y no volvió más. 'Seguro era espía', concluyó Jürgen tratando de adivinar insistentemente qué podría haber estado escondido en el ropero de su hermana durante todos esos años de intensa lucha, de peligros y de muerte.

    La urgencia de develar de una vez este interesante misterio, le hizo mirar nuevamente su reloj. Habían pasado poco más de diez minutos desde que se despertó. '¿Por qué no se levanta, como todos los días?', pensó molesto con su hermana por no seguir el plan marcado por él. 'Esta es la hora que se baña siempre', pensó desconcertado por ese cambio de hábito. La impaciencia pudo más y se levantó, con mucho cuidado de no hacer ruido, para dirigirse sigilosamente hacia la puerta de su cuarto. La abrió con mucho cuidado para reducir el ruido que revelaba que él estaba despierto, y avanzó descalzo hacia la puerta del cuarto vecino. Con mucho cuidado, y con el corazón retumbando en su pecho, acercó su oído a la puerta para escuchar lo que acontecía en su interior. Nada, silencio. 'No entiendo', se dijo al tratar de saber por qué su hermana no se había levantado todavía. '¿Y si abro un poquito la puerta para ver lo que está haciendo?', se dijo pero rápidamente desechó la tonta idea. Frustrado y vencido por las circunstancias, se dio la vuelta y empezó a avanzar hacia su cuarto para organizar sus ideas y planificar cuál sería su próximo paso. Fue en ese preciso momento que una idea surgió en su mente. 'Pero, ¿quizá ya está en el baño? ¿Quizá se despertó poco antes de que suene mi despertador?' Con esta explicación del aparentemente extraño comportamiento de Giselle, cambió su rumbo y se dirigió rápidamente hacia la puerta del baño, siempre cuidando de no hacer mucho ruido con sus pies descalzos. Apoyó el oído en la puerta y pudo escuchar, sin mucha dificultad, el ruido que hacía su hermana mientras se bañaba en la tina.

    '¡Qué bruto soy! Mil veces bruto. Debí darme cuenta que ella ya se había despertado y que no estaba en su cuarto. Ahora ¿qué hago?'

    Había perdido minutos preciosos que bien hubiesen podido ser invertidos en retirar el tesoro que estaba esperándolo desde hacía casi setenta años. 'Pero, ¿y si en realidad no hay nada? Ha pasado mucho tiempo desde la desaparición del bisabuelo. De seguro mi bisabuela o mi abuelo encontraron hace muchos años ese escondite secreto y sacaron lo que había estado guardado en su interior. O quizá no había nada, o simplemente cosas sin valor, y por eso es que nadie comentó sobre su existencia. O quizá ...'. '¡Basta!', se gritó mentalmente Jürgen al darse cuenta que su serie de pensamientos no era otra cosa que excusas que creaba para demorar la decisión que debía tomar en ese momento: ir o no ir al cuarto de su hermana. 'Que pase lo que tenga que pasar', se dijo con resolución y avanzó corriendo hacia el cuarto de Giselle. Abrió la puerta y la cerró rápido, pero con cuidado. Avanzó lo más rápido que pudo hacia el ropero y lo abrió con fuerza. 'Por suerte Giselle no tiene fuerza y no puede abrirlo', pensó con satisfacción y confirmó lo firmemente que estaba cerrado. La urgencia por el poco tiempo que tenía, aumentaba en cada una de las pulsaciones del corazón que le latía intensamente en el pecho. Sacó las tablas horizontales que le incomodaban el acceso al fondo. Las puso una a una a un lado del ropero. Luego, sin perder más tiempo, trató de correr suavemente la tabla que se encontraba en el fondo. Ya estaba un poco corrida por el golpe del día anterior y mostraba una abertura hacia un compartimiento secreto, pero todavía no permitía ver lo que se encontraba en su interior y tampoco extraer su contenido. Trató de forzarla con un poco más de fuerza, pero estaba muy firmemente apretado. 'Maldición. No abre. Y si le doy con mucha fuerza, de seguro que hará mucho ruido. Y ella, debe estar por salir del baño. Todo es por mi culpa, por quedarme soñando en el cuarto. No me queda más que volver mañana. No debo perder el tiempo tan estúpidamente como hoy', se dijo Jürgen resignado a esperar un día más para descubrir su tesoro.

    Ante el inminente peligro

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