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Tinta de sangre
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Libro electrónico229 páginas3 horas

Tinta de sangre

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Isaac es obligado a describir con puño y letras en una libre las muertes de seres bilógicos, tras haberle firmado con sangre un contrato al diablo. Luego de que fallase como escritor de ficción en su novela La Guerra de los dioses, donde Aristo, un gran guerrero que arriesgó su vida en caminos oscuros y tenebrosos, solo por salvar la vida de Alaia, la hija del rey Ziva de Afjania, la cual había sido herida de flecha con una maldición.

A su vez, a Isaac se le fue otorgado el poder maligno de la escritura, dando muerte a todo aquel que se le pedía y convirtiéndolo en el escritor del diablo, hombre bien pagado y con mucho poder.

Tan grande fue ese poder.

Que no solo dio muerte.

Sino que dio vida a dos demonios monstruosos:

Kampl y Danielle…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jun 2024
ISBN9788410686632
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    Tinta de sangre - M. J. Villanueva

    Portada de Tinta de sangre hecha por H. J. Villanueva

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © H. J. Villanueva

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1068-663-2

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Prólogo

    El libro Tinta de Sangre está basado en el verso de la biblia que dice: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida?» Mateo 16:26 DHHS94. Con sus treinta y dos capítulos que muestra la historia del escritor que vendió su alma y la historia de su libro La guerra de los dioses.

    Convirtiéndose en una novela de ficción, trazada en una realidad marginal y contraria.

    «Y me iré a un lugar oscuro y tenebroso, donde las visitas son escazas, tantas como la luz del sol, rodeada de aguas tenebrosas, compuesta por pestilencias y monstruo marinos capaces de acabar con la vida humana, allí moriré en paz, junto a mis demonios».

    .

    ¡Hey, hey! ¿Pero qué pasa, chavales? ¿Todo bien, todo correcto?

    Y yo que me alegro.

    Este no es un libro de Auronplay y tal vez lo hubiese pensado al ver esta mística y legendaria frase, pero sí que está dedicada a Raúl Álvarez Genes (AuronPlay)

    .

    A Auronplay. Hoy tengo el honor de poderte dedicarte mi novela. A la espera de poderte entretener por unos minutos, sin poder pagar estos 6 años que llevo conociéndote. No creo que sea capaz de sacarte una carcajada, pero espero sacarte una sonrisa que es más valiosa.

    Aún puedo sentir la adrenalina cuando te pedí el honor de dedicarte mi novela. Pero también llevo conmigo la alegría, y la sonrisa que me sacó tu respuesta.

    Espero que te guste, y que también la bendiga. Porque fuiste, eres y siempre será mi ídolo, un icono, el tótem, la efigie, el talismán de muchos.

    .

    Agradezco a mí familia, a personas como Berta, como Israel Santana, Coraima Ávila y grupo de personas que siempre creyeron en mí.

    CAPÍTULO I

    MI VIDA

    Podría afirmar que estoy completamente muerto, que no existo. ¡Llegaría a afirmar tantas cosas que no sé qué decir! Pero siento y pienso y esta es una de las razones de seguir existiendo, aunque a veces he llegado a pensar que sería mejor no haber nacido. Desafortunadamente, aquí estoy, objeción, jodidamente, aquí estoy. No fue mi decisión haber nacido, sino que alguien la tomó por mí, pero, al parecer, sí será decisión mía continuar viviendo esta inútil existencia. De igual modo, sé que no he tenido mucho tiempo de vida para estar quejándome tanto. Y no sé si llegaré a estar mucho tiempo en este mundo sensible y cruel que, a la vez, nos lastima y nos impide ser felices. Indecorosamente, creo que no. No es tan malo como pensamos, ya que nos permite vivir en él. Tal vez, algunas veces, se enoje entre tiempos, porque lo maltratamos a él. Y, en alguna que otra ocasión, lo que hace es defenderse de los daños que le causamos, así como lo haría cualquiera en este mundo.

    A diario, me miro al espejo y me pregunto lo mismo una y otra vez, como si tuviese una grabadora que se activa a la misma hora de siempre, en el mismo lugar y repitiéndome la misma pregunta: en realidad, ¿me llamo Isaac? ¿Ese será mi nombre verdadero? ¿No será esta otra más de las tantas mentiras de la vida? Es lo que me pregunto todos los días cuando me miro al espejo, cuando estoy frente a mi reflejo. En el frío espejo, sin sentimiento alguno, que tan solo refleja lo malo y nos oculta lo bueno y que carece de la vista de mi interior, por incompetente. Tal vez, piensen que estoy loco, pero no. Mi padre nos abandonó a mi madre y a mí el día en que nací. Típico, ¿verdad? Como si fuésemos basura. Acababa de nacer cuando desapareció sin dejar rastro, como si fuese un fantasma. Sé que no soy ni el primero al que le ha pasado ni tampoco el último al que le sucederá.

    Sin embargo, mi madre no tardó más que un año en encontrar a un buen hombre, trabajador, con aspecto de vendedor de autos y barba de vaquero, el cual se hizo cargo de ella, al igual que de mí, como si fuese su hijo biológico. Este hombre se unió a mi madre y trabajaron duro para que no me faltase nada en la vida, ni comida, ni ropa, ni una buena educación, por lo cual aprecio mucho a Bill. Él era una buena persona con todos, en especial conmigo. Para Bill, era gratificante el trabajar vendiendo coches de lujo con motores tan potentes y un torque increíble en la agencia de su hermano. Al parecer, le iba muy bien en su trabajo, ya que no dejaba de hablar siempre de lo que le pasaba, de los autos que vendía, de conocer a personas ricas y famosas que iban a comprar allí. Resultaba algo aburrido para muchos, hasta para mí, pues tan solo era un niño en aquel entonces. Sin embargo, yo lo veía como mi padre, al que siempre conocí por estar ahí, y a quien mi madre presentó como mi padre.

    No obstante, un tiempo más tarde ocurrió algo inefable, algo que no pude digerir en ese mismo instante. Un día, mientras jugueteaba con mis amigos en casa, vi entrar a alguien cuando menos lo pensaba. Lo vi entrar por la puerta de mi casa. Estaba un poco ebrio, se bamboleaba de izquierda a derecha, como trompo de madera, algo fuera de su cabales, pero, aun así, entró a mi casa y, mirándome fijamente, me preguntó: «¿Sabes quién soy?». Yo alegué no saberlo porque, en realidad, no sabía nada de él. Para mí, tan solo era un completo extraño en mi casa. No obstante, eso no fue lo más grave, sino que la persona que yo pensaba que era mi padre —que, en realidad, no lo era y nunca lo fue— se encontraba en el mismo lugar. Yo no lograba entender lo que sucedía, era como estar en una pesadilla o en una de esas películas de terror basadas en uno de los libros de Stephen King. ¡Un extraño diciendo ser mi padre! Ciertamente era una pesadilla viviente.

    Al momento, instaló una conversación conmigo, como si me conociera desde hacía muchos años. Y pronto se marchó por la misma puerta por la que entró. Un poco más tarde, por esa misma puerta, entro mi madre. Le narré lo que había pasado. Ella estaba más que sorprendida de lo que oía referente a aquel extraño, pero no era una sorpresa de desconcierto, sino de asombro. Aun así, le pregunté sobre aquella alegoría de mi padre. Ella la confirmó, dijo que era tan cierta como el calor del sol por las mañanas.

    Pasaron los años como si fuesen segundos, mientras yo digería las cosas de la vida. Mi padre nunca volvió con mi madre, pero llevaba mi vida al mismo ritmo que iba, solo con la idea de que mi padre era otra persona, pero Bill no era tan malo. Me cayó bien el tipo. Lo único que no me gustaba de él era cuando ponía el noticiero del Canal 10, a diario, hasta que sentí temor por una noticia que presentaron cierto día de octubre sobre un chico que había asesinado a una niña. En la televisión, no dieron muchos detalles, pero al otro día me pude dar cuenta de los hechos en el periódico El País, donde el editor narraba la noticia del asesinato:

    Asesinan a una niña mientras jugaba

    Un chaval de doce años golpeó hasta morir a una niña de nueve mientras jugaba en un parque

    El suceso ocurrió en el parque Chesterton, alrededor de las 16:30 de ayer. Fred Kampl, un adolescente de doce años, golpeó hasta morir a Katherine Weint, una niña de nueve años de edad, que paseaba de oeste a este en su bicicleta nueva. La madre de la víctima informa de que había comprado recientemente el juguete y había llevado al parque a su hija para estrenarla y poder disfrutar de un momento de paz. Sin embargo, afirma la madre que se encontraba a unos metros de distancia cuando vio a su hija caer al pavimento y fue entonces cuando fue atacada por el adolescente, que se le acercó y la agredió repetidas veces con una roca indestructible, hasta que desnucó a la niña. Cuando la madre llegó, ya era demasiado tarde, pues encontró a su hija ensangrentada y medio muerta y tan solo resistió unos cuarenta segundos con vida. Algunas personas se acercaron, al ver que la madre comenzó a agredir al adolescente, al cual dejó herido con la misma piedra con la que había matado a su hija. Después de los hechos, el adolescente fue encerrado en un centro psiquiátrico, ya que, según fuentes no oficiales, se afirma que el chico le estaba hablando a la niña mientras la veía agonizar. Un análisis previo dio a conocer a las autoridades que el muchacho sufría esquizofrenia.

    Carlos Joe King

    Esta noticia me desconcertó, porque había leído libros en los cuales se hablaba de que solo eran fantasías, pero, al leer el comunicado, sentí escalofríos. El pueblo se entristeció al escuchar esta noticia y la madre de esa niña nunca volvió a ser la misma. Pero la vida siguió. Yo crecía y crecía. En el colegio, era muy bueno. Disfrutaba de un récord increíble, sobre todo en Matemáticas. Tenía muchos amigos, los cuales se arrimaban a mí en los días de exámenes, aunque creo que toda mi vida dio un vuelco cuando en un hermoso día de septiembre, en que el sol se esmeraba con su fervor y su cálida luz, conocí a Susy Fisher. Jamás pensé que me enamoraría a esa edad, porque tan solo era un chico que estaba pasando su adolescencia. Además, no creía en el amor a primera vista y me di cuenta de que no era cierto, aunque qué iba a saber yo de amor, si tan solo era un muchacho al que no le interesaba mucho la vida. ¿Y qué saben los chicos del amor? Más puede saber el sol de la luna y la sed del agua o un libro de letras.

    Susy Fisher era una chica excepcional, de piel lisa, cabello exuberante y eterna sonrisa, aunque poseía un encanto extraordinario que tan solo con verla desataba un mar de emociones.

    No tenía muchas amigas, que digamos. Era algo así como antisocial para muchos o, al menos, eso es lo que siempre se murmuraba en los pasillos del colegio. Sin embargo, yo no pensaba lo mismo: ella sí traía un misterio consigo. Era un tanto rebelde en clase, así como en su casa, según decía su hermana pequeña, Carolina Fisher. No obstante, a pesar de ser rebelde, era inteligente como ninguna. Todavía no sé cómo hacía para pasar los exámenes si de ningún modo estudiaba, y tenía una de las mejores notas del colegio. Tal vez era muy buena forjando trampas o tal vez le sufragaba al profesor. En realidad, no sabía qué era, pero, cuando hablaba, se le notaba el intelecto que poseía, la facilidad de habla al explicar una investigación y la certeza con la que la expresaba. En ese punto, vi temblar a muchos, pero, a ella, nunca la vi titubear.

    Parecía la hija del gobernador con un posgrado en Filosofía y Letras, a excepción de que su atuendo la delataba. Acostumbraba a usar unos vestidos de flores incrustadas, con unas botas barrocas de color marrón, un tanto grotescas para el vestido que usaba, que le quedaban de maravilla, como si fuesen mandadas hacer con las medidas específicas. Creo que era parte de su encantamiento, el cual creo que le excedía.

    Recuerdo que, a cinco cuadras del colegio, había una gran librería, que se llamaba El Saber, justamente frente al destacamento de policía. A mí siempre me han gustado los libros, en especial, los de terror y de ficción, esas historias existentes en la mente humana que excitan la imaginación.

    No olvido el día en que iba a salir el libro de Stephen King 22/11/63, que era mi escritor preferido. Ese día fui a la librería porque él estaría allá firmando su nuevo libro. Hice una fila de más de siete mil personas para poder comprarlo, así que tuve que esperar y esperar, hasta que llegara mi turno. Realmente fue agotador para mí aguardar todo ese tiempo, de pie, algo desesperante. Adquirí el libro y, en seguida, fui a ver a Stephen King para que me lo firmara. Iba rumbo a su mesa, muy deprisa, cuando de repente me choqué con la presencia de Susy Fisher, la chica que tenía el alma de acero y el corazón de cristal.

    —Hola, soy Susy. ¿Vas para que te lo firmen? —preguntó ella con una linda sonrisa.

    —Sí, pe-pe-pero ve tú primero, si quieres —le dije tartamudeando y para ser cortés y amable.

    A ella le firmaron su libro y, antes de marcharse, me agradeció que la hubiera dejado pasar. No me lo podía creer. Mi corazón palpitaba como si tuviese diez cangrejos en una lata de aceite vacía, no sé por qué. Al fin, llegó mi turno. Le conté a Stephen King que era un fiel lector de sus obras: El resplandor, Carrie, La cúpula, Doctor Sueños y, mi favorito, Eso, entre otros… Él quedó impresionado al tener un lector como yo, que conocía sus historias y todas y cada una de sus novelas. ¡No me lo podía creer! Había cumplido uno de los deseos que tenía en mi lista antes de morir —ya que todos tenemos una lista de deseos que cumplir antes de morir, o es lo que yo creo—. Ya había cumplido uno de ellos, que era conocer a mi escritor favorito. Y no tan solo eso, sino que también nos tomamos una foto juntos, de la que presumí de inmediato en mis redes sociales.

    Los años siguieron pasando como el viento, sin detenerse a tomar una siesta o algo por el estilo. Mi relación con Susy Fisher no era perfecta. Bueno, no le voy a mentir, no volví a hablar más con ella —parece que se volvió un fantasma— ni a saber de ella. Desfilaron días y años y no la pude ver otra vez. Incluso cuando llegué a la universidad, pensé que Susy, tal vez, iría a la misma que yo. Desafortunadamente, eso solo fue un pensamiento efímero, algún producto de mi imaginación que no se haría ni se hizo realidad. Pero, tiempo después del desencanto con Susy, coincidí con Angee Baker Watson, a quien conocí en la secundaria. Nos hicimos novios porque una tarde me pidió que hiciera su clase de física. No era el mejor del mundo, pero sí entendía los ejercicios y, desde ese instante, ella dijo que sería su novio. En ese momento, fue algo autoritaria y aún lo sigue siendo. Pasaron algunos años y entramos a la universidad. Fue entonces cuando pasó algo que nunca olvidaré en un día común y corriente. Bueno, eso creo, basado en el mismo y aburrido protocolo de la vida, por el cual pasamos todos: estudio, trabajo de escuela y para qué seguir contando, si ya muchos conocen estas historias y tal vez le parezcan algo aburridas. Pero ese día sucedió algo fuera de lo normal, algo que no me esperaba. Pareció un milagro en un día lluvioso, ya que ese día conocí a Carrie Smith Lee. No sé si será pecado mirarla como la miré. No me malinterprete, no la miré con cara de pedófilo ni nada por el estilo, pero sí puedo decir que fue de amor. Yo me dirigía a mi clase de Historia cuando, acercándose aquella hermosa chica, me preguntó dónde quedaba el aula 301 de historia. Ahí fue cuando todo cambió para mí: mi mundo, mis pensamientos. Para no parecer un tonto, le dije tartamudeando: «E-e-e-está… ahí-í-í enfrente, donde están esos chicos». Y ella, con una linda sonrisa, me dijo: «Gracias». Tal vez piense que estoy loco porque las sonrisas no hablan, pero estaba comenzando a pensar que sí se trataba de un milagro de la vida.

    Mientras recorría los pasillos de la universidad rumbo al aula, me perdí en su hermoso cabello del color del oro, sintiendo cosas que jamás había sentido por una chica. Inmediatamente entré al aula. Tan solo quedaba un asiento, justo detrás de ella. El destino es lindo cuando nos trata bien, o eso es lo que pensamos. Sin embargo, allí estaba yo, con una satisfactoria sonrisa, caminando hacia las estrellas, pues tomé asiento y, en ese mismo momento, llegó el profesor. «¡Qué mala suerte!», grité en mi interior como un niño. Sin embargo, no podía dejar de pensar a qué olía aquel cabello dorado.

    El profesor dijo en ese momento:

    —Abran su libro en la página 15. Vamos a estudiar la historia del

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