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Desde que tengo memoria, me inquietaba un sueño recurrente: la silueta de un triángulo con casitas como si estuvieran colgadas, y un salto de agua amarronada que bajaba desde la cima de la montaña.

Transcurría el año 1996 cuando, un día como tantos, mi esposo, que estaba en su escritorio, me llamo agitado con una alegría eufórica. Me llevo a la pantalla de su ordenador y me mostró la imagen de una foto antigua amarronada que encontró en Internet.

Él me preguntó ¿ ésta es la imagen con la que soñás ? Por supuesto que yo asentí, casi sin poder gesticular palabra alguna. Bueno, me dijo, respirá, respirá… Este lugar es Centuripe, el pueblo de tu abuelo materno.

Sin saberlo, en ese momento, mirando esa simple foto, comenzaba a gestarse un hilo conductor que me llevaría a una serie de increíbles sucesos sincrónicos, los cuales me conducirían a un sorprendente camino de revelaciones, desenmarañando la información ancestral.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 abr 2024
ISBN9788410683198
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    Guiada desde las estrellas - Miriam Viola

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Miriviento

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Sebastián Sempronii

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1068-319-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Prólogo

    Es importante que nos demos cuenta de que el pasado, el presente y el futuro están aquí y ahora, que jamás se podrá saltar ningún punto en la trama de la vida, y que nada sucede por casualidad, que antes o después, los secretos serán iluminados y saldrán a la luz para ser sanados, que el Amor es la única y verdadera energía que nos eleva, y para ello es vital despojarnos del juicio, que al final, todos los caminos conducen a nuestro interior, y desde allí se expanden integrándose al «Todo», que lo que hemos sembrado será lo que cosecharemos, que siempre podremos hacer cambios para vivir mejor, que aunque nadie pueda volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede empezar de nuevo y hacer un nuevo final, que hogar no es donde naciste, sino el lugar de donde no tenés ganas de salirte, que el Amor todo lo puede, y a nadie abandona el Cielo.

    Y de que la Gratitud es la llave mágica que abre todos los caminos.

    Miriam y Ricardo

    ¡GRACIAS! ¡GRACIAS! ¡GRACIAS!

    .

    Dedicado

    A mi amada madrina Negrita.

    Es mi deseo profundo que puedas leer estas páginas desde las estrellas y que desde allí sigas iluminando el camino.

    Hasta que nos volvamos a encontrar. Con todo mi Amor

    A Cristina, consuegra y amiga, quien tanto colaboró para que pudiera comprender lo que los sueños querían decirme.

    Querida Abu Cristi, como te dicen nuestros nietos, sé que desde donde te encuentres, nos estarás guiando. Con todo mi cariño.

    A mis hijos, con todo mi amor.

    A mis nietos, dulces colibríes de mi existencia.

    Uno

    Momento presente: Emma cuenta la historia

    Desde que tengo memoria, me inquietaba un sueño recurrente: la silueta de un triángulo con casitas como si estuvieran colgadas, y un salto de agua amarronada que bajaba desde la cima de la montaña.

    Lo importante no era lo que veía en el sueño, sino el sentimiento de angustia que me invadía durante todo el día. Fue después de muchos años, cuando mis hijos eran adolescentes, que pude comenzar a relacionar el sueño con la angustia. Comencé a darme cuenta de que ese sentimiento era derivado del sueño sin tener motivo aparente; sentía también un gran vacío, algo que no se completaba.

    Con el paso del tiempo, los sueños ya eran casi a diario, y conseguí descifrar que mi corazón quería decirme algo. Todavía había confusión, pero ya estaba segura de que esos sueños traían un mensaje, una información. En ese momento me entregué sin luchar a esa emoción, y a la vez me dejé impregnar por la información que quería transmitirme, entregarme el sueño; incluso siendo en otro idioma.

    Y ocurrió la magia. Al dejar de luchar, al soltar el miedo, permití que el mensaje comenzara a activarse, a desbloquearse. Así fue como comenzaron los sucesos que me llevarían a comprenderlo en su totalidad. Paso a paso, sin saber, sabiendo, todo se iluminaba. Fui convocando personas, libros, películas, situaciones que me asistían para la comprensión profunda. Comencé a ser testigo de la colaboración invisible que me cuidaba en todo momento.

    Ahora sé que siempre estuvieron allí conmigo, aunque yo no me percatara de su presencia. Cuando, por fin, el latido de mi corazón se sintonizó con el latido del corazón universal, fue que se produjo el gran encuentro, y con ello la comprensión de que el pasado y el futuro están aquí y ahora, que yo nada tenía que hacer, solamente respirar con consciencia, fluir, y todo me sería mostrado, entregado, y en mi libre albedrío lo transformaría para honrar, liberando así en forma horizontal y vertical a toda la rama familiar.

    Haré lo posible por transmitir de qué manera fue ingresando la claridad.

    Transcurría el año 1996 cuando, un día como tantos, mi esposo, que estaba en su escritorio, me llamó agitado con una alegría eufórica.

    Me llevó a la pantalla de su ordenador y me mostró la imagen de una foto antigua, amarronada, que encontró en Internet.

    C:\Users\Ricardo\iCloudDrive\00B VIGENTES\006 MIRI\01 LIBRO MIRI\IMAGENES\MONTE CALVARIO ANTIGUA FOTO PROLOGO.jpg

    Al verla quedé perpleja, catatónica; no podía creerlo. Él me preguntó «¿Esta es la imagen con la que soñás?» Por supuesto que yo asentí, casi sin poder gesticular palabra alguna. «Bueno, me dijo, respirá, respirá… Este lugar es Centuripe, el pueblo de tu abuelo materno».

    Y siguió relatando: «Aquí indica que se trata de un sitio característico del pueblo. Es un montículo triangular que sobresale en la geografía de la montaña, y en su vértice se destaca una pequeña capilla. Le llaman Monte Calvario.

    Sicilia es un triángulo invertido con su vértice hacia abajo, y Centuripe se ubica en la zona central de la isla. Este antiguo pueblo, con más de 3000 años de historia (habitado ya antes de los fenicios), se extiende en la cima de un encuentro de cinco cadenas montañosas, a unos 700 metros sobre el nivel del mar, y sus calles y construcciones se desarrollan sobre la altura máxima. Vista desde el aire, se asemeja a una estrella de mar con sus cinco brazos o a una figura humana.

    Desde lo alto, unos 100 kilómetros al noreste, se destaca un imponente panorama: la silueta del volcán Etna, que domina todo, hasta la personalidad de los habitantes de la isla. Les provoca una alerta permanente que es visible en el temperamento cotidiano de impulsividad, violencia y agresión, con la amenaza constante de activar su fuego interno provocando lava».

    Sin saberlo, en ese momento, mirando esa simple foto, comenzaba a gestarse un hilo conductor que me llevaría a una serie de increíbles sucesos sincrónicos, los cuales me conducirían a un sorprendente camino de revelaciones, impregnado de sabiduría, guiándome hacia lo más profundo de mi ser, desenmarañando la información ancestral.

    A partir de ahora, relataré una serie de sucesos que me llevaron a la comprensión.

    El primero ocurrió en 2004. Mi esposo me invitó al cine, y elegimos ver La Terminal, la película de Steven Spielberg, en la que el personaje principal es interpretado por Tom Hanks. A la salida, sentía que mi alma vibraba. El protagonista de la película tenía que completar algo que su padre no había podido hacer, y me di cuenta de que allí había una clave. Me tocaría a mí completar algo que mis ancestros no pudieron, pero... ¿qué sería? ¿De qué o de quién se trataría? Todavía me faltaban respuestas, pero ya tenía la certeza de que era una pieza importante para resolver algo muy, muy antiguo.

    El segundo suceso tuvo que ver con mis sueños, que seguían, que no me daban respiro, aunque sentía que la angustia ya no me sofocaba tanto. Llegó de visita mi consuegra, y conversando de lo que sentí al ver la película y lo movilizada que estaba, me prestó un libro llamado La Conspiración de los Alquimistas, de Hania Czajkowski, y me dijo: «Siento que este libro puede ayudarte a entender». Me contó el caso de una amiga suya que tenía vivencias similares, y a la que ese libro le fue de gran ayuda. Feliz lo recibí, y le agradecí diciéndole que le seguiría comentando mi sentir.

    Ese maravilloso libro realmente sí que fue de gran ayuda. En apariencia, era una novela interesante, pero su contenido profundo movería montañas.

    El libro colaboró en darme la certeza de que estaba más cerca de encontrar lo que buscaba, pero que todavía no comprendía muy bien.

    Así que por momentos me sentía lista para trascenderlo todo, y en otros momentos, caía en el pesimismo, pensando que estaba un tanto loca. De mi corazón brotaba toda la fe y el entusiasmo, y de mi mente se desprendía la lógica que me decía: «No pierdas tiempo en esto». Y sucedía que de noche soñaba y de día me angustiaba; ahora, además, se sumaba la doble angustia y la ansiedad de la dualidad que sentía.

    Hubo un tercer suceso. Otra vez conversando con mi consuegra sobre esta dualidad que me apresaba, se le ocurrió una brillante idea. «Te cuento, dijo, tengo una conocida que se dedica a estudiar a los inmigrantes, sus vivencias, y a observar a sus descendientes. Por todo lo que me has comentado, seguramente ella podrá darnos alguna pista». Por supuesto, acepté encantada, haciendo callar a mi mente y siguiendo a mi corazón.

    Apenas llegué a ver a esta consteladora (fui sola), estaba con ella una amiga que también sabía algunas cosas al respecto.

    La pregunta que me hizo fue directa:

    —Contame, ¿qué sabes de tus abuelos?

    —Bueno… —le dije titubeando un poco—. No es mucho lo que puedo decirte. Conocí solamente a una abuela, la madre de mi madre, que murió cuando yo tenía nueve años. Sé que ella y mi abuelo, con su primera hija, de más o menos un año, vinieron de Italia, de Sicilia, a Buenos Aires (Argentina), y después tuvieron trece hijos más—. Pero ahí se terminó la pista que yo tenía, y un poco deprimida, le dije: «Creo que no voy a poder seguir más. Ya trataré de averiguar algo, y cualquier novedad, te aviso».

    Pero esta maravillosa mujer, que no volví a ver nunca más, no dejó que me fuera así nomás; y siguió tironeando de mi memoria. Aunque yo creía haberlo dicho todo, de repente vino algo a mi mente, así como por arte de magia, y me escuché contando lo siguiente:

    «Recuerdo que una tía contó que cuando se desató la Primera Guerra Mundial, el Rey Víctor Manuel III, a quien apodaban el Rey Petiso, hizo saber a todos los italianos repartidos por el mundo que debían colaborar con su patria¹. Esa tía contaba que mi abuelo Drako le dijo entonces a su esposa que utilizaría el pasaje de vuelta para regresar a Italia y defender su patria. Aparentemente, ellos, como tantos otros, habían venido a «hacer la América», como se le llamaba, para regresar a su país más adelante, con las arcas llenas de dinero. Lo que ni se imaginaban era que la vida los haría entrar en un juego peligroso, cambiando sus planes. Cuando mi abuela se enteró de los planes de su esposo, lejos de aceptar, no titubeó en quemar en el brasero con el que mantenían el calor del hogar, y hasta cocinaban, el pasaje y su documento de identidad. Mientras los papeles se consumían en el fuego, mi abuela le dijo: «sé que si te vas, no vas a volver jamás, y que me vas a dejar sola con nuestros hijos». Por esa época ya sumaban cuatro o cinco. Lo que mi abuelita no se imaginó fue que al querer ella forzar el destino, una parte de él moriría en ese preciso instante. La tristeza lo invadió y se dedicó a la bebida. Su vida, lejos de ser un paraíso, se transformó en un infierno lleno de carencias y desamor».

    No sé cómo llegué a contar todo esto, y mi relato fue detenido por la consteladora, que me escuchaba atentamente, y de repente, me dijo:

    —Ya lo tengo. Ya lo tengo. ¡Pará aquí!

    Mi corazón latía desmedidamente, y mi sentir fue que más allá de contar lo que recordaba, una voz imperceptible, dentro de mí, me dictaba para ayudarme a encontrar el camino, lo que mis sueños me querían decir.

    La conclusión a la que llegó esta consteladora que estudiaba los inmigrantes fue que yo tenía un legado dejado por mi abuelo: regresar a agradecer a su tierra y pisar su suelo, ya que él nunca tuvo la oportunidad de hacerlo.

    Cuando escuché esta conclusión, le dije con todo respeto:

    —Eso es imposible. A mi abuelo no lo conocí. Él murió un par de años antes de que yo naciera.

    Ella, con una gran dulzura, me miró fijamente a los ojos y me dijo:

    —¿Y eso qué importancia tiene para el Plan del Alma? Seguramente, aceptaste su pedido en un contrato sagrado cuando él murió y estabas por nacer.Con el tiempo, fui comprendiendo lo que ella me había dicho, pero en ese momento creí que estaba desvariando e insistí:

    —Eso no es posible. Yo soy una de las nietas menores. Ni siquiera lo conocí. Tengo tantos primos mayores que sí lo conocieron… ¿Por qué a mí? —Pensé, entonces, «¿qué juego raro es éste?», y lo que al principio parecía aclarar las cosas, al final terminó oscureciéndolas, y yo estaba cada vez más confundida. En la despedida, me dijo:

    —Tranquila, que todo se va a ir ordenando. Los contratos álmicos sólo se comprenden con el corazón, y no con la cabeza. No te resistas. Lo que tenga que ser, será.

    Pasaban los días, los sueños insistían y volvía la opresión. Me sentía como inmersa en dos vidas paralelas. Al cabo de unos meses, no quería saber nada más del tema. Hasta que un día me llamaron del consulado para otorgarnos, al fin, la ciudadanía italiana, a mí y a mis tres hijos. A mi esposo se la darían más tarde, de acuerdo con los protocolos.

    Algo que no conté, porque ni lo relacionaba, es que tramité personalmente la ciudadanía italiana y lo hice a través de mi abuelo Drako. No fue nada fácil. Me llevó tres años solamente conseguir la documentación, y otros tres obtener la ciudadanía. En esa época Internet estaba en sus principios. Todos los trámites se hacían por correo y tardaban meses. Mi hijo Carlos, que en ese momento era adolescente, se ofreció espontáneamente a colaborar haciendo las filas (a veces larguísimas y hasta de noche) para poder conseguir el turno en el consulado de Italia en Córdoba. Da la sensación de que una Inteligencia Superior movía los hilos para que se materializara la obtención de la ciudadanía y el pasaporte. Pensé «¡Qué casualidad! Justo soy yo la que tramita la ciudadanía por la rama de este abuelo y no se le ocurrió hacerla a ningún otro nieto. Y eran más de veinte».

    Luego comprendí que la casualidad no existe. ¡Todo es sincronía! Una bella y mágica sincronía….

    Sentía que algo estaba claro: ahora, con los papeles en mano, viajaría a Sicilia, pisaría la tierra de mi abuelo, ¡y listo! Cumpliría con el legado, y todo en paz. Los sueños no me molestarían más. Pero, ¡Cuánto tuve que aprender! Muy lejos de terminar, algo estaba recién comenzando; y lejos de cumplir con mi compromiso en cuerpo y alma, crecería y haría crecer a una familia inimaginablemente. Esto marcaría un antes y un después en la vida de todo el clan, produciéndose así la sanación ancestral.

    A partir del próximo capítulo, contaré la historia de mi familia desde la época de mis abuelos hasta la actualidad, dándole forma para que sea posible la comprensión y se pueda comprobar que el pasado, el presente y el futuro están aquí y ahora. Jamás se podrá saltear ni un solo punto de la trama de la vida y nada sucede por casualidad.

    También podremos comprobar que no existen los secretos, por más que muchas personas, por fidelidades familiares, se esmeren en guardarlos, y que antes o después, absolutamente todo sale a la luz para ser sanado. El amor es la única y verdadera energía e información que nos eleva. Para esto, es vital despojarnos del juicio, y así comprender que todos somos parte del «Todo», que los caminos son infinitos como las estrellas y los granitos de arena que hay en las playas.

    Comprenderemos que todo se espeja, y si no lo vemos, se amplifica, y si no tomamos la decisión correcta en sintonía con el amor, no pasa nada; siempre tendremos otra oportunidad. Pero sepamos que lo que cosecharemos será lo que hemos sembrado, y que siempre podremos hacer los cambios para vivir mejor. Sólo depende de nosotros, y si no nos gusta cómo es nuestro presente, revisemos nuestras acciones y las de nuestros ancestros con amor, para honrarlos y liberarnos.

    ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

    Dos

    La partida... La llegada

    Existía en Centuripe una familia orgullosa y maravillosa, con siete hijos. Seis eran varones, y sólo la tercera una mujer llamada Bella. Esta familia podía brindarle estudios superiores a sus hijos, lo que en aquella época (finales del siglo XIX), no era usual; pertenecían a un nivel social medio alto.

    Sin embargo, como el amor no sabe de niveles sociales ni de ningún otro límite, sucedió que Bella se enamoró de un trabajador de las minas de azufre que abundaban en la zona. Al no ser aceptado por su familia, ella, que apenas tenía dieciséis años, tomó la decisión de escaparse con él.

    A las dos semanas de vivir juntos, desafiando al mundo, sucedió algo inesperado: él murió en una explosión de la mina de azufre donde trabajaba. En esa época, lamentablemente, las explosiones eran muy comunes y no se llevaba registro de los muertos. Pero también surgió otra hipótesis que cuesta mucho creer. Algunos dijeron que fue asesinado. Lo cierto es que Bella tuvo que regresar a la casa de sus padres llevando un secreto consigo. Sólo el cielo sería testigo de su sufrimiento y, a la vez, de su fortaleza para no quitarse la vida y volver a un pueblo tan pequeño sabiendo que iba a ser víctima de

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