Crímenes de Amor: Relatos Sexuales, #1
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SINOPSIS
Les doy la bienvenida a nuestros queridos lectores que disfrutan de la literatura erótica. Por favor, pónganse cómodos en la intimidad de su alma y dispónganse a disfrutar dos pequeños relatos de ficción, que se desarrollan durante, antes y después de la pandemia. Cada una de las historias relata la vida de personas comunes y corrientes, que disfrutan del sexo casual y tradicional. No obstante, también disfrutan del sexo perverso y extremadamente inapropiado. Podría decirse que el erotismo es la esencia narrativa de la novela. Pero… también podría decirse que el erotismo, queda sobrepasado por la ficción y lo grotesco de las relaciones humanas.
Pero no teman, no son relatos complicados ni pretenciosos, son bastante relajados y llevaderos, mi único interés es entretenerlos y desinhibirlos. Espero que lo disfruten en compañía o en su soledad. Después de todo... el sexo solo es una parte de nuestras vidas. No debe serlo todo ni debe ser tan complicado.
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Crímenes de Amor - Atorrante Sandór Piña
Crímenes de Amor
Relatos Sexuales
Vol+1
Datos Generales
Título: Crímenes de Amor
Subtítulo: Relatos Sexuales/ Vol+1
Autor: Mikel Sandór Piña
Ilustrado por: E. H. D
Primera edición: Invierno de 2022
Correo: mikelsanpina1886@gmail.com
Facebook: Mikel Sandor Piña
D. R. © Mikel Sandór Piña.
ÍNDICE
ÍNDICE
PRIMER RELATO
TERAPIA SEXUAL
CAPÍTULO 1
PRAXIS SEXUAL
CAPÍTULO 2
ELLA
CAPÍTULO 3
TEQUILA SOBRE SU CUERPO
CAPÍTULO 4
UNA VIEJA CONOCIDA
CAPÍTULO 5
MUJERES CRUELES Y SEDUCTORAS
CAPÍTULO 6
INCLUSO LA LOCURA TIENE REDENCIÓN
CONCLUSIÓN
34 MESES DESPUÉS
SEGUNDO RELATO
CHICA FREAKY
CAPÍTULO 1
VIERNES 13
CAPÍTULO 2
PROPUESTA INDECOROSA
CAPÍTULO 3
PLACER ORAL
CAPÍTULO 4
EL REINO DE LOS FREAKYS
CAPÍTULO 5
ARRUMACOS Y DESEOS
CAPÍTULO 6
COSPLAY SEXY
CAPÍTULO 7
LA REINA DE LOS FREAKYS
CONCLUSIÓN
13 MESES DESPUÉS X 3
PRIMER RELATO
TERAPIA SEXUAL
CAPÍTULO 1
PRAXIS SEXUAL
––––––––
—¿Dónde están mis bragas? —pregunto con voz ofuscada.
—Las arrojé debajo del diván —respondió con voz relajada y mirada de satisfacción.
—¡No podemos seguir viéndonos! —le dijo mientras se inclinaba a recoger sus sexys bragas de satín rojo.
—¿Por qué no? —Gerónimo no pudo ocultar su desencanto.
—¡Soy tu terapeuta! —se manifestó con determinación —. Se supone que debería ayudarte. No debería estar haciendo nada de esto, y tú no deberías fornicarme. Debes comprender que la terapia no funciona de esta manera.
—Me estás ayudando, profundamente —Gerónimo, en verdad, parecía creerlo —. Eres la mejor terapeuta del mundo —intento alagarla con el fin de contentarla.
—Fornicarme durante la hora de terapia, no es precisamente la ayuda que necesitas —le hizo saber —. Desde un principio he hecho todo mal contigo... —se recriminó —... No merezco la confianza de nadie, no soy digna de ella. Soy una zorra repugnante que ha defraudado su ética profesional.
—Estás siendo demasiado dura contigo misma —Gerónimo le dijo con voz tranquila, acto seguido se acercó con cautela para darle un abrazo a su esbelto cuerpo desnudo, y mientras se deleitaba con su desnudes le dijo al oído lo siguiente —. Deberías relajarte y disfrutar el momento.
—¿Qué acaso..., no te doy asco? —su terapeuta le preguntó y en un rápido movimiento lo empujo con rudeza, para liberarse de sus fornidos brazos—. ¿Qué acaso no me odias? —le pregunto con voz queda.
—Tú jamás me darías asco —dijo con determinación —. Eres hermosa, eres perfecta y no tendría, ni que mencionarlo, pero es imposible que pueda odiarte. ¿Cómo odiar algo que adoras? —le pregunto con ternura.
—¿Por qué no ves lo que todos los demás hombres ven cuando me miran? —lo cuestiono con desesperación —. ¿Qué acaso no ves lo que realmente soy? —le pregunto con enfado.
—¿Qué se supone que debería de ver? —inquirió con ingenuidad.
—Tengo 46 años —al decirlo podía sentirse la vergüenza en su delicada voz —. Estoy muy vieja, para ti, y por si no te has dado cuenta tengo estrías en la barriga. Es un milagro que no tenga celulitis en las piernas. Sin embargo, si tengo unas cuantas arrugas en el rostro..., —hizo una ligera pausa, para tocarse el rostro con sus delgadas manos —. Ya no soy una mujer atractiva, y tal vez jamás lo fui —fue un tanto dramática.
—No soy psicólogo —Gerónimo dijo lo obvio —. No obstante, creo que tú tienes un fuerte problema de aceptación.
—Ahora resulta que eres el maldito, Sigmund Freud —refuto —. Debería odiarme y despreciarme —reitero —. ¿Por qué no me odias? —pregunto con desesperación.
—Yo no podría odiarte, aunque volviera a conocerte —aprovecho ese momento, para tomarla de las manos —. Me gustas mucho.
—¿Estás enamorado de mí? —le pregunto mientras entrelazaba sus delgados dedos con los de él —. Por favor, te pido que seas sinceró.
—No estoy seguro de que se trate de amor —fue honesto al decírselo —. Confieso que disfruto de nuestras prolongadas conversaciones. También confieso que disfruto tus caricias, tus besos, tu cuerpo, tu sexo. ¡Eres maravillosa! —exclamo mientras la volvía abrazar.
—Supongo..., que es lo más cercas que he estado de escuchar un te amó... en mucho tiempo —dijo con voz melosa —. Gracias... por ser sincero. Sin embargo, me queda una pequeña duda. Es muy pequeña —expresó con voz cautivadora.
—¿Cuál es? —Gerónimo le pregunto mientas la miraba fijamente a los ojos.
—Dime, ¿hay algo que odies de mí? —le pregunto con genuino interés y un dejo de inseguridad.
—Yo... —Gerónimo titubeó por un instante.
—Te suplico que respondas con sinceridad. No quiero escuchar mentiras que me hagan sentir bien de manera superficial.
—No hay algo que odie de ti —respondió —. No obstante, hay algo que me exiges hacer, y confieso que he llegado odiarlo.
—Me muero por saber de qué se trata —dijo con candidez.
—Es algo muy estúpido —Gerónimo intentaba suavizarlo.
—No le des más vueltas. Dímelo de una vez —en ese momento lo miró con determinación —. Vamos dilo.
—Es algo estúpido y extremadamente machista —confeso —. Y a pesar de ello, no puedo evitar odiarlo con todo mi ser.
—¡No tengas miedo de decirlo! —su terapeuta empezaba a perder la paciencia.
—Odio... que me obligues a utilizar condón —sintió vergüenza de solo decirlo.
—Tenías razón, es algo muy machista —manifestó con desencanto —. En fin, si no quieres usar condón, no hay nada que yo pueda hacer para impedírtelo. Después de todo, tú eres joven y fuerte —utilizo su voz seductora —. Y..., yo tan solo soy una indefensa mujer. No me quedará más opción que someterme a tus profanos deseos.
—Tienes razón. Yo soy el hombre, y tú tendrás que someterte a mis deseos de macho alfa —Gerónimo le siguió el juego —. Túmbate sobre el diván —le ordeno.
—Si me quieres sobre el diván, tendrás que someterme —al decirlo, desvió la mirada de manera seductora.
Gerónimo la empujo sobre el diván con delicadeza, su terapeuta cayó de espaldas y sus piernas quedaron separadas de manera sugestiva. Era como una invitación para divertirse. Gerónimo la miro con lujuria... y se aproximó a ella con una erección tan rígida como una barra de hierro incandescente, perfectamente forjada.
—¿Ponte el condón? —su terapeuta le ordeno.
Gerónimo comprendió que el juego seguía.
—¡Te voy a joder..., como me venga en gana! —utilizó su voz de canalla, acto seguido le arranco las bragas y la sujetó de los muslos. Posteriormente, atrajo su delgado cuerpo hacia él. En ese momento sus palpitantes sexos..., quedaron de frente.
—¿Te gusta lo que ves? —su terapeuta le pregunto con voz pegajosa.
—Eres más sexy que una puta actriz porno —disfruto decírselo.
—No sé, si debo sentirme ofendida o alagada —al decírselo se puso la mano en la boca como una chica ingenua.
En ese momento, Gerónimo la sujetó con firmeza, y rompió lentamente la barrera invisible que separaba sus órganos sexuales. Y sin la menor contemplación, introdujo su firme erección hasta el fondo de la delicada y excitante vagina.
—¡Mmmmmmmmmmhhh! —su terapeuta exclamo un fuerte gemido al momento de ser penetrada.
—¿Esto cómo te hace sentir?
—No hables —su terapeuta le ordeno.
Gerónimo metió y sacó su rígido falo, una y otra vez..., hasta alcanzar el clímax sexual que desencadeno en una potente..., eyaculación.
—¿Te sientes más hombre? —su terapeuta le pregunto mientras lo miraba de frente y ponía su mano izquierda sobre su miembro.
—Me siento tan hombre..., que nunca más volveré usar protección —vociferó como un canalla de novela pornográfica.
—Eres un bastardo muy aprovechado —le dijo con voz seductora —. Ahora, fornícame por atrás —le ordeno.
La psicóloga se colocó sobre sus cuatro extremidades. Al tener de frente su pálido trasero, Gerónimo la penetro con bastante rudeza, incluso le dio un par de nalgadas.
—¡Maldito infeliz! —su terapeuta le grito —. ¡No pares!...
—¡Cierra la maldita boca! —le ordeno mientras le daba otra fuerte nalgada.
El acto fue salvaje y divertido, es importante mencionar que los dos lo disfrutaron. Al terminar quedaron muy extenuados, para reponerse se recostaron sobre el diván con sus cuerpos desnudos y sudorosos. La terapia semanal ya había concluido. En ese momento de relajación, su terapeuta aprovecho la ocasión, para hacerle la misma recomendación que le hacía cada semana.
—Intenta salir con una mujer de tu edad o un poco mayor que tú.
—¿Qué tan grande..., debe ser? —Gerónimo le pregunto con sentido del humor —. Tal vez..., ¿diez años mayor que yo?
—Que sea cinco, máximo siete —su terapeuta le aconsejo —, de preferencia, elige a una mujer que no sea agote con tal facilidad, al momento de fornicarla con tanta pasión y vigor.
—¿Te sientes cansada? —le pregunto mientras le acariciaba la espalda baja.
—Si respondo que estoy agotada. ¿Me dejarías descansar? —le pregunto con candidez —. Solo te pido un poco de tregua.
—No hay tregua, para las zorras sexys —respondió en automático.
—Dame un pequeño respiro, te lo ruego —exclamo con voz agitada.
—Abre las putas piernas —le ordeno como todo un cretino —, voy a volver a joderte.
—Eres un bastardo insaciable —le dijo mientras sujetaba su pene y lo volvió a introducir a su vagina —. No te voy a dejar salir hasta que me dejes satisfecha. Maldito fornicador de mujeres indefensas.
—No eres una mujer indefensa —refuto —. Eres una maldita zorra insaciable con garras y colmillos.
—¡Maldito bastardo! —exclamo con voz sexy —. Adoro cuando me hablas tan sucio. No te detengas, quiero escuchar más.
No fue sino hasta ese momento que Gerónimo se percató que su terapeuta, maldecía más de lo habitual durante el sexo. Quizás era un poco retorcido, pero era algo que lo excitaba y le hacía subir la temperatura.
—¡Después de esto me voy a venir en tu puta boca! —Gerónimo le advirtió.
—¿Me estás amenazando? —le pregunto como si fuese una niña asustada.
—Solo te estoy diciendo lo que va a suceder, pequeña zorra —le dijo mientras le daba una suave nalgada.
—Dime, después de que te vengas en mi virginal boca, ¿tendré que tragármelo? —al preguntárselo, coloco de manera sugestiva su dedo índice, sobre su labio inferior.
—Te lo vas a tener que tragar —la sujetó con rudeza, para seguir el perverso juego.
—Házmelo... como si me quisieras violar —le ordeno.
—Tal vez te viole, solo por diversión —le dijo riendo.
—No eres tan hombre —lo reto.
—Te demostraré que soy el puto macho alfa...
—Solamente eres un cachorro intentando joder con la loba alfa.
Los dos continuaron con el juego sexual hasta que termino la terapia. Quizás..., fue un poco más de terapia sexual, que la aburrida terapia tradicional.
CAPÍTULO 2
ELLA
––––––––
Daniela era la compañera de trabajo de Gerónimo, es importante mencionar que también era su colaboradora más cercana, prácticamente compartían el cubículo y trabajaban a un metro de distancia. También es relevante mencionar que había intentado entablar una relación amistosa con Gerónimo. Y por alguna razón que ella no comprendía, Gerónimo, había levantado un muro metafórico entre los dos. Un muro que ella intentaba derrumbar, un ladrillo a la vez.
—¿Qué harás el fin de semana? —Daniela le pregunto de manera amistosa.
—Visitaré a mi madre —Gerónimo le respondió sin tomarse la molestia de voltearla a ver, simplemente siguió trabajando.
—¿Dónde vive tú mamá? —le preguntó sin dejar de lado su tono amistoso.
—En el maldito cementerio —Gerónimo le respondió de malagana.
—Lo lamento —Daniela se disculpó de inmediato —, yo no sabía que ella... —guardo silencio por un instante —. En verdad, lo lamento —reitero con voz azorada.
—¿Por qué lo lamentas? —le pregunto con dureza —. Tú no la mataste, y ella no era tu madre. No tienes por qué lamentarlo.
Ante la incómoda situación que se presentó, Daniela prefirió no decir nada más en ese momento. El silencio fue su mejor aliado.
Gerónimo sabía que en ocasiones podía llegar hacer un verdadero idiota con Daniela. Sin embargo, justificaba su despreciable actitud por la animadversión que sentía hacia ella. La aborrecía por completo, aborrecía su voz chillona, sus brackets que la hacían lucir como una adolescente a pesar de tener 24 años, aborrecía su manera de vestir en especial sus pantimedias de colores. Gerónimo estaba convencido de que cualquier abuela de 80 años, tenía mucho mejor estilo que ella. No obstante, lo que más aborrecía de la dulce Daniela... era su gusto por la música K-pop. Simplemente, le parecía abominable cada melodía acompañada de excesivas coreografías.
Ese mismo día, al llegar la hora de la comida, Daniela intento retomar la fallida conversación.
—Durante la mañana al estar conversando, no fue mi intención ofenderte —le dijo con un hilillo de voz —, yo solo quería..., —Gerónimo no tuvo la consideración de seguir escuchándola, se levantó de su asiento y se fue a comer a otro lado. Al regresar de la hora de comida, Daniela no le dirigió la palabra durante el resto del día.
A Gerónimo no le importaba un carajo si le hablaba o si no lo hacía. Era un verdadero idiota con ella. No cabía duda de ello. Antes de que el día laboral concluyera, Gerónimo fue al sanitario y al regresar por sus objetos personales, encontró sobre su escritorio un chocolate y una nota escrita en un post-it, amarillo con forma de manzana.
El mensaje expresaba lo siguiente:
En verdad, lamento lo de tu madre. Espero que me puedas disculpar. También espero que un día lleguemos hacer buenos amigos...
Que tengas un buen fin de semana. Nos vemos el lunes.
Por un instante Gerónimo se sintió terrible por ser tan hostil con ella. Pero segundos después recordó lo mal que le caía y entonces, se sintió mucho mejor consigo mismo.
—¡Jamás seré su maldito amigo! —Gerónimo exclamo en voz alta, posteriormente se comió el chocolate y desecho la nota —. La aborrezco tanto —concluyo.
*******
Gerónimo no mintió respecto a visitar la tumba de su madre. La mañana del sábado se levantó muy temprano y condujo hasta el lugar donde había nacido y crecido. Al llegar fue directo al cementerio que se encontraba a las orillas del pueblo. Como una coincidencia macabra la vieja casa de su madre se ubicaba frente al cementerio, estaciono su camioneta frente al viejo portón de madera, posteriormente cruzo la calle y camino hacia la entrada del cementerio. Al atravesar las puertas de hierro que se encontraban abiertas, observo a dos mujeres vendiendo flores, se detuvo a comprarles dos ramos de rosas blancas que coloco sobre la gruesa lapida de piedra, que hasta ese momento había permanecido en el total olvido por una década.
—¿Por dónde comenzar? —Gerónimo se preguntó en voz alta, al estar frente a la tumba —. Hace tanto tiempo que debí venir —dijo con tono solemne —. En verdad, lo lamento. Tengo mucho que contarte y creo que debería comenzar... —no parecía encontrar las palabras —... Querida madre, quisiera mentirte, para ocultar mis sucios pecados. Pero qué sentido tendría. Muy probablemente, estas al tanto de todo lo que hago. Aun así, quiero confesarte mis infames actos... —le contó todo lo que le pareció relevante de su caótica vida. Incluso lo más vergonzoso y reprobable; al terminar de conversar permaneció un largo tiempo en completo silencio. Concluyo su visita reproduciendo la música preferida de su madre, puso cada melodía que le provocaba un grato recuerdo, fueron muchas canciones hasta que finalmente se agotó la batería de su celular.
—En el futuro cercano, prometo venir a visitarte al menos una vez por mes —con esa promesa se despidió de su madre. ‹‹Te extraño mucho... me haces mucha falta», fue un pensamiento muy emotivo. Se sintió muy triste, y sus ojos se cristalizaron.
Al salir del cementerio fue directo a su antigua casa. Antes de entrar sintió nostalgia por los viejos tiempos, pero al abrir la puerta, la nostalgia se tornó en tristeza. Todo estaba cubierto de polvo y persistía un fuerte aroma a humedad. El recuerdo de Gerónimo era muy diferente, tanto... que ni siquiera reconoció su propia habitación, le pareció tan ajena, tan distante, se tomó el tiempo de recorrerla y de revisar sus viejas cosas con la mirada. Después de caminar y observar por casi media hora, se recostó en su antigua cama, cerró sus pesados parpados por un momento, o al menos fue lo que creyó. Se quedó profundamente dormido.
Su desquiciado sueño.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto con desesperación.
—¿Qué te parece que estoy haciendo? —respondió