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Esclavos de Oro
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Libro electrónico358 páginas4 horas

Esclavos de Oro

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Severus Cantillón fue un próspero viticultor de la ciudad de Oporto, en Portugal, en el siglo XVIII. Junto con su esposa Antonia y sus hijos Henrique, Carlota y Julialva, vivía una vida tranquila rodeado de influyentes amigos de la nobleza lisboeta. Sin embargo, una información secreta procedente de la co

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 ago 2023
ISBN9781088238042
Esclavos de Oro

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    Esclavos de Oro - Eurípedes Kühl

    Romance Mediúmnico

    Esclavos de Oro

    Psicografía de

    EURÍPEDES KÜHL

    Dictado por el Espíritu

    Van der Goehen

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Abril, 2023

    Título Original en Portugués:

    Escravos de Ouro

    © Eurípedes Kühl, 1998

    World Spiritist Institute       

    Houston, Texas, USA      

    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc., nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80’s conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrado en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Perú en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, habiendo traducido más de 220 títulos, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    Índice

    Introducción

    Prolegómenos: La ambición

    1.-  África triste

    2.-  Cara a cara con el oro

    3.-  Oro en la tierra, oro en el alma

    4.-  El brillo de oro  y del color negro

    5.-  Familia

    6.-  Sorpresas...

    7.-  Gratitud. ¿Gratitud...?

    8.-  El color, el sonido y  la voz del oro.

    9.-  Avaricia: veneno del alma

    10.-  África:  ¿Instituto Correccional...?

    11.-  La casualidad no existe

    12.-  La Tumba de las Almas Blancas

    Introducción

    Este libro reproduce, con colores espirituales, una fracción del episodio brasileño del ciclo del oro (siglo XVIII).

    Los hechos narrados se restringen al inicio de ese episodio que, al final, transformaría el mundo; el autor se permitió enmarcarlos desde una perspectiva espiritual y en forma de romance.

    Las atrocidades cometidas entonces contra los indios y los esclavos, así como cualquier represalia, fueron excluidas de la narración. Hambruna y destrucción de gentiles y aventureros por igual.

    Como se trata, por tanto, de una fase de la historia mundial, y para que el carácter documental de esta obra no raye en la verdad, en ella se consignan pocos datos reales. Tales anotaciones obedecen a la didáctica sugerida por el autor espiritual.

    Pero, para que el mensaje, que tiene un contenido moral, no sea tomado en cuenta por un tribunal de conciencias, los nombres de los personajes mencionados son ficticios, no guardando identidad con quienes pudieron haber desempeñado cargos y funciones similares en la Colonia Brasil y más allá del mar en Europa.

    La verdad subterránea del comportamiento humano, presa de la codicia, en detrimento de la moral, hace ideal que esta obra se ofrezca al público en general y no solo a los espíritas: su contenido va más allá de los aspectos religiosos o doctrinales, destacando cómo el hombre ha sido sucumbiendo a la ambición. Sobre todo; sin embargo, muestra cómo Dios, la Misericordia Infinita, siempre le ha advertido acerca de tal descarriado.

    Bajo inspiración divina, el Maestro Jesús nos advirtió sobre la fatuidad de los tesoros materiales y cómo, ganando la Tierra, el hombre pierde el Cielo.

    El lanzamiento del libro es oportuno en dos sentidos:

    1° - Nuestro país, Brasil, cumple 500 años de su descubrimiento y este hito histórico realmente merece ser recordado, como aquí, en este libro, visitándolo por dentro del cerebro de estos cinco siglos;

    2º - Siempre será útil conocer los desarrollos espirituales - actos y hechos de personajes y personalidades, aquí ficticios, pero en la vida real atravesándonos en todos los rincones del Tiempo.

    Así como el conocimiento de las lecciones de la Historia puede prevenir la repetición de los errores inscritos en ella, será mejor estar informado de sus consecuencias espirituales, para que, también y por lo menos, nunca se repitan...

    Este es el propósito de este trabajo.

    Ribeirão Preto, SP - verano de 1998.

    El Médium.

    P.D.: Esta obra fue psicografiada en el año en que la Ciudad de Ouro Preto/MG cumplió trescientos años de su fundación. - ¿Coincidencia…?

    Prolegómenos: La ambición

    Amigo lector:

    El siguiente hilo narrativo registra hechos similares a los reales, dos siglos después del descubrimiento de este bendito país que es Brasil.

    El tiempo es la tarea divina de reducir los agravios y es así como bajo nuestros cielos aun tardará la dilución total de la siniestra nube de la esclavitud. Esto ya comenzó hace algún tiempo, con la llegada de otros hermanos africanos necesitados que están emigrando espontáneamente para acá.

    Nadie lo sabe, pero quizás quienes los acogen son los esclavizadores del tiempo, en proceso de redención ante Dios.

    * * *

    Casi doscientos años después que los portugueses anunciaran sus descubrimientos ultramarinos a todos los rincones del mundo, en Europa no había gran interés por conocerse regiones tan lejanas como bárbaras. Solo saquearlas de sus abundantes recursos naturales...

    Si España disfrutó de las riquezas de sus conquistas, usurpadas a los incas, mayas y aztecas, cuyas avanzadas civilizaciones atemorizaron a los conquistadores españoles, no podría decirse lo mismo de la enorme colonia portuguesa, en ultramar...

    En España, en particular, a excepción de unos pocos intrépidos aventureros, que se atrevieron a cruzar el mundo del agua que era el Atlántico, solo unos pocos nobles en declive del poder cultivaron la idea de ir a América, la tierra solo de indios.

    Los países europeos se subdividieron en tres corrientes políticas: la primera, al este y al sur, más conservadora, más ruda y menos desarrollada, se destacó por estrechar lazos políticos, sociales y financieros con las culturas asiáticas; la segunda facción, la de los centroeuropeos: como son los más desarrollados, también eran los más ricos y por lo tanto, no necesitaban cambiar; la tercera zona, en Europa occidental, había desarrollado técnicas de navegación, precisamente para buscar en otros lugares las especias que le faltaban a toda Europa, además, por supuesto, de servirse a sí misma. Con eso, obtuvo créditos financieros y, más importante, políticos.

    En efecto, los países centrales de Europa mantuvieron bajo un fuerte yugo a los hermanos de izquierda y de derecha, protegiéndolos en cuanto a sus necesidades vitales, exigiendo un pago que no siempre tuvieron.

    Exigieron y fueron dócilmente atendidos en sus preferencias respecto a productos de la lejana Asia y la India, por la pequeña pero valerosa nación portuguesa, que, después de recorrer el inmenso continente africano, los trajo y entregó en sus hogares.

    Esto, a costa de cientos y cientos de vidas de intrépidos marineros, que, buscando en la aventurera travesía marítima la única posibilidad de garantizar la supervivencia familiar, encontraron a menudo en la muerte, en las turbulentas aguas del sur de África, la única ruta hacia las fuentes de los codiciados productos...

    Europa, a principios del siglo XVIII, era así un gran puesto comercial, que no producía nada, pero que lo poseía y lo consumía todo. Los países ricos ofrecieron patrocinio financiero a los navegantes portugueses experimentados, y estos, con el aval del-Rey, escribieron las páginas más expresivas de la historia, en el capítulo de la exploración.

    En cuanto al poder, el mundo estaba dividido en dos partes: una, los asiáticos, donde moros, sarracenos y pueblos de raza amarilla - Japón y China, en particular -, a través de intensos intercambios comerciales, se mantenían en un precario equilibrio político, siempre alertas de ataques inesperados; la otra parte del mundo, entonces comandada por Europa, tenía riendas cortas manejadas por pocas potencias.

    En el caso de Europa, podemos decir que el poder en ese momento era un inquilino en constante cambio de asiento, instalado en un péndulo imaginario, moviéndose no en uno, sino en varios planos, con velocidad irregular, en movimientos oscilantes y circulares.

    Inglaterra, España, Francia, son las sedes episódicas del poder europeo, cuyos reyes, de acuerdo con el Papa, pretendían que Italia, la patria que había dado más Papas al mundo, fuera también poderosa...

    En cuanto a los demás países europeos, intentaron afianzarse, consiguiendo el beneplácito de los grandes, mediante tejedurías de mil y un tejidos casamenteros, mezclando sangre noble entre sí.

    La lejana y fría Escandinavia, así como la igualmente lejana y monótona Oceanía, simplemente no se lo dijeron a ningún aventurero, que los ignoró por completo.

    Los mares, aquellos, tenían dueños intransigentes...

    Portugal, en Europa Occidental, el pequeño enclave en el extremo occidental del continente, era incluso mal visto por muchos, aceptado con reservas en la comunidad europea. Hubo quienes lo consideraron solo un apéndice geográfico, sin expresión política y social.

    Los barcos portugueses surcaban los mares sin miedo, yendo al otro lado del mundo a conseguir las especias que demandaba la nobleza europea para uso personal, doméstico o de mesa. Dichos bienes: las especialidades de la India, en tapices, telas, perfumes y condimentos y los tesoros de China, para uso diario o para adornos muy finos. Desde Colonia, allá en el nuevo mundo, trajeron azúcar, aguardiente, algodón, café y tabaco.

    Los portugueses, gracias a este contexto de útiles proveedores de las cortes europeas, apenas mantuvieron su autonomía, consiguiendo contrarrestar la distancia política en la que se encontraban.

    Desde el descubrimiento de la Colonia, dos siglos de estancamiento...

    Ninguna preocupación por los indígenas, en el sentido de mejorar sus vidas: por el contrario, la exigencia del trabajo forzoso, paralela a la ignominia de traer a esas tierras inhóspitas, bajo mano de obra esclava, a miles y miles de africanos, abruptamente desarraigados de sus familias., al medio ambiente y, sobre todo, a la libertad.

    ¡Gran mancha oscura ha estado bajo el planeta Tierra desde la inhumana noche oscura de tres siglos de esclavitud africana! Se puede decir con seguridad que gran parte de las revueltas sociales terrenales tiene como catalizador la irresponsable actividad esclavista, la cual, aunque existiendo siempre en el planeta, alcanzó su triste apogeo en la colonización de las Américas.

    Los matrimonios entre nobles, ingeniosamente tramados por las mentes más sagaces, se parecían más a un juego de ajedrez, en el que el rey debía mantenerse inalcanzable, contando con el sacrificio de todos sus súbditos, desde los castellanos, los religiosos, los caballeros —y si es necesario, la reina misma...

    No es de extrañar el ascenso de un conde a barón, de barón a duque, así como la repentina caída de no pocos nobles, convirtiéndose en huéspedes obligados y perpetuos de las mazmorras.

    Este frágil equilibrio, sostenido por tan efímeros soportes, se vio en ocasiones amenazado, pues la Historia registra los cientos de escaramuzas que transformaron la Edad Media en un gran escenario de intrigas y guerras permanentes.

    La realeza y la religión, fuerzas que lo dominaban todo, tampoco podían permanecer al margen de repetidos enfrentamientos.

    En las tierras de Portugal en África Occidental, separadas por las aguas del Atlántico, solo había silvicultores y patricios que estaban allí, ya fuera por ambición, o por actividades determinadas por el Rey, o bajo castigo. A veces, por estrategias de alcahuetes, alejando presencias inconvenientes en algún arreglo matrimonial...

    Muchos cortesanos, cuyas hijas o hijos despertaron el interés y la atracción de irresponsables, pero poderosos nobles de países ricos, fueron invitados a hacer prácticas allí en tierras de Brasil. Obligados a asumir urgentemente el puesto lejano, a veces en medio del mar se convertían en suegros, sin siquiera saberlo...

    Religiosos, enfermos o disidentes, eran también seguros candidatos a la catequesis, quienes, en nombre de la Sagrada Cruz de Nuestro Señor de Malta, debían ministrar a los guardabosques de tan incrédulas tierras...

    Extranjeros, muy pocos.

    En todos los tiempos y en todas las culturas, la ociosidad genera inercias y pensamientos fútiles, que acaban volviéndose contra la generatriz. Esto se debe a que la ley de acción y reacción, que en términos de actividades físicas es una realidad científicamente comprobada, en términos de logros mentales tiene aplicación en un gradiente mayor. Esto, gracias a la Bondad de Dios, porque la reacción no siempre es inmediata, sino que se da en el tiempo, a veces en existencias futuras.

    La vida de lujo que entonces disfrutaban los nobles europeos solo tenía gracia cuando algún acontecimiento, como una brisa ligera, soplaba las cortinas del gran salón social que era Europa Central.

    Allí, los invitados apáticos fingían estar felices, hecho que indignaba a quienes orbitaban junto a ellos, quienes también fingían que todo iba muy bien.

    Existía, como era de esperar, una fábrica oculta de rumores y hechos tendientes a romper tan mezquina rutina...

    Las intrigas, casi siempre sin fundamento, circulaban en los lugares adecuados del poder, para producir los resultados deseados. De esta forma, se formaban, disolvían, transferían, confiscaban o simplemente desaparecían fortunas sin dejar rastro.

    La hipocresía y la futilidad marcaron así la pauta en los tribunales.

    Este período de la humanidad —el siglo XVIII— sería sacudido y de manera fantástica: dos hechos, distanciados entre sí, pero con un efecto combinado, cambiarían la Historia.

    La primera: ocurrencia en Brasil, pero con abrumadoras consecuencias en Europa, del descubrimiento de yacimientos de oro y piedras preciosas, por cuya posesión la inmensa colonia fue fuertemente iniciada por portugueses y ocasionalmente también por holandeses y franceses.

    La segunda, ya desde Europa y allí mismo: el aporte en el plano terrestre de una pléyade de espíritus encargados de soplar el polvo que cubría el conocimiento humano, responsables de los inventos que, combinados, pasarían a la posteridad bajo el nombre de Revolución industrial.

    Ambos eventos, aparentemente inconexos, no objetan suponer que pudieron haber sido meticulosamente maquinados por el Maestro Jesús, como siempre ofreciendo bendiciones a la humanidad.

    Lástima que los hombres, en lugar de ser agradecidos con Cristo, elijan un patrocinador equivocado para estas gracias: la ambición.

    * * *

    Del primer vector: el oro...

    Pocos hombres son inmunes a la voz, el sonido y el color del oro.

    La voz: muda, el oro es siempre el que más habla y el que da el último veredicto, en cualquier situación económica, he aquí que su representante —el dinero—, le rinde tributo permanente. Almacenado e impenetrable, intocable e inmóvil, el oro esclaviza a las naciones que lo poseen, las cuales, serviles, se inclinan a sus demandas de culto, exigen - y reciben - servidumbre de quienes no lo hacen. Así, el oro no habla, sino que es más escuchado y más obedecido... Sonido: sin vibrar un solo ciclo, una sola onda sonora, ecos de oro en el alma de los hombres, a veces como trueno en medio de las tormentas, a veces como susurro de espurias conspiraciones. No vibra, pero resuena y reverbera en casi todas las mentes y hasta en muchos corazones...

    Color: deleita los ojos y hace viajar el pensamiento, dando alas traicioneras a los viajeros ambiciosos, que planean en los cielos de la ambición, donde soles abrasadores, no pocas veces, repiten en sus almas la pesadilla de Ícaro¹. El oro es pues el elemento natural para el que la Naturaleza ha reservado el amarillo, color que muchas almas han elegido como el de la felicidad.

    Tales almas, para sus vuelos en busca de los lujos y quimeras del dinero, se arrojan desde lo alto de los acantilados de la vida, armadas de alas hechas de codicia y pegadas de ambición...

    A partir del segundo vector - reencarnación en una serie de espíritus misioneros -, el empuje evolutivo dejó huellas en la Historia que aun no han sido debidamente evaluadas. De paso, podemos consignar que fue precisamente en el siglo XVIII cuando la humanidad, como conciencia colectiva, fue bendecida por la divina providencia con un progreso – material - jamás soñado. En la estela de este progreso, indisolublemente ligado a él, vino también, en un segundo paso, el progreso moral, como clarines que anuncian una nueva era.

    El grito de ¡libertad!, sofocado durante siglos en tantas almas amantes de su patria, resonó por praderas, valles, montañas y cielos, multiplicándose, resonando en el aire durante decenas de años.

    Como en el planeta Tierra, por el momento, la paz rara vez se logra excepto a través de la guerra, estas se han acumulado en los milenios acumulados. Espíritus endeudados consigo mismos, con enormes responsabilidades morales que rescatar, encuentran en los rudos combates habituales la compensación que inconscientemente buscan.

    Inconscientes porque eso fue para ellos —y lo es todavía—, el progreso de la reencarnación: sucumbir físicamente en defensa de un ideal, el de la patria. Casi siempre en condiciones difíciles, para que en espíritu, liberados de tan pesadas cargas, puedan remontarse, superficialmente, pero hacia trayectorias más felices —nuevas reencarnaciones — en un clima de mayor equilibrio existencial.

    Todavía en este soplo renovador del mundo, espíritus de muy refinadas facultades artísticas fueron invitados a reencarnar con nosotros.

    Las invitaciones fueron hechas por los mensajeros siderales, bajo la tutela del Maestro Jesús — Gobernador Moral de la Terra. ¡Todos aceptaron!

    Así fue como el planeta experimentó un avance significativo con la ya mencionada Revolución Industrial - aunque sectorizada y hasta hoy ofreciendo dividendos solo a los llamados países ricos, la utilidad y practicidad de los inventos se disfruta en casi todo el mundo; en las artes en general, maravillas han llegado al planeta, indicando el camino a lo bello: elevación espiritual, formándose un sólido cimiento para los tiempos venideros...

    Espíritus heroicos e idealistas de la fraternidad, gritaron con todas sus fuerzas: ¡libertad!; sus gritos indomables, que incluso dieron como resultado la independencia de varias naciones, aun hoy resuenan en nuestros corazones; en Brasil, por ejemplo, están diciendo: ¡Tiradentes, tu sacrificio no fue en vano!.

    El autor espiritual

    1.-

    África triste

    Severus Cantillón, propietario de un viñedo en la ciudad de Oporto, llevaba mucho tiempo pensando en vender sus viñedos y dedicarse al comercio marítimo, el negocio portugués más próspero de la época.

    Casado con Antônia do Amaral Borges, además de él de alguna ascendencia noble, tuvo con ella tres hijos: Henrique, diecinueve, Carlota, diecisiete y Julialva, doce.

    Antoniña: ¿Qué piensas de dejar nuestras tierras aquí y mudarnos a la Capital?

    Severus - así lo trató su esposa, con aparente formalidad, pero en realidad sin ninguna -, depende de ti saberlo.

    - Pero dime, mujer: ¿qué te parece?

    - Dime primero, entonces: ¿por qué tuviste tal pensamiento?

    - No sé, mujer... Nuestros hijos están creciendo... Dentro de poco estarán pensando en casarse... Y aquí por estos lados tenemos más lamebotas - gente sin expresión, gente pobre - que individuos. que merezcan los niños. Henrique y Carlota ya están madurando como nuestras uvas...

    - ¿Le temes a un especulador? ¿No es eso lo que me hiciste?

    - ¡Por la Cruz, oh mujer: nunca fui aprovechador, pero tú sí, fuiste tú quien me cautivó, con tu camino de flor!

    - ... que tú bien apreciaste en plantar en el jardín de tu corazón...

    Se besaron tiernamente. Se amaban sinceramente.

    De común acuerdo decidieron que se respetaran las suertes del destino, porque los Ángeles del Señor, desde el Cielo, cantarían y harían resonar, aquí en la Tierra, la indicación del rumbo a tomar.

    Así era su fe. Así es como, en respetuosa oración, aquella pareja pidió al Plan Mayor que los guiara sobre el futuro.

    Como ninguna oración sincera, incluso las que no se pronuncian, quedan sin respuesta diferida, directa o indirecta, allí no fue diferente: yendo a la Capital a negociar con representantes de algunos países el envío de su producción de vino ese año, Severus, allí pasó una semana.

    Convenidos los términos y precios, se disponía a regresar a su ciudad, que sería dos días después, cuando zarpara la carabela.

    Para llenar el tiempo que tenía hasta el embarque, se fue a dar un paseo por el puerto de Lisboa.

    En él, la atracción por los viajes marítimos era solo menor que la compulsión que tenía por la construcción de carabelas.

    Desde niño, con tan solo un tosco cuchillo de zapatero, podaba las ramas de los árboles y con ellas construía botes en miniatura, que a todos encantaban, no solo por la delicadeza del material, y no solo por las medidas adecuadas o incluso por la apariencia: pero eso sí, por el suave deslizamiento de las miniaturas en los grandes depósitos de agua, cuando se guardaban en preparación para la recepción de los vinos, en la vendimia de la uva.

    Escogió una bodega, entre otras, la que más le gustaba.

    Se sentó en una mesa solitaria y pidió pan, queso y vino.

    En la mesa de al lado, tres marineros animados estaban hablando, sin importarles que los escucharan.

    Mira, hombre -dijo uno de ellos, que parecía ser el mayor-, si los fados me cantaban en el bolsillo, pues compraría ese tumbeiro.² Tengo aquí conmigo que en cinco años sería rico.

    - Rico, pero con la piel más arrugada - se burló uno de los hombres.

    - Así es —confirmó el tercero— no es broma hacer dos viajes al año allá en las tierras de África a las de la Colonia.

    - Lo sé, lo sé - dijo el mayor, y agregó: dos al año, diez cada cinco años. Cada travesía, llevándose las chucherías que les gusten a la ida, y a la vuelta, llegando a la Colonia con unos trescientos negros, ¡hagan cuentas!

    Hablaron, comentaron, soñaron y comieron durante un rato. Cuando fueron a pagar el gasto, se llevaron una grata sorpresa: el caballero rico de al lado ya lo había pagado...

    Sorprendidos al principio, pero pronto agradecidos, se inclinaron ante el benefactor desconocido, quien se presentó:

    Soy Severus Cantillón, de las tierras d'uva de Oporto. Los escuché hablar y me interesa saber más de ustedes, si tienen un cuarto de hora para otra copa de vino...

    La oferta era simplemente irrefutable.

    Servido con generosas dosis del mejor vino, como falsamente bautizó a aquel cuya calidad ni siquiera igualaba a los que él producía, Severus comprendió cuándo era el momento de recuperar el capital que estaba invirtiendo:

    - Díganme, oh muchachos, ¿son del mar soñando con viajes a África?

    - Es más o menos...

    - ¿Y han estado allí muchas veces?

    - ¡Muchas!

    - ¿Qué me dicen entonces? ¿Todos ganan?

    - La tripulación y sus familias logran sobrevivir, pero los armadores ganan mucho más... ¡Todos son ricos!

    - ¿Entonces vale la pena el envío?

    Los tres, sin ninguna ceremonia, se echaron a reír.

    Uno de ellos se dio cuenta que no sería conveniente reírse de la autoridad, por cierto muy generosa. El vino pagado le dio buenos modales:

    - ¡¿Flete?! Eso no existe, Vuestra Excelencia: el mar no cobra por los vientos en las velas, la ganancia es con la captura de esclavos que son llevados a los agricultores... Y las Áfricas tampoco cobran por los negros...

    Se rieron de nuevo, considerándose divertidos.

    - ¿Agricultores? ¿Qué agricultores? - Preguntó Severus.

    - Los dueños de las plantaciones y los esclavos... cada vez son más ricos... No hacen más que explotarnos a nosotros que somos los hombres del mar.

    Uno de los marineros, con aire abatido, añadió:

    - De hecho, sí, hacen otra cosa, e incluso demasiado: casi todos abusan de los esclavos. Perdóneme, permítame corregirle, Su Excelencia: no dañan, por cualquier desliz, simplemente los matan.

    Uno de los marineros, más ebrio que los demás, propuso:

    - Por un buen precio, ofrecemos a Vuestra Excelencia fantástica información... sobre...

    Los otros dos abrieron los ojos. Estaban muy preocupados. Se podría decir que su borrachera había desaparecido. Había algo en el aire... con olor a fortuna... Llegó más vino, pero los hombres lo rechazaron.

    Severus, pícaro, qué jugador tan arriesgado, ofreció:

    - Está bien. Lo mantendré en secreto...

    Los hombres se miraron unos a otros, temerosos, muy suspicaces.

    - ¡Cincuenta monedas cada uno! Pero tienen que merecerlos... El mayor, habiendo vencido toda resistencia, confió:

    - Descubrieron oro en la Colonia. Por el momento no están divulgando, porque hay temor de confiscación por parte de las autoridades.

    - ¡¿Oro?! ¿Dónde? ¿Cómo se enteraron?

    Nuestras vidas no valdrían nada si supieran que nosotros éramos los que contábamos... El oro está allá en el interior de la Capitanía de Río de Janeiro, en tierras salvajes, de nadie...

    - Pero dime y dilo con la fuerza

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