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El origen de los nombres de los países
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El origen de los nombres de los países
Libro electrónico1221 páginas17 horas

El origen de los nombres de los países

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Muchas veces nos hemos preguntado por qué los países, algunas islas o ciertos lugares, llevan ese nombre o se los denominan de esa manera. El autor de esta obra intenta dar una respuesta a esos interrogantes llevando a cabo una exhaustiva investigación de los orígenes de las diferentes denominaciones que llevan todos los países, regiones e islas del mundo. En el transcurso del tiempo que le llevó este trabajo, se ha abierto un camino maravilloso, fascinante, con relatos de acontecimientos históricos relacionados con lo mitológico, antiguas religiones o civilizaciones ya desaparecidas. Lo mismo ha ocurrido con diversos personajes, no siempre por todos conocidos. La lectura de esta obra, escrita con estilo ameno y de rápido acceso, se ve facilitada ya que, al encontrarse los países ordenados alfabéticamente, permiten su inmediata localización. Edgardo Otero en este libro deslumbrante y gracias a una investigación inédita, inicia al lector curioso en un viaje al pasado, de lectura entretenida, suministrándole datos y hechos insospechados.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ene 2024
ISBN9798224328178
El origen de los nombres de los países

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    El origen de los nombres de los países - Punto K Ediciones

    Quisiera agradecer a todos los lectores que han aportado un dato, una corrección, un comentario, una sugerencia o unas palabras de aliento.

    También, quiero agradecer de manera especial a mi esposa, Betina y a mis hijos Sebastián Nahuel y Lukas Nicolás. Ellos tres ayudaron, con su constante aliento, comprensión e infinita paciencia, a que esta obra se concretara, de otra manera, hubiera sido imposible la realización de este trabajo.

    Este libro está dedicado a mi esposa Betina y a mis hijos Sebastián y Lukas.

    PRÓLOGO

    La diversidad de países surgidos en el siglo XX ha hecho que cualquiera que trate de encontrar la etimología del nombre de todos los países del mundo pueda ser tildado de loco ya que no es una tarea sencilla, tal vez hasta utópica, al no existir una bibliografía acorde con los tiempos actuales.

    Sin embargo, en esta investigación, no sólo se ha tratado de encontrar la etimología de los nombres de los países y territorios, sino que además se intentó explicar el significado de los nombres de muchas islas y el de ciudades importantes de la antigüedad e incluso los nombres de los países como se los denominaba en otros tiempos. Así podremos hallar a Cartago o Persia, Siam o Abisinia, Ceilán o Babilonia, por nombrar sólo algunos ejemplos.

    Además se relató una breve historia de cada país con el mero objetivo de introducirnos en su situación, en especial la de tiempos remotos, dejando en la mayoría de los casos la historia reciente en manos del lector, que si su curiosidad lo requiere, con seguridad la encontrará en libros o enciclopedias, no así el significado del nombre de los países. Si duda de esto, recurrirá a su biblioteca y tratará de hallarlos. Con suerte, encontrará sólo un reducido número de ellos.

    No obstante, se podrá apreciar que ciertas regiones despliegan un marco histórico más extenso porque algunos detalles, relatos o leyendas han sido considerados de interés. La presente obra tiene como finalidad conocer el origen de los nombres de los países, así como también el de algunas de las islas que pertenecen a los mismos. Los llamados topónimos (del griego topos, lugar y ónoma, nombre) tienen la función principal de nombrar lugares, espacios geográficos, pero sus connotaciones van habitualmente más allá.

    Esta tarea, que a priori puede parecer sencilla, presenta innumerables complicaciones. La primera es que no existe, o al menos no he hallado, una obra en la que se encuentren reunidos el origen de todos los nombres de los países y de muchas de las islas. Es por ello que el trabajo de recopilación de datos requirió de variadas fuentes de información y muchas horas de búsqueda.

    La segunda es que, en muchas ocasiones, el lector podrá encontrar más de una explicación. Esto es debido a que a través de los años se han perdido los rastros de los verdaderos orígenes, leyendas o simplemente la interpretación que algunos autores han dado a ciertos relatos y modifican sustancialmente el origen de los nombres de ciertos países. Me pareció injusto excluir alguna acepción por más que parezca poco probable. También encontrará todos los posibles orígenes del vocablo y será su tarea aceptar como válida la que más lo convenza.

    También encontrará zonas en conflicto que, en algún momento de su historia fueron, o luchan por ser independientes.

    Las grafías de los topónimos fueron adaptadas al idioma español. No existe un criterio uniforme respecto a este tema y los organismos competentes (Real Academia Española, ONU, Unión Europea, etc.) no se han puesto de acuerdo para la unificación de los mismos. En esta obra, se intentó utilizar un criterio amplio, pero a la vez preciso, pero pueden existir diferencias si se consultan otras fuentes. En cada territorio se menciona el nombre usual de cada país, a continuación la denominación formal del mismo (utilizada en documentos oficiales, en ámbitos diplomáticos y protocolares) y debajo, el gentilicio correspondiente. En los territorios que poseen más de un gentilicio aceptado, se optó por mencionar el de uso más frecuente.

    Se ha agregado, además, el origen de los nombres de los continentes que, si bien no son países, son lo suficientemente importantes como para tratar de dilucidar su posible origen.

    Si el lector posee alguna otra versión de las que aquí se mencionan, puede enviarla a la página web que figura en las solapas de esta obra, y con gusto se incluirá en futuras ediciones. La única condición es que esté fundamentada convenientemente a través de una fuente de información que se pueda verificar.

    Antes de comenzar me gustaría aclarar dos puntos en relación a la palabra descubrir. Primero, en las regiones en donde se menciona esta palabra, tiene que quedar claro que técnicamente no fueron descubiertas por los europeos. Fueron los aborígenes de cada una de las regiones quienes en realidad descubrieron dichas latitudes. En segundo lugar, los europeos de aquellos años consideraban que ellos habían descubierto esas tierras porque tenían un concepto eurocéntrico y que a partir del momento de su descubrimiento comenzaba la historia de estas regiones, cuando en realidad se encargaron de destruir una cultura, una civilización que perduró por miles de años hasta que llegaron los conquistadores para evangelizar con la esclavitud y la extracción de todo aquello que les pareciera de utilidad, dejando en las tierras a las que llegaban, además de la esclavitud, muertes, enfermedades, abusos, autoritarismo y despotismo.

    Por último tengo que mencionar que, si bien los países han sido ordenados alfabéticamente y a su vez agrupados en continentes, los historiadores y geógrafos no tienen una opinión uniforme, en lo que respecta a los criterios para incluir algunos países en los continentes. Así, países como Turquía, Armenia, o hasta la misma Rusia, son temas de discusión. Lo mismo sucede con los límites establecidos en el Caribe o entre Asia y Oceanía. Por ejemplo la isla Nueva Guinea, ha quedado dividida entre ambos continentes. Los continentes fueron separados de manera tal que resulte didáctica su división. En el caso de que un país pertenezca a más de un continente, el territorio se incluyó en el continente en el que posee mayor territorio. De cualquier modo, en cada caso se explicó el criterio utilizado. Por ello, le ruego al lector que acepte la clasificación hecha en la presente obra, aunque no esté de acuerdo con ella.

    Edgardo Daniel Otero

    AMÉRICA

    Según relata la historia, Colón fue quien descubrió América aunque, en realidad, existen testimonios que manifiestan que los primeros en llegar fueron los Vikingos.

    L’Anse aux Meadows, en el extremo norte de la isla de Terranova, en Canadá, es el sitio que los arqueólogos coinciden en señalar como el primer y único asentamiento vikingo auténtico en América del Norte, establecido quinientos años antes de los viajes de Colón. Allí se hallaron las ruinas de ocho casas y talleres. Los intrépidos aventureros de Noruega y Escandinavia cruzaron el Atlántico Norte y saborearon las moras y uvas de América del Norte, por ello, llamaron a su aldea: Vinland, es decir Tierra de Vides.

    A fines del siglo X, llegaron noticias a Groenlandia de parte de un navegante que había perdido el rumbo y afirmaba haber visto tierra hacia el oeste. El islandés Leif Eriksson quería comprobar si el navegante decía la verdad, por lo que partió con su grupo vikingo rumbo al noroeste. Atravesaron la bahía Baffin y llegaron a una costa rocosa que llamaron Helluland, que significa Tierra de piedras planas, actualmente la isla Baffin. Luego navegaron por la costa hacia el sur, y finalmente ingresaron a una bahía y esperaron que la marea alta los llevara a tierra. En las verdes praderas de L’Anse aux Meadows, establecieron la cabeza de su Vinland.

    Es probable que la exploración vikinga de Vinland no se haya prolongado mucho más de diez años. Una de las ventajas del campamento de L’Anse aux Meadows era que estaba a una prudente distancia de los aborígenes americanos.

    En otros asentamientos los vikingos tuvieron varios encuentros con los aborígenes. Los vikingos luchaban con lanzas y hachas, una desventaja ante los aborígenes que utilizaban arcos y flechas y además los superaban en número.

    Entonces, lo correcto sería decir que Cristóbal Colón fue el colonizador y no el descubridor de América, ya que hubo otros europeos que habían llegado con anterioridad. ¿Por qué entonces el continente colonizado por Colón no lleva su nombre y en cambio se lo llama América?

    Según las obras consultadas existen dos teorías respecto al origen de la palabra América. A continuación se relatarán ambas teorías, una muy difundida y otra menos conocida, pero no por ello menos creíble.

    Américo Vespucio (su verdadero nombre en italiano era Amerigo Vespucci), había nacido en Florencia, Italia, en 1454 y descendía de una influyente familia de su ciudad natal. Era un hombre de gran cultura que trabajó al servicio de los Medici y realizó varios viajes al nuevo continente, primero bajo la bandera de España y después de Portugal, llegando hasta las costas patagónicas. Su deseo, como el de Colón, era hallar un paso marítimo occidental hacia las Indias, y las tierras descubiertas resultaban más un obstáculo que una fuente de esperanzas. A su regreso escribió un amplio informe donde, por primera vez, se refirió a estas tierras como un nuevo continente. Sin embargo, todos los documentos oficiales siguieron refiriéndose a ellas como las Indias y sus habitantes fueron mal llamados, para siempre, indios.

    En el libro Amerigo Vespucci, un nombre para el Nuevo Mundo de Consuelo Varela Bueno, en su capítulo V: El nombre de América trata del origen del nombre del continente. El texto escrito por Varela Bueno, relata que el destino, o la fatalidad, quiso que el nombre de Américo fuera con el que se conociera para siempre el Nuevo Continente descubierto por Cristóbal Colón.

    La historia es la siguiente: en el corazón del ducado de Lorena, al noroeste de Francia y bajo la protección del duque Renato II, existía desde hacía mucho tiempo un monasterio llamado Saint-Dié, cuyos canónigos compartían el rezo y los cánticos sagrados con la afición de amanuenses; excelentes copistas y buenos cartógrafos, transcribían con entusiasmo cuantos papeles importantes caían en sus manos. Estos eruditos estaban dirigidos por el clérigo alemán Martín Waldseemüller, llamado Hylacomylus, que había estudiado en la universidad de Friburgo y cuyo oficio era el de dibujante y cartógrafo, además de corrector de pruebas. En el año 1500 adquirieron una imprenta para publicar sus propias obras y de los tórculos de esta pequeña imprenta saldrían cada año ediciones de obras señeras.

    En 1507, un año después de la muerte de Colón, estaban todos en Saint-Dié preparando una nueva edición, de ser posible más fiable que las anteriores, de la Geografía de Ptolomeo. En ese momento llegó a manos del duque un ejemplar de la carta que le había escrito Américo Vespucio al confaloniero perpetuo de Florencia, pier Soderini. Estaba fechada en Lisboa, el 4 de septiembre de 1504, conteniendo los relatos de sus cuatro viajes y un mapa en el que estaban dibujadas las regiones recién descubiertas por Américo, los portugueses y los españoles. El duque Renato II entregó al monasterio su ejemplar. El entusiasmo de los canónigos, que ya conocían otro escrito del florentino, el Mundus Novus, fue inmenso. Tanto que abandonaron la idea de imprimir el Ptolomeo para dedicarse por entero a la edición de este texto. El poeta Jean Basin de Saudaucourt se apresuró a traducir al latín el texto de la carta de Américo, que estaba en francés, y Matías Rigmann, que ya había publicado un poema inspirado en el Mundus Novus, se dedicó a preparar una introducción a la cosmografía que la carta de Américo exponía. Por su parte, Waldseemüller sería el encargado de confeccionar el mapa del Nuevo Mundo. El equipo estaba dispuesto a preparar un librito que iba a representar una nueva geografía y que iba a anunciar al mundo el conocimiento de un nuevo continente.

    Pero, por entonces circulaban con relativa facilidad, diversas versiones de cartas manuscritas por distintos autores, relatando los viajes del florentino. Nada tiene de extraño entonces, que un texto de Américo apareciera en el centro de Francia y en francés. En 1507, la carta a Soderini, publicada en 1504, era ya conocida en todas partes y dado lo caro de las primeras impresiones, es lógico que se hicieran copias a mano mucho más baratas, que los príncipes solicitaban. Así se explica que el ejemplar que pertenecía al Duque Renato II estuviera a él dirigido, aunque nunca se conocieron el duque y el nauta, al igual que otro ejemplar apareciera dedicado a Fernando el Católico.

    Por fin, el 25 de abril de 1507 salía de las prensas de Saint-Dié una obra llamada Quattuor Americi navigationes (Cuatro viajes de Américo) y un pequeño libro titulado Cosmographiae introductio (Introducción a la Cosmografía) como anexo al Atlante de Ptolomeo. Acompañando al texto se incorporaban un planisferio y una especie de recortable que, pegado sobre una esfera, daría la exacta idea del globo terrestre. Como señala el historiador colombiano Germán Arciniegas, el modelo era ni más ni menos que el mismo que hizo Américo Vespucio cuando entregó a Lorenzo de Pier Francesco una figura plana y un mapamundo de cuerpo esférico, preparado con mis manos. Tras un poema introductorio en el que hábilmente se anuncia la mercancía, Como la fama, testigo locuaz, dice que las cosas nuevas agradan. Aquí tienes, lector, novedades que buscan agradar. En este librito de Américo veréis las regiones descubiertas y las costumbres de sus gentes, la Cosmographiae Introductio se compone de un prólogo, nueve breves capítulos y un epílogo.

    En el último capítulo aparece el texto que hizo famoso al florentino: "Mas ahora que esas partes del mundo han sido extensamente examinadas y otra cuarta parte ha sido descubierta por Americus Vesputius (como se verá por lo que sigue), no veo razón para que no la llamemos ‘América’, es decir, la tierra de Americus, por Americus su descubridor, hombre de sagaz ingenio, así como Europa y Asia recibieron ya sus nombres de mujeres. Al margen de este pasaje se colocó una nota que simplemente decía América".

    Los que deslumbraron, sin duda, fueron los dibujos y los mapas, por tal motivo, la divulgación del nombre de América se debió, más que al texto impreso de la carta, precisamente al mapa que dibujó Waldseemüller. Enfrentados, puesto que son dos concepciones diferentes, aparecen los retratos de Ptolomeo y de Vespucio, bellísimamente dibujados, colocados al lado de sus mundos: a la derecha, junto a Américo, el Nuevo Mundo y a la izquierda, junto a Ptolomeo, el Viejo. Desde este momento resultará del todo imposible separar ambas imágenes: el Nuevo Mundo, será ya para siempre América.

    La publicación tuvo tanto éxito, que tuvieron que hacer dos ediciones más. La buena aceptación de la obra llevó a realizar sucesivas reediciones del libro de Ptolomeo. El descubrimiento de las mencionadas contradicciones en los textos atribuidos a Vespucio generó más tarde, por parte de los historiadores españoles y portugueses, la acusación de que se había limitado a usurpar los méritos de otros navegantes. Además de esto, se había impreso y puesto en circulación una carta sin fecha en la que Vespucio describía el viaje que realizara con Ojeda a las costas de las Perlas y Trinidad. Esto, sumado al error introducido en el mapa por parte de Waldseemüller, fue causa de que el nuevo continente fuera conocido con el nombre de América, derivado del nombre de una persona que sólo exploró lo que otros habían descubierto.

    En España, sin embargo, se levantaron feroces críticas. Conviene señalar que el primero que alzó su pluma contra tamaño disparate fue Bartolomé de Las Casas (circa 1484-1566, fraile dominico, cronista y teólogo español). El dominico, admirador como ninguno de la gesta colombina e íntimamente unido a la familia, no soportaba la idea de ver suplantado el nombre de su héroe por el de quien, para él, era un impostor. Por ello lanzó sus diatribas comentando en su Historia General de las Indias, con todo lujo de detalles, cuantos errores aparecían en las cartas impresas de Américo, de quien afirma que pretendió tácitamente aplicar a su viaje y a sí mismo el descubrimiento de la tierra firme, usurpando al Almirante lo que tan justamente se le debía.

    No le faltaba razón al fraile. En efecto, Américo no fue ese hombre tan extraordinario como la posteridad nos lo ha mostrado. Nada sabemos de sus artes marineras fuera de lo que él mismo, en un alarde de inmodestia, nos cuenta. Sus comentarios geográficos son, en muy buena medida, meros plagios de las teorías en boga en aquel momento. Es verdad que sus Cartas poseen una cierta calidad estilística y que, en ocasiones, hasta se permite hacer comparaciones con textos clásicos, que parecen citados de segunda mano. Pero también es verdad que esas Cartas pudieron muy bien ser adobadas, tanto por aquellos que las vertieron al latín, como por un buen corrector de estilo, y en Florencia los había muy buenos, no siendo extraño que éstos se permitieran adornar profusamente los textos que les llegaban para imprimir. Para colmo, no se ha conservado ni uno sólo de los informes que, en razón de su cargo, hubo de hacer Américo para la Casa de la Contratación y que nos hubieran dado luz sobre la validez de sus dictámenes. Ninguno de sus compañeros alabó su ciencia más allá de lo obligado. Desde el punto de vista social y económico, tampoco fue Vespucio un hombre sobresaliente, no sólo residió en una casa cuya renta está entre los límites más modestos para una morada de clase media baja, sino que su estilo de vida no concordaba en absoluto con sus apariencias. Estaba casado con una mujer analfabeta, que ni siquiera sabía dibujar su firma, él, que se había movido en los ambientes más cultos de su ciudad natal, se desenvolvía en Sevilla entre una medianía.

    Sin embargo, fue Américo Vespucio un hombre que carecía de los méritos de Cristóbal Colón, de los hermanos Pinzón o de Juan de la Cosa, quien tuvo la fortuna de dar su nombre al Nuevo Continente. Y aún cabe señalar una ironía más del destino. Cuando a fines del siglo XIX se hicieron unas excavaciones al pie del altar mayor de la catedral de Santo Domingo, apareció un sarcófago con un extraño letrero que anunciaba que los restos contenidos en la caja eran los del Primer Almirante don Cristóbal Colón, Descubridor de la América. Como en España lo normal fue siempre hablar de las Indias (Occidentales) y no de América, fue éste un argumento más entre los que esgrimieron los miembros de la Academia de la Historia española (Colmeiro, Ballesteros) para tildar de apócrifa la inscripción dominicana. Sin entrar en la espinosa cuestión, hay que reconocer en honor a la verdad, que en los últimos decenios del siglo XVII algunos españoles usaron esta denominación extranjera. La sombra de Américo, como se ve, persiguió a Colón incluso después de muerto.

    Años más tarde, Waldseemüller se dio cuenta de su error y como le pareció injusto, trató de subsanarlo y borró el nombre de América de las siguientes ediciones. Pero el nombre de América gozaba ya de aceptación general, a punto tal que el geógrafo flamenco Gerardus Mercator usó la palabra América por primera vez para referirse a todo el hemisferio occidental en un mapa del mundo editado en 1538.

    Inicialmente, esta denominación correspondía sólo a América del Sur. La de la central y la del norte se añadieron tiempo después.

    En la página siguiente, podemos apreciar el mapa en el que por primera vez, apareció el nombre de América. Esta obra fue realizada por Martín Waldseemüller en 1507.

    ––––––––

    Una vista más detallada de un sector del continente americano, nos permite apreciar el nombre de América sobre el mismo.

    ––––––––

    Hasta aquí, la primera y más difundida de las versiones. Pero conozcamos la segunda, que también es interesante.

    El nombre de Americ, América, Amérrica o Amerrisque, se refiere a las altas tierras, o cadena de montañas, en Nicaragua, situada entre Juigalpa y Libertad, provincia de Chontales, que se extiende por un lado, por el país de los aborígenes llamados carcas y por otro, por el de los ramas. Es de los más elevados del país. Se divisa de lejos con picos desnudos y rugosos, aislados con enormes tajos o escarpes perpendiculares de color blanco y sirve de línea divisoria de las aguas que corren en dirección al Atlántico y de las que van al lago de Nicaragua. Al este hay bosques impenetrables sostenidos por lluvias casi continuas; mientras que al oeste se encuentra un terreno árido y seco como consecuencia de la falta de agua.

    Las montañas se extienden de nor-noroeste a sud-sudeste y terminan en la costa del Atlántico, hacia el norte de Greytown. Las últimas ramificaciones se hallan en el territorio de los aborígenes ramas.

    El señor Julio Marcou, en un notable trabajo que han reproducido los boletines de casi todas las sociedades geográficas (Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, tomo XV, página 207), dice que esta cordillera ha dado el nombre a todo el continente y que por lo tanto la voz "América" es enteramente aborigen.

    Para fundamentar dicha observación, Marcou cuenta que Colón, en su cuarto viaje, después de haber doblado el cabo Gracias a Dios, llegó al Desastre, o sea, el Río Grande de Matagalpa, que nace en las montañas de "Americ", que significa "donde el oro abunda" y es más que probable, que el nombre de América o Americ fuera pronunciado con frecuencia por los aborígenes al contestar a las apremiantes preguntas de los españoles que deseaban saber de dónde procedía el oro. De vuelta en España, los tripulantes que acompañaron a Colón debieron jactarse de haber descubierto ricas minas de oro en un país que se llamaba América y este nombre pudo divulgarse en Europa. Así fue como llegó hasta el clérigo Waldseemüller, quien fue el primero en hacer uso de la palabra Americi, que no era ciertamente, el verdadero nombre propio de Vespucio, sino Amerigo.

    Hylacomylus, que no conocía otras relaciones impresas que las de Américo Vespucio, creyó ver sin duda en ese nombre el origen del vocablo "América o Americ" y modificó y adulteró el nombre del viajero. Si esta equivocación se hubiese cometido en España, Portugal o en Las Indias, evidentemente habría sido reparada, porque entonces vivían todavía Vespucio y otros muchos de los compañeros de Colón. Pero en Saint Dié, pequeña población desconocida, distante de todos los puertos de mar, y cuyo nombre no llegó probablemente a los oídos de Cristóbal Colón ni de Américo Vespucio, el opúsculo publicado por el dibujante y cartógrafo quedó limitado a un estrecho círculo.

    Cuando la carta de Basilea del año 1522, primera en la que se leía América Provincia, llegó a España, se aceptó el nombre de América, no como el de un hombre, sino como el de un país, de una porción indeterminada del Nuevo Mundo del que ya se tenía noticia. Si el nombre de América no hubiese sido ya conocido y hasta cierto punto popular en los puertos de España, Portugal e Indias, no se le habría admitido desde el primer momento y sin discusión.

    Estas son las dos versiones que demuestran, con argumentos distintos, el origen del nombre de este continente. Saque el lector sus conclusiones y tome como válida la que más lo convenza.

    Varios mapas de gran interés hizo el navegante Juan de la Cosa, quien entre 1492 y 1510 realizó siete viajes a América, dos de ellos acompañando a Colón. Este navegante era, además, dueño de la nave Santa María. Sin duda, el más notable de sus mapas es el Mapamundi por él dibujado en el año 1500. A continuación podemos apreciar el mapa, que es el más antiguo del continente americano que se conoce y sus dimensiones son de 95,5 cm por 177 cm.

    El original de este mapa está trazado en una gran hoja de pergamino, de forma ovalada y artísticamente iluminada. Comprende África y Europa en su totalidad, aunque en menor escala, delineadas con perfección, basado en los conocimientos de aquella época, pero su mayor importancia y lo que le da categoría de monumento cartográfico, es la representación de las Indias occidentales en los momentos de su reconocimiento inicial: el trazado de las Antillas y de Tierra Firme (hoy Colombia), desde el Amazonas hasta Panamá, con notable semejanza a lo real. Para su realización llevaba cuadernillos de papel en los que iba anotando, con mucha precisión, detalles de las costas, dirección de los vientos, etc. También utilizó algunos datos que le facilitaron los demás exploradores. Para comprender la importancia de este mapa dijo el barón de Humboldt: Bastaría recordar que es seis años anterior a la muerte de Colón y que los mapas más antiguos de América (no insertos en las ediciones de Ptolomeo ni en las Cosmografías del siglo XVI que se han conocido hasta hoy), son de 1527 y 1529, de la biblioteca del gran duque de Sajonia Weimar.

    El original del mapa, realizado en pergamino, fue descubierto y comprado a precio ínfimo en 1832, por el barón Walcknaer, y posteriormente fue adquirido por el gobierno español quien lo cedió al museo naval de Madrid.

    El mapa señala los países de América conocidos hasta el año 1500, y tiene el siguiente epígrafe: Juan de la Cosa lo fizo en el puerto de Santa María en el año de 1500. Para comprender la importancia del mapa, además de ser el primero en donde aparece el continente americano, se aprecian también por primera vez países como Venezuela o Cuba. Con respecto a esta última, está representada como una isla ¡ocho años antes de demostrarse su insularidad!

    Mapa completo de Juan de la Cosa

    Lo que está en gris claro con trazos cruzados representa al continente y todo lo que está a su alrededor, al océano. Los espacios en blanco que se ven en el continente americano son los agujeros que tiene el mapa original y muchos de los nombres que están escritos son de difícil lectura.

    América del Sur se encuentra del lado izquierdo mientras que América del Norte del derecho.

    Los descubrimientos británicos llevados a cabo por Gaboto en América del Norte están marcados por medio de banderitas con las armas de Gran Bretaña, que tienen cuadrados oscuros y claros (del lado derecho). Los descubrimientos españoles en América del Sur y Central están también representados con las banderitas de armas españolas, que se pueden apreciar con cuadrados oscuros y dibujos en los cuadrados claros (las del lado izquierdo).

    También se hallan más abajo banderitas de otras naciones, como por ejemplo las de las islas Azores por parte de los portugueses (banderitas blancas con cuadrados negros en su centro).

    Las líneas que atraviesan todo el mapa, arrancando de la rosa de los vientos sólo están marcadas en sus puntos de intersección. También se observa la demarcación del Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, el que delimita las áreas de influencia de Portugal y España sobre las tierras recientemente descubiertas.

    Vista en detalle de América del mapa de Juan de la Cosa

    AMÉRICA DEL SUR

    ARGENTINA

    •  REPÚBLICA ARGENTINA

    •  argentino/na

    Este hermoso país posee grandes extensiones de tierras. Su límite occidental es la cordillera de Los Andes, a la que pertenece la montaña más elevada del continente americano y está situada en la provincia de Mendoza: El Aconcagua. A propósito de esta montaña, algunos especialistas aseveran que el origen del nombre "Aconcagua" hay que buscarlo en el idioma aimará, en el que la palabra Acon significa Monte y Cagua, Nevado, es decir, Monte nevado. Otros, en cambio, buscan su origen en la lengua quechua, cuyas voces "Ackon-Cahuac" se traducirían literalmente como Centinela o Vigía de piedra.

    Los paisajes argentinos, con sus montañas, glaciares (como el magnífico glaciar Perito Moreno), llanuras, selvas y cataratas (como las del Iguazú), recrean la vista de las personas que los visitan con un panorama inolvidable.

    Las exploraciones organizadas por España en el siglo XVI llevaron a Américo Ves pucio, en 1502, y a Juan Díaz de Solís en 1516, a internarse en el continente americano.

    En 1526, Sebastián Gaboto fundó un fuerte a orillas del río Carcarañá, que fue el primer establecimiento en lo que es actualmente el territorio argentino.

    Para frenar el avance portugués, España envió a la región a Pedro de Mendoza, previo contrato que establecía privilegios políticos y económicos para el conquistador. En 1536, Pedro de Mendoza fundó Santa María del Buen Ayre, pequeño poblado que en 1541 fue abandonado al no poder resistir el asedio aborigen.

    Los españoles fundaron diversas ciudades en lo que es el actual territorio argentino (Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe), hasta llegar a la segunda fundación de Buenos Aires, que tuvo lugar en 1580. Este puerto pronto se transformó en el centro estratégico, político y comercial de España en la región.

    Los primeros españoles creían en el mito de la existencia de grandes cantidades de oro y de plata en América, metales preciosos que se encontrarían al alcance de la mano, y a los que no habría más que tomar del suelo o de las minas que se hallarían a ras del mismo. Ello llevó a los conquistadores a explorar el territorio cada vez más profundamente, hasta llegar a las tierras que actualmente pertenecen a las provincias de Córdoba, Tucumán y a todo el norte argentino. Por aquel entonces habitaban tribus aborígenes, como los querandíes, guaraníes, quechuas, abipones, puelches, pampas, araucanos, tehuelches, onas y yaganes. La denominación de "Argentina" proviene de la palabra latina Argentum que significa Plata. Fue bautizado de esta manera por la creencia que tenían los conquistadores, de que por estas tierras existían grandes cantidades de dicho mineral. El arcediano de la iglesia del Paraguay, don Martín del Barco Centenera, miembro de la expedición del tercer adelantado Ortiz de Zárate, es quien mencionó por primera vez, aproximadamente en 1585, el nombre Argentina en una crónica rimada referente a la conquista del Río de la Plata que canta las excelencias del suelo y de las leyendas nacionales. Algunos historiadores afirman que en realidad del Barco Centenera publicó en Lisboa, en 1602, un poema cuyo título era: Argentina y conquista del Río de la Plata, con otros acaecimientos de los Reinos del Perú, Tucumán y Estado del Brasil. En esta obra, Centenera emplea el término Argentina o "Argentino para la designación de lugares y de las personas que habitaban la región sin importar su origen. El autor dedicó su obra al marqués de Castel Rodrigo, virrey, gobernador y capitán general de Portugal, y aclaró en la dedicatoria: He escrito en verso, aunque poco pulido y menos limado, este tratado y libro a quien intitulo y nombro Argentina, tomando el nombre del sujeto principal que es el Río de la Plata". Sin embargo, la denominación del país no era un neologismo de Centenera, pues Argentino, era usado ya en el latín eclesiástico y jurídico del Alto Perú y del Perú, en donde Centenera había estado y donde la ciudad de Charcas era conocida como Ciudad de Argentina (posteriormente se conoció con los nombres de La Plata, Chuquisaca y actualmente, Sucre). Además, en documentos latinos aparece el nombre de Civitas Argentina, traducido al español en 1565, en textos del capítulo general de la orden franciscana, celebrada en Valladolid como Ciudad Argentina.

    En otros documentos latinos de la época, el nombre también aparece mencionado como Civitas Argentina, Urbe Argentea, o simplemente Argentea, Argentópolis y Argyrópolis.

    En 1612, el cronista español Ruy Díaz de Guzmán volvió a usarlo en su crónica en prosa, La Argentina. Del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata. Al comenzar el siglo XVII apareció en crónicas y composiciones literarias, como sustantivo y adjetivo, hasta generalizarse en los últimos años de la colonia. Después de 1810 figura en documentos oficiales.

    Como curiosidad, es interesante destacar el libro La Historia Argentina que muchos argentinos no conocen de Armando Alonso Piñeyro. En esta obra, el autor menciona similitudes geográficas del nombre del país con las de otras latitudes. Por ejemplo, hace varios siglos existió en Bosnia Hercegovina, una villa llamada Argentina, posteriormente bautizada Czyvisky. Estrasburgo, la ciudad francesa que fue conquistada por Julio César, era conocida como Argentorate, hasta el siglo IX, y durante dicho siglo, se la llamó Argentina. La palabra Argentorate, es de origen celta y significa "Lugar cerrado entre dos ríos". Piñeyro agrega que también en Francia, en Dordogne, Savoie y Deux Sevres, existen tres villas llamadas Argentino, donde la población de la más grande, alcanza los mil setecientos veintitrés habitantes, en tanto la de la más pequeña, sólo catorce.

    En 1776 fue creado el Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires, que comprendía los territorios que hoy ocupan la Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y el estado de Río Grande, que actualmente pertenece a Brasil, así como también el territorio africano de Guinea Ecuatorial.

    Los británicos, en su afán de expandir sus colonias a los territorios sudamericanos, intentaron infructuosamente en dos oportunidades invadir Buenos Aires. Los impulsaba la necesidad de encontrar nuevos mercados en el marco de la naciente economía capitalista. El primer intento fue llevado a cabo el 27 de junio de 1806 cuando 1.600 soldados británicos, que habían desembarcado dos días antes en la localidad de Quilmes, tomaron la ciudad de Buenos Aires. El 12 de agosto del mismo año, las tropas británicas que no tuvieron un apoyo expreso por parte de su gobierno, se retiraban derrotadas. La intención de la Corona Británica no fue de pasividad y el 28 de junio de 1807, en esta oportunidad con el total respaldo de su gobierno, las tropas británicas al mando del general Whitelocke realizaron el segundo intento de invasión a Buenos Aires. Contaban con 8.000 hombres y apenas 200 caballos para avanzar por una tierra desconocida. Whitelocke se engañó al esperar que la población le brindara apoyo y viera la invasión como una forma de despegarse del dominio español. En cambio, se encontró frente a una resistencia inesperada y según sus palabras Todos eran enemigos, todos armados, desde el hijo de la vieja España hasta el negro esclavo. La rendición por parte de los invasores, se produjo ocho días más tarde, el 6 de julio.

    El diario The Times de Londres comentaba la frustrada invasión al Río de la Plata de la siguiente manera: El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado (...). Las columnas se encontraron con una resistencia decidida. En cada calle, desde cada casa, la oposición fue tan resuelta y gallarda como se han dado pocos casos en la historia (...). El plan original era malo y mala fue su ejecución (...). Fue una empresa sucia y sórdida.

    Una fuerte burguesía comercial porteña, favorable al libre comercio, fue la generadora del movimiento revolucionario de 1810, que creó las Provincias Unidas del Río de la Plata y destituyó al virrey, acusándolo de falta de fidelidad a España, a la sazón ocupada por las tropas napoleónicas. Las Provincias Unidas del Río de la Plata no optaron por la independencia hasta el 9 de julio de 1816, cuando el restaurado monarca español Fernando VII y su partido servil evidenciaron ser incompatibles con el liberalismo institucional y comercial al que aspiraba la Junta de Gobierno de Buenos Aires.

    En 1818, el capitán Hipólito Bouchard firmó con Kamehameha, rey de Hawái, un tratado de amistad y cooperación entre ambos gobiernos (por aquel entonces Hawái era un territorio soberano) convirtiéndose de esta manera, en el primer estado en reconocer la independencia Argentina.

    La constitución de 1823 designaba como nombres oficiales del país los de Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina y Confederación Argentina y utilizaba el de Nación Argentina en la formación, promulgación y sanción de leyes. Aquella constitución fue modificada en varias oportunidades, quedando el nombre oficial del país como República Argentina, que se estableció a través de un decreto del entonces Presidente Derqui, promulgado el 1° de octubre de 1860 y adoptado una semana después en todos los actos administrativos.

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    BOLIVIA

    •  ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA

    •  boliviano/na

    El 8 de diciembre de 1824, el general Antonio José de Sucre terminó con los últimos vestigios del poder español en la batalla de Ayacucho y el 9 de febrero de 1825 convocó por decreto a una asamblea de representantes de las provincias del Alto Perú para que deliberasen sobre el futuro de este territorio, gesto con el que se inició el proceso de separación de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

    Sucre sentía gran admiración y respeto por Simón Bolívar y todos sus actos se realizaban con el conocimiento previo de éste. Cuando Bolívar se enteró de los planes independentistas de Sucre para el Alto Perú, le respondió airadamente que esos territorios no debían ser desgajados del Río de la Plata. Bolívar era así muy coherente con su convicción de evitar el fraccionamiento continental y tender a la unión de los antiguos virreinatos, audiencias y capitanías.

    El gobierno de Buenos Aires recibió una extensa carta de Sucre donde caballerescamente le informaba los pasos que seguiría. El 9 de mayo de 1825, el congreso argentino respondió a la carta de Sucre dándole el visto bueno para que continuara con sus planes. Ante esta situación, Sucre, hizo conocer a Bolívar esta asombrosa respuesta, pero éste no cejó en sus argumentos en contra de la segregación del Alto Perú de los territorios del Río de la Plata, respondiéndole: Ni Usted ni yo ni el Congreso mismo del Perú ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales o presidencias como la de Chile. El Alto Perú es una dependencia del Virreinato de Buenos Aires, dependencia inmediata como la de Quito de Santa Fe.

    Finalmente Sucre logró torcer la voluntad de Bolívar con un hábil e irresistible argumento: poner su nombre a la nueva Nación, que pasaría a llamarse República Bolívar.

    Fue entonces que el general Simón Bolívar expidió en Arequipa, con fecha 16 de mayo de 1825, un decreto creando la República del Alto Perú y disponiendo que se reuniese una Asamblea de Representantes, especie de Congreso General Constituyente, en Chuquisaca el 10 de julio de 1825. La constituyeron cuarenta y siete diputados, seis por la provincia de Charca, doce por la de La Paz, trece por la de Cochabamba, catorce por la de Potosí y dos por la de Santa Cruz.

    En poco menos de un mes, el 6 de agosto de dicho año, la asamblea declaró que el Alto Perú no se asociaba a ninguna de las repúblicas vecinas y que se erigía en estado soberano e independiente, el cual, por acuerdo del día 11 del mismo mes, adoptó la forma y denominación de "República Bolívar" en honor a su libertador, y el propio general Sucre fue elegido como su primer gobernante, además de aprobarse una constitución, sobre un proyecto de Bolívar. El nombre de "República Bolívar" fue modificado poco después por República de Bolivia, por indicación del mismo Bolívar, que visitó una sola vez la nueva república y prefirió que no llevara su propio nombre, quizá, para evitar que esto causara discrepancias en el país recién formado.

    En febrero de 2009 Bolivia aprobó una nueva constitución y a partir del 18 de marzo del mismo año, el nombre oficial que era utilizado hasta esa fecha, República de Bolivia, cambió por Estado Plurinacional de Bolivia.

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    BRASIL

    •  REPÚBLICA FEDERATIVA DE BRASIL

    •  brasileño/ña

    Creen, o por lo menos sospechan algunos autores, que con anterioridad a los viajes y descubrimientos que hizo Colón, habían llegado a la desembocadura de un anchísimo río (el Amazonas) el francés Jean Cousin y el español Vicente Yáñez Pinzón, en 1488, y según algunos historiadores, el portugués Juan Ramalho se estableció en 1490 en tierras del actual Brasil. Pero la primera noticia verídica, relativa al descubrimiento de Brasil, data de 1499, cuando la expedición de Alonso de Ojeda, de la que formaban parte Juan de la Cosa y Américo Vespucio, exploró el litoral brasileño, probablemente en la parte que hoy corresponde al estado de Rio Grande do Norte. Al año siguiente, Vicente Yáñez Pinzón vio el cabo San Agustín, siguió el litoral hacia el norte, navegó en el Mar dulce, o sea, frente a las bocas del Amazonas y continuó en dirección norte por delante de las Guayanas. Un mes después, Diego Lepe, reconoció las mismas costas y al poco tiempo, la armada de Pedro Álvares Cabral, de profesión militar y sin muchos conocimientos de navegación, partió de Lisboa, Portugal, el 7 de marzo de 1500, con trece buques rumbo a las Indias. El 22 de abril, divisó una nueva tierra y al amanecer del 1° de mayo, toda la tripulación descendió sobre la margen derecha del río Santa Cruz, ubicada en la costa sur del actual estado de Bahía. El nombre elegido para el nuevo lugar fue Isla de la Vera Cruz, posteriormente sustituido en todas las crónicas y papeles de aquel tiempo por Tierra de Santa Cruz. Cabral partió al día siguiente a su desembarco hacia su destino, con el fin de mejorar el comercio con oriente.

    En una flotilla dirigida por Américo Vespucio reconoció la costa, desde el cabo San Agustín hasta el de Santa María. Al año siguiente, el mismo Vespucio, buscando camino para las Indias Orientales, entró en la bahía de Todos Los Santos, donde hoy está la ciudad de Salvador de Bahía, y penetrando en el interior pudo convencerse de que Brasil formaba parte de un gran continente. En 1508 y 1515, Pinzón y Díaz de Solís respectivamente, hicieron nuevos reconocimientos de la región.

    El nombre de esta región que, como se dijo, fue en los primeros tiempos del descubrimiento Vera Cruz se cambió desde mediados del siglo XVI a Brasil. Con respecto a esta denominación existen tres vertientes que intentan explicar el origen del nombre "Brasil". La primera de ellas se basa en la tradición, que dice que en este país abundaban los árboles de madera tintórea, de color rojizo como el fuego, que recordaba a las brasas, por lo que era conocido en latín como Brasile o Brasilium o comúnmente "Palo brasil" (la especie arbórea es conocida por los botánicos como Caesalpinia echinata y en portugués, Pau brasil). Los tupís guaraníes, nativos que habitaban la región, lo denominaban Ibira pitanga, ya que Ibira significa Árbol, mientras que Pitanga deriva de Pyrang que en tupí quiere decir Rojo, por lo que los aborígenes lo llamaban Árbol rojo. Quienes adhieren a esta explicación afirman que Brasil es el único país del mundo cuyo nombre deriva del de un árbol.

    Este árbol crece cerca de treinta metros en altura y su tronco puede llegar a tener un metro de diámetro. Los portugueses talaron estos árboles durante 375 años ininterrumpidos, desde el año 1500 al 1875. Es por ello que lo llevaron al borde de la extinción, cortando cerca de setenta millones de ejemplares durante el período de explotación, totalizando un promedio de 15.555 árboles por mes, es decir ¡518 por día! Sin embargo, el palo brasil era conocido en toda Europa desde el siglo IX de nuestra era, traído desde Extremo Oriente por los árabes para ser comercializado en Europa. Este árbol, que ya era llamado palo brasil, tenía una apariencia similar a la especie brasileña, diferenciándose apenas en la altura y en el colorante producido, ya que era preciso agregarle otra sustancia para adquirir el color rojo deseado.

    La segunda de las teorías, afirma que la tradición es insuficiente cuando se tiene la certeza de que el nombre Brasil aparece en los mapas desde el año 1339. Los planisferios de la Edad Media de los cartógrafos Portulano de Médicis de 1351, así como también Solleri, Pinelli y las cartas de Picignano de 1367, mostraban una isla llamada Brasil, Bracia o "Berzil" al oeste de las islas Azores, en el medio del océano Atlántico, aproximadamente en la latitud del cabo Finisterre, en España, o Land’s end, en Inglaterra. Fra Mauro y Andrea Bianco, su asistente, también la registraron en su mapamundi, al igual que el Atlas manuscrito de la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Montpellier.

    Siglo y medio después de la colonización de las Azores por Portugal, aún se colocaba la isla del Brasil al oeste o noroeste de Corvo, y el Atlas de Ortelio y el de Mercator en 1569 señalan todavía aquel nombre. El recuerdo de esta isla se ha conservado hasta nuestros días en el Brasil-Rock, que sitúan las cartas británicas algunos grados al oeste de la extremidad más meridional de Irlanda. Se decía que en aquella isla misteriosa existía un bosque rojo del que se extraía la sustancia para teñir la lana y el algodón. Mucho se ha discutido acerca de la citación de esta isla y se ha supuesto que fue una de las Azores, mal situada por los cartógrafos de la Edad Media. Pudo ser también una isla sumergida, de la que aún se conservaba memoria en aquellos tiempos. El doctor Fraser anunció, a fines del siglo XIX, que en un legajo de manuscritos que pertenecieron al cartógrafo francés Tassin, había encontrado un mapa inédito en el que figuraba la isla de Brasil, en la costa oeste de Irlanda, fuera de la bahía de Galway, precisamente en el paraje en el que hay una roca pequeña y un banco o bajo fondo que las cartas modernas asignan con el nombre de Porcupine y que aparece la cima o cumbre de una isla sumergida.

    Existe una tercera teoría acerca del origen de la palabra Brasil, sustentada entre otros por Antonio Leite Pessôa, quien asegura que el nombre deriva de Balj-Ibn, el primer jefe musulmán en conquistar Andalucía. Este famoso guerrero, a quien sus soldados respetaban por su valentía, fundó el califato de Córdoba, en España. Su nombre fue pronunciado de distintas maneras por sus descendientes: Bralj-Ibn, Bralj-Ien, Bralj-Ie, Bralj-Ile y con los años, su nombre pasó a la historia como Brasile.

    Con respecto a su gentilicio, se debe utilizar brasileño o brasileña. Es frecuente observar en español la forma brasilero/ra; sin embargo, esto es incorrecto ya que es un lusitanismo derivado de brasileiro/ra que es como se dice en portugués.

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    CHILE

    •  REPÚBLICA DE CHILE

    •  chileno/na

    Las tierras chilenas estaban habitadas desde tiempos prehistóricos, por los changos, los atacameños y los diaguitas, quienes dieron origen a la civilización chibcha-chilena. Estos pueblos sufrieron en el siglo XIII la invasión mapuche o araucana y en el siglo XV la incásica, dirigida por Túpac Yupanqui. Hasta la época de Pizarro, Chile formaba parte del Imperio inca.

    El pueblo prehispánico que dejó una huella mayor en Chile fue el araucano. Los araucanos, además de haber sido cazadores, también fueron agricultores, cultivaron la papa, el frijol y el maíz en las vertientes de los Andes. Este pueblo llegó a tener una artesanía importante. En sus tejidos aparecen dibujos geométricos como el colo-colo, una criatura maligna perteneciente a la mitología mapuche. Al momento del arribo de los españoles, el Imperio inca con su enorme empuje conquistador, había llegado hasta el río Maipo; al sur estaban los araucanos o mapuches. En 1550 se produjo la entrada de los europeos al río BioBio y en un enfrentamiento feroz, perdieron la vida los dos líderes principales de los araucanos: Lautaro y Caupolican, figuras que han pasado a la leyenda y con frecuencia, a la imagen literaria como metáfora o como símbolo de fiereza y dignidad. En el enfrentamiento también murió el español Pedro de Valdivia. Recién en 1769 los conquistadores lograron firmar la paz con el pueblo araucano que hasta entonces, seguía en pie de guerra.

    Existen distintas versiones acerca del origen del nombre Chile. Algunos aseguran que deriva de Chilli, voz con que los aborígenes aimaraes designaban al valle del Aconcagua, y que significa Lugar donde termina la tierra, sin embargo una traducción de origen quechua da a la citada voz el significado de Frío o Región fría. El abate Molina y algunos filólogos aseguran que es el nombre propio dado al valle por las primeras tribus establecidas en la región, porque en él abundaba un pájaro, que tenía unas manchas amarillas en sus alas, llamado por los mapuches Trih, Chi, Aili, Tril, Trile o Trrile, que repite la voz Chili.

    Para Diego de Rosales, cronista del siglo XVIII, la denominación del país proviene del nombre del cacique que gobernaba el valle del Aconcagua hasta la invasión de los incas, antes de la llegada de los españoles.

    También se relaciona con los incas la versión del historiador Ricardo Latcham. Éste dice que la palabra "Chile" se debe a un grupo de aborígenes mitimaes traídos por los incas, quienes venían desde una región de Perú donde había un río bautizado con ese nombre.

    La palabra Chile o "Chille" era también el nombre de otras localidades en la costa de la Araucania, al sur del río Toltén y en los treinta y ocho grados de latitud hay un lago y un río llamados Chile.

    Garcilaso de la Vega dice que la primera vez que se citó la palabra Chile fue a comienzos del siglo XV, cuando mensajeros provenientes de Tucumán visitaron al inca Viracocha en Charcas y le hicieron notar que lejos de nuestra tierra, entre el Sur y el Poniente, está un gran reino llamado Chili, población de mucha gente.

    Se tiene conocimiento, que los aborígenes del lugar denominaban "Chilla" a una especie de zorro.

    Según otros autores, su nombre deriva de la voz aimará Tili que significa Confín del mundo, con que los incas designaban a este país y que los españoles transformaron por corrupción en la denominación actual.

    Como vemos, son muchas las opiniones al respecto, pero todas coinciden en que deriva de una voz aborigen.

    El 30 de julio de 1824, un decreto firmado por el gobernador supremo Ramón Freire, estableció que Chile, sería a partir de entonces el nombre con el que se designaría al país.

    COLOMBIA

    •  REPÚBLICA DE COLOMBIA

    •  colombiano/na

    La cultura aborigen más conocida de Colombia es la chibcha o muisca, como se llamaban a sí mismos sus integrantes. Extendidos al norte del país, en lo que hoy es Panamá, practicaban la agricultura y la minería.

    Entre 1536 y 1539, España conquistó Colombia. Gonzalo Giménez de Quesada dominó a los chibchas y fundó Santa Fe de Bogotá, que a partir de 1718 fue sede del Virreinato de Nueva Granada. Este virreinato comprendía territorios de las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá, Costa Rica y Venezuela, además de regiones del norte del Perú y Brasil y el oeste de Guyana. La población fue sometida con sistemas de trabajo que constituyeron una esclavitud disfrazada. Luego de 300 años de colonialismo, en el siglo XIX, habían desaparecido la mayoría de los aborígenes.

    La agricultura extensiva destinada a la exportación (café, bananas, algodón y tabaco) sustituyó a la tradicional (papa, yuca, maíz, madera y plantas medicinales). Para trabajar en las plantaciones se recurrió a la mano de obra de esclavos africanos.

    En 1781, con la Revuelta de los Comuneros, comenzó un largo proceso que finalizó en 1813 con la declaración de la independencia en Cundinamarca, promovida por Antonio Nariño. El proceso estuvo signado por la lucha entre los centralistas de Nariño, que respondían a los intereses de la burguesía urbana y por ende a los europeos, y los federales, liderados por Camilo Torres, presidente del Congreso de las Provincias Unidas y representante de los sectores populares. En 1816, Pablo Morillo derrotó y ejecutó a Torres.

    Las guerras por la independencia colombiana duraron hasta 1819, poniéndose a su frente Simón Bolívar. En ese año se fundó la denominada Gran Colombia, que incluía las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Las rivalidades locales y la gran presión británica provocaron la secesión de Venezuela en 1829 y de Ecuador en 1830. Se proclamó entonces la República de Nueva Granada, cuyo territorio abarcaba las actuales Colombia, Panamá y en su momento de máxima extensión, la Costa de los Mosquitos hoy en Nicaragua. Esta república se disolvió en 1858 año en el que se conformó la Confederación Granadina, que incluía los actuales territorios de Colombia y Panamá. La confederación cambió de nombre en 1863 cuando se crearon los Estados Unidos de Colombia que en 1886, tomó el nombre de República de Colombia. Esta denominación había sido propuesta por el propio Simón Bolívar, quien de este modo entendía reparar la injusticia histórica que se había cometido con Cristóbal Colón, al bautizar con un patronímico derivado de Américo Vespucio, América, al continente descubierto por el navegante genovés. Colombia perdió parte de su territorio el 3 de noviembre de 1903, fecha en la que Panamá se separó de este país.

    ECUADOR

    •  REPÚBLICA DEL ECUADOR

    •  ecuatoriano/na

    En 1478, el inca Túpac Yupanqui unificó en el Tahuantinsuyu a los pueblos agrícolas que habitaban desde el segundo milenio a.C. el territorio del actual Ecuador. En pocos años, la región norte del país quechua, que tenía como ciudad principal a Quito y abarcaba parte de Colombia, Ecuador, Perú Bolivia, Chile y Argentina, adquirió gran importancia económica y fue centro comercial y cultural de una gran civilización. Pero la rivalidad por la sucesión entre el quiteño Atahualpa y el cuzqueño Huáscar disminuyó el poderío del imperio.

    De esta situación sacaron partido los conquistadores españoles, que fueron los primeros europeos que pisaron estas tierras en Atacames, hoy parte de la provincia de Esmeraldas, en 1525. Al mando de esta expedición estaba Sebastián de Benalcázar, capitán que hizo la conquista del reino de Quito en nombre de Pizarro, sometiéndolo en 1534. Los americanos, hombres libres que trabajaban la tierra organizados en comunidades, denominadas ayllus, se convirtieron en semiesclavos explotados bajo el régimen de encomiendas.

    El país formó parte del Virreinato del Perú como Real Audiencia de Quito. Con el reordenamiento efectuado por los Borbones en 1717, Quito pasó a integrar el Virreinato de Nueva Granada, que comprendía las actuales repúblicas de Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela.

    El general Antonio José de Sucre, lugarteniente de Bolívar, venció a los realistas en la batalla de Pichincha, que terminó con la dominación española en 1822. Fue entonces que este territorio se incorporó al proyecto bolivariano de la Gran Colombia. Al desmembrarse esta Nación, pasó a formar un Estado independiente. La Asamblea Constituyente reunida en la ciudad de Riobamba, en 1830, dictó la primera Constitución y bautizó al nuevo país con el nombre de República del Ecuador.

    Algunos países de América, África y Oceanía, están cruzados por la Línea Equinoccial; sin embargo, sólo un país lleva un nombre relacionado con ésta. El origen es el siguiente: cuando la Academia de las Ciencias Francesa quiso estudiar la forma de la tierra en 1735, eligió la ciudad de Quito por considerar que era la única región civilizada de entonces que se hallaba sobre la línea en cuestión. Como Quito era una colonia española que formaba parte de la Real Audiencia de Quito, los franceses solicitaron el consentimiento de Felipe V, rey de España, para enviar a los astrónomos y matemáticos franceses Louis Godin y Pierre Bouguer y al geógrafo y matemático francés Charles-Marie de La Condamine a medir un arco del meridiano terrestre. Desde entonces se conoce a este lugar con la denominación de Tierras del Ecuador.

    Ahora bien, ¿qué significa "Ecuador" entonces? La palabra Ecuador proviene del Latín Aequator-oris, que significa Igualador y la línea lleva ese nombre porque divide a la Tierra en dos hemisferios iguales: el hemisferio norte y el hemisferio sur con un círculo máximo imaginario, equidistante de los polos. La línea del ecuador forma ángulo recto con el eje de la Tierra y a partir de ella, se miden las latitudes hacia el norte o hacia el sur en grados sexagesimales hasta noventa grados (latitud en los polos); la latitud en cualquier punto del ecuador es siempre de cero grados.

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    FERNANDO DE NOROÑA

    •  ARCHIPIÉLAGO DE FERNANDO DE NOROÑA

    •  noroñense

    Muchas controversias se suscitan en torno al descubrimiento de este archipiélago conformado por veintiuna islas e islotes. El primero en mencionarlo fue el cartógrafo español Juan de la Cosa, en el año 1500. El mapa que el portugués Alberto Cantino le llevó en noviembre de 1502 a Ercole d’Este, duque de Ferrara, lo menciona como Isla de cuaresma. Esto hizo suponer que el conocimiento de las islas sólo podría saberse por medio de las expediciones que la avistaron en 1500, 1501 o 1502, en tiempo de cuaresma.

    El vizconde de Santarém, atribuyó el descubrimiento a Gaspar de Lemos, comandante de la nave de las provisiones de la armada de Pedro Álvares Cabral, enviada de regreso a Portugal en el año 1500, con la noticia de que había sido hallada la tierra de Santa Cruz. Esta embarcación no pasó por el archipiélago en tiempo de cuaresma, pero después de bordear la costa brasileña, cortando árboles de la especie palo brasil, podría haber avistado las islas el 24 de junio, día de San Juan, nombre con el que habría bautizado a la isla principal.

    El historiador portugués Duarte Leite, luego de una intensa investigación, concluyó que la isla fue descubierta por la expedición que llegó al lugar entre 1501 y 1502 (de la que no se tiene certeza sobre quién la capitaneaba) y cuyo comando fue atribuido erróneamente a Fernão de Loronha (conocido en español como Fernando de Noroña y habitualmente en portugués como Fernando de Noronha), quien le daría el nombre a la isla principal y por extensión, a todo el archipiélago.

    En cambio, para Jaime Cortesão, otro historiador portugués, durante los años 1502 y 1503, habría arribado a Brasil una expedición, a cuyo mando se encontraba Fernando de Noroña, quien personalmente se encargó de limpiar los terrenos que luego alquilaría para la explotación del palo brasil (ver Brasil).

    Independientemente de las controversias por su descubrimiento, el primero en describir el lugar fue Américo Vespucio, quien tomó parte en la expedición de Gonçalo Coelho (1503-1504).

    Por decreto del 16 de febrero de 1504, Manuel I, rey de Portugal, le donó el archipiélago a Fernando de Noroña, siendo esta la primera capitanía hereditaria de Brasil. Este sistema sería implementado en el continente entre 1534 y 1536, cuando Juan III, sucesor de Manuel I, estableció catorce de estas capitanías a lo largo de las costas brasileñas. Los descendientes de Noroña recibieron por decreto, el título de posesión de las islas, título que llegó hasta su tataranieto, João Pereira Pestana, en 1692.

    En 1534, el archipiélago fue invadido por los británicos, mientras que desde 1556 hasta 1612 el control lo tomaron los franceses.

    En 1628, arribaron los neerlandeses, desalojados del archipiélago el 14 de enero de 1630 por la expedición comandada por Rui Calaza Borges perteneciente a la flota de Matias de Albuquerque.

    Los Países Bajos no se dieron por vencidos y en 1635, enviaron al almirante Cornelis Cornelizoon Jol quien recuperó las tierras para su patria, permaneciendo bajo el control del país europeo por diecinueve años. Durante este período, la isla principal cambió su nombre por el de "Pavonia", en honor del Michiel de Pauw, uno de los directores de la Compañía de las Indias Occidentales.

    Cuando los neerlandeses se retiraron, el archipiélago permaneció desocupado, situación que aprovecharon nuevamente lo franceses, quienes retomaron el control en 1736 instalando en estas tierras, la Compañía Francesa de las Indias Occidentales. Una vez más, se cambió su denominación y pasó a llamarse "Isle dauphine" es decir "Isla delfín" debido a la presencia de estos cetáceos en sus costas.

    En 1737, los portugueses se apropiaron definitivamente del archipiélago

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