Hace menos de dos siglos nadie había oído hablar de los sumerios, el pueblo mesopotámico que, entre otros descubrimientos, inventó la escritura. Se conocían otros pueblos de la antigua Mesopotamia, como los asirios o los babilonios, ya que la Biblia y los autores clásicos se referían a ellos. Los sumerios, en cambio, desaparecieron de la historia hacia 2000 a. C., aproximadamente, y desde entonces su existencia se fue olvidando paulatinamente hasta que su recuerdo se perdió por completo. Fue en 1869 cuando el orientalista francés Jules Oppert, uno de los descifradores de la escritura cuneiforme, descubrió que muchos de los textos que se estaban hallando en Mesopotamia estaban escritos en la antigua lengua del pueblo sumerio. De esa forma, y tras muchos siglos de oscuridad, se inició, por fin, un largo proceso de recuperación de la historia de aquel pueblo olvidado.
Es verdad que no todos los investigadores de la época estuvieron de acuerdo con el descubrimiento de Oppert. Así, por ejemplo, un compatriota suyo, el también orientalista Joseph Halévy, publicó en 1874 un polémico artículo en el que descartaba las propuestas